Caminos cruzados (12)

CAPITULO XII – Las cosas que no vemos (primera parte).

CAPITULO XII – Las cosas que no vemos (primera parte).

Zoe pasó esa noche llorando en su habitación. Las palabras de Eva fueron muy hirientes, sentía que ella estaba siendo egoísta. Todo esto era nuevo para ella, era su primera relación.

Para su desgracia, su madre notó sus sollozos en plena madrugada, y entró a su habitación.

-          Zoe, ¿estás bien?

Zoe trató de controlar los sollozos, buscando evadir a su madre, pero, es más fácil engañar a la muerte que a una madre.

-          Zoe… – La mujer se acostó junto a ella y la abrazó desde la espalda. – No sé qué tienes, pero, si no hablas conmigo, no podré ayudarte.

-          No me pasa nada. – Zoe rompió el silencio.

El tono de voz quebrado de Zoe, fue señal suficiente para Zuleima, la tomó del brazo y la giró hasta que quedó frente a ella.

-          Zoe Julieth, en este mismo instante me vas a decir qué sucede. – La mujer tenía un carácter que Dios se lo guarde.

Zoe se sentó, enjugó sus lágrimas, y trató de decir algo lo suficientemente convincente para que su madre la dejara quieta.

-          Solo estoy triste.

-          Te parí, Zoe, no juegues conmigo. Tiene que ver con esa mujer, ¿cierto?

Zoe se puso nerviosa, enmudeció. Solo podía ver a su madre y esperar que ella dijera algo.

-          Mira, Zoe. No me parece prudente que andes con esas ideas locas en la cabeza, ¿qué dirán los demás?, podrías perder tu trabajo, además no sabes si...

-          ¡Basta!, mamá, por favor.

-          Zoe, ¿qué manera de hablarme es esa?

-          Perdóname, mamá, pero…

-          Entonces, sí es ella…

Zoe comenzó a llorar aún más. Zuleima no entendía del todo lo que ocurría, pero, dio una interpretación por demás errónea de la situación.

-          Para ti sería muy fácil conseguir un novio, un muchacho bueno, que te cuide. Es lo que deberías hacer, en vez de estar persiguiendo imposibles.

-          Mamá, no puedes cambiar lo que soy.

-          ¿Qué vas a estar siendo nada?, mírate, eres una mujer en todo sentido, delicada, femenina, tu lugar es al lado de un hombre. Punto. Pobrecilla tu jefa, debe sentirse incómoda, es que me imagino, seguro te la pasas mirándola indebidamente.

-          Ay, ya, mamá. No sabes lo que dices.

-          Entonces, aclara mi mente.

-          Sí. Estoy enamorada de ella, y…

-          ¿Y?

-          Ella lo está de mí.

Zuleima se levantó de la cama, comenzó a caminar de un lado al otro, miraba a Zoe con desaprobación.

-          Ya lo vi todo, esa mujer, esa descarriada te está corrompiendo.

-          Qué fácil transformas los conceptos de una persona, madre.

-          Eso no puede ser, no lo toleraré mientras vivas bajo este techo, terminarás con eso de inmediato. Te buscaré otro empleo, sí eso haré. – Zueima actuaba de manera errática. –  ¿Qué será de tu pobre padre cuando se entere?

-          ¿En qué momento piensas en mí? – Las lágrimas de Zoe eran incontenibles.

-          Te prohíbo terminantemente volver a ese lugar, y más te vale que obedezcas, Zoe.

La mujer salió de la habitación, cerrando con violencia la puerta.

Zoe se quedó en blanco, sin saber qué hacer. Era muy tarde, no sabía si llamar a Eva, estaba angustiada. Hizo lo típico a su edad, comportarse como una rebelde. Puso ropa en un bolso, cosas esenciales, su identificación, y se sentó al borde de la cama.

Miraba el teléfono, trató de escribir, pero, borraba lo que escribía… en ese ir y venir de letras, Eva le escribió.

“¿Qué haces despierta a esta hora? Son las dos de la mañana, Zoe…”

Zoe respondió de forma breve, contando superficialmente lo sucedido.

“Mamá se enteró de lo nuestro, me prohibió volver a verte. Huiré de aquí”

El teléfono de Zoe comenzó a repicar, era Eva.

-          No te muevas, voy en camino, espérame en planta, ¡NO SALGAS!

Eva no dejó hablar a Zoe. Ella sonrió, y se cuestionó sobre si estaba haciendo lo correcto al decirle a Eva lo que sucedía. Salió a hurtadillas del apartamento, y esperó por ella, tal y como se lo ordenó.

Minutos después, Eva estaba frente al edificio, Zoe salió de inmediato y se montó en el vehículo, apenas sus miradas se cruzaron, Zoe comenzó a llorar.

-          Sácame de aquí, por favor. – Zoe se abrazaba a Eva, y ella correspondía su abrazo.

Eva aceleró, mientras ponía en orden las ideas. Notó el rostro de Zoe bastante hinchado por tanto llanto.

El trayecto transcurrió en silencio, cuando llegaron, Eva miró hacia ella, Zoe se había quedado dormida. Pensó en lo desastroso que podría resultar tratar de llevarla cargada, pero, no quiso despertarla.

-          Veamos si tanto ejercicio ha servido de algo. – Eva se daba ánimos a sí misma, mientras abría la puerta del lado del copiloto.

Primero, retiró el cinturón de seguridad con cuidado, puso su brazo derecho por debajo de los muslos de Zoe y tomó su brazo derecho, tratando de llevarlo a sus hombros. Mientras tomó impulso, se golpeó en la cabeza, y entre el dolor y el no querer hacer ruido, no pudo evitar reírse, soltando nuevamente a Zoe. Ella se movió un poco, Eva le habló, a ver si eso ayudaba un poco.

-          Abrázame, pequeña.

Zoe, más dormida que despierta, buscó aferrarse a Eva, quien nuevamente tomó impulso, pero, Zoe se echó hacia atrás y esta vez fue su cabeza la que terminó golpeándose.

Eva no resistió, tuvo un ataque de risa que le sacó las lágrimas, y Zoe despertó por el golpe que se dio. Cuando vio a Eva sentada en el piso, muerta de risa, sintió curiosidad.

-          ¿Qué pasó? – Zoe se contagió un poco de la risa de Eva.

-          Nada, que tengo rato tratando de sacarte cargada porque estabas dormida, y gracias a eso, ambas tendremos chichones mañana. – Eva estaba privada de la risa.

-          Amor, pudiste despertarme. – Zoe sobaba su cabeza mientras reía.

Eva se levantó y extendió su mano a Zoe, ella salió del vehículo. Ambas se fundieron en un abrazo muy cálido, que terminó en un beso que parecía no tener fin. Luego, Eva tomó las cosas de Zoe y subieron al apartamento.

Una vez ahí, Eva preparó un poco de té para Zoe, mientras ella se ponía cómoda en el sofá. La mascota de Eva despertó con el alboroto, y, como era de esperarse, fue directo hacia Zoe. Eva los miró y sonrió, se llevaban tremendamente bien.

Zoe sacaba a relucir el lado más sensitivo de Eva, era primera vez que se desvivía en atenciones para alguien más, era primera vez que quería compartir su vida, su espacio, todo.

Entregó con cuidado el té a Zoe, ella comenzó a sorber despacio, tratando de no quemarse. El pequeño Bas, buscó del afecto de su dueña, fue recibido cálidamente por ella.

-          Me estás engañando con Zoe, ¿cómo es posible?, después de las cosas que hemos vivido juntos. – Eva hacía expresiones dramáticas que divertían a Zoe.

-          Podemos compartir su amor, ¿no crees? – Zoe le seguía el juego.

-          Tendrás que convencerme.

-          Dile adiós a mis besos.

-          Eso es chantaje.

-          Precisamente, esa es mi forma de convencerte.

Eva sonrió, y dejó por un momento al perro. Levantó una de las piernas de Zoe, quedando así entre ellas, y se recostó en su pecho. Podía sentir el latir acelerado de su corazón.

Zoe terminó su té, con ayuda de Eva lo colocó en la mesita, y comenzó a acariciar su cabello. Sabía que era algo que Eva amaba.

Ambas disfrutaban estar en silencio, solo sentían su respiración, y el ruido del andar de Bas por doquier, estaba inquieto.

Poco después, Zoe notó que Eva estaba dormida, no dejaba de mirarla. Eva se estiró un poco, buscando acomodo, y Zoe se sorprendió cuando la escuchó hablar dormida.

-          Te amo.

Zoe no pudo contener su llanto, la abrazó muy fuerte, tanto que la despertó.

-          Pequeña, ¿qué sucede? – Preguntó Eva, algo adormecida.

-          Te amo, Eva, te amo. – Zoe comenzó a besarla apasionadamente, Eva correspondió ese beso con intensidad.

Eva se acomodó, quedando completamente sobre ella, Zoe levantó las piernas, abrazándola con fuerza, y sacó la camisa que Eva traía. Sus besos eran cada vez más fogosos. Ella tomó la mano izquierda de Eva y la guio hasta la fuente de su humedad. La desesperación de ambas les hizo olvidar cualquier “previo”, eran presas del deseo.

-          Quiero sentirte dentro, hazme tuya. – Zoe jadeaba con desesperación.

Eva desnudó por completo a Zoe, y deslizó su mano dentro de ella. Cargó contra ella con un solo dedo, siendo delicada en sus movimientos, pero, Zoe tenía deseos de más.

-          Otro, dame otro. – Zoe temblaba, Eva la enloquecía.

Eva no demoró en complacer las demandas de Zoe, e introdujo un dedo más en ella. Zoe gimió mientras mordía su oreja, arañó su espalda y arqueó sus caderas para facilitarle el trabajo a Eva.

Los movimientos de ambas estaban perfectamente sincronizados, Eva se perdía en sus pechos mientras la estremecía de placer.

A pesar de sentir como su adentro se contraía, Eva no cesó de embestirla, y se dedicó a beber de ella, encendiendo su llama de nuevo. Sentía tanto placer por la manera en la cual reaccionaba Zoe, que su propio cuerpo reaccionó estallando en un rítmico espasmo, sin que ella la tocara.

-          No pares, te lo pido, no pares. – Zoe era invadida por un furor irrefrenable.

Eva no pararía hasta que Zoe estuviera completamente extenuada, y ese momento llegó con los primeros destellos del amanecer.

Luego, la llevaría en brazos hasta la cama, para dejarla descansar. Eva contemplaba su desnudez y se sentía feliz de tenerla con ella.

Eva decidió permanecer despierta, tomó una ducha y preparó algo de comer. Se había preparado para salir a trotar con su mascota, cuando el timbrar del teléfono de Zoe llamó su atención. El identificador de llamadas indicaba que era su padre. Eva sintió cierto nerviosismo, y dudó si debía despertar a Zoe.

Fue hasta la habitación, ella dormía tan plácidamente, que no tuvo corazón para despertarla. Le dejó una nota, un beso en la frente, y salió con el ansioso can.

El trote de ese día fue bastante relajado, el día era hermoso, uno de esos domingos donde el sol es cálido, y la gente luce calmada. Eva no demoró tanto como acostumbra, por no querer dejar sola tanto tiempo a Zoe. Tras casi una hora de actividad, regresó al apartamento.

Al abrir la reja, escuchó a Zoe discutiendo, cerró la puerta y se acercó a la habitación. Cuando la vio, hablaba por teléfono, estaba alterada, y lloraba finalizó. Cuando Zoe notó su presencia, dejó la llamada y corrió hacia ella.

-          Pequeña, ¿qué ocurrió?

-          Mi papá está como loco, amenazó con lastimarte.

-          No puede tocarme, tiene todas las de perder.

-          No quiero que te lastime, voy a volver.

-          No… Zoe… basta. Vamos a enfrentar esto juntas, si tengo que plantarles cara y defender lo que siento por ti, lo haré. No me prives de lo que quiero darte. – Los ojos de Eva se humedecieron.

Zoe la miró, escuchar eso le hizo pensar que no había hecho una interpretación adecuada de las palabras de Eva la noche anterior, ahí entendió que esa dificultad que Eva tenía para expresarse, podía hacerle ver las cosas de manera incorrecta. Eva quería darle su amor, pero, tenía razón al decir que ella no la dejaba ir más allá por el miedo a confrontar a sus padres.

¿Qué decidirá Zoe?

Continúa…