Caminos cruzados (20)

CAPITULO XX – Tropezar dos veces con la misma piedra no es cosa de gente grande (segunda parte)

CAPITULO XX – Tropezar dos veces con la misma piedra no es cosa de gente grande (segunda parte)

Eva pidió a Lucas llevarla a buscar a Zoe a la universidad. Originalmente él lo haría, pero, Eva tenía en mente una sorpresa para ella. Lo había pensado una y otra vez, sentía que era lo indicado.

Se abrigó bastante bien, para evitar que el frio le produjera dolor en el pecho, Lucas la esperaba en planta. Antes de salir, buscó algo en su habitación, lo guardó en su bolsillo y salió del apartamento.

Cuando se encontró con Lucas, le dio un par de instrucciones.

- Lucas, estaré en la parte de atrás, no puede saber que estoy en la camioneta. Cuando vengas de regreso, te desvías hacia el punto más alto de la ciudad, ahí hay un mirador. Cuando estés ahí, le entregas esto, yo haré el resto. – Eva le entregó un sobre.

- Bien, vamos, casi es hora.

Lucas se dirigió a la universidad, y al llegar, se detuvo en el lugar que siempre lo hacía Eva. Durante este mes, han pasado muchas cosas que han llevado a Eva a “pensar de más”. Cuando a Eva “se le mete algo en la cabeza”, no descansa hasta descifrarlo. Llámenlo instinto, capricho, como quieran, pero, así era ella.

Estaba algo inquieta, Zoe demoró más de lo acostumbrado en salir. Eva envió un mensaje de texto a Lucas, preguntando si esto era habitual en ella.

“¿Pasa seguido?” – Podía leerse en el mensaje de texto enviado por Eva.

“Un par de veces” – Respondió el joven.

Eva sostenía en su mano izquierda una pequeña cajita, exploraba su textura aterciopelada, afincaba la yema de los dedos en sus bordes, y la hacía girar repetidas veces en todas direcciones.

Minutos después, Eva vio salir a Zoe, caminaba a toda prisa, tras ella, venía Jezabel, trataba de alcanzarla. La tomó del brazo y Zoe trató de zafarse.

Eva se comunicó nuevamente con Lucas.

“¿Y esto?”

“No. Esto no ha pasado antes”

Eva se mantuvo a la expectativa, Zoe volteó hacia donde estaba ella, sin saber que ahí estaba, por el ahumado del vidrio de la camioneta. Era como si percibiera su mirada. El corazón de Eva se aceleró desmedidamente cuando vio que Jezabel la tomó de la barbilla y Zoe no dio señales de resistencia. Solo giró un poco la cabeza hacia un lado, luego Jezabel se apartó un poco.

Eva no podía hacer otra cosa que especular, pero, lo que fuera que estuviera pasando, la estaba haciendo añicos, no se había dado cuenta de que estaba llorando hasta que sintió las cosquillas de las lágrimas en sus mejillas. Miró la cajita de terciopelo una vez más y la puso en su bolsillo.

Zoe decía unas cuantas cosas a Jezabel, visiblemente alterada, luego caminó en dirección a la camioneta.

Cuando se subió, Lucas aceleró, Eva se acercó a la ventanilla interna sin abrirla y posó su mano en ella, mientras trataba de escuchar si Zoe mencionaba algo. Solo escuchó sollozos.

“Lucas, ayúdame. Indaga” – Escribió Eva.

Lucas era pésimo con el tema “hablando con mujeres”, pero, era afín con Eva en ese sentido, ver a Isabel cerca de otro lo volvía loco, así que usó eso en su favor y, siendo que ambos eran igual de torpes, Zoe no notaría la diferencia.

- ¿Todo bien?, Zoe. – Preguntó Lucas tímidamente.

- Sí, no pasa nada.

- Te molesta esa mujer, es evidente.

Zoe no respondió, Lucas no insistió. Eva tenía un nudo presionando su diafragma, temblaba…

Cuando Zoe notó que Lucas se desviaba, le pareció extraño. Recordó a Eva y no pudo evitar llorar. Lucas escribió discretamente a Eva.

“Llora… ¿qué hago?”

“Déjala… sigue manejando” – Respondió Eva.

Lucas llegó al lugar indicado por Eva, tal y como le pidió, entregó el sobre a Zoe. Ella pudo notar que se trataba de Eva porque su perfume impregnaba el papel. Sin esperar, abrió el sobre, era una nota para ella.

“¿Recuerdas este lugar?, ha pasado algún tiempo ya… ven conmigo...”

Lucas se bajó de la camioneta y le abrió la puerta. Para su sorpresa, Eva estaba caminando en dirección al banco en el cual se sentaron tantas veces, se sentó y dejó perder la vista en lo hermoso de la inmensidad. Eva amaba la noche, por las luces de diversos colores, parecía una niña en una feria. Sus ojos brillaban, sonreía.

Zoe se sentó a su derecha, se arrimó a su lado para buscar su calor. Eva no reaccionó a su cercanía.

- Siempre estuviste ahí…

- ¿Habría hecho alguna diferencia no estar? – Eva no podía evitar ser… Eva…

- Necesito decirte algo. – Zoe hacía un gran esfuerzo por no llorar, ella miraba a Eva tan impasible, sonriente, que le resultaba aterrador.

- Te traje aquí porque necesitaba decirte algo, sin embargo, te cedo el derecho de expresarte en primer lugar. – Eva introdujo sus manos en los bolsillos de su abrigo.

- Eva… perdóname…

- Empezar por el final no es adecuado. – Eva evitaba mirarla, sabía que se quebraría y nadie quería eso en este momento.

- Jezabel me besó. – Zoe rompió a llorar.

Eva no se ahogó en aquella confesión, seguía siendo seducida por la majestuosidad del cielo estrellado, de sus amadas luces de colores, estaba en su lugar feliz, descargando su torbellino interior contra aquella curiosa cajita de terciopelo, la cual se convirtió en la víctima en todo este cuento.

- ¿Cómo pasó? – Las preguntas de Eva eran puntuales, de su parte no hubo reclamos, ni reproches, solo quería entender.

- Ella siempre me espera al salir y me busca conversación, yo le huyo, pero insiste. Hoy no sé qué le pasó que me tomó a la fuerza. Te juro que…

- No me jures, Zoe, solo di lo que pasó y ya.

- Bueno. – Zoe hizo una pausa para tomar aire. – Yo la empujé, traté de darle una bofetada y me tomó de nuevo. Me quedé quieta luego de eso, no sé… luego sentí que se relajó y volví a empujarla y salí lo más rápido que pude, pero me alcanzó.

- ¿Qué pasó en el estacionamiento? – Preguntaba Eva.

- Quiso disculparse, le dije que me dejara, que ella sabía que yo estaba con alguien, que no debió hacer eso.

Lo que Zoe no sabía, es que de todo lo que pudo haber hecho, eso fue lo que más le dolió. “ Ella sabía que yo estaba con alguien” . No le dices eso a Eva Santiago. Nunca.

- ¿Qué te dijo ella?

- Que no podía evitarlo. Entonces, me tomó de la barbilla y me dijo que era hermosa. Le dije que me dejara en paz y fui hacia la camioneta.

- Gracias por ser sincera. Lo aprecio mucho. – Eva se levantó, respiró hondo y fue hacia la camioneta.

Una vez ahí, habló en voz baja con Lucas.

- Por favor, llévala al apartamento, no es necesario que vengas por mí.

- ¿Qué pasó?, ¿cómo dices eso?, no, yo la llevo y regreso.

- Lucas, de verdad te aprecio muchísimo, eres un buen muchacho, necesito estar sola, yo le puedo pedir a cualquiera que venga por mí, quiero que descanses.

- No, a la hora que sea, me llamas que yo vengo.

- Eres terco, niño. – Eva le dio un abrazo a Lucas, fue extraño, pero, Eva cedía ante la incondicionalidad de las personas, era algo que apreciaba, por ser una cualidad propia de ella.

Zoe los observó, Eva dio la vuelta por la parte trasera de la camioneta, y Zoe alcanzó a escuchar su voz ahogada dedicarle unas palabras.

- Por favor, ve con Lucas, él te llevará al apartamento.

- Eva, por favor.

- Zoe, ve.

Eva se sentó de nuevo en aquel banco, Zoe la miraba, hecha un mar de lágrimas. Lucas la tomó de los hombros y la guio hacia la puerta de la camioneta. Él volvió la vista hacia Eva mientras cerraba la puerta. Mientras encendía el motor, ambos la miraban, y al poner el vehículo en movimiento, pudieron ver el momento en que Eva sacaba de su bolsillo la cajita de terciopelo. Zoe se aferró al parabrisas y la llamaba, su llanto estalló cuando vio que Eva arrojó con fuerza la cajita hacia el cerro, y se dejaba caer en sus rodillas, derrotada.

Zoe quiso bajar pero Lucas no frenó.

Eva se quedó ahí, pensando, lidiando con su propio temperamento, con esa sensación de ira que le estaba quemando el pecho, sentía que una vez más había fallado en el intento por ser. En ese momento, algo se rompió en ella, no solo su corazón.

Por su mente pasaron muchas cosas, cada una peor que la anterior. Era inevitable.

Estuvo por espacio de tres horas en esa hermosa soledad que tanto le estaba ayudando a calmar su interior. El frío de la madrugada la estaba acosando, sintió un vehículo acercarse, era Lucas.

Él se bajó de la camioneta y se sentó junto a ella.

- Supe lo que pasó, Zoe me lo contó de camino. Lo lamento. – Lucas le dio un espaldarazo.

- Bienvenido a mi mundo. – Eva sonreía, a pesar de lo hinchado de su rostro.

- Esa cajita que vimos, ¿era lo que creo que es? – Lucas no pudo evitar sentir curiosidad.

- ¿La vio? – Eva cubrió su rostro con ambas manos. – Ni siquiera para eso soy buena.

- Sí, y quiso bajarse, pero, aceleré a todo lo que daba el pedal.

- Sabia decisión. Y sí, era eso. Por eso la había traído aquí, pero, luego de escuchar eso, perdona, pero no puedo hacerlo. – Eva se abrazaba a sí misma, el frío la tenía dominada.

- ¿Qué harás ahora?

- No sé, pero, no tengo pensado volver todavía.

- Lo sé, por eso vine. Creo que puedo ayudar con eso.

- ¿Qué tienes en mente?

- Lo que todo hombre necesita cuando las cosas van mal. Mujeres y alcohol. ¿Te apuntas?

- Pues, creo que tengo tiempo sin disfrutar un “Vodka Tonic”, no creo que un par me haga daño.

- Vamos entonces.

Ambos subieron a la camioneta, Eva empezó a escudriñar entre las cosas en la guantera, buscando un conector apropiado para su teléfono.

- Me temo que no tengo conector de IPhone, pero, tengo música buena en el teléfono. – Lucas le dio su teléfono.

- ¡Santísimo!, ¿qué es esto? – Eva se paseaba entre las canciones de Lucas, nada era de su agrado. Luego, se detuvo, había algo que podría funcionar.

La canción en cuestión era una interpretada por Maya, “In your eyes”. Eva subió el volumen a todo lo que daba y se concentró en la melodía.

- Eso es lo más decente que tienes, ¿qué es eso de “métele sazón”? – Eva sonreía en cierto tono burlón.

- Ponla y verás…

Eva no le encontraba sentido a aquello, sí había escuchado un par de canciones en algunas de las idas a la discoteca, pero, no era su género musical de elección. Su cara era un poema, y Lucas reía de eso.

- En unos minutos, haré que ames esta música, mi querida amiga.

- A ver, sorpréndeme.

En medio del ritmo pegajoso y aquella voz de “macho mal hablado”, llegaron al strip-club. Lucas se veía feliz, para él, era el paraíso. Eva estaba un tanto distraída, pensaba en Zoe, con tristeza.

Si algo agradeció, es que ella no tratara de llamarla o escribirle. Eva lo apreciaba infinitamente.

Ocuparon una mesa y pidieron las bebidas. Lucas intentaba animar a Eva.

- ¿Te animas a un baile privado?

- Déjame tomar unos cuantos tragos primero, pero, adelántate si gustas, yo invito.

Los tragos llegaron, Eva no demoró en acabar el primero, Lucas la miró con asombro. Si bien habían compartido antes, Eva tenía mucho tiempo alejada de la bebida, por razones que no han de ser mencionadas en este momento, pero que posiblemente queden develadas en algunas horas.

Eva pidió otro “Vodka Tonic”, que cuando llegó, lo bebió con mucha más calma, para tranquilidad de Lucas.

- A veces no entiendo, Lucas, cuando pienso que estoy haciendo las cosas bien, pasa esto. Traté de no cometer los errores que sé que cometí con María Fernanda, pero, el resultado es el mismo. Creo que no vale la pena tratar de construir una vida con alguien más, si no eres tú el que falla, es ella, y no pretendo perfección, al menos pretendo que no “me la hagan”.

- Te entiendo, pero, fue ella quien la buscó, no Zoe.

- Zoe sabía. Lo permitió. Si tú sabes que alguien gusta de ti, y esa persona insiste, a sabiendas de que no estás solo, y tú no haces algo, eres tan culpable como ella. – Eva estaba ofuscada. – Yo le ofrecí resolver eso, ella declinó mi oferta, si te quedas cerca de la candela es porque no te molesta si te quema.

- Tienes razón, pero, creo que deberías hablar con Zoe, es solo una niña. – Lucas terminó su trago de Whisky.

- ¿Qué le voy a decir?, no tengo moral. Eso es lo que me pesa, ¿qué le puedo reclamar cuando yo he sido una perra?, ¿que he tratado de ser lo mejor posible para ella?, sí, ¿que no la he engañado?, también, pero, no tengo la autoridad moral para reclamarle.

- La tienes, porque cuenta solo lo que has sido con ella, no lo demás.

- Ok, tienes un punto. – Eva terminó un trago más.

En hora y media, Eva había bebido aproximadamente ocho tragos, entre charla amena y algunas lágrimas, el humor de Eva empezó a ser otro.

- ¿Ves aquella morena que está allá?, algo así necesito en este momento.

Eva llamó la atención de la chica, susurró a su oído y la mujer sonrió, extendió su mano a Eva y ella se levantó, tambaleando, terminó de golpe aquel trago a medio terminar y siguió a la mujer.

Estando en el privado, la mujer empujó a Eva en el mullido sofá, y comenzó a bailar para ella de forma muy sensual, justamente, esa clase de música que Lucas dijo que “amaría”, y vaya que lo hizo. La mujer tomó las manos de Eva y las deslizó por su cuerpo, desde el borde de sus pechos hasta los muslos. La mujer se acercaba sugerentemente y respiraba muy cerca de su cuello, estaba encendiendo a Eva. Luego se dio la vuelta y empezó a rozar su cuerpo contra el de ella, para finalmente subirse a horcajadas en ella y cabalgarla frenéticamente, dejando caer sus pechos en el rostro atontado de Eva. Todo estaba marchando a pedir de boca, hasta que esa mujer susurró a su oído.

- Vamos a mi casa, tengo algo especial para ti.

Eva cerró sus ojos, y lo primero que vio fue a Zoe. Sintió una mezcla de emociones que la hizo desear estar con ella en ese momento. Cuando la mujer se levantó, Eva sacó un billete de alta denominación y lo introdujo en el hilo de la morena, le dio una fuerte nalgada y salió de ahí.

Eva se acercó a Lucas, y le dio una buena palmada en la espalda.

- Busca una para ti. Te toca.

Lucas sonrió y se levantó. Ya tenía divisada a la elegida. Eva pidió algunos tequeños y otro trago más.

Para cuando Lucas volvió, no había tequeños y la cuenta subió a diez. Lucas supo que era hora de volver.

Eran las 4:58 de la mañana, Eva estaba luchando contra la reja, que no se dejaba abrir. Zoe percibió el ruido y fue hasta la puerta. Cuando la abrió, vio a Eva, completamente ebria, con la mirada perdida en su cuerpo. Zoe traía puesta una dormilona bastante provocativa. Ella no supo qué hacer cuando Eva se acercó a ella, cerrando con fuerza la reja y la puerta. Eva la empujó hasta la habitación, Zoe estaba asustada, pero no podía reaccionar. Eva la arrojó a la cama y se subió sobre ella. Zoe lloraba, pero no la detuvo.

Eva acarició su rostro, lágrimas comenzaban a salir de sus ojos. Se abstuvo de besarla, pero no se cohibió de tocar su cuerpo. Zoe la miraba y, de repente, empezó a sentir placentero el contacto de Eva cuando ella movió involuntariamente su cadera, eso le robó un suspiro que Eva percibió.

Eva acariciaba sus pechos sobre la fina tela de la dormilona, los mordía con lujuria, haciendo que Zoe comenzara a gemir. Luego comenzó a levantar la dormilona, y a besar su cuerpo repetidas veces. Zoe agilizó la salida de la dormilona, Eva enloqueció al verla completamente desnuda. Se puso de rodillas y comenzó a quitarse la ropa mientras Zoe la miraba.

Cuando entró en contacto con su tibieza, Zoe se aferró a ella, Eva se movía rítmicamente y al mismo tiempo devoraba uno a uno sus pechos. Eva comenzó a contraerse, Zoe sabía lo que eso significaba y acarició su cabello. Se aferró con más fuerza cuando Eva invadió su adentro sin avisar. Dejó escapar un gemido intenso al oído de Eva, y movía sus caderas en señal de gozo.

- Eres mía, nadie puede tocarte, ¡NADIE! – Eva le dijo esto justo al oído.

Lo que no esperaba era que esto encendiera más a Zoe, su temperatura se elevó, y comenzó a humedecerse aún más. Cuando Eva notó esto, aumentó el ritmo e incorporó otro dedo en ella, sin avisar. La sensación de dolor y placer que sintió Zoe la hizo morder a Eva.

- Soy tuya, y de nadie más. – Respondió Zoe entre jadeos.

Cuando las contracciones se hicieron presentes, Eva aceleró la arremetida, haciendo temblar a Zoe. Cuando su cuerpo se relajó, no podía mover las piernas, temblaban demasiado y sentía algo parecido a “calambres”. Eva se dejó caer a la derecha de Zoe, y por efecto de la bebida, casi instantáneamente se quedó dormida.

Zoe se conmovió al ver una lágrima recorrer su sien. La besó, y besó todo su rostro, besó sus labios, y no pudo evitar llorar. Se abrazó a ella acarició su cicatriz, ese recordatorio del profundo amor que Eva sentía por ella, y así, se quedó dormida.

Continúa…