Camila cierra un contrato I
Camila ayuda a su jefe con un cliente tozudo. Aunque tenga que hacer un trío de dos.
Camila estaba en su despacho, absorta en sus cuentas, y pensando que ya era la hora de salir. En ese momento recibió una llamada directa de su jefe para que fuese a su despacho. Mientras iba a su encuentro se lo cruzó en el pasillo, parecía preocupado.
— Tengo a Guzmán, el mexicano. Estamos negociando los contratos anuales, ya sabes lo pesada que puede llegar a ponerse la negociación.
— ¡Uf! El año pasado estuviste tres días…
— El caso es que estamos atascados… y he pensado que podrías echarme una mano.
Camila se le quedó mirando intrigada. Ella era responsable de contabilidad, no tenía que ver con ventas. La gente circulaba por el pasillo, en dirección a la salida, así que Juan se la llevó a un despacho vacío y le habló en voz baja.
— A ver cómo te lo digo… entre que miramos unas cifras y acordamos otras, me ha hablado varias veces de la chica esa de contabilidad… —Camila no se podía creer lo que estaba oyendo— y ha dejado caer que a lo mejor tú puedes ayudarnos… “a lubricar la negociación”...
— A lubricar…
— Mira, no te pido nada raro, vienes, dejas que te mire un poco, cerramos esto y ya está.
Camila se sentía humillada, no le hacía gracia hacer de florero. Le gustaba tener la iniciativa en sus aventuras y sabía que esto la iba a inducir, tarde o temprano, a cambiar de trabajo. Se planteó rápidamente la situación y se le ocurrió una idea.
— Quiero un bonus sólo por estar ahí, y otro si se cierra el contrato.
— Me parece justo.
— Y lo dejas por escrito antes de que yo vaya.
— ¡Claro!
— No quiero una palabra de esto en la oficina, y también quiero que te quede bien claro que esto te la tengo guardada y no habrá otra vez.
— Así será.
— Cuando tengas el documento del bonus, se lo das a Bego y entonces voy para allá.
Camila fue a su despacho y cerró la puerta que le separaba de su secretaria. Se desnudó y sacó la ropa que tenía guardada bajo llave en el último cajón, por si alguna vez salía tarde del trabajo y quería tomarse una copa. Se puso un juego de sujetador y braguitas de encaje y unas medias con liguero. Eso lo remató con una blusa de tirantes y su falda especial. La falda especial tendía a subirse con cualquier movimiento, incluso por andar. A su ropa de batalla le añadió unos zapatos con tacón de aguja. Recibió una llamada de su secretaria, porque ya tenía los papeles del jefe. Al salir, Bego la miró de arriba abajo y se puso algo colorada. “Alguna vez tendré que hacer algo con esta Begoña” pensó Camila.
— ¡Te has cambiado! Estás… muy sex… guapa…
— Tengo que hacer unas cosas. Vete a casa, que ya hemos terminado por hoy y apenas queda nadie en la oficina. Antes guarda los papeles de Juan.
Camila salió de su despacho. Apenas se escuchaba ruidoentró a la sala de juntas, Guzmán se levantó al verla, Juan se levantó después y los presentó.
— Guzmán, te presento a nuestra jefa de contabilidad, Camila.
— Creo que ya nos hemos visto por el pasillo.
Guzmán le fue a dar la mano, pero Camila se acercó a él y le dió un par de besos en la mejilla mientras le acariciaba el brazo.
La negociación fue, como se esperaba, muy pesada, pero mientras hablaban de cifras y estimaciones de mercado, ella miraba de reojo a Guzmán y cruzaba las piernas, para que él tuviese en sus muslos algo de distracción. De vez en cuando dejaba una mano sobre ellos y otras se bajaba la falda de una forma poco discreta, haciendo que ambos hombres no supiesen dónde poner sus ojos. El acuerdo estaba sobre la mesa, pero Guzmán se hacía el remolón. En una ocasión que el mexicano salió a atender una llamada, Camila habló con Juan.
— Cuando vuelva Guzmán, tú te vas con la excusa que tienes que ir a hacer un mandado de última hora para tu familia. Déjame con él media hora a solas. Ya verás cómo esto se firma pronto.
— ¿Qué vas a hacer?
— Déjame a mi.
Una vez a solas, Guzmán y Camila apenas intercambiaron palabra durante un buen rato. Finalmente Camila se levantó y, rodeando la mesa a paso lento, se dirigió a la máquina de café, sonriendo coqueta mientras dejaba que Guzmán la mirara dar un paso tras otro, clavando los tacones en la moqueta y moviendo la cadera para que su estrecha falda moldeara su silueta. Mientras caminaba, pasaba la punta de sus dedos por la mesa, acariciándola.
Llegó a la máquina, y tardó todo el tiempo que pudo en servir el café, pues le daba la espalda al hombre y podía sentir su mirada clavada en su cuerpo. Puso una mano en la cadera, apoyó su peso en la otra pierna, moviendo la cintura, de forma que Guzman tuviese una idea clara de las curvas de su cuerpo. Después del contorneo bajó la mano por la falda, acariciando con la palma de la mano el relieve del liguero bajo la tela. Estaba segura de que Guzmán ya había intuido dónde estaba el final de sus medias, aún así pasó la yema de los dedos por el liguero, hizo una L hacia atrás siguiendo la goma de sus medias, y luego deslizó toda la mano hacia la cintura, rozándose claramente las nalgas por el camino. Se tomó su tiempo inclinándose levemente hacia delante, como si estuviese buscando el azucarillo que ya tenía localizado, moviendo suavemente las caderas y las piernas. Finalmente miró atrás. Pilló a Guzmán mirándole el culo. Este, algo avergonzado, cruzó su mirada con la de ella. Camila le sonrió sin malicia, y giró su cuerpo, de manera que Guzmán no pudo evitar una mirada fugaz a sus pechos y caderas.
Camila se acercó a él con la taza de café a la altura de la cintura, de forma que el hombre, al mirar la bebida, podía ver su balanceo. Colocó la taza en la mesa inclinándose y acercándose excesivamente a Guzmán, dejando los pechos a un palmo de su cara. Al ponerse en pie la falda le quedó un poco subida, dejando a la vista buena parte de los muslos. Con calma, pasó la mano desde la cadera a la pierna, bajando el filo de la falda lo que pudo, pero al retornar la mano a la posición inicial, arrastró otra vez la falda consigo, volviéndola a subir. Guzmán miraba las piernas de Camila, hipnotizado por la coreografía de manos, telas y caderas. Camila lo miraba con una sonrisa entre juguetona e inocente, buscando la complicidad de él por su nefasta lucha con la ropa. Finalmente se alejó a la máquina de café, sabiendo que su caminar lento y acompasado mostraba a Guzmán un bonito espectáculo, sabiendo que la falda subía unos milímetros a cada paso y que Guzmán al sentir el roce de sus medias alimentaba su deseo. Cuando Camila llegó a su destino, se atusó el pelo sin darse la vuelta, dejando la nuca al descubierto. Se pasó una mano por la cadera hacia el muslo y del muslo atrás hacia el glúteo, con la presión suficiente como para dejar sus dedos marcando su falda. Miró de soslayo hacia atrás y Guzmán, nervioso, dio un sorbo al café.
Camila decidió que ya era el momento adecuado. Se giró hacia él, se subió la falda hasta casi llegar a las braguitas y se apoyó en el mueble del café. Guzmán la miró y respondió cómplice a la sonrisa de ella. Camila le estaba mostrando sus braguitas, estirando el torso, y pasando las manos por su cuerpo. Estaba a cinco metros de él, con la falda a la altura del pubis, tocando las braguitas con la yema de los dedos, pasandolos por la gomilla, jugando con la prenda. Le gustaba que Guzmán permaneciese sentado, esto la ponía muy cachonda. Sabía lo empalmado que ya debería estar el mexicano.
Pasó los dedos por debajo las gomillas, abriendo un hueco y llevándolos hacia las caderas y luego de vuelta hacia su sexo, ahí se entretuvo un poco y acabó haciendo el hueco lo suficientemente ancho como para que Guzmán, desde el otro lado, pudiese distinguir el poco vello púbico que Camila no tenía depilado. Luego dejó caer los tirantes de su estrecha blusa, y empezó a acariciar la parte de los pechos que estaban a la vista, mientras movía su cadera de un lado a otro. Pocas veces había visto Guzmán un cuerpo como el de Camila desnudándose de esa manera.
Camila se acercó a él, con la falda sobre sus caderas, la blusa bajada por debajo de su sujetador y las medias vistiendo sus piernas perfectas. Se acercó tan lentamente como pudo y puso sus pechos cerca de la cara de Guzmán, con una mano apoyada al respaldo del sofá y la otra acariciándose un seno, sobre el sujetador. Movía la copa del mismo para que su piel se hinchase y encogiese, en un masaje medido para que el pezón siempre estuviese a punto de asomar por el escote. Al fin Guzmán atinó a usar el dorso de su mano para tocar la cadera de Camila. Ella quiso aguantar un gemido al sentir por primera vez el contacto con el hombre. Como premio a su audacia, le acercó más el pecho a la cara, dejando que su nariz rozase su piel, sintiendo su respiración. Camila estaba muy excitada por sobar su pecho tan cerca del hombre, viendo su mano, que apenas podía abarcar todo su seno, apretando el objeto del deseo de Guzmán. Sintió el pezón duro y se lo pellizcó lo que pudo a través de la tela, haciendo después un hueco para dejar que Guzmán lo viera. Este no pudo más y subió la mano de la cadera a su pecho, pero ella dejó salir el pezón metiéndoselo en la boca y haciendo que la mano de Guzmán volviera a la cadera de ella.
Camila sintió la lengua de Guzmán lamiendo con rapidez, sus labios chupando, metiéndose cada vez más cantidad adentro. Bajó la mano hacia la bragueta de él, comprobando que la verga ya estaba lo suficientemente dura como para hacer cualquier locura con ella. Mientras Camila acariciaba la polla, Guzmán pasó la mano por detrás y empezó a acariciarle el culo y el muslo sin soltar el pezón con la boca. Camila frotó la verga entera a través del pantalón, acariciándola de arriba abajo intensamente, hasta que también llegó a los testículos. Guzmán comprendió que el control de su polla había pasado a Camila justo cuando ésta empezó a besarlo, moviendo su lengua al ritmo que sus dedos acariciaban su glande. El le acarició el cuello mientras recibía ese beso tan húmedo, y ella le correspondió acariciando sus testículos con la misma delicadeza.
Mientras Camila le masturbaba a través del pantalón, Guzmán tenía la cabeza entre sus pechos, acariciandolos, lamiendolos. Ella tenía la boca casi abierta, literalmente con la boca hecha agua, jadeando suavemente. Se puso de rodillas ante él. Tenía los pezones rozando el borde del sostén, al aire, en una semidesnudez que los excitaba a ambos aún más. Se bajó la blusa a la cintura, recogida junto a la falda. Guzmán amasó los pechos con ambas manos y ella, con las manos apoyadas en la pierna de Guzmán, abrió la bragueta de éste y le sacó la hinchada verga. Cogiéndola con una mano, pasó la lengua de abajo a arriba, metiéndose el glande en la boca y masturbando con sus labios esa parte del pene, mientras él la sujetaba del cuello. Se excitó mucho al tener la polla en la boca y aumentó el ritmo de la felación mientras la mano le asía el falo con movimientos giratorios. Camila se oyó gemir y esto la puso aún más cachonda. Estos gemidos retumbaban en la polla de Guzmán, que estaba totalmente fuera de sí, pero no se atrevía a tomar la iniciativa y perderse la habilidad mostrada por Camila. La verga de Guzmán era de un buen tamaño y, en este vaivén de la cabeza de Camila, acabó tocando repetidamente la garganta de la felatriz. Guzmán, cogiendo la cabeza de ella con las dos manos, ayudó a Camila a meter la verga aún más adentro, algo que consiguieron en varios movimientos. Camila se sacó la polla de la garganta con un gemido, y siguió masturbándolo con devoción. Tomó aire ostensiblemente y volvió a meterse aquella masa en la boca, con movimientos rápidos, dejando que la lengua y la garganta estimularan la verga. Tenía buena parte de ella entrando y saliendo por su campanilla y dejaba que el sonido de sus gemidos y el provocado por la felación inundase los oidos de Guzmán. Se metió la polla en la boca todo lo que pudo y la dejó salir mientras lo miraba a los ojos.
Camila se puso en pie y, dando pasos hacia atrás, se quedó con la espalda pegada a la pared, con los pezones sobresaliendo del sujetador apuntando hacia Guzmán. Este la siguió, la cogió por la cintura y le chupó los pezones con fuerza, sintiendo ella una mezcla de dolor y placer, gimiendo. Guzmán le dió la vuelta, le pasó las manos por los muslos, y cogiéndola de la cintura echó el culo hacia atrás, bajándole a continuación las bragas. Camila estaba muy excitada sabiendo que iba a recibir esa gran polla y sólo podía responder con suspiros a cada movimiento de él. Guzmán no pudo resistir a pasar su lengua por los glúteos de Camila mientras los apretaba. Ella, con el culo en pompa y gozando con su tacto, estaba abriéndole la puerta al goce.
Guzmán se mojó los dedos y humedeció la vagina aún más, metiendo a continuación parte de su polla dentro de ella. Sintió el sexo de ella muy mojado e introdujo el resto del pene. Ella gozaba sintiendo el pene entrando y saliendo. Contra la pared, sentía las manos de él en su cadera tomando un punto de apoyo, y cómo se abría paso la verga en cada embestida. Cada vez gritaba más, presa de la excitación. Hasta que se acordó de Juan.
Estaba segura de que su jefe ya habría vuelto y de que estaría observando. Cerca de ella había un espejo y miró como pudo hacia la puerta de la sala, encontrándola casi cerrada pero con la silueta de Juan en el hueco. Se sacó la polla de Guzmán y, sin darse la vuelta, empezó a masturbarle con una mano, mientras se pasaba el índice de la otra entre sus glúteos. Guzmán, al ver que Camila se estaba preparando el culo, se agachó y pasó la lengua por su agujero con decisión, hasta que finalmente consiguió introducir parte de ella. Mientras, Camila tenía dos dedos en su vagina a la vez que se friccionaba el clítoris. Guzmán colocó el glande bien pegado al ano y escupió sobre este. Usando la polla como pincel, lo terminó de lubricar e introdujo con pequeños movimientos su verga dentro de Camila, mientras ésta gemía con ganas. Guzmán empezó a follársela con una buena cadencia y Camila dejó de masturbarse y puso ambas manos pegadas a la pared, dejándose gozar. Guzmán estaba ensimismado viendo cómo entraba y salía el pene de ese culo perfecto, depilado, acogedor. Cuando aumentó el ritmo, Camila lo paró.