Caminos cruzados

CAPITULO I - Tiempo. (Un año después de los eventos de Mi vida después de ti)

CAPITULO I – Tiempo.

Todo lo que nace, se expande o muere en un suspiro. Nada es certero, ni siquiera lo etéreo. La carne se impone al espíritu, la vida se esconde tras la risa de un niño... y en su llanto, un mundo perdido, condenado al olvido. Así me siento.

Eran palabras escritas por Eva, en un papel arrugado tirado en el suelo, entre muchos otros. Ha pasado tanto tiempo, han pasado tantas cosas... internamente, Eva era otra.

Hace un día murió Martina, tuvo un infarto fulminante. Eva estaba devastada, quien sirviera a su padre y a ella por tantos años, ya no estaba. Eva se alistaba para asistir a la funeraria, sus padres y algunos compañeros de labores se encontraban ahí, ella firmó tres días de duelo en su honor, dio ese día a todo el personal para despedir a  Martina en el que sería su último adiós, y el par días restantes solo laborarían medio día.

Sonó el timbre de su apartamento, era Dayana. Le había pedido el favor de quedarse con Bas, su mascota. Un Pug encantador que Eva adoptó desde hace casi un año, tiempo en el cual se ha convertido en su fiel amigo.

- Hola nena – Dayana saludó a Eva con un abrazo. – Lamento lo de la señora Martina.

- Gracias, Dayana. Y gracias por cuidar de Bas, ha estado nervioso con todo esto, no quiero dejarlo solito.

Pasaron a la sala, Bas estaba en el balcón, en su rincón especial.

- Ven, Bas. – Eva le silbaba, mientras lo llamaba. El can atendió sin vacilar.

Eva comenzó a acariciarlo, y decía cosas dulces para él.

- ¿Quién es hermoso?, ¿Quién es hermoso?, déjame escucharlo.

El perro ladraba, parecía entender lo que Eva le decía.

- Sé bueno con la tía Dayana, estaré aquí para la cena.

Eva se despidió de Dayana y partió a la funeraria.

El trayecto fue medianamente largo. Eva pensaba en lo efímero de la vida, de las cosas. Sentía tristeza, pero, hace mucho había perdido la capacidad de llorar, por mucho dolor que estuviera sintiendo.

Al llegar a la funeraria, lo primero que hizo fue presentar sus respetos a la familia de Martina, su esposo, sus hijos. Había más parientes, pero su compromiso moral era hacia su familia directa.

- Arévalo, cualquier cosa que necesiten, no escatimes, me llamas. Cuenten con nosotros.

El hombre rompió a llorar. Desde que Eva conocía a Martina, estuvo casada con él, y siempre recuerda que lo describía como un esposo amoroso y buen padre.

Luego de eso, Eva se acercó a sus padres. Estaban conmovidos con todo lo ocurrido.

- Hija, que bueno que llegaste. – Decía su padre.

- Estoy algo sorprendida con todo esto. Un infarto, no entiendo.

- Son cosas que suceden, probablemente estrés, algún problema, quién sabe.

- Sí, me imagino, pero... no me quedo con eso. Ella se veía bien, y feliz.

- A veces las cosas no son lo que parecen, hijita. – Intervino su madre.

- Iré a saludar a los trabajadores. Vengo al rato.

Eva se acercó a sus empleados, interactuó con ellos, consoló a algunos que no podían con el peso de dolor. Era un momento triste para todos.

Conversó un rato con Victoria, y algunos de los jóvenes que trabajaban en el área de Sistemas.

- No había pensado en esto pero, creo que necesitaré una nueva asistente... - Comentaba Eva para el grupo.

- Se puede apoyar en las otras secretarias mientras consigue una. – Dijo Carlos.

- No puedo afectar la carga de trabajo de los gerentes. Ofertaré la vacante en un portal de estos que son como bolsas de trabajo.

- ¿Y si considera rearmar la estructura con vicepresidencia? - Preguntó Victoria.

- No. Eso no es viable para mí ahorita. Ese cargo exige un nivel de confianza alto, y requiero de alguien con perfil de administrador. Ninguno de los gerentes cumple con eso, al menos en el primer elemento que es lo que más peso tiene para mí, y traer a alguien así de fuera es un riesgo. Es más fácil conseguir a alguien que haga el trabajo que hiciera Martina en vida. Menos dolores de cabeza para mí.

- Tiene razón. – Dijo Victoria, al escuchar el razonamiento de quien se había convertido en más que su mentora, una buena amiga.

Eva se retiró de la funeraria unas horas después. Se presentaría al sepelio, pautado para el día siguiente.

Eran las 5 de la tarde. Una lluvia leve comenzaba a caer, esto aumentaba la sensación de nostalgia que sentía Eva.

Al llegar nuevamente a su apartamento, fue recibida muy afectuosamente por Bas, quien saltaba de un lado a otro, mostrando enorme alegría.

- Volviste pronto. – Dijo Dayana.

- Sí, no quise estar demasiado tiempo ahí. Mañana iré temprano al sepelio y luego trabajaré un poco aquí. – Respondía Eva, acariciando a su mascota.

- Trabajas demasiado, ya casi ni te reúnes con nosotras, o con “tus otros amigos” – Dayana gesticulaba con los dedos de manera sarcástica.

- Tengo una empresa qué dirigir. Trato de sacar tiempo pero a veces no es fácil.

- En fin. Pronto será tu cumpleaños. ¿Qué haremos?

- Ni me acordaba. - Eva quiso desechar el tema.

- Ya pensaremos en algo. Ahora me retiro.

- ¿No te quedas a cenar?

- Depende, convénceme.

- Enrollados de jamón, queso y algo de tomate y lechuga.

- Tentador. Acepto tu invitación.

- Luego iré a caminar con Bas, hay un parquecito cerca donde paseamos cada noche. También estás invitada.

- No abuses. – Dijo Dayana, agitando sus manos en señal de rechazo.

- Mírate, has aumentado de peso. ¿Qué tanto te da de comer Helena que estás así?

- Es que ella es un dulce muy calórico. – Dayana reía.

- Entiendo. – Eva esbozaba una sonrisa a medias, mientras preparaba los enrollados.

- Y, ¿tú para cuándo?

- ¿Para cuándo qué?

- Novia, amante, mujer.

Eva dejó lo que hacía por un momento, se apoyó con ambas manos en el borde de la isla y suspiró.

- No tengo tiempo para eso ahorita.

La fría respuesta de Eva, desarmó a Dayana, quien no insistió.

- Y, ¿cómo te has sentido de salud? – Dayana trató de salvar la conversación.

- Bastante bien, el gimnasio y la alimentación han hecho su magia. Las caminatas con Bas son lo mejor. Me siento más calmada, y fuerte.

- Te ves cambiada y no solo físicamente.

Y es que Eva cambió mucho, su cuerpo se tornó atlético y definido debido a las sesiones de ejercicio que mantenía en el gimnasio; parte de las recomendaciones hechas por su endocrino, con quien se veía regularmente.

- El gimnasio viene bien. - Respondía Eva, mientras servía la comida.

Ambas comieron en silencio, solo se escuchaba el tintineo del collar de Bas, que tenía un dije de plata en forma de hueso, con su nombre grabado en él.

Cuando terminaron de comer, Eva fue a cambiarse, mientras Dayana ayudaba con los platos.

Estuvieron conversando por un buen rato, hasta que oscureció y Dayana decidió volver con Helena.

Eva tomó la correa de Bas, colocó el arnés en la mascota, y los tres salieron del edificio.

Dayana se despidió de ambos y Eva emprendió la caminata con su inseparable compañero.

La llovizna no detenía a Eva. Se había vuelto muy disciplinada, y había encontrado en ese hábito una forma de mantener a raya su temperamento.

En ese mismo momento, pero al otro extremo de la ciudad, se encontraba María Fernanda, reclinada en un sillón de cuero, abierta de piernas, siendo devorada con lujuria por quien ahora era su jefa, una hermosa mujer llamada Sofía. Una rubia alta, de ojos azules y cuerpo voluptuoso, quien en ese momento recogía los frutos de una cacería despiadada que desde la llegada de María Fernanda a su vida, se habría convertido en su único objetivo.

Sofía no dejaba de mirarla, mientras su lengua se perdía entre los pliegues de su sexo, sus dedos la penetraban gentilmente, María Fernanda sostenía sus piernas, y no paraba de gemir.

Cuando su orgasmo llegó, Sofía se dedicó a lamer con suavidad, tragando hasta la última gota de su esencia. María Fernanda dejó caer sus piernas bruscamente, y esto hizo sonreír a Sofía.

- Estás temblorosa. – Decía la mujer, mientras se sentaba a horcajadas en las piernas de María Fernanda.

- Al final te saliste con la tuya. – María Fernanda se perdía en el azul de sus ojos.

- Lo dices como si fueras un capricho mío, y no lo eres. – Sofía besó a María Fernanda con ternura.

- ¿Y ahora qué? – Preguntó María Fernanda.

- Irás a mi apartamento conmigo y te haré el amor toda la noche.

- No me refiero a eso. Hablo del trabajo, de nosotras.

- Nada cambia, o sí… creo que sí. Ahora moveremos las juntas matutinas a las 9, porque no quiero despertar tan temprano si te voy a tener en mi cama.

- Tienes todo arreglado, por lo que veo. ¿En qué parte de tu plan me preguntas lo que quiero?

- Dirás que sí, lo sé. – Sofía tomó el rostro de María Fernanda entre sus manos y le dio un profundo beso. – Tienes casi un año haciéndome rogar, ya no más.

María Fernanda sonrió, era primera vez que una mujer se mostraba tan interesada por ella. Generalmente era ella quien daba el primer paso, quien elegía. Esta vez, ella era elegida por alguien más.

Sofía se levantó, y fue al mini-bar que tenía dentro de su oficina. Sirvió un par de tragos de brandy, su licor preferido. Dio una copa a María Fernanda y se sentó junto a ella.

- Brindo por ti. – Sofía chocó su copa contra la de María Fernanda.

- Y, ¿no piensas permitir que te toque? – Preguntaba María Fernanda, dejándose llevar un poco por la situación.

- Por supuesto, ven conmigo a casa, y seré tuya.

Aquello resultaba tentador para María Fernanda, y ya estaba en un punto de no retorno. Terminó cediendo ante lo que Sofía le daba desde hace tanto tiempo. Flores, chocolates, invitaciones a comer, notas adhesivas en el monitor de la computadora con mensajes que iban desde el más alocado, hasta el más sugerente, incluso tierno.

Ambas terminaron su copa, acomodaron su ropa y salieron de la oficina.

Sofía era una joven empresaria, cuyo éxito provino de la idea de invertir en empresas sólidas, aportando capital haciéndose con acciones y acumulando los dividendos derivados de la compra. Gracias a eso, pudo constituir su propia compañía, cuyo núcleo operacional se basaba en brindar rescate financiero a pequeñas y medianas empresas, a costa de pagar elevadas tasas de interés. A sus 29 años, había logrado escalar a lo más alto, gracias a su inteligencia y su astucia.

Una vez en su apartamento, ambas dieron rienda suelta a la lujuria. Esta vez, María Fernanda tomó el control. Comenzó a desvestirla mientras la besaba con desesperación. La rubia se sorprendió de la actitud de María Fernanda, su manera de sacarle la ropa, de tocar su piel, la estaba enloqueciendo y apenas comenzaba.

Entre rastros de ropa y movimientos torpes, María Fernanda logró llevar a Sofía hasta su cama. El contacto de sus cuerpos, la ausencia de pudor, el deseo, se habían conjugado de manera perfecta en ese momento.

Sofía rodeó la cintura de María Fernanda con sus piernas, mientras ella se daba gusto con los enormes senos que ostentaba. Daba especial atención a sus pezones, los cuales mordía con suavidad, haciendo gemir a Sofía. Ella relajó la presión que mantenía en sus piernas para permitirle a María Fernanda descender hacia su sexo. En el momento que su lengua comenzó a explorar el sexo de Sofía, ésta dejó escapar un gemido sugerente de gran placer. Cada lamida provocaba una ola de sensaciones agudas en Sofía, quien movía sus caderas con desesperación total. No pudo contener su nivel de excitación, así que se aferró a la cabeza de María Fernanda y comenzó a frotarse intensamente contra su boca.

Esa intensidad conmocionó a María Fernanda, tanto que comenzó a masturbarse mientras Sofía se adueñaba de su boca.

Cuando Sofía alcanzó el orgasmo, un fuerte alarido dejó constancia de la satisfacción que María Fernanda le había provocado. Al ver que ella se tocaba, la hizo recostarse de la cama, y retomó el control de las cosas.

- Sigue tocándote. – Ordenó Sofía, mientras se acercaba a beber de ella.

María Fernanda obedeció, sentir la lengua de Sofía en conjunto con sus dedos, resultaba muy placentero. Ella comenzó a penetrarla con su lengua, María Fernanda aceleró el ritmo de sus dedos, la boca de Sofía recibió una segunda dosis de deliciosa miel, que bebió con total agrado.

Sofía dejó caer su cuerpo junto al de María Fernanda, se abrazó a ella y la besó tiernamente.

No hubo palabras, las miradas bastaron en ese instante, los ojos de Sofía penetraban profundamente en María Fernanda, Sofía era hermosa, y estaba loca por ella. Algo dentro de María Fernanda seguía frenando sus impulsos de seguir adelante con su vida, el tiempo no había sido suficiente argumento contra esto pero, en definitiva, esto había sido un gran paso en la dirección correcta.

Nuevas experiencias por descubrir estaban a la vuelta de la esquina, para María Fernanda, era hora de dejarse llevar y disfrutar la vida.

Era poco probable que volviera a cruzarse con Eva, o al menos eso creía.

Continúa…