Caminos cruzados (16)

CAPITULO XVI – Ineludible.

CAPITULO XVI – Ineludible.

Mientras Zoe estaba en la habitación, María Fernanda llamaba por teléfono a Sofía para ponerla al tanto de la situación.

- Mi amor, ¿aún en la clínica?

- Ya Zoe está aquí, queda con Myriam, los padres de Eva se van también y Ofelia viene en un rato, ya está en la habitación pero está dormida. De seguro Zoe estará todo el fin de semana con ella, así que podemos verla un rato cuando despierte y dejarlo en sus manos.

- Tienes razón, lo peor ya pasó. Recogeré unas cosas aquí y paso buscándote, quiero darte algo.

- Está bien, hermosa. Te espero.

María Fernanda llegó hasta la entrada por estar distraída hablando con Sofía. Vio un vehículo estacionado en una pequeña redoma decorada con flores diversas, que queda justo en frente de la entrada de la clínica. Ella reconoció de inmediato de quién se trataba, y le causó curiosidad su presencia en el lugar. Ella no se acercó, se quedó en la entrada, abrazando su cuerpo, buscando protegerse del frío.

En el otro extremo, Jezabel aún no notaba la presencia de María Fernanda. Ella inocentemente creyó que Zoe regresaría, y pensaba llevarla a su casa. Decidió bajar del vehículo para fumar mientras esperaba, recargó su humanidad sobre el capó y se distraía con la silueta del humo del cigarro, que se confundía débilmente con la helada neblina que cobijaba esa noche.

Un vehículo pasó a toda velocidad entre la redoma y la entrada de la clínica, llamando la atención de ambas mujeres, por ser una zona hospitalaria, la velocidad estaba regulada, así que ese tipo de eventos no era común.

De un momento a otro, sus miradas se cruzaron. María Fernanda no tuvo una reacción fuera de lo normal, mantuvo contacto visual breve y luego miró en otra dirección.

Jezabel no dejó de mirarla, su corazón latía a toda prisa, su cuerpo reaccionó de una forma inesperada, algo tan inocuo como mirar a una persona, se estaba convirtiendo en algo más profundo.

No contempló acercarse, fumaba despacio, retenía el humo en su interior y lo dejaba ir, todo esto sin dejar de mirarla.

El peso del mirar de Jezabel estaba estresando a María Fernanda. Sabía que si se movía de ahí, Jezabel habría ganado por incomodarla, pero, ella ya no era la misma que cuando se conocieron, esta vez, sabía jugar, y jugaba para ganar.

FLASHBACK

Habían pasado dos o tres meses desde el lamentable accidente que dejara a María Fernanda sin su hijo. Su vida perdió color, sentido, se había convertido en una autómata. Esto favorecía a Paula, ya que obtenía sexo sin tener que lidiar con protocolos absurdos, y María Fernanda era la mujer ideal en la cama, nunca decía no.

Un día, Helena fue a visitarla, cuando se abre la puerta de su casa, venía saliendo Paula, con ese son al caminar tan propio de un alma casanova.

Paula la miró de arriba hacia abajo, y le gruñó sugerentemente, mientras se acercaba de golpe a su rostro sin hacer contacto con ella. Helena esquivó por reflejo, haciendo que Paula soltara una carcajada petulante.

María Fernanda invitó a pasar a Helena, la recibió con un abrazo de esos que te une los pedacitos cuando estás roto. Ambas sostenían una amistad desde la adolescencia, eran muy unidas, a pesar de mantener vidas completamente apartadas, Helena viajaba mucho por la actividad comercial de su madre, pero, cada vez que volvía, estaba para su gran amiga.

- María Fernanda, ¿hasta cuándo vas a seguir con esto?, ¡mírate! – Helena la miraba con tristeza.

El estado de María Fernanda era deplorable, había perdido mucho peso, casi no comía, poco dormía. Estaba demacrada y se notaba que la mayor parte del tiempo la pasaba llorando.

- Da igual, no tengo razones para continuar. – María Fernanda fue hacia la cocina, y preparó algo de té.

Helena se recostó del marco de la entrada de la cocina, solo la veía, no sabía qué decir que la sacara de aquel trance existencial. De pronto, vino una idea a su mente.

- Sabes que pasé por la universidad, ¿recuerdas ese diplomado que querías hacer?

- ¿Cómo olvidarlo?, nunca hay cupo en la porquería esa.

- Tienen cupo y están abiertas las inscripciones.

María Fernanda volteó, miró con recelo a Helena, y pensó su respuesta antes de abrir la boca.

- ¿Por qué me miras así? – Helena sonreía

- No sé qué te traes entre manos, pero…

- Tonta, era una de las razones por las cuales venía a verte. Nunca atiendes el bendito teléfono. ¿Sabes?, existimos personas en este mundo que te queremos, no te cierres, date la oportunidad de continuar.

María Fernanda rompió a llorar, Helena se acercó a ella y la consoló.

- Mi bebé, nada me va a devolver a mi bebé. – El llanto de María Fernanda era desgarrador.

- No, nada lo hará, pero, quizás un día encuentres ese par que te dé lo que tanto anhelas, eso no reemplazará a tu bebé, pero te permitirá alcanzar uno de tus sueños. – Helena dejó de abrazarla y la tomó del rostro – Para eso, necesitas estar viva, y bien. Dedícate a esas cosas que siempre has querido hacer, piensa en ti y en lo que quieres lograr, no desmayes, todo tiene un por qué, no sabes qué te espera más adelante, tienes que avanzar para saberlo, eso es lo que hace de la vida lo que es, una ruleta de situaciones que pueden ser buenas, malas, dulces o amargas, y eso es inevitable, pero, tú decides lo que harás con eso, solo tú tienes potestad de cambiar tu vida, eres más que esto, eres mejor que esto en lo que te quieres convertir, porque te conozco, y NO eres esto.

Las palabras de Helena tenían sentido, eran fuertes, pero cargadas de ese amor que solo da alguien a quien de verdad le importas, ella no soportaba ver cómo su amiga se auto flagelaba, esto la mortificaba, pues sabía lo buena que era, y que las cosas que hacía estaban guiadas por el dolor de la pérdida y el rencor hacia quien creyó su gran amor.

Helena se las apañó para sacar a María Fernanda de casa, ella la llevó hasta la universidad, Quedaba algo retirada, el trayecto era tedioso. Cuando iban llegando, María Fernanda comenzó a “maquillar” sus ojeras, y trató de dejar su rostro lo más decente posible. Una vez en el recinto, fueron a averiguar los requisitos para el diplomado.

La información la estaban dando en la secretaría del rectorado, ambas se acercaron a la recepción y la joven que estaba en ese momento, les ofreció amablemente un folleto.

Mientras estaban leyendo, no notaron que eran observadas, eso hasta que el peso de una mirada incitó a María Fernanda a levantar la mirada. Se encontró con unos ojos verdes que la atraparon de inmediato. No podía dejar de mirarlos, y cuando la dueña de ese mirar hipnótico le sonrió, el mundo dejó de ser gris para María Fernanda.

- Señoritas, bienvenidas, ¿les puedo ayudar en algo?

María Fernanda no podía articular palabras, pero, Helena parecía inmune a la influencia de la encantadora mujer.

- Vinimos por información sobre este diplomado. – Helena acaparaba la atención de la mujer, le mostraba el folleto, mientras María Fernanda parecía hechizada por su presencia.

- Bien, permítanme presentarme primero, mi nombre es Jezabel Martinelli, soy la nueva Rectora, además de la persona que dictará el diplomado. Si gustan pueden pasar a mi oficina y les cuento de qué trata todo. – Jezabel dijo esto mirando fijamente a María Fernanda.

Ambas accedieron. La mujer pidió que llevaran café a la oficina y entró con ellas.

- Pónganse cómodas. – Dijo la mujer mientras se ubicaba tras su escritorio.

Helena mostraba genuino interés por conocer acerca del contenido del diplomado, entre otros temas relacionados. En este punto, María Fernanda había olvidado la razón por la cual estaban ahí.

- Bien, el diplomado en alta gerencia y direccionamiento organizacional, está diseñado con un propósito bien definido, enseñar estrategias que permitan a cada participante contar con las herramientas necesarias para gestionar con mayor eficiencia los recursos dentro de la organización, concentrando el esfuerzo de cada unidad de trabajo en aquellos puntos donde el equilibrio esté roto y…

La voz de Jezabel se fue desvaneciendo, María Fernanda solo la miraba y seguía el movimiento de sus labios. Un ligero empujón de Helena la trajo a la realidad.

- María Fernanda, el café. – Helena la miraba con extrañeza.

- Disculpa, me distraje un poco, gracias. – María Fernanda recibía el café de manos de la joven de la recepción.

La elegancia, el porte, y esa personalidad picante de Jezabel, estaban desequilibrando la poca cordura que tenía María Fernanda.

La conversación se prolongaría por algunos minutos más. Jezabel, haciendo alarde de su galantería, cedió una tarjeta a cada una, con sus datos de contacto, pero, hábilmente y sin que Helena pudiera notarlo, dejó una pequeña nota en la tarjeta que entregaría a María Fernanda.

Se despidió con amabilidad, y las dejó partir. Eso sería solo el comienzo para ellas…

FIN DEL FLASHBACK

María Fernanda comenzó a caminar cerca de la entrada, miraba hacia el suelo, pateaba pequeñas piedrecillas que se cruzaban en su andar, se concentraba en la caricia de la brisa en su rostro. Sabía que Jezabel la miraba, y le producía cierto placer.

El sonido de patrullas acercándose a toda velocidad llamó su atención, María Fernanda volteó, y vio que Jezabel observaba hacia su izquierda, así que dedujo que las patrullas seguían al vehículo que hace algunos minutos pasó por el lugar. Al pasar las patrullas, sus miradas volvieron a encontrarse. Jezabel sonrió, y tomó la iniciativa de acercarse a María Fernanda. Obviamente, esto resultó inesperado para ella.

- Cuánto tiempo, María Fernanda, ¿cómo has estado?

- Hola, Jezabel. – Respondió, con total frialdad.

- ¿Qué te tiene por estos lares a esta hora?, y sola.

- Lo mismo pregunto.

- Bueno, en realidad traje a una estudiante aquí, y la estoy esperando.

María Fernanda asoció la llegada de Zoe, y le pareció extraño que ella la estuviera esperando. Quiso “jugar” un poco, y tejió con astucia un par de hilos para incordiar a Jezabel.

- Yo estaba visitando a una buena amiga que está internada. Como llegó su mujer, ya mi turno acabó, ella pasará la noche cuidándola. – Dijo sonriente.

- ¿Qué le pasó a tu amiga?

- Un accidente infortunado. Pero, estará bien. El abuelo de mi pareja es su médico tratante, está en buenas manos.

- Vaya... pareja…

- Sí, justo la estoy esperando.

En ese momento, salían los padres de Eva, vieron a María Fernanda y se acercaron.

- Hija, ¿quieres que te llevemos? – Preguntó Francisco.

- Gracias, Señor Santiago, pero Sofía viene por mí.

- Bien. Creo que Myriam y Ofelia acompañarán a Zoe un rato, pero solo ella se quedará con Eva. Nosotros no podremos estar el fin de semana, espero que Zoe pueda manejarlo.

- De seguro lo hará, adora a Eva. – María Fernanda dijo esto con cierta malicia.

Ambos se despidieron de ella, y fueron hacia el estacionamiento.

- El mundo es pequeño. – Dijo Jezabel, entre dientes.

- ¿Por qué lo dices?

- Ya debo irme, me dio gusto verte.

- ¿No que esperabas a una estudiante?

- Acabo de escuchar que se quedará esta noche con su pareja, y presumo que esa rubia que viene allá es tu pareja, por la forma en la que mira hacia nosotras.

María Fernanda volteó, Sofía se acercaba hacia ella, dejó a Jezabel y acortó distancia con la rubia, quien fue recibida con un cálido abrazo y un húmedo beso.

Jezabel las miraba, tocó sus labios, se dio vuelta y regresó a su vehículo. Una vez ahí, no pudo evitar como María Fernanda iba en brazos de esa hermosa mujer, que la trataba con tanta gentileza, se veía enamorada.

- Ella se ve enamorada, pero, tú sigues siendo la misma. Hiedra es hiedra aunque la cambien de maceta. – Había cierto resentimiento en sus palabras.

Suspiró, puso en marcha el motor, dejó sonar su reproductor y bajo el influjo de la melodía de la suite orquestal número tres de Johann Sebastian Bach, partió con rumbo a su realidad, una casa tan inmensa como su vacío, un marido tan nulo como sus sentimientos por él... Jezabel vivía una vida que no era la suya, porque el “statu-quo” siempre puja más que los deseos y los sueños. Esos no construyen, destruyen. Era la clase de pensamientos que rondaban su cabeza, mientras descontaba metros hacia su morada. En el fondo, Jezabel ansiaba ser la rubia, ser Eva, ser, solo eso, ser.

La vida cruzaba sus caminos una vez más, podía ser capricho, podía ser destino. Jezabel no lo tenía claro, pero, en sus venas ardía un deseo inmenso por volver a ser ese huracán que trastocó por completo el volátil interior de María Fernanda.

Ella bajó de su vehículo, entró a su casa, notó la presencia de su marido en el piso superior.

- Rogelio, estoy en casa. – Dijo sin ir hasta él. Solo se encerró en su estudio, se sirvió un poco de Cognac, se sentó en su sillón de cuero marrón, y liberó sus pies de aquellos tacones torturadores que por necesidad debía usar.

Se sumergió en sus pensamientos, mientras daba pequeños sorbos a su trago. Sintió tantas cosas, que sus ideas se transformaron en palabras.

- Veremos ahora quién le jode la vida a quién. Hora de ser la perra en la historia.

No sintió cuando Rogelio entró, él alcanzó a escuchar vagamente las palabras de su mujer.

- ¿Perdón? – Decía el hombre, mientras se acercaba a ella.

- Disculpa, pensaba en voz alta.

- ¿Quieres hablar de eso? – Él besó su frente, y ella acarició su barbilla.

- No. Solo necesito un momento para organizar mis ideas.

- Bien. No te acuestes tarde.

Él se retiró, dejándola completamente sola.

Rogelio Atencio, no era el típico ecléctico que suele ser pareja de mujeres como Jezabel. Era un noble y atractivo caballero, enamorado de su esposa y de la vida, exitoso, dueño de una inmobiliaria prestigiosa, todo lo que una mujer podía soñar, alto, de rasgos muy varoniles, abundante cabello, negro como sus ojos, con algunas canas formando franjas desde la sien hacia la nuca, de aspecto fuerte, y carácter afable.

Pero, para Jezabel, él solo era “parte de la decoración”.

¿Representaría Jezabel una amenaza en la relación de María Fernanda?, ¿haría este repentino interés que dejara de lado su deseo por Zoe?

El tiempo lo dirá… o no…

Continúa…