Camila

Camila realiza una felación a Carlos, tomándose su tiempo, deleitándose en el momento.

Se sentó sobre él, a la altura de sus genitales, y empezó a acariciar el pene con su sexo. Con suaves movimientos pélvicos el clítorix recibía su masaje a través de la tela de su culote y, si hacía falta, se ayudaba acercando con las manos un falo cada vez más erguido. Cuando agarraba de esa forma el pene, lo hacía intentado que todos sus dedos rodeasen el miembro ya duro, aumentando la frecuencia de su contorneo y abriendo ligeramente la boca mientras miraba a Carlos a los ojos. "Me está poniendo a cien la muy..." pero no pudo acabar su pensamiento, pues Camila ya se había puesto a horcajadas a sus pies y se había introducido todo el pene en la boca. Lo miró a los ojos, juguetona, mientras levantaba la cabeza lentamente, dejando que sus labios recorriesen cada pliegue de su falo. Cuando llegó al extremo, se entretuvo ligeramente con el glande, pero volvió a pasar su boca por el miembro hasta llegar a la base, dejando al glande en algún punto de su garganta. Empezó a hacer pequeños movimientos verticales, lo justo para mostrar y ocultar la base del pene. Todo el miembro de Carlos estaba en contacto con Camila, apretado a ella en un abrazo húmedo.

Camila fue sacándose la verga lentamente, aprentando los labios y haciendo cortas paradas en las que volvía otra vez a bajar, mientras su lengua, oculta en su boca, le ayudaba a succionar. Cuando en esa lenta subida llegó al glande, empezó a chuparlo sin sacarlo de la boca, moviendo la cabeza para que sus labios lo recorriesen de arriba a bajo, sujetando el pene ligeramente para controlar su posición. Carlos podía ver los labios de Camila adaptándose a la forma de su falo, y cómo ella lo miraba a los ojos, sabiendo que él estaba a merced de su lascivia. Estuvo lamiendo la punta de la verga hasta que decidió continuar metiéndo mitad del pene en su boca, subiendo y bajando, sorbiendo. Al llegar a la base, siguió con el movimiento rítmico, y cuando en una de esas el glande golpeó su garganta, hizo el amago de tragárselo, provocando una pequeña convulsión en ambos. Finalmente Camila se sacó el pene con pequeños movimientos de cabeza, apretando tanto los labios que apenas dejó algún rastro de saliva.

Una vez liberada la verga, Camila empezó a masturbar a Carlos mientras cogía aire y recuperaba la humedad de su boca. Miraba el miembro absorta, mientras movía aquel pene de arriba a abajo, muy arriba y muy abajo. Carlos apenas podía controlar sus impulsos, pero se dejó hacer. En ese movimiento frenético, Camila veía cómo el glande se ocultaba en su mano y cómo reaparecía como la pulpa de un jugoso fruto, en un juego en el que el tiempo corre hacia un desenlace instantáneo. En uno de esos ciclos, volvió a la felación, siempre con sus labios contorneando el miembro y llegando a la base de la verga, donde continuó con sus movimientos rítmicos de cabeza. Primero suaves, luego más largos y rápidos, luego más suaves, siempre con todo el falo dentro, hasta que volvió al glande en un movimiento decidido, sujetando la verga, comprobando que Carlos no podía dejar de mirar sus labios. Empezó a chupar el capullo, moviendo la cabeza de arriba a bajo, sujetando el pene como un cucurucho. Hacía ese moviento rítmico mirando a Carlos, como diciéndole "ahora puedes llenar mi boca con tu semen... si es que quieres que esto acabe".

Se sacó la verga de la boca y empezó a acariciarla, mientras se recolocaba en una posición algo más cómoda para ella. En ese pausado movimiento, los pechos de Camila llegaron a rozar el miembro que estaba masturbando tan profusamente, lo suficiente para que Carlos desease amasar aquel cuerpo tan deseado. Finalmente, Camila volvió a recolocarse y se metió el glande en la boca con avaricia, a la vez que seguía masajeando la verga en un movimiento giratorio. Succionaba la punta del pene y lo sacaba, sin dejar de acariciarlo, acercando sus pechos, separándose. Usaba la lengua en ese movimiento de succión, pero nunca dejó que Carlos la viese, ni que se escapara una gota de saliva. Sabía que Carlos estaba viendo su verga casu rozando su escote, y que éste deseaba que ella se quitase el sujetador, liberase sus suaves pechos y los acariciase con su miembro, pero lo dejó con la miel en los labios.

Prefirió alternar la masturbación con la felación profunda, usando mano y labios, buscando el paroxismo del miembro. Cuando le tocaba a la mano, Camila miraba el pene con devoción, tragaba saliva y en cuanto ésta volvía a aparecer, se llevaba el falo hasta el fondo, y moviendo su cabeza para que, dentro de su boca, la lengua pudiese saborear todo el pene. Cuando sentía el miembro hinchado, lo sacaba y volvía al turno de los dedos.

Camila se cansó de ese juego y pasó la palma de la mano a lo largo del pene, que dejó yacer erguido sobre el vientre de Carlos. Volvió a pasar la mano así, desde el glande hasta los genitales, y finalmente bajó la cabeza a la altura de éstos, lamiéndolos y chupándolos. Mientras la punta de la lengua subía por el pene, Camila permitió que Carlos sintiese en sus muslos el suave contacto de sus pechos, al menos con lo que dejaba escapar su ropa interior.

Cuando la punta de la lengua llegó al glande, lo lamió ligeramente, sacando el resto de la lengua en todo su esplendor, acariciando así todo el extremo de la verga, dejando que al fin Carlos viese ese músculo en acción. Fue un suspiro, porque nada más mostrar esa lengua rodeando el glande, todo entró de nuevo en la boca, y en unos movimientos rítmicos magistrales Carlos sintió cómo esa maravilla húmeda pasaba de acariciar el glande a rodear cada rincón de su pene.

Se sacó la verga de la boca y lo masturbó con decisión, entonces volvió a meterse la verga, dejando que la lengua se volviese a notar en todo el miembro, y cuando Carlos notó su miembro encajado en aquella boca, empezó a mover la pelvis. Al principio Carmila no dejó que él tomase la iniciativa en el movimiento, pero luego dejó que fuese él quien entrase y sacase el falo de su boca. A mitad de recorrido ella tragaba, esperando la carga de un momento a otro, dejando que Carlos se sintiese libre de liberar su impulso. Volvió a hacerse dueña del falo, haciendo que boca y mano lo masturbasen al unísono. Carlos ya no sabía si se había corrido o estaba en ello. Camila volvió a meterse toda la verga en la boca, no muy rápido, dejando que él sintiese el glande pasando por sus labios, su paladar, una y otra vez, moviendo la lengua y sorbiendo, a un ritmo continuado. Cuando sintió el pene más tenso aún y lo sacó acariciándolo lentamente, mirándolo con curiosidad, ante un atormentado Carlos que no quería acabar así. Camila se puso el glande en la boca, masturbando con fruición el resto del miembro erecto, hasta que sintió su semen recorrer su lengua. Y así siguió, dejando a la vista el glande, chupándolo, dejando que parte del semen resbalase por la verga y tragando el resto. Pasó la boca por toda la verga, arrastrando los fluidos de Carlos, y con la mano estiró la piel del pene hacia abajo, dejando que una última gota apareciese en el glande de Carlos. La recogió con la punta de la lengua, se la tragó y salió de la habitación tal y como vino, en ropa interior y moviendo un culo perfecto.