Caminos (18)

Por la mañana él se levantó...

Por la mañana él se levantó, Raquel dormía, recogió todo lo de la cena de la noche anterior y puso la cafetera en el fuego, al rato salió ella con los ojos rojos, Oscar la miró.

OSCAR: ¿Qué te pasa en los ojos, has llorado?

RAQUEL: No.

OSCAR: Pues algo te pasa porque los tienes muy rojos, déjame ver.

Se acercaba a ella para mirárselos.

RAQUEL (gritando): ¿Quieres dejarme en paz?, ocúpate de tus cosas.

Se fue y se encerró en la habitación, Oscar se quedó mirándola como un pasmarote sin entender nada, escuchó cómo caía el agua de la ducha y pensó que Raquel necesitaba ducharse para despertarse. Fue preparando el desayuno en la mesa esperando que ella saliera, esperó y no salía, abrió la puerta de la habitación y la encontró sentada en la cama seria, giró la cabeza mirándolo, se le veía preocupada, él se acercó en silencio, estiró la mano.

OSCAR: Va, vamos a desayunar.

Ella se levantó sin cogerle la mano y se sentó en la mesa, él le sirvió el café y le acercó las galletas para que comiera algo, desayunaron en silencio, Oscar veía que algo le pasaba y estaba muy molesta, si ella no quería explicárselo no la forzaría. Cuando acabaron.

OSCAR: ¿Vamos a la playa?

RAQUEL: Sí.

OSCAR: ¿Me explicaras lo que te pasa?

RAQUEL: No.

OSCAR: De acuerdo, no te pregunto más.

Se estiraron en las hamacas mirando el mar, de vez en cuando giraban los ojos para mirarse uno al otro sin decirse nada.

Marina estirada en una lujosa hamaca se dejaba acariciar la piel por el sol totalmente desnuda, se levantó caminando lentamente dirigiéndose al agua de una gran piscina sujetándose el pelo con una goma para no mojárselo, entró por unas escaleras que se iban adentrando peldaño a peldaño en el agua hasta que le llegó a la altura de la cintura, se agachó un poco y se deslizó por encima del agua nadando a braza, toda la piscina era para ella, no dudó en quedarse en la casa de Javier cuando se la ofreció para pasar las vacaciones, sus negocios no le dejaban tener días seguidos para irse. Qué ironía, llevaba años pasándolas en el apartamento que tenían alquilado a medias con su marido muriéndose de asco, un par de meses atrás estaba haciendo planes para ir algún sitio bonito, incluso Rosa su compañera de trabajo le ofreció que se fuera con ella a la montaña, una buena alternativa, además podría ver a Miguel asegurándose buen sexo los días que estuviera allí, pero, cuando le dijo a Javier que estaba mirando algo para el mes de vacaciones le ofreció su casa y la posibilidad de salir con ella algún fin de semana, no se lo pensó dos veces en pasarlas en aquella casa, claro, no era lo mismo, no se podía comparar una mierda de apartamento con una casa como aquella que parecía un hotel.

Por las mañanas estaba un rato sola mientras él salía a atender sus cosas y al medio día ya estaban juntos bañándose. La manera que la trataba, como le pedía las cosas y le ofrecía todo lo que tenía la enamoraba, era tan dulce con ella y a la vez follaba tan duro, solo de pensarlo se le mojaban las braguitas, había tenido la suerte de encontrar a una persona totalmente diferente a las que había conocido y mantenido una relación, la primera un cabrón egoísta, y la segunda cometió el error de casarse con Oscar, nunca se tenía que haber quedado con una persona como él, a ella le gustaban los hombres de otra manera, como Javier, fuertes de carácter, seguros de sí mismos y porque no como le decía su abuela con dinero, se sentía la princesa del cuento que le leía su madre para que se durmiera de pequeña.

Oscar seguía fiel a sus costumbres intentando buscar dentro de su cabeza el motivo del cambio de Raquel aquella mañana, los dos seguían mirando el mar apoyados en el respaldo de la hamaca subido a media altura con las piernas flexionadas por las rodillas. Le habían dicho muchas veces en los últimos meses que tenía que dejar de darle vueltas a la cabeza y decidir más, pero él no estaba de acuerdo, pudo reaccionar rápido a su separación por las conversaciones con Susy, ella fue clara y cruda diciéndole las verdades, lo que seguramente le faltó a Marina si hubiera querido mejorar su relación, si pudo asimilarlo fue por despertar su cabeza antes que su cuerpo procesando todo lo que le decían.

Por un lado Susy con sus largas conversaciones, por otro Raquel, tajante con él, contradiciéndolo en todo, discusión tras discusión para poder defenderse si quería sobrevivir a la vez que lo instruía en lo más básico del sexo, y como colofón su gran maestra del sexo Miriam, que fue quien le dio el empujón definitivo para olvidarse del viejo Oscar y renacer como alguien nuevo entendiendo lo importante que era él sexo, se acordaba de aquella noche con Raquel que la sorprendió, ese fue el momento del cambio, cuando planeó con confianza como la trataría y como le daría placer sin pensar en él, dedicando todos sus esfuerzos a su cuerpo, a sus labios, en definitiva a la preciosidad de mujer con la que estaba pasando las vacaciones.

Él necesitaba asimilar, no podía tomar decisiones si antes no entendía el por qué, de esta manera sabía que afianzaba cada paso que daba, era igual ir despacio, lo importante era avanzar sin vuelta atrás.

Raquel puso plano el respaldo estirándose boca abajo tomando el sol, él hizo lo mismo mirándose con la cabeza apoyada en la toalla, se miraban a los ojos sin decir nada, ella estiró un brazo ofreciéndole la mano para que se la cogiera, él se la agarró sin dejar de mirarla.

RAQUEL: Perdona lo de esta mañana, ¿te importa si voy a dar una vuelta por la orilla para tranquilizarme?

OSCAR: ¿Quieres ir sola?

Raquel movió la cabeza confirmándolo.

OSCAR: De acuerdo.

Se levantó y le dio un beso en la cara caminando para la orilla, él esperó que empezara a alejarse con el agua de las olas llegándole a los pies para meterse en el agua a refrescarse, la seguía con la vista, que bonita era, la veía caminar de espaldas apartándose con la mano el pelo de vez en cuando de la cara, una mujer con la que poder hacer planes de futuro si no fuera por lo roto que estaba, mientras no tuviera claro que iba a hacer con su futuro no podía hablarle a Raquel de amor, no quería precipitarse y cagarla, ya se precipitó una vez y le costó diez miserables años de su vida, no estaba seguro de que quisiera volver a vivir con una pareja estable, pero un cosa si tenía clara, si lo hacía sería con Raquel, en aquel momento o era ella o nadie, se estaba jugando que tal vez ella encontrara a alguien y lo dejara porque él no se lo pedía pero no podía precipitarse, si lo hacía tenía que ser totalmente convencido. Raquel llegó al extremo de la playa y se sentó en una roca mirando hacía donde estaba él, lógicamente no lo veía, estaba dentro del agua con miles de cabezas.

Raquel sentía el aire en la cara mirando aquella bonita playa, intentaba ver las hamacas y a Oscar desde allí, sabía por la referencia del chiringuito que debían estar delante pero las cientos o miles de sombrillas clavadas en la arena que convertían la playa en un bosque de setas no le dejaban ver. Bajó la cabeza mirando el agua como llegaba mansamente chocando con las rocas, pensaba, no podía comportarse así con Oscar, él no se lo merecía, le aguantaba todos sus ataques de mala leche con paciencia, era educado y le gustaba, era con el único que podía estar discutiendo el tiempo que hiciera falta. No imbécil no, no te engañes, tú sabes perfectamente de qué te viene esa mala leche que nadie te aguanta, o te aguantaban, porque la estrategia que habías tenido hasta ahora cuando te interesabas por un hombre no te está funcionando, que fácil había sido hasta conocerlo a él, los tíos no te aguantaban dos discusiones, salían de tú vida pensando que estabas como una puta cabra, Oscar era diferente, con esa imagen de hombre despistado y que hay que proteger, que cabrón, lo fácil que lo viste al principio para amoldarlo a tus necesidades, pensabas que lo tendrías comiendo en la palma de tu mano, para hacerte compañía o darte sexo cuando a ti te conviniera y como ha sabido girar la tortilla. Ahora eres tú la despistada, la que no sabes que hacer, te estás interesando cada día más en él y no sabes cómo pararlo, Dios mío, se te caen las bragas cuando lo ves, cuando te besa, te acaricia, y, y, ¡joooder!, como consigue que te entregues cuando te folla, te está dominando Raquel, está doblegando tú voluntad, no querías enamorarte y estás cayendo de cuatro patas, no puedes permitirlo, te volverán a hacer daño, te romperán y no podrás volver a recomponerte, déjalo, se valiente y déjalo para siempre, aléjate, cuanto más lejos mejor, deja el trabajo y vuelve al pueblo con tus padres, algo encontrarás para ir tirando, no lo necesitas a tú lado, es un hombre como cualquier otro, un cabrón más.

Marina salía del agua mirando las vistas de la ciudad, desde allí arriba parecía poder dominarla, era como en aquellas películas que los reyes vivían en grandes palacios dominando la ciudad, desde donde podían ver al populacho morirse de hambre mientras ellos tenían todo lo mejor. Se giró con una sonrisilla y vio que había llegado Javier con un amigo, uno de esos tipos que parecían modelos y se los traía a casa cuando quería que ella se los follara a los dos, le sonrió a Javier y se relamía por dentro pensando en el día que le esperaba, se iba a poner de sexo hasta arriba.

Raquel volvía convencida de lo que tenía que decirle a Oscar, hasta allí habían llegado, ya estaba bien de jugar como dos adolescentes a ser novios cuando lo suyo no tenía ningún futuro, a partir de ese momento ella haría su vida, lo que a ella le conviniera, un polvo de vez en cuando podía estar bien, pero nada más, nada de caricias y de arrumacos, sexo puro y duro y hasta otra, como lo había planeado en un principio, no iba a enamorarse de él, lo haría servir para sus necesidades y punto. Escuchó un silbido, se giró y vio a Oscar levantarse del agua, la bermuda caída enseñando el principio de los pelos del pubis, el pelo de la cabeza alborotado con un mechón apuntando para aquí y otro para allá, con los brazos abiertos.

OSCAR (gritando): Raquel, esto es una maravilla.

Salió corriendo saltando por encima del agua pensando, “Ya se te están cayendo las bragas imbécil”, se tiró encima de él abrazándolo hundiéndose los dos en el agua, al salir abrazados le miró a los ojos y le puso bien el pelo de la cabeza.

RAQUEL: Que desastre de hombre estás hecho.

Él la miraba sonriendo a los ojos, ella pensaba en que bonita sonrisa tenía, sobre todo cuando se la dedicaba a ella, le sonrió y le comió la boca, como le gustaba besarlo y que imbécil era de no poder aceptarlo, estaba enamorada de él como una tonta por mucho que quisiera disimularlo o esconderlo, pero no podía aceptarlo, no, nunca más se enamoraría. Estaban dentro del agua en un beso eterno, las manos de Oscar le agarraban el culo estrujándoselo, ella le abrazaba apretándose a él rozándole las tetas en su pecho.

RAQUEL: Me estas poniendo cachonda bribón, vamos al apartamento que te voy a matar a polvos cabroncete.

Oscar se reía a carcajadas.

OSCAR: Ves saliendo, yo me quedo un momento o con el espectáculo que voy a liar con la polla tiesa que tengo nos echan de la playa.

Ella se giró descojonándose de risa caminando para ir recogiendo, que Oscar se excitara tan rápido cuando ella le atacaba le encantaba, producirle esa reacción de deseo por ella la volvía loca. Recogió sus cosas y se fue caminando mirándolo a él todavía en el agua riendo.

Oscar llegó al apartamento, cerró la puerta y salió Raquel de la habitación en tanga sabiendo lo que le ponía viéndola en ropa interior, lo besó con pasión.

RAQUEL: Cállate y ven conmigo.

Lo metió en la habitación, le quitó la camiseta y se arrodilló, le besó la barriguita bajando la lengua rozándole la piel a la vez que le bajaba el bañador, sentía el gusto salado del agua de mar, se metió la polla en la boca sin cogerla con la mano ayudándole a sacar los pies para deshacerse del bañador, con una mano se la agarró apretándosela, con la otra le amasó los huevos pegándole una buena succión, a Oscar le temblaron las piernas con un fuerte gemido, Raquel le miró los ojos riendo, le gustaba tenerlo controlado bajo el poder de una buena mamada, se la comió hasta ponerse los dos a mil, Raquel se levantó, subió una rodilla a la cama y se apoyó con las manos encima sacando el culo.

RAQUEL: Fóllame, reviéntame, me tienes ardiendo cabrón.

Oscar se agachó bajándole el tanga y le metió la lengua en el chocho, ella gritó, el cabroncete había aprendido donde le tenía que lamer para darle gusto, él movía la lengua saboreando sus jugos con la nariz en el culo, en ese culo que lo ponía como una moto, Raquel gritaba excitadísima, se levantó, se agarró la polla y se la apuntó en el coño, ella giró la cabeza para mirarle, los ojos se cruzaron y ella se preparó para recibir el pollazo que sabía que le iba a dar, con un golpe seco de caderas la empaló gritando los dos.

RAQUEL: Fuerte, dame duro, destrózame.

Las embestidas de Oscar hacían que se moviera toda la cama y ella no parara de gritar como si la estuvieran matando, le temblaba todo el cuerpo, le había dado tantas instrucciones follando durante un tiempo que ya no le hacía falta ninguna al cabronazo, la volvía loca le hiciera lo que le hiciera, Dios como me sube pensaba Raquel, no lo voy a aguantar, es demasiado fuerte, me mata, me mata, y pegó un grito enorme.

RAQUEL: ¡Caaabrooon!

Se corrió tapándose la boca para ahogar los gritos que no podía evitar pegar, mientras él seguía gruñendo y gimiendo sin bajar el ritmo, se la follaba como le daba la gana y le hacía disfrutar para perder la cabeza, le encantaba por un lado y le tocaba los cojones por otro, no le gustaba estar tan expuesta a él, que la dominara tanto cuando follaban aunque fuera para darle el placer más grande que recordaba haber sentido con un hombre.

Él le agarró la cabeza sentándola en la cama, le acercó la polla a la boca y ella sabía que tenía que hacer, se la agarró haciéndole una buena paja, se la metió en la boca y le hizo la mamada más bestia que podía hacerle, le quería devolver la corrida, volverlo loco de placer, el cabrón se aguantaba sin correrse y ella más se picaba, se metía la polla entera tocándole la garganta aguantando las arcadas por sus ovarios, sacándosela y metiéndosela follándoselo, se iba a correr por sus narices. A Oscar le temblaron las piernas, le palpito la polla y le pegó un primer lechazo en la garganta, Raquel dejó que le entraran en la boca dos más y se sacó la polla pajeándolo para que le llenara de semen la cara mientras se miraban a los ojos desafiándose. Cuando le salían las últimas gotitas por la punta ella se la metió en la boca chupando para acabar de rematarlo.

RAQUEL: ¿Te has quedado a gusto cabroncete?

Oscar le sonreía subiendo y bajando la cabeza. Se ducharon y se estiraron en la cama, el boca arriba y ella a su lado con la cabeza en su pecho pasándole una mano por la barriga, él le acariciaba el pelo.

OSCAR: ¿Me dirás que te pasaba esta mañana?

RAQUEL: Nada, cosas mías, no te preocupes. Descansa que en un ratito te voy a volver a atacar, necesito sexo.

OSCAR: Hazlo cuando quieras, hoy no me he hecho ninguna paja.

RAQUEL: Calla cerdo.

Le besó el pecho y él le enredó sus dedos en el pelo.

OSCAR: Oye Raquel, seguimos siendo amigos, ¿verdad?

RAQUEL: ¿Cómo no vamos a ser amigos con los polvazos que me pegas?

Oscar soltó una carcajada y Raquel pensó qué él estaba con la cabeza peor que ella. Oscar no le había hecho la pregunta gratuitamente, se daba cuenta que la relación estaba cambiando, siempre habían tenido claro los dos que salían como amigos, pero aquello cada vez se estaba pareciendo más a otra cosa y lo acojonaba.

OSCAR: Raquel.

RAQUEL: ¿Qué “pesao”?

OSCAR: Tú me sabrías explicar que pasó en el barco con la puesta de sol.

Ella no contestaba haciéndose un silencio.

RAQUEL: Nada.

OSCAR: ¿Nada?, pues yo creo que pasó algo mágico.

RAQUEL: Lo mágico es que tengas la polla otra vez tiesa mamoncete.

Se la agarró pajeándola lentamente, Oscar se partía de risa. Raquel se le subió encima cabalgándolo pegando otro buen polvazo con otra gran corrida de ella, se dejó caer encima de él, Oscar la puso a un lado de espaldas haciendo la cucharita besándole el cuello por atrás.

OSCAR: ¿Estás bien?

RAQUEL: Ya estoy satisfecha, no te voy a atacar más de momento.

A ella se le escapaba la risilla, él se iba colocando, le pasó dos dedos por el chichi arrastrándole flujo para colocárselo en el culito lubricándolo, Raquel al notarlo supo lo que buscaba, no dijo nada, cerró los ojos y le dejó hacer lo que quisiera, se lo había ganado. Oscar le colocó la punta de la polla en el agujerito moviéndola con paciencia esperando que se fuera abriendo un poco, cuando notó que la punta cogía el camino correcto apretó las caderas metiéndole el capullo, Raquel se movió al sentirlo dejando ir aire por la boca.

OSCAR: ¿Todo bien?

RAQUEL: Sí, tú disfruta.

Raquel le puso una mano encima de la cadera estirando de ella para que la metiera un poco más, la fue introduciendo hasta que ella le paró, él le besaba el cuello y con la mano le acariciaba el cuerpo, Raquel volvió a estirar y se la fue metiendo hasta llegar al final, ella le apartó la mano pensando que ahora era cosa de él, Oscar con mucha paciencia la fue sacando y metiendo muy despacio hasta conseguir dilatárselo, Raquel estaba con los ojos cerrados esperando que él acabara, le gustaba que no fuera impaciente y se tomara las cosas con calma para no hacerle daño, Oscar cuando notó que estaba lubricado y dilatado fue aumentando el ritmo, Raquel abrió los ojos de golpe, ese cabronazo le estaba dando gusto por el culo, había conseguido hacerlo tan suavemente que pasó de la impresión un poco desagradable del principio a excitarse notando su polla dentro, él vio que ella empezaba a pasárselo bien soltando el aire por la boca entrecerrando los ojos, le mordió el cuello y le levantó la pierna, le agarró una mano bajándosela al coño con la suya encima para que se masturbara, Raquel no se lo podía creer, se iba a hacer una paja mientras se la metía en el culo Oscar, el mismo tío que meses atrás se corría solo con mirarlo, se fue masturbando con la mano de Oscar encima, él aceleraba las penetraciones gimiendo, a ella se le aceleraba el corazón, se metió dos dedos en la vagina y se sintió follada por delante y por detrás, pegó un grito, otro, y al tercero se le juntó el de Oscar corriéndose los dos a la vez. Se la sacó con mucho cuidado quedándose los dos quietos, con sus brazos rodeándole el cuerpo y sus labios besándole la cabeza.

RAQUEL: Eres un cabrón.

OSCAR: ¿Yoo?

RAQUEL: Sí tú, vas de inocentón por la vida y eres el tío más cabrón que he conocido, y mira que tengo un máster en conocer a hijos de puta.

OSCAR: No sé porque lo dices.

RAQUEL: Cállate que me tienes contenta.

Oscar le besó el cuello con suavidad y a los dos se les escapó una risilla.