Camila 1
Camila es una mujer joven, guapa, exhuberante, ardiente, entregada... Es todo lo que un hombre puede desear, pero conseguirla tiene un precio.
Ella es Camila. Alta, esbelta, con unas piernas largas muy bien formadas, con un vientre completamente plano, un culo respingón que haría morir de envidia a cualquier actriz de Hollywood, unas tetas que no son especialmente grandes, pero se mantienen perfectamente erguidas, coronadas con unos pezones marrones rodeados de una pequeña areola más rosada. Su carita angelical y su media melena negra azabache le dan un toque de niña buena que no ha roto nunca un plato que, en contraste con su cuerpo voluptuoso, hacen que cualquier hombre pierda la cabeza y solo sea capaz de imaginar todas las cosas que haría con ella si pudiese.
Además, su cuerpazo de escándalo no es su principal arma de seducción. Camila es una mujer realmente fogosa, una mujer que disfruta cazando y que sabe como exprimirle todo el jugo a sus víctimas. Es una diosa del sexo insaciable venida a este mundo para generar placer, grandes cantidades de placer.
Sin embargo, hay un motivo poderoso para intentar mantenerse apartado de ella y no caer en sus redes, Camila es una mujer peligrosa. Hija del jefe de la mafia local, fue ascendiendo en la organización y actualmente es la número 2. No duda en ejecutar cualquier orden que reciba de su padre, en tomar cualquier decisión necesaria para proteger sus intereses ni en hacer desaparecer a quien haga falta.
Una vez presentada nuestra protagonista, empecemos a contar su leyenda.
Era agosto en San Luís, uno de los veranos más calurosos que se recuerdan en la región. Camila había vuelto recientemente de unas merecidas vacaciones en Costa Rica y se estaba adaptando de nuevo al trabajo. En esa época estaban preparando una operación a gran escala que les reportaría muchos millones de euros y la presencia de Camila era necesaria para acabar de diseñar el plan de acción, ultimar detalles y tomar decisiones de última hora.
Este tipo de operaciones estimulaban mucho a Camila. Más que el dinero en sí, a Camila lo que le excitaba era planear y llevar a cabo las operaciones y ganar cada vez mayores cantidades. Si en una operación ganaban 20 millones, su siguiente objetivo en la vida era ganar 40 más, luego 60, luego 80... Para ella, lo importante era superarse a sí misma, demostrarle a todo el mundo que era una pieza valiosa y que estaba donde estaba por su talento, y no por ser hija de su padre.
Esa operación prometía ser muy grande. Si salía bien, sería la operación más grande que jamás hubiera realizado su familia, y eso tenía a Camila muy cachonda. Si a eso le sumamos el calor tórrido del verano y que no hacía ni una semana que había vuelto de unas vacaciones muy placenteras en un lugar donde nadie sabía quién era y podía dar rienda suelta a sus pasiones sin tener que preocuparse del qué dirán... Camila estaba rozando el límite, necesitaba darse un homenaje con urgencia.
Por eso, cuando en una reunión sobre el proyecto con miembros del gobierno regional un concejal empezó a dar problemas, Camila sonreía. El concejal no veía clara la operación y empezó a rebatir uno por uno todos los puntos de la propuesta que presentaban los socios de Camila. Los otros miembros del gobierno se mostraban indecisos y al final no se firmó nada. Era un contratiempo severo para la familia de Camila, que tendría que perder al menos otro mes y una buena cantidad de dinero en sobornos y otras medidas correctivas. Sin embargo, Camila no perdió la calma en ningún momento y se limitaba a sonreír y poner buena cara.
Una semana más tarde, Camila se encontró "casualmente" con el concejal en un acto solidario. Le saludó efusivamente e intercambiaron unas palabras, pero no se les vio mucho tiempo juntos. Esa noche, Camila vestía con un vestido claro que resaltaba su cuerpo bronceado por el sol y su pelo negro, que llevaba recogido. El vestido era de espalda descubierta, lo que dejaba manifiesto que no llevaba sujetador. El escote era bastante recatado, pero realzaba sin duda el busto de la joven empresaria. Claro que lo que más llamaba la atención era lo corto que quedaba, dejando sus piernas a la vista hasta bastante más de medio muslo. Esa noche, Camila llevaba unos zapatos de tacón que realzaban aún más su esbelta figura, así que pocos fueron los que no repararon en ella.
Al marchar, Camila buscó a su amigo el concejal para despedirse de él. Se dieron dos besos y, cuando estaban mejilla con mejilla, Camila le dijo al concejal el número de su habitación en el hotel donde tenía lugar la recepción y le metió la mano en el bolsillo de la americana. El concejal se quedó un rato en shock, no entendía a qué venía eso. Por un lado, quería pensar que era una invitación de tipo sexual, pero por otro, sabía que tenían negocios, por lo que supuso que sería una reunión para mejorar su comisión. Cuando fue a ver qué le había dejado en el bolsillo, el shock fue aún mayor, era una pieza de tela y se sentía húmeda y caliente. Se excusó y desapareció para buscar algo de intimidad y poder examinar mejor el regalo. Efectivamente, se trataba del tanga de Camila, y parecía que se lo había quitado justo antes de dárselo. No pudo reprimir el instinto de olerlo y ahí su mente decidió que, sin duda, se trataba de una invitación sexual, por lo que no iba a necesitar escoltas.
Toc, toc. Camila abrió la puerta y el concejal un poco más y muere ahí mismo. El vestido de fiesta había sido sustituido por un salto de cama blanco con transparencia, mucha transparencia. Llevaba también una pequeña capa para taparse un poco, pero claramente no estaba cumpliendo esa función, puesto que se podía ver perfectamente que debajo del salto de cama no llevaba absolutamente nada.
Volvió en sí unos segundos cuando fue arrastrado por la corbata hasta la cama y oyó el sonoro portazo con el que se cerró la puerta, pero pronto volvió a entrar en trance cuando, sentado en la cama, veía como su anfitriona se arrodillaba delante de él y empezaba a desabrocharle el cinturón. Le bajó los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos, se arrodilló entre sus piernas y, sin mediar palabra, se metió toda la polla del concejal en la boca. No era muy grande, pero estaba en su máximo esplendor por lo caliente de la situación. Camila tenía la boca llena de saliva, e iba generando más a medida que se recreaba con el rabo de su invitado. Primero se la metió entera y la fue recorriendo con la lengua dentro de su boca para lubricarla bien y empezar a subir su cabeza para hacerle una buena mamada al señor concejal. Cuando bajaba, movía la lengua por el tronco del pene, y al subir, se recreaba un poco con el glande. El concejal no estaba preparado para lo que se había encontrado esa noche y pronto empezó a vibrarle la polla y avisó que se iba a correr. Entonces, Camila aceleró el ritmo de la mamada, pero hacía viajes mucho más cortos para tener todo el tiempo la mayor parte del rabo de su amigo en la boca. No tardo en explotar y llenarle la boca de leche. Camila siguió un rato más, tragando hasta la última gota.
Tras esa monumental corrida, la mejor que había tenido el concejal desde hacía tiempo, estaba claro que iba a necesitar tiempo si quería rematar la faena con un buen polvo. Ya descargado, podía contemplar el cuerpo de la joven empresaria detenidamente. Él seguía sentado, con los pantalones en los tobillos, y ella seguía de rodillas delante de él. Entonces, ella le dijo "Lo siento mucho, señor, tenía tantas ganas de comerle la polla que no me he podido resistir. ¿Qué puedo hacer para que me perdone?". El concejal estaba flipando y no sabía ni qué decir. La tía que estaba más buena de todas las que había conocido le estaba pidiendo perdón por haberle comido la polla. Eso no tenía ningún sentido. "Igual tenía pensado usar mi cuerpo de otro modo y no le he dejado elegir. Quiero que sepa que estoy a su entera disposición para satisfacer cualquier necesidad que pueda tener."
Eso al concejal lo excitó un poco, pero al mismo tiempo, le daba mal rollo. Además, ya no tenía edad de grandes fiestas y acababa de soltar todo el semen que llevaba acumulado desde hacía días, así que tampoco estaba seguro de poder cumplir.
Concejal - Mira, zorrita, no sé a qué juegas, pero creo que aquí hemos terminado. A menos que quieras hablar de dinero.
Camila - No, por favor, no me deje así, señor. Estoy realmente avergonzada por lo que ha sucedido, ha sido muy poco profesional por mi parte y si mi padre se entera de que la he cagado por no poder contener mis ansias de rabo...
Concejal - Ese es tu problema, por ser tan guarra.
Camila - Tiene razón, señor, es todo culpa mía por ser tan zorra, me merezco una buena paliza.
Concejal - Eso es, puta, necesitas aprender un poco de educación. No se trata así a un concejal.
El concejal se estaba poniendo bien la ropa para irse, pero entre la sumisión de ese monumento, lo buena que llegaba a estar, lo bien que se la había chupado y que empezaba a estar cachondo de nuevo, se resistía a desaprovechar la oportunidad. Entonces, Camila , que aún seguía de rodillas, le cogió por el pantalón para retenerlo y el concejal, un poco como acto reflejo, la apartó de un empujón y le hizo golpear contra la cama.
Concejal - Perdona, Camila, ¿estás bien? No pretendía hacerte daño.
Camila - Perdone usted, señor, no debe preocuparse por una zorra como yo, el daño que usted me haga lo tendré merecido por mi comportamiento de hoy. Todo lo que usted me haga será bien recibido y agradecido por mi parte.
Concejal - ¿Todo?
Aquí el concejal ya estaba muy excitado de nuevo, aunque aún no tenía la polla recuperada del todo. "Todo", dijo Camila, quien fue hacia una maleta, la abrió y mostró el contenido al concejal. Había varios fajos de billetes y, lo que es más interesante, esposas, látigo, fusta, antifaz, vendas, lubricantes, condones, consoladores...
Concejal - Así que te gusta jugar, eh puta. Por lo pronto, me voy a quedar este dinero, que creo que me lo voy a ganar esta noche. Ahora, baila para mí y haz todo lo que te ordene.
Camila - Sí, mi amo.
El concejal volvió a sentarse en el borde de la cama y Camila empezó a hacer un baile sensual para él. Al no haber música, era un poco absurdo todo, ella iba bailando y haciendo gestos provocativos, pero esto al concejal no le estimulaba tanto como había pensado en un principio, así que le mandó quitarse la ropa. El cuerpo de Camila era espectacular, no se veía ni una imperfección. Tenía un bronceado uniforme, señal inequívoco que había estado haciendo nudismo, no tenía ningún tatuaje ni ningún piercing, era una belleza cien por cien natural. Le mandó acercarse y empezó a sobarla por todas partes mientras acababa de reponer fuerzas. Pronto estaba Camila quitándole la ropa al concejal entre caricias y besos. Mientras, el concejal también exploraba ese cuerpo esculpido por los dioses y mantenido en el gimnasio por su dueña. Sobre todo, le gustaba recrearse en ese par de tetas, generoso pero no excesivo, acariciando, chafando, besando, lamiendo, mordiendo. Pronto estuvieron los dos desnudos y Camila se volvió a llevar la polla de su compañero de noche a la boca. Aunque era placentero, el concejal no quería volver a correrse en la boca de su amiga, así que la cogió por un pezón y la tiró hacia él. Ella no se quejaba, solo se notaba que le dolía por el gesto de su cara, pero mantenía la sonrisa mientras subía hasta donde su amo decidiera.
Le metió la mano en el coño y vio que estaba chorreando. Sin mediar palabra, aprovechó que volvía a tenerla empinada para meterla de un golpe. "'¡Gracias!", dijo ella. El concejal le dio una bofetada que le dejaría la mano marcada varias horas. "¿Gracias qué, zorra?". "¡Gracias, mi señor!". Tras la mamada del principio, el concejal iba a tardar en correrse, así que estaba disfrutando del coño de Camila. Follarse a ese monumento de mujer era lo mejor que le había pasado en su vida. Cambiaron de posición y ella se puso a cabalgar sobre él, así podía ver cómo le botaban las tetas y hacer con ellas lo que quisiera. Cuando ella iba a tener un orgasmo, le retorció los pezones tan fuerte que no supo si el grito que soltó era de placer, de dolor o de las dos cosas a la vez.
Entonces la puso boca abajo, cogió lubricante y empezó a trabajarle el culo con un dedo. El concejal nunca había practicado sexo anal. Lo había intentado alguna vez, pero nunca había logrado meterla entera en el culo de su pareja. Esta vez estaba decidido a lograrlo. Al primer dedo, le siguió un segundo. De vez en cuando hacía que Camila le lamiera los dedos, más por humillarla que para lubricarlos, puesto que usaba lubricante igualmente. Se notaba que Camila tenía bastante más experiencia que él en el asunto, porque su culo se iba dilatando muy rápido. Pronto le metió el consolador más estrecho de los que había en la maleta y entraba con más facilidad de la que hubiera esperado. Mientras jugaba con el consolador y el culo de la peligrosa mafiosa, le metió de nuevo la polla en la boca para que se la pusiera al 100%, cosa que logró en menos de un minuto.
Cuando metió la polla en el culo de esa mujer, estaba en la gloria. No solo era la primera vez que lograba tener toda la polla dentro de un culo, además era el culo de una mujer que estaba increíblemente buena y que le estaba suplicando por favor que la reventara. Estuvo un segundo quieto, sintiendo como el culo de su compañera le apretaba la polla, disfrutando de esa sensación nueva. Luego empezó a moverse lentamente, para ver como fluía. Pronto cogió confianza y empezó un mete saca más rápido, aprovechando las salidas para echar lubricante en la parte del rabo que quedaba fuera y las metidas para golpear con dureza las nalgas de Camila.
No tardó mucho más en estallar dentro de ese culazo. Había sido, sin duda, el mejor polvo de su vida. Tras descansar un rato junto al cuerpo desnudo y sudado de la mujer que le había regalado esa noche mágica, fue a darse una ducha. Pensó en llamar a Camila para que se la chupara un rato en la ducha, pero ya hasta le dolía la polla y pensó que ya habría tiempo para eso en otra ocasión. Se vistió y se largó de ahí sin decir ni adiós, dejando a Camila en la cama, desnuda, sudada y llena del semen que había ido saliendo de su culo.
Al mediodía siguiente, todos los telediarios abrieron con la misma noticia. Un terrible accidente de tráfico había acabado con la vida de un concejal de la región.