Caminos cruzados (4)

CAPITULO IV – Zoe.

CAPITULO IV – Zoe.

Han pasado tres meses desde que Zoe comenzó a trabajar con Eva. La joven ha dado el todo por el todo, se ha ganado el respeto de todos, y la protección de Eva, quien la admira por su capacidad, su inventiva, y ese ángel para resolver problemas que tan necesario es cuando el resto se limita solo a respirar.

Era un día común, segunda mitad del mes de julio, días lluviosos y exámenes finales en la universidad. Zoe estaba bajo mucho estrés. Cada día salía de la oficina a toda prisa para llegar a tiempo a clases, estudiaba de noche. Muchas veces, Eva le permitía salir antes, cuando tenía poco trabajo, porque cuando Zoe no tenía clases, se quedaba con ella hasta altas horas de la noche.

Ese día, Zoe llamó a la puerta de Eva, a quien no había visto en todo el día.

- Disculpe, Ingeniera, ¿puedo pasar?

- Cuéntame, Zoe. ¿Sucede algo? – Eva estaba de espaldas al escritorio, Giró la silla exclusivamente para contemplar el cielo nublado de aquella tarde.

- Quería saber si necesitaba algo más, para retirarme a mi casa.

Eva se giró y la miró. Apoyó su quijada sobre sus nudillos y le sonrió.

- Vete tranquila, yo también saldré en un momento. Hoy ha sido un día bueno.

- Gracias, Ingeniera. Que descanse.

- Igualmente.

Eva se recostó del escritorio, sobre sus brazos cruzados. Miraba hacia la puerta, para luego recorrer con la mirada cada rincón de su oficina. Se sintió tonta por hacerlo, así que se levantó, tomó su saco y cerró.

Aún sentía nostalgia al ver el lugar que ocupaba Martina completamente vacío. Pese a que Zoe cumplía sus funciones, su cargo era distinto.

Eva bajó al estacionamiento, entró en su vehículo y dejó correr la música del reproductor al azar. Empezó a sonar una canción de Audioslave – Like a Stone. Eva amaba esa canción, la disfrutaba como ninguna. Subió el volumen, pisó el acelerador, cantaba las letras… tuvo un subidón de adrenalina.

Al salir, notó que llovía, y muy fuerte. Giró para tomar la calle y mientras veía hacia los lados para saber si tenía paso, vio en la entrada del edificio a Zoe, varada sin poder salir por lo fuerte de la lluvia. Eva fue algo temeraria, avanzó un poco y en el siguiente cruce, en vez de dar vuelta a la manzana, giró en “u”, y se detuvo en todo el frente. Bajó la ventanilla, e hizo sonar la corneta.

-          Zoe, Zoe…

Cuando la Zoe se dio cuenta, Eva comenzó a hacerle señas y le abrió la puerta del carro. La muchacha fue a toda prisa y entró como pudo.

- Ahí te ibas a quedar esperando, no tiene pinta de ser una leve lluvia. Dime, ¿ibas a tu casa? Puedo llevarte .

- Gracias, Ingeniera, sí, iba a mi casa, pero me sorprendió la lluvia.

- Dime cómo llegar y te llevo.

Zoe le indicó a Eva cómo llegar. La muchacha miraba a Eva y trataba de no reír, ella estaba sumergida en la melodía, bailando mientras manejaba y cantando los coros. En cada semáforo en rojo, no perdía oportunidad de soltar el volante y simular tocar el bajo, su instrumento preferido. Cuando Eva notó que Zoe la miraba, le causó curiosidad.

- ¿No te gusta Audioslave? – Preguntó dudosa.

- Bueno, no suena mal, pero no la había escuchado antes, escucho otra clase de música.

- A ver, qué tipo de música, debo tener algo en el reproductor que te guste.

- Bueno, baladas románticas, cosas así.

- Puedo con eso, el rock no es solo hombres peludos y sudorosos gritando improperios, también tiene baladas. ¿Quieres escuchar una?

- Bueno, no es mala idea.

Eva comenzó a saltar canciones, hasta que dio con una balada rock que era de sus favoritas.

- Esto es Journey, la canción se llama Open Arms. Escúchala, lo mejor de lo mejor.

Zoe escuchaba con atención la melodía, mientras veía a Eva tratar de sortear el tráfico que se había hecho algo denso a causa de la lluvia.

- Intensa la letra. – Zoe parecía disfrutar la canción.

- Es hermosa, es una auténtica canción de amor, eso es romántico, ¿o no? – Eva miraba expectante a Zoe.

- Sí, lo es. Me imagino que así como esa hay muchas.

- Montones, montones de buena música. ¿Qué artistas escuchas tú?, debes sentir que esto es prehistórico. – Eva reía a carcajadas.

- Bueno, cosas más del 2005 para acá. – Zoe reía algo apenada.

- A ver, ya compartí contigo, comparte conmigo alguna canción. ¿Tienes mp3 o algo así?, lo puedes conectar aquí. – Eva señalaba el lugar donde se podía conectar los accesorios externos.

Zoe sacó de su bolso un Ipod, y lo conectó al reproductor de Eva. Puso una canción y Eva, literalmente, hizo “corto circuito”.

- ¿Qué género es ese? O ¿Quiénes son? ¿Por qué balbucean tanto? – Eva jugaba con Zoe.

- Eso es Soul. La canta Meghan Trainor. Se llama “Like I'm Gonna Lose You”.

- En su casa la conocen… – Evahacía muecas graciosas.

- ¿Es en serio? – Zoe no creía que Eva no conociera a la artista.

- Digamos que crecí escuchando otras cosas y que cuando esta canción se hizo moda, el tiempo estaba detenido en mi repertorio musical. Toma mi teléfono, busca la canción y descárgala. No está mal. Puedo incorporarla a alguno de mis repertorios paralelos.

Zoe manipuló el teléfono de Eva y se detuvo a mirar su fondo de pantalla, salía ella con su mascota, juntos en un parque. Eva con una de sus rodillas apoyada en el suelo, y la mascota siendo sostenida por ella, quien la tomaba desde el arnés. El perro se veía feliz, y Eva sonreía de una forma que hizo que Zoe se erizara. Dejó de ver la foto y buscó la canción para Eva. La descargó y cuando levantó la vista para devolverle el teléfono, vio cómo con agilidad se zafaba del tráfico y comenzaba a conducir con mayor fluidez.

- ¡Al fin logramos escapar! – Exclamaba Eva, visiblemente feliz.

- Me da pena que haya tenido que sortear todo eso por traerme.

- No es tu culpa que todos se vuelvan torpes cuando llueve, así que no digas eso.

Zoe sonrió y volteó a mirar por la ventanilla. Su reproductor siguió sonando, y a Eva no parecía desagradarle. La siguiente canción, era de Ednita Nazario – Sin querer. Ambas la escuchaban en silencio, todo parecía fluir en ese momento, el tráfico, los semáforos. Zoe volteaba ocasionalmente, la miraba, las letras volaban libres en el viento. Un cosquilleo surgió, y Zoe se reprendió a sí misma por aquello.

Minutos después, Eva estaba estacionando el vehículo frente al edificio donde vivía Zoe. Eva hizo algo que Zoe no esperaba. Se quitó el saco y se bajó del carro, le abrió la puerta y, mojándose, le pidió que caminara bajo el saco. Caminaron juntas hasta la entrada del edificio, Eva estaba empapada, sonreía, Zoe la miraba atontada. Las gotas que caían de los mechones de su cabello, la hacían ver bella a sus ojos. El perfume de su saco se impregnó un poco en ella.

- ¿Quiere pasar a secarse un poco y esperar que la lluvia pase? – Preguntó Zoe.

- Descuida, muchas veces troto bajo la lluvia, no me quita el sueño mojarme.

- ¿Sí? Yo también lo hago, pero suelo cubrirme hasta la cabeza, para no mojarme tanto.

- Podríamos quedar un día y así me acompañas a trotar, cuando estés menos ocupada con tus exámenes.

- Pude ver que tiene un perrito. ¿Cómo se llama?

- Se llama Bas. Por cierto, estamos fuera de la oficina, tutéame.

- Cuesta, pero, trataré. El perrito es lindo. ¿De dónde sacó… sacaste… el nombre?

- No sé, solo lo vi y pensé “tiene cara de Bas”, así que le puse Bas. – Eva sonreía. Zoe se contagió de su risa.

- Bueno, le luce el nombre, espero un día conocerlo. Gracias por traerme. – Zoe se acercó para besar la mejilla de Eva, pero quedaron muy cerca de rozar sus labios.

Eva la contempló mientras entraba, y luego regresó a su carro, sin prisa, amaba la lluvia. No sabía que Zoe la miraba desde el fondo.

Una vez dentro del vehículo, Eva notó que Zoe había dejado el Ipod conectado al reproductor del carro. Sonrió y pensó en devolverlo el día después, no sin antes husmear la clase de música que tenía, e incorporar una que otra sorpresita.

Zoe estaba en el ascensor, cerraba sus ojos y recordaba ese instante en que casi se encuentran sus labios. Su corazón estaba acelerado, su piel erizada, sentía una mezcla de cosas que era difícil definir. Todo este tiempo, al relacionarse con Eva, su forma de tratarla, de comportarse, de ser, eran cosas que resultaban tremendamente atractivas para Zoe, quien veía en Eva a una mujer compleja, envuelta en una coraza que ocultaba un hermoso tesoro.

Entró en su apartamento, sus padres aún no regresaban del trabajo. Zoe era hija única, vivía con sus padres, Julio y Zuleima, en un modesto apartamento de concepto abierto al oeste de la ciudad, tenían suficientes comodidades sin ser adinerados.

Entró en su habitación, se desnudó completamente y se recostó sobre su cama para reposar antes de meterse en la ducha. Se descubrió a sí misma pensando en Eva de otra forma, y percibió como su cuerpo comenzaba a reaccionar en respuesta a esos pensamientos. Su sexo se humedeció rápidamente y sus pezones se endurecieron. Sintió tentación de tocarse, pero lo evitó a toda costa. Disfrutaba permanecer erotizada.

Entró en la ducha, y dejó que el agua tibia recorriera su cuerpo por largo rato. Estaría al menos 15 minutos bajo el influjo de esa calidez. Al salir, se sentía relajada, calmada. Buscó ropa cómoda y mientras se vestía, su teléfono sonó, era un mensaje de texto de Eva.

“Dejaste el Ipod en el carro. Ha sido interesante escuchar tu música de regreso a casa.”

Zoe comenzó a temblar, se puso nerviosa. En tres meses, era lo más cerca que había estado de Eva, fuera de lo estrictamente laboral. Trataba de pensar racionalmente, pero, eran muchas las cosas que había estado sintiendo y hoy reventaron con este evento inesperado. En ese momento agradeció que estuviera lloviendo, porque eso permitió que sucediera todo esto.

Pensó si debía responder, pero, no sabía qué escribir, así que solo usó un guiño sonriente y lo envió.

Esperó un buen rato una respuesta, pero al ver que no la hubo, dejó el teléfono sobre la cama y fue a la cocina a prepararse algo de comer.

Si bien Zoe sabía que le atraían las mujeres, jamás había estado con alguna. Era primera vez que alguien le atraía tanto como para pensar en esa posibilidad.

Mientras comía, sus padres llegaron. Tuvieron una breve conversación respecto a su día de trabajo.

- ¿Hija, cómo te fue? – Preguntó su madre.

- Bien, ma. Fue un día relajado. Saliendo me agarró aquel aguacero, pero justo salía mi jefa cuando me vio varada y me trajo hasta aquí.

- Fue un bonito gesto de su parte, ¿diste las gracias?

- Sí, ma. Di las gracias. Ella se mojó toda por cubrirme. – La mirada de Zoe cambió, sus ojos brillaban y se ruborizó.

- Zoe… – Su madre percibió el cambio de actitud.

Su familia era conservadora, ese tipo de temas era tabú. Sus padres eran conscientes de su sexualidad, pero no participaban de ella. Siempre lo tomaron como “una etapa más”.

Zoe supo que era el mejor momento para retirarse.

- Estaré en mi cuarto estudiando. – Se levantó de la mesa, lavó su plato y se encerró en su habitación.

Se dejó caer en la cama. Por un momento, quiso ignorar esas ideas retrógradas de sus padres, y concentrarse en lo que estaba sintiendo. Sacó su diario, que ocultaba bajo el colchón, y comenzó a escribir.

“Ella ama la lluvia, la recibe como si fuera miel cayendo del cielo, solo para ella. A pesar de su profunda tristeza, siempre tiene una sonrisa para mí. Ella no sabe que la miro, en absoluto silencio. No sabe que ya reconozco el sonido de sus pasos, sin importar de dónde venga. No sabe que conozco sus galletas preferidas, la flor que más le gusta, y lo que la hace enojar. Ella no sabe que espero, pacientemente, que se fije en mí...”

Zoe volvió a guardar su diario. Pasó el resto de la noche estudiando, hasta que el sueño la venció, a eso de las dos de la mañana.

Por haberse trasnochado, despertó tarde al día siguiente, el sol le dio en la cara. Cuando vio el teléfono, tenía varias llamadas perdidas de Eva, y algunos mensajes. Sintió un vacío aterrador en su estómago, se alistó lo más rápido que pudo y se fue a la oficina.

Mientras tanto, Eva estaba algo estresada y preocupada, Zoe no atendía sus llamadas. No era su tardanza lo que le inquietaba, sino la ausencia de comunicación con ella.

- Cuando llegue Zoe, que venga directo a mi oficina. – Eva cerró de un portazo que asustó a más de uno.

Eva no solía ser impaciente con ese tipo de cosas, en el fondo, cuestionaba la manera en la cual estaba reaccionando. No tuvo tranquilidad hasta que escuchó la puerta abrirse, y ver entrar a Zoe.

- Por favor, cierra la puerta. – Eva se levantó y se acercó a ella.

Eva notó su nerviosismo, pero también sintió tranquilidad al verla.

- Ingeniera, le pido disculpas, me quedé dormida, es que yo…

Eva observó que los ojos de Zoe se humedecían, tenía que hacer algo, la niña estaba aterrada, pero, no entendía la razón.

- Hey, pequeña – Eva la tomó de la barbilla - ¿qué pasó?, ¿estás bien? – Eva fue dulce con ella.

- Es que me quedé dormida estudiando, se me complicó un poco porque no entiendo y tengo examen final el lunes y no medí el tiempo. No volverá a pasar, lo prometo.

- Hey… pensé que te había pasado algo, por eso te llamé. Si en algún momento te vuelve a pasar esto, tú me avisas y ya sé que vendrás más tarde, pero no pienses que por eso me voy a enojar contigo. Mira cómo estás, pensarán que soy déspota contigo. – Eva la sujetó contra ella, en un acto inconsciente.

Zoe temblaba, estaba en brazos de Eva por primera vez y no podía reaccionar. Cerró sus ojos y permaneció inmóvil hasta que Eva la soltó.

- Dime, ¿qué es eso que te roba el sueño? ¿Qué materia es?

- Matemática. – Zoe estaba apenada.

Eva soltó una carcajada. Zoe la miró extrañada.

- Tu jefa es Ingeniera y, ¿no se te ocurrió preguntar? – Eva se cruzó de brazos.

- Realmente no, no me pasó por la mente.

- Bien… hoy es jueves… mañana no puedo porque tengo un compromiso, pero, si gustas puedes ir a mi apartamento un rato el sábado y otro el domingo y te explico. Yo te paso buscando por tu casa. Hoy tienes clase, ¿cierto?

- Sí, bueno, hoy no podría por eso, pero me parece bien lo del fin de semana. De verdad le agradezco mucho.

- Descuida. Y si te sientes mal, ve a casa a descansar. Hoy no hay mucho qué hacer por aquí, y mañana solo estaré hasta el mediodía, entonces solo necesitaré que prepares las minutas pendientes y otras cosas que haya que firmar para la mañana, no quiero dejarte nada pendiente.

- Estoy bien, puedo trabajar.

- Está bien. ¿Qué tengo para hoy?

- Tiene…

En ese momento, interrumpió Susana, lo cual irritó un poco a Eva.

- Ingeniera, la solicita la Sra. Sneijder, de la firma Sneijder y Asociados. Viene con la Licenciada Cañizares.

Zoe notó como el rostro de Eva palideció, la vio cerrar sus ojos y dirigirse a su escritorio.

- Que pasen. – Dijo Eva, levantando su mano izquierda y haciendo señas a Susana para que se retirara.

Eva cubrió su rostro con ambas manos y miraba hacia todos lados, buscando quién sabe qué. Zoe se acercó a ella.

- ¿Necesita algo?

- Un cohete que me saque de aquí.

- Puedo atenderlas por usted.

Eva miró a Zoe, y le sonrió.

- Descuida, estaré bien.

Zoe se retiró sin decir cosa alguna, en ese momento venían entrando las mujeres, reconoció a una de ellas, por aparecer retratada en fotos de eventos de la empresa, en todas y cada una de ellas aparecía junto a Eva. No fue difícil para Zoe sacar cuentas, más cuando vio que la otra mujer, la rubia, la tomaba de la cintura. Eva también lo notó, pero su reacción fue tan natural como la vida.

- Buenas tardes, ¿en qué puedo servirles? – Eva se puso de pie y estrechó la mano de ambas mujeres.

- Eva Santiago. Gusto en conocerte. Mi nombre es Sofía Sneijder, y ella es mi asistente, María Fernanda Cañizares. Ofelia me habló de ti y despertó un interés en mí de hacer negocios con tu consultoría. – Dijo Sofía.

Eva vio que Zoe entró en la oficina con su merienda, sus ojos brillaron, ella era muy atenta cada vez. Zoe trajo además café y agua para las invitadas. Zoe colocó las galletas, un vaso de leche, dejó la jarra y los vasos a un lado y entregó gentilmente el café a las mujeres. Lo que sucedería en ese momento, dejaría perplejas tanto a Eva como a María Fernanda.

- Estaré atenta a cualquier cosa. – Dijo esto, apoyando su otra mano sobre la de Eva mientras se acercaba mucho a ella.

- Trajiste mis favoritas. Gracias, Zoe. – Eva la miraba con una enorme sonrisa, María Fernanda contemplaba la escena y una llama ardía en su interior.

Zoe salió de la oficina con cierta actitud “territorial”. Acababa de comportarse coqueta con su jefa y se contoneaba cual diva frente a todos. Lo que ninguna de las mujeres supo, es que al cerrar la oficina, Zoe se esforzó en contener las carcajadas. Esperaba que Eva no tomara aquello mal sino como esa “ayuda” que quiso brindar.

Eva sonrió, y en el fondo estaba complacida, pues no se sintió a gusto con que María Fernanda no le dijera a su “noviecita” que ya la conocía.

- Esa información la podían haber obtenido sin problemas de mano de uno de nuestros asesores en el departamento de comercialización, no era necesario venir hasta mí. – Eva comía sus galletas sin siquiera mirar a las mujeres.

- Me gusta tratar con el dueño del circo, no con los payasos. Tú me entiendes. – Sofía sonreía con malicia.

Eva soltó la galleta que tenía en la mano. Sin decir nada, se levantó y llamó a Zoe.

- ¿ZOE? – Eva estaba molesta. Zoe entró como un rayo.

- Dígame, Ingeniera.

- Acompaña a las señoras a la puerta.

Sofía se levantó extrañada, María Fernanda sabía la razón tras la reacción de Eva, pero se mantuvo al margen.

- Se puede saber, ¿qué ocurre? – Preguntó Sofía.

- Vienes a MI oficina, a llamar PAYASOS a MIS TRABAJADORES, Y ¿QUIERES QUE ME QUEDE COMO SI NADA? AQUÍ HASTA LA SEÑORA QUE LIMPIA ES IMPORTANTE, AQUÍ NO HAY PAYASOS. SI BUSCAS PAYASOS, VE A UN CIRCO. – Eva estaba roja de la ira.

- Eva, por favor, trata de calmarte. – María Fernanda trató de acercarse a ella.

Zoe se puso en frente de Eva cuando vio a María Fernanda intentar acercarse. Se las jugó todas.

- Ingeniera, venga conmigo. Yo me encargo. – Zoe la tomó del brazo y la llevó al baño.

Ella le quitó el saco y le arremangó la camisa, ante la mirada atónita de Eva. Abrió el grifo y la miró.

- Tómese su tiempo. – Zoe le sonrió.

Eva estaba sorprendida, Zoe era más observadora de lo que aparentaba, sabía que era eso lo que hacía cuando estaba ofuscada. Respiró profundo y comenzó a humedecer su rostro. Permaneció así por unos instantes. Cuando se dispuso a salir, se detuvo, pues escuchó a Zoe hablar con ambas mujeres.

- Tendré que pedirles que se retiren de las instalaciones. En esta empresa manejamos la filosofía de “somos una familia”, por tanto, todos y cada uno de los que hacemos vida aquí a diario, tratamos a todos con el mayor respeto posible, sean invitados, o sean nuestros propios compañeros de trabajo. Comentarios despectivos hacia cualquiera que labore aquí, no son tolerados por la presidencia de la empresa, ni por el resto de la estructura. Les pido amablemente que regresen cuando puedan entender este principio.

- Solo era una broma, creo que tu “jefecita” es algo sensible. – Dijo Sofía.

Zoe sintió deseos de partirle la cara a esa estirada, pero manejaría la situación con altura, por Eva.

- Gracias a Dios que trabajo con Eva Santiago, un maravilloso ser humano que me trata con amor y respeto.

- Eso dices ahorita, pero, mira a María Fernanda, por algo vino a mí.

- A mi jefa no la cambiaría por nada ni nadie en el mundo. Preferiría barrer la calle que trabajar con alguien como usted.

María Fernanda sentía una punzada en el pecho. No sabía si eran celos o era algo más, pero, luego de escuchar aquello, haló del brazo a Sofía y salió de la oficina.

Eva salió a encontrarse con Zoe, aquello que dijo la conmovió.

- Zoe…

Zoe se dio vuelta y se acercó a Eva.

- Hora de terminar sus galletas. ¿Va almorzar aquí o comerá fuera? – Preguntaba Zoe, como si nada hubiera pasado.

- Pide algo para las dos, comeremos aquí.

- Está bien, pero, traje almuerzo.

- Guárdalo. Hoy te invito. Gracias por lo que hiciste. – Eva le sonrió y fue a su escritorio.

Zoe colgó su saco en el perchero y la dejó sola. No cabía en sí misma de la felicidad que sentía.

No para todos la cosa era felicidad, en ese mismo instante, María Fernanda sostenía una discusión con Sofía mientras regresaban a la oficina.

- ¿Cómo se te ocurre decir esas cosas?

- No entiendo dónde está lo malo en lo que dije.

- Trabajé ahí, y sí, es cierto, ahí el trato que recibes y que das es muy respetuoso, eso fue instituido así por su padre. Las fiestas de fin de año eran la bomba, y siempre lo primero que decía el, y luego ella, era eso, gracias. Siempre te hacían sentir parte de la empresa. – María Fernanda hablaba con nostalgia.

- Adivino, Eva es tu ex…

- Sí, pero, eso no tiene nada que ver.

- Hasta ahora no habías dicho algo.

- ¿Es relevante?

- Ahora lo es…

- No, no lo es, buscas otra empresa para lo que quieres hacer y listo. No volveremos ahí.

- Claro que volveremos.

- NO. Y si insistes, no te acompañaré. – María Fernanda se cruzó de brazos y miró por la ventana del vehículo.

- ¿Acaso te da celos su noviecita?

- Detén el carro… AHORA.

Sofía detuvo el motor. Se puso de lado para mirar a María Fernanda.

- Sofía. Que sea la última vez que dices algo así. – María Fernanda la miraba a los ojos completamente seria.

- Pero, es que es la verdad… vi cómo trataste de acercarte a ella y, como su mujercita te cercó el paso, te molestaste. No me respetas la cara.

María Fernanda le soltó una bofetada y se bajó del carro. Sofía fue tras ella.

- ¿A dónde crees que vas? – Sofía la alcanzó rápidamente y la tomó del brazo.

- Se acabó. No puedo estar contigo. Si esto es comenzando, no quiero imaginarme el resto. Y no voy a estar haciendo maromas para que tengas al menos la gentileza de confiar en mí.

- Vamos, María Fernanda. ¿Cómo quieres que reaccione? Esa muchachita no se habría puesto así si no sintiera algo de ti, ni la misma Eva te estaba prestando atención, por eso es que me pongo así, porque la actitud la tuviste tú.

María Fernanda agachó la mirada, Sofía tenía razón. Y sí, Eva no mostró especial interés por su presencia, sus miradas eran para Zoe, sus ojos brillaban por ella… sintió una punzada en el pecho… lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.

- María Fernanda, yo te amo, y daría lo que fuera por que tú me amaras como lo hago yo.

Cuando María Fernanda levantó la mirada, vio que Sofía lloraba. Se sintió miserable.

Sin importar que todas las miradas se posaban sobre ellas, María Fernanda se abrazó a Sofía.

- Perdóname. No quise hacerte sentir así.

Sofía la tomó entre sus brazos como si nada hubiera pasado, y la llevó de vuelta al vehículo.

Algunas horas más tarde, Eva era atendida por Zoe, quien se sentó con ella a comer dentro de su oficina.

- Excelente elección, comprarás mi almuerzo más a menudo. – Eva sonreía.

- ¿Se siente mejor? – Preguntaba Zoe, mientras servía agua en un vaso para Eva.

- Sí, ya estoy más tranquila. Eso de esta mañana fue un poquito raro…

- No me agradó esa mujer, esa manera de expresarse…

- No me refería a eso. – Eva miró a Zoe con cierta expresión pícara.

Zoe se sonrojó. No sabía qué decir.

- Me disculpo si fue inadecuado, yo…

- Zoe… – Eva tomó su mano. – Gracias. Gracias por cuidarme.

Disfrutaron de la comida en medio de una charla amena. Eva contaba a Zoe algunas anécdotas de la universidad, muchas de ellas hicieron reír a Zoe, al punto de hacerla quebrarse.

Eva recordó en ese momento que tenía el Ipod de Zoe en el bolsillo. Lo sacó y se lo entregó. Cuando lo puso en sus manos, se rozaron. Ambas sintieron algo en ese momento, desconociendo que la otra sintió igual.

- Te dejé algunas sorpresitas y me robé algunas de tus canciones. Es un intercambio justo.

- ¿Sí? – Zoe sonreía. – ¿Cuáles tomó?

- Hice una lista de reproducción, te la puedo poner si permites que te lleve a casa hoy.

- ¿Y si me malacostumbro? – Zoe ya no podía contenerse.

- ¿Y si no me importa? – Eva fue espontánea.

Al final de la tarde, tal y como quedaron, se fueron juntas. Cuando estuvieron dentro del vehículo, Eva le indicó a Zoe que hiciera sonar el reproductor. Cuando lo hizo, comenzó a sonar una de las canciones que más le encantaba. Era una canción de Antonio Orozco con Alejandro Fernández – Estoy hecho de pedacitos de ti.

- Esa es hermosísima, a mí me encanta. – Zoe cerraba los ojos y se dejaba llevar por la melodía.

- Esa será la lista de reproducción cuando te lleve a algún lugar.

Zoe la miró, sus ojos brillaban. Cuando sentía la mirada de Eva, la quitaba de inmediato. Eva la miraba ocasionalmente. Sonreía al hacerlo.

Algunas de las canciones comenzaban en un semáforo, y coincidían al mirarse. Cuando empezó a sonar Solamente tú, de Pablo Alborán, Zoe comenzó a cantarla, mirando a Eva. Ella podía sentir su mirada, pero le aterraba voltear y encontrarse con ella. En ese momento, Eva se dio cuenta que Zoe le gustaba.

El tráfico se comportó amable, en 15 minutos estuvieron en la casa de Zoe. Eva apagó el motor, se acomodó para quedar frente a Zoe, y se atrevió a decir algo.

- Algo está pasando, y no sé qué es. Pero me siento bien. Me gusta. Gracias por eso.

Zoe volteó las cosas, era todo lo que quería escuchar.

- Gracias por traerme. – Se acercó a Eva y dejó un beso muy cerca de sus labios. Se bajó a toda prisa, sin mirar atrás.

Eva se quedó viéndola mientras entraba al edificio. Sintió sus manos heladas. Todo era muy extraño. No sabía en qué momento había surgido todo esto. Tampoco sabía qué hacer.

¿Haría algo para estar con ella?

Continúa…