Caminos cruzados (5)

CAPITULO V – Cumpleaños feliz.

CAPITULO V – Cumpleaños feliz.

Esa tarde, luego que Eva la dejara en su casa, Zoe preparó sus cosas para ir a la universidad. Habría querido estar más tiempo con Eva, pero, por la premura de la mañana, olvidó sus cuadernos y otras cosas.

Zoe sabía que mañana sería el cumpleaños de Eva. Le causaba gracia el hecho de que ella tratara de ocultarlo, “inocentemente”. Durante la semana, estuvo planeando un par de cosas. Se aseguró que ella no sospechara nada. Hasta ahora,  sabía que Eva se iría al mediodía, presumiblemente para estar con sus padres, y que posiblemente en la noche estaría con sus amigos, así que la tendría para ella en la mañana.

Zoe tomó un taxi a la universidad, en el trayecto, iba repasando lo que haría para mañana. Recibió un mensaje de Eva que la sacó de sus pensamientos.

“Estaba pensando… ¿No ibas a la universidad?”

Zoe sonrió, respondió de inmediato.

“Voy en camino, igual debía pasar por la casa, dejé los cuadernos esta mañana”

La respuesta de Eva demoró un poco, pero cuando llegó hizo que Zoe se derritiera aún más por ella.

“Te habría esperado y te llevaba… ¿a qué hora sales?”

Zoe respondió de forma breve.

“Salgo a las 10”

En ese momento, Zoe llegó a la universidad. Mientras se bajaba del taxi, recibió otro mensaje de Eva.

“Ahí estaré…”

Zoe no podía creer lo que estaba pasando, en realidad Eva la buscaría, se sintió nerviosa, pero trató de responder lo más natural posible.

“Le agradezco, pero, debería descansar”

Zoe esperó la respuesta de Eva, pero, esta nunca llegó. Pensó que quizá se habría molestado, o que lo había tomado como un desplante, pero, ya era tarde para decir otra cosa.

Trató de mantenerse enfocada en las clases, pero, Eva se hacía presente en sus pensamientos a cada instante. Zoe miraba el reloj de pared en todo el centro del aula, casi no prestaba atención al profesor, así que usó el grabador del teléfono para capturar lo que decía, y escuchar la clase luego.

Una de sus amigas se dio cuenta de su actitud, y empezó a indagar en el asunto.

- ¿Y a ti qué te pasa?

- Nada, solo estoy cansada.

- Tienes cara de todo, menos de cansada.

- Silencio, no me dejas escuchar. – Zoe sonreía distraída.

Cuando el reloj marcó las 10, Zoe salió a toda prisa, su amiga fue tras ella, era rara esa actitud en Zoe, quien siempre ha sido aplicada.

- Zoe, no estás bien, algo te pasa.

- Rebeca, en serio, no podría estar mejor. – Zoe sonreía.

- Un momento, no me digas que…

- Calla… ni se te ocurra abrir la boca.

Mientras salía de la universidad, no pudo evitar mirar hacia los lados a ver si Eva estaba. Un ladrido llamó su atención. Cuando siguió el ruido, pudo ver a Eva, recostada del vehículo, acompañada de su mascota, Bas, quien parecía eufórico por estar en un lugar nuevo.

- Rebe, debo irme, vinieron por mí. – Zoe caminó en dirección a Eva.

- Al menos que lleve a tu amiga también, ¿O no? – Rebeca se expresó lo suficientemente fuerte como para que Eva escuchara. Pero Zoe la ignoró.

Cuando se acercó a Eva, el perro comenzó a olfatearla, estaba inquieto, movía su cola alegre y la rodeaba.

- Creo que le gustas a Bas. Tendremos problemas aquí. – Eva sonreía.

- Y, ¿eso por qué?

- Yo te vi primero. – Eva le dio un chocolate a Zoe.

Zoe sintió que sus ojos se humedecían, creía estar soñando. Eva lo notó y la distrajo.

- ¿Dónde vive tu amiga?

- En el centro, ¿por qué?

- Llámala, nos queda de camino.

Zoe estaba derretida con la manera de ser de Eva. Comenzó a llamar a Rebeca, quien al ver las señas que le hacía Zoe, se acercó rápidamente.

- Rebe, ella es Eva, mi jefa.

- Creo que Zoe está cansada, me está confundiendo con otra Eva. – Eva bromeaba. – Suban, se hace tarde.

Eva hizo montar al perro atrás con Rebeca, pero la mascota se enamoró de Zoe, y brincó adelante con ella.

- Zoe, pon música. – Eva comenzó a conducir, se mantuvo en silencio mientras las muchachas conversaban respecto a las clases.

Zoe acariciaba al perro, quien permanecía dócil en sus piernas. Eva estaba algo sorprendida, Bas no se daba con todo el mundo.

Debido a la hora, el tráfico era bastante ligero. Rápidamente llegaron al centro, y dejaron a Rebeca en su casa.

- Gracias, señora Eva.

- Si no me vas a decir Eva a secas, dime Ingeniera, pero, eso de señora, no es nada sensual.

Tanto Zoe como Rebeca rieron de aquella ocurrencia. Ella se bajó del vehículo y Eva llevó a Zoe a su casa.

- ¿Cómo haces cuando sales tan tarde? Eso por ahí es peligroso.

- Pago un taxi, porque el transporte es una pesadilla ahí.

- No me gusta… ya veré cómo resuelvo ese asunto.

- Estaré bien, no pasa nada por tomar un taxi.

Eva no respondió, la dejó tranquila. Cuando llegaron al edificio, Eva apagó el motor, e hizo que Bas se pasara al asiento trasero.

Zoe pudo notar que Eva quería decir algo, pero, no encontraba las palabras. Podía comprender que las cosas que guardaba en su interior tenían mucho que ver. Ella quería que todo fuera como hasta ahora, espontáneo, así que le ahorró el momento de tensión y rompió el hielo.

- Gracias por traerme, y por el chocolate. – Zoe sonrió.

- Zoe… yo…

Zoe se acercó a ella, quedó muy cerca de sus labios, juntó su frente a la de Eva, y la miraba. Luego besó su mejilla, la abrazó, y le habló al oído.

- No hace falta hablar. Hasta mañana. – Zoe besó su frente, se despidió del can y se bajó del vehículo.

Eva se quedó, una vez más, contemplándola mientras se alejaba.

- Bas, tú viste eso, no son ideas mías, ¿verdad? – Eva hablaba con su mejor amigo mientras lo hacía sentar adelante.

Zoe entró en el apartamento, evitó mencionar que Eva la había traído para no generar situaciones incómodas. No tenía apetito, así que se encerró en su cuarto y se comió el chocolate que le regaló Eva. Ansiaba quedarse dormida para que amaneciera rápido y pudiera sorprenderla en su día.

Al amanecer, Zoe se levantó a toda prisa, se atavió con el vestido más bello que tenía, de diseño asimétrico. El largo de la falda en la zona delantera era corto, en relación a la parte trasera. Era negro, con estampado de mariposas y rosas de distintos tamaños, en tonalidad violeta. No tenía escote, pero dejaba ver sus piernas hasta las rodillas, y marcaba sutilmente su delgada figura. Zoe quería agradar a Eva. Se perfumó con una fragancia cítrica que, en las ocasiones en que la ha usado, llamó la atención de Eva más que cualquier otra fragancia que haya usado. Todo era perfecto. Sintió tentación de escribirle, pero, arruinaría la sorpresa. Salió mucho antes de lo normal, necesitaba arreglar la oficina para Eva.

Durante la semana estuvo organizando en secreto algunas cosas. Encargó para ella su pastel preferido, y antes de llegar, pasó por un lugar donde colocan tarantines ambulantes y venden bellas flores, compró todas las calas que había en el sitio. Sabía que Eva llegaba a las 7, porque quería dejar todo firmado para irse al mediodía.

Tenía casi una hora para organizar todo. La persona que llevaría el pastel le había confirmado que llegaría a las 6:45, así que entró en la oficina y pidió a la señora de la limpieza que abriera la oficina de Eva. La señora la ayudó con los jarrones, pusieron varios arreglos con las calas en toda la oficina. En la mesa donde Eva comía, en su escritorio, en la mesa auxiliar del sofá y en el mini-bar. Tomó algunos arreglos temáticos que usaban en la oficina para los cumpleañeros, y los colocó por doquier. Globos de papel, cintas de colores. La oficina quedó muy vistosa. Cuando llegó el mensajero, bajó a toda prisa a recibirlo. Había encargado para ella un Cheesecake, su postre favorito.

Hasta ahora, todo iba saliendo según lo esperado. Colocó el pastel en la mesa, y cerró la oficina. Solo quedaba esperar que Eva llegara.

7 de la mañana, la ansiedad de Zoe era incontrolable, en cualquier momento, recibiría un mensaje de Eva diciendo que había llegado. Mientras, empezó a recoger el papeleo de las minutas que pasaría hoy para la firma de Eva.

El teléfono sonó. El mensaje de Eva era breve.

“Buenos días. En la oficina”

Ya se hacía costumbre para Zoe. Eva no era de mensajes extensos. Zoe sintió los pasos de Eva, cuando escuchó que abría la puerta de la oficina, salió a encontrarse con ella.

Antes de entrar, miró por la puerta abierta a Eva, quería ver su reacción, si mostraba agrado o disgusto, Cuando vio que tomó el teléfono, presumió que la llamaría, así que entró y cerró la puerta tras de sí. Cuando Eva sintió la puerta, volteó de inmediato.

- Feliz cumpleaños, Ingeniera.

Zoe se acercó a ella, y la abrazó. Estuvieron así por un buen rato.

- ¿Tú hiciste esto? – Eva sonreía, pero seguía sin poder asimilar lo que sucedía.

- Espero que sea de su agrado. – Zoe la miraba expectante.

Eva recorrió visualmente la oficina, todo era hermoso, cuando vio las flores y su pastel preferido, se emocionó mucho. En ese momento, caminó abruptamente hacia la puerta y pasó el pestillo. Zoe se puso nerviosa. Eva se acercó al mini-bar y sacó una botella de champaña con dos copas.

- Hiciste esto para mí, así que quiero disfrutarlo solo contigo. - Dijo Eva, sonriendo.

Eva colocó la botella de champaña junto al pastel y las flores en la mesa, usó su teléfono para tomar una foto.

- Ven. – Eva llamó a Zoe. – Soy pésima con esto de las “selfies”, pero será divertido.

Eva la tomó de la cintura con su mano derecha, y alzó su teléfono, intentando conseguir un ángulo en el cual salieran ambas y se viera el pastel y el resto de cosas. La situación generó muchas risas en ambas, las fotos salían algo descuadradas.

- Para que podamos salir ambas, vas a tener que abrazarme. – Decía Eva, acercándose aún más a Zoe.

Zoe respiró profundo, y se abrazó a ella. Cuando Eva tomó la foto y la examinó, había quedado perfecta. La sonrisa de Zoe le produjo un cosquilleo especial.

- Gracias por mi regalo. – Dijo Eva, sin soltar a Zoe.

- Merece más que esto. – Zoe sonrió. – Quiero una foto con mi teléfono, ¿Puedo?

- Adelante. – Dijo Eva, mirándola a los ojos.

Zoe usó su teléfono para hacer varias fotos, una de ellas, era un cuadro perfecto de ambas, en el cual no salía nada más a su alrededor.

- Me tienes que pasar esa foto. – Decía Eva mientras la miraba desde el teléfono de Zoe.

Eva descorchó la botella y sirvió las copas. Puso una en manos de Zoe y le agradeció una vez más por el gesto que tuvo.

- Estaba pensando, ¿cómo es que sabes tanto de mí? – Eva estaba intrigada por aquello.

- No sé cómo responder eso. – Zoe se sonrojó, al punto que Eva sonrió al verla.

- Solo dilo, como salga.

- Desde el primer momento en que la vi, llamó mi atención… y… – A Zoe le costaba reunir las palabras. – bueno… siempre la miraba, su forma de ser, sus ocurrencias… quise saber más y más cada vez, afiné mi hábito de observación cada vez más, solo quería conocerla.

Eva la tomó de la barbilla, la miró con ternura.

- ¿Y no era más fácil preguntarme? – Eva buscaba ser graciosa con Zoe.

- No… eso es sencillo con las cosas comunes, Eva Santiago no es común. Sé que hay algo ahí dentro, gritando, deseando salir. Lo que no sé es si soy digna de tenerlo. – Zoe evitaba hacer contacto visual con Eva.

Eva puso terminó su copa, tomó la de Zoe y colocó ambas sobre la mesa.

- Sabes que después de lo que me acabas de decir, las cosas no pueden ser iguales. – Eva la miraba seria.

Los ojos de Zoe se humedecieron, las lágrimas comenzaron a brotar cual cascada indomable.

- Zoe, déjame terminar.

- Lo siento, yo… – Zoe cubría su rostro avergonzada.

Eva la tomó de la cintura, y unió su frente con la de Zoe.

- Escúchame. Necesito que escuches lo que voy a decirte, no llores antes de tiempo. – Eva sonreía.

Zoe la miró, Eva tomaba sus lágrimas entre sus dedos con delicadeza.

- Si te dije eso, es porque hay cosas que ya no podrás hacer, como evitar llamarme por mi nombre, y definitivamente tendrás que tutearme, o esto será raro. – Eva la miró, buscando una reacción de su parte. – No sé cómo hemos llegado hasta aquí, pero, quiero continuar, ¿Tú qué quieres?

Zoe respondió con temor, a pesar que Eva estaba mostrando reciprocidad en su sentimiento.

- Quiero a Eva.

- ¿Y ya no la tenías? – Eva sonrió.

- No lo sé.

- Ya sé qué haremos. – Eva tomó su rostro con ambas manos.

Eva le dio un beso en la frente, antes de hacerle una proposición.

- ¿Quisieras salir conmigo y ver qué pasa?

Zoe asintió y abrazó a Eva. Se sintió feliz en ese momento, Eva la estaba tratando con todo el respeto del mundo, en ningún momento se “aprovechó” de ella, aunque Zoe moría por sentir sus labios.

Eva se apartó de Zoe, y buscó un cuchillo y platos para comer pastel. Zoe sirvió más champaña, y esperó que Eva volviera.

Eva tomó el cuchillo, y una de las manos de Zoe, y picó así el primer pedazo. Fue bonito.

Ambas conversaron de muchas cosas, Eva estaba feliz, amaba ese pastel, comió dos grandes trozos. Cuando terminaron de comer, Eva separó en dos el resto del pastel, y guardó ambos en la nevera. No perdió oportunidad para servir lo que quedaba de champaña y agradecer a Zoe.

- Gracias por darme el mejor cumpleaños que he tenido. La mitad del pastel es para ti, lo llevas a tu casa y compartes con tus padres.

Zoe permaneció en silencio, de pie junto a Eva, el deseo por besarla se acumulaba más y más. Decidió acercarse, se colgó de su cuello, y cuando sus labios estuvieron a punto de encontrarse, el teléfono de Eva sonó, haciendo que Zoe se separara de ella.

Eva vio que era María Fernanda quien llamaba, vio a Zoe y decidió responder colocando el altavoz.

- Feliz cumpleaños, Eva.

- Gracias, María Fernanda.

- Eva, respecto a lo de ayer…

- Descuida, no ha pasado nada. Si tu pareja quiere mantener la intención de negocios, llévala directo con Peláez, él es el nuevo gerente.

- ¿Y Pedro?

- Ya no está aquí. Cualquier cosa estoy a la orden.

- ¿Puedo pasar a verte?

- Te lo agradezco, pero tengo la agenda apretada hoy.

María Fernanda hizo una pausa. Al hablar, perdió la cordura.

- Sí, seguro vas a estar con tu novia todo el día…

Eva y Zoe se miraron, trataban de no reír.

- ¿Tienes algo más qué decir? Debo firmar unos papeles.

- ¿Vas a negar que ella es tu novia?

- ¿Negar a quién? – Eva no podía contener la risa, rodeó a Zoe por los hombros y la acercó a ella.

- La muchachita esa, tu secretaria.

Eva dejó de reír, respiró profundo y se dirigió a María Fernanda con toda la seriedad posible.

- En primer lugar, Zoe no es mi secretaria. Segundo, bájale al tonito cuando te refieras a ella, no te ha hecho algo para que te refieras a ella despectivamente. Tercero, lo que ella sea o no, no debería significar algo para ti. Tú y yo, tomamos caminos separados, cada quién hizo su vida, no hay cuestionamientos válidos de tu parte o la mía en la vida de la otra. Te agradezco que no vuelvas a hacer esto, trato de ser cordial contigo, pero sabes lo que pienso de estas escenitas. No me hagas llegar a un punto que no quiero.

- Odio admitir que tienes razón, pero, cuidado y la lastimas a ella como hiciste conmigo, y con Ángela. Parece patológico esto tuyo con las mujeres que te aman.

María Fernanda finalizó la llamada.

Contrario a lo que podría haber hecho en otras circunstancias, Eva se mantuvo tranquila, miró a Zoe, esperando alguna reacción por su parte, pero Zoe solo la abrazó.

- Hoy no hablaremos de esto, es tu cumpleaños. – Zoe besó su mejilla y fue a buscar las cosas que Eva debía firmar.

Pasaron gran parte de la mañana entre papeleo y cosas de trabajo, ocasionalmente Zoe coqueteaba con ella, y algunos trabajadores se acercaban a felicitar a Eva por su cumpleaños.

Cuando llegó el mediodía, Eva se despidió de Zoe entre un mar de palabras.

- Este regalo que me has dado hoy, significa mucho para mí, no sé qué hice para merecerlo, pero, trataré de retribuirlo como mereces. Por ahora, tómate la tarde. Estaré con mis padres y luego me encontraré con unos amigos, me habría hecho feliz que no tuvieras clase, te llevaría conmigo. ¿A qué hora sales?

- A las 10, casos excepcionales hacen que salga antes, pero este profesor nunca falta.

Eva se acercó a Zoe, la estrechó contra ella, y le susurró al oído.

- Ahí estaré. – Eva dejó un beso en su mejilla y se fue.

Zoe se quedó pensativa. Le producía mucha felicidad que Eva correspondiera de esa forma sus sentimientos, pero, sentía temor de que su pasado se interpusiera entre ellas. Tomó el trozo de pastel que Eva le dejó, y durante el trayecto a su casa, meditó lo sucedido. Apenas llegó a casa, almorzó, tomó otro trozo de pastel y entró en su cuarto, arrancó una hoja de su cuaderno, y dedicó unas líneas a Eva.

“Puedo sentir tu dolor, puedo entender tu temor. Puedo tomarte entre mis brazos, y cobijarte con mi calor, puedo hacer que vueles, que te liberes, que seas esa parte de mí que nunca me falte, puedo ser esa parte de ti que jamás te abandone. Puedo ser lo que quieras que sea, vendar los ojos de mi alma y arrojarme a tus brazos sin temor a caer. Estar contigo, un acto de fe que quiero y puedo hacer… Z.J.G.G.”

Zoe dudó, pero, esas palabras eran para ella, debía tenerlas… ya había ido demasiado lejos como para frenarse. Sus sentimientos crecían de forma desmedida, necesitaba liberar ese peso que ahogaba su pecho, entregarse en cuerpo y alma… Zoe experimentaba las mieles del primer amor.

Pasó la tarde entre cuadernos, y pensamientos aleatorios de Eva, se preguntaba qué hacía, si pensaba en ella… cuando se hizo la hora, tomó sus cosas, guardó la nota en una chaqueta que tomó a última hora y salió. Hacía frío, pero la calidez de su pecho la mantenía tibia.

Tomó un taxi, pensó en escribirle, pero no quería interrumpir su día. Se quedó con el teléfono en la mano, cuando sintió que sonó. Eva le escribía.

“¿Camino a la U?”

Zoe suspiró, y cuando iba a responder, vio un “escribiendo”, que la hizo detenerse.

“Estoy aquí con mis amigos, pero, siento que algo me falta. No sé…”

Zoe recordó lo que escribió, es como si hubiera encontrado el juego de palabras adecuado, eso la motivó a entregar el papel a Eva cuando la viera.

“Y… ese algo, ¿qué será?” – Zoe trataba de ser prudente, no quería que Eva pensara que era una creída.

La respuesta de Eva no llegó. Zoe la dejó tranquila, posiblemente sus amigos la distraerían.

En ese momento, Eva estaba con Myriam, Ofelia, Soraya, Mía y Lucas. Ofelia quiso dar un regalo especial, ese era el momento perfecto. Estaban en el strip-club, compartiendo y festejando a Eva, quien estaba algo distraída.

- Haces pensar que esto es un velorio. – Decía Soraya, bromeando con Eva.

- Exagerada que eres. – Eva agitaba su trago mientras hacía muecas a Soraya.

Eva mencionó a Myriam y a Ofelia lo que sucedía con Zoe, aunque lo relatado fue escuchado por el grupo.

- Pues es una buena oportunidad para que empieces de cero, sin ventajas, creo que este tiempo te ha servido para reencontrarte. – Dijo Myriam.

- Me agrada la forma en la cual se han dado las cosas, lo de esta mañana fue un detalle muy bello. – Decía Eva, mientras mostraba las fotos.

- Es hermosa, espero que esta vez consigas la tranquilidad que necesitas. – Dijo Ofelia.

Eva volteó hacia Myriam cuando escuchó que Soraya la llamaba, Myriam estaba ida, lágrimas salían de sus ojos.

- Myriam, ¿qué te pasa? – Eva se preocupó.

Todos buscaron la fuente de la distracción de Myriam, era una mujer, poco más joven que ella, de menuda figura, cabello negro y piel clara. Myriam se paró trastabillando y se acercó a ella. Ofelia no reaccionó, solo esperó en silencio.

Todos observaban a Myriam, saludaba muy efusivamente a la mujer, vieron como ésta la tomaba del rostro, ambas lloraban, aunque su expresión era de mucha alegría.

Otra mujer se acercó, Myriam fue presentada y al parecer la conversación fue armoniosa. Myriam y la mujer se despidieron con un emotivo abrazo y Myriam volvió, aun llorando.

- Amore, ¿sucede algo?

- Nada, cielo, solo me invadieron los recuerdos. Ella fue la única sobreviviente en un caso en el cual participé hace muchos años.

Myriam trató de mantener la compostura pero comenzó a llorar con mucho dolor. Ofelia se angustió. Eva la abrazaba y trataba de comprender lo sucedido.

- ¿Quieres hablar de eso? – Preguntó Eva.

- No, al contrario, discúlpame, hoy celebramos tu día, las lágrimas están prohibidas.

Ofelia pidió otra ronda de tragos, pero se mantuvo alerta, nunca había visto a Myriam de esa forma, ciertamente, aún no conocía mucho de su pasado, debido a la naturaleza reservada de su amada.

Un rato después, Myriam estuvo calmada y los festejos siguieron. A la mesa se acercó Diana, con un pastel de cumpleaños y una vela de la cual salían muchas chispas de colores.

- ¿Quién es la cumpleañera? – Preguntó Diana.

Todos señalaron a Eva. Diana sonrió y le explicó  en qué consistía el regalo.

- Por ser la festejada de este día, el pastel incluye un obsequio adicional, válido por el día de hoy.

- ¿Cuál será ese regalo? – Eva preguntó sin mucho interés.

- Un baile privado, otorgado por la bailarina del día. Hoy, casualmente soy yo. Cuando estés lista, pasaré por ti.

- ¿Puedo omitir esa parte del regalo? – Eva introducía sus dedos en el pastel, al cual prestaba más atención que a Diana.

- ¿Qué? – Dijeron todos al unísono, incluyendo a Diana.

- Pensé que te gustaría tu regalo. – Ofelia se veía desanimada.

- Te lo agradezco mucho, Ofelia, pero quisiera pasar del obsequio, no por no apreciarlo, sino que un momento me retiro, tengo un compromiso.

- Ese compromiso se llama Zoe, ¿cierto? – Preguntó Soraya.

- Sí, la buscaré a la universidad. – Eva se sonrojó.

- Alguien tiene que canjear el regalo, no me voy a quedar vestida y alborotada. – Dijo Diana.

Todos se miraron las caras, Ofelia miró a Diana, quien le lanzó una mirada cómplice. Ofelia se sintió tentada y susurró al oído de Myriam, cuyos ojos se abrieron a todo lo que daban, y comenzó a sonreír. Todos miraron con asombro como ambas mujeres se levantaron y fueron con Diana. Más gracioso fue ver que Eva ignoraba todo esto por estar comiendo el pastel. Minutos después, Eva tomaba una porción de pastel y lo envolvía en una servilleta.

- Despídanme de las muchachas, debo irme. Gracias por todo.

Eva abrazó cariñosamente a cada uno, y se retiró a toda prisa. Mientras ella iba en camino a la universidad a buscar a Zoe, Myriam y Ofelia estaban en un cuarto privado, con Diana.

Ofelia sentó a Myriam en el sillón, y ella se quedó a su lado, sentada en el posa brazos. Sonaba música dance, una mezcla aleatoria. Diana comenzó con su actuación. Ofelia acariciaba el cabello de Myriam mientras ella se disponía a recibir el baile.

Los movimientos de Diana estaban cargados de erotismo y sensualidad, hacía contacto visual con ambas. Tomaba las manos de Myriam y las posaba sobre su cuerpo. Diana contoneaba sus caderas al ritmo de la música. Cuando quiso sacar la parte superior de su atuendo, Ofelia le pidió girarse, y, participando de la acción, quitó ella misma el nudo que ataba la prenda.

Myriam y Ofelia estaban muy excitadas, Diana no se quedaba atrás. Tomó una mano de Myriam, y una de Ofelia, y colocó cada una en uno de sus senos. Ofelia comenzó a besar a Myriam, cuya respiración estaba muy agitada.

Las cosas estaban tornándose muy calientes. Diana se sentó en las piernas de Myriam, e invitó a Ofelia a hacer lo propio. Ambas se entendieron y comenzaron a llenar de besos el cuello de Myriam, quien estaba al borde de la locura.

- Bésense. – Myriam estaba disfrutando el momento que le estaba regalando su mujer.

Ofelia la miró con picardía, y obedeció. Tomó del cuello a Diana y comenzó a besarla apasionadamente. Myriam desabrochó la blusa de Ofelia, exponiendo sus hermosos senos. Comenzó a servirse de ambas mujeres, mientras las tocaba sin pudor alguno.

Ofelia detuvo el beso con Diana, y comenzó a besar a Myriam, luego invitó a Diana a besarla mientras ella se colocaba de rodillas y bajaba los pantalones de Myriam.

Ofelia comenzó a engullir el sexo de su mujer, mientras Diana la atragantaba poniendo sus pechos en su boca, llevó una de sus manos hasta su intimidad, y Myriam introdujo sus dedos en ella.

El nivel de excitación en Myriam era tal que su orgasmo no tardó en llegar. Ofelia observó lo que su amada hacía, así que se colocó en la misma posición que su amiga y Myriam repitió el tratamiento con ella. Ambas dejaban caer sus pechos en ella, mientras se besaban y agitaban sus caderas con desesperación. Los gemidos retumbaron en el pequeño lugar.

Ambas tuvieron un intenso orgasmo. Besaron al mismo tiempo a Myriam, en gratitud por el placer otorgado.

Las tres sonrieron en complicidad, Diana acomodó su vestimenta y las dejó a solas.

- ¿Te gustó, cara mia?

- No dejas de sorprenderme.

- Lo bueno es que yo siempre me llevo lo mejor. – Ofelia la besó apasionadamente.

Ambas se arreglaron y trataron de no parecer muy agitadas antes de salir.

En ese instante, algo lejos de ahí, estaba Eva, estacionando su vehículo en el mismo lugar que la última vez, hecha un manojo de nervios, pensando mil y un cosas… se bajó y se quedó esperando que dieran las 10.

El tiempo se hizo una eternidad, pero, cuando la vio salir, todo fue diferente. Zoe la recibió con un abrazo. Sin demora se montaron en el vehículo y Eva comenzó a conducir. Mantuvieron una charla casual durante el recorrido.

- ¿Qué tal tu clase? – Preguntó Eva.

- Seré honesta, estaba loca por verte. Grabé la clase.

- Así no se vale, te estoy distrayendo de tus actividades diarias.

- Esa clase es sencilla, mi problema es mate. – Zoe sonreía.

- Eso lo arreglamos este fin de semana.

Zoe notó que Eva no estaba siguiendo la misma ruta que la última vez. Cuando iba a preguntar, Eva se le adelantó.

- Dile a tus padres que llegarás un poco tarde, que estás bien.

Zoe hizo lo que Eva le pidió sin dudar.

Cuando llegaron, Zoe se sintió emocionada. Eva la llevó a un mirador, en la zona más alta de la ciudad. Desde ahí se podía ver toda la ciudad, el cielo estaba despejado, podía apreciarse con facilidad la luna y las estrellas que le rodeaban.

Eva estacionó el vehículo, e invitó a Zoe a seguirla. Se sentaron en unos bancos que estaban unos pasos delante de ellas.

- ¿Te gusta? – Eva miró a Zoe, quien daba muestras de tener frío.

- Es hermoso. – Zoe se acercó a Eva, buscando calor.

- Zoe.Me gustaría hablar contigo de algo. Es obvio que algo está pasando entre nosotras y que todo ha sido espontáneo. Quiero que todo sea claro desde el comienzo, aun cuando no sé hasta dónde llegue.

Zoe dejó un beso en la mejilla de Eva, y se recostó de su hombro.

- Escucharé cada palabra.

La razón por la cual Eva quería hacer tal cosa, estaba relacionada con la llamada de María Fernanda. Si quería sentar un precedente de confianza con Zoe, tenía que contarle su pasado.

- En mi primera relación, que duró unos seis años, yo cometí un error. Aunque se trató de un engaño, yo caí por ser débil. No me enorgullezco, pero, en otras circunstancias, dudo que hubiera hecho algo así. Esa persona solo usó a alguien para deshacerse de mí. Luego de eso estuve años sola, volví aquí, conocí a María Fernanda, y comenzamos una relación que al principio se vio amenazada por ese pasado y una serie de malos entendidos. Lo cierto es que en ese momento, pasaron muchas cosas que al final logramos superar. Tuvimos dos años de estabilidad, pero, pronto se empezaron a dar unas situaciones que quebraron un poco la confianza. Ella cambió conmigo, empezó a comportarse de manera hostil. Me hacía escenas, y yo no estaba haciendo nada malo. Una noche, desperté porque me sentía un poco mal, ella estaba despierta, podía ver la luz de la pantalla de su teléfono. Yo pude haber preguntado, pero, callé. Y ese es uno de mis mayores defectos, Zoe. – Eva hizo una pausa. – Me cuesta enormemente enfrentar las cosas. Bueno. Yo empecé a sacar cuentas, y al mismo tiempo fui distanciándome de ella. Un día, esa misma persona de mi pasado, se vio en un serio aprieto, yo quise ayudarla y María Fernanda lo tomó muy pero muy mal… yo me sentí dolida, no había motivos, lo cierto es que luego una buena amiga, que pronto conocerás, tuvo un accidente y casi pierde la vida. Somos amigas en común, Mi amiga Ofelia es su pareja, y esta persona de mi pasado, es su mejor amiga y yo estuve ahí para ellas, era el deber ser. Tú me dirás, es enredado, solo sé que yo en ese momento necesitaba que ella estuviera a mi lado, pero la única vez que fue al hospital, se puso a discutir con ella por mí. Todas esas cosas me quebraron, lo que estaba sintiendo y la fragilidad de esta mujer. Terminamos cediendo a esos impulsos y pasó, estuve con ella. Pero, yo me sinceré, le dije la verdad a María Fernanda y me alejé a ella. Creí que era lo correcto, aun cuando yo no obtuve sinceridad de su parte. Eso quedó así. Todo este tiempo he estado sola, y… llegaste de repente y comenzaste a cambiar las cosas. Mira, Zoe, me encanta estar contigo, disfruto tu compañía, lo desinteresado, lo puro. Estos tres meses han sido lo mejor, he vuelto a sentir cosquillas en la panza… todo lo que acabo de decirte es un acto de sinceridad para contigo, porque no quiero que cosas de mi pasado entorpezcan esto, es primera vez que siento que alguien se acerca a mí sin una intención primaria y que todo fluye hacia donde debe. No sé si luego de esto me mires de la misma forma, pero, tenía que hacerlo.

Zoe notó lágrimas en el rostro de Eva, ella comenzó a secarlas, sacó el papel que tenía guardado en la chaqueta, lo puso en las manos de Eva, y le pidió leerlo.

- Lo escribí hoy, para ti. – Zoe se aferraba más a Eva.

Eva leyó el escrito, la conmovió como nada en el mundo. Era primera vez que alguien escribía algo para ella.

Eva se acomodó para quedar frente a Zoe, quien seguía enjugando sus lágrimas.

- Es bellísimo, no sabía que escribías cosas tan hermosas.

- La fuente de mi inspiración lo es todo. ¿Me permitirás hacer ese salto de fe?

Eva se acercó a sus labios. Fueron interrumpidas por una llamada proveniente del teléfono de Zoe, eran sus padres.

Mientras ella hablaba con ellos, Eva se levantó y leía una y otra vez la nota que Zoe escribió para ella. No se percató del acercamiento de ella hasta que sus brazos la rodearon. Eva se dio vuelta, Zoe la miraba amorosamente.

- ¿Dónde nos quedamos? – Preguntaba Zoe.

- La tercera es la vencida. – Eva se abrazó con firmeza a su cintura.

Cuando sus labios se encontraron, una leve brisa se hizo presente, fue una dulce coincidencia que las estimuló a abrazarse aún más.

Eva se aferraba a Zoe, mientras exploraba el sabor de sus labios, sus lenguas se entendían, danzaban de manera armoniosa. Zoe acariciaba el cabello de Eva mientras la besaba, su cuerpo estaba experimentando sensaciones muy intensas que se manifestaban en una inmensa humedad brotando incesantemente de su sexo. El beso terminó, y sellaron el instante con un tierno abrazo. Luego de eso, abordaron el vehículo y Eva llevó a su casa a Zoe.

Antes de bajar, Eva recordó el trozo de pastel que había traído para ella, se lo entregó y le dio un último beso antes que Zoe bajara del carro.

Las cosas daban un giro inesperado en la vida de Eva. A pesar de los temores por su pasado, en el fondo sentía que estar con Zoe podía ser una oportunidad de ser feliz.

Porque amar es un acto de fe…

Continúa…