Caminos cruzados (18)

CAPITULO XVIII – ¿Desaparecido?

CAPITULO XVIII – ¿Desaparecido?

Ha pasado un mes desde que Eva fue hospitalizada. Las cosas han estado bastante movidas para Myriam y para Ofelia, que han trabajado sin descanso por llegar hasta el fondo de la situación.

Ese día, iban en camino al apartamento de Eva, conversaban durante el trayecto respecto a las cosas que habían sucedido.

- Dudo mucho que Eva tome bien lo que vamos a decirle, siento pena por ella.

- ¿Cómo crees que me siento yo?, prácticamente las puse en manos de Hades. – Ofelia sostenía una carpeta bastante voluminosa, la cual golpeaba con un lápiz de grafito.

- ¿Cómo vamos a quedar después de esto?

- Yo entregaré el caso al bufete para que lo maneje, no puedo interferir directamente, incluso, creo que ni siquiera podré declarar, por ser su abogada, irónicamente. Sería en un caso excepcional, que el juez considere viable mi participación.

- Conflicto de intereses.

- Exacto.

En unos minutos estaban en el apartamento de Eva. No pudieron evitar reír cuando la vieron, parecía una loca. Estaba despeinada y vestida como si fuera a un partido de futbol.

- Qué gusto verte. ¿Cómo te has sentido? – Ofelia saludó cariñosamente a Eva. Myriam la despeinó aún más al entrar.

- Aquí ando, estresada. Quiero volver a mis actividades.

- Ya te falta poco, deja la intensidad. Desde que te conozco, no recuerdo que hayas tomado vacaciones. – Dijo Myriam.

- Ella siempre ha sido así, no te molestes en sermonearla. – Ofelia se sentó en la sala y comenzó a preparar los documentos.

- Cuéntenme, ¿qué tienen?

- Mucho. Ponte cómoda.

- Dejen que traiga algo para tomar mientras hablamos.

- ¿Y Zoe? – Preguntó Ofelia.

- En la oficina, fue a buscar unos papeles que debo firmar, debe estar cerca. – Eva volvía con limonada helada.

Ofelia percibió cierto toque en la voz de Eva que le hizo pensar que algo no estaba bien, Myriam la miró y se entendieron a la perfección.

- Antes que vengan con el mareíto que tienen conmigo desde hace un mes, ¿qué es lo que pasa?, pero, me hablan en español, nivel: retardo mental. – Eva se sentó apoyando los pies en el sofá, dejando caer su mandíbula entre ambas rodillas.

- Disculpa que no hayamos sido del todo claras. Pasa que necesitábamos entender bien lo que sucede para poder explicarte. – Decía Ofelia, cediendo los honores de la explicación a su par.

- Bueno. Resulta que nuestro amigo Giacomo, ha estado ofreciendo órganos a terceros de manera fraudulenta, a cambio de dinero.

Eva no se inmutó, su silencio inquietó a Myriam, Ofelia le habló.

- ¿Eva?

- Sí, dime. – Eva reaccionó como si nada.

- Sí escuchaste lo que te dijimos.

- ¿Respecto a?

Ambas se miraron, y comenzaron nuevamente.

- Eva, mira aquí. – Ofelia le mostraba unos documentos. – Giacomo ha estado vendiendo órganos de manera ilegal, una de las víctimas es Martina, tú serías la siguiente, y Myriam antes que ustedes.

Eva se mostró sorprendida. Ofelia miró a Myriam y luego atrajo hacia ella la atención de Eva.

- No sabemos dónde está Giacomo, desde ese día no supimos más, se lo tragó la tierra. Tampoco sabemos quién está detrás de todo esto, nuestra demanda está centrada en el hospital, a pesar de la evidencia.

- Entonces, dejaron morir a Martina. Lo sabía. – Eva entristeció.

La puerta del apartamento sonó, el travieso can salió corriendo, Eva supo que Zoe había vuelto.

- Ahora mi perro la quiere más que a mí.

- Los perros aman con facilidad, dales comida y sácalos a pasear. Los tendrás a tus pies. – Dijo Myriam, mientras veía a Zoe acercándose a ellas para saludarlas.

- Cierto que Zoe se ha encargado de los paseos de mi bebé todo este tiempo. – Eva la saludaba con un beso.

- Ten. Aquí está todo. Lo revisé, pero, revisa de nuevo por si algo hace falta. – Zoe se dejó caer en el sofá junto a Eva.

- Confío en ti. – Eva comenzó a revisar los documentos y concentró toda su atención en esa tarea.

Myriam puso al corriente a Zoe, en relación a las cosas que estaban sucediendo, aunque ella no conocía a Martina, sabía lo importante que era ella para Eva.

- ¿Qué sucederá ahora? – Zoe mostraba interés en la situación.

- Entregaremos esto a los abogados que llevarán el caso, lamentablemente, no puedo intervenir. Habrá que esperar el resultado del proceso y atenerse a eso. Quiero que termine todo esto, me hacen falta mis hijos.

- Pronto acabará, puedes estar segura, cielo. – Myriam consolaba a Ofelia.

Cuando Eva terminó de firmar todo, dejó los documentos a un lado y buscó refugio en el regazo de Zoe.

- Ofelia, ¿en Italia está homologada la unión civil? – Preguntaba Eva mientras Zoe jugaba con su cabello.

Las tres mujeres voltearon hacia Eva con sorpresa. No tenía sentido la pregunta, dentro del contexto de la conversación original.

- Sí, desde hace mucho tiempo, pero, ¿qué tiene que ver eso con lo que estamos hablando?

- Solo preguntaba, llámalo: “momento curioso”.

- Eva, esto es serio, intenta concentrarte. – Dijo Myriam.

- A ver si entiendo… Giacomo trafica con órganos, desapareció sin dejar rastro, demandarán al hospital, no saben si hay alguien más implicado. Ustedes recibieron llamadas amenazantes, obvio hay alguien más. ¿Qué averiguó Victoria?

- Solo registros de transferencias a la cuenta de Giacomo, de personas comunes.

- Tontitas, ¿eso no les dice algo?, están perdiendo el toque, necesitan más sexo…

Myriam y Ofelia se miraron y no pudieron evitar reír.

- Explícate, “cerebrito”. – Dijo Myriam.

- Pueden estar pasando dos cosas, la primera, que él se haya ido con “la cabuya en la pata”, la segunda, que esté escondido… la tercera, que algún “cliente insatisfecho”, le haya dado un viaje de ida y sin retorno al Reino de Hades. – Eva hacía un recuento con sus dedos, además de mímicas relacionadas con sus palabras.

- ¿No eran dos? – Preguntó Zoe.

- Mi cerebro actualiza las ideas en tiempo real, mi amor. – Eva miró a Zoe con expresión amorosa.

- Un encargo fallido. Tiene sentido. Bien pensado, Eva. – Dijo Myriam.

- Mi amor es muy inteligente. – Zoe la miraba con admiración.

- A veces. – Decía Eva, con una sonrisa poco expresiva y los ojos cerrados.

- Entonces, no todo está dicho. Hay que investigar a fondo a esas personas. – Ofelia se levantó.

- Busquen listas de espera de trasplante de corazón. Un pareo con esas personas de ahí, y reducen la lista. – Eva conversaba sin hacer contacto visual, sus ojos permanecían cerrados, estaba relajada por el contacto con Zoe.

- Esos momentos de lucidez que tienes, parece que dos personas completamente opuestas convivieran dentro de ti. – Myriam soltó una carcajada. – A veces eres bien tapada para las cosas.

- Lo sé. – Eva sonrió.

Ofelia hizo señas a Myriam, era hora de irse. Zoe las acompañó a la puerta. Myriam no perdió oportunidad de preguntar a Zoe sobre esa conducta extraña de Eva.

- ¿Sí has notado esa “dualidad” en Eva?

- Está así desde que tuvo el “accidente”, se ha vuelto más irritable y, a veces, se queda como ida. Como contraparte, a veces resulta brillante, y hace cosas asombrosas.

- Ten cuidado con eso. Estaremos pendientes.

Las mujeres se retiraron. Fue inevitable conversar al respecto durante el trayecto.

- ¿Será que tiene algún tipo de daño? – Preguntó Myriam.

- No. Ella siempre ha sido así de loca, esto lo que hizo fue acentuarlo. La conozco y sé por qué te lo digo.

El tema central de la conversación fue el caso en sí, hablaban sin parar de eso. En ese momento, Ofelia recordó las palabras de Eva.

- Cielo, ¿crees que estamos trabajando demasiado?

- Eva te puso a pensar. – Myriam reía.

- En realidad sí, y mucho. – Ofelia la miró con nostalgia.

La obsesión de Ofelia por desmenuzar la situación, la había vuelto algo fría sexualmente, por sentirse culpable de lo que pudo haberse convertido en una tragedia irreparable.

Una vez en el apartamento de Myriam, ella olvidó cualquier cosa que pudiera estar pasando, y abrazó a Ofelia como si se deshiciera en sus brazos.

- Esto no es tu culpa. Cada persona es responsable de sus acciones. Él cometió un error y va a pagarlo. Sus equivocaciones no son tu responsabilidad. Eres la persona más maravillosa que hay, y eso es todo lo que voy a decir, porque en este momento no quiero hablar, quiero demostrar.

Myriam besó su frente, y la miró detenidamente, en ese momento pudo entender las razones tras la hostilidad de Ofelia. Estaba tratando de absorber un peso más grande que ella, por honor y por vergüenza, a partes iguales. El azul de sus ojos, ahogados en lo húmedo de su llanto, tristeza pura, rabia, decepción quizás.

Ofelia sintió que se quebraba en ese momento, maldijo para sus adentros esa pizca de inocencia que aún conservaba, esas cosas que le enseñó su padre sobre la familia, se desmoronaban en su cabeza a un ritmo agónico. Quien de sus primos fuera el más querido por ella, por la infinidad de vivencias y lecciones aprendidas, era un asesino, un cínico.

- Se mio padre vivesse… morirei con questo… – Ofelia suspiró, tratando de disimular el nudo en su garganta.

- Entiendo lo que sientes, mi amor.

- Perché?, Soldi?... non mi fotta! – Exclamó ofuscada.

- Ofelia…

- Acostúmbrate. Aprendes o aprendes.

Myriam sonrió, miró hacia un lado y cerró sus ojos mientras negaba con la cabeza. Ella no sabía lo mucho que Ofelia amaba cuando hacía eso, en realidad, Ofelia detallaba minuciosamente cada reacción, cada gesto, Ofelia la amaba.

Ofelia la tomó de la barbilla y le dio un “beso de sal”. Myriam correspondió sin vacilar, estrechándola fuertemente contra ella mientras Ofelia se colgaba de su cuello y mordía sus labios con delicadeza.

La ropa fue cayendo, entre pasos carentes de coordinación, técnicamente, Ofelia arrastraba a Myriam hacia su cama, necesitaba de ella.

Myriam contemplaba su desnudez mientras Ofelia se dejaba caer sensualmente en la cama, abierta de piernas, con una mirada que decía más que su propia voz. Se posó sobre ella, levantando una de sus piernas, permitiendo que el contacto entre ambas fuera total.

Sus movimientos fueron frenéticos desde el comienzo, esa necesidad mutua que debido a las complicaciones reinantes las mantuvo distantes, pujaba por salir con fuerza.

Ofelia gemía intensamente, tocaba sus senos y no dejaba de mirar a Myriam, lujuriosa, apasionada. Cuando la espalda de Ofelia se arqueó, Myriam supo que era hora de más. La dejó tirada por un momento y, “desenvainó la espada”. Acercó a Ofelia al borde de la cama y puso un par de almohadas en su cadera. Se hincó de rodillas ante la majestuosidad que atesoraba entre sus piernas y, mientras lubricaba el artilugio, se dedicó a devorar aquel manjar de dioses. Las piernas de Ofelia temblaban, y sus alaridos retumbaban en cada pared de la habitación.

Myriam se puso de pie, llevó lo más atrás que pudo las piernas de Ofelia, dejándolas reposar en sus hombros, y fue invadiendo su adentro, sin dejar de ver su rostro.

A cada bombeo, Ofelia balbuceaba palabras en italiano que eran del todo incomprensibles para Myriam, por más que tratara de deducir, era imposible.

- Sei gnocca… sei mia. – Decía Ofelia entre jadeos. – La tua anca mi fai impazzire…

Myriam solo podía provocarla más, aumentando el ritmo de su embestida, y Ofelia le respondía delineando sus labios con la punta de la lengua y sonriendo de manera pícara.

Ofelia la atrajo hacia ella, quedando sus rodillas en su pecho, necesitaba besarla, sentir su respiración tan cerca como fuera posible. Myriam tomó sus piernas y la guio para que la abrazara con ellas, dejando en total libertad sus hermosos senos, los cuales devoró frenéticamente. Esto fue el punto de quiebre para Ofelia, se aferró a ella, mientras los espasmos se hacían cada vez más continuos. Ella cerró sus ojos y algunas lágrimas recorrían discretamente su sien. Dejó caer sus piernas, y cuando Myriam quiso salir de ella, lo impidió.

- Quédate ahí, espera. – Sus ojos permanecían cerrados. Tanteaba con la yema de los dedos las facciones de Myriam. – Solo bésame.

Y eso hizo, pero, esta vez, con mucha ternura, acariciaba su rostro, delineaba el perfil de su nariz con los dedos, y nuevamente volvía a besarla.

Ofelia le dio un par de palmaditas para indicarle que ya podía salir, y al hacerlo, la empujó y la despojó de su herramienta. Contempló su desnudez, la devoró con la mirada. Se acostó sobre ella, y con lentitud desesperante, fue deslizándose por cada centímetro de su anatomía, reconociendo con su lengua cada poro de su piel. Por un momento, centró su atención en sus senos, estaban completamente erectos, hechos una piedra. Ella disfrutaba morderlos suavemente, y veía que Myriam cerraba sus ojos y sonreía.

- Voglio che mi guardi mentre lo faccio. – Dijo riendo.

- No entiendo. – Myriam la miró, inconscientemente.

- Yo creo que sí. – Ofelia prosiguió con su labor.

A medida que se acercaba a la fuente de su deseo, podía sentir como la piel de Myriam se erizaba. Ella había tomado una almohada y la puso sobre su cabeza, tenía una visibilidad perfecta de su extremo sur.

Ofelia comenzó a rozar su sexo con uno de sus senos, Myriam gimió y a la vez mostró sorpresa. Era una sensación nueva, el roce del pezón contra su clítoris era el desencadenante perfecto de oleadas intensas de placer. Ofelia lo supo por la forma en la cual comenzó a moverse Myriam, ella disfrutaba con su desesperación.

Sin hacerla esperar más, engulló su sexo apasionadamente. Levantaba la mirada, buscando la de Myriam, y si ella no estaba viendo, la mordía para atraer su atención. La tibieza de su lengua deslizándose entre sus húmedos pliegues la enloquecía.

Myriam deslizaba sus manos por toda la extensión de su abdomen, y Ofelia lo hacía en sentido opuesto. Cuando sus manos se encontraron, las entrelazaron sin premeditarlo, dotando de emotividad aquel momento.

Myriam no tardó en liberar aquella tensión que acumulaba en lo más profundo de su ser, y en ese momento ambas se aferraron aún más de manos. Ofelia se subió sobre ella, buscando sus labios, tratando de expresar lo que sentía en ese momento. Myriam la miró fijamente, ambas lloraban.

- Morirei per te senza alcuna dubbe. – Ofelia acariciaba con dulzura su rostro.

- ¿Qué tanto balbuceas que no me lo dices así que yo entienda? – Myriam la tomaba del rostro y la besaba repetidamente mientras hablaba.

Ofelia la miró seriamente, suspiró, y tras una breve pausa, se dirigió nuevamente a ella.

- Myriam, te amo.

- Yo también te amo. – Respondió Myriam, sonriente.

En todo el tiempo que tenían juntas, si habían dicho “te amo” más de dos veces, es demasiado.

Continúa…