Caminos cruzados (17)

CAPITULO XVII – Una segunda oportunidad.

CAPITULO XVII – Una segunda oportunidad.

Ofelia llegó a la clínica rondando las 11 de la noche, para ese momento, Myriam acompañaba a Zoe, conversaban en voz baja cuando ella entró.

- Amore. – Ofelia saludó afectuosamente a Myriam, y abrazó con cariño a Zoe. – ¿Ya comieron?

- No hemos comido, Zoe insiste que en cualquier momento Eva despierta, pero, parece una morsa intoxicada con morfina. – Myriam hacía muecas graciosas.

- Dudo mucho que se levante ahorita, les traje esto. Vayan a comer y yo me quedaré aquí con ella.

Zoe estaba renuente, pero, necesitaba comer. Myriam la llevó al cafetín y Ofelia quedó sola por un instante con Eva.

En ese momento, recibió una llamada, no quiso perturbar a Eva, y decidió atenderla fuera de la habitación.

- Diga. – Ofelia no conocía el número.

- Está tocando un terreno peligroso. Le sugiero, por su bien, que deje quieto lo que está quieto.

Ofelia no se dejó intimidar por la voz masculina tras el teléfono.

- Así de machito eres que amenazas por teléfono, Ponle ganas, que estás muy lejos de lograr amedrentarme.

Finalizó la llamada sin prestar atención a la posible respuesta del individuo. Inmediatamente, llamó a Lucas.

- Dígame. – El joven estaba atento.

- ¿Recuerdas aquello que te mencioné la última vez?, acaba de iniciar. Haz lo que te pedí, avísame cuando estén en el sitio.

- Entendido.

Ofelia finalizó la llamada. Fue hacia la cafetería, necesitaba comentarle a Myriam lo sucedido. Cuando llegó, ellas estaban terminando de comer.

- Vaya que tenían hambre. – Dijo sonriendo.

- Esto de ser niñera es duro. – Respondía Myriam, mientras limpiaba sus labios con una servilleta.

- Cielo, tenemos que hablar, dejemos a Zoe con Eva y vamos.

- Tiene que ver con…

- Sí.

- Oigan, sigo aquí. – Zoe se sintió ignorada por un momento.

- Ya tienes suficiente con el estado de salud de Eva, no queremos preocuparte más. – Ofelia trató de suavizar la situación.

- ¿Acaso debería?

- Esto no tiene que ver con tu papá. Sino con lo que pasó en el hospital… – Myriam no pudo evitar mencionar el tema.

Ofelia la miró con reparo, sacudió un poco su cabeza y conminó a las mujeres a volver con Eva.

Mientras iban por el pasillo, observaron que un grupo de enfermeras corría a la habitación de Eva.

Zoe corrió con todas sus fuerzas hasta la habitación de Eva, Myriam y Ofelia la siguieron. Cuando estuvieron cerca, podían escuchar a Eva.

- ¡QUÍTENME ESTA COSA!, ¡QUÍTENLA!…

Zoe entró desesperada, Eva estaba luchando contra cuatro enfermeras, no podían con ella. Se acercó rápidamente y, cuando Eva la vio, se tranquilizó casi inmediatamente. Las enfermeras se apartaron y Zoe la abrazó.

- Mi amor, aquí estoy, tranquila. – Zoe tomó su rostro y comenzó a besar sus lágrimas.

- Quítala, por favor. – Eva temblaba y evitaba ver su brazo izquierdo.

- Eva, mírame… tendrás que soportar un poco más, no la mires, piensa en otra cosa.

- Eso no hará que se vaya. – La renuencia de Eva inquietaba a Zoe.

Con ayuda de Zoe, volvieron a acomodarla y le administraron calmantes. Una de las enfermeras se dirigió a ella.

- Llamaré al doctor, mantenga la calma, señorita.

Myriam y Ofelia miraban a la pareja, y sentían ternura, ellas no dejaban de mirarse y de reconocerse en el contacto.

- Despertó la morsa. – Myriam sonreía. – No aguantas el golpe de una niña, mírate.

- Muy graciosa. – Eva hacía muecas que dejaban ver su dolor, buscaba sentarse, Zoe lo impedía.

- Quédate tranquila, debes estar acostada. – Zoe la trataba con firmeza, sin dejar de ser amorosa.

- Me estresa estar acostada. – Se podía sentir cierta resignación en sus palabras.

- Bien, niñas, nosotras nos retiramos, estaremos pendientes, llamen si necesitan algo.

Ambas se acercaron y abrazaron a Eva y a Zoe. Luego, se retiraron.

Eva tenía muchas preguntas, pero, cuando se disponía a hacerlas, Zoe la calló con pequeños y tiernos besos. En ese momento, entró el abuelo de Sofía.

- ¿Dónde está mi paciente favorita?, ¿cómo te sientes?

- Duele, doc. ¿Cuándo me quitarán esto? – Eva levantaba el brazo.

El médico la examinó minuciosamente, al parecer todo marchaba bastante bien.

- Si sigues evolucionando de esta forma, podrás pasar el resto de la recuperación en casa. Eso sí, reposo absoluto, cero disgustos, y nada de agitación. – El médico dijo esto último con cierta picardía. – En cuanto a la vía, necesito mantenerla hasta el alta, es indispensable para administrarte tratamiento.

- ¿Cuándo podré irme?

- En un par de días. Dependerá más de ti que de mí. Serán aproximadamente 8 semanas de reposo, para que sane el tórax. No puedo inmovilizar la zona por la naturaleza de la lesión en tu corazón, sería un problema si algo sucede y tenemos que retirar la inmovilización. Tendrás analgésicos para el dolor y una dieta especial. Vendré a verte por la mañana. Descansa todo lo que puedas.

El médico se retiró, Eva pidió a Zoe apagar la luz e hizo espacio a su derecha para que se acostara a su lado.

Zoe se acostó con cuidado, su mirada se perdía en Eva, quien intentaba levantar su bata para ver su pecho. Tenía vendada la zona, pero, el hematoma era visible en la periferia del vendaje.

- Esto va a dejar marca. – Eva sonreía. – Será una marca muy sensual.

- Estás loca. No vuelvas a hacer eso, no sé qué haría sin ti.

- ¿Tienes idea de lo que habría pasado si te golpeaba?, Zoe, sube diez centímetros el golpe. Te habría matado.

Zoe pasó su mano por debajo de la bata y comenzó a deslizar sus dedos con delicadeza por el borde del vendaje. Luego, dejó su mano reposar sobre su pecho.

- ¿Cuánto tiempo ha pasado?

- Casi una semana.

- ¿Y tu papá?

Zoe retiró su mano del pecho de Eva y la llevó hasta sus labios.

- Eva, no es momento para que te preocupes por eso. Myriam y Ofelia se encargaron de él, yo he estado pendiente de la compañía. Todo está bien, mi amor. – Zoe giró un poco su rostro hacia ella. – Necesito que te recuperes, no puedo hacer esto sin ti.

Eva rodeó con su brazo derecho a Zoe, permitiendo que ella reposara su cabeza sobre su hombro, y la abrazara por la cintura.

Estuvieron en silencio por algunos minutos. El agotamiento venció a Zoe, se quedó dormida antes que Eva. Ella no pudo conciliar el sueño, a pesar del efecto de los calmantes, sentía dolor y cierto malestar generalizado que la hacía sentir incómoda, posiblemente, por la aguja en su cuerpo.

Se mantuvo despierta hasta la primera guardia de las enfermeras, una de ellas se acercó a monitorear su estado, ella le advirtió que sentía dolor, la enfermera le suministró más calmantes. Eran más de las doce de la noche. Varios minutos después, por efecto del sedante, Eva dormiría como bebé, hasta que el sol vino y con él, la nueva guardia médica.

Zoe despertó al sentir el trajín afuera. Observó a Eva, sonrió al notar que su ceño estaba fruncido, y sus labios estaban lo más cerca de parecer una “trompa de bebé malcriado”. Era algo raro, no sabía si era común o sentía dolor.

Ella fue al baño para acicalarse un poco, tenía que avisar a varias personas que ese día podrían visitar a Eva porque estaría despierta, además de estar pendiente de otras cosas relacionadas con ella, directa o indirectamente.

Durante la revista médica, Zoe aprovechó para tomar el desayuno. En ese transcurso de tiempo, recibió varias llamadas, de los padres de Eva, de Ofelia, y María Fernanda. La revista terminó a las 7, nada prepararía a Zoe para el día que le daría Eva.

- Levántame de aquí, por favor. – El rostro de Eva lucía contrariado.

- Sabes que no debes levantarte.

- No puedo estar sin hacer algo, ya me quiero ir, quiero bañarme, necesito hacer mis cosas.

Zoe estaba algo asombrada con ese repentino cambio de humor de Eva. En la oficina le habían hecho mención de aquello, pero, para ella era primera vez que la veía así.

- Preguntaré a las enfermeras si…

- Déjalo así, yo lo hago.

Eva comenzó a levantarse, hacía un esfuerzo grande por disimular su dolor. Cuando estuvo sentada, con los pies a punto de rozar el suelo, se sintió mareada. Zoe reaccionó rápido y la tomó en sus brazos. No dijo nada, solo se acomodó entre sus piernas y acariciaba su espalda. Eva estaba enterrada de cabeza en su pecho, se sentía mal.

- Mi perro, está solo. – Decía, pesarosa.

- Lo he cuidado, mi amor, todo este tiempo me he quedado en tu apartamento por pedido de tus padres, en un rato yo iré a verlo, le daré su paseo y su comida. Anoche lo dejé bien.

- ¿Hiciste eso por Bas? – Eva levantó la mirada, buscando la de Zoe.

- He tratado de estar pendiente de todo, me importas, Eva, no sabes cuánto.

- ¿Por qué me siento tan mareada? – El semblante de Eva se tornó triste.

- Puede que pasar tanto tiempo acostada tenga mucho que ver.

En ese momento, entraba una enfermera con el desayuno de Eva.

- Buenos días, señorita. Qué gusto verla sentada. Esa es la actitud.

- Pero, me siento mareada. Eso no me hace feliz.

- Es normal, y es bueno que quiera salir de la cama, pero, todo con calma. Voy a acomodarle la cama para que desayune, puede permanecer sentada, cuando pase la sensación de mareo, puede intentar ponerse de pie.

- Me quiero bañar, no quiero esperar más. – Eva estaba irritada.

- Bien. Buscaré un par de enfermeras para…

- No. Nadie me va a ver desnuda.

- No puede ir sola al baño, si se marea o se desmaya, puede darse un mal golpe. – Decía la mujer, mientras ajustaba la cama en una posición cómoda para Eva.

- No estoy sola, ¿no ha notado la presencia de mi pareja? – Eva la miró con esa expresión que da vida a la frase “si las miradas mataran”…

La enfermera se sorprendió un poco con aquello, acercó la bandeja a Eva y caminó hacia la puerta. Eva dio un vistazo rápido a la comida, era muy distinto a lo que acostumbraba a desayunar, se sintió algo perdida, un tazón de atol, fruta picada y una infusión de manzanilla, era todo lo que comería esa mañana.

- Enfermera, ¿puedo comer galletas?

- Pregúntele a su médico tratante. – La mujer cerró la puerta con fuerza.

Eva quedó algo confundida con esa actitud, pero, ese no era el mayor de sus problemas. Zoe decidió tomar la iniciativa en este caso, quería que Eva estuviera tranquila y bien.

- Buscaré al doctor y le preguntaré. Come tu papilla mientras vuelvo, ¿sí? – Zoe dejó un tierno beso en los labios de Eva.

- No tardes, esto es raro.

Eva estaba siendo algo torpe al comer, sintió cierta frustración, incluso, derramó un poco de atol sobre su bata. Resignada, tomó la infusión de manzanilla y comenzó a beberla. Estaba dulce, no era su costumbre endulzar las infusiones, así que la dejó inmediatamente.

Zoe regresaría algunos minutos después, venía sonriente.

- Mi amor, ¿qué hiciste? – Reía al ver a Eva llena de atol.

- ¿Yo?, nada. Llámalo: “la conspiración de la papilla”. – Respondía Eva, con expresión contrariada.

A pesar de lo gracioso de sus palabras, Zoe evitó reírse pues, Eva no parecía estar bromeando. Se sentó junto a ella y, con toda la paciencia, comenzó a darle de comer.

- No quiero eso. – Eva giró su rostro en dirección opuesta a Zoe.

- Eva… tienes que comer. No lo hagas difícil.

- La fruta. – Eva señalaba el tazón mientras rechazaba la cucharada de atol que Zoe trataba de darle.

- Come aunque sea un poco, y te daré la fruta. Aunque…

- ¿Aunque?

- Si te comes todo, te meto a la ducha, ya mismo.

Como por arte de magia, Eva comenzó a comer rápidamente. Tal y como prometió Zoe, la ayudó a levantarse para que pudiera tomar un baño. Fue un poco complicado, las piernas de Eva estaban débiles. Zoe desconectó temporalmente el conducto de la vía y la llevó paso a paso hasta el baño.

En ese momento, a pocos metros de ahí, Myriam y Ofelia tenían algo parecido a una discusión.

- No diré nada más, pero no me retracto. Fue inadecuado, y lo sabes.

- Lei vuole farmi arrabbiare. – Ofelia evitaba ver a Myriam.

- ¿Qué hablamos sobre el lenguaje?, Ofelia.

Ofelia suspiró, y trató de mantener la calma.

- Quise decir, ELLA-QUIERE-HACERME…

- Baja la voz.

La camioneta se detuvo. Lucas abrió la puerta, Ofelia bajó primero, como de costumbre. Myriam la siguió en silencio. Él permaneció afuera, por instrucciones de Ofelia.

Cuando entraron en la habitación, Zoe estaba terminando de acomodar a Eva, tenía mejor semblante.

- Tortolitas. – Myriam se acercó a ellas y se sentó junto a Eva.

- Me alegra encontrarte despierta, hay mucho qué hablar, será bueno hacerlo antes que lleguen las visitas. – Dijo Ofelia.

Eva la conocía, sabía que algo sucedía, Ofelia podía ser toda dulzura, un ángel, pero cuando estaba molesta, satanás huía lejos.

- Soy toda oídos.

- Zoe, ¿le has mencionado algo a Eva sobre lo que pasó? – Preguntó Myriam.

- No, no lo hice.

- Bien, entonces iremos desde arriba. – Ofelia se sentó en el sillón, distante del grupo.

Myriam volteó hacia Ofelia, ella le hizo un gesto con la mano, para que ella iniciara la conversación.

-          Cuando recibiste el golpe, Zoe me llamó. Fui hasta su casa con Ofelia, te saqué de ahí casi muerta. No reaccionabas, pensamos lo peor. Te dejamos en manos de Giacomo, pero, él aseguró que habías muerto. Fue devastador.

El rostro de Eva mostraba preocupación.

- Yo le creí, te tuve inerte en mis brazos, y en realidad todos estábamos así. Pero, Ofelia se percató de algo hablando con él que nos permitió salvarte.

- Tu médico tratante es el abuelo de Sofía. – Añadió Ofelia.

- ¿Qué?, ¿la bruja esa?

- María Fernanda se lo pidió. – Myriam le dio un par de palmadas en el hombro a Eva.

- Ya va. ¿Cómo es que se enteró?

- Soraya. – Zoe intervino en la conversación.

Eva cubrió su rostro con su mano derecha, y deslizó su mano desde la sien hasta la nuca, halando un poco su cabello.

- Eva, deja que terminemos de contarte, porque ese no es nuestro problema. – Myriam se tornó seria.

- Me parece irónico que de todo lo que te contamos, lo que te haga reaccionar sea lo más estúpido. Lo importante aquí es que ese hombre salvó tu vida, cuando tu suerte estaba por ser otra. – Ofelia se levantó y fue hasta ella.

- Lo cierto del caso es que… hemos estado investigando, y lo que hemos encontrado no ha sido nada agradable. El primo de Ofelia está metido en cosas turbias.

- ¿Recuerdas cuando Myriam estuvo mal?, su insistencia en desconectarla tenía una razón.

En este punto, Eva no entendía, solo miraba a Zoe y rascaba su cabeza.

- ¿Podrían ser más específicas?

- TUS ÓRGANOS, EVA. – Ofelia perdió la paciencia.

- Ofelia, basta. – Dijo Myriam, sin mirarla. – Disculpa, Eva, estamos bajo presión. A eso venimos, a advertirte lo que sucede. Amenazaron a Ofelia, y a mí también me hicieron una llamada y no para desearme feliz navidad. Veníamos del aeropuerto, mandamos a los niños a Italia. Por eso no llegamos antes.

- No, no llegamos antes porque MI HIJA se puso necia.

- ¿Vas a seguir con eso? Ofelia, es una niña.

- ¿Qué hizo Pierina? – Preguntó Eva.

- Debían salir anoche, los mandaría con Isabel, pero, me llama Lucas diciendo que Pierina no quiso montarse en el avión. Se perdió ese vuelo.

- Pero ella ha viajado antes, qué raro.

- Ella no quería irse sin despedirse de mí, eso fue todo. – Myriam manifestó profunda tristeza.

- Ofelia, ¿por qué te enoja tanto eso? – Preguntó Eva.

- No tolero la desobediencia.

- No toleras no tener el control, que es distinto.

Ofelia se retiró sin mediar palabras. Eva quedó más confundida que cuando llegaron.

- Ellas son iguales, chocan demasiado. Me he dado cuenta de muchas cosas durante este tiempo que he convivido con Pierina. Es Ofelia, pero pequeña. Se adoran, pero tienen una pugna extraña por dominar que no entiendo.

- Ofelia está celosa. Toda madre lo estaría, es eso. – Dijo Eva.

- No, no creo. Pierina no se daba con nadie, y estas cosas ya pasaban, ella me lo dijo. El niño es más dado, Pierina es un mundo aparte. Por alguna razón, se siente cómoda conmigo, pero, yo no he hecho algo en especial, juego con ambos, compartimos, no doy atención especial a uno u otro, y Gio no varía su forma de ser. Pierina se aferra a mí.

- Es raro, bueno. Entonces, termina de contarme. – Eva trató de reanudar la conversación.

- Lo que sucede es que mi suerte habría sido la misma de no ser por Ofelia. Tenemos algunas pruebas que sugieren que lo han hecho con otras personas, y el índice de casos aumenta gradualmente.

- ¿Hablaste con Victoria?, nosotros podemos ayudar.

- No, hasta ahora solo nosotras hemos estado involucradas, pero, te voy a tomar la palabra. Hablaré con Ofelia cuando vuelva.

Ofelia regresaría minutos después, con un café para Myriam y uno para Zoe. Entregó de igual manera a cada una y volvió al sillón.

- Eva dice que nos apoyemos en Victoria, puede ser de utilidad.

- Bien. Hablaremos con ella. ¿Ya le contaste el resto?

- Sí. Lo hice.

El grupo se mantuvo en ligera conversación hasta que comenzaron a llegar las visitas. Sorpresivamente, el primero en llegar fue el marido de Martina.

- ¡Arévalo! – Eva sonrió. El hombre llegaba con un hermoso arreglo floral.

- Me alegra verla bien. La Ingeniera Victoria me comentó lo sucedido, quise venir a verla, usted estuvo siempre con mi Martina. – El hombre entristeció.

- Todavía me cuesta creerlo, es muy raro.

- Yo quedé igual. Esos médicos de hoy, son unos matasanos.

Myriam escuchaba en silencio, y miraba a Ofelia, quien evadía su mirar.

- ¿En qué hospital estaba su esposa? – Preguntó Ofelia.

- En el central, ahí la gente se muere hasta por una simple gripe. Ya no es lo de antes.

A causa de la respuesta del hombre, Ofelia miró hacia donde estaba Myriam, ambas se entendieron sin hablar.

Algunos minutos después, el hombre se marchó, a la par que venían entrando María Fernanda y Soraya.

Eva se sorprendió un poco, pero, trató de actuar con naturalidad. Soraya se acercó y abrazó a Eva. Ella trató de zafarse, pero no pudo. Eva miraba a Zoe, y ella permanecía tranquila. María Fernanda permaneció cerca.

- Creo que han pasado muchas cosas en mi ausencia. María Fernanda, dale las gracias a tu pareja de mi parte por lo que hizo.

- Lo haré. – María Fernanda le sonrió.

Soraya comenzó a bromear con Zoe, sabía que la convalecencia implicaba que alguien cuidara de ella.

- ¿Zoe, estás lista para cuidar a Eva?, hay varias cositas que te pueden servir, tengo algunos consejitos.

- En todo caso, debería darlos yo, digo, vivió conmigo largo tiempo. – Respondió María Fernanda.

- Seguro, necesitamos toda la ayuda posible o Zoe no resistirá mucho. – Soraya reía.

La conversación se llevaba a cabo con total naturalidad, justo en frente de los ojos sorprendidos de Eva.

- A Eva le gusta empezar el día con un café bien cargado, nada dulce, acompañado de…

- Tostadas con mantequilla de maní y mermelada, separadas. – Soraya interrumpió a María Fernanda.

- ¿Quieres sabotear a Zoe?, A Eva le gustan las capas pares.

- No, te equivocas, le gustan separadas.

- Juntas.

- Separadas.

- Si tanto le gustan separadas, ¿por qué nunca las separó cuando se las preparaba juntas?

- Porque ya están juntas y, si las despegas, se forma una textura desagradable que parece hecha de muchos hoyitos y ella odia eso. ¿O no lo sabes?

Todas se quedaron mirando a María Fernanda y a Soraya, hasta que Eva rompió el silencio.

- Hola, estoy aquí, ¿saben?

María Fernanda y Soraya comenzaron a reír, pero, María Fernanda quería sacarse la espina.

- Eva, para nuestra tranquilidad, ¿podrías decirnos?

Eva las miró, luego, volteó a ver a Zoe, y se dirigió a ella.

- Zoe sabe lo que me gusta y cómo me gusta. Pregúntenle a ella. – Eva cerró los ojos y sonrió.

No, Zoe no lo sabía, pero, sabía que cualquier cosa que dijera, ella la daría por verdadera. Eva era muy hábil manejando esta clase de situaciones, evadir la vida era su fuerte.

Luego de un buen rato de charla amena, las mujeres se retiraron. Myriam y Ofelia se fueron poco después.

-          Te mantendremos informada, procura descansar. – Ofelia la abrazó, luego, se despidió de Zoe.

-          ¿Juntas o separadas? – Myriam tenía curiosidad.

-          Myriam Jessenie, ¡Andiamo! – Ofelia le habló con firmeza.

Myriam volteó y la miró con sorpresa, Ofelia sostenía la mirada en ella. Myriam cedió, se despidió de Zoe y salieron del lugar.

Lo que Eva no notó, fue que Zoe se sintió aún más abrumada con aquello.

La presión nos puede empujar en direcciones inesperadas.

Continúa…