Cambios 8
La lasciva amiga de Sandra, influye en su amiga para acometerse de lleno en el azaroso mar de deseos de los albañiles.
Muchas gracias a todos los lectores de esta serie. Siento que ha superado mis espectativas, las que tenia al inicio, se ve mejor favorecida que mis otros relatos, tal vez porque, como yo, estan en la espectativa crucial de lo que sucedera con los protagonistas,.
Gracias por las multiples criticas y felicitaciones, mas adelante profundizare, pero por ahora le dejo con otra entrega.
CAMBIOS 8
Por la noche de ese día martes, Sandra y Melanie platicaban un tanto amenas y relajadas, en la parte del jardín donde horas antes Melanie estuvo al borde de la perdición, claro, esta última omitió mencionar los eventos en los que había participado con los desgalichados hombres y el grado de excitación al que tuvo a bien a ser sometida le hubiera gustado compartírselo a su amiga y por qué no, planear algo mucho más morboso con su compañía.
Pero por ahora no podía hacerla participe de estos pensamientos, su prioridad era inducirla a lo que pretendía. Empezaron a platicar nuevamente del tema, ella una vez más le profirió un discurso en el que la instaba a decidirse. Sandra se dijo lista pero un tanto dubitativa pero con demasiada curiosidad.
-Ok Sandy. Oye, tomemos algo.
-Claro, que quieres.
-Una cerveza. Bueno dos. Una para ti y otra para mí.
-Entonces solo una. Para ti. Ya sabes que…
-Por favor, que es lo que te dije.
-Si ok, ok. Voy por ellas.
Al poco rato Sandra regreso con un envase de cerveza y un par de vasos.
Sirvió en ambos un poco y empezaron a beber, Sandra apenas un sorbo. Melanie pidió un poco de agua, esto solo por pretexto, quería que ella le dejara un momento a solas.
Así cuando ella se fue, empezó a verter algo en el vaso de su compañera. Aquello era el famoso brebaje, del que todavía conservaba un poco. Cuando todos salieron corriendo, ella regreso, ya cuando se habían ido y para su fortuna aquel envase todavía estaba allí bajo la camilla donde había postrado su cuerpo.
La idea, era usar ese efecto en su favor, dado que alteraba los sentidos, como ella misma lo había comprobado, si su amiga lo tomaba, seguramente se volvería más dócil, más manejable y consentiría, poco a poco, alguna de sus ideas, tal vez incluso, después hasta las más atrevidas. La idea era hacerla consciente de que lo que haría debería ser algo tal vez no tan sutil, pero necesario.
Tampoco se trataba de que se portara libidinosa y entregarse así de pronto a esos desgarbados hombres.
Cuando Sandra llego, inadvertía, evidentemente, lo que estaba pasando. Melanie creyó prudente dejar pasar un poco de tiempo, mientras hablarían de cosas más o menos parecidas y que indujeran al tema. Instaba a que Sandra bebiera aunque sea a sorbos, y ella lo hacía inocentemente.
-Sandra, que pasa –cuestionó la amiga, sabiendo que aquello resultaba una vez más efectivo.
-No sé, siento un poco de calor. Debe de ser por la cerveza.
-Jaja. Pero si apenas tomaste, que, ni un vaso. Exageras.
-Bueno. Sabes que no estoy acostumbrada, osea.
Sandra agitaba las manos, tratando de provocar ondas de aire superfluos hacia su, levemente, encendido rostro. Acomodaba su cabello hacia atrás y bebía otra vez de su cerveza.
-Sandy. Creo que debemos de hablar de nuestro plan contra quienes, ya sabes.
-Ok. ¿Ahora si me vas a contar de que se trata?
-Claro. Veras que lo que te digo es lo mejor. Mira la idea es que esos tipos entiendan que tú eres única y jamás serás para ellos.
-¿Qué? No me lo tomes a mal pero eso…
-Amiga. Si, osea, tal vez te parezca raro pero ante tipos como esos no puedes andar así, de, oh yo soy muy santa y no me porto mal. Luego por eso abusan.
-Ok. Ok. Pero no me dices nada.
-Oh claro, discúlpame pero es que quiero que entiendas porque lo debes de hacer.
-A poco es algo malo. Uff, deja voy a tomar un poco de agua –menciono una mujer alebrestada hasta sus rincones íntimos.
-No amiga. No es nada malo. Claro depende de ti. En fin, escucha. Lo que debes de hacer es atacar sus idiotas cabezas, hacerlos sentir impotentes, hacer, hmm…, que ellos se vuelvan locos por ti.
-¿Qué? –Clamó la extasiada mujer –A que te refieres.
-Mira. Lo que harás es hacerles pensar, hm... ver el tipo de mujer que eres. Mírate osea, todos, todos te desean, ¿o me vas a decir que no lo notas? Es como ese viejito que va a tu consultorio: el segurito te desea y quisiera tenerte para él solito. Tú sabes de qué modo.
Esas palabras no alertaron un modo defensivo de Sandra, su carácter estaba privado de toda reacción y en cambio imaginar lo que su amiga le contaba le producía emociones, fantasías que rozaban el gozo.
-Así que, hmm… –continuo Melanie mientras daba un sorbo a su cerveza inalterada –si piensa que eso va a acabar así de noche a la mañana, pues sería estúpido de tu parte, porque a donde quiera que vayas habrá algún otro que te deseara. Entonces. O puedes huir toda tu vida o hacerles saber que no serás de ellos. ¿Entiendes?
-Sí, creo.
-Escucha. A un hombre se le vuelve loco a partir de los ojos, así como tú lo hacías, pero quizás te equivocaste al dejar que ellos se acercaran tanto. Lo que debes hacer es nada más mostrarte, lucirte así como siempre, eso nunca lo dejes de hacer. Ellos se volverán locos por ti pero tú nunca accederás, serás algo inalcanzable, se fastidiaran por eso y vivirán atormentados de verte pero no tenerte.
-¿Y cómo se supone que hare eso? –consultó la mujer, ya muy curiosa de lo que le exponía, no pensaba razonablemente y de hecho le veía sentido.
-Bueno. Tú eres muy guapa así por naturaleza. Solo que puedes explotar eso un poquito más. Vístete un poco más sexi, mas, ah… osea, picara,
Provocativa. Hasta Rodrigo te lo agradecerá, créeme. Mira, se me ocurre que te portes de lo más cariñosa con Rodrigo, cuando estés frente de ellos por ejemplo. Eso va a demostrarles quien es el amor de tu vida y quien es el único que es dueño de todo ese cuerpecito tuyo jeje. ¿Entiendes?
-Sí, jeje, es solo que no se si lo pueda hacer.
-Claro que puedes. Mírate nada más. Así como estas ahorita, te ves espectacular. Solo, no sé, pórtate más atrevida, así como te dije. No te estoy diciendo que te pongas de cuatro ante ellos. Hazlo de lejitos amiga, procura que te vean pero tú nunca los veas, ni les dirijas la palabra, solo así por ahora, que se les caiga la baba, jaja, ni saben lo que les espera.
Melanie, asintió, medio convencida, claro que cuando recobrara la compostura, entendería que la mayoría de toda esta presentación podría resultar mal, o tal vez no, por ello Melanie seguiría insistiendo a lo largo de algunos minutos, hasta que Rodrigo se les acercó preguntándoles lo que hacían. Ellas guardaron silencio respecto al tema que compartían.
Varios minutos después, Sandra se encontraba acostada, a su lado izquierdo Rodrigo le contaba algo respecto a un colega y unas discordancias hacia unas ideas que tenía respecto algún proyecto en el colegio. Sandra, escuchaba pero no necesariamente con mucha atención.
A pesar del baño que se había dado, su cálido interior reclamaba una buena dosis de caricias y besos, al tiempo que examinaba, propiamente, lo recientemente contado por su fiel y perspicaz amiga. Se la pasaba observando el movimiento de los labios de su marido, recorría con su mano el vientre y el pecho firme de su esposo, de alguna manera lo deseaba más que de costumbre, aunque él no propiamente captaba el mensaje y seguía contando, apasionadamente, sus reflexivas ideas.
Sandra, que no era mujer muy dada a ser osada y ser una mujer toda desinhibida, pero se sentía una fuerza fogosa, que sin mayor preámbulo, se posó en encima de su marido, callándolo con un beso directo y apasionado, la lengua quería devorárselo, sus alientos se comparten frescos, dulces, y se requieren vitalmente; el mantenía los ojos abiertos, aun no comprendiendo la actitud repentina de su mujer. Intento disuadirla, diciéndole que no era el momento adecuada pues en el cuarto contiguo estaba Melanie, pero los intrépidos lengüeteos de su mujer se lo impidieron tan pronto que acallo, cediendo al rose de esos suaves labios y se entrega a ella que lo rodea con sus brazos el cuello de este, aprisionándolo de manera salvaje en una expresión de deseo y hermosa intimidad. El, se acopla acariciándole la espalda, desde arriba hasta donde iniciaban sus nalgas.
La mujer abría sus piernas, reposando sus nalgas por encima de las caderas de su marido, que la recibía con total conveniencia. Las húmedas lenguas recorrían las cavidades bucales, el uno al otro, sin cesar, mucha mayor insistencia por parte de la dulce Sandra, que jadeaba con total placer y que bajo su ligera blusa de descanso, se marcaban unos pezones totalmente erectos. Él lo percibe y aprieta hacia el lánguido y escultural cuerpo de su mujer con fuerza; los cuerpos parecen querer fundirse en unos solo, sin flaquear en la firmeza con la que la abraza.
Las escondidas conmociones, jamás experimentadas de la mujer, dejan su sitio, devienen y se hacen protagonistas. Ella frota ávidamente su rostro con el de él, mientras este le besa la barbilla y su fino e inmaculado cuello por la parte lateral y cuando su respiración recorre las delicadas orejas, ella se estremece y da un respingo gimnástico; desearía que su marido tuviese barba para que el roce resultara aún más acogedor. Algunos de sus largos cabellos se mojan y presos entre sus labios y ella se los acomoda rápidamente, echando la cabeza hacia atrás, para dejar cómoda el área que su marido debe besar. Se miran con los ojos encendidos, inédito, retadores, los de ella lo son aún más, irradian primorosamente.
Rodrigo acaricia su breve cintura y ella se estremece, arqueando la espalda, suspendida en esa curva que dibuja su postura de belleza especial. El pasa sus labios por aquella parte frontal de su cuello, incluso posando sus labios en las redondeces próximas, aunque su sensatez le hace respetarla, cosa que no necesariamente desea la chica en ese momento.
Ella vuelve a abrir su pequeña boca, dejando ver los contornos de unos dientes simétricos, solemnes ante la luz de la habitación. Sus bocas se vuelven a acerca, con urgencia. Rodrigo siente que excede en su fuerza, contra su bella y frágil muñequita, al atraerla con demasiada fuerza y cede un poco, pero ella se arrima exigiéndole que lo siga haciendo. El beso se torna entonces más sustancial. El respira con rapidez y ella un poco más, jadeando como si sufriera por no clavar su lengua en lo profundo de su marido. Los labios se mecen en una apasionada fluctuación de movimientos, aceptando con profundidad. Sandra sabe mover su lengua ahí dentro, escarbando en el paladar, revolviendo la lengua y tragando cuanto puede.
El, arrasa con caricias con inquietud animada; la mujer le despoja la playera que cubre el torso de su hombre, lo apercibe con ilimitado deseo, mordiéndose el labio inferior, y empieza a besarle los firmes bíceps.
-Rodrigo. Hmm... –balbucea la sofocada mujer, su boca brilla por la saliva que casi escurre. Por primera vez ella toma la iniciativa y le encanta. Esta con el hombre que quiere y ha deseado desde siempre.
Rodrigo hace lo propio, ahora le quita la delgadísima blusa dejando libres los comedidos pechos femeninos, y cuyo escrutinio él se encarga de hacer. Sandra no permite que titubee demasiado tiempo y le arrastra para que devore esas redondeces. No escatima y chupa con ansias la dulzura de esa piel y la dureza de esos pezones, aunque sin mucha técnica, mientras su mujer juega con los cabellos de este, gimiendo y repitiendo constantemente gimoteos breves, mientras que continúa ahora acariciándole la atlética y firme espalda.
Ella se separa a toda prisa, hay aun cosas que estorban, para quitarse el diminuto bóxer que usaba como pijama. El hace lo mismo y se despoja de su pantalón de lino y se desnuda. Ella se recuesta, boca arriba, abriendo con total amplitud sus largas y torneadas piernas, incluso las dobla, atrae a su hombre tomándole los hombros, los cabellos, quiere, anhela que le devoren la panocha, que ya está demasiado mojada y cualquier contacto la hará explotar.
Pero Rodrigo es inexperto, mas por respeto de años a su mujer que no le hará sexo oral, no está acostumbrado a eso, de hecho se han propuesto nunca a hacer algo asociado a eso. Por lo que se posiciona paralelamente a ella, sobre su cuerpo, mientras se fija buscando acomodar su verga erecta en la entrada de la límpida vagina de su esposa. Esta que no puede más, su potencia se acrecienta y está a punto de llegar y quiere depositar su semen en el interior de su hermosa mujer.
Previamente aplastan sus labios el uno contra el otro; ella gime y exige, un tanto decepcionada porque no le comerán la panocha, pero se consuela con saber que algo estará dentro de ella ya muy pronto.
-Métemela, métemela ya –escapa severamente de la voz femenina, de forma atónita tanto para ella como para su marido, que no acostumbran a revivir palabras o expresiones de ese estilo.
El hombre sisea placentero.
Acomoda su verga y en orificio mojado de su chica, mientras ella arquea la espalda, moviéndose y tratando de que aquello se introduzca y empiece con el ‘saca-mete’. Los labios vaginales buscan estrujar todo ese eje hasta querer llegar a las peludas bolas. Lentamente avanzo poco a poco a lo largo de la duro aunque breve verga hasta que alcanzo la punta e inicia movimientos de caderas, bañando la cabeza de esa verga con su crema vaginal. Ella prácticamente hace todo el trabajo, mas por necesidad propia, volviendo a bajar hasta las bolas, poniéndolas húmedo y lustradas con sus jugos que escapan incontenibles. En la vida cotidiana es una mujer serena, pacifica incluso estudiada y de admiración respetuosa. En el sexo, se descubre exigente y añoraría un toque de suciedad, asociándolo con los hombres que ha conocido últimamente.
-Rodrigo. Siii… Rodrigo. Mas, mas, métemela mas oh, ¡Hmm… que riiiiiico! –exclamaba apenas habia pensado en esos hombres, es decir, no imaginaba estar siendo cogida por ellos, no lo necesitaba, pero adjuntarlos al momento le resulto satisfactorio que inevitablemente tuvo que hacerlo.
Rodrigo asentia el reto, exclama con leve fuerza, aprieta los dientes, su cabeza cae y se vuelve horizontal mientras sus ojos se cierran. La cabeza esa verga aunque la abre, no la lastima demasiado, salvo por un natural dolor inicial se instala seguido por la sensación de estiramiento que llegar a parecerle aditiva. Jadeo con cada centímetro que su panocha se traga. Inhala una bocanada de aire, luego se hunde mas hasta que la vagina ya engulle la erección completa y rígida. Ambos pubis se besan, se frotan calientes, los huevos le rozan el perineo y se deleita con la posible sensación de ser llenada por él.
La dureza, la calentura, las palpitaciones en su panocha la atrapan. Es aun perfecto para ella. Le sonríe complacida y lo besa, sus labios solo rozando los suyos. El se muevo arriba y abajo, aclopandose tardíamente a los movimientos con empujes lentos y superficiales pero sabe que eso le será un tanto fatal. Sus tetas se balancean mientras se mueve, su respiración jadeante se acoplándose con la de él, que aprieta los labios y parece lamentarse.
—¡Ohh…! –exclama de forma abrupta el hombre, cuyos orbitas oculares parecían llenas de un color blanco, para infortunio de su amada, que aun no estaba contemplando que su marido se corriera tan rápido -Tómala toda. Siiiii… Ooooooooh! ¡Miamor! ¡Eres preciosa!
Ella acepto la corrida con instantáneo placer, los calientes liquidos que golpeaban su interior la estremecieron de la misma manera en que duro su hombre.
Tan pronto termino de vaciarse, saco su verga que se empezaba a comportar flácida y menguaba para una decepcion, aun no tan acentada, de su mujer que le miraba con cara de satisfacción a medias. Su fidelidad y cariño a su marido, no lo iba a cambiar por nada y reclamar seria algo inoportuno e irresponsable, pensó para si misma.
El dormia con una sonrisa de oreja a oreja, satisfecho por haber cumplido con sus obligaciones maritales y, pensaba, haber colmado de placer a su mujer, agradeciendo que su matrimonio funcionara de tal manera.
Ella, de espadas a su marido, aun no dormia, no estaba tan cansada, mas bien se le podía notar un poco inquieta, dado que añoraba, y últimamente después de cada noche de sexo con su marido, que las relaciones fueran mas plenas, mas duraderas incluso, con muchas mas variantes como las que, según habia escuhado de sus amigas principalmente, se podrían hacer.
Pero, como su educación le era impertinente pensar de tal modo, tuvo que aceptar que tenia que conformarse mas que nada por que el sexo no lo era todo en la vida. Quien sabe, pero esto ultimo, en ese momento nocturnal, le parecio una estupidez; su interior vaginal palpitaba aun.
Sandra contenia cansancio y fatiga mental que le provocaba un ligero dolor de cabeza, mientras tomaba un desayuno que no terminó. Apenas había dormido par de horas pero debia de ir al trabajo, cosa muy bien entendida, fiel a su responsabilidad.
El dia le transcurrió calmo, para su fortuna, meros casos de rutina, una mañana y mediodia frescos, un ambiente donde la gente la saludaban con genuina atencion, gran sentido de respeto, incluso banal reverencia, aunque ella,mantenia cierto recelo en lo que se referia a los hombres.
Por primera vez en su vida, ponia atencion hacia donde se dirigian las miradas de las figuras masculinas con las que se llegaba a topar. Y, evidentemente, muchos la colmaron de lascivas ojeadas, algunos, la,mayoria por reticencia organica, desviaban la mirada con vergüenza y aprovechaban los varios benevolos momentos. Y el resto, a los que no puso mas que un poco de atencion, los que apañaban intimo el momento para si mismos o, en su defecto, lo compartian con el compañero cercano, optimizaban incluso su angulo de vision para observarle cada singular paso, cada y coqueto movimiento natural, sus sinuosas formas que formaba su ceñida blusa, su candido pantalon de mezclilla y el taconeo que fabricaba con cada paso recorrido, exponiendo sensualidad aplaudida y magnificada por todos quienes la deseaban, reprobada e indiferente para quienes quienes podrian llegarle a envidiar.
Todo se aunaba en gestos, innevitables porque le eran inherentes, apacibles que contagiaban de alegria para aquellos vagos deprimidos que tenian la fortuna de recibir la palabra necesaria, la mirada tranquila, una sonrisa esperanzadora y penetrante o el saludo compuesto por la voz dulce, melodiosa y agradable.
Sandra dilucidaba, de forma desordenada, lo penetrante que podian ser algunas de esas miradas, tambien ya la incomodaban, entonces comprendia que no sabia como comportarse y aunque no todos se comportaban de la misma manera, para ella podian ser todos lo mismo y al igual que los albañiles en su casa y todos los demas pretendendian, inclusive hubiesen hecho lo mismo.
Cuando el amable señor Ruben, quien paso a ofrecer las legumbres que vendia, ya a su cliente predilecta, notó tambien lo mismo.en los ojerosos ojos de ese señor de piel gruesa y tostada. Su belleza era infalible en absoluto, para grandes, medianos y chicos. No solo era su natural porte, muy poco visto por aquellos remotos sitios, donde causan refulgente impacto favorable y admiracion viendola como un ser superior e inalcanzable, objecion que no interpretaba con objetividad.
Tenia razon Melanie, se decia, a donde quiera que pudiera ir, encontraria lo mismo, su alma tranquila pretendio debatir el por que acusar, por que juzgarles, precisamente a estos desdichados hombres, otros eran los culpables, al fin de cuentas, ella siempre poseria el control de su vida, de sus pensamientos, naturalmente de su cuerpo.
Tambien entendio que lo mejor era poner una distancia, claro era muy bueno decirlo, algo facil de proyectar, pero como lo habia demostrado cuando habia atendido al vendedor de verduras, Ruben, su platica, al principio intento mantenerse reservada, fue accediendo y se acoplo a la amabilidad del hombre que tenia practica persuasiva ya que su actividad se lo demandaba. Aquel supo hacerle saber que le era innevitable, su educacion, esa cortesia estaba sembrada en ella de manera muy profunda y omitisele seria traicionarse a si misma. Sonreir, demostrar inocencia, condenarse al placer, era su destino.
Llegar a casa le reconforto; se descalzo y la comodidad la atendian. Estar al lado de su amiga le infundaba respaldo y conocimiento.
Melanie habia evitado acercarse a lo largo de todo el dia a la piscina, por obvias razones, solo se asimaba de vez en cuando y notaba como aquellos estaban ansiosos de que se apareciera, situacion que no tenia renunciada.
-Oye, hablando de otra cosa, ¿ayer la pasate bien verdad?
-De que estas hablando -musito una sonrojada Sandra
-Ay, no te hagas. Los escuche a ti, a Rod, ahi -hizo un gesto obseno dando a entender sucios jadeos. -Jaja.
-Shht... Rodrigo podria escucharnos.
-Claro que no amiga jaja. El esta ocupado alla abajo. Mejor dime que, ¿la pasaste bien? Supongo que si, Rod es un gran hombre.
-A que te refieres con eso -repuso con recelo ante el comentario.
-No pienses mal amiga. Lo que quiero decir es que tu y Rod forman una gran pareja. ¿Y entonces? ¿Que, como la pasate?
-Pues... bien.
-¿Solo bien? Ay, que mala eres, nunca me quieres contar nada. Bueno, voy a pensar que te la metio rico por como andabas haciendo jeje.
-Ahs. Eres una... tonta.
-Jaja. Oye, tengo una idea, hagamos algo. Ya sabes. ¿Te acuerdas de lo que platicamos anoche verdad?
-Pues... Si. Bueno platicamos muchas cosas.
-Ay, no te hagas. Bueno. Espérame. Voy por algo de beber.
-Voy yo.
-No, no amiga. Déjame a mí. Tú acabas de llegar, termina de cambiarte.
Melanie bajo por un poco de agua de fruta, y en el trayecto, hallándose a solas, vertió un poco del poquito brebaje que aún conservaba a la bebida de que le haría tomar a su amiga.
Sandra volvió a beber, ignorando cualquier mala intención, ni siquiera lo intuyó al encontrar un sabor apenas raro. Melanie procuraba que ella lo hiciera.
Después de un rato de ilusoria comprensión, donde Melanie le platicaba de algunas cosas que ella recordaba, pronto volvió al tema al que quería abordar, en cuanto vio la ligera agitación de su amiga.
La insto a cambiarse de ropa, para que ambas fueran a disfrutar un rato de la piscina y el ligero sol del día. Ella objeto al mencionarle que aquellos seguro las verían con esas malas intenciones, de las que tanto habían hablado así que sería toda una locura acercarse.
-Por eso amiga. De eso se trata. ¿Olvidaste todo lo que te expliqué? Te dije que la idea era, bueno, más o menos así.
Sandra frunció el ceño, sugiriendo confusión, no por las palabras mismas, sino por la loca idea de mostrarse ante hombres que la deseaban, lo reprobable que le era aceptar eso y un extraña sensación de querer intentarlo, al menos por alguna vez, sabría si todo tendría sentido, pero ¿Por qué pensar así?. De nuevo los etéreos efectos que abatían años de normales y serios niveles de sana cordura.
-Así, si nos ven, bueno, van a sacarse de onda cañón, vas a ver cómo van a pelar los ojos esos desgraciados –rio burlonamente, tratando de establecer propensión a la trama.
-Y solo eso ¿verdad? Osea, solo estaremos ahí, nada más.
-Obvio amiga. Mira, solo nos quedaremos ahí, no vamos a hablarles ni nada de eso, ni siquiera se te ocurra mirarles ni nada por el estilo. Naturalista, relajadas, tomaremos el sol y harás lo que te diga ¿De acuerdo?
-Hmm… bueno. No parece mala idea.
-No lo es. Vamos. Nos divertiremos un poco.
Sandra, aunque no muy seriamente convencida, acompaño a su amiga hacia la parte trasera de la casa. Previamente se atavió con uno de sus trajes de baño de naturaleza fastuosa, volviéndose de carácter seductor cuando la gallarda mujer lo portaba. Era un conjunto de color azul rey con unos vivos serios de color violeta, con unos detalles preciosos en los contornos que se acompañaban perfectamente. Eran dos piezas, una tanga de corte regular, que ocultaba lo evidente, dejaba una visión impresionante del resto de sus tersos y pulcros muslos y del resto de sus formidables piernas atléticas, bien proporcionadas, lustrosas y de un color asombroso, en si, todo el matiz su cuerpo se miraba homegéneo, los degradados eran justos y habría que ser demasiados ociosos para encontrar algún defecto crucial.
El resto del bikini que le acompañaba, tenía la hechura necesaria para resaltarle el magnífico par de melones que por naturaleza había desarrollado para su complexión y figura, no podrían ser más grandes ni más pequeños, ambos se erguían de forma firme, aguerrida, sensual para aquellos hombres que conseguían mirarla.
Salvo por los fastuosos y mamables senos y el tesoro entre sus piernas protegido por la suave y complicada tela triangular de color azul, el resto de su cuerpo era asequible a ojos vagos y ávidos de vida y placer.
Su delgada figura, su abdomen, atlético, sin pizca de excesos, sus pies preciosos, descalzos y de apariencia sensible, sus brazos, que prometían a cuantos la vieran, seguridad, comprensión, sobretodo, calidez.
Su largo y elegante cuello, para bocas insaciables, ensalivadas eternas y mordiscos amorosos. Su espalda era magnifica, que se su surcaban en ese eje donde recorría su medula espinal y se perdía hasta el nacimiento de un par de montañas traseras, bombones exquisitos, firmes y apetecibles para morderlos, hundir la nariz en ellos o enrojecerlos cuando se les diese una sonora y placentera nalgada.
No había duda alguna de que esa mujer estaba muy lejos de ese estatus al que le correspondería vivir, era una diosa exiliada entierras de mortales de esencia más pueril que cualquier otra parte en el mundo. Sus sinuosas formas eran una tentación, una provocación, deseos interminables e inalcanzables, ansias brutales y desconsideradas, porque el desequilibrio naturaleza de las cosas ha querido proporcionar a estos mortales una esperanza, o tal vez, una añoranza crónica, que lleva a la locura, que envuelve en la desesperanza.
Aun así, ese cachito de divinidad, estaría disponible para los dos de un trio de desabridos y malhablados hombres, que en condiciones normales, aceptarían su pronta vejez, ignorarían cada paso importante en la vida de los que trascienden día a día, creando, construyendo, desarrollando. Enmascararían sus miserias, materiales y físicas más que nada, en vicios inmunes a lamentos, cuyos cuerpos absorben actualmente los estragos de tantos infructuosos años, aunque se han hecho fuertes de tantas décadas de intenso y arduo trabajo, sus pieles son más marchitas, gruesas, estriadas, se han tostado de forma desigual, pero claro, su ignorancia no les hace fijarse en eso, no han lamentado lo suficiente para saberse inferiores físicamente, ‘los hombres del campo son siempre bien aguantadores’ se dicen orgullosos y eso es lo único que les importa.
La suciedad mental y física no les corroe, tampoco les impulsa, es solo que no lo comprenden, sería demasiado discutible si lo comprendieran, pero son libres, este es su ambiente y cualquier otro u otra, solo está invadiendo su territorio, y al hacerlo, vulnera su privacidad, permite el escrutinio, la demorada prudencia no tiene cabida y sus sensaciones se harán saber.
-Apúrate Sandy –animaba con premura la otra chica, que se había arreglado con un traje de baño aún más diminuto que el de su amiga.
-Si. Ya voy –aviso la casada apareciendo en el rellano y recorriendo las escaleras.
Rodrigo no daba muestras de su presencia, seguramente estaría ocupado con el largo proyecto de su colegio que últimamente, entre otras cosas, le había apasionado; se empeñaba en ser mejor ahora que adquiría un cargo superior, eso lo sabía hacer. Claro que si las viera no le parecería extraño, pues Melanie argüiría que siendo sus ultimo días de vacaciones, no perdería oportunidad de disfrutar una vez más esa confortable piscina, y más que sentirse satisfecho con la explicación, retomaría su trabajo ignorando lo que habría detrás de todas esa acciones, en su propia casa.
Llegaron y se colocaron frente a la piscina, con el agua meciéndose apenas un poco, por alguna instantánea brisa o la caída de una viajante pero débil hoja desprendida recientemente de un naranjo.
Los risueños gestos, nerviosos los de Sandra, alertaron al trio de trabajadores, que ansiaban, como enferma costumbre los últimos días, verlas llegar, aunque fuera solo una, en particular a Melanie, con la que habían atravesado una barrera inexplicable, pero que, con gusto y violentos deseos, lo volverían a hacer.
Así que ver a ese par de mujerones, resultaban aún mejor para sus ojos y par sus calientes sentidos. Por qué no pensar, cavilaba Fidencio, en su forma serena más posible, que ambas podrían protagonizar un evento tan fogoso como con Melanie, tal vez eso lo que querían, faltaba poco menos de una hora para que su jornada terminara y ellas bien podrían haber esperado a que estos se fueran; Sandra ya había dado candentes y series indicios, fabricados, por así decirlo, pero que se representaron al final de cuentas, y Melanie, no se podía decir mucho, ella lo había demostrado con total claridad.
Las chicas se habían lanzado a mojar sus cuerpos en el agua clara, sus desnudos cuerpos, Sandra particularmente, se sumergían con sincronización danzantes, provocando ondas y masas de agua como olas indispuestas.
Sandra estaba que el calor interno que iba incrementándose rauda, creyó suponer que la temperatura del agua le ayudaría a establecer el orden natural de las sensaciones de una mujer sensata, las de una dama y no las de una mujer que está deseosa de encender la llama, que se propagara como incendio incontrolable.
Nadaron por un buen rato, sin prestar atención al arribo visual masculino que se había arrimado hasta ciertas, aun lejanas, fronteras, pero que les daba buena amplitud para mirarlas mecerse desnudas en las dichosas aguas.
Salvo por Melanie, que lo comunicó a su amiga la presentación de su particular público; ella dirigió su mirada hacia el trio del que sobresalía Martin por unas atiborradas ansias terribles y expuestas.
Luego salieron poco a poco, en un espectáculo digno de un show erótico. Tendieron sus cuerpos sobre las camillas blancas, extendiendo previamente una larga toalla y luego ellas encima, con la singular exposición de lo largo de la extensión de sus pieles finas, que reflejaban pureza franca.
Sandra derramo sobre su piel apenas un poco de gel, su particular bloqueador, acariciando sus piernas, sus hermosos muslos, sus brazos y a lo largo de su abdomen y sus pechos.
Aquellos, que fingían trabajar en un área donde no había una necesidad expedita de hacerlo, se embelesaron aún más con Sandra a quien tenían de frente y que, por una cuestión de astucia de su amiga, la había posicionado precisamente ahí. Nunca la habían visto tan deliciosa, o tal vez había sido el tiempo en el que habían perdido cercanía y que añoraban tanto es magno evento, por la que la extrañaban tanto. Su complexión resultaba curiosamente mejor que el de su amiga, el deseo original había surgido gracias a ella, y cualquier mínima inspiración reciente se propició debido gracias a ella.
La magnitud de sus pechos alzándose al aire, esa carita, sus brillosos labios, su voz, su risa melodiosa, sin dirigirles una pizca de atención, y sin embargo esa seriedad potencializaba su fuerza, porque habrá de verse históricamente, en cualquier cultura, que, cual figuras necias, necias por propia ignorancia, entre más inalcanzable e inasequible resulte algo, más se desea, más se quiere, más se obsesiona, y que, a veces esto resulta perturbadoramente exitoso o en un fracaso mayúsculo e insano.
Cuando se colocó de espaldas, Melanie le había sugerido, astutamente, voltearse con calma y ejerciendo unas extrañas poses inusitadas para lo que representaba el momento, donde se apoyaba con las rodillas, doblando los codos y apoyándose en ellos, extendiendo sus brazos, no así su abdomen, arqueando deliciosamente la espalda, hundiendo la cabeza, alzando con poder absoluto su gallardo trasero que era una invitación para encularla, la derivación del infarto de las emociones que podrían acabar con cualquier incauto.
Sandra obedecía sin peros, pues le acompañaban deseos de entender y experimentar. Tampoco denotaba contratiempos; su pasado en su cercana juventud como bailarina de ballet, le otorgaban una natural y cálida soltura al contorsionarse excitantemente, como una esbelta felina, como una hermosa ave que se dispone a volar. Así permaneció por espacio de algunos segundos, segundos ambivalentes, duraderos y efímeros, pero tal vez irrepetibles, es por eso que algunos de estos sujetos, con precaución advertida de parte de Gilberto por si se aparecía el patrón, se agarraban la verga de vez en cuando, mientras babeaban infantilmente.
Sandra poco le importaba, en el sentido que conducía a lo prudente, que aquellos estuvieran ahí y de esa manera como exageradamente se lo describía su amiga, enterándola de que los efectos de su plan estaban produciéndose muy bien, siempre y cuando no se volteara porque la sustancia primordial se perdería y acabaría siendo una escena muy contraproducente sobre todo para la casada, así que evitar verles y mientras los supiera perdidos era solo y lo único esencial.
Pero, de forma intrínseca, razones testarudas que repudiaba, sensaciones fulgurantes instaladas en su perfecto cuerpo, que quería ignorar con fuerza de mesura, la convenían a voltear, a salir de las dudas que la invadían, de enterarse, por curiosidad natural, si se veían así como Melanie se los describía, sentir el poder del deseo ajeno, atiborrarse en las pupilas cansadas de los libidinosos hombres, mostrando su curiosa cara para ellos y que estos le devolvieran la infame pero fogosa desalineada sonrisa de satisfacción y henchida complicidad; quería notar esa existencia, no importando las cualidades atroces de ellos, (su familiaridad con estos la vencerían), que otros la miraran y la desearan, que mejor sensación para una mujer que arde, que aspirar al placer máximo.
Quiso pero no lo evito, y volteo ligeramente mientras s reacomodaba. Al notar que cambiaría de posición, Melanie la insto a que lo hiciera lentamente y nuevamente evocando los movimientos anteriores, aunque ella lo hizo con un plus, abriendo sus hermosos labios, como disfrutando un orgasmo (nada lejos de ser cierto, pues al friccionar sus muslos le provocaban un placentero pulso repetitivo), alzando aún más el culo con más altura y exaltando la espalda como natural ejercicio de relajación. Desplazo, el cabello que caía por su rostro, hacia el lado posterior de su rostro para permitirles ver todavía a los viejos sus breves expresiones.
Es ahí cuando puedo verles, nuevamente, hace tiempo que ya no lo hacía. Se veían aún más demacrados o eso le parecía, sus miradas la querían consumir pero se mostraban discretos en cuanto a gesticulaciones, tal vez porque ella mostro una cara seria, inescrutable, tan solo inquisidora, por lo que se mantenían a la expectativa de lo que ella pudiera ofrecerles, un gesto, una sonrisa les gustaría haber obtenido; ella aun no dejaba de levantar su culo y aun con su cara hermosa pero reservada, tal vez los acusaba, pensaban ellos, o tal vez los estudiaba o los instaba a dar el siguiente paso.
Fidencio le lanzo una sonrisa, incluso un saludo con la mano, directo, con ánimo displicente pero infructuoso pues la, casada termino por voltear su cuerpo, boca arriba, colocándose de nuevo unas gafas de sol que se había retirado en todo esa, maniobra corporal. Por supuesto que el hombre se sintió extrañado, en otros días ella sería tan complaciente, le empezaba a molestar esa repetitiva reticencia la cual aún no comprendía su causa, si todo lo previo ya la estaba poniendo a punto de una virtual y privada relación.
Así, convino con un insistente Martin a que hablaría con ellas. Se fue aproximando, con pasos pesados, un poco trémulos a pesar de la familiaridad. El calor ya no era sofocante pero aunado a las ansias y al esfuerzo al que había ejercido desde horas previas, le hacían sudar enormidades; su entreabierta camisa ventilaba sus crespos vellos del pecho, gotas dispersas rodaban por su abotagado cuello, que retiraba con la manga de su misma camisa.
-Buenas damitas jeje -saludo con la típica el estupefacto sujeto. De lejos les parecía magnificas estando más cerca los relieves eran poderosos. -¿Qué tal el calorcito?
Desde que antes que llegara, pulsaciones constantes acosaban a la mujer, tan solo apretaba los muslos y se reacomodaba en su posición. Ella se alarmaba de forma intermitente, no tenía demasiado valor para mandarlo de regreso por donde venía y decirle, con voz autoritaria, se pusiera a trabajar. Por otro lado esa presencia la ponía nerviosa en un sentido inexplicable, tal vez entendiendo de quien se trataba, se sentía íntimamente culpable, mirarle le confería traición a su familia, a su marido en particular, y aun así lo había soñado vagamente.
-Esta rico, si -correspondió Melanie, la única, por así decirlo, dentro de sus cabales, y que no había dejado de estar atenta a todos y cada uno de los que componían esa particular atmosfera.
Sabia de las sensaciones internas de su compañera, aun cuando no conociera los efectos de esa bebida la habría notado sospechosamente inquieta y tan solo por mostrarse a algunos hombres, pero conociendo el sentido práctico de las causas, entendió que todo marchaba a su favor.
Lo único que podría echarlo a perder, además de un eventual degradación de los efectos de ese líquido, era que este hombre pudiera revelar lo acontecido el día anterior, así que si le permitía una plática más profunda, seguro empezaría a mencionar los detalles que a ella, no le convenían fuesen ser esclarecidos.
-Si ta bueno el calorcito, pa agarrar color. Ustedes pos bueno ya están bien, como dicen, coloraditas. Se ven muy chulas.
-Gracias -respondió Melanie una vez más.
Había instado a Sandra, al advertir que este llegaría, a que no hiciera comentario alguno y que tan solo le dejara a ella a lo que llamo 'trabajo sucio'.
Sandra por su parte se seguía moviendo poco menos nerviosa, disimulando tranquilidad y una natural complacencia en sí misma. Pero le duro poco, un ruido tal vez lejano, curioso, nada alarmante pero llamativo, la hizo voltear hacia la posición de Fidencio e inevitable fue no mirarle aquel destacado bulto que empezaba, según noto, a levantarse.
Y es que jamás en su vida se había fijado demasiado en eso al ver a los hombres, apenas y contadas veces le vio una ligera erección a su marido. Solo le bastaba verlos de frente para valorarlos, establecer los puntos de conexión y salida y eso era todo. Pero por algunos segundos su vista se clavó en esa protuberancia sabiendo que se trataba, mas no imaginando que tamaño o grosor podría tener, era solo pensar, de manera errante pero apasionada, que esa sería una herramienta, perfecta o de último recurso, la cual indudablemente calmaría sus ganas.
Fidencio a pesar de las intervenciones de Melanie, sus ojos siempre so postraron en su patrona, no es que le fuera indiferente Melanie, eso sería absurdo, pero estando Sandra ahí le ganaba más el impuso de ver a una verdadera dama, ese siempre seria el plus mágico, esencial, el que haría retroceder por prudencia o arribaría el impulso más insustancial pero gozoso, ambos en un estado irracional. Vio como esa mirada se desvió, a pesar de las gafas, sabia a donde se detenía el Angulo de visión, por eso en su verga la sangre le circulaba rápidamente, y le ‘ofrecía a su dama’ ese regalo visual, según él.
-Nada más digo la verdad damita. Pero con este sol hay que cuidarse… que ¿no les pongo cremita?
-No. Gracias –dijo tajantemente Sandra, con últimas fuerzas de discernimiento.
-Ya nos vamos señor. Suerte para la próxima –guiñaba el ojo una coqueta Melanie que seguía el paso de su amiga para emprender la partida.
-No, como que se van. Si casi apenas llegaron.
-Pues sí, pero tenemos algunas cosas que hacer –explico Melanie. –Tal vez mañana.
Este último comentario lo reprobó Sandra, devolviéndole una mirada sentenciaste. Se puso de pie y empezar el corto tramo que le llevaba a la puerta por la que entraban a la casa.
-No pos, que le hacemos. Perdóneme patrona si es que le moleste –dijo buscando la respuesta en Sandra, la cual no encontró. -Jeje, pero es que pensé que pos podía ponerles eso que…
-Sí, si –intervino rápidamente Melanie. –Ya le dije que luego ¿ok?. Bueno. Bye. Bye –sentencio de una vez la plática para evitar que se hablara más de la cuenta.
Fidencio quizo insistir pero como, cual seria su pretexto, además le prometieron algo para mañana y eso se veía prometedor.
Ambas chicas se contoneaban, al caminar con lentitud, con una gracia estupenda, solo Melanie volteo y miro como el albañil se masajeaba la verga, seguramente los otros también lo hacían, pero al estar más próximo le era más accesible y, el hombre, se la soltaba pensando en una posible reprobación pero al ver que la chica una vez más volteaba, se la volvía a menear sobre el pantalón.
El trasero de esas mujeres era lo más exacto al concepto de placer, pero individualizando, el porte y la gracia gimnastica de Sandra le volvían loco y ahora que la veía ‘terca como una mula’, sus ganas se erotizaban con dilatada pujanza.
En la cocina, Sandra tomaba un poco de agua fría, tratando de calmarse, sudaba un poco, pretextando los nervios de haber estado de frente a Fidencio y su particular protuberancia, mientras le recriminaba a Melanie que hubiese hecho tratos de otra posible aparición en la piscina e incluso afirmar que se dejarían poner cremas en sus cuerpos.
-Sandy. ¿Se te olvida que mañana iremos a allá al pueblo donde trabajas? Recuerda que me iré el viernes. Lo dije solo para que nos dejaran en paz. Aunque creo que hiciste bien, si no se iba a quedarse ahí como bobo –rio con sorna la mujer, excusándose hábilmente.
-Tienes razón, discúlpame, es que pensé que si lo haríamos y no se...
-Hay amiga. Haces mucho drama. Aunque, bueno, ¿Tampoco hubiera estado mal que nos hubieran puesto un poco de bloqueador o sí?
Sandra frunció el entrecejo reprobando absolutamente el comentario.
-¡Ay amiga! Es broma jaja. Pero no te olvides de lo que te dije, lo que hicimos hoy, bueno lo que hiciste es justo lo que debes hacer. Ya viste que puedes hacerlo.
-Sí pero… no sé, creo que me pase un poco –menciono recordando, muy fiel a sus valores, como aquellos mostraban un rostro de angustia, y pena le causaba ver tan lastimeros hombres. Hasta cierto punto se compadeció
-Jaja. Para nada. Debiste de ver la cara de esos viejos, parecían como esos vagabundos hambrientos que andan por la calle, andaban casi comiéndote jaja. No hay duda de que son unos infelices, osea, su única felicidad es vernos, o mejor dicho, verte a ti. Son como tus enamorados jeje.
-¡Cállate! No digas eso, nos puede escuchar Rodrigo.
-No amiga, no nos escuchará, relájate. Solo te digo lo que veo; creo que verte es lo mejor que les ha pasado en su jodida vida. Jaja, que patéticos.
Sandra sentía una pena de escuchar a su amiga, pues no le gustaba, fuese quien fuese y se refiriese a quien se refiriese, que se hablara más de las personas, por cualquier motivo, y menospreciarles así era hasta cierto punto injusto, dado que, entendía, no todos nacían y se desarrollaban en los mismos ambientes, se cultivaban de la manera correcta y generaban los mismos sentimientos. Le generaba controversia pues de hecho habría razón en pensar que sus situaciones eran comprensibles para actuar como habían actuado y ¿si solo le ofrecía su desinteresada amistad y los condujera a mejores caminos? Bien podría ser un propósito, por qué no cambiarles para bien, por que no mejorar ese modo de pensar, de vivir. Siempre había lamentado que nadie se preocupase por las personas vulnerables, de escasos recursos, materiales e intelectuales, y porque traicionar su dirección cuando años y años habría aprendido a ser recta.
-Pero dime amiga ¿Qué sentiste? Te gusto que te miraran.
Y he aquí otra dubitativa para Sandra, una muy crucial, elemental últimamente. ¿Habría que admitir lo evidente?
Esa noche, cavilo después de una sesión breve de sexo marital, en lo que podría hacer, en seguir los consejos de Melanie, hacer algo por su cuenta o tal vez hacer algo de ambos, cualquier posibilidad, pero ya no pensaba, ya no se refería como al principio a ellos como sus enemigos y echarlos de su casa era ante todo un terrible error.
El día jueves recorrían un poco de lo que es San Antonio, los tres admiraban un día tranquilo, muy diferente al del día domingo, los estudiantes, los empleados y comerciantes recorrían con calma las calles y era de suponer que fijarían la vista en ese par de mujeres, envidiando al profesor. A Melanie le encantaba que la miraran, era como reafirmarse como hermosa y eso satisfacía de buena manera su ego. Ver también que a su amiga la deseaban confirmaba que saberla merodeada por ojos deseosos le daría una satisfacción tremenda; era una lástima para ella tener que estar solo ese día y tener que irse al día siguiente, pero, a pesar de todo, no sabría acostumbrarse a este ambiente muy por debajo de sus necesidades, extrañaba todo el glamuroso porvenir, los amplios gustos e infinidad de ociosas distracciones.
Durante la noche Melanie volvió a la carga con comentarios despectivos hacia los hombres que protegía muy en su interior Sandra, con ánimos de que los aguardar el recato e instarla a actuar de forma gradual como le estaba enseñando.
Sandra podría o no estar de acuerdo en el momento pero las confusiones le impulsaban a dar pasos inopinados, al menos mentalmente.
Melanie sabia que tenia pocas horas antes de irse. En cuanto llegara Sandra, que seria cerca del medio dia, abordarían el auto y los tres tomarían carretera hasta Las Villas. De ahí, un viaje de tres horas, poco mas, y estaría en la ciudad.
Pero necesitaba hacer algo antes, conseguir un poco de ese brebaje para uso que considero personal, tal vez traerían un poco, asi que en cuanto Sandra se fue a su consultorio, luego de desayunar, evitando a Rodrigo y a la servicial Lulu, fue al encuentro con los albañiles que llevaban espacio de una hora trabajando. Fue al lugar preciso donde se hallanba, indivisibles desde la casa principal asegurándoles discreción propicia.
-Hola.
La figura que saludaba a estos ocupados hombres les resultaba aun incomprensible, hermosa, vulgarmente exuberante, vestia siempre mostrando sus orgullosos atributos y no tenia descaro por hacerlo.
Un diminuto short café, una blusa alisada de color naranja y una sandalias de medio taco, que dejan ver sus pies.
-Buenos días señito –respondio de inmediato Martin levantándose para mostrarse atento.
-Buenos días damita -saludo Fidencio a su vez -¿Qué anda ‘ciendo tan temprano por aca?
-Espero no interrumpirlos.
-No como cree señorita. Estamos pa lo que quiera –dijo Martin recalcando esto ultimo con un gesto terrible e insinuado.
-Es que, me ire hoy. Y…
-Como que se va. ¿Nos va dejar solitos?
-No los dejare solitos, los dejare con mi buena amiga Sandra.
-No pos eso si, de que esta buena esta buena, a poco no compadres –hizo resonar Martin una tremenda risotada, sin mucha prudencia, sabiendo que a quien tenían enfrente se los permitia.
-Por lo que veo mi amiga les gusta mucho.
-No pos usted tiene lo suyo y muy bien puesto –intervino Fidencio.
-Jaja –rio del comentario que consideraba muy vulgar -como sea, pero yo me ire, saben. Y los único que les quedara será a Sandra he visto como la miran.
-Y como no mirarla –interino desde su aislado rincón el buen Gilberto –es una mujer muy guapa, además es re buena gente con nosotros y eso no cualquiera.
-Ja, como sea Gil –reviro Martin –pero aquí con permiso de la señito, pero su amiga, la patrona esta pero rebuena, es como una diosa, ha de cagar bombones la condenada jaja.
-Jaja, que chistosos son ustedes. Ya veo porque Sandy les tuvo miedo.
-¿Miedo? –increpo Fidencio de inmediato -¿De que o que? ¿Qué le hicimos?
-Ves, te dije cabron –culmino Gilberto a su compañero.
-Sh.., cállate canijo. A ver, damita explíquese, porque nos dice que tuvo miedo.
-Bueno. Es que ella saben es una mujer sensible y todo eso, y bueno me platico que al principio le agrado estar con ustedes y todo. Osea, le encantaba esos momentos que pasaba con ustedes pero que luego empezaron a, no sé, osea, como decirlo, a acosarla así con esas miradas y esa manera en la que se comportan.
Melanie buscaba anudar desde el otro lado del lazo, que su morbo planeaba sujetar, una convicción par que estos se acoplaran a las condiciones con las que se manejaba la indecisa Sandra.
-Les diré una cosa, solo porque, bueno, me caen bien y porque quiero ver a mi amiga feliz. Ella siempre ha sido una mujer, osea, seria, ustedes saben, no es de las que andan pregonando lo que le inquieta, lo que le gustaría hacer pues porque así fue educada ¿ven? Pero alguna vez me confeso ciertas debilidades orientadas a ustedes. No sé qué hayan hecho con ella pero de alguna manera lograron que ella le gustara eso y bueno, de paso estar con ustedes.
-¿Quiere decir uste que la patrona… pos se quiso dar un… pos eso con nosotros? –inquirió un atentísimo Fidencio, que como sus demás compañeros, estaban atentos a la explicación de la malvada mujer.
-Si. Bueno, no sé exactamente. Ya saben ella no es de ese estilo y no lo va a decir así porque sí. Pero les aseguro que es una mujer pues, osea, fogosa, ardiente, créanme. Yo siempre le he dicho, haz esto, aquello, atrévete, ya saben, se vive solo una vez. Ustedes iban bien, pero como les dije, esa actitud suya la asusto.
-Ves. Po eso te dije que nos fuéramos con más calma y no andar ahí de…
-Ya, ya, cállate Gil, no tes chingando –prácticamente ordeno un asurado Fidencio por saberse tal vez precipitado. –Oiga. ¿Y uste cree que todavía tengamos chance? Con ella pues, osea, de…
-Pues, siendo honesta lo veo difícil, pero no imposible, vamos, ustedes pasan mucho tiempo aquí y diario la pueden ver.
-A últimas fechas ya no –intervino Gilberto.
-Bueno, osea, yo solo les digo lo que se, allá ustedes como usan esta información. Nada me daría más gusto que ver a mi amiga feliz y disfrutando –mencionaba esto mientras sonreía con malicia y guiñaba el ojo derecho. –Y claro, porque ustedes me caen bien. Solo no sean tan desesperados. A las mujeres así como Sandy pues se espantan, ya saben, ella es muy delicada y justo se abría para ustedes pero no sé qué haya pasado.
-¡Újule compadre! Ya ves, ya se estaba abriendo la canija. Ufff con lo riiica debe de estar probarla uno –no pudo aguantar mencionar con ansias locas Martin. –usted disculpara señito pero no me aguanto las ganas.
-Jaja, ya lo note, pero eso déjelo para cuando ya consiga algo ¿no cree? Aunque esos ánimos me gustan, osea, nos gusta pero no de manera tan descarada. Menos con Sandy, pero en fin. Ya les dije.
-Gracias damita -estableció un Fidencio más prudente, pero no menos caliente que sus compañeros. -Qué bueno que nos los dijo, porque si andaba pos un poco agüitado porque no sabía porque la Sandrita se portaba así conmigo.
Para efectos personales, esta información favorecía mucho más a Fidencio, de los tres se podría mencionar como el más prudente y de una astucia más estudiada. El había impulsado ese famoso plan, él se había acercado y entablado una conexión más profunda y se sentía orgulloso por eso. Martin era un impulsivo e incauto, que podría echar a perder todo cuanto se podría haber construido y Gilberto tenía una actitud muchas veces timorata y acomplejada, que seguramente si el plan se hubiese concretado, recogería las sobras de todo lo que pudiera quedar en el camino.
Así que se ponía a pensar cómo aprovecharse de esa información, como adquirir de una vez por todas, el dominio y actuar como había actuado previamente, pues según lo que decía la mujer, y bajo su corto entendimiento, toda la culpa había sido del impertinente de Martin. No lo culparía de manera autoritaria pues, además de la amistad sustancial de largos años, gracias a él es que obtenía ese brebaje.
-Claro. Y también, me gustaría saber si de casualidad tendrán un poco de, de esa bebida que me ofrecieron la otra vez, en la piscina, ¿se acuerdan? Saben, me gustó, no sé, tiene un sabor muy curioso, y no se me hizo sentir, no sé, como sea, me gustaría seguir probándolo, en casa claro.
-Como no señito –replico rápidamente Martin. –Ahí traemos un poco verda compadre. Es más, tómese un poquito ¿a poco no está rico? a ver pásame un vaso tú. Nada más va disculparnos pero no hay vasos limpios jeje.
La mujer no increpo y en instantes le servían un poco en un vaso desechable que había sido usado por alguno de ellos al beber algo, tal vez refresco, el día anterior mientras trabajaban.
-Se lo íbamos a dar antier pero se fueron de volada. Aunque ya nos dijo porque jaja. Ya nos vamos a portar bien jeje, -dijo mientras alcanzaban el vaso y una botella de tamaño mediano a la hermosa mujer que les acompañaba.
Ella bebió con completa comprensión de lo que le sucedería en instantes, pero ignoro advertencias y se dejó llevar, al fin de cuentas tenía suficiente habilidad para evitar eventos de los que pudiera arrepentirse.
-¿Y cuánto se supone que me cobraran por esto? –pregunto mientras sorbía una cantidad considerable. –Esta cosa sabe realmente estupenda.
-No, namas es un regalito, haga de cuenta que el despedida –replico el muy animoso Martin, que, al igual que los demás, bebían como la mujer bebía sin cautela.
-Sí, pero de alguna manera tengo que pagarles –hablo la chica con una voz muy insinuante, prefabricada cuando pretendía ser maliciosa.
Rápido, y por la cantidad abrupta que había bebido, un calor le recorrió las sienes, provocaba una sensación de instantánea ebriedad, solo que no anulaba los sentidos, sino que los potencializaba sobre todo el libido, en este caso, el femenino.
-Pos usted dirá. Si yo le digo lo que quiero capaz que se enoja –respondió Martin quien llevaba se acoplaba increíblemente bien al ritmo de la plática de la mujer a la que día antes había marcado como suya.
-¿Y porque podría enojarme?
-Pos porque podría pensar que soy un pinche calenturiento, pero si uste supiera lo buena que esta…
-Eso lo sé, desde siempre –menciono con fortuitas ganas y un ánimo increíblemente insano pero aun con control de sí misma. Pero aquellos eran tres y en cualquier momento podría flaquear y eso se descontrolaría, y como su experiencia le dictaba, habría que ejercer un poco de control de la situación. –Siento un poco de calor, creo que tomare la piscina.
-Oiga ¿y no gusta que le pongamos un poco de esa cremita? –dijo Fidencio acercándose a una distancia muy peligrosa al delgado y curvilíneo cuerpo de la mujer.
Ella ya sabía de la amenaza, tenía absolutas ganas de pretender algo pero también conocía una manera para librarse de tipos como estas en situaciones parecidas, y así evitar realizar algo que no estaría dispuesta a soportar, pero que dejaría a ambos satisfechos.
-Sí, me gustaría que me untaran un poco de eso, pero en realidad, me gustaría otro tipo de crema.
Acto seguido cayó de rodillas frente a Fidencio que era al que tenía más cerca.
-Acérquense –insto a los demás que presurosos la rodearon a la expectativa de lo que podría suceder. -¿Les importa si les quito esa crema directamente del frasco?
De manera inédita les señalaba las vergas, sin haberlas tocado aun, pero ese juego le estaba gustando tanto, verlos perdidos aun antes de apostar, era completamente divertido para ella, abusaría de la desesperación de los pobres hombres y les encargaría, como sentencia, lo que les convendría si de aquí en adelante se manejaran mejor con Sandra.
Ella acerco con dinámica pasividad sus rectas y tibias manos, hacia los bultos de los vejetes sin tocar alguno. Martin quiso desabrocharse rápidamente su pantalón pero ella se lo impidió, diciéndole que se mantuviera con calma, que evitara precipitaciones y así acepto con gran gusto y curiosidad.
Finalmente, luego de una natural circunspección, opto por acariciar por encima del pantalón a Fidencio, cuya protuberancia era notable. Lo acaricio de arriba abajo y el cerraba los ojos con cara enfermiza. Luego poso las manos en Gilberto y la diferencia entre ellos se notó de inmediato pues le resultaba un tamaño mucho más chico que el de su compañero y líder del grupo. Ambos revoloteaban en un aura de éxtasis. Martin como desesperado y al no tener parte, exigió las manos de la mujer en él, ella cedería y pronto acariciaba una dureza de buenas dimensiones.
Mantenía una mano en Martin y otra en Gilberto y así rotaba en ellas mientras les regalaba una sonrisa absoluta y juguetona.
Luego, lo más insólito para ellos en su vida, empezó a bajarle el cierre del pantalón a Martin, Fidencio hacía lo propio sin esperar a las indicaciones de la chica pues estaba claro que lo que esa mujer pretendía con ellos en esa cálida mañana. Gil esperaba lo propio pero Melanie estaba ocupada aun tratando de desabrocharle el viejo cinturón a Martin que ella le ordeno que el mismo lo hiciera.
En minutos el trio exponía ante los ojos de la chica, tres vergas de diferentes tamaños, texturas, y formas desagradables para su percepción.
Pero lo que si le impresionaba era el poderío que particularmente mostraban tanto Fidencio como Martin, ambos con falos gruesos, largos, venosos, sus testículos ahogados en un mar de entrecanos y gruesos vellos pero con gran firmeza se levantaban y se exponían ante sus ojos. Gil tenia lo propio pero dado que ella era un tanto exigente con eso, no le pareció la gran cosa, un tanto corto y aunado a lo insípido que todos mostraban, le desmeritaba al apreciarlo.
Primero condujo con tibieza su mano a la verga de Martin, no acercando su cara, en eso sabia mantener la distancia, su mano haría el trabajo sucio.
-Quiero que me den lechita –dijo con voz baja pero inteligible, una atiborrada mujer de sensaciones tozudas que la ahogaban, sobre todo cuando contemplo el poderío de aquellos miembros de los que emanaban una presencia liquida muy viscosa que se negaban a chorrear.
Gil, que siempre se mantenía al margen de los primeros acontecimientos, estaba que no podía, se masturbaba enfrente de la chica, tratando de disimular y quitar las manos de su erección pero no podía aguantarse y volvía a la carga de forma repetitiva que amenazaba que en cualquier momento acabaría por reventar y venirse.
-Chúpamela ya mamasita –exclamo un excitado Martin que procuraba acercarle la verga lo más posible a la iluminada cara de la joven. –Ande ya estoy que reviento mamasita.
La idea de Melanie no era precisamente meter en su boca tremendos y sucios falos. Apenas había llegados a ellos y un perfume rancio, de natural sudor de esfuerzo, aun asi desagradables expedia de los cuerpos abotagados, cansados, amorfos. Y lo confirmo contemplado aquellos y noto el aroma incontenible e inaguantable que emanaban esos miembros, víctimas de una humedad obvia, y una falta, tal vez, de higiene o lo que convenga. Lo cierto era que aun, si estuvieran bien, no era su idea para esta curiosa mañana.
-Ya mija –insto Fidencio agarrándose el miembro con total orgullo, -agárramela y siente mi pito. Te va a gustar mamasita.
Ella obedeció y toco un poco tímida el miembro de Fidencio, le parecía increíblemente grande en sus manos, tal vez nunca había disfrutado en su cuerpo algo se dimensiones parecidas, pero solo eso, no realizaba algún movimiento. Reanudo con Martin pero empezó a remover el prepucio que aun cubría la verga de este y pudo notar como debajo de la cabeza se escondían residuos negros y blanquecinos, algo absolutamente asqueroso ante sus ojos, peor para su gusto, mostrando una cara soliviantada; definitivamente tenía que terminar con esa de una vez por todas.
Trato de no pensar en esas condiciones y empezó a mover de arriba abajo cada centímetro como le era posible, su mano apenas lograba cerrarse ante el grosor de aquella verga, cuando de pronto sintió como una porción liquida y caliente se disparaba por su sien izquierda; era Gilberto que no había aguantado y había derramado sus líquidos sobre ella, que al voltear a ver otro poco cayó sobre su frente y ahora chorreaba recorriendo su nariz. Al principio se sintió disgustada por esa acometida pero, al ver la cara suplicante y temerosa del hombre, procuro no desalentar nada y le sonrió con maliciosa complicidad.
Con su mano derecha tomo la verga de Fidencio y empezó a masajearle la larga tranca y con la izquierda su mano aun sostenía el sucio miembro de Martin. Empezó a acelerar los movimientos que recorrían los gruesos miembros, una vez arriba, volvía hacia la base, dirigiéndoles caras placenteras, juguetonas, vacilantes de dominante maldad y control.
-Oh –exclamo la mujer con un acento bravío. –Que grandes la tienen.
Los viejos la miraban con determinante deseo, en cualquier momento sucumbirían, como su amigo Gilberto, a fuerza de impulsos repetitivos y tácitos, sin ninguna vergüenza y absoluta habilidad. Saber que una mujer casi tan preciosa, tan inigualable como lo era Sandra la cual era de una belleza más pura, ella les proponía un reto, claro que tan solo intuían, que podrían recepcionar pero que tal vez al mismo tiempo se les escapaba de las manos y perderían como era lo natural ante una eventualidad, siendo la primera, que también podría ser, muy probablemente, la última.
-Wow, que enormes, deben de estar ricas.
-Ya chiquita –convino Fidencio. –Chúpamela mija.
Melanie nunca dio indicios de que se metería tremendos tamaños en su boca, es por eso que activaba, de manera más condensada, cada repetitivo movimiento, cada apretón y caricia cálida.
-Si tan solo Sandy pudiera verlos… le encantaría chupárselas. ¡Wow!
Escuchar esto, saber de Sandra era inminente.
El primero en escupir sus líquidos seminales fue Martin, que habia sentido las manos de la chica acariciar sus peludos testículos, intento no ceder pero por más que pudo le fue inevitable soportar esa carita perturbadora y con brusquedad la tomo de los cabellos y escurrió su líquido a la cara de la mujer, a la que había ordenado incluso a que abriera la boca pero que finalmente no sucedió y se conformó con bañarle, con una cantidad muy considerable, la mejilla derecha y gran parte de su pelo, de una sustancia que tendía ser amarillenta.
Esta escena provoco a su otro compañero, que haciendo casi lo mismo, apunto a los cerrados labios de la mujer, que gemía interiormente, y la cubría con sus líquidos que terminaron por escurrirse rápidamente por el expuesto cuello de la chica.
Los hombres bramaban, insultándola incluso, sus ojos se abrían de par en par, sus pupilas dilatadas y se perdían, satisfaciéndose, regocijándose en sus largos orgasmos.
Al abrir la boca, sorprendió un poco de ese líquido que incluso llego metérsele y probando el amargo sabor y la pesada textura de este. Les conferia a todos ellos con una cara de satisfacción fingida, quitándose un poco del semen, que tenia en sus labios, su nariz y barbilla, enbarrandoselo en su blusa.
Se termino de limpiar, cuanto pudo, se puso de pie, agarro la botella del curioso liquido y se retiró sin decir más, aprovechando el casi desfallecimiento de los hombres, incluso Martin intento atajarla, pero ella agitó su paso habilmente, mientras se seguía limpiaando con la mano y desaparecía de la vista de los sujetos, confundidos ante la actitud incierta de la mujer y aun consumidos en sus efímeros placeres, sin pensar en lo que podría pasar después, este momento era único e insuperable.