Caminos cruzados (11)

CAPITULO XI - Momento incómodo número dos.

CAPITULO XI - Momento incómodo número dos.

Las cosas estaban fluyendo bien para Eva y Zoe. Sin embargo, han tenido que lidiar con las limitaciones derivadas del desconocimiento de su relación por parte de los padres de Zoe. Si bien Eva era paciente con esto, una parte de ella se sentía limitada, por querer hacer muchas cosas con Zoe que, debido a esto, no podía.

Esa tarde, estaban en el apartamento de Eva, Zoe estudiaba mientras Eva revisaba unas cosas de trabajo. Disfrutaban compartir el espacio, pero, cada vez era más difícil cuando llegaba la hora de separarse.

- ¿Te quedas conmigo hoy? – Preguntaba Eva, conociendo de antemano la respuesta.

- No le avisé con tiempo a mis padres. – Zoe estaba concentrada en los cuadernos, eso le impidió notar la reacción de Eva, quien se levantó y se alejó por un momento de Zoe.

Algunos minutos después, el excesivo silencio puso en alerta a Zoe, en ese momento, se dio cuenta que Eva no estaba. Se levantó y comenzó a llamarla, al no tener respuesta, fue hasta la habitación, y ahí estaba, sobre la cama, sumergida en los videojuegos. Zoe se acostó a su lado, y se abrazó a ella. Eva no ignoró esto, pero se mantuvo en el juego.

Zoe comenzó a acariciarla con ternura, introdujo su mano por debajo de la camisa de Eva, buscando contacto con su tibieza, Eva reaccionó de prisa, pausó el juego y dejó a un lado el control de la consola. Abrazó a Zoe y comenzó a corresponder sus caricias.

Eva tenía muchas cosas qué decir, pero, no sabía cómo. Sus sentimientos crecían, deseaba más de ella. Por otro lado, Zoe sentía temor de la reacción de sus padres, se sentía entre la espalda y la pared.

- Amaría estar así, contigo, cada día. – Decía Zoe.

- Podrías, solo tendrías que dar el paso. – Eva se levantó, caminó hacia el ventanal a un costado de la habitación, llevó ambas manos a su cabeza, su desesperación era perceptible.

Zoe la miraba desde la cama, su garganta se anudaba. Por un momento sintió que el no ser abierta sobre su relación, podría ser un obstáculo que las perjudicaría en un futuro no muy lejano.

El repicar del celular de Eva, rompió el trance.

- Myriam, cuéntame.

- ¿Podrías venir a mi apartamento un momento? Necesito tu ayuda con algo.

- Mándame la dirección por texto, voy para allá.

Eva finalizó la llamada. Se sentó al borde de la cama y tomó los pies de Zoe.

- Debo ir a ver a Myriam. ¿Quieres acompañarme?

- Me gustaría pero…

Eva suspiró… era difícil para ella contener lo frustrada que estaba.

- Dime si me esperas aquí o te llevo a tu casa.

- Llévame, por favor. – Zoe entristeció.

Ambas bajaron al estacionamiento. Eva sentía cierta tristeza, pero, por no tener esa facilidad para expresar sus emociones, todo cuanto podía sentir se convertía en ira. Zoe lo percibió, pero evitó decir cosa alguna. En este punto, no quería empeorar las cosas, se sentía un poco asustada. La expresión de la mirada de Eva no era nada amigable.

El trayecto transcurrió en silencio, pero, al llegar a la casa de Zoe, Eva hizo un esfuerzo por decir lo que sentía, intentaba hacer las cosas lo mejor posible con Zoe, en conocimiento de sus defectos.

- Mira, sé que ahorita no tengo el mejor juego de palabras, pero, es evidente que no estoy feliz con esto. No puedo hacerte parte de mi vida como quisiera porque no lo permites, y no puedo obligarte. Trataré de adaptarme a ti, discúlpame por querer más de lo que puedes dar.

Zoe no tomó muy bien estas palabras. Se bajó del vehículo sin mirar atrás. Eva no esperó como siempre solía hacerlo, sino que aceleró casi de inmediato. Zoe se dio vuelta, una lágrima caía lentamente por su rostro.

Eva iba bastante rápido, no le tomó mucho llegar al apartamento de Myriam, era primera vez que lo visitaría. Cuando estuvo frente a su puerta, se sintió un poco mareada, pero no era algo por lo cual tuviese que preocuparse.

Ofelia abrió la puerta, esto no sorprendió a Eva, al contrario, le daba gusto que las cosas estuvieran bien para ellas. Fue recibida con un cálido abrazo, y fue invitada a pasar a la sala.

Eva estaba impresionada, para ser un modesto apartamento, la decoración era digna de admirarse, las pinturas de Myriam eran hermosas. Una en particular llamó su atención.

- No sabía que posabas para cuadros. – Dijo Eva, con la vista perdida en la obra que destacaba entre las restantes.

- No soy yo. – Myriam respondió sin dejar de revisar los papeles que sostenía.

- Pues, es muy parecida, por no decir idéntica. – Eva se sentó junto a ella. – Dime, ¿para qué soy de utilidad?

- Nada complicado para ti, dame todo lo que puedas de este tipo, te pagaremos bien.

Eva revisó los documentos, no pudo disimular la curiosidad y, mientras Ofelia se sentaba junto a ella, preguntó a ambas de qué se trataba el asunto.

- ¿Ahora trabajan juntas?

- Sí y no. – Ofelia respondió. – Myriam me está ayudando con un caso que tengo, y de verdad necesito demostrar que este idiota es inocente.

- ¿Y lo es?

- Sí, lo es. – Myriam respondió de inmediato.

- Es algo complejo, de acuerdo a lo que hemos investigado, alguien lo incriminó. Él no nos ayuda mucho, entonces necesitamos conseguir todo lo que podamos para armar la defensa. – Ofelia explicaba con agilidad la situación.

- Bien… denlo por hecho. – Eva se levantó y dio muestras de querer marcharse.

- Eva, ¿sucede algo? – Myriam la observó con detenimiento.

- No pasa nada, solo… – Eva miraba hacia todas partes, como buscando las palabras en cada muro que la rodeaba.

- ¿Tiene que ver con Zoe? – Ofelia era demasiado aguda para estas cosas.

- Eva, puedes hablar con nosotras. – Myriam le extendió su mano para que ella se sentara nuevamente.

Eva accedió, y al quedar nuevamente entre ellas, cerró sus ojos y se reclinó del sofá.

- Me siento limitada con Zoe. – Eva manifestaba lo que sentía, aún sin abrir sus ojos.

- ¿Sexualmente? – Preguntó Ofelia.

- No, como pareja.

- Y… ¿eso se debe a? – Myriam participaba de la conversación.

- No puedo involucrarla tanto como quisiera porque tiene padres controladores, y ella aún no les habla de mí.

- Eso no está bien, puede ser malo para ambas… ¿han hablado de esto? – Ofelia evaluaba el alcance de la situación.

- Mucho, le dije que afrontaba lo que fuera con ella, que hablaría con sus padres, todo. No me siento su novia, me siento su amante… entonces, hoy me dice que quisiera estar siempre conmigo, pero, no hace algo por que eso suceda, entonces le dije que no podía hacerla parte de mi vida como quisiera porque ella misma no lo permite, eso es lo peor… luego le dije que me adaptaría a lo que me da, y eso lo dije porque realmente no puedo aspirar a más con ella mientras esto sea así. – Eva se mantenía serena.

- Palabras fuertes. – Myriam esbozó una mueca que dejaba ver su impresión.

- Y quieres más, ¿cierto? – Ofelia dejó caer a Eva en su regazo, e hizo señas a Myriam para que levantara sus piernas. Estaba pálida.

- Bueno, sí, eso creo. No es que quiera casarme y tener más perros, sino tener la libertad de explorar. Que un día le diga algo como “vamos a la montaña el fin de semana”, y que si no quiere, sea un no y ya, porque si ahorita yo le digo eso, su respuesta será “debo preguntarle a mis padres”. Eso me frustra, no puedo planificar nada, entonces supongo que nuestra relación será una noche esporádica, varios polvos a media tarde, y una que otra salida dentro de las horas establecidas. Prefiero que me diga eso y así yo me freno y no aspiro a algo más que eso, y todos felices. – Eva cubría sus ojos con su antebrazo izquierdo.

- Me imagino que tiene que ver con que vive con ellos. – Ofelia jugaba con su cabello.

- Si quisiera independizarse lo habría hecho, si quisiera sincerarse lo habría hecho… el asunto es querer, y de eso, nada.

- Dale tiempo, eres su primer amor. – Ofelia quitó el brazo que cubría sus ojos para encontrarse con que Eva lloraba.

- Eva está enamorada. – Myriam reía.

- Chiquita. – Ofelia besó su frente. – Estás enamorada, y… me temo que por primera vez… no recuerdo haberte visto así antes.

Eva miraba el techo, buscando el infinito en él. No respondió a semejante aseveración, pero, fue algo que la hizo pensar.

- No hace falta que digas cosa alguna, nada más mírate. Quieres que una mujer sea parte de tu vida. ¿Cuándo?, Eva, dime, ¿cuándo has sentido ese deseo antes? – Preguntó Myriam.

- María Fer…

- Nada, ni la nombres… sabes que eso no cuenta.

- ¿Por qué no cuenta? – Ofelia cuestionó la observación de Myriam.

- Porque obviamente ambas estaban intoxicadas con toda la porquería que arrastraban. Era una relación insana.

- Con buen sexo. – Eva rio a carcajadas.

- Posiblemente era eso lo que las unía, hasta que empezaste a acostarte con nuestra “hija”, porque ella estaba siendo lo que tu mujer no. – Afirmó Ofelia.

- Sí, lo que pasa es que Eva casa el sexo con el sentimiento, no es así de fría como para coger por coger, de otra forma, aún serían amantes. – Myriam reía sin parar. – Honestamente, yo pensé que ella lucharía por lo que tenían. Con una comunicación adecuada, habrían salido adelante, pero a ella la venció el orgullo.

- Hasta podrían haber intentado un trío. – Ofelia miraba a Myriam con picardía.

- Impensable para María Fernanda, de otra forma, habría hecho que sucediera.

- ¿Y tú?, ¿qué piensas de eso?

- Todo lo que implique sexo con una mujer, es música para mis oídos. – Eva suspiraba.

- ¿Y bien?, ¿qué harás respecto a Zoe?

- Darle su espacio. Que ella decida.

- ¿Hasta cuándo una actitud pasiva? ¡Eva!. – Myriam se inquietó un poco.

- Si quieres algo, debes hacer que suceda. – Ofelia apoyaba lo que Myriam decía.

- No voy a forzar las cosas con Zoe, y eso no entra en discusión. Yo sé lo que quiero, es ella la que no está clara en las cosas.

- Bien, Eva, si es tu manera de hacer las cosas, esperemos que te resulte, pero, a veces hay que ir más allá, hay que arriesgarse.

- Y, ¿qué se supone que haga?, ¿darle serenata en la puerta de su casa?

- No es mala idea. – Myriam hacía un esfuerzo infructuoso por no reír.

- Búrlate, es lo que necesito ahorita.

- De hecho, sí, ambas cosas son correctas.

Myriam y Eva voltearon a ver a Ofelia, luego de escucharla decir eso. Ella se levantó, y se acercó hacia la guitarra de Myriam.

- Hey, ¿qué haces con mi guitarra? – Myriam se puso nerviosa.

- Una serenata es una excelente idea, y TÚ vas a ayudarla. – Ofelia ponía la guitarra en manos de Myriam.

- Ok, yo no sé cantar, yo solo sé tocar.

- Y bien que lo haces. – Ofelia le dio un doble sentido a sus palabras, mirando a Myriam provocativamente.

- ¿Quién canta? – Eva preguntaba.

- Eva, una serenata no es solo voz cantada, puedes escribir algo que exprese tus sentimientos, Myriam te haría un acompañamiento musical y luego tendrás a una Zoe lista para todo contigo… eso o unos suegros enfadados, o la vecina arrojándote agua caliente por la ventana, las posibilidades son muchas. – Ofelia reía. – Lo otro es, Eva, está bien reírte de ti misma, no siempre las cosas deben ser un asunto serio o rígido, date la oportunidad de flexibilizar tus actitudes, al menos dentro de una relación. Esto es algo para divertirse, además de amar y crecer con alguien a tu lado.

- ¿Me dejan pensarlo?

- Sabemos que no lo harás, pero te dejaremos ir, total, tú debes tomar las decisiones. – Myriam le dio un espaldarazo a Eva.

Unos minutos más tarde, Eva se iría. La charla dejó algo acalorada a la pareja, y Ofelia no perdió oportunidad de hacerle saber eso a su amada. Se sentó a horcajadas sobre ella y comenzó a seducirla.

- Y usted, ¿qué piensa hacer con estas ganas locas que tengo? – Ofelia besaba el cuello de Myriam.

- Arrancártelas a mordidas.

Sin mucho preámbulo, Myriam comenzó a desnudar a Ofelia, y mientras lo hacía, besaba desesperadamente su cuerpo. Ofelia se aferraba a la melena de su mujer, cerraba los ojos y disfrutaba de sus atenciones. Myriam retiró su sujetador con habilidad, y devoró con afán los senos de Ofelia. Ella se levantó un poco para que Myriam pudiera retirar la licra que cubría su extremo inferior, dejándola completamente expuesta. Sin miramientos, comenzó a empaparse en su humedad, haciendo que Ofelia comenzara a gemir y a moverse cadenciosamente. Sus dedos invadieron su adentro con facilidad, estaba dilatado, palpitaba. Esto estremecía a Myriam, quien no se separaba de sus pechos mientras la embestía.

Cuando Ofelia sintió que el orgasmo venía, se levantó a toda prisa y posó su femineidad en la boca de la pelirroja, quien en unas pocas lamidas, la hizo ver las estrellas, y la hizo sentir que podía tocarlas.

Ofelia estaba desesperada por devolverle el placer a su amor, se hincó de rodillas y bajó sus pantalones, su lengua se dio banquete con los fluidos que de aquella flor manaban a borbotones. Myriam se aferró a su cabello y le dio dirección, Ofelia jugaba con su lengua, retrasando así la descarga de la pelirroja.

Cuando la sintió cerca, retiró su boca y la observó, la vio palidecer, y disfrutaba cómo empujaba su cabeza, buscando contacto nuevamente. En un rápido movimiento, se acercó nuevamente y succionó todo lo que abarcaba su boca, esto hizo delirar a Myriam, quien estalló violentamente, para beneplácito de Ofelia, quien juiciosa bebía hasta la última gota de miel.

Su fiesta seguiría toda la noche, tenían una relación muy pasional, cargada de mucho sentimiento. El sueño dorado de cualquier pareja que se precie de serlo.

Continúa…