Caminos cruzados (19)

CAPITULO XIX – Tropezar dos veces con la misma piedra no es cosa de gente grande (primera parte)

CAPITULO XIX – Tropezar dos veces con la misma piedra no es cosa de gente grande (primera parte)

Dicen que cuando una persona se cruza en tu vida, 80% de la culpa la tiene tu mente… bueno, lo digo yo, eso es suficiente para considerarlo cierto.

Volver a ese lugar, implicaba muchas cosas para María Fernanda, pero, debía hacerlo.

El lugar en cuestión, era el Colegio de Administradores y Contadores, había vencido el período de su inscripción y debía renovarla. Como era de esperarse, ahí estaba Jezabel, tan elegante como siempre, tan genuina, pícara.

A pesar de todo, María Fernanda había logrado consolidar una buena relación con Sofía, pintaba bien lo que sucedía entre ellas, comenzó a considerar su cercanía con Jezabel una prueba de fuego. Resistirse a esa mujer era lo más cercano a escapar del infierno sin una sola quemadura.

Mientras entregaba los recaudos para tramitar la renovación, pudo percibir en el ambiente el avasallante aroma de Jezabel. Se sentía bien que ya no tuviera poder sobre ella.

- María Fernanda, qué gusto. – Jezabel la saludó con un beso en la mejilla.

-          Hola, Jezabel. Qué casualidad.

- No lo es, se nos vence el mismo día, la sacaste por primera vez un día que me tocaba renovar la mía. – Jezabel sonrió.

- Cierto, lo había olvidado. – María Fernanda le restó importancia al asunto.

Una vez que le entregaron la credencial, María Fernanda se enrumbó hacia la salida. Jezabel fue tras ella.

- María Fernanda, espera. – Jezabel la tomó del hombro.

- Dime, Jezabel. – María Fernanda se incomodó un poco con el contacto de Jezabel.

- ¿Me aceptas un café?, tenemos mucho tiempo sin hablar.

- Me temo que no podré aceptar tu invitación, pero la agradezco.

María Fernanda se dio la vuelta, pero, Jezabel la retuvo nuevamente, esta vez, la tomó del brazo.

- ¿Por qué huyes? – La miraba con esa profundidad característica de ella.

- ¿Quién dice que huyo?, no soy yo la que tiene una “vida de cartón”.

María Fernanda se soltó de su agarre y se marchó. Jezabel captó perfectamente la intención en sus palabras.

Esta vez, sin intención de seguirla, caminó de igual forma en dirección a la salida, debía regresar a la universidad. Fue al estacionamiento y entró en su vehículo. Mientras salía del lugar, volvió a verla. Sabía que esa coraza era un simple intento por ser “moralmente correcta”, sabía que jugar las cartas adecuadas le permitiría tenerla en sus brazos una vez más. El punto era: ¿valía la pena?

Zoe vino a su mente, y lo que sintió fue abrumador. Jezabel se debatía entre la venganza y el deseo.

Se detuvo frente a la parada, bajó la ventanilla y se dirigió a María Fernanda.

- ¿Te llevo? – Preguntó sonriente.

- No, gracias. – María Fernanda se abrazaba a sí misma, como si sintiera frío, estando a pleno sol.

- No muerdo… bueno, a veces lo hago, si me emociono. – Jezabel estaba siendo descaradamente coqueta con ella.

María Fernanda accedió, no era consciente de lo que estaba tejiendo Jezabel a su alrededor.

- Bien, me dices dónde te dejo. – Jezabel comenzó a conducir y cambió de actitud radicalmente.

Esto desconcertó a María Fernanda, Jezabel no hablaba, ni la miraba, se sentía confundida. Ella indicó la dirección del lugar y se limitó a mirar por la ventana del vehículo. Desconocía que en ese momento, Jezabel estaba jugando con ella, haciéndola pensar de más.

Jezabel notó que todo marchaba como ella quería, cuando María Fernanda inició de manera espontánea una conversación casual.

- ¿Cómo te va de rectora? – Preguntó sin alzar la vista, perdida en el pavimento.

- Bastante bien, estoy como pez en el agua. – Dijo sonriendo.

- Me parece bien.

Era evidente que para María Fernanda, forzar una conversación no era sencillo. Se reprochó a sí misma el haber aceptado que Jezabel la llevara.

Mientras se acercaban al lugar indicado por María Fernanda, Jezabel había tramado varias artimañas para desestabilizar a María Fernanda.

- ¿Cómo te va con tu novia?

- Muy bien, soy feliz.

- Es grato escucharlo, a pesar de todo, mereces ser feliz. – Jezabel sonrió.

Y dio en el clavo, María Fernanda no pudo evitar sentir aquello como una “indirecta” incómoda.

- ¿A pesar de todo? – Preguntó incrédula.

- Sí, eso dije.

- Detente, por favor.

- ¿En plena autopista? – Jezabel soltó una carcajada.

- ¡Hazlo! – María Fernanda estaba tensa.

Jezabel avanzó unos metros más, buscando un lugar dónde poder detener el vehículo. Cuando lo hizo, apagó el motor y se preparó internamente para una batalla campal.

- ¿A qué juegas?, Jezabel. – María Fernanda dijo esto mirándola fijamente.

- No entiendo la pregunta. – Y ahí aparecía de nuevo esa mirada maliciosa de Jezabel.

- Desde que nos encontramos de nuevo no dejas de aparecer. ¿Qué quieres?

- Disculpa, pero, han sido coincidencias, no lo he “tramado”, como quieres hacer ver.

- ¿Por qué me buscas?

- ¡Dios Santo!, ¿quién dice que te busco?, creo que estás confundida. – Jezabel sostenía su frente con la yema de sus dedos índice y medio de su mano derecha.

- Hace un momento en el Colegio, y ahora con esas “indirectas” sardónicas tan tuyas.

- Eso no fue una indirecta, y mucho menos un sarcasmo. Desear que estés bien, a pesar de todo lo que sucedió, no es sarcasmo. El pasado quedó atrás, todos merecemos ser felices. – Jezabel hacía un enorme esfuerzo por no estallar en una chocante carcajada. – Solo he tratado de ser amigable, no es productivo vivir con reconcomios derivados de eventos pasados, ¿no lo crees así?

María Fernanda permaneció en silencio, Jezabel sabía perfectamente cómo jugar con su mente, la tenía donde quería.

- María Fernanda, lo único que has hecho desde que nos topamos es evadirme y no entiendo. Tienes una vida, yo tengo la mía, obviamente hay cosas que NO volverán a suceder, – ese NO, tenía toda la intención de ser una provocación hacia ella – pero, eso no implica echar tierra de por medio y cercar nuestras fronteras con alambre de púas. Esto no es una guerra. ¿A qué le temes? – Pregunta tonta, cuando sabes la respuesta.

- Solo es incómodo, es todo. – María Fernanda evitaba verla.

- Bien, si te parece incómodo, podemos “jugar” a no conocernos, si te sientes mejor con eso, puedo verte y ni siquiera acercarme, si tanto te perturba que te hable, que te mire, que te roce, – Jezabel colocó su mano sobre la pierna de María Fernanda – puedo pasar de largo, puedo borrarte, puedes dejar de existir para mí.

María Fernanda estaba impactada, no esperaba esa reacción de ella.

- ¿Aún existía para ti? – Los ojos de María Fernanda se humedecieron.

- Vamos, fuiste parte de mi vida, yo elijo quedarme con los buenos recuerdos y avanzar, eso se llama “crecer”. – Jezabel mimetizó las comillas con sus dedos – Sí, me agradó verte, y verte bien, siendo amada. Me hace feliz que tengas lo que yo no pude darte.¿Tan malo es?... en fin… haré lo que pides. – Jezabel suspiró, y volvió a su posición original para poner en marcha el vehículo.

- Yo…

- Descuida, esta será la última vez que me acerque a ti. – Jezabel puso el vehículo en marcha.

Unos minutos después, estaban frente al trabajo de María Fernanda. Ella pretendía despedirse pero, Jezabel la ignoró por completo.

- Gracias por traerme. – Dijo María Fernanda, antes de bajarse del vehículo.

Apenas cerró la puerta, Jezabel aceleró, y sonrió con expresión triunfadora, seguía teniendo control sobre ella, a pesar que María Fernanda sintiera lo contrario.

Tal y como era de esperarse, María Fernanda pasó el resto de la tarde “pensativa”. Estaba tan sumergida en sus pensamientos que no notó cuando Sofía entró en su oficina.

- Mi amor. – Sofía se abrazó a ella, buscando reposar sobre sus piernas.

María Fernanda le correspondió el saludo con un beso “cariñoso”.

- ¿Cómo te fue con la renovación? – Sofía comenzó a jugar con el cabello de María Fernanda mientras la “olfateaba”, con cierta curiosidad.

- Bien, fue rápido. – Respondió ella, mientras deslizaba su mano izquierda dentro de la blusa de Sofía. – Me topé con Jezabel, me trajo hasta aquí.

- Lo sé. – Sofía se levantó de golpe, caminó directamente al mini-bar.

- Sofía, no fue premeditado. – Se levantó y fue tras ella.

- No he dicho tal cosa. – Sofía agitaba levemente el brandy que acababa de servir. – Lo que sí me parece curioso es que sientas la necesidad de aclararlo. ¿Acaso lo fue?

María Fernanda se quedó pensando, y eso fue suficiente respuesta para Sofía, quien bebió su trago de un solo golpe y pretendió salir de la oficina. Ella lo impidió.

- Escúchame. No fue premeditado. Le dije que era incómodo que se acercara a mí y me dijo que no lo haría más. Es todo lo que pasó.

- “Incómodo”… define incómodo, porque si me baso en mi juicio de las cosas, podría asegurar que todavía te afecta y no creo que quieras que piense eso. – Dijo Sofía, sirviendo otro trago.

- Incómodo porque no me agrada que quiera acercarse a mí, es todo.

- Volvemos a la pregunta de arriba, ¿fue premeditado?, demasiada casualidad coincidir en un sitio el mismo día, no sé… además, no quieres que se acerque a ti pero te montas en su carro… ¿conoces la palabra “coherencia”? – Sofía acentuó su pronunciación en ese punto.

- Se nos vence el mismo día la credencial, fue eso lo que pasó.

- Entonces, lo fue. – Sofía suspiró. – Te voy a explicar por qué lo fue. – Hizo una pausa para servirse un tercer trago, estaba bebiendo muy rápido. – Dudo, y estoy plenamente convencida de esto, que debas tramitar la renovación exactamente el mismo día que se vence. Dos, tú no eres compulsiva con estas cosas, pero, si ella te llevó justo en el momento en que la suya se venció, es porque ella SÍ lo es, ergo, tú lo sabías, sabías que ella estaría ahí. – Nuevamente ahogó su frustración en el brandy, ya estaba sintiéndose algo “entonada”.

María Fernanda se quedó pensando, en completo silencio.

- Cariño, no pienses tanto, cuidado y te da un derrame cerebral. - ¿Quinta copa de brandy?, no, iban seis, porque esta fue doble.

- Sofía, para ya. – María Fernanda se acercó y trató de quitarle la copa.

En ese forcejeo, María Fernanda sintió algo “duro” dentro del blazer de Sofía. Ella notó la reacción de María Fernanda y tomó distancia.

- Sofía, ¿qué tienes ahí?

- Nada. – Sofía comenzaba a bambolearse de un lado al otro.

María Fernanda trató de hurgar pero Sofía la tomó de ambas muñecas y comenzó a besarla de manera agresiva, la empujó hasta el sofá y, extendiendo sus manos por encima de su cabeza, la dominó, por fuerza y por posición.

María Fernanda se relajó un poco para que Sofía aligerara la presión, pero, no lo hacía, así que trató de seducirla para lograrlo.

Comenzó a mover sus caderas, buscando contacto con ella, que, por tener falda, lo hacía complicado.

- ¿Por qué no te subes esa falda y me dejas sentirte? – Decía María Fernanda.

- Nee, Ik vind het op deze manier leuker. – Sofía comenzó a reír a carcajadas.

- Pero, ¿qué mier…? – Sofía interrumpió el improperio besándola.

Era primera vez que Sofía le hablaba de esa forma, en ese momento, María Fernanda sintió que no sabía lo suficiente de ella.

Sofía se levantó súbitamente y, dando tumbos, salió de la oficina sin dar explicaciones.

María Fernanda no supo qué hacer, solo se dejó caer en el sofá y se quedó ahí, con la mente en blanco.

Sofía no regresó.

Continúa…