Camino a la perdición (2)
Ya no había marcha atrás, ésta era la oportunidad que Sebastián siempre había esperado para tirarse a Juana. Pulsó ON en la filmadora y se preparó para la diversión, para comerse a la primera mujer de verdad de su vida.
CAMINO A LA PERDICIÓN 2
Por: Horny
Querido lector, para mejor comprensión de este capítulo recomiendo leer "CAMINO A LA PERDICIÓN 1" .
Los días pasaron y gracias a la mediación de Felipe, la rubia de nombre Juana, perdonó a Sebastián por el cuasi intento de violación. Felipe alegó que Sebastián había intentado hacer un trío con ellos por los tragos de más y por tener la líbido alborotada. Esto en parte era cierto pero el problema de Sebastián era mucho más grave, estaba enfermo, pensaba que podía tomar sexo cuando quisiera, de quien quisiera y donde quisiera, y lo peor es que ahora tenía una fijación con Juana, deseaba tirársela como fuera sin importar el precio que tuviera que pagar.
No era muy inteligente, le costaba trabajo idear un plan, era más del tipo actuar que pensar, era instintivo como un animal, no medía las consecuencias de sus actos y eso en un hombre de su edad y con sus deseos era algo peligroso. Un hombre rechazado, con la mente retorcida y con ganas de sexo era como una bomba que podía explotar en cualquier momento con solo recalentarse.
Juana y Felipe salieron un par de veces más, ambos se entendían muy bien sexualmente hablando, sus cuerpos se acoplaban de una manera impresionante, les gustaban las mismas cosas, Felipe encontraba más placer en el recibir que en el dar mientras que Juana complementándolo, le encantaba procurar placer a su compañero. No les gustaban las cosas raras en ese campo contrario a lo que pudiera pensarse. Eran más bien tradicionales en el sexo, todo lo contrario a Sebastián que entre más "perverso" fuera el acto más natural le parecía. Llámese perverso lo que a los ojos de la mayoría de la gente es antinatural como tener sexo con animales, con más de una persona, con un pariente en primer o segundo grado de consanguinidad y hasta violación.
La noche objeto del presente relato Juana accedió a salir con Felipe, el cual le pidió su consentimiento para invitar a Sebastián con el fin de que como ya era costumbre corriera con los gastos de la juerga que no eran pocos. Le costó un poco de trabajo a Felipe conseguir pareja para Sebastián puesto que eran bien conocidas las malas mañas de este último tales como propasarse con las mujeres y decirles toda suerte de improperios, obscenidades y propuestas indecentes. Al fin dio con una niña de primer semestre de publicidad, llamada Lucía; hermosísima y muy desarrollada para su edad, decía tener 18 años. Morena, delgada, alta a Felipe se le hacía agua la boca con ella pero como buen amigo se la cedió a Sebastián. Lucía era el anzuelo para que Sebastián pagara todos los excesos de Felipe sin ningún problema.
Fueron a uno de los bares de moda, llegaron primero Felipe y las dos mujeres y Sebastián después, impuntual como siempre, a lo mejor se le había echo tarde masturbándose. Quedó atónito al ver a Juana, llevaba un vestido negro volado de una pieza, muy corto, sus piernas bronceadas al descubierto y unas sandalias. Lucía por su parte estaba ataviada con una falda azul pegada al cuerpo y una blusa blanca.
Lucía y Juana intercambiaron miradas de burla en honor a Sebastián y se fueron para el tocador donde conversaron un buen rato sobre el "espécimen". Juana convenció a Lucía para continuar la cita pues ésta última deseaba irse nada más vio su pareja, alegando que parecía algo que había salido de la nariz de su hamster.
Como siempre el dinero de Sebastián fue el aliciente para que la noche siguiera aparentemente sin contratiempos. Incluso Lucía bromeó un poco con Sebastián, pero éste solo tenía ojos para Juana. Lucía era muy hermosa pero no era su tipo, era muy joven y delgada, y a él le gustaban mas mujercitas, voluptuosas y experimentadas.
La noche transcurrió sin novedad hasta la una de la mañana hora en que según la "ley zanahoria" en Bogotá, los lugares de expendio de licor deben cerrar. Decidieron por unanimidad seguir la charla en el apartamento de Sebastián.
Felipe, Juana, Lucía y Sebastián llegaron al apartamento de este último, riendo a causa de los tragos de más. Se dejaron caer en el sofá los unos y sobre unos cojines los otros. Pusieron música suave, encendieron la chimenea y siguieron bebiendo de nuevo por cortesía de su anfitrión que tenía el bar siempre bien dotado. La mezcla de las cervezas del bar sumadas al sereno del trayecto hasta el apartamento y el vodka después lo hicieron todo, fueron los culpables (en parte) de lo que ocurrió esa noche. El trago embota los sentidos, se toma sin medida en una situación similar, la mayoría de nosotros lo hemos vivido, hemos padecido de aquellas "lagunas" mentales producidas por el exceso de licor.
Una hora después estaban semi-inconscientes, a excepción de Sebastián que toleraba un poco más el alcohol, tumbados en la alfombra y Felipe en el sofá. Sebastián estaba embotado si, pero en sus cinco sentidos, especialmente el tacto que por una extraña razón se alborotó más. El tener a un par de hermosas mujeres durmiendo a escasos centímetros lo volvía loco, casi grita de emoción pues era la primera vez que en teoría dormía con una mujer que no fuera su mamá.
No pensó mucho lo que quería hacer, solo hizo lo que su líbido le ordenaba y sin detenimiento dirigió una de sus manos a una rodilla de Juana que aunque no fuera su pareja de la noche era la mujer que le gustaba. Al ver que ésta ni se inmutaba pasó toda la palma por su pierna, acariciándola desde la rodilla hasta el tobillo ante la quietud de Juana que respiraba lentamente, durmiendo, ajena a todo lo que ocurría y a lo que estaba por suceder.
Alentado por la inmovilidad de Juana su atrevimiento fue más allá; su ansiosa mano se deslizó por el interior de sus muslos a los cuales fue fácil acceder gracias al vestido que esta llevaba el cual era más bien ancho y adornado por un cinturón.
Ya no había marcha atrás, ésta era la oportunidad que Sebastián siempre había esperado para tirarse a Juana. Pulsó ON en la filmadora que ya era parte del mobiliario de la sala y se preparó para la diversión, para comerse a la primera mujer de verdad de su vida.
Se desnudó por completo, ya estaba como un riel, la verga no la podía tener mas tiesa o sino estallaba. El con otras mujeres vivió ajeno a todo el ritual previo a la penetración pero se propuso que con Juana iba a ser diferente a pesar del estado de ella. Lo iban a hacer casi como si ella fingiera dormir, como si ella lo deseara tanto como él. Con cuidado le quitó las sandalias y contempló sus pies bellamente cuidados, los acarició y luego subió por las piernas perfectamente depiladas, bronceadas y humectadas de Juana, tocando palmo a palmo, excitándose cada vez más con ese contacto. Las separó un poco y procedió a quitarle la tanga, solo eso ya que sería muy difícil quitarle toda la ropa pues para esto habría tenido que darle la vuelta para bajar el cierre o habérselo sacado por la cabeza, maniobras que de seguro la habrían despertado.
Cuando tuvo la prenda en la mano la olió, la besó, la mordió, la frotó por toda su cara y la escondió bajo uno de los cojines, se la quedaría de recuerdo. Eran unas tangas negras, muy pequeñas que olían un poco a sudor mezclado con sus flujos. A Sebastián le olían a gloria, sentía que tocaba el cielo con las manos. Levantó el vestido negro de Juana para encontrarse cara a cara con la concha más hermosa que había visto en su pajera y miserable vida, completamente depilada, abierta, gordita y sonrosada. Ya la había visto antes cuando la había espiado culiando con Felipe, pero no tan de cerca. Separó un poco más las piernas de Juana con sumo cuidado, y a medida que lo hacía los labios de su vulva se abrían también como invitándolo a entrar.
La luz de la lumbre dejaba ver un maravilloso espectáculo para Sebastián. Felipe espatarrado en el sofá, Lucía acomodada en la gruesa alfombra cubierta a medias con una manta, Sebastián desnudo y de rodillas entre las piernas de Juana y esta última desnuda de la cintura para abajo y para colmo roncando.
Sebastián aplicó los labios a la conchita abierta de Juana y comenzó a chupar, era la primera vez que lo hacía, sin mucha técnica pero eso no importaba, el en medio de su desvarío se imaginaba que Juana estaba disfrutando mucho, que él la hacía gozar. Lamió como poseso, succionó los labios interiores tan deseados y soñados, hasta que presa de un orgasmo Juana despertó a medias murmurando el nombre de Felipe. No se si te has encontrado en una situación similar, no de violación sino en medio de una laguna mental producto del alcohol, en la cual quieres despertar y no puedes, quieres moverte y no puedes, casi como un estado cataléptico. Así estaba Juana murmurando en voz baja el nombre de Felipe. Sebastián en un momento de inteligencia (extraño en él) susurró que si, que el era Felipe, que se limitara a disfrutar, que se quedara quieta. Juana volvió a dormir y Sebastián la montó. Si acariciarla había sido la antesala al cielo, penetrarla era el paraíso mismo, con angelitos gordos con arpas y todo. Sebastián la bombeo con fuerza preso de un loco deseo que no lo dejaba detenerse, estuvo a punto de correrse varias veces y se detuvo. Como deseaba prolongar ese momento eternamente pero ya el reloj daba las 4 de la madrugada. A lo sumo tendría un par de horas más para gozar a su muñeca de carne y hueso.
Se derramó en su interior gimiendo, ya estaba seguro que nada despertaría a ninguno de los tres durmientes. Se había cometido una violación frente a dos testigos y ninguno había visto ni oído nada.
Después de tan violento y prolongado orgasmo descansó un momento aunque no por eso dejó de acariciar a Juana. Esta vez bajó un poco su escotado vestido por un hombro y logró dejar al descubierto una de sus enormes tetas. Habría dado lo que fuera por verlas ambas al tiempo así de cerca, amasarlas, hundir su cara en ellas pero el vestido no daba para más. En ese momento otra "brillante" idea se le ocurrió y fue hasta la cocina por unas tijeras con las cuales cortó el vestido por delante. Con eso demostraba que el simplemente tomaba lo que deseaba y cuando lo deseaba sin medir las consecuencias, como un niño encaprichado con un juguete, hacía lo que se le daba la gana. Separó el ahora destrozado vestido para dejar al descubierto sus tetas sin sostén las cuales literalmente se regaron como masas para pastel sobre gran parte de su pecho. Sebastián babeaba, casi temía posar ambas manos sobre ese par de melones pero lo hizo por supuesto. Las amasó y aún quedaba teta por fuera de esas manos intrusas. Agarró los pezones, los estiró, acarició las areolas, bajo las tetas, entre ellas, no dejó nada sin sobar. Juana escasamente suspiraba a veces o se revolvía un poco sin sospechar quien era el que la acariciaba en realidad.
Sebastián se pegó a esas tetas, a mamar como un bebé buscando leche. Cuando chupaba una deseaba la otra y cambiaba. Que buen banquete se dio chupeteando y estirando teta y pezón hasta que las hizo enrojecer.
Se empalmó de nuevo (inevitable) y volvió a montarla esta vez más lentamente, a la vez que se dedicaba a chupar los pezones de nuevo. Le dieron muchas ganas de metérselo por el culito y como el no meditaba mucho para hacer lo que quería tanteo el terreno con un dedo y luego dos. Había visto cuando Felipe la enculaba y que a ella esto lejos de dolerle le encantaba, bien tenía acostumbrada esta entrada a vergas mucho más grandes que la suya, ni siquiera lo notaría. Su verga reemplazó sus dos dedos entrando sin problema y sumiendo a Sebastián en el éxtasis más profundo.
Perdió la cuenta de las veces que abusó de ella en esas horas, por la concha, el culo e incluso se atrevió a abrir un poco sus labios para introducir la verga por allí.
Poco después de las siete de la mañana y por causa del agotamiento físico se quedó dormido cuidándose de dejar todo más o menos como estaba aunque ya era imposible pues el vestido estaba echado a perder y las tangas esas no pensaba devolverlas.
Continúa en "CAMINO A LA PERDICIÓN 3"