Camino a las nuevas vacaciones de Sandra :) (1/6)

Sandra y Walter se preparan para reencontrarse con sus amigos y planificar las nuevas vacaciones, destinadas a sobrepasar a las primeras. También aguardan a sus nuevos amigos. En esta ocasión, veremos cómo se integra Rogelio, un amigo de Walter, al que invita a participar en un trío con Sandra.

Kleizer

NOTA: Hace tiempo he deseado dar inicio a la 2a serie de las Vacaciones de Sandra, para lo cual, es mi intención presentar a dos parejas nuevas, para un total de cinco parejas, o sea, diez personas. Los personajes originales son, por pareja, Sandra y Walter, Erica y Efraín y Viviana y Gerardo; las nuevas parejas son Jessica y Carlos, y Mei Ling y Rogelio. Pero de tantas ideas que se me ocurrieron, me pareció oportuno una especie de prólogo extenso, para explicar de dónde aparecen estos personajes y cómo deciden acompañar a los veteranos al campamento de orgías. También me parece correcto ahondar un poquito al menos, en las cuestiones sentimentales o psíquicas que pueden desarrollarse en este contexto, incluyendo preferencias, celos, temores, etc. para humanizar aún más a mis personajes. Hace varios meses se me presentó la oportunidad de integrarme a una orgía, y pude ver que son más improvisadas y variopintas de lo que uno podía imaginarse (una lesbiana, una bisexual, un homosexual, un bisexual, yo no me cuento porque deserté, lo sé, soy un fiasco, una deshonra, no fui más valiente que Mei Ling, mi taiwanesa ardiente), pero sí sentí en carne propia las sensaciones y deliberaciones internas que uno se hace ante una propuesta de esa clase.

EPISODIO 1: EL 31o. CUMPLEAÑOS DE SANDRA.- APARECE ROGELIO.

1

Hace poco más de un año que tuvieron lugar los candentes eventos consignados en la serie de relatos titulados como "Las vacaciones de Sandra", y nuestra escultura y curvilínea heroína, junto a sus amigos, antiguos y nuevos, piensan que ya es tiempo para unas nuevas vacaciones, igual o más tórridas y libertinas que las anteriores, en las cuales, nuestra bella y apetitosa abogada fue introducida al mundo del sexo grupal, al que se hizo muy adicta.

Era un sábado por la tarde, a eso de las seis, cuando los invitados comenzaron a llegar al apartamento donde vivían Sandra y Walter, quienes se casaron pocos meses después de las calientes vacaciones en las que se conocieron. A pesar de todo lo que vivió en la costa norte hace más de un año, Sandra aún está adaptándose a la idea de una "relación abierta" o liberal, como la que mantienen su amiga Erica y Efraín, que tienen sus aventuras aparte y a veces incluyen a la tercera persona en sus relaciones, al mejor estilo de Jean Paul Sartre y Simon de Beauvoir. Pero pronto aprenderá.

Tras varios meses de aerobics y gimnasia, el cuerpo de Sandra, a sus treinta y un años, se encontraba en su máximo esplendor, tal y como el vestido de noche negro lo permitía entrever, adhiriéndose a su blanca piel, con su tersa espalda desnuda, tan solo su cuello rodeado por una tira negra, que permitía un atrevido escote que descendía hasta su ombligo, y proveía una portentosa visión de sus redondos pechos. Asimismo, una apertura a lo largo de su pierna izquierda y unos altos tacones realzaban sus nalgas y caderas que nada tenían que envidiar a una actriz porno. Sobre su busto descansaban unas alhajas estilo tropical, y sus orejas lucían un par de aretes del mismo estilo, cuyos colores oscuros, como el verde mohoso, combinaban con su vestido y resaltaban la blancura de su piel y el color café oscuro de sus ojos. Sandra se había dejado crecer su cabello castaño hasta debajo de su nuca.

Walter quedó sumamente impresionado ante el magnífico espectáculo que le ofrecía su ardiente esposa. Él no era tan fanático del gimnasio, pero a veces, al menos una vez por semana, acudía. Además, de vez en cuando jugaba fútbol en el equipo de su empresa, y sumado a ello, los frenéticas relaciones sexuales con Sandra, lo mantenían en forma. Se había dejado el candado y sus sienes incipientemente entrecanas, le daban un aire de interesante elegancia.

Abrazó a Sandra y se apoderó de sus nalgas, besándose apasionadamente durante un rato, los dos muy excitados y calientes por la intensa sesión sexual que los esperaba. Durante ese año, los miembros del "círculo" se mantuvieron en contacto, relativamente. A veces Sandra participaba en tríos con Viviana y Gerardo; a veces Viviana o Erica se metían a la cama con Sandra y Walter; durante su cumpleaños, Erica fue "atendida" por los tres hombres y por un amigo de ella de nombre Adrián, y así hay muchas anécdotas, que como diría un evangelista, llenarían muchos libros.

Y tan solo un mes antes, para el cumpleaños de Sandra, Walter había invitado a un amigo suyo, Rogelio, de treinta y cinco años, para que le hicieran el amor a Sandra entre los dos, quien fue obsequiada con una intensa doble penetración. "¿Invitaste a Rogelio también?", le preguntó ella. Walter asintió. "¿Te cayó bien él?", preguntó a su vez. " La sensual sonrisa de Sandra fue toda la respuesta necesaria.

2

Fue un sábado por la noche también, y Sandra acababa de ducharse tras una sesión en la caminadora. Iba andando por el pasillo, cubierta únicamente por una toalla blanca, cuando le pareció escuchar sonidos provinientes del cuarto para huéspedes. En efecto, Walter disponía sobre la cama matrimonial el plástico transparente. Sandra se estremeció de gozo al deducir lo que se avecinaba, pues la enloquecía de placer ser bañada de lubricante o aceite para ser poseída por su hombre.

Walter la tomó de la mano, quitándole la toalla y depositándola en el respaldo de una silla adyacente, dejándola totalmente desnuda. Sandra adoraba esos momentos en los que sus miradas transmitían todos los mensajes necesarios, sin necesidad de palabras, se sentía tan conectada con su macho, y él con ella. Se tendió en la cama, cubierta por el plástico, Walter permaneció un instante admirando la belleza de su mujer, y luego procedió a embadurnarla con lubricante. Walter sentía la dureza de su miembro, mientras contemplaba el líquido oleoso recorrer las sinuosidades de Sandra, sus manos untándola, sus pechos, sus nalgas, su vientre, sus muslos, sus brazos. Walter detuvo una de sus enormes y cálidas manos sobre el sexo de Sandra, y ella gimió suavemente, en tanto su esposo estimulaba despacio y delicadamente su clítoris, bastante sensitivo tras su "revolución sexual" acaecida en sus vacaciones pasadas. Sandra arqueó su espalda, un acto reflejo mitad espasmo, correspondiente a las caricias de su marido. Walter estaba sin camisa, mostrando su pecho recio y velludo.

Fue entonces que Sandra reparó en el individuo desconocido que se encontraba sentado en la esquina de la habitación, detrás de la puerta. Era más joven que Walter, quizás rondaba entre los 35 y los 40. Sandra se sobresaltó, pero Walter le instó a calmarse.

-¿Qué es esto, amor? Creí que estábamos solos -dijo Sandra, entre la timidez y la excitación, pues comenzaba a dilucidar los planes concupiscentes de su cónyuge.

-Hoy quiero que seas muy feliz, mi amor. Además, me gustaba mucho verte prensada entre Efraín y Gerardo, me excitaba demasiado, como nunca antes, y hoy quiero que gocemos juntos -le respondió Walter, con suavidad. Sandra sonrió a su vez, tranquilizándose, asimilando la idea de lo que en pocos instantes iba a sucederle, dejando caer sus brazos brillantes por el lubricante, dejando al descubierto sus senos para que el misterioso invitado pudiera apreciarlos a su gusto.

-Acércate, Rogelio. Como puedes ver, y tal como te lo había dicho, Sandra a veces es demasiado golosa, y necesita mucha carne para que esté satisfecha -dijo Walter, haciendo un ademán hacia el hasta entonces desconocido, para que se aproximara al lecho cubierto de plástico y resplandeciente de aceite. Walter prosiguió su labor manual en la intimidad de Sandra y se inclinó para besarla.

Rogelio se incorporó, dubitativo aún, acercándose tímidamente. Sandra lo devoró con la mirada, era esbelto y un poco más alto que Walter, con pelo negro y una barba de dos o tres días que le daba un aire a naúfrago. Vestía una chaqueta casual color crema, sobre una camisa blanca y un pantalón de tela café claro.

Walter acercó su boca al oído de su exquisita esposa: Mi amigo Rogelio es viudo, desde hace tres años, sé buena con él, quiero que lo hagas muy feliz, es una orden -susurró. Sandra lo miró a los ojos, sorprendida ante el hecho de haber recibido una orden, su naturaleza tuvo el impulso de rebelarse, pero por otro lado, un aspecto de su bestia babeaba de ansias por obedecer a su amo, y por poseer a ese recién llegado.

Walter se quitó los pantalones negros, y en ese instante, Sandra extendió su fino brazo hacia Rogelio, indicándole con su dedo índice que se acercara más. "Ven, acuéstate a mi lado, y quítate tu ropa, vamos a ser felices esta noche. Los tres", dijo ella, con un inusual tono de tigresa en celo, que fue capaz de calentar a los dos machos que la rondaban, prestos a abalanzarse sobre su presa bañada en aceite en cualquier momento.

Rogelio vaciló unos instantes más, pero luego, sin despegar sus ojos anonadados ante la belleza pecaminosa de Sandra, se quitó la chaqueta, dejándola caer en el piso. Se sacó la camisa casi sin desabotonarla, como si fuera una camiseta. Se desabrochó la faja y se bajó los pantalones. Sandra se desplazó al centro de la cama al mismo tiempo que Rogelio se subía al lecho. Sandra mugió de alegría, sonriendo, aferrando el pene de su huésped y besándolo. Rogelio aún tardó en comprender lo que sucedía. Walter se acostó, sobándose la pija y observando a su esposa, besando a Rogelio como si fueran amantes de toda la vida y pajeándole el pene despacio.

Rogelio entonces, empezó a recorrer, maravillado, el cuerpo de la esposa de su amigo, dedicándole tiempo a estrujar y palpar las redondas, carnosas y tibias nalgas de Sandra, quien correspondía con intensos suspiros y/o jadeos. Al mismo tiempo, Sandra se llevó una buena sorpresa al sentir la verga de Rogelio muy dura en su mano derecha y constatar que era más larga que la de Walter, al menos le ganaba por la alargada cabeza. La pija de su esposo era más robusta y venosa, pero la de Rogelio era más larga y dura.

-Qué rica tu pija, amor -le susurró Sandra, su cara a pocos milímetros del rostro de Rogelio, un hilillo de saliva colgando brevemente entre sus labios inferiores.

Sandra arrodillada, se inclinó para meterse a la boca el trémulo miembro de Rogelio, a quien no tenía ni quince minutos de haber conocido. Rogelio se llevó una mano a la cabeza, gimiendo de placer, sintiendo su verga engullida en aquel orificio cálido, a merced de aquella sedosa y húmeda lengua que a cada caricia, desencadenaba un vendaval de placer en su sistema nervioso. Walter acariciaba los glúteos de su mujer, embadurnados y resplandecientes de lubricante, y con su mano derecha se pajeaba. Rogelio aferraba a Sandra por el pelo, con su mano izquierda, y la otra parecía estar clavada en su cabeza.

-¿Te gusta cómo se la traga Sandra? Desde que vivo con ella, no he vuelto a tirar dinero en putas o en escorts -dijo Walter, ufanándose de manera bizarra. Sandra respondió engullendo casi toda la larga pija de Rogelio, quien pudo sentir la punta de la fina nariz de Sandra rozando su vientre. Los únicos sonidos que imperaban en la estancia eran las ruidosas succiones de Sandra, salivosas, como de película pornográfica, y los gemidos y suspiros de Rogelio, con su rostro enrojecido y su expresión contrita, como si lo estuvieran torturando más que convidándole una sabrosa mamada.

Sandra se enderezó, llevándose una mano a su espalda, dando a entender que le dolía un poco. Rogelio la cabeza de Sandra entre sus manos y la besó con inusitado salvajismo. "¿Te gusta cómo te la mamé, tesoro?", le preguntó Sandra, fingiendo un tono maternal. "Me encantó, ni las putas de la calle me la han chupado como vos", le respondió Rogelio, con su voz varonil, totalmente desinhibido. "Me han ordenado que te haga muy feliz, y pienso cumplir con esa orden", confesó ella, viendo de reojo a su marido, que se acariciaba su tieso pene. Sandra se ruborizó y se alegró mucho también. "No te cortes, Rogelio, haz en cuenta que soy la puta más barata que te has conseguido, vamos a pasarla bien los tres, aunque yo más que ustedes", y sonrió desenfadadamente, a todo esto, sin haber soltado la virilidad pétrea del invitado.

No está de más señalar lo difícil que es describir la inefable avalancha de sensaciones que se desataron dentro de Rogelio, como si una presa hubiera cedido ante una violenta crecida. Los hombres hincaron a Sandra en el piso, ella se arrodilló sobre la ropa de Rogelio, y ambos se colocaron a sus lados. Sandra sujetó los dos penes y empezó a chupárselo a su esposo, lamiéndole el glande palpitante y deslizando su lengua voraz por toda su carne ardiente, comprobando los temblores de Walter que respondían a cada caricia. Luego se turnó para chupársela a Rogelio, y así se estuvo turnando durante un par de minutos, en los que el silencio nocturno sólo era roto por los chupetones de Sandra y los bufidos y obscenidades que proferían los dos machos agasajados.

Sandra se puso de pie, muy sonriente, relamiéndose sus labios. Ella era más baja que sus dos amantes, pero no por mucho. Rogelio la tomó del brazo, y la hizo girar como si estuvieran bailando salsa o merengue, admirando el hermoso y tentador cuerpo de la mujer de su amigo, que relucía a causa del lubricante.

Sandra posó sus manos sobre el pecho terso de Rogelio, menos peludo que el de Walter. "Acuéstate, espero que estés listo para lo que se viene", le anunció ella, guiñándole un ojo, y luego volteando a ver sobre el hombro a Walter, quien registraba un maletín que se hallaba depositado en el piso, a un lado de la puerta abierta -pues ya no había servidumbre por el día, ni nadie que pudiera constituir un testigo indeseado-.

Rogelio se acostó en la cama, su duro pene apuntando al cielo. Sandra se tendió sobre su costado derecho, descansando su cabeza sobre el vientre de Rogelio, para convidarle otra mamada de ensueño, quería asegurarse que la verga estuviera bien tiesa para cabalgarla. Sandra no dejó de succionar como cualquier puta callejera, ni aún cuando su esposo había empezado a filmarla con una cámara. Sandra miró al lente mientras su lengua trazaba círculos sobre el trémulo hongo de Rogelio, masajeaba el miembro y acariciaba sus huevos.

Sandra se sentó a horcajadas sobre Rogelio, y se inclinó hacia él, los amante se abrazaron y se besaron apasionadamente, como si Walter dejara de existir por algunos momentos. Walter enfocó bien para captar las lenguas de su mujer y de Rogelio entrelazadas como serpientes apareándose, luego se ubicó a los pies de Rogelio para filmar el instante en que el glande de su amigo desaparecía en medio de las paredes vaginales de Sandra. Ella abrió su boca y cerró sus ojos, una mano sobre el vientre velludo de su amante y la otra aferrada en la de Rogelio. Ella descendió despacio, ansiosa por experimentar cómo esa larga pija iba penetrándola. Ahora era Sandra cuya expresión y sus quejidos semejaban los de una persona torturada, los de una ánima en pena; pero Sandra esbozó una sonrisa triunfal cuando su vientre se topó con el de Rogelio, toda su manguera había desaparecido dentro de Sandra. Los dos amantes gimieron ruidosamente ante esta primera embestida, inmortalizada en la cámara de Walter.

Sandra dio inicio a la cabalgata, lloriqueando paulatinamente, pues la bien dotada virilidad de su amante le alcanzaba muy al interior. "Es incluso más larga que la de mi Gerardo", pensó ella, en uno de sus últimos razonamientos antes que su mente se nublara para ceder total imperio al instinto reproductivo y a la lujuria desencadenada. Sandra lo montaba despacio, para que su sexo se adaptara a la carne de Rogelio, y así acelerar sus movimientos cada vez más frenéticos. Rogelio apretaba los pechos bamboleantes de Sandra, le metía dedos en la boca; en un momento dado, él la abrazo, rodeando su sinuosa cintura con sus brazos fornidos, para besarla mientras la fusilaba con sus caderas, puyándola como si el apocalipsis fuera mañana. Sandra gemía ruidosamente, su cara estaba muy roja, y Rogelio cogiéndosela con furia, le susurraba toda clase de barbaridades que habrían causado sonrojo en un albañil, en tanto que la cabecera de la cama golpeaba estrepitosamente la pared.

Luego, Rogelio aferró las nalgas de Sandra, y pensó que eran de las mejores que había tenido, para sujetarla y mover sus caderas de arriba abajo, usando a Sandra, y ella se llevó su mano derecha al clítoris, sin dejar de besar a Rogelio, los dos prestos a acabar, sus carnes chocando estrepitosamente como aplausos. "Quiero que me rellenés toda, quiero sentir tu leche hirviendo dentro de mí, papito, hazlo, acábame toda", bisbiseaba ella, ebria de placer, temblorosa ante cada impetuosa estocada, las venas de Rogelio restregándose contra el clítoris de Sandra, de una manera que parecía haberla vuelto loca.

Sandra se aferró de la cabecera de la cama, mientras los temblores orgíasticos se apoderaban de ella y aulló de puro júbilo, en tanto que Rogelio rugía y explotaba en las simas de Sandra; "debería ser un crimen sentir tanto placer", pensó Sandra, antes de aullar como loba, sintiendo el calor de Rogelio quemándola por dentro. Sandra y Rogelio permanecieron abrazados, resoplando, sonriéndose débilemente, comiéndose a besos. "Tenés una pija tan rica", le halagó ella. "Vos estás muy buena, todavía no puedo creer que me acabo de coger a una diosa", le contestó él. "Tal vez necesites hacer más cochinadas con esa diosa para que lo puedas creer", y le metió la lengua en la boca.

3

Walter descorchó una botella con vino claro, y trajo tres copas y una diminuta hielera. Luego brindó: "Brindo por mi esposa Sandra y por mi amigo Rogelio, pues ambos lucen una sonrisa de oreja a oreja que no se las quita ni el fin del mundo". Y los tres rieron, aunque Sandra no pudo evitar sonrojarse un poco, algo que le pareció contradictorio. No era la primera vez que hacían un trío tras haberse casado, pero fue con las personas que ya habían conocido antes, Erica, Viviana, Efraín, Gerardo, pero recordó que en su despedida de soltera se la pasaron bien con un amigo de Erica, Adrián, pero esa ya es otra historia.

A todo esto, los tres seguían desnudos, y los hombres, de cuando en cuando, acariciaban a Sandra, sus pechos, o le daban una nalgada cariñosa. El vino había desinhibido aún más a Sandra. Pronto, dejaba caer chorritos de vino sobre el pene duro de Walter y Sandra procedía a lamerlo, mientras Rogelio observaba e iba calentándose de nuevo. Sandra se volvió hacia Rogelio, y sonrió al ver cómo su pene iba resucitando. "Nuestro amiguito necesita que lo resfresquen", dijo ella, y derramó un pequeño chorro de vino sobre la verga de Rogelio para lamerlo.

Poco después, Sandra les indicó a sus amantes cómo debían colocarse, les costó un poco convencerlos pero al final accedieron. Los dos se sentaron con sus piernas abiertas, uno frente al otro, de manera que sus penes permanecieran muy juntos, en medio de la cama, se acomodaron mientras Sandra se embadurnaba más lubricante. Si no hubiera sido por el vino, quizás no hubieran querido hacerlo. Rogelio tuvo que echar sus piernas sobre las de Walter. Sandra se arrodilló entre ellos, abriendo sus piernas por sobre las de sus amantes, y aferró las vergas, untándolas con aceite, tragó saliva y finalmente abrió su boca y los dos glandes desaparecieron entre sus fauces libidinosas. Walter y Rogelio gimieron, de excitación, de morbo, fascinados ante la leona insaciable que los devoraba. Sandra se turnaba para chuparles las vergas, y cuando se las metía en la boca ambas, usaba su lengua para hacerlos temblar de placer.

Después, ella se acostó para que sus hombres se turnaran para hacerle el amor entre sus pechos, ella los apretaba y a veces los frotaba contra el pene del amante de turno, algo que les fascinaba. También les lamía la punta de la verga. Walter se la dejó ir en la boca, agachándose sobre la cara de su mujer, en tanto Rogelio le devoraba el coño con no poca destreza, y Sandra se retorció de felicidad, pudiendo apenas proferir un par de apagados mugidos, debido a la carne que le obstruía la boca.

-Ahora te toca lo bueno, amor -le anunció Walter a Sandra, cuando éste se acostó en medio de la cama. Sandra aplaudió sonriendo, como niña a la que le han dicho que darán un obsequio. Rogelio pensó que nunca había conocido una mujer tan entregada al sexo, que lo disfrutara tanto. Más tarde les preguntaría dónde podría él encontrarse una mujer así, ignorando aún que la diosa de la llama oscura, Lilith, ya trabajaba en ello.

Sandra se sentó sobre su esposo, dejándose empalar por su pija. "Ay", musitó ella cuando se la encajó toda. Tácitamente, de mutuo acuerdo, mirándose ambos a los ojos, en complicidad, Sandra se dejó caer sobre Walter y éste la abrazó. Sandra miró sobre su hombro a Rogelio. "Métemela por el culo", le espetó. Rogelio se quedó estático un instante, luego comprendió. "Es la primera vez que participo en una doble penetración, de hecho, es la primera vez que estoy en un trío", comentó él mientras se hincaba detrás del redondo y espléndido trasero de Sandra, apuntando su estilete de carne a su asterisco. "Si te llevas con nosotros, tendrás mucho de esto y más", le dijo Sandra, sonriéndole y guiñándole un ojo. Inmediatamente después, su expresión se tornó contrita, cuando sintió el glande de Rogelio apretando la entrada de su culo. "¡Ooooohh!", exclamó ella cuando Rogelio se abrió paso en su recto.

Sandra se sujetó de la cabecera de la cama, sus ojos muy cerrados, su ceño fruncido y su boca abierta, si había una manera de sentir la gloria en la Tierra, para ella, era sentir dos penes bien tiesos y venosos palpitando y deslizándose en sus dos orificios. Sandra temblaba, esbozando sonrisas a veces, gimiendo. "¡Ay, puta sí, qué rico me tienen, par de cabrones, cójanme duro, viólenme!", exclamó ella con voz quebradiza, entre el llanto y el éxtasis. Walter y Rogelio comenzaron a bombearla y Sandra se retorció como si estuviera poseída por demonios, espumeando saliva como paralítica. Walter vio con satisfacción la expresión de embrutecimiento de Sandra, totalmente presa de sus nervios y de sus deseos de loba insaciable. Rogelio la aferraba de las nalgas, en tanto Walter la abrazaba y le sujetaba la cabeza, porque le excitaba mucho verle la cara de tonta de Sandra cuando la trincaban bien.

Walter y Rogelio, convidándole tan magna penetración doble a Sandra, la bombearon cada vez con mayor fuerza, más interesados en satisfacerse ellos que en atenderla a ella, la estaban usando, era un objeto. Aunque para Sandra podría ser que ella los estaba usando a ellos, pero con su raciocinio obnubilado, sólo podía ulular como fantasma, bramar como cerda. Rogelio se inclinó para frotar su lengua contra la de ella. Walter nunca había visto el rostro de su mujer tan enrojecido, pero no por eso dejó de pisarla. "Me encanta ver la cara de pendeja que ponés cuando te están cogiendo como te gusta", le dijo Walter, mientras la besaba con lengua. Sandra sólo sonrió. "¿Quién es mi puta, cómo se llama mi puta barata de arrabal?", le preguntó Walter, con fingido desdén. "Yo soy tu puta, Sandra es tu puta, tu perra arrabalera", logró articular ella, tras lo cual, sus ojos se tornaron blancos, su cuerpo y su mente incapaces de procesar tanto placer, temblando como poseída mientras se corría espasmódicamente.

Los hombres arrodillaron a Sandra sobre el piso, y Rogelio la tomó del pelo para meterle su pinga en la boca. Sandra no dudó en recibirla, sin pensar mucho en el lugar de donde provenía. Sandra se la chupó mientras se metía un par de dedos en su sexo. Rogelio eyaculó en su boca, y parte del semen se derramó por las comisuras de los labios de Sandra. Ella no se inmutó y siguió succionando el enrojecido miembro de su huésped hasta dejarlo reluciente. Acto seguido atendió con la boca a su marido. Walter optó por acabarle en la cara y en el busto. Sandra le limpió la verga y después usó sus manos para embarrarlos de semen y chuparse los dedos, mientras veía a los ojos que acababan de cogérsela por todos lados.

Sandra aún se estremecía mientras consumía la leche caliente de sus amantes. Una vez finalizada la faena, Walter removió el plástico para que Rogelio descansara en esa habitación en tanto que Sandra volvía a ducharse. Poco después, Walter se reunión con ella bajo la regadera.

-Feliz cumpleaños, mi amor -le dijo él, besándola tiernamente.

-Me gustó mucho mi regalo, amor, estuvo muy intenso -le respondió ella, muy contenta. Le rodeó el cuello con sus delicados brazos y se besaron, acariciándose mutuamente.

-Rogelio me preguntó dónde puede conseguir una mujer tan caliente como tú -le confesó Walter, mientras enjabonaba a Sandra.

-Casualmente he estado trabajando a alguien -le dijo ella. Walter la observó detenidamente, apreciando su sonrisa maliciosa-. Se suponía que iba a ser una sorpresa para ti, pero ahora que lo planteas, podríamos intentar emparejarla con Rogelio.

-¿La conozco? -quiso indagar él.

Sandra asintió, sonriendo. "Sí la conoces, pero deja que termine mi labor. Si todo sale bien, la pasaremos rico como hace poquito", y Sandra besó a su esposo, luego se hincó para chuparle la verga mientras el agua bañaba sus cuerpos.

A la mañana siguiente, Rogelio y Walter hicieron lo que quisieron con Sandra hasta mediodía.