Camino al Santa Lucía (1)

A veces se producen hechos casuales que provocan cambios y poco a poco, lo que parecía una quimera, se hace real.

Me llamo Carlos y tengo 39 años. Tengo el pelo negro y la piel bastante clara, los ojos grandes y oscuros y siempre me han dicho que era guapo, sin más, lo que para mi vendría a ser del montón tirando un poco para arriba. Mido 1.75 y de cuerpo podríamos decir que estoy fuerte. Aunque hago pesas habitualmente y salgo a correr, me gusta demasiado la comida y la cerveza para estar definido.

En el momento en que comienza esta historia, tenía 30 años y me había divorciado hace 2. A mi ex mujer le ofrecieron una extraordinaria oportunidad laboral en el extranjero y no logramos ponernos de acuerdo en como seguir juntos, por lo que después de un año separados, decidimos terminar definitivamente con nuestra relación. Me quede con mi hijo ayudado por mis padres, porque ella, tras discutirlo en más de una ocasión, termino aceptando que no tendría tiempo para atenderlo y decidió elegir su carrera antes que a la familia.

Por aquel entonces todas las tardes, llevaba a mi hijo Pablo, de 5 años a su colegio, el Santa Lucía. Era un colegio católico que antiguamente administraban al completo monjas. En la actualidad seguía siendo un colegio religioso y, aunque ya no quedaba ninguna hermana ni en la administración ni en la docencia, mantenían ciertas tradiciones como los rezos matutinos de todos alumnos y, como no, los uniformes, aunque éstos no eran ya obligatorios en la etapa de bachillerato. Los niños de infantil y primaria, tenían jornada partida, por las mañanas de 9 a 12:30 y por las tarde de 3 y media a 5 y media. Eso me permitía salir de la oficina a tiempo de llevar a Pablo a la escuela. Los alumnos de secundaria y bachillerato tenían jornada continua de 8:00 a 14:30.

Por el camino, como es lógico, nos encontrábamos con otros alumnos del colegio que compartían nuestra ruta. Un par de veces por semana, era habitual que nos cruzáramos con una niña poco mayor que mi hijo, que parecía realmente insoportable, y que iba acompañada por su hermana mayor, una chica realmente guapa y cuyas curvas hacían imposible que no me fijara en ella. Como supe después, se llamaba Alicia, tenía 18 años y estaba en su último año en el Santa Lucía.

Alicia medía sobre 1,60, tenía una larga melena rubia y una cara preciosa. Las veces que teníamos la suerte de cruzarnos con ella, era habitual verla con leggins y, desde que habían llegado el buen tiempo, solía acompañarlos con tops que dejaban intuir el buen tamaño de sus pechos. Había días afortunados, pocos para mi desgracia, en que tenía la suerte de tenerla, llevando a su hermana, solamente unos metros delante de mi. Esos días, me era imposible prestar atención a lo que me decía mi hijo y me deleitaba todo el camino mirándole el culo. En contadas ocasiones vestía voluntariamente de uniforme algo que la hacía aún más deseable. Cuando coincidíamos cara a cara, uno aún de ida y el otro ya de vuelta del colegio, alguna vez cruzábamos miradas de esas que cruzas con gente que conoces, pero sólo de vista, de verlos por el barrio una y otra vez.

Un día, creo que ya era Mayo, estaba despistado con mi hijo, que agitaba su mano despidiéndose desde el portón del colegio mientras yo me alejaba y, al darme la vuelta para seguir mi camino, me encontré con Alicia y su hermana. Fue tan repentino, que no procesé bien la información e instintivamente la saludé con un “¡Hola guapa!”. Lo interesante fue que su reacción también fue la de saludarme, sorprendida, con un “¡Hola!”. Desde ese día y hasta que finalizaron las clases, a mediados de Junio, siempre que nos cruzábamos nos saludábamos con una sonrisa.

Todo habría quedado en eso si no se hubiese dado un hecho que cambiaría todo por completo.

Justo después de terminar las clases Pablo se fue con sus abuelos al pueblo mientras yo me quedaba en la ciudad trabajando. Luego, en Agosto, les acompañaba los 20 días que tenía de vacaciones. Ellos volvían en Septiembre, justo antes de que empezara el nuevo curso.

Un sábado, a principios de Julio, acudí al Bazar Chino que tenía a una manzana de casa para comprar unas cosas que necesitaba. Debían ser poco más de las 8 de la tarde cuando me encontraba en el mostrador dispuesto a pagar e irme. La señora que estaba en el mostrador dejó de atenderme para detener a una chica que se disponía a salir de la tienda soltándole un enérgico “¡Espera... y enséñame lo que llevas en el bolso!”. La señora salió del mostrador y la chica se detuvo y, visiblemente nerviosa, se dio la vuelta. Era ella, Alicia, pero estaba completamente diferente. Parecía mayor. Muy arreglada, probablemente para salir con sus amigas o su novio. Maquillada, con una falda corta gris y una blusa blanca casi totalmente tapada por una fina chaqueta negra de punto. Unos zapatos negros completaban su atuendo. Estaba preciosa.

La señora se acercó para que le enseñara el bolso y Alicia lo abrió. Allí aparecieron varios collares de flores y otros artículos de fiesta que había cogido en la tienda. La señora le obligó a devolverlos y comenzó a echarle una bronca de las gordas y a amenazar con llamar a la policía. Alicia comenzó a llorar, no parecía acostumbrada a ésto. Me miró. Sus ojos me pedían ayuda y aunque sabía que ella había obrado mal, actué. Le dije a la señora que dejase de gritar y que yo le pagaba lo que había intentado robar la chica, ella no volvería a pasar por allí y se olvidaba el tema. No sin protestar, acepto el trato.

Pagué sus artículos de fiesta y mis cosas y salimos juntos del bazar. Me dio las gracias, finalmente nos presentamos con un par de besos. Por inercia, comencé a caminar hacia mi casa con ella a mi lado. Le ofrecí un pañuelo para que se limpiase las lágrimas y el maquillaje estropeado por las mismas.

  • Bueno... Alicia, me imagino que hoy vais a celebrar algo.

  • Si, quedé con mis amigas un poco más tarde para celebrar que pasamos las pruebas acceso a la Universidad.

  • ¡Qué bien! ¿y qué vas a estudiar?

  • La verdad es que no lo se, en casa me obligan a estudiar una carrera pero a mi me gustaría más buscar un trabajo e irme de casa de mis padres en cuanto pueda.

  • A esta edad todos estamos cansados de vivir con nuestros padres, pero yo aguanté aún unos años para sacar la carrera – Le digo sonriendo

  • Yo no creo

  • Piénsalo bien Alicia...

Llegamos a mi portal y Alicia seguía allí conmigo. No sabía muy bien cómo actuar después de lo sucedido pero si me dí cuenta que quizá quisiera arreglarse.

  • Vivo aquí mismo – le dije señalando el portal – si quieres, puedes subir a arreglarte arriba

  • No sé, me da un poco de corte. Estarán tu mujer y tu hijo. No sé.

  • Si es por eso, no te preocupes. Pablo está de vacaciones con sus abuelos... y a mi ex mujer hace más de dos años que no la veo. Solamente ha venido dos veces a ver a su hijo y ni siquiera nos hemos molestado en coincidir.

  • Vaya, lo siento. Entonces sí no te importa voy a subir a arreglarme en un momento.

  • Sin problema, adelante.

Entramos en el portal y subimos al tercer piso en silencio. Hacía bastante que no llevaba ninguna mujer a casa y aunque ésto sólo fuera un momento y algo, forzado por las circunstancias, no podía evitar tener hormigueo en el estómago. La belleza de Alicia unida con su juventud, me provocaba algunos nervios, aunque exteriormente no se notase. Abrí la puerta.

  • Ven, sígueme... aquí tienes el baño para que puedas arreglarte.

  • Ok. Gracias Carlos.

Se situó frente al espejo, sacó de su bolso varias cosas y comenzó a retocarse. Yo me quedé observando desde la puerta, abobado ante la hermosura de aquella chica. O mujer más bien, porque era diferente verla así, sin su ropa de sport habitual o su uniforme. Mientras se arreglaba, comencé a fantasear con que se estuviera preparando para salir a cenar conmigo... luego pasearíamos y volveríamos a casa para tenerla desnuda entre mis brazos y hacerle el amor. Así estaba, absorto con mis pensamientos, cuando se giró hacia mi.

  • Carlos... Carlos... Carlos...

  • Sí, dime – le dije despertando de mi fantasía

Alicia había terminado. Cada instante que pasaba me parecía más bella. Mantenía cierto rubor en su rostro, no se si aún por la desagradable experiencia en el bazar o por el nuevo maquillaje. Me sonrió y me preguntó, con un tono claramente coqueto.

  • ¿Qué? ¿Estoy guapa?

En los eternos 10 segundos que tarde en reaccionar me dio tiempo a dudar, para luego convencerme a mi mismo, de que la pregunta tenía una pizca de provocación porque, no nos engañemos, si obviamos mis pensamientos, no venía a cuento.

  • No estás guapa, estás guapísima... pero tú siempre lo estás.

  • ¿A sí? - preguntó, claramente flirteando

  • Sabes que sí. Una chica como tu tendrá una legión babeando. De hecho, si tuviese unos años menos...

No terminé la frase a propósito para devolver la pelota a su tejado. Sin embargo, Alicia no se sorprendió lo más mínimo y se la veía muy tranquila, lo cual me chocaba teniendo en cuanta la situación.

  • Ja ja, ni que fueras un viejo ¿tienes 30 o así verdad?

  • Si, 30.

  • Estaba segura. ¿Sabes?

  • Dime

  • Soy joven, pero se interpretar tus miradas cuando nos cruzamos camino del Santa Lucía. Apostaría que te gusto.

Se hizo de nuevo el silencio. Estaba bloqueado. Por un lado me encontraba en una situación excitante, pero nada me aseguraba que ella se sintiese atraída por mi, era algo poco probable, algo difícil de ver, sobre todo para alguien que llevaba fuera de juego un tiempo.

Alicia dio tres pasos, con una ligera pausa entre ellos, para acercarse a la puerta del baño y quedarse a medio metro de mi. Lentamente acercó sus labios a los míos y me besó. Iba ser un beso corto, dulce, para asegurarse. Noté que la presión disminuía y poco a poco se separaba de mi. Era ahora o nunca. Me fui moviendo hacia ella evitando que el beso terminara y di un paso subiendo el escalón del baño para acercarme quedando solamente a unos centímetros. Alcé las manos, cogí suavemente su cabeza y recuperé el beso. Acerqué mi lengua a su boca observando su reacción. Alicia la abrió, me recibió con la suya y comenzamos a entrelazarlas en un beso húmedo y apasionado.

Estaba excitado y había comenzado a tener una erección. Mis manos bajaron de su rostro a su cuello, acariciándolo, sintiendo su joven y cálida piel. Luego bajaron por su espalda continuando las caricias. Ella se dejaba hacer mientras que la razón huía de mi, y no me detuve. Seguí bajando y le agarré el culo por encima de la falda, con firmeza, con ambas manos, para pegarla a mi. En estos momentos Alicia podía sentir la dureza de mi pene con seguridad. Seguíamos besándonos, ella había iniciado el juego, yo había aumentado la apuesta y no me detenía. Se dejaba hacer y parecía estar disfrutando.

Levanté su falda y comencé a amasar su culo directamente, sin tapujos. A su vez, comencé a mover mi pelvis, frotándome con ella. Gimió, bajó sus manos y se separo ligeramente para desabrocharme los pantalones. Introdujo una y comenzó a acariciar mi pene por encima del bóxer, notando toda su dureza y sus ganas de salir. Separó su boca de la mía y nos miramos. Jadeaba, estaba ruborizada, excitada y quería seguir jugando.

  • Te lo dije. Sabía que te gustaba.

  • Pues yo ni imaginaba que te gustaba a ti.

  • Me gustas desde hace mucho, tienes algo, no se...

  • A mi me gustas desde que te vi por primera vez camino del colegio. Luego al verte con esos leggins ajustados y esos tops, comencé a desearte, pero nunca pensé...

Sin dejar de mirarme, metió su mano dentro del calzoncillo, me agarró el miembro y lo sacó de su prisión. No era muy grande pero estaba dura como una piedra. Comenzó a subir y bajar su mano masturbándome.

  • ¿Te gusta?

  • Siii...

Se arrodilló lentamente, mirándome a los ojos, y me bajó los pantalones y los bóxer hasta los tobillos. Mi pene quedó a la altura de su cara y me la seguía meneando con su mano derecha.

Sin soltarla, acercó su lengua y lamió todo el tronco a lo largo, por la parte de abajo. Giró la cabeza y volvió a la lamer a lo largo. Escupió en él, volvió a masturbarme y alzo la vista de nuevo.

  • Seguro que me habías imaginado alguna vez haciéndote ésto.. ¿verdad?

  • Aaah, si Alicia... me toqué muchas veces pensando que me la chupabas y...

  • ¿Y qué más? ¿Qué te imaginabas?

Bajó su mano izquierda, la metió por dentro de su falda y comenzó a tocarse. A su vez volvió su atención a mi pene. Recorría con su lengua el contorno del capullo y luego se lo metía en la boca, se la sacaba, movía su mano arriba y abajo varias veces y volvía a empezar.

  • Dímelo Carlos, dime que te imaginabas

  • Aaah, me imaginaba que te tenía entera para mi Alicia. Te tenía desnuda y podía comerte enterita. Te lamía los pezones y besaba y acariciaba todo to cuerpo, bajando poco a poco hasta llegar a tu rajita. Allí... aaah, me detenía largo tiempo para saborear todos tus jugos mientras gemías de placer cayendo en numerosos orgasmos. Luego me ponía encima de ti, te penetraba poco a poco y comenzaba a moverme lentamente dentro de ti mientras te miraba a los ojos. Después incrementaba el ritmo hasta que nos corríamos juntos llenándote completamente con mi simiente.

Alicia se seguía tocando, pero estaba más centrada en mi. Se metió mi pene casi por completo en la boca y comenzó a mover su cabeza adelante y atrás mientras que con su mano derecha me masajeaba los testículos. Comencé a ayudar con un movimiento, suave, para no incomodarla.

  • Ahh, estoy a punto... me voy a correr

Cogió de nuevo mi miembro con la mano y comenzó a moverla mientras me chupaba el capullo. Iba incrementando el ritmo poco a poco.

  • No aguanto más.

  • Córrete en mi boca, quiero probar tu leche bien calentita – dijo como pudo, con mi pene en la boca, jadeando y visiblemente sofocada

-Aaaaaaaaah me corroooo

Alicia no se lo sacó y recibió cuatro chorros de semen en su garganta que se fue tragando poco a poco. Luego me lo cogió y fue limpiando con su lengua tomándose hasta la última gota.

  • Joder Carlos, me encanta tu sabor

  • Ahh, puedes repetir cuando quieras preciosa

  • Jeje, vale, pero ahora... ¿me vas a dejar así?

  • Ni lo sueñes... ahora me toca probarte a mi.

Me subí los pantalones y cogí de la mano a Alicia para llevarla a mi habitación. Nada más salir del baño sonó su móvil. Alicia dudó un momento para luego soltarse de mi mano y volver al baño, dónde estaba su bolso. Cogió su móvil, miró la pantalla y deslizó su dedo sobre ella aceptando la llamada mientras yo, de nuevo en la puerta, volvía paulatinamente a la realidad intuyendo como la excitante tarde podía terminarse.

  • Hola

  • Ya son más de las nueve ¿dónde andas? - se escuchó al otro lado del móvil

  • Eeeh, bueno... es que me encontré con mi prima, nos pusimos a hablar y...

  • Pues vente para acá. Estamos ya todos en el Berlín, esperándote.

  • Mmm, ok... voy para allá, llego en 10 minutos o así

Mis temores se hacían realidad y todo finalizaba de modo abrupto. Sonrojada y aún excitada, Alicia guardó el móvil en el bolso, colocó bien su falda y su chaqueta de punto, se acercó a mi y me dio un beso rápido en la mejilla, rozando un poco el extremo de mis labios. Se dio la vuelta y caminó rápido hacia la puerta.

  • Me voy – dijo sin mirar atrás

Abrió la puerta y se fue, mientras yo lo veía todo desde el pasillo, junto a la puerta del baño. Segundos después sacudí mi cabeza, como queriendo aclarar mis ideas y salir del estado casi hipnótico en que me hallaba. Me fui a la cocina, cogí una cerveza de la nevera y luego me dirigí al salón. Me senté en el sofá y encendí el televisor buscando el canal de Eurosport. Abrí la lata de cerveza y bebí. Era incapaz de atender al partido de snooker que estaban dando. Mis pensamientos estaban en otro lado.