Cambios Afortunados (1a parte)

Una chica transexual comienza a descubrir su lugar como mujer en el mundo

(primero una disculpa por no continuar con mi relato anterior, pero por razones personales no podré terminarlo, mil disculpas y espero disfruten éste relato que es 100% imaginario, besos y saludos)

Desde que recuerdo siempre fui diferente a los demás chicos, empezando porque jamás me consideré uno de ellos, aunque tampoco me sentía una chica, más bien se me había dejado en claro en todas partes que no lo era. Conforme fui creciendo esto se hizo mucho más evidente para mí, pues aunque tenía un aspecto andrógino, no tenía busto ni caderas, y claro, tenía pene. Todo eso me hizo bastante tímido y retraído, casi no salía de casa y me costaba mucho trabajo socializar con la gente, mis modos femeninos me hacían el blanco perfecto de burlas y abusones, así que prefería mantenerme a salvo lejos del resto del mundo.

Con todas estas inseguridades imagínense cómo fue cuando me di cuenta de que no me gustaban las mujeres y me atraían los hombres, recuerdo que me di cuenta de golpe cuando vi por primera vez a Javier, era el chico que atendía en un pequeño mini súper cerca de mi casa, me encantaba ir solamente por verlo, una emoción me erizaba la piel y sentía una maravillosa opresión en el estómago, no dejaba de pensar en él, en fin, me había dado cuenta de cual era mi realidad.

Pero bueno, mi inseguridad no duraría para siempre, cuando descubrí el Internet me di cuenta de que había muchas más personas como yo, personas que no solamente compartían las mismas preferencias sexuales que yo, también compartían la misma afición que yo y que guardaba celosamente en secreto, vestir de mujer.

Para los 23 años ya tenía suficiente práctica, ya había logrado encontrar mi propio estilo al arreglarme y aunque seguía compartiendo ropa con mi mamá, me las arreglaba para no verme “tan señora”. Poco después de haber terminado mis estudios encontré trabajo en lo que para mí era un sueño, una fábrica local de ropa para dama y de verdad que era bastante feliz en ese trabajo.

Poco a poco fui comprando algunas cosas, me independice de casa de mis padres, después de todo lo que había sufrido la vida empezaba a compensarme un poco, recibí una oferta de trabajo en la matriz de una empresa del mismo rubro pero de presencia internacional, lo que me significo un jugoso aumento de salario y para mejorar las cosas, la oferta era prácticamente al otro extremo del país, inmediatamente soñé con todo un mundo de posibilidades, así que acepté sin dudar la oferta de trabajo.

Inmediatamente comencé a buscar dentro de la ciudad algún departamento que estuviera un poco alejado del trabajo pero no demasiado, digamos algo intermedio, una media hora de viaje en automóvil. Para mi fortuna, a apenas 45 minutos encontré un apartamento como lo había soñado, en un tercer piso, con un balconcito a la calle ¿qué más podía pedir? Así que para cuando me mudé prácticamente ya tenía un lugar donde llegar, a decir verdad dejé casi todo en casa de mis papás, únicamente me llevé lo más indispensable, cama, refrigerador y algunos aparatos electrónicos y de cocina.

La casera, era una mujer joven de nombre Samantha, era muy agradable e inmediatamente hicimos muy buenas migas, ella me mostró el apartamento, al entrar había una sala amplia con piso laminado en tonos claros, casi toda la casa tenía el mismo piso, obviamente solo el baño no, había dos recámaras grandes y una más pequeña, la cocina era un sueño, integral, de color blanca y el baño estaba decorado en tonos salmón, tal vez lo único que me desagradó un poco era que todas las paredes estaban pintadas en un tono amarillo mostaza, le pregunté que si había problema en cambiar la pintura, cuando respondió que podía decorarlo a mi gusto casi inmediatamente cerramos el trato.

Apenas acomodé algunas cosas, lo primero que hice fue instalar el ordenador y conseguir una conexión a Internet, lo que tardó algunos días, pero valió la pena la espera. En el trabajo todo iba bien, salvo por el director general y dueño de la empresa, el contador y el jefe de recursos materiales, en el área de oficinas no había más hombres en la empresa, obvio contándome a mí que no entraba en esa categoría.

En mi área que era la de diseño, tenía tres compañeras más, quienes inmediatamente detectaron mi personalidad femenina y rápidamente me convertí en una más del grupo, Karina, Belinda y Amalia, se convirtieron casi instantáneamente en mis mejores amigas, prácticamente todo el tiempo recibía trato femenino, lo cual no solamente me gustaba, también comenzó a parecerme lo más natural, esto solamente cambiaba cuando aparecía alguien ajeno a nuestra área. En fin los primeros días que llegué a la ciudad mi vida transcurría sencillamente, iba al trabajo, llegaba a casa, me arreglaba y pasaba la tarde buscando estilos y maneras de decorar el departamento, me había entrado la idea de decorarlo de la manera más femenina posible, era mi casa y podía al fin decorarla a mi gusto.

Comencé por mandar pintar los closets y las puertas de blanco, claro que antes lo platiqué con Samantha, cuando se lo dije la noté extrañada, pero casi lo olvidó al instante cuando le prometí invitarla a comer una vez que terminara de arreglar el departamento. Cuando terminaron de pintar los closets y las puertas lo primero fue decidir que recámara tomaría, me decidí por la más luminosa, allí al fin acomodé en el closet toda mi ropa de chica y la otra fue para mi ropa de trabajo, como le llamaba a la ropa de chico. El siguiente paso fue cambiar el color de las paredes, sé que suena muy a cliché, pero después de tener que soportar durante años una recámara de color azul con balones de futbol toda mi infancia y adolescencia y luego otra en azul pastel cuando salí de casa de mi papás (ya que me visitaban constantemente), me moría por tener mi espacio completamente en color rosa.

Para las recámaras escogí un tono que desde el nombre me pareció una señal, rosa princesa, el resto de la casa tenía paredes en color palo de rosa en contraste con otras en blanco malvavisco. Después seguí con los muebles, la sala era de estilo clásico, a juego con el comedor, la vitrina y las mesitas de apoyo, con la madera en un tono claro, con superficie de cristal en la mesas y la tapicería en un delicioso tono aperlado con ligeros estampados de rosas, para mi recámara escogí todos los muebles en latón y superficies de cristal, a juego con la cabecera. Luego de eso, compré bastantes adornos, floreritos, algunas figuritas, pero mis favoritos eran los cuadros que compré para la sala todos eran de paisajes con campos de flores y tanto el cuadro del pasillo de la sala a la cocina como los de mi recámara, que fueron los más difíciles de conseguir mostraban unas hermosas zapatillas estilo pumps en distintos colores, tardé casi cuatro meses en lograr dejar el departamento a mi gusto, lo último fueron las cortinas de color rosa apagado que me fascinaban.

Cuando todo estuvo listo, cumplí mi promesa e invité a comer a Samantha, el departamento decía todo, pero aún así, ese día decidí usar ropa de trabajo, un pantalón de vestir color hueso con una camisa beige y zapatos del mismo color, cuando mi amiga entró finalmente miraba sorprendida el lugar, con toda la seguridad de que Samantha había terminado de confirmar con eso cualquier sospecha de mí. Después de narrarle con detalle todo el proceso de decoración del departamento y como me decidí por cada cosa, no me sorprendió su pregunta mientras nos sentamos en la sala a beber una soda mientras la pasta se terminaba de cocer.

-¿y tienes novio?-

Yo sonreí y le dije que no.

-tengo un primo que podría presentarte-

-te lo agradezco mucho, pero bueno, a algunos chicos gay no les gustan las travestis, buscan que su pareja sea lo más varonil posible, ¿a tu primo como le gustan?-

-ay, no lo sé- dijo mientras sonreía con algo de nerviosismo, luego me preguntó -¿y tú eres travesti?-

Ahora quien respondió con risa nerviosa, fui yo mientras asentía con la cabeza.

-entiendo muy poco de esto, solamente sé que mi primo es gay, pero pues pensaba que todo era lo mismo-

-no, a mí me gustan los hombres muy varoniles y amo ser tratada como mujer, hay quienes los prefieren afeminados, pero que todo el tiempo se mantengan como hombres, de todo encuentras- sonreí aún con más nervios.

-vaya, por lo que me dices somos amigas, entonces no puedo llamarte Martín-

-puedes llamarme Alexia-

-lindo nombre amiga-

Pero nuestra charla se interrumpió por el olor a quemado de la pasta, corrí a la cocina, pero ya era demasiado tarde, se había arruinado, Samantha sonrió y me propuso que como se sentía rara llamándome Alexia con mi apariencia, me cambiara, mientras ella preparaba algo más para comer, no creía lo que pasaba, era la primera vez que alguien fuera de un ligue de antro me vería como mujer, la idea me emocionó y acepté encantada, solamente le señalé donde estaba el resto de la pasta y lo necesario para prepararla, después de todo ya tenía lista una ensalada de camarones con crutones y queso cottage.

Mientras ella cocinaba, yo me fui a cambiar, como la verdad me gustó la combinación que llevaba, me puse una blusa de mangas tres cuartos en color crudo, con unos jeans blancos y zapatillas cerradas color beige de 13 cms. con plataforma de 4 cms. y un cinturón ancho color café, luego me maquillé en tonos sepia con los labios rojos y me puse algo de bisutería de fantasía claro, culminé con un perfume afrutado y una peluca rubia ceniza, ondulada y larga hasta los hombros. Cuando salí Samantha estaba en la sala ojeando una revista.

-ya Sammy ¿cómo va la pasta?-

-vaya, que linda te ves amiga, de verdad no puedo creer que no eres… bueno tú sabes-

-gracias amiga, eres la primer persona que me ve así a plena luz del día-

-no entiendo por qué, te ves muy linda-

-gracias amiga, ¿de verdad lo crees?-

-sí, oye ¿y si mejor salimos a comer?-

-no, definitivamente no, no me siento muy segura a ésta hora del día-

-puedo llamarle a mi primo, así lo conoces y salimos los tres-

-hoy no amiga, quizá después, déjame que tome más confianza-

-está bien amiga, ya me dirás cuando te decidas, de cualquier forma te molestaría que le hablara a mi primo de ti?-

-no amiga, para nada-

-bueno, si no vamos a salir a comer, mejor vamos a cuidar la pasta-

-jajajaja tienes razón-

Fuimos a la cocina y esperamos muy poco a que estuviera lista la comida, terminamos de prepararla, mientras comíamos charlamos sobre algunas trivialidades y después de comer hicimos sobre mesa mientras bebíamos un café. En ese momento no sé como la charla se tornó un poco más íntima y ella me preguntó

-¿cómo fue tu primera vez?-

-pues, fue en la bodega de un súper mercado jijiji-

-anda, cuéntame-

-pues mira, yo tenía 17 años y el tenía 22, yo empezaba a salir por las noches, bueno por las madrugadas más bien, cómo mujer, aprovechaba los viajes de mis papás a casa de mi abuela que eran por 3 o 4 días y con el pretexto de la escuela me quedaba sola, así que aprovechaba el tiempo, jijiji, me acuerdo que ese día en especial había estado mucho tiempo pegada a la computadora charlando en un chat gay, así que la verdad andaba un poquito alborotada, lo único que me calmaba era dar unos cuantos pasos fuera de casa y sentir el viento de la noche entre mis piernas y escuchar el sonido de mis tacones retumbando en la calle, así que me cambié, me acuerdo que me puse una pnatyblusa de mi mamá color negro, una mini de mezclilla que yo me había comprado, unas medias de red y unas zapatillas de tacón mediano, toda mi lencería era de color rojo -sonreí- me maquillé lo mejor que pude y como en ese tiempo usaba el cabello largo lo peiné lo mejor que pude para darle una apariencia femenina, salí en el auto familiar a buscar alguna calle tranquila donde caminar, pero como era fin de semana y no era muy tarde aún había algo de tráfico por las calles, no podía arriesgarme a nada, me daba mucho miedo, así que cuando no sentía seguras las calles, siempre estaba la parte de atrás de un súper mercado que quedaba cerca de casa, pero ese día vi que había dos autos estacionados y unos chicos estaban bebiendo, así que no me atreví siquiera a detenerme, así que seguí dando unas vueltas más, como a la media hora regresé al estacionamiento con la esperanza de que aquellos chicos ya se hubieran ido, pero al acercarme vi algunas torretas de patrullas y pasé mirando solamente de reojo, vi como subían a los chicos a una patrulla y arrastraban los autos con grúas, me sentí aliviada, di unas cuantas vueltas más, cuando regresé el lugar estaba vacío, feliz estacioné el auto y descendí para caminar un rato, cada paso me hacía sentir única y maravillosa, pero en ese momento una voz masculina me sacó de mi mundo –hola ¿cómo estás?- volteé temblando, era Javier, el chico que me volvía loca, el mismo que me hizo darme cuenta de mi preferencia sexual, se veía algo ebrio, pero no perdía su apostura, se me acercó y me miró por un instante y luego dijo –pero si eres el putito que viene a comprar- yo apenas pude hablar y decir –no… no soy yo- pero Javier me tomó por la cintura –no, ya no vas a ser putito, yo te voy a volver mujercita- entonces se agachó ya que era muy alto y me besó el cuello, algo dentro de mí se activó y me abracé a él, mientras me tocaba la colita y me decía que esa noche me haría mujer, sacó de su pantalón unas llaves y mientras me besaba me llevó dentro del súper mercado, me recostó sobre un sillón que estaba allí y se bajó los pantalones, mostrándome su pene que debajo de su ropa interior se empezaba a erectar, me tomó suavemente por la nuca y me acercó a su entrepierna, yo bajé su trusa y empecé por introducir su pene en mi boca, era salado y tenía algo que tenía una sabor muy ácido, luego supe que eso era el queso de macho, la verdad no me desagradó del todo, empecé a chuparlo mientras él se movía adelante y atrás, dos veces entró tanto en mi boca que casi me hace vomitar, pero logré contenerme, después sin aviso alguno respiró fuerte y se recargó en la pared mientras un líquido viscoso y caliente se deslizaba por mi garganta, esa sensación me encantó y estuve a punto de morderlo, pero me detuve y algo hizo que me bajara las medias y volteándola subiera la minifalda casi hasta mi cintura, su pene quedó flácido, pero no podía detenerme ya, así comencé a masturbarlo, entonces él me besaba, su boca tenía un gusto a alcohol que si fuera posible me hubiera embriagado también, pero yo estaba ebria de otra cosa, entonces doble mi cuerpo apoyando mi espalda baja en un cojín que había en el sillón, ofreciéndole mi cuevita virgen, tardó unos minutos en darse cuenta pero acomodó su entre pierna a la altura de mi hoyito y yo como pude, haciendo mi panty de lado alineé su pene directo a mi ano –hazme mujer- le dije al oído y de un solo movimiento me penetró, me dolió mucho, grité, pero él no se detuvo, violentamente se balanceaba partiéndome en 2 y moldeándome por dentro a la forma de su falo, siguió así por unos minutos mientras yo empezaba a sentir mucho placer y empezaba a gemir como gata en celo, cuando ese líquido caliente ahora llenaba mis entrañas, él solamente respiraba fuerte y se quedó quieto mientras se vaciaba dentro de mí, yo sudaba y quería más pero él ya no podía, me quedé un rato así y no sé por qué razón cuando él sacó su pene, yo introduje mi dedo para que no se saliera nada, Javier retrocedió y me vio, se río y me dijo –ya no eres más un putito, eres mujer, mi puta, ¿porqué haces eso?- me dijo señalando mi dedo sellando mi anito desvirgado, le respondí –estoy sangrando- no sé por qué dije eso, pero entonces él fue al interior del súper por unos minutos y me arrojó una caja de tampones, -póntelos puta- yo intenté sacarlos con una mano pero no pude, él casi desgarró la caja y me dio uno, me lo puse y mientras tanto notaba que la erección que tenía volvía, pero él me dio un manotazo en el pene y me gritó –eso no se hace puta- yo me doblé del dolor, pero de alguna manera lo acepté como una verdad, le pedí que se sentara y cuando lo hizo volví a chuparle el pene pero su borrachera impedía que se le volviera a parar y terminó quedándose dormido, eso me frustró un poco, pero comprendí que no se durmió por causa mía, así que me acomodé la ropa lo mejor que pude, recogí los tampones y volví al auto, las piernas me temblaban mucho, me tuve que quitar los tacones para poder caminar, pasaron unos minutos antes de que pudiera conducir bien y regresé a casa-

Samantha me veía con una sonrisa morbosa

-ay amiga, pero vaya que saliste golosa ¿estuviste más veces con él?-

-no, luego de eso se armó un escándalo en toda la colonia, Javier llevaba meses robando botellas de licor en la tienda que luego vendía o regalaba y bebía con sus amigos, por eso el dueño puso una cámara de circuito cerrado para atraparlo y encima de confirmar el robo, decían que en el video se veía que me metió a una prostituta, luego de eso el dueño lo corrió y le dijo que lo denunciaría con la policía si no pagaba todo lo que se había robado-

-te preguntaría si pagó, pero creo que la pregunta obligada es…-

-sí, yo era esa prostituta jijiji-

-ay amiga y con todo eso ¿no te atreves a salir?-

-no, eso fue mucha suerte nada más amiga-

Luego seguimos charlando de algunas de las experiencias de ambas hasta que llegó la hora en que Samantha regresó a su casa, nos despedimos con el compromiso de seguir viéndonos.

Así que de andar sola como hongo, ahora tenía 4 amigas con quien compartir.

espero sus comentarios y sugerencias, al correo brenda_nenahdz@yahoo.com.mx