Camila cierra un contrato II
Camila ayuda a su jefe con un cliente tozudo. Aunque tenga que hacer un trío de dos.
— Creo que he escuchado algo. No quiero que Juan nos pille así.
Guzmán, irritado y confuso, se vistió. Cuando iba a salir al baño para asearse, Juan entró por la puerta. Camila, agarrando el brazo de Guzmán, se le acercó y le dijo al oído:
— No te pajees que quiero tu semen en mi boca —Guzmán salió más animado.
Camila convenció a Juan de la necesidad de cambiar el punto más conflictivo del contrato, manteniendo el resto tal y como estaba. Eso se podía considerar un empate técnico, pero ambas empresas salían ganando. Para cuando volvió Guzmán, Juan estaba terminando de modificar el contrato y a Guzmán le pareció bien el acuerdo. Mientras ambos repasaban punto por punto la nueva redacción, Camila se ausentó a su despacho. Una vez allí, se quitó la ropa, dejó el sujetador en el cajón y se quitó las braguitas. De esa forma se preparaba para el punto no redactado del acuerdo. Volvió al despacho cuando Juan empezó a firmar las diez hojas del contrato, y Camila optó por sentarse al lado de Guzmán, teniendo el cuidado de que la falda le quedase muy arriba.
Luego le tocó a Guzmán firmar. Cuando llegó a la última hoja, Camila le paró la mano. Miró fijamente a Juan.
— Esto no se firma hasta que yo lo diga.
— ¿Estás bromeando? —dijo Juan, con media sonrisa.
— Sé, y sabéis, que podría convenceros para no firmar el contrato. Y como me habéis tocado los ovarios a conciencia para estar aquí a estas horas, ahora vamos a hacer una cosilla y, cuando acabemos, podéis seguir con esto.
— Te vas a llevar un bonus por tu asistencia esta noche, y no sé por qué…
— Lo primero, Juan, es que te vuelvo a recordar de que es la última vez que me llamas para una cosa así. De hecho, yo no debería estar aquí…
— No es tu departamento, pero si tu jefe necesita… —Juan volvío a interrumpirla.
Camila miró a Guzmán, y éste le dijo que no a Juan con la cabeza, dándole a entender que la dejase terminar.
— Si otro cliente, y no te ofendas, Guzmán, quiere mirarme el culo, se jode. A mi no me vuelves a meter en un embolado como este. ¿Estás de acuerdo? —Juan asintió, con desgana— y segundo… me voy a follar a nuestro querido amigo y tú te vas a quedar mirando.
— ¿Estás loca?
— Antes estabas mirando, no te parecía una locura.
— Esto es intolerable.
Camila se dirigió a Guzmán.
— ¿Hablamos de los acuerdos del contrato o de otras cosas más sabrosas? —esto lo dijo con la mano sobre la polla del mexicano. Juan estaba muy rojo.
Para Guzmán era una forma de poner en su sitio a Juan, y también quería terminar de follarse a esa mujer.
— A mi me parece bien, Juan. Sólo será un ratito.
— Pero una última cosa, no me puedes tocar. Si me tocas, mando todo al cuerno —dijo Camila.
Juan se fue al sofá, y se tiró, derrotado.
— Y míranos.
Camila se puso de pie y se subió la falda, dejando a la vista la rajita y el liguero. Se sentó en la mesa, frente a Guzmán, se acercó a él y en el beso que le dió, casi lo atraganta con su lengua. Subió el torso y Guzmán, con los pechos de ella casi en la cara, pudo notar el relieve de sus pezones. Le cogió los pechos con las dos manos, con muchas ganas de poseerla. Besó sus pezones a través de la tela, ante los gemidos de Camila. En un movimiento muy leve, Camila metió uno de ellos en la boca de Guzmán y él se abalanzó sobre él, chupando y mordiendo la blusa. Cuando le tocó el turno al otro seno, Camila se giró de forma que Juan pudiese ver la tela mojada transparentando su pecho, mientras gemía con la boca muy abierta.
Sentada en la mesa, giró, manteniendo una pierna sobre el escritorio y la otra apoyada en el suelo. Guzmán se puso de pie tras ella y Camila, con los brazos en alto y acariciándole la nuca, dejó que el hombre la besara el cuello, la boca. Guzmán le asió la blusa a la altura de la cintura, y se la empezó a subir. Apretaba la tela contra su piel mientras la deslizaba hacia arriba. Juan veía cómo aparecía el ombligo bajo los gemidos de ella, y luego cómo el volumen de los pechos interrumpían la subida de la blusa. Guzmán insistió, y las tetas redondas de Camila aparecieron de súbito, y la tela, al rozar los pezones de Camila, mezclaron en ella irritación y placer. Juan, frente a ella en el sofá, no podía negar que tenía una buena erección mientras veía a Guzmán acariciar apasionadamente los pechos de Camila a la vez que se besaban en una mezcla de mordiscos y lametones.
Camila se bajó de la mesa y se quitó la blusa y la falda. Le quitó los pantalones a Guzmán y lo sentó en la silla. Se volvió a subir a la mesa y con el culo en pompa hacia Juan, bajó la cabeza hacia la polla de Guzmán, que algo cohibido por la presencia de Juan, aún no tenía una erección completa. Camila le cogió el pene y se lo metió casi entero en la boca. Esto hizo reaccionar al hombre. Con la ayuda de la mano y moviendo bien la cabeza, hizo que él sintiera cada rincón de su boca y ella notaba la verga de él cada vez más entera.
Juan veía el coño de ella y cómo sus dedos frotaban el clítoris. De debajo de la mesa oía sonidos guturales producidos por la polla de Guzmán entrando en la garganta de Camila, que los aderezaba con gemidos. También podía ver las piernas perfectas de Camila, que eran coronadas por un culo que había deseado muchas veces y que flanqueaban un ano que una bella diana perfecta. Los cuartos traseros de Camila se movían al ritmo de su boca y de los gemidos de Guzmán.
Camila se dio la vuelta y se puso mirando a Juan, colocando el coño frente a Guzmán, que no tardó en llevárselo a la boca. Camila miraba a Juan mientras gozaba con la lengua del mexicano, replicando con sus labios lo que recibía de éste por atrás. Juan se sacó la polla y se acercó a Camila, pero ambos le gritaron a la vez:
— ¡Atrás!
Una vez que Juan dio un paso atrás, Camila le pidió a Guzmán que subiese la lengua más arriba. Guzmán le metió toda la lengua en el culo, pues ya estaba abierto de antes, acompañado con un enorme gemido de Camila. Movió la lengua arriba y abajo lo que pudo, la sacó y la metió varias veces, para deleite de ella y acabó por meter toda la verga dentro de ella. Empezó a follársela tal y como lo habían dejado una hora antes. Ella notaba el glande entrando y saliendo, a veces le parecía que se iba a salir, pero entonces ella apretaba el ano, gimiendo los dos en ese momento. Juan se masturbaba a un palmo de Camila, que mientras se frotaba el clítoris gozaba enormemente con la polla de Guzmán en su culo y mirando la polla de su jefe.
Guzmán notó que Camila dejó de moverse y se paró. Esta le cogió la polla y se la sacó. Se dio la vuelta y se puso con la espalda en la mesa, y las piernas abiertas. Guzmán se la metió en la vagina, y Camila, con los ojos entornados, sintió que se perdía en un océano de placer. Pero abrió los ojos y volvió a sacarse la polla del hombre, metiéndosela en el culo, sabía que al agarrar la verga de esa manera, tenía a los dos hombre en su máximo grado de excitación. Guzmán, que estaba a merced del deseo de ella, empezó a follársela sabiendo que a su polla le quedaba poco para descargar. Juan estaba demasiado cerca de la boca abierta de Camila y esta vez fue Guzmán quien lo paró.
— No la toques.
Esto excitó mucho a Camila y quiso premiarlo.
— Me gusta mucho cómo me follas… tener tu polla dentro de mi culo, tan gorda… fóllame así… pero cuando te corras, llena mi boca…
Esto fue mucho para Juan, que se corrió regando con su semen la boca de Camila, barbilla, cuello y senos. Esto no pareció molestar a Camila, que se llevó parte del semen de la barbilla a la boca con la lengua a la vez que gemía. Y esto provocó la corrida de Guzmán, que sacó la polla justo a tiempo de que Camila se pusiese de rodillas y la recibiese entera en su boca. Mientras tragaba el semen, masturbaba la verga para seguir recibiendo más cantidad, que llegaba por oleadas. Cuando no venía más, sujetaba bien la polla y metía y sacaba el glande con rapidez, chupando hasta recibir otra carga. Dejó seco a Guzmán. Agarrándolo de la polla, se acercó al sofá y se echó boca arriba, abriéndose de piernas.
— Ahora termíname tú.
Guzmán se puso de rodillas y empezó a lamerle el clítoris. Mientras gozaba, Camila se pellizcaba los pezones y se agarraba los pechos de la manera que a Juan le hubiese gustado hacerlo, pero que no haría. Mientras se acariciaba tocó accidentalmente el semen de Juan, recogiéndolo con el dedo y llevándoselo a la boca. Cuando Camila llegó al clímax, le llegó con unos pequeños espasmos.
— Gracias, guapo —le dijo a Guzmán con una sonrisa.
Camila se levantó, recogió su ropa y desde la puerta, desnuda como estaba, le dijo a Juan:
— Podrás mirarme todo lo que quieras, pero esto es todo lo que vas a obtener de mi. ¿Lo pillas? —Guzmán miró desafiante a Juan, como si fuese el testigo de un juramento.
— De acuerdo.