Camino al Santa Lucía (2)

La primera noche ente Carlos y Alicia no había terminado aún.

Habían pasado veinte minutos desde que Alicia se había ido, casi corriendo, de mi casa. Eran las 9 y media y ya había terminado la cerveza. Me acerqué de nuevo a la cocina, preparé algo para cenar, cogí otra lata de la nevera y volví frente al televisor. Haciendo zapping, vi que iba a empezar “Réquiem por un sueño” y, aunque ya la había visto hace un tiempo, decidí volver a verla.

Una hora después, sobre las 11, estaba tumbado aún en el sofá, metido de lleno en la película, cuando sonó el timbre del portal. Apagué el sonido de la televisión y me levanté preguntándome quién sería. A esas horas nadie solía llamar. Descolgué el interfono.

  • ¿Quién es?

  • Soy yo, Alicia.

  • Eh... sube. - dije abriendo la puerta del portal desde el telefonillo

Mientras Alicia subía, llevé los restos de la cena a la cocina y comencé a pensar en que motivo la había traído de vuelta. Podía ser que se hubiese olvidado algo o quizá volvía a terminar lo que habíamos empezado. Esperé en la puerta de casa hasta que la vi saliendo del ascensor. Nos saludamos con un beso en la mejilla, la invité a pasar y cerré la puerta. Allí, en el hall de entrada, la miré a los ojos.

  • Eh, bueno ¿te has dejado algo?

  • No no... es que... creo que tenemos... que hablar de lo que pasó

La hice pasar al salón para sentarnos en el sofá.

  • ¿Sólo hablar? ¡Qué desilusión!. Pensé que venías a por tu parte, a terminar lo que habíamos empezado. - lo dije en tono de broma, para romper el hielo, pero con toda la intención de animar el momento.

  • Jeje... siento haberme ido de esa manera, pero había quedado para la fiesta con mis amigas y... también iba a estar mi... novio... aunque creo que...

  • ¡Tienes novio! - exclamé, aunque bastante seguro de que no sería un problema

  • …ya no, la verdad. Cuando me intentó besar en la boca al llegar al Berlín, notó un olor... y un sabor... diferente – Dijo intentando no reír.

  • ¡Vaya!

  • Si... y bueno... una de mis supuestas amigas apoyó la afirmación de mi novio de que yo había... ya sabes... aunque tampoco intenté explicar nada... pasé del asunto y estuve con otra parte del grupo durante la fiesta.

  • Y ahora estás aquí de vuelta.

  • No se... comí y bebí algo... pero no podía dejar de pensar en lo que pasó. Ni siquiera bailando con con mis amigas te quitaba de mi cabeza. Después de un rato dije que no me encontraba bien y... aquí estoy... contigo.

Me moví para acercarme un poco más a ella. Puse una mano en su rodilla y otra en su hombro. Por un lado quería volver a reanudar lo que habíamos dejado a medías pero no quería aprovecharme. Alicia parecía una buena chica. Mis datos se limitaban al comportamiento que veía con su hermana camino del Santa Lucía, pero eran suficientes para ver bondad, paciencia y madurez. Su intento de hurto en el bazar debió ser la primera vez y con seguridad no lo repetiría. Me tomé unos segundos de reflexión.

  • Alicia, no quiero que hagas algo de lo que te arrepientas. Podemos seguir dónde lo dejamos u olvidar lo sucedido y hacer como si esta tarde no hubiese sucedido nada.

  • No quiero que pienses que soy una alocada por lo que hice en el bazar, no tenía suficiente dinero para todo... tomé una mala decisión... y no se repetirá. Por lo demás, estoy segura de lo que hago, ya soy mayorcita.

Se acercó a mi y me besó en los labios. Nuestras bocas se abrieron y nuestras lenguas se tocaron ligeramente en varias ocasiones, para luego enlazarse con lujuria. Puso sus manos sobre mis hombros para abrazarme y se echó sobre mi, quedándonos tumbados en el sofá. Cuando intenté acariciar su espalda percibí que era complicado por la posición, así que tomé su cara entre mis manos y con dulzura la alejé un poco de mí.

  • Vamos a la cama preciosa. Allí estaremos más cómodos.

Nos levantamos del sofá y fuimos a mi habitación con los dedos de nuestras manos entrelazados. De pie, al lado de la cama comenzamos a besarnos, sin prisas, disfrutando cada instante. Al cabo de un rato Alicia cogió mi camiseta y la fue subiendo poco a poco hacia arriba. Ayudé en su misión y me separé de sus labios para quitármela por completo y dejarme el torso desnudo. Me acarició el pecho y abdomen para luego volver a entregarme su boca.

  • Estás muy bien Carlos, no me esperaba ésto.

Se separó de mi y se alejo unos pasos. Mirándome a los ojos, se desabrochó los tres botones de su chaqueta y la dejo caer al suelo. Se quitó los zapatos, bajo la cremallera de su falda y dejó que descendiera hasta sus pies. Alicia estaba en ropa interior con sólo una fina blusa blanca encima. Era una visión celestial y ya me había excitado. Bajé mis pantalones, me salí de ellos y los aparté, quedándome sólo con mi bóxer y una, más que evidente, erección. Recorrió con su mirada mi cuerpo, como yo ya había hecho con el suyo, deteniéndose en el notable bulto de mi entrepierna. Mordiéndose el labio inferior comenzó a desabrochar su blusa. Unos segundos después pude ver perfectamente su figura, vestida solamente por unas braguitas y un sujetador malva. Llevó sus manos a la espalda y se soltó el sujetador, acabando éste junto al resto de su ropa. Simultáneamente llevó sus brazos al pecho para cubrirse, más como provocación que por reparo. Entendí que era mi turno y me quedé desnudo por completo ante ella, con mi pene totalmente duro apuntando al techo.

  • Eres la cosa más bella que han visto mis ojos – le dije acercándome

La cogí en brazos y recorrí el metro que nos separaba de la cama, mirando su rostro. Lentamente la posé en el centro de la cama. Retiró sus brazos y por fin pude ver sus preciosos pechos que antes sólo podía intuir bajo su ropa. Tenían un buen tamaño y la firmeza que sólo se encuentra en una chica de su edad. Me situé a sus pies y, con lentitud, acerqué mis manos, agarré sus braguitas y las fui bajando por sus piernas hasta dejarla completamente desnuda. Juntó sus piernas. Me acerqué a ella gateando y, apoyado en mis brazos, la besé introduciendo mi lengua en su boca con auténtica lascivia. En mi pene podía notar el roce de su vello púbico, perfectamente recortado. Mi deseo era penetrarla con decisión pero estaba ante una diosa, merecía más. Liberé su boca y comencé a besar su cuello. Bajé a sus pechos y seguí besando. Lamí sus pezones con la punta de mi lengua, estaban duros, mostrando su excitación. Comencé a chuparlos a la vez que Alicia soltaba sus primeros gemidos. Cuando los solté y comencé a bajar hacia su monte de venus acariciando su abdomen con mis labios, no podía estarse quieta, suspiraba, deseaba que llegara a mi destino. Separó sus piernas y flexiono sus rodillas, y su sexo quedó totalmente expuesto. Bajé mi cabeza y besé la parte interior de sus muslos, acercándome a su vagina y luego volviéndome a alejar.

  • Aaaah... Carlos... por favor... no me hagas sufrir... cómemelo ya...

  • Como quieras preciosa

Pasé mi lengua por sus labios menores, varias veces y con mucha suavidad. Luego los abrí suavemente con ambas manos y le lamí todo el coñito, Primero lo hacía a lo largo, de arriba abajo, después haciendo zigzag para llegar a todos los rincones, luego metía mi lengua en su vagina y ejercía una ligera presión para terminar subiendo de nuevo y estimular con extrema suavidad su clítoris. Seguidamente volvía a iniciar el ciclo observando sus reacciones.

Alicia se retorcía de placer, gemía y jadeaba, completamente acalorada. Su coñito estaba mojado, lleno de jugos que me bebía con gusto. Después de un tiempo disfrutando de su sabor comencé a introducirle un dedo en la vagina y lo moví adentro y afuera. A mismo tiempo, con mi lengua acariciaba su clítoris o bien lo chupaba con sumo cuidado. Unos segundos después se tensó por completo y comenzó a temblar, había llegado al orgasmo.

  • Aaaaah, jo.. der...

  • ¿Te ha gustado? - le dije riendo, sabiendo la respuesta

  • Ha sido uno de mis mejores orgasmos.. de verdad... lo comes muy bien.

  • Jaja, lo sé. El truco está en hacerlo con gusto, sin prisas y estar atento a ti en todo momento.

  • Ya... y practicar. Seguro te has comido muchos...

  • Jaja, unos pocos.

Me tumbé al lado de Alicia con la espalda apoyada en el colchón. Al verme, se situó de lado, de forma que nuestras pieles desnudas entraran en contacto. Apoyó su cabeza en mi hombro, me abrazó con su brazo derecho y colocó su pierna, ligeramente flexionada, encima de la mía; dejando su rodilla a unos centímetros de mi pene. Mientras, ayudé a que se relajara acariciando su linda piel.

  • Eres tan... no puedo creer...

  • Mmmm – murmuró mientras me abrazaba con más firmeza

  • Hace unos días eras sólo la sombra de una ilusión y ahora estás a mi lado... desnuda... abrazándome...

  • Mmmm me gusta estar así...

  • Y a mi preciosa

  • ...pero quiero más Carlos. Quiero sentirte dentro de mi.

Movió su mano derecha bajando lentamente desde mi hombro hasta agarrar mi pene. Comenzó a mover arriba y abajo mientras que sus labios buscaron los míos, para darnos un beso largo y húmedo. Cuando sintió que mi miembro estaba de nuevo completamente duro, se situó de rodillas sobre mi y lo colocó con su mano a la entrada de su vagina. Luego se dejo caer introduciendo mi pene por completo en su chorreante coñito. Era estrecho y notaba su calor en cada centímetro de mi miembro.

  • Ahh, que ganas tenía de sentirte dentro de mi.

Comenzó a mover sus caderas adelante y atrás mientras yo recostado sobre el cabecero de la cama comencé a chupar sus duros pezones. Sus movimientos eras lentos, buscando que mi pene la penetrará lo más profundo posible. Estaba en la gloria. Cogí su cabeza y acerqué la mía para besar su boca. Después, me empujó de nuevo hacía abajo, colocó las palmas de sus manos sobre mi pecho y comenzó a dar pequeños botes sobre mi, subiendo y bajando sobre mi pene pero manteniendo siempre el capullo dentro. Coloqué mis manos en su cintura para ayudar al movimiento. Alicia daba pequeños gemidos con cada penetración. Sudaba por culpa del calor y de la excitación y su rostro estaba totalmente encarnado. Al cabo de un rato, observé que sus movimientos de hacían más lentos por el cansancio. La detuve sujetando con firmeza su cadera.

  • Túmbate preciosa

Se tendió en la cama y abrió sus piernas a modo de invitación. Me coloqué sobre ella apoyando mis manos sobre la cama, a la altura de sus pechos y con los brazos estirados. Flexioné un instante los brazos para probar su boca de nuevo y seguidamente situar mi pene a la entrada de su vagina. Lo introduje lentamente, centímetro a centímetro, notando como las paredes se acoplaban a mi. Lo saqué y volví a repetir el proceso dos veces más para luego comenzar a moverme dentro de ella.

Empecé lentamente mirando su preciosa cara y viendo su reacción.

  • Aaah Carlos, sigueeee.

Poco a poco fui incrementando la velocidad escuchando sus gemidos llegando a penetrarla con fuerza. Yo estaba a punto de explotar, aquello era demasiado placer, no iba a aguantar mucho más.

  • Dale, dale fuerte... aaah

  • ¿Te gusta asiii? ¿Te gusta que te den duro eh?

  • Siii... sigueeee

Aumente un poco más la velocidad.

  • Me voy a correr...

  • Yo casi estoy...

Alicia cruzó sus piernas sobre mi culo impidiéndome que saliera.

  • Aaaaaah aaaaaah aaaaaah – grité y le llené su coñito con tres chorros de semen

  • Aaaaaah Aaaaaaaaaaaaaaaah

Al sentir el tercer chorro caliente que la llenaba por dentro Alicia tensó su cuerpo, presionó con fuerza sus piernas sobre mi para sentirme bien dentro y se retorció en la cama en un tremendo orgasmo. Instantes después, me liberó de sus piernas y me salí de ella, pudiendo observarla tumbada en la cama, con los ojos cerrados, completamente sofocada y con el cuerpo tembloroso. Abrió sus ojos y me miró.

  • Carlos... prométeme que habrá más veces – dijo con voz melosa

  • Prometido... será algo muy fácil de cumplir – le dije sonriendo

Me tumbé a su lado y nos abrazamos. Estuvimos unos minutos hablando, dándonos besos entre preguntas y respuestas. Luego la invité a ducharse, algo que hice yo también. Mientras uno estaba bajo el agua el otro observaba sentado, a la vez que seguíamos conociéndonos. Tuvimos tiempo para abrazarnos y sentir de nuevo nuestra piel desnuda. Mi pene quería reaccionar de nuevo, pero no era el momento. Aún en el baño, con un par de toallas alrededor de nuestros cuerpos miré sus preciosos ojos verdes.

  • ¿Quieres quedarte? Puedes dormir aquí...

  • Mmmm... sí, pero no puedo levantarme tarde, no quiero tener que dar explicaciones en casa

Cogidos de la mano volvimos a la cama. Hablamos largo y tendido para luego relajarnos por completo y quedarnos dormidos. Ella se durmió antes, yo me quedé un rato más pensando en como afrontar lo que pudiera venir. Había algo que tenía claro, aquello no iba a ser algo de una noche.