Camelia

Fantasía erótica, mezcla de sueño, amor, dominación y deseo

Su sangre, lava hirviente se dirigía a puntos específicos de su cuerpo, mientras permanece de pie, con los ojos vendados y las manos atadas sobre su cabeza, el cuerpo desnudo contra el ventanal, dulce contraste el de su cuerpo ardiente contra el frío vidrio. Ha seguido las instrucciones al pie de la letra.

La anticipación le dificultaba respirar, las pinzas en sus pezones y en su clítoris… mezcla perfecta del borde del dolor y placer mezclados con sus suspiros y la humedad que empezaba a correr por el interior de sus muslos.

El silencio absoluto de pronto se ve interrumpido por el sonido de sus pasos sobre el mosaico, ¡ya ha llegado la hora!

Un estremecimiento la recorre al sentir la caricia del hielo sobre su piel, seguida por su lengua que recorre el camino de humedad desde su cuello a su ombligo, mientras dos dedos se cuelan en su centro palpitante, las pinzas son retiradas, la sangre circulando de nuevo provoca oleadas de placer indescriptible, y son sustituidas por su lengua, que la consuelan y alientan. De pronto la gira bruscamente, una mano en la base de su espalda la inclina y el azote no se hace esperar, seguido por otro y uno más, alternándose en cada lado, hasta que su piel está roja y caliente, una gota de sudor baja por su espalda, el deseo corre por sus piernas.

Escucha el cierre de su pantalón abrirse, lo escucha caer al suelo, sus manos la toman de las caderas al tiempo que la penetra bruscamente, golpeteo es intenso, duro, profundo, un gemido se le escapa y recibe un azote más a cambio. Lo siente inclinarse sobre su espalda y apoderarse de sus pechos, las penetraciones son cada vez más profundas, casi intolerables, violentos temblores contraen sus paredes, está cerca de acabar, escucha su voz profunda por primera vez—: Termina para mí, ¡ahora!

Esto lo que necesita para dejarse ir, oleadas de placer recorren su cuerpo, su liquido derramándose en abundancia, empapándolos a ambos a la vez que él se retira y empuja de nuevo, una y otra vez hasta vaciarse por completo, llenando su cuerpo con su semilla caliente.

Una vez que han terminado, desata sus manos, no así sus ojos, la lleva a la cama y limpia su cuerpo que agotado se deja caer en la bruma del sueño. Al despertar, como tantas otras veces, a su lado encontrará una camelia roja y la ausencia de su amante desconocido…