Camino de perfección
El placer de ser sometida
Camino de perfección.
La mujer, cubierta por una túnica de algodón, colgada por las muñecas del techo, con sus pies apoyando, en el frío suelo de cerámica, sabía que iba a ser azotada. Su cuerpo pleno, redondeado por una vida sosegada, se marcaba en la tela.
Comenzaron a caer los golpes, uno tras otro, primero en la espalda, luego en las nalgas.
Rosario se paró frente a ella, sabía lo que tenía que hacer, era una rutina repetida todos los viernes. Azotar los pechos, después el vientre.
El coro repetía una y otra vez el mismo canto: "Sometida, atada, azotada, despreciada, así serás perfecta"
El orgasmo le venía a Teresa, su mirada se perdía en el techo.
" Señor mío, mi dueño"- murmuró en el torrente de placer bajo el látigo.
"Es una santa, está en compañía de nuestro Señor"- dijo Sor Herminia a Sor Julia.
"Es una santa"- abundó la otra hermana, dejando un momento de cantar.