Camino a la locura

Un amor a primera vista. El descontrol, la pasion, el amor. La intriga y la locura y finalmente la felicidad.

CAMINO A LA LOCURA

Fue una tarde de primavera cuando emprendimos nuestro camino a la locura, sabíamos que ya nada cambiaría nuestro rumbo, nuestro destino, éramos dos audaces dispuesto a todo aquel día, nada importaba solo los minutos que corrían muy de prisa como la sangre en nuestras venas.

Nos encontramos en aquel lugar secreto y empezamos a andar de la mano por ese camino de bosque, lleno de hojas, inquietas mariposas y ardillas juguetonas que recuerdo, se escondían por entre las ramas, como queriendo decirnos que eran cómplices nuestros, los pájaros que de gajo en rama nos acompañaban por entre las sombras de esos gigantescos árboles.

Hablamos de mil cosas y parecía como que una se encadenaba a la otra y así anduvimos casi una hora por ese camino sinuoso pero que cada vez nos revelaba mas y mas y poco a poco el misterio del paraíso terrenal que nos esperaba. Llegamos hasta la orilla del mar, cristalino, de aguas claras, tropicales y junto a la orilla el bote que mi padre usaba todas las mañanas para cruzar a la isla que está enfrente, esa isla llena de magia y encanto cual paraíso con el que todos alguna vez soñamos y que tiene un gran ojo de aguas mansas, azules que por las noches brilla reflejando la luz que le da la luna.

Llegamos a la orilla y le dije:

  • vamos a la isla, y ella con un poco de miedo o vergüenza no se, me respondió:

- y por qué no?...dale, vamos.

Echamos el bote al agua emprendimos viaje hacia lo que para ella sería sin duda, inolvidable como lo fue para mi. Recuerdo que vestía una remera larga que tapaba apenas sus piernas; íbamos descalzos y yo con la camisa semiabierta y una bermuda negra. El sol nos quemaba en nos hacía sentir la piel tensa, yo remaba y solo eso se escuchaba, el viento y el ruido del agua. A los pocos minutos se sentó en el piso delante de mí y apoyó su cabeza entre mis piernas, nunca voy a olvidar que su pelo jugaba en mi rostro y me hacía sentir su olor a almendras.

En ese momento podía verla desde arriba y el sol me dejaba ver en detalle su silueta que por momentos hacía estragos en mi cabeza.

Rompí el silencio:

- Cele, eres feliz en este momento?

- Claro Eduardo, no podré olvidarme nunca esto, se que es una locura pero es lo mejor que he vivido hasta el momento.

Yo empecé a hacerle un cuento y ella se reía como una niña; le imitaba personajes hasta que en un momento me paré en el asiento y comencé a bailar, como un payaso hacía cualquier cosa con tal de hacerla reír y que grabara en su mente cada detalle, cada momento.

El agua era tan cristalina que podíamos ver los peces, nadando de un lado a otro, jugando a nuestro paso como esquivándonos; yo me baje pues estábamos a muy pocos metros de la orilla y caminaba junto al bote, ella recostada sobre mi hombro soñaba, despierta. Me di la vuelta y la tomé de la cintura y de un salto la baje al agua que nos daba hasta las caderas, fue ese el momento en que nos detuvimos frente a frente, y apoyando sus manos en mis brazos me miró a los ojos y me dijo:

  • Quiéreme, quiéreme hasta el cansancio, hasta la locura, quiero sentir tus besos, fundirme entre tus brazos, ser tuya hoy y siempre.

Y nuestros labios se acercaron, luchando contra la impotencia de frenarlos, y estalló un beso, y otro mas intenso y a medida que pasaban los segundos nuestras lenguas luchaban a contrafuego. Nos hundimos lentamente hasta tapar los cuerpos y sentíamos que el agua se calentaba alrededor nuestro. Al levantarnos vimos como la ropa apretada el cuerpo excitaba la pasión y nos tentaba incontrolablemente. No había para mi figura tan perfecta en ese momento que aquella remera mojada esculpiendo sus pechos, sus caderas. Desabrochó mi camisa y yo saqué muy suave la suya, no puedo contar de que manera mis manos verificaban cada rincón de semejante belleza. Podíamos sentir que nuestra respiración se aceleraba y se hacía mas profunda como el deseo de querernos hasta la locura. En mis oídos se escuchó un susurro:

  • Mi Angel, quiero sentirte muy despacio, el deseo me desgarra y la sangre me quema por dentro.

Sentía la humedad de su entre piernas, la alcé y la apoyé en mi cintura mientras entraba lentamente dentro de ella y soltó un gemido que estremeció el aire:

  • Mmmm, ahhhaaa. Te amo.....mmm, no me dejes nunca.

Me repetía una y otra vez. Era quizás el deseo y la excitación, como un volcán en erupción que explotaba lenguas de lava, así estallaban nuestros cuerpos en el agua cálida, hasta que irresistiblemente mi semen se esparcía en su vientre como dos medusas en celo acopladas, se tiraba hacia atrás tomada de mi cuello y mis manos por debajo de sus nalgas con movimientos suaves derrotaban la desesperación que nos produjo tocarnos.

Sentimos un cansancio, un éxtasis, único, mágico, inexplicable, y al llegar a la orilla nos tiramos en la arena blanca como nuestras mentes. Nuestros cuerpos ahí vencidos y desnudos, como si los hubiera derrotado el agua después de haber luchado hasta agotarlos y llevarlos al naufragio.

Y así quedamos, no se cuanto, hasta que de pronto desperté asustado, no se por qué, tal vez pensando que despertaba de un sueño y no, estaba precisamente soñando.

Despertó ella después con una caricia en sus párpados y me vio allí, esperando, se sonrió y me dijo:

  • Eduardo...

  • Qué!

  • Creo que te amo, se que no puede ser pero es lo que siento me está pasando y no se que hacer.

  • Shhhh, le susurré al oído , no hables y sigamos soñando.

El sol trataba de no ocultarse en el horizonte lejano, pero era inevitable y caía la tarde, nosotros allí abrazados a la orilla del mar como si eso no importara esperando una y otra vez que el agua cálida. Volteé su cuerpo y una ola suave limpió la arena pegada a su espalda que luego mis labios sedientos secaron con esmero desde sus piernas hasta su cuello, no quedó centímetro que no transitara.

Me paré y tomándola de los brazos le dije:

Vamos, dale, ya cae la tarde debemos apresurarnos y debemos regresar.

  • Antes quiero entrar en los árboles, quiero agasajarte con frutas silvestres maduras, ya no interesa el tiempo, nos metimos en esto, disfrutemos hasta el final, sin que nada se interponga en nuestro camino.

Nos metimos lentamente en la arboleda y buscamos frutos, todos los que estaban a nuestro alcance, parecíamos monos trepados a los árboles; seguimos caminando y de pronto vimos como la magia nos tentaba nuevamente mostrándonos otro paisaje.

Era un espejo de agua, una puerta mágica que nos llamaba desde el silencio y nos tentaría a cometer otra locura. Se hacía lentamente de noche y la luna clara nos alumbraba desde el cielo. Al acercarnos era como si la noche se hiciera día por un momento, un espejo de aguas termales y cristalinas.

Como se puede describir tanta belleza junta, es algo nunca jamás podré olvidar, algo que me dio vida, me llenó de energías.

Ella me dijo:

  • Acuéstate sobre la arena, ahora me toca a mi...

Y cerré los ojos, me dejé llevar por la imaginación con mis sentidos adormecidos, solo sentía la brisa cálida del viento y sus manos suaves que masajeaban mi espalda como nunca nadie lo había hecho antes.

Sentía mi cuerpo recargándose de energía y a la vez excitándose cuando se mezclaban algunas caricias. Dejó que su pelo me erizara deslizándose sin prisa por mi pecho hasta mas abajo, era inevitable desconcentrarme pensando que seguiría después, pero pude controlarme. Tomó un coco y volcó su néctar sobre mi, apoyo frutos de uva que su boca roja se encargó de recoger una a una y bebiendo el fluido desparramado en mi cuerpo. Su lengua y sus besos eran como torpedos que hacían blanco en mi retorciéndome por momentos cuando pequeños mordiscos marcaban mi piel. No puedo contar con palabras lo que sentí cuando mi pene entraba y salía de su boca mojada, me llevó casi hasta el éxtasis, pero lentamente subió encima mío y como deteniendo el tiempo cabalgó sin parar hasta el orgasmo incontenible que dejaba salir susurros y gemidos; contorneaba su cuerpo y sus caderas como una danza de amor que me exprimía desde lo mas profundo de mi ser. Nuestro segundo contacto, más profundo que el anterior. Cada vez nos dábamos cuenta que no podíamos dejar de sentir esa atracción, ese deseo. Y nos quedamos nuevamente mirando el cielo, cansados hasta dormirnos. Y llegó la mañana, esta vez si debíamos emprender la vuelta, era como si un imán nos atara a esa isla y nos abrazamos mirándonos. El viaje de regreso se hizo lento, aunque hubiese querido que fuese lento, pero mi conciencia decía que lo que todo lo que comienza, debe terminar de alguna manera, así que no me resistí y sin entristecerme deje que pasara el tiempo.

Al llegar al otro lado, a nuestro punto de partida nos abrazamos muy fuertes y casi sin pensar, sin muchas palabra nos despedimos.

  • Debo irme, Celeste...se que no es fácil pero debes entenderlo.

No me dejes Eduardo, llévame contigo, quiero estar contigo.

  • Sabes que no puedo, no eres libre. Sabes que podemos vernos en cualquier momento. De todas maneras no dejaré de estar contigo siempre, cuando me necesites.

Pero como haré para pensarte y no tenerte.

  • Sé fuerte, no cometas locuras, sé libre y disfruta de la vida. Yo estaré siempre que me necesites, cuenta conmigo para lo que sea y veremos que nos propone el destino.

Y nos dimos la vuelta, solo fue un abrazo nuestra despedida, estaba despertando del sueño y tenía que enfrentar mi vida.

Tomamos caminos distintos para evitar seguir juntos, pues cada vez se hacía más difícil separarnos. Pasaron las horas y luego un día, recuerdo que en mi mente golpeaban como queriendo soltarse los recuerdos y sin poder hacerlo, no podía concentrarme en lo que estaba haciendo. Por las noches solía tirar al sofá y escuchar música suave, eso precisamente estaba haciendo esa noche en que el teléfono interrumpió el silencio:

Riiiiiinngg........Riiiiiinnngg....Riiiiinnnnggg....

  • Holaa...?

  • Eduardo, mi amor...

  • Celeste, estás llorando?..qué pasa?

  • Terminé con Carlos, discutimos y yo estaba muy sensible por todo lo que nos había pasado, me preguntó qué me pasaba, y le contesté mal, peleamos y le dije que no quería seguir nuestra relación, que todo se terminaría allí.

  • Cómo así?, pero no puedes hacer eso.

Es que no soporto más, estoy enamorada de ti, te amo....

  • Uhyy no! Celeste..., por Dios no puedes hacer esto, estás comprometida...

  • Es que estoy confundida, no puedo diferenciar las cosas, no se que me pasa.

  • Escucha, dónde estás ahora?

  • En un teléfono público, en la plaza, frente a la Iglesia...

  • Espérame ahí, no te muevas....voy para allá...! Ok?

Tomé mi chaqueta, y salí corriendo. Al llegar ya no estaba, no la veía por ningún lado y me acerqué al Sr. que atendía un kiosco:

  • Disculpe, no ha visto por acá a una chica de cabello negro, largo, alta y muy hermosa?

  • Sí, claro, hace unos minutos en ese banco de allí estaba, parecía muy triste, como pensativa, pero se fue por la avenida que va al muelle.

  • Gracias, eh adiós.

Por momentos pensé que algo no estaba del todo bien, y mirando hacia todos lados no pude verla. Caminé por la avenida hacia el muelle de la costa y entre las sombras de las luces pude verla, estaba parada muy al borde y me asuste, como si estuviera por caerse y le grité:

  • Celeste...NOOO, corrí hasta ella y al girar me vio y se tiró en mis brazos. Me apretó fuerte, su cuerpo temblaba como una hoja, estaba como asustada o aterrada.

- Celeste, mi ángel, no debes hacer esto, piénsalo por favor...

  • Es que estoy enamorada de ti y no puedo ni podré vivir atada a alguien sin amarlo.

  • Espera, hablemos de eso quieres. Escucha que quiero decirte algo.

Y allí estuvimos casi tres horas, sentados en aquel muelle de tablas, iluminados solo por las luces tenues del lugar y la complicidad de la luna.

Ella estaba comprometida con Carlos, su novio de hacía cuatro años, al cual sin dudas quería mucho y que había ayudado a sus padres y sus hermanos de un conflicto económico irremediable. Sentía que no solo sus cuatro años de relación importaban, sino todo lo que hizo por su familia, y lo que el la adoraba.

Debía encontrarle la salida a esto, pues cuando nos conocimos; hace seis meses en un boliche al que ella fue con sus amigas, nunca imaginé que me vería enredado en semejante lío del cual yo era en gran parte culpable. Traté de explicarle que a veces no sabe qué hay detrás de cada puerta que se interpone en nuestro camino de la vida, que muchas veces nos equivocamos y elegimos mal. Traté que entendiera que no debía sentirse comprometida por lo que él había hecho por ella, que hablara y le explicara lo que le estaba sucediendo, yo esperaría todo lo que fuera necesario, aunque por dentro me moría por decirle que la amaba con locura, pero no podía hacerlo, pues no podía interponerme a aquella relación, a ese compromiso de hace tiempo.

Luego de hablar y aconsejarla, la acompañé hasta su casa. Justo en esos días terminaba mi estadía en la isla y debía marcharme a otra ciudad por razones de trabajo. Pensé que no vernos sería lo mejor para los dos y ella podría olvidarme y casarse. Recuerdo también que le dije:

  • Uno a veces cree, que un momento de pasión, una aventura, te cambia todo, y no es así. En ese momento uno siente cosas muy fuertes y no quiero ser causante de tu separación, es algo pasajero, que fue muy hermoso. Serás feliz con el, tendrás tu familia y nosotros seremos amigos.

Aunque mis palabras decían eso, mi corazón latía como un loco totalmente enamorado, pero debía ser frío y no mostrarle que a mí me estaba pasando lo mismo.

Me ausenté de la isla por cinco meses y aunque ella no supo mi destino un día, a la vuelta del trabajo yo tomaba una ducha y el timbre sonó estridente, envuelto en una toalla semi húmedo dije:

  • Vaa, enseguida, un minuto por favor.

Y al abrir la puerta, la señora de la casa donde yo paraba me dio una carta que alguien había dejado y que decía:

"SR. Eduardo Ferrando, por favor, debe presentarse esta noche en..........por cuestiones de trabajo. Nos reuniremos en....para acordar negocio importante."

Me tomé mi tiempo, por supuesto me vestí muy bien, y fui a la misteriosa cita.

Llegué al restaurante y una mesa estaba reservada esperando...pero no había nadie. El mozo del lugar se acercó y me dijo:

- Sr. Ferrando!...han llamado por teléfono pidiendo que aguardara solo unos minutos que ya vendría la persona que lo había citado.

Mientras tanto en ese bar había un show musical adornaba la noche mientras me fumaba un cigarrillo. Era música suave, una voz muy dulce de una mujer hermosa que no podía distinguir muy bien por las sombras del lugar y la luz mezquina que alumbraba el escenario. Yo estaba de espaldas, mirando por la ventana; comenzó otra música, con una letra muy linda y cuando terminó, sentí una mano suave posar sobre mi hombro, volteo la mirada lentamente y me dice:

  • TE AMO; Eduardo!!!

La gente comenzó a aplaudir y yo plasmado, enmudecido y estático. Se sentó a mi lado y me dice:

  • Soy libre mi amor, ya nada podrá separarme de tu lado, quiero ser feliz contigo, amarte eternamente, para siempre.

Tomamos un champagne y me enteré de paso que era cantante.

Desde ese día sentí cosas inimaginables, vivimos momentos inolvidables, hicimos planes, hasta que; nos casamos y nos fuimos de viaje a otro país, un lugar con bosques y praderas, otro lugar mágico, paradisíaco como aquella playa que de la mano nos llevo a encontrarnos, a unir nuestras almas y a cada día, soñar despiertos.