Cambios 10 y 11 con mi versión 1ra parte

Este relato se describe como una mujer casada, permite que 2 obreros contratados por su marido, se queden en su casa, ya que se les hace tarde y ella para distraerlos decide hacerles un baile que a la final se saldrá de su control y los hombre se aprovechen de su inocencia, abusando de ella.

Cambios 10 y 11 mi versión primera parte

Categoría: Hetero: infidelidad

Este relato se describe como una mujer casada, permite que 2 obreros contratados por su marido, se queden en su casa, ya que se les hace tarde y ella para distraerlos decide hacerles un baile que a la final se saldrá de su control y los hombre se aprovechen de su inocencia, abusando de ella.

Los juegos sensuales continúan en ese espacio, dedicado a la comodidad del matrimonio, mas ha sido la hermosa y joven Sandra quien ha decidido profanarlo, en pro de alejar las malvadas vicisitudes que ese par de lujuriosos viejos quieren para con ella.

CAMBIOS 10

Sandra se mantiene aún al lado del sofá, que provisionalmente le sirve de cerco, lo que menos plantea es el contacto, que bien está segura ellos desean. Mientras se sigue moviendo de manera armoniosa; de verdad lamenta, por mera necesidad de mayor maniobra, que la blusa no tenga botones que desabrocharse. Lentamente, desliza un poco de la prenda, genera un pliegue y lo recorre hacia arriba, en una diagonal fantástica, mostrando un abdomen plano, límpido, libre de excesos y bien llevado a base de una buena alimentación, ejercicio y una genética envidiable, sobre todo para las mujeres que la han conocido. No se quita esa menuda blusa, tan solo ha proporcionado falsas expectativas, porque su natural cordura aun no merma como para cometer fatales desfiguros, tan solo se ha enganchado en la vacía malicia de hacer sufrir a unos boquiabiertos tipos. Logra entonces, más que sentenciar, concordar en que tenían razón aquellos quienes, no necesariamente la instaron imperiosamente, pero si le sugirieron el hacer explotar sus encantos; sirve, funciona, proporciona placer, alegrías a infortunadas vidas, desquita su sensualidad y algún insignificante rencor, si es que aún existen.

Se coloca frente a ellos, los apercibe con mirada condenatoria que ha trazado histriónica, porque no sabe comportarse de ese modo, ante un amague de Fidencio que hacía por levantarse para acompañarla que ahora, obediente, acomoda su trasero y estira su abultada espalda sobre el sofá. Ella continúa con más pasos de erótico baile, mientras que con un adorno, que asemeja una especie de plumas, que ha cogido de una vasija colocada sobre un hermoso mueble paralelo al sillón, lo pasa cazadora a lo largo su cuerpo, su cara, su cuello, sus pechos, su cintura, sus nalgas… se acerca a ‘sus amigos', va sobre Martin primeramente y le hace lo mismo a él, pasando el curioso objeto sobre el sudado rostro del hombre, sobre su pecho, su barriga… no se atreve a ir más abajo donde se dibuja un bulto, indiscretamente mojado, pues seguramente el hombre se ha venido en seco cuando vio tales sugestivas acciones, y no ha podido controlar a su miembro que inédito espera ser complacido esta noche, se siente con la potencia para soportar no tan solo una ronda, si no las necesarias, todo con el fin de darse gusto con absoluto deleite. Sandra reconoce la humedad, al cual no se atreve a ver por desvariado tiempo. Trata de seguir con su curioso show, con algunas complicaciones propias de su inexperiencia, siguiendo  el  ritmo inalterable de la música.

Ahora cambia de perspectiva, avanza con o contra Fidencio, que esta tendido plácidamente, extiende los anchos brazos, se deja hacer y recorrer  pero  él maliciosamente le agarra la tibia mano para que ella se atreva a llevar el improvisado plumaje en su erección que, al sentir el contacto, puntea haciendo patente su viveza. Ella, escandalizada, retira la mano rápidamente, mas no deja de sentirse curiosa, no necesariamente excitada, no ha llegado a tales límites de apreciar con morbo sano o insano, las virilidades varoniles ajenas. Da una sensual vuelta y rápida, quedando aun no tan lejana, accesible.

Parada de nuevo frente a los desgalichados sujetos, sensualmente comienza a jugar con el par de cortos cordones, los ha des entrelazado de su ceñido pequeño bóxer, como si fuera a desamarrar la liviana prenda que dibuja las figuras femeninas, en donde se esconde el monte venus tan prometedor, caliente y húmedo, a la espera de atrapar en sus cavidades y apretar ahí una digna verga, exprimirla si es necesario, en donde se vaciaran y en un futuro germinaran las semillas específicas que para surgir un nuevo ser, en un rito por demás placentero para ella y para el (su esposo) o impertinentemente para algún otro ser.

Inclina su cuerpo hacia delante y es justo ver como apenas caen sus redondos y firmes pechos por causa de la madre gravedad, el sostén hace su trabajo, portento esos redondo pechos, mostrando el sublime surco, esas figuras esféricas apachurrables dignas de morder, besar, más que acariciar, agasajarlas, maltratarlas; el color, la fina piel invita a manipular con salvajismo esa parte de la anatomía diseñada para ser amamantadas. Mientras, amenaza sutilmente con bajar una de las prendas que cubre  su deseado tesoro, tesoro destinado solo al sexo opuesto, que a estas alturas esta húmedo por razones fisiológicas que no puede controlar y que si no se transparenta esa evidencia es por la capacidad de absorción de su tanga. Aunque siendo imperceptible para ella, según ella su olor vaginal ya comenzaba a hacer su efecto a los dos viejos libidinosos. Igual ella inocentemente pretende un efecto mayor, al darles la espalda a los asistentes y deja que su ‘derriere' quede ante los ojos hinchados que, no literalmente, la desvisten con autoridad, desde el la espalda, bajando por mis brillantes y perfumadas piernas.

Es majestuoso, la tela se aprieta contra sus nalgas dibujándolas a la perfección, grandes, de tamaño exacto más que nada, carnosas, al igual apachurrables y de servirse de su suavidad y cual exhausto ser dormirse en ellas. Inscribe a morder, son comestibles para cualquier glotón sexual e incluso para aquellos  que se consideran vegetarianos, absorberlas con todos los sentidos y descubrir en medio de esas montañas esa estreches, la rendija alterna donde se prohíbe por naturaleza profanar, más para el que deja fuera cualquier juicio y hace digna la gracia, encontrara placer al atravesar ese agujero, para él, y si es sutil, repartirá el placer para ella. Martin acerca sus manos como acudiendo al llamado pero ella se retira sagazmente, aunque se vuelve a inclinar de manera lateral exponiendo sus pretenciosa y portentosas medidas de 89.61.89; tiene una gracia terriblemente excitante.

Todo es inédito, si se menciona que Sandra jamás había hecho alguna vez en su vida cualquier tipo de baile parecido, que ya parecía una especie de precioso striptease, ni siquiera su queridísimo marido disfrutó un espectáculo semejante, apenas un par de movimientos de caderas y brazos efusivos, envolventes y ahí acababa todo cuando la música acompañaba. Pero ella lo hace ver tan natural, es completamente inteligible, su pasado en el ballet le ha contribuido expresión, sutileza, clase, por su parte la música o el plácido momento, la sensualidad perenne, la vivaz desinhibición; de lo que se ha perdido Rodrigo.

Ahora, se incorpora lentamente hacia arriba, concretamente para quedar recta, de pie, mientras sube, vuelve a verlos y les lanza una de sus miradas excitantes, que espontáneamente ha surgido en ella, tan sutil, tan comprensible, porque no pierde la gracia de una mujer con clase, es la expresión de  una  mujer que complace con solo dirigir la mirada, que vibra oscilante, pero no se pierde en la ordinariedad mundana que todo esto pudiera sugerir. Se vuelve y queda de nuevo frente a ellos, estoicos, deseosos, con miradas enfermas y arriesgadas. No se sabe cuántas canciones han pasado, pero las continuas no abandonan la temática, el ritmo, la esencia y la libre sugerencia. Tal vez era el momento de detener todo, pero ella prefirió continuar inocentemente su baile que de momento era solo de ella.

De manera ajena a su morigeración, enterrada en la catástrofe pasional que quizá nuca advirtió bajo estas características y tal vez por eso no sabe detenerse, se acerca a milímetros del sofá, en medio de ambos sujetos, sube su pierna izquierda a la base del sillón donde están sentados los privilegiados varones, al lado más cercano de Fidencio. Se inclina hacia delante de nuevo, dejando que sus pechos caigan con gracia, se acaricia la desnuda pierna y hace una especie de movimiento de estiramiento, muy usual como cuando se ejercita, muy sensualmente se soba con la mano derecha lo mismo con la izquierda y éste antes de llegar a sus descalzos pies se frota la ingle. Sin percatarse que los olores de los fluidos que emana su vagina están entrando en las fosas nasales de su afortunado público.

Fidencio absorbe el efluvio femenino de  esplendidas  flores, de rozagante juventud que jamás tuvo ni en él ni en ninguna mujer que haya compartido su cama, es el aroma que inquieta a su enorme verga que palpita y quiere escupir fertilizantes suciedades. Nota la piel de Sandra muy suave y brillante como si estuviera previamente hidratada con algún aceite, perfumada con olor de rosas frescas y placeres agobiantes.

Se agarra la potente tranca, meneándose el empalme en absoluto notorio, ante la evidente mirada de la mujer, murmurándole con alejada precaución:

Sssss... ¡Mamacita...!

Es como si hablara por su verga. Quiere tomar a la mujer pero ella quita su pierna y sube la otra, haciendo lo mismo ahora quedando a merced de un adocenado Martin que babea por la abnegación inaudita de la majestuosa mujer de su patrón. Que pendejo, seguro ha de pensar Martin que siempre ha detestado hombres de esa naturaleza, es una cuestión de recelo por lo que estar disponiendo del derecho que otros por naturaleza tienen, le enerva la sangre, altera sus nervios e incrementa su locura.

Este ha aprovechado, apretando con serenidad inusual por riesgo de sentirse rechazado, la blanca piel suave y fina, muy diferente a la textura de su mano, rugosa, morena, manchada, macillada por cicatrices añejas e indeterminables. La piel de esa mujer no la compara con nadie, acaricia y pasea sus manos con facilidad, jamás ha sentido algo tan terso y limpio en sus anchas y rugosas manos morenas.

Estas si son caaarnes compadre... pero que riquísima se ve... murmuró Martin  con  asechanza, envileciendo a Sandra como integro ser, tan solo se deleitaba con el grandioso cuerpo de la dama, aprovechando el absoluto momento, sintiéndose importante, poderoso. Ya me la quiero comerrrr...

Se siente ampliamente consentido por esta hermosa mujer, ajena por propiedad; esta será su noche y la hará rendir, se dice envanecido y con infinita arrogancia.

Se aleja apenas del asiento, la sensación callosa de las manos la han inquietado de sobremanera, todas las conexiones diversas en su cuerpo, que han iniciado en su piel y han llegado a su cerebro, se han traducido como una punzada aguda de insensato placer, dejando de lado su normalidad pudibunda. Esto se pudiera traducir, como el primer deseo sexual de Sandra  por aquellos dos viejos y estaba lejos de pensar, del futuro que le venía, por no haber detenido todo lo que estaba por ocurrir. Así que muy segura de sí,  Se reincorpora y mueve sus caderas, gira, se deja ver, vuelve a quedar frente a ellos con la mirada incrustada, estira suavemente los tirantes de su blusa, como si quisiera arrancarlos, siguiendo el ritmo de la música y acaricia un poco más diligente el resto de su lozano cuerpo. La mujer extrañamente se siente excitada, por su propia audacia, pero segura de que tiene el control de todo. Ya que solo está disfrutando de su momento sabiendo que solo está dándoles un poco de distracción a los 2 empleados de su esposo, y que mañana todo quedara como un grato compartir entre amigos, después de unos tragos.

Segura de si, mete poco a poco sus dedos por los lados de su ceñido e incitante bóxer, bajándolas apenas unos centímetros, dejando ver poco más de esa pieles, donde se dibujan las laderas del triángulo perfecto y el tesoro carnoso. Poco a poco con movimientos de un lado a otro mueve juguetona con sus manos esa prenda, en una postura sexy y coqueta. Mira a ‘sus hombres' que han aguantado estoicos, pero en cualquier momento podrían asirla, como por reclamar la compra, si es que hubieran comprado, como cuando pagan a cual vil bailarina en los mugrientos e inmundos bares de San Antonio, pero no se compara, incluso porque no lo han costeado, el espectáculo de una misericordiosa mujer, el de una sublime y respetada mujer.

Quien, aun siendo poco escépticos, les creerían si contaran que esa joven mujer de finas facciones, de elegancia suprema, de altivez natural, de gallardía intocable, ha bailado en su respetable hogar (como es que debe de considerarse), se ha mostrado prácticamente sin censura, con acepción totalmente para su deleite sin ninguna razón práctica, solo por darles el placer, en un momento inalienable para ellos; que tan dichosos son, que tan importantes han de sentirse, porque aun viendo y vivido a cualquier cantidad de mujeres en su vida, nadie se podría distinguir con verdadera originalidad junto a la hermosa casada.

Tal vez sea la primera y la última ocasión, el inicio de tantas, como vaticinarlo. La ignorancia causal permite indistintamente imaginar posibilidades absurdas y necios desengaños.

Sandra se muestra inexorable frente la conveniente inanición, frente las miradas ufanas de los anodinos e infaustos sujetos que babean por ella. Ha controlado cada uno de los minúsculos eventos, pero ha soliviantado los bravos ánimos, propicia la fatal juntura de cuerpo y deseo, han superado el albor de lo que todo esto significa y aun así permea en lo inocente y todavía reversible. Aun así, no muestra señas de lánguido arrepentimiento, o de una posible ruptura o abandono.

Les envía una sonrisita pícara, tan natural y espontanea que resulta fácil realizar, pero esta ocasión es para que aguarden todavía más, para que calmen sus ímpetus, para que le tengan paciencia, total, la noche es absoluta para ellos y mejor aún es prometedora. Sandra lo hace funcionar de otro modo, pues entre más aguarden, es mucho mejor para ella.

La música se vuelve algo pausada, ella empieza a fluctuar sobre la suave alfombra, impulsivamente, tratando de agregar algo curioso a su espectáculo o para sumar valor a su cuerpo, ayudando con la turbación de su cordura, toma una de las botellas de cerveza, que alguno de ellos no ha terminado, se lo empina directamente en la boca y bebe intentando disfrutar el sabor amargo lo poco que aún quedaba a fondo, una gota resbala por la comisura de sus labios y cae por el desnudo surco que se mezcla con las finísimas escarchas de sudor que expide la grandiosa Sandra. El sabor amargo no anula sus peripecias y se ha reincorporado a su baile cada vez más sensual.

Aquella dulce bailarina continuó con movimiento sensual de su cintura y caderas, practicando con su cuerpo de manera sinuosa, rotando sus caderas, moviendo sus brazos y manos, y empleando movimientos corporales voluptuosos. Pareciera que el objetivo es claro, aumentar el deseo sexual de esos hombres, potenciales parejas, más cuanto probar esta serie de juegos eróticos al menos harían huir de la rutina que procedía con Rodrigo, mas es que nunca se lo planteó.

Otro gravísimo error de la casada,  fue que Luego de pensarlo un poco, si es que tuvo algo que pensar y con paso decidido llega hasta Fidencio y estira su brazo para que él sea el primer afortunado en bailar con ella. Él no lo pensó ni media milésima de cuantitativo tiempo, se alzó a bailar levantando su pesado cuerpo y se le pegó a la chica como imán. Ella sentía como se embarraba en su pelvis, de forma tan desesperada, la traslucida forma erecta que representaba la verga de Fidencio, aunque con algunas complicaciones por el prominente vientre del hombre. Ella se separó retomando el control  y agarro con su mano izquierda la mano derecha de él y la izquierda la oriento para su serena espalda, mientras que ella coloco la otra mano, en el hombro del envanecido viejo. No le dirigió la mirada en un principio pero al estar a un palmo de él, le miro a los ojos, llenos de lujuria y deseo y Fidencio con voz flemática le expreso una especie de susurro, clamando de forma pausada, arrastrando las indecentes palabras.

Que chula está usted. Se lo juro. Baila muuuy rico. Nunca, se lo juro, nunca en mi puta vida había tenido a una vieja tan sabrosa que bailara tan rico, como usted jeje.

Lo que hizo que ignorara esas desastrosas referencias que hurgaban patéticos halagos, fue que al estar tan próxima, sintió el fiero tufo, compuesto de cerveza básicamente y una insignificante impresión de tabaco añejo. Además sentía una horrenda brisa de saliva que salpicaba el mostrenco hombre al articular de forma tan torpe, denotando sus elevados ánimos y ganas apreciativas nuevamente expresadas tan íntimamente.

Pero Fidencio, es tan diferente y, aunque no lo quería admitir con seriedad, que tan desagradable le resultaba. Tiene una mirada de un hombre que siempre está enojado y que con ella resulta forzar amabilidad, ahora ha sacado a relucir ese aspecto burlón, incluso con lo que le ha dicho de manera malhablada, se nota lo desvergonzado que es, seguro por las bebidas y el momento estimulante. Tiene un rostro de evidente madurez, sus expresiones son horrendas porque las está forzando, siendo el, de forma natural, totalmente inexpresivo, pero como ya se ha dicho, con las mujeres busca ser un emisor de amabilidad y displicencia para beneficio propio, cosa que nunca funcionó, pero que con Sandra vaya que ha funcionado.

Siente el prominente vientre del hombre, que se ha vuelto a acercar, a pesar de las condicionantes manos de la mujer, la sigue atacando todavía, tratándose de acoplar a su ligero vientre plano. Siente rozar, por los suyos, esos velludos brazos de piel gruesa y curtida, tiene una fuerza evidentemente muy artera y será difícil despegarse de él.

Ya me toca compadre pronuncio Martin interrumpiendo una perdida concentración que la mujer aguardaba a la brava ocasión, mientras Martin yacía parado muy cercano a la pareja.

Espérese compadre respondió imperante, apenas alcanzando en un breve vacío de placer, perdido en el floral perfume.

Fidencio pues, estaba concentrado en la mirada esquiva de la sonrojada mujer, que batallaba por mostrarse densa, propia mas no entregada, sus ojos color avellana irradiaban, sus pupilas estaban extasiadas, sus hermosas pestañas se juntaban de vez en cuando cerraba esos ojitos, su frente estaba libre de arruga alguna, apenas alguna indistinguible breve línea expresiva, sus cejas se degradan en su grosor de manera armoniosa y exacta, sus pómulos un par de manzanitas comestibles, su piel de color clara de textura de pétalos de rosa, sus labios en la magnitud exacta para ser aprisionados por besos furtivos y devoradores, su hermoso pelo ondulado de color castaño que enmarcaba todo ese gracioso rostro libre de algún lunar, grano o protuberancia siquiera diminuta. Esa cara ha de llenar de vida a lo mundano, a lo absorto a la invalidez o a la rareza despreciada, que cuando sonríe es una flecha directa al corazón y contagia alegría fresca, cuando se muestra seria y serena, no es amenazante, tan solo propone expectativas de cosas intensas de las que es capaz de hacerle a su receptor.

Ahorita le toca lo suyo compadre, aguántese, aguántese continuo diciendo Fidencio, volteando a verlo para imponer su autoridad, a expensas de la mujer,  ahora acompañaba la mano solitaria que tenía en la cintura, con la otra que era agarrada por la suave y frágil mano de la mujer y así ambas manazas se unían en el talle de la prenda inferior de la dama y apretaban para aprisionar, como queriendo evitar que se le vaya lejos y para siempre, como lo creyó en días recientes y que todo esto nunca sucedería y habrían que tal vez usar la fuerza y apropiarse de la perfumada mujer como les era vilmente conveniente.

¿Verdad Sandrita? refirió directamente a la mujer, tratando de confirmar su condición, pero ella  ni negó ni afirmó: eran total y convenientemente, interpretativos sus gestos. Estaba lejana a saber las verdaderas intenciones finales de aquellos 2 viejos, para ella el momento solo era una inocente distracción que ella como jefa le estaba regalando a aquellos dos obreros, que gustosamente había aceptado acompañarla, un rato mientras su marido regresara.

Las manos del viejo acariciaron un rato esa curveada espalda, con las yemas de sus dedos bajaban toda esa distancia, debajo de los ondulados cabellos la hermosa casada. Ella carecía de maniobra de movimiento, sus delgados brazos intentaron volver a poner esas inquietas manos en su sitio inicial pero es en vano. Así que resignada trata de rodear el amorfo y robusto cuerpo de su pareja, ya no de baile, aunque fingen hacerlo; el calor que emana y el aroma fuerte de rustica varonil le incomodan pero entiende que deberá resistir, por instancias futuras. Aun así ella trataba de conducirlo por los posibles movimientos bailables, más le era imposible, entre la torpeza y la fuerza que oponía el hombre, así entonces ella terminaba siendo llevada, ligeramente arrastrada a placer por los rechonchos y fuertes brazos.

Pronto las manos se condujeron por toda la cintura y su destino era evidente, yendo más abajo así sin mayor aviso le empezó a pasar sus manos por las blandas pero potentes nalgas, adeptas para las caricias, el sobaje y apachurrarlas solo para instar el éxtasis. No las aprieta, solo las palpa acariciándolas, revolviéndole ese pequeño e inofensivo bóxer de color rosa. Ella lamenta no estar usando alguna prenda más juiciosa y amparante, aunque lo reprueba dirigiéndole una mirada acusadora, no puede evitar compadecerse de él y de sí misma porque de alguna manera lo empieza a disfrutar, este se divierte y ciertamente se apena por lo que hace, pero no se arrepiente ni retrocede de ninguna manera, como bien se dice, más vale pedir perdón que pedir permiso, mientras acerca su boca a al oído de la casada, murmurándole tímidamente al principio y después con más valor, algo imprevisto, quizás majadero y lleno de calentura y jadeos íntimos que aún se mantienen serenos, dentro de lo que cabe.

La fémina no responde, evade cada mirada insinuadora o pretenciosa, aunque se deja manejar, no dará pie a pasos gigantescos y deprecativos, tratara de seguir largando el baile hasta que de verdad sea ya un asunto atiborrarante. Se hallan tan cerca pero ella muestra ese rictus de aversión muy normal en sus labios, no planea besarlo, su grado de excitación no llega a esos límites y segura esta que no caerá a tal grado, pero habrá que verse, el control parece no estar en sus manos, para ella todo es solo un momento de distracción, confiando que para los 3 que en algún momento ella sabrá controlar la situación como jefa indirecta de los 2 obreros y todos se irán a dormir como si nada a pasado.

La música se vuelve rítmica y tropical como al inicio, ella agita su cuerpo como queriéndole enviar el mensaje de que lo bailen apropiadamente, pero el tan solo, lleva sus manos a la espalda, ese gesto se podría considerar generoso, acariciando los cabellos que caen ahí, siente el pequeño broche del brassier como queriendo tantear donde tendrá que ir para despojárselo más adelante. El hombre se toma su tiempo y recorre ese breve trayecto surcado en la parte que divide equivalentemente la espalda, esa firme columna vertebral, donde las vibraciones femeninas han de desatarse.

Ella exhala y resopla con baja presencia, el vuelve a acarrear sus manos y las lleva a las respingonas y suaves nalgas bien trabajadas, se han convertido en su capricho, poco a poco llega y tan pronto lo hace acaricia con sus manos e intenta meterlos por debajo de esa prenda que las protegen. Sandra lo detiene rápidamente, sin dejar de sonreírle para evitar que este se sienta amenazado y se altere, cosa que sigue preocupándole, por eso su mirada es displicente pero recia al mismo tiempo, eleva su figura con sus pies para verse más alta, naturalmente esto impone y el hombre cede y se resigna en la espalda a la que amasa con intensidad, desquitándose de lo que hubiera hecho con ese culo.

Fidencio bailaba con esa mujer ahora un poco más adecuada, ella se pegaba porque no tenía otra alternativa, las manos siguen por su espalda y no haya como detenerlas sin aspavientos. Se supone gozosa, que disfruta el contacto corporal y compartir la temperatura de ambos cuerpos y generar una aún más intensa.

Aaahhh suspira con franco placer el pobre hombre que cuando impacta su erección en el cuerpo de Sandra, recibe capaces chispas de goce sexual inmunes a cabalidades y pareciera como si estuviera eyaculando. Siiii… oohhh pero que rico cuellito… ooohhh… que rica esta usted, no sabe cuántas veces soñé así con este cuerpecito, fuuu… que rico mamasiiita.

Él necio por enésima vez, pasa suavemente sus manos por las nalgas de la mujer, Martin estaba muy caliente viendo como su compadre pasaba su rostro tímidamente por las mejillas y oídos. Él se acoplo sin hacer muchos aspavientos  para  bailar por atrás de la mujer, la oprimía contra su amigo, restregando su alarmante paquete en su redondo trasero. Ella giró con sorpresa, rápidamente antes que Fidencio pudiera detenerla, como alternativa a la prisión que Fidencio ejercía, aunque claro lejos de salir de esa cárcel, topaba con otra prisión de mayor avidez. No teniendo alternativa, apoyó sus manos en los amplios brazos de Martin, los recorrió y recalo en sus hombros para su comodidad.

Esta fue casi la última oportunidad que tuvo la mujer casada salir del problema que inocentemente había iniciado y no aprovecho para imponer su autoridad, si no que más bien, decidió seguirles el juego confiando que ellos la respetarían y que por ningún motivo se iban aprovechar de ella, ya que corrían el riesgo de ir presos si se propasaban con la mujer del hombre que los contrato. Contando con esto con vergüenza no le preocupo seguirles el juego un rato más, confiada en que pronto todo acabaría. Por eso miro al insulso Martin ya con resignación, hallándose prisionera entre ambos expedidos y rudimentarios cuerpos varoniles, sin ninguna oportunidad de evasión; él tenía la piel magullada, de un intenso color moreno, debido a la frecuente exposición al sol, señal viva de un hombre de campo de toda la vida, mas no es un color brilloso, es, más bien pardo y desfasado. Apenas está cerca y es tan perceptible para el agudo sentido olfativo de la mujer, el adusto transpirar corporal que despedir de las ropas, las mismas con las que lo había visto antes de irse esa tarde, trae arremangada y entreabierta la camisa, manchada de pintura, tal vez, y barro, seguro no se habría cambiado ni mucho menos aseado, esas sucias telas conservan un añejo hedor a bebida alcohólica y cigarrillos baratos que se combinan con el despedir sudoroso de un cuerpo arduo.

Martin ha dejado su astroso sombrero sobre el sofá, con una barba amplia y realmente descuidada de varios días, por no decir semanas. Su rostro es seco y arrugado, un tanto cacarizo, eso sí, siempre está riendo, parece importarle poco las seriedad de las cosas. Así muestra su descuidada, escasa y amarilla dentadura y Sandra puede percibir un aliento fétido muy amargo y detestable a sus delicados y aficionados sentidos.

Que rico huele… dijo Martín directamente a la cara, alzándose apenas muy poco para alcanzar a la evasiva mujer y aspirando rápidamente y con cruenta torpeza.  ¡Que rrriiico… mmmhhh…!

Sandra siente como de repente el hombre le pisa los pies con sus sandalias de cuero, voltea a ver y sobresalen esos pies sucios, de piel curtida y muy descuidada. Realmente el aún más torpe para bailar y a el parece no importarle en lo absoluto; ella se ha de dimitir de bailar como se debe al menos esta noche. Comprende que no puede soportar tanta incoherencia estética, realmente preferiría, si es que esto se basara en un orden de dos opciones, estar de frente a Fidencio pues le resultaba más tolerable, por así decirlo. Claro, existe esa alternativa en la que no es ni por mucho necesario estar ahí, en medio de los dos, pero lo ha llevado demasiado lejos y no ve algún modo certero de salir, por así decirlo, ilesa de ese elaborado accidente; que no pudo evitar,. Su mente esta nublada para conspirar un plan adepto y congruente que beneficie a los involucrados.

Gesticuló de forma manifiesta cuando Martín  ensayó  un acercamiento de sus horribles fauces a los bordes carmesíes de su boca, que evadiéndole, exhibió su estirado cuello y percibió la barba, rigurosa cual cerdas gruesas, puntiagudas y también cosquilludas, pues su cuello era una de las secciones más sensibles de su fenomenal cuerpo, arma infalible para quien sepa usarlo astutamente. Incluso notó abruptamente una humedad propia de la lengua del longevo personaje, que él, muy despreocupado, se aplicó en saborear el trayecto disponible, suave, delicioso, placentero mientras la abrazaba para mantenerla en su cárcel corporal.

Esto, muy evidentemente, estaba yendo demasiado lejos, sus sentidos se agudizaban en su contra, un escalofríos la recorría y recalaba en los nervios estacionados en las zonas más prometedoras y codiciadas de su anatomía, ejemplo de ello era su mojada intimidad afortunadamente protegida, que si enterados estos de esa consecuencia, habrían de actuar sin detrimento de lo temporal. Ni que decir que esta situación le electrizaba, seguramente en más de una ocasión ellos notaron esa natural  excitación, sobre todo cuando tenían la oportunidad de tocar las sensibles zonas del cuerpo de toda mujer. Sentía en sus nalgas y monte de venus unos bultos duros y de proporciones mucho más grandes, recordando cuando en algún baile, algún hombre tenía la osadía de pegarse a ella, pero siempre salía airosa, y nunca se quejó ya que esa curiosidad es común en cualquier mujer decente, solo que esta ocasión el ambiente y lugar eran mucho más íntimo, lejos de cualquier mirada acusadora y sin el peligro de que su marido pudiera recriminarle al acosador. Pero como aún era consciente, su prudencia tendría a bien de abogar al decoro bien arraigado y, en esta ocasión, seriamente sometido. No era su cometido el otorgar a su cuerpo el placer que demandaba tomando a ambos como instrumentos sexuales, eso estaba categóricamente descartado.

Perdía su tiempo en desembarazarse del par de privilegiados, era comprensible, resultaba tiempo improcedente, energías mal concentradas y, solo tal vez, por apetencias insuficientes. Logro que Martin dejara de rosarla con su lengua, luego de que le pusiera tibiamente su blanca mano y con tierna misión en los labios del hombre de baja esfora, notándose al contacto un claro contraste de pieles, de colores, texturas, cuidados y bondades naturales.

Él se contuvo instantáneamente y se dejó acariciar plácidamente, siempre podría estar a subvención de una única mujer y es a la que recién había cubierto de su espesa saliva. La escena en otro contexto podría resultar enternecedora, pues Martin era cual bestia que reside en cuidados amorosos que nunca ha recibido por cruel y desvirtuada vida, que apercibe su dilatada mejilla y busca que esa caricia nunca se aleje, que permanezca eterna y le reconforte como nunca nadie lo ha hecho.

Pero nada enciende los caminos lujuriosos que una caricia tan femenina, de una mujer hecha y derecha, el significado solo se traduce a desequilibrado y concedido placer autónomo.

Sandra lo hace estremecer, lo ha vuelto hacer como comúnmente le ocurre cuando le sorprende la fragilidad de cualquier ser, su capacidad para lograrlo es impresionante; le basta con observar a ese degenerado hombre extraviado en sus mansas caricias, ignorando realmente lo absurdo que representa maniobrar así, tan solo comprende lo bien que obra y que gracias a esas caricias un cachito de felicidad se impregna, se prolonga en el sufrido hombre de largos años, que ahora se significa gracias a la  clemencia de la casada. Cuando acaricia a Rodrigo jamás lo ha visto exclamar con tal naturaleza, porque tal vez se ha acostumbrado. Es por eso que contemplar esa benigna novedad enaltece su espíritu caritativo.

Fidencio la sorprende pegando su tremendo paquete en las nalgas, ahora intentando por hacerse de acariciar sus tetas, avanza por los costados sinuosos y apremia su paso antes de que ella pueda detenerle. La fémina se deja asir de sus flancos corporales, todavía está afanada en evadirse de la bocaza de Martin, lo mantiene relativamente dominado con sus tiernas caricias. Por otro lado le es inevitable no sentir la potente verga enhiesta contra sus glúteos, una erección rígida, despiadada y admirable que se restregaba con movimientos toscos, repetitivos y de agresiva condición que arrastraban incluso su diminuto bóxer como queriendo desplazarlo cuando esta erección avanzaba hacia lo superior.

Ella evadía tales apuntaladas simulando movimientos bailables que en lugar de enviar mensajes negativos, muy al contrario, ella contribuía rozando esa erección con esa respingona y muy acomedida parte trasera.

¡Ay mamacita! bramó Fidencio seriamente convencido de su victoria sobre ese finísimo, prohibido y magnánimo cuerpo Que rico culito tiene usted. ¡Qué ricuuura! paaatroociiitaaa ¡Sss…!

Ella intenta voltear para reprobarle, según sus primeras instancias, pero también, y por un sentido de morbo creciente e incongruente a lo que necesita, es solo para mantenerse al tanto de los gestos del hombre. A pesar de las ropas que aun llevan puestas siente la caliente temperatura con la que se eleva la verga que la quiere atravesarle y lo haría si ella fuese físicamente más débil. No logra voltear, o tal vez no requiere hacerlo, le es difícil teniendo a Martin que no la deja despegarse, apuntalando su bulto contra su vientre y piernas, subiendo su rodilla, tratando que ella habrá las piernas y poder sentir el calor de su entre piernas, pero ella no se deja, el hombre incluso le orienta la cara para que siga con él.

¡Esta si es carne y no lo que tengo allá en mi pinche casa! Mire nomas, pero que suavecitas… Y me las voy a comer esta noche… jaja…

Fidencio aprieta con fuerza hosca las pieles que tiene frente a su pelvis, le son aún más grandiosas, pela los ojos que parecen salirse de sus orbitas naturales, su lengua sobresale escurriéndole a fuerza de retención un poco de arisca saliva, suda con energía expulsable y traducible esfuerzo por contenerse, sonríe con enfermizo gozo y prensa con sus gruesas manos toda la blanca piel que le puede caber en el denodado tacto.

Ay mamacita... Pero que maciza… ohhh… exclama una vez más Fidencio ahogando una expresión placentera que si no la detiene hará que su eyaculación llegue antes de tiempo y que por alguna razón cree que debe aguardar hasta vaciarse en la hembra de sus sueños.

Ella está que no puede más, pero se debe a la perfecta incomodidad que agravian su cuerpo y asfixian sus órganos, la cabeza le empieza a dar vueltas, se controla para evitar estar mareada, el calor de los cuerpos robustos que la sujetan, el aroma al que de a poco le puede tomar costumbre, las absurdas palabras soeces que le pregonan casi a la cara…

Martin vuelve a hacer por besarla y ella lo vuelve a prevenir. Le guiñe un ojo, como compensación, pero claro él lo toma con absoluta malicia y sus labios ahora buscan el escote encantador que se ha visto desde el comienzo del baile. Ella se repliega y evita que le contacten sus bubis al sentir el duro bulto del hombre, pero al hacer esto empina las nalgas y las restriega una vez más contra la pujante erección del viejo que tiene detrás suyo, que es ahí cuando este no ha soportado tal repujada que ha disparado y derrama todo su esperma en sus pantalones formando una amplia humedad.

¡Aaahhh...! Ese contacto intrépido e inesperado le resulta incontenible y grita sus gemidos perdiendo su inestable serenidad, mete sus irrespetuosas manos por debajo del bóxer que cubre el trasero de la mujer y arremete sin cuidado alguno, contra las tersas carnes, descubriendo una diminuta tanga a la que estira y tienta mientras duran sus explosiones orgásmicas, gritando con fiereza propia de un animal en brama ¡Mamasiiita…!

Sorprende a Sandra y le agarra una de sus manos, la izquierda, y con autoritaria fuerza la orienta a su copiosa humedad.

Siéntale mamacita… esto es por usted ricura… chillo el viejo con voz singularmente socarrona, con una gravedad amenazante que inquietaba a Sandra. Ya me sacudió un poco pero horita va a sentir un macho de verdad y no se la va acabar, mmm… que rico me la soooba… siii… aaahhh…

Sandra apartaba esa especie de amenaza por recalar en sentir lo mojado del pantalón de Fidencio, encontrando además una especie de viscosidad muy latente cuando su mano apenas por segundos toco una enorme flacidez que palpitaba con fuerza y no comprendía si crecía o volvía a sosegarse.

Todo ese momento Martin lo aprovecho para frotar su erección contra el vientre de la casada y ensayo insolente una mirada cómplice y apurada hacia su compañero de múltiples parrandas, ahora como los elegidos afortunados de la incipiente exploración infiel de la bella casada, consultándole si de una vez por todas se la llevaban a uno de los múltiples lugares de la enorme casa, recostarla con paciencia, despojarla de sus insignificantes ropas con avidez, contemplar esa hermosa desnudez e introducirse finalmente en ella, poseerla de una vez por todas, marcar el territorio vaciando todos los limites, como se merece una mujer de tal calidad.

Ella ni se enteró de ese intercambio de miradas secuaces, estaba muy ocupada protegiendo sus intimidades, apartando las manos de los dos viejos y evitando la boca de Mario, Fidencio ni siquiera dio una clara y real contestación, a lo que Martin como fiel secundado, interpretó que debían mantenerse aún expectantes saboreando el manantial de calores y caricias y llevarla hasta los límites más sucios y recónditos ya que estaba consiente que debían excitar a la mujer para poder tratar de llegar a la meta que no era más que follarsela, pero debían evitar la violencia en lo posible, ya que era evidente que la mujer poco a poco estaba cediendo terreno y que toda la situación, le gustaba ya que cualquier mujer desde hace rato los hubiera apartado con violencia, como hacen las putas al sentirse, acosadas y Sandra debió detener sus acosos, mucho antes de que todo esto comenzara.

Mientras la mujer frotaba sus dedos, vacilando con la consistencia de esa viscosidad y limpiándose rápidamente en su bóxer el líquido que se evitaba escurrirse de sus dedos, pronosticando fatalmente cuan asqueroso podría ser para ella esa oscura e irremediable noche, si el preámbulo estaba justamente en sus delgados dedos, en donde brillaba un dorado y hermoso anillo, en su anular.

Entonces Martín aprovecho la distracción momentánea de la desubicada mujer y le lamió abiertamente sin censura, con una lengua rasposa y muy ensalivada, el par de melones de carne escotados y no se cansó de pasar su lengua por la tersa piel que se disponía desnuda e incluso ensalivando la blusa por encima de donde asumía se encumbraban unos puntiagudos bombones de chocolate; la soltó de la cintura y agarro esas voluptuosidades  para ayudarse para alcanzárselas a su fiera boca.

Sandra urgió en girarse hacia el otro hombre, ya bastante preocupada por la desagradable situación, jadeando muy breve y austera, por un cansancio y angustia demoradas. Fidencio, en cuanto la vio frente a él, la busco con sus desalineados labios buscando besar la grandiosa boca entreabierta de la incómoda mujer, que trataba de no representar  tal  estado de tedio.

Ante tal inquietud, no tenía idea de cuánto tiempo inexorable transcurrió, su larga selección de música no le daba una real noción pero vaya que ya habían transcurrido muchas canciones, más de las que se habría propuesto a bailar, o menos en las que creyó llegaría estas instancias, a dádivas de un par de insustanciales e indecorosos hombres. Y una vez más cuanto deseaba el arribo de su marido, de alguien, cualquiera que sea le estaría agradecida toda la vida y haría por él, o por ella, todo lo que fuese, con tal de que la sacase de su auto infligido martirio.

Fidencio apenas logro alcanzar las comisuras femeninas y su postura se elevó, aún más de lo que ya lo hacía, sentía una fuerza apasionada y exclusiva, cerrando incluso los ojos, como solicitando un terrible deseo. Por el otro lado las manazas de Martín exploraban sin ninguna estentórea prohibición las nalgas de la dama, ella jadeaba por sentirse descontrolada, atosigada y desamparada, pero ellos lo interpretaban como la señal inequívoca del placer genuino, ella debió gritarles y ponerles carácter pero tampoco lo hizo. Fidencio volvió a la carga, aprovechó para manipular el sujetador mientras intentaba descubrirlo de la ligera blusa, queriendo quitársela y dejar solo a la vista esa estimulante ropa interior.

Ya no aguanto Sandrita, prorrumpió el añejo aliento de Fidencio acercándose amenazante, con ojos ásperos y ardorosos, difíciles de deshabilitar amonos pa su camita, pa estar más cómodos.

Sandra que solo se expresaba en jadeos, murmuros desarticulados y reverentes resoplos, sabía que no tenía modo de escapar a tan insípido destino, que el tiempo apremiaba y sin duda ya había estado a su favor por demasiado tiempo, portándose mucho muy indulgente, más de lo que habitualmente suele portarse en situaciones así.

Las iniciales e íntimas vibraciones eróticas, las que habían colaborado de alguna manera para llegar a este punto y que sometieron el sentido común y sus astringentes sensaciones, se preñaban del pánico complexo que se vaciaba en esa habitación diseñada para comportarse armoniosa para sus huéspedes e invitados. En si estos últimos se envolvían de esta atmósfera y sin lugar a dudas seria el lugar ideal para el romántico prefacio que llevará al estridente arrebato libidinoso de dos amantes, en este caso 3 amantes, como resulta y es debidamente correcto; se provee de un aroma limpio, de madera recién cortada y refinada con trabajos artesanales, la distribución de cada objeto es el debido, los colores atienden los deseos de sosegada estadía y encanto reconfortante, la luz es tenue, abrillanta los muebles, los objetos, enaltece los reflejos, apropia los sutiles detalles de los objetos, proporciona ese filtro fotográfico para escenarios de parejas, matrimonio, familias felices e idóneas que tanto se idealizan a través de obras, múltiples retóricas obras.

Ándele chiquita. Ámonos de una vez, ya me canse de estar parado. Ya me duelen las patrullas jeje. Ámonos acostar pa seguirle con esto, eh.

Sandra torció con aprensión hacia el excitado Martin, que con estas últimas palabras manifestaba el exhorto, muy animadísimo ante las iniciales palabras del compadre. Incluso la soltó ligeramente, para que ella misma accediera a tal persuasión con prisa y gusto, pero Sandra, a pesar de lo alborotado de todo el momento, se aferraba a permanecer prendida a la ya muy ignorada pista de baile.

Fidencio la asió por la cintura, manipulando una vez más la blusa de la mujer para que quedaran sus hermosas tetas al aire, tratando de despojarla de su brassier, tratando de exponer los soberbios pezones, Martin incluso se dispuso ayudarle, anhelaban verlos erguidos, levantarlos y sentirlos duros, extasiados. Fidencio con otra sumergía su mano por debajo de la parte inferior de la prenda inferior que cubría su panochita, dedeando de apoco, queriendo descubrir o dibujar la tan ansiada hendidura, mientras Martin se mantenía estrujándole las nalgas.

Ya amonos de una buena vez pronunció con lanzada voz, ya me anda por metérsela. Mírela nomas compadre, ya está bien calientita.

Sandra un poco más apuraba trataba de buscar a su alrededor y a distancia alguna alternativa que estuviera escrita, indicada aunque sea oculta  o  presta a descifrarse, una pista, un engaño dócil para los albañiles, pero lamentablemente nada, ni un sonido, ningún suave aliento, tan solo las señales perentorias de su entrega. Aun así se mantenía empecinada en mantenerlos bajo control, alargando las dadivas, convenciéndolos con miradas y gestos ya hasta este punto inútiles, cansinos e infructuosos.

Fidencio se separó de ella, tiro de los cordones que sujetaban su delgada blusa, las hizo descender a lo largo de sus brazos, arrastrando esa prenda a lo largo de su liso y plano abdomen, dejándola plegada y ceñida alrededor de su cintura, quedando así solamente la figura de esas esféricas formar sujetadas por el grácil brassier de color rosa. Sandra no opuso resistencia alguna, este fue otro gran error de la mujer, solo pasó así, sin ninguna objeción, agachaba la cabeza un poco avergonzada pero luego la levantó  y  sonreía como compromiso meritorio, con los cabellos un tanto revueltos en sus sienes, una frente escarchada por las microscópicas figuras esféricas de carácter líquido y el rubor en sus pomposas mejillas, un retrato de la mujer compasiva, libertina al menos por hoy, la mirada extraviada pero sabiendo que es lo que desea, perderse y que muchos la encuentren.

Quítese ese shorsito hablo Fidencio con injerencia propia del momento, sabiéndose dueño, queriendo imponer su ley, su estatus de macho que tanto ha presumido a diestra y siniestra.

Uhm… yo… titubeaba Sandra, con su característico movimiento de ceja que solo se produce cuando estar inquieta, ya dejando de estar aprisionada porque incluso Martin que ya estaba por bajarle ese bóxer pero por indicación glacial de Fidencio se había alejado para que ella pudiera desarroparse con mejor soltura, más sin embargo analizaba que quitarse la ropa a ese ritmo terminaría sirviéndole a esos viejos como el objet

O decisivo de sus bajas pasiones y ella lamentaría ser eso, a pesar de medianamente sentirse con bríos en pro del espectáculo, naturalmente su cuerpo la traicionaba en veces, ya que extrañamente creía que tenía el control de la situación, tanto así que se confió al ver que los dos hombres la dejaron libre, y que pensó en que si los complacía ellos estarían felices, que pronto se cansarían y la dejarían ir.

Ahmmm… ¿Por qué no, ah… bailamos un poco más? sugirió la dulce e intimidada voz, tratando de tomar de la mano a Fidencio para que se acoplaran a improvisados movimientos.

Si replico el truhan atendiendo esas manitas que le tomaban, pero primero quítese ese shorsito, pa que se vea ese calzoncito tan rico que trae y así nos baila otro ratito, ¿cómo ve?

La casada sabiendo que no tenía escapatoria, trato de llegar a un acuerdo, contra sus depredadores, más para convenserse a ella misma y para salvar su honor de mujer casada, aunque bastante incomoda, viéndose casi desnuda ante 2 viejos, además que a pesar de la situación, se sabía excitada, la humedad de su vagina era muy notoria por ella misma, y sabía que su olor eran una de las parte de su sexualidad, que más le atraía a su esposo, a pesar del peligro se iba a jugar esta última carta, con la esperanza de que la dejaran subir a su cuarto, así que les dijo.

Está bien los voy a complacer, me lo quito, bailo 2 piezas más y me voy a dormir, ustedes se pueden quedar aquí en la sala, en la cocina tienen cervezas y comida.

Los hombres la miraron no convencidos, pero aceptaron,  con tal de verla en ropa interior, aceptarían cualquier cosa

Ella miro asustada la mirada enferma de esos aprovechados hombres, sabía que no tenía alternativa. Obedeció solo por mera indulgente solvencia, era un modo para aunar en la prolongación  que  tanto había sustentado y procuraría determinar, más si eso implicaba reformarla aceptaría tal abnegación. Le bastaba ver la cara del par de sujetos para mirarse acorralada y consentir a las naturales y maquinadas determinaciones.

Tomo los lados de su ligera prenda, del par de hecho pues su blusa se mantenía aun ahí. Con unos sensuales pasos de baile como acompañamiento, lo hizo rápido como si de ello dependiera librarse de un terrible compromiso. Llegando a las rodillas alzo un pie y así de la misma manera el otro, sacándose finalmente el bóxer y la blusa, lanzando ambas prendas cerca con un simple movimiento de cadera, quedando a la vista la naturaleza más hermosa y dibujadas en ellas las prendas pudorosas que cumplen con cubrir esas intimidades pero al mismo tiempo reasimilan y proponen al atrevido e incitan al desquiciado. A esos hombres que la miraban embobados, como 2 niños que ven a una mujer bonita, los tenía totalmente enganchados con todos y cada uno de los movimientos, hasta los más insignificantes, que realizaba con una habilidad increíble. Es como si ella supiera lo qué tenía que hacer para ponerles cachondos y lo potencializaba, dando con todo para excitarles cómo si se lo merecían.

Queda de frente meneándose grácil; está completamente hermosa mostrando ese lindo sujetador y la tanga de seda rosa con encajes, que solo tapaban media nalga, casi bikini, en la parte de adelante fijándose al detalle, se le podía ver la división de las longas de su totona, esto ella lo sabía, porque su marido le había regalado ese pequeño tanga, estas prendas íntimas que invitan al desboque sexual, sus turgentes nalgas, sus maravillosos senos, sus caderas redondas, y deseable, cintura, su cabellera todo en Sandra era belleza, belleza que tenía fuera de sus casillas a más de un macho en aquel pueblo y ahora estos dos viejos la tenían casi totalmente desnuda para ellos, bailando como cualquier bailarina de un show, cosa que Sandra no tomaba en cuenta o no sabía, que muchos hombres pagan una fortuna por ver este tipo de espectáculo y ella se lo estaba regalando en la intimidad de su hogar, sin vigilantes ni nada que detenga a los abusadores que son comunes en esos locales, para los 2 viejos el que Sandra se allá despojado de sus ropas fue como quitar el moño de un regalo que siempre se ha esperado y no se halla la hora para disfrutar de él.

Ella Se siente despojada, accesible mas no lo sufre con horror, ha de sobrellevarse porque si muestra su debilidad será presa fácil, así lo ha aprendido como cuando de pequeña le han dicho que evite tener miedo a las domesticas fieras, ellos huelen los miedos y atacaran a los incautos, mas ¿cuán negligente puede representar lo que hace ahora? se ha de ahorrar tales meditaciones y retener cualquier avance. Se queda en esa posición, de frente y con ambas, como una signo cuerdo de vergüenza se tapa el área del pubis, como queriendo cubrir el resquicio al que más temería que cualquier otro, que no fuera su marido o ella misma, mancillasen y sin saber que detallando un poco se podía notar que su tanga esta húmedo en la zona más íntima de su femineidad.

Su semidesnudes no le agobia tanto porque la belleza de la vida, de las cosas, de sí misma y sus virtudes las comprende así, exponiéndose sin censura.

Le ha recordado un episodio en el colegio cuando recién había integrado un incipiente grupo de baile escolar y en algún momento el profesor encargado del mismo organizó una sesión de fotos en donde algunas pequeñas participaron, incluso ella, vistiendo atuendos ligerísimos pero excusados por la temática. Habían sido solo algunas veces, todas las seleccionadas habrían posado, Sandra encantada por supuesto, algo en esa actividad le encantaba y atrapaba su atención, tal vez los flashes, adoptar posiciones indicadas, modelar, maquillarse y vestirse, ese cacho de glamour que las pubertad jóvenes descubren y por lo que se apasionan incluso llegan a querer ser, ignorando cualquier otro maligno propósito, pues todo sucedía de manera muy discreta y según se argumentaba era para crear un portafolio escolar.

Nunca trascendió tal asunto para ella por su habitual ingenuidad, pues el profesor repentinamente se esfumó de su vida escolar por razones que nunca averiguó, más pronto ella encontraría otra manera más precisa de expresarse, en la danza clásica. Lo antepuesto lo recordaba justamente por el hecho de la exposición suya, inclusive el inicial temor que advirtió al verse a solas con un hombre, que le explicaba inductivo sonreír para la cámara y desenvolverse sin desvelos, cosa que apresó de manera rápida y favorecedora para su amable fotógrafo, que encantado siempre la felicitaba incluso por delante de todas las otras, animándola y sintiéndose así con calma y ánimos en la próxima sesión. Si nunca desconfió se debió principalmente a su condescendiente amabilidad y su absurda ingenuidad, pero así era ella y nunca se sintió atacada, entonces como advertir malicia.

A todas estas a los dos viejos casi se le salen los ojos de sus órbitas al ver el tremendo monte de Venus que se le veía a la mujer, ella por herencia,  tenía un casi anormal bollo, que no era por el vello púbico, era carne, y cuando se desarrolló, era el centro de atracción para grandes y chicos inclusos la de sus tíos, en las piscinas y playas,  pero ella con su inocencia, no le prestaba atención a las lascivas miradas.

¡Mamasiiita! exclamo Martín, sobándose el generoso y portento bulto, mientras viso raba a tal diosa, semidesnuda y posicionada delante de él. Sss… que rica se ve usted… aaahhh… ¡pero que chulada!

Sandra se vuelve a incorporar a esa danza, adecuada para un preámbulo del sexo, de la pasión, del amor (están cerca del contexto, solo por tratarse de esa casa), baila delante de ellos, nerviosamente, sin decaer esa forma provocativa, tratando de cumplir el trato. Juntando sus dedos, arqueándolos, se soba por los costados de su anatomía, iniciando por su cintura, yendo hacia arriba, revolviendo su pelo, que cae armonioso por detrás, por delante de su rostro. Junta sus manos en cuanto terminan el recorrido, elevándolas como en un suplicio al cielo, con o sin intención esta pose realzo todo en ella, sus senos, su cintura, hasta el bulto en su monte de venus, todos esos detalles fue el centro de atención de su público. Da un giro, una media vuelta, sus manos caen de nuevo acariciando sus costados una vez más, recorriendo sus caderas, situándose en su trasero y así presumiendo el conjunto que cubre su intimidad inferior. Angula más ese giro, mostrando su culito: blanquito, suave y redondito, bien paradito y altanero, apetecible como un terso fruto listo para ser mordido, disponible sólo para ellos. Se acaricia con tentativitas, apenas pasa sus suaves manos por el contorno lateral de sus glúteos, sobándolos, sin apretarlos, nada parece exagerado ni lascivo, solo los mantiene ahí, reconociendo la parte admirable de su anatomía. Mientras empieza un meneo, de un lado para otro con sus caderas. Si pretende entretenerlos, lo consigue fácilmente, pero si con ello busca que el tiempo se alargue, muy equivocada esta, pues está enervando sobremanera toda hormona varonil en ese espacio con ese culito vacilante.

Ella esta entretenida, dándoles la espalda, meneando su hermoso culo, de un lado para otro, suave, rítmico, lento, ignorando las miradas, observando las blancas cortinas de la ventana, usando sus manos para recorrer su vientre, luego el contorno lateral de sus pechos, sus cuello y llegando a jugar con su castaño pelo, revolviéndolo en el aire, danzando con ellos. Poco a poco flexiona las rodillas, sin dejar de menearse, da la impresión que se inclina para mostrar su hermoso culo, pero es nada más un movimiento de su danza. Va girando poco a poco, quedando hasta situarse frente a ellos nuevamente. Sus manos se siguen guiando por los contornos externos de su cuerpo, fingiendo las caricias o el magreo de autosatisfacción, solo son parte de una danza sutil, que los viejos estarán muy bien a interpretar, sobre todo, cuando rosa sus pechos, sus caderas, sus potentes piernas. El rostro de Sandra expresa mucho al mismo tiempo: ingravidez, laxitud que sucumben ante su radiante sonrisa, llena de seguridad, paciencia y sobretodo mucho coqueteo.

Martin, que ya no aguantaba tanta calentura sexual. Verle menear esa cintura era demasiado e hizo por ella, pero antes que pudiera hacerlo, Fidencio la sujetó de la mano y se la llevo hacia su fofo y sudoroso cuerpo como el movimiento final de una insinuante coreografía, el acto preciso para una buena culminación; no era la mejor de las escenas pero Fidencio vaya que se esforzaba para acoplarse de hermosa manera, la chica era manipulable, no deseaba el encuentro pero bien lo esperaba. Se contorsionaba, queriendo escapar de forma tímida, pero muy a destiempo porque su boquita se afloraba cerca de las fauces e incluso su boca, en el aspirar que cortejaban sus agitaciones, consumía los alientos desaseados del mofletudo sujeto.

Logro librar de su boca el beso que proyectaba el mañoso hombre, mas sus pechos pagaron cara la evasiva y fueron consumidas humillantemente, con total avidez, mientras al mismo tiempo sus nalgas  eran  estrujadas violentamente con una mano y la otra pretendía desabrochar sin éxito el sostén de la mujer. Ella ahora hizo evidente su rechazo y se rehacía hacia atrás más al mismo tiempo era perseguida al estar sujeta cual bicho que depende de la sangre vital que consume. Las lamidas eran resonantes, acuosas, derramaban saliva y mojaban su piel y su ropa interior.

Tanto repliegue inevitablemente la hizo caer gravemente sobre el sofá próximo, quedando incomoda, agitada, teniendo que soportar por encima suyo esa detestable pesadez corporal y desalentadora.

Uuummm… ooohhh… hhhmmm… mamasiiita… que ricos saben tus ubres mi vida… ooohhh, sabrosas mamacita, así te quería tener desde que te vi mmm… meneándote bien rico por todos laos. Es usted una chulada… ahhh…

Ella pataleaba sobre el sofá, mas era difícil la maniobra, no tan empeñada como debiera ser, al estar abierta de piernas como recibiendo, con sus aun ocultos rosados labios vaginales, el soso cuerpo de ese adusto hombre. Sentía sobre su pelvis el relieve más que nada grueso, como puño, al menos para sus relativas exageradas comprensiones. Acababa de ser sometida  y el vicioso viejo iba buscando guerra.

Por favor nooo… musito de manera brevísima y apenas audible, tanto que se opacaban con los serosos sonidos producidos por las bocanadas que proyectaba el hosco hombre sobre el cuerpo de una mujer indefensa.

Fidencio empezó apretando el abrazo y dándole besitos aleatorios a lo largo de todo el límpido cuello, cosa que a ella particularmente  la  volvía  loca, siendo un área notoria, que además de facilitada para los intrusos era hipersensible en su anatomía.

Nooo… expresó la chica con ese grito ahogado, muy  lejano para ser comprendido, pareciera que su voz perecía, víctima de sus propias e involuntarias sensaciones.

Normalmente a ella le era muy difícil resistirse ante tales muestras de afecto, no es que las hubiera sentido mucho, pero bien sabia sus zonas vulnerables, en este caso, de atiborran te lujuria, por lo que por instinto precautorio, se giró hacia un costado para así evitar ceder algún beso involuntario o alguna caricia que enalteciera el trabajo del viejo. Bien Fidencio buscaba con sucias intenciones esas debilidades, siempre disponibles, para su gusto, en toda mujer y entendía que si se sabía apañar, muy pronto conseguiría saborear en su boca la deliciosa saliva de la dulce y  fulgida mujer, deseada por todos y por tantos.

Fidencio era incapaz de apartar sus ojos de sus tetas bamboleantes y de imaginar esa vulva a la cual ya la quería abierta, mostrando en todo su esplendor esos pliegues íntimos, dispuestos a saborearse. Le gustaba mirarle turbada, a estas alturas estaba por blandearse y sus movimientos ya no eran tan agresivos, si es que lo fueron, como al principio. El entendía que la chica que se estaba delatando y que ese encuentro corporal lo deseaba también, lo que hizo que este se aferrara aún más al momento con fuerza. Nada se contenía pues con una de sus manos comenzó a sobar descaradamente esa ansiada vulva. Quería atacarla poco a poco, pero le era imposible actuar responsablemente, es como aquel que no ha comido el manjar más delicioso, peor aún, cuando ha estado hambriento por largo tiempo. Logro detenerse pues Sandra le sujeto fuerte el brazo.

Indefensa, semidesnuda, únicamente cubierta por las braguitas y el sujetador. A él le ponía, le provocaba cuando ella rozaba con su descalzo pie en su entrepierna, en acto reflejo propio de un movimiento defensivo, interpretado mejor como de oposición infructuosa de la chica. Ella claramente ha notado que él estaba empalmado a más no poder, pero como se seguía moviendo, solo le provocaba el volverle loco, lo aceleraba, poniéndolo a punto y dispuesto a follar aquí y ahora.

Él quiso desabrocharse la camisa, incluso el pantalón, mas tenía cierto temor de que ella se le escurriera de sus brazos, dadas sus insolentes desplantes. Pero básicamente no quería dejarla ni por un segundo. En lugar de usar la punta de sus dedos, encontrando así la brecha más accesible a la sensual anatomía, acariciaba con palmas abiertas de arriba abajo, e incluso le parecían insuficientes. Rozó los pezones con una brusquedad que en realidad se convirtió tremendamente placentera para Sandra, logrando que se le pusieran duros en cuestión de segundos y desvaneciéndose el efecto casi de inmediato. Fidencio continuó bajando hasta llegar a ese coñito, esta vez Sandra no pudo detenerle. La creía caliente, creía en la humedad a mas no poder de la mujer, finamente lubricada, a la que se le podía embestir directamente sin ningún tipo de lubricante artificial de por medio. Ella vaya que hubiera accedido, no necesariamente en otro contexto, si no únicamente cambiando al protagonista, que seguiría siendo el ausente Rodrigo.

Ella abría la boca para dejar el paso libre el aire que necesitaba, los colores se le subían al rostro, al ejercer esfuerzo inútil y soportar el peso del viejo. Era realmente contradictorio, por un lado su cuerpo quería dimitir ante esa experiencia totalmente excitante que la abría a un nuevo mundo de  posibilidades, los puntos álgidos siempre son difíciles de controlar y más cuando están listas para su acceso y manipulación, como le sucedía a la desafortunada mujer. Y es que ella de verdad palidecía al no dejar de entender que esto estaba realmente muy mal, su mente le obligaba a detener todo eso, patearle, correr por esa puerta tan accesible solo en su mente, que la dirigiría por la cocina, de ahí al patio trasero donde podría correr como a bosque traviesa y finalmente encontrar un refugio temporal, en cualquier parte...

Pero también analizaba que era una cuestión de máxima agilidad, desmeritándose por propia idiosincrasia, tener que vencer a dos hombres, un ejercicio de fuerza, que obtendría con algo de oportuna adrenalina. Desde luego, le iba a ser imposible frenar esa pasión descontrolada. Tan inoportuno, como los lengüeteos grotescos y sonoros en la sala y los manoseos que la ofuscaban, eran así también el análisis que se prolongaba sin dar factibles frutos, pues al final entre una racha eléctrica que la recorría llevándola al éxtasis y una des aprobable sentencia, poco a poco se sentía verdaderamente sometida y definitivamente concluía que no saldría viva de esa depredación. Así que se terminaba rindiendo ante la evidencia, más al establecerse esto, no significaba entonces para ella que su plan sería el de rendirse y disfrutar, tomar parte activa y enaltecer (más de lo que ya lo hacía) esa sesión previa que augura el sexo más despreciable e indecoro espontáneo.

En ese momento, Sandra se contorsionaba en una inútil pero natural acción reticente, volvía a expresar sus inquietudes, ignorando cualquier análisis. Había sentido un apretón fuerte que la saco de cualquier principio orgásmico. Con los pies firmemente afianzados, uno en el piso y otro sobre el cómodo mueble, mientras su cabeza y torso giraban hacia atrás. Sandra sentía que esa calcárea mano recorría sobre su vulva, aun protegida por su tanga y poco después creyó sentir que uno de esos dedos se introducía en el interior de su hambrienta vagina. Eso la había  tomado de sorpresa, abrió los ojos por el descaro del viejo, había tocado un punto exacto, trató de soportar el magreo lo más que pudo en dicha postura, mientras sentía como esas manos de él tomaban posesión de su perfumada intimidad. Quiso detenerle, oponiéndose con una de sus manos, funciono un poco más el tipo parecía demasiado obstinado contra ella y cualquier derecho, incluso forzando a que ella se quitara y en un arrebato de lujuria, o de rabia por ya querer tocar las carnes de la mujer, jalo por un borde de la única prenda, que medio protegía la húmeda y palpitante vagina de Sandra,  que al sentir como su bikini era desgarrado,  pego un grito de asombro y susto a la vez aaaayyyy!! Nooooooooo! Queeee queeeee  hiiiiizoooo? fidencioooooo?

Esta vez sí se asustó ya que ahora, estaba desnuda de la cintura para abajo, Fidencio Sin escuchar su queja, metió sus dedos con más comodidad en la caliente cuca de su patrona,  que ahora eran varios dedos los que el viejo albañil empleaba introduciéndolos en su encharcada vagina, simulando un muy básico mete saca mete saca muy estimulante en contra de los sentimientos de Sandra.

Fue entonces cuando comenzó a experimentar oleadas de placer, innecesario o inoportuno para la desventurada mujer. Fidencio estaba teniendo éxito, situación censurable determinada por Sandra, quiso gritar alto, desfogar sus turbias sensaciones y de paso expresar sus inquietas emociones, aquellas que representaban la frustración y el desasosiego, tenía derecho a ello, mas no era lo que pretendía, anunciar la victoria a este sujeto que seguro la atiborraría con más caricias, más besos y esas maniobras que tanto temía fueran a suceder en cualquier instante. De improviso ha sentido que la lengua del viejo volvía a juguetear con sus desprotegidos pechos ya de por si impregnados por la turbia saliva del vejete. Ya que en otro arrebato logro bajarlos he hizo que sus erguidos senos quedaran al aire.

A ver compadre, no sea gandalla, déjeme un poco a mí. Yo también quiero probar a esta ricura de vieja. Ya me anda por metérsela…

Sandra oriento su mirada hacia el acercamiento que hacia Martin, al que había ignorado casi por completo, dado que estaba concentrada en el viejo que la acosaba. Volteó entonces, ya sea por orden natural que la mente proporciona al sentirse en peligro y pronosticar que cualquier entremetimiento será una virtual posibilidad de salvación o por simplemente atender la voz emisora. Al igual que cualquier evento, cualquier llamado, aquello que pudiera interrumpir al menos esta bochornoso episodio para Sandra.

En segundos todo se vuelve a su lugar, es decir, su conciencia da paso a los factibles eventos. Entonces puede contemplar esa cruda imagen, aterradora porque, aun con su amplia cultura, jamás ha visto algo así.

Aun en aquellas fantasiosas nociones que desde niña pudo tener, no pretendió nunca aventurarse a imaginar más allá de lo que se considera normal, lo común y corriente, nunca le fue necesario. Agita rápidamente sus hermosas y vivaces pestañas, cierra los ojos y los vuelve a abrir  solo para provocar en su rostro el curioso semblante de asombro, aterrorizada tal vez porque, exagerando, nunca ha figurado cosa tan terrible, espantosa; Martin se ha abierto la cremallera del desgalichado pantalón y de ahí sobresale una bastante porción de su viril miembro. Y aun cuando no todo está afuera, es grande para los ojos de la frágil mujer; es larga, bastante gruesa, destacando negruzcas venas ramificadas que circundan la extensión, se le atribuye fácilmente firmeza, poder, se es estoico y admirable, se levanta con vigor y parece palpitar con orgullo, como rindiendo honores a la diosa a la que van dirigidos tales imponentes demostraciones.

Mas su aspecto desmerece gravemente; es de un color opaco y apagado, aunque tal vez sea su color natural pero a la mujer le cabe suponer también puede ser repugnante mugre acumulada debido a destacadísimas manchas obscuras. Pero como saberlo, su ofuscada mente le impide la real nitidez; si tan solo si Sandra pudiese tocarlo, pero evidentemente no lo desea, no ha llegado hasta ese punto de deplorable éxtasis, tan solo admira aberrante herramienta sexual, tan grande y gruesa, monstruosa, que recalca constantemente.

Se pregunta, dadas las pocas latitudes recorridas y una ingenua cortesía, si eso es posible en un ser humano, mucho más en uno que vive en un lugar tan lleno de carencias, como lo puede ser el campo; es tan solo su infinita ignorancia sexual. Y es que ha visto, por ende intimidad, la de su marido varias veces, en sus momentos íntimos y sexuales, se ha conformado con ese pene, es muy limpio, no muy grande, pero es tan solo justo para ella; no es propiamente exigente con eso de los tamaños, quizás porque era el único al que había contemplado de cerca y más allá de eso, no se casó nunca con Rodrigo por el tamaño de su miembro. Al ver la de Martín comprende que la fuerza y el tamaño viril de su amado hombre está por mucho muy lejos de competirle a tremendas dimensiones al de ese orgulloso albañil que sonríe burlón y triunfante, como burlándose del marido de esta 'desdichada' esposa, mientras absurdamente sostiene el falo. Sandra observa, cada vez que Martin se jala su larga verga, que de ahí se asoma tímidamente una pequeña boca que escupe o pretende decir algo, pero que es arropada por un largo prepucio, tal vez producto de una mala circuncisión, que envuelve gran pedazo de toda esa carne.

Ahora lo que le abruma bastante es aquello que el muy insulso ha mencionado ya varias veces, que se la iba a meter, eso a ella, a destrozar su intimidad. Tan solo imaginarse que semejante cosa pueda profanarla la asusta más que cualquier otra eventualidad, como por ejemplo, los  atrevidos magreos de Fidencio.

Recordó aquellas platicas con las amigas, en la preparatoria, sobretodo en la universidad, amigas de su estatus social, de la misma Melanie, donde las más desvergonzadas y en un carácter de privacidad femenina, describieron, para ella con exageración, con curiosa malicia y amplia vulgaridad, semejantes paquetes masculinos, de diferentes tipos y estilos de hombres, cuyos miembros eran dignos de ser rememorados por lo placenteros que pueden llegar a ser, cosa que Sandra nunca llego a atribuir importancia por considerarlo innecesario para conseguir placer, dado que sus conceptos del placer los había mantenido bien definidos. Sin embargo, ahora que ha contemplado  lo  realista que pueden llegar a ser, aquello que no era propio de la fantasía de algunas de esas exposiciones, sino más bien planteado en el ambiente vulgar, erótico y sobretodo exagerado que bien tuvo su educación a ignorar, ahora teme de cuánto podría salir lastimada, por lo que le es natural pensar así. Desconoce aún cuan virtuosa pueden ser sus flexibles e inexpertas cavidades, para poder adoptar y arropar con ternura, esfuerzo y dedicación, eso que ahora caminaba erguido, en las manos de su dueño, hacia sus húmedos ojitos tanto picaros pero aun soñadores.

Toda relación y necesaria concentración es merecida para lo que sus lindos ojos avellanas han querido contemplar. Ahora cree saber con claridad formada en segundos, a lo que ha de abstenerse a partir de este momento, aunque no tiene idea de cuánto, ni como, principalmente, habrá de ejecutarse, del papel que tomará parte activa, emisora y receptora; un mar de inseguridades y dilemas la abrazan, más la sola idea de tener que interactuar con tremenda y horripilante tranca le ha puesto latir su corazón activamente, sus brazos y piernas comienzan a ponerse rígidos, su mente ni siquiera imagina las posibilidades, pero sabe que en ninguna quisiera ser la protagonista.

¡Orita cabrón! replico como energúmeno Fidencio, a los reclamos de su otrora, el afanado con sus tareas de caricias invasivas. Perate, que también te va tocar, namas déjame metérsela primero yo. Ya después te toca. ¡Como quedamos pues!

Ella volteó casi de inmediato hacia el emisor de esa estentórea y agria voz, tan solo como acto nuevamente reflejo, además de que prácticamente aquel grito muy cerca de su cara, aun sin detenerse a analizar en lo que Fidencio muy concreta y ansiosamente había dictado, este como un factible y muy probable suceso,  pues claramente el viejo hablaba muy enserio, dando a entender que si el haría por ella, muy obviamente Martin tomaría parte activa, después de él y curiosamente le inquietaba más este protagonista. Ni siquiera le llegaba su gusto por experimentar, siendo que ella era demasiado curiosa, adepta a nuevas pero ligeras emociones, claro, sin nivel de riesgo. Por instinto, en cambio, le acudía la precaución triste e inevitable. No dimensionaba lo que significaba tener que departir ahora mismo por los dos, estaba más absorta en Martin, de su monstruoso y preocupante miembro, y no se había percatado que el miembro de Fidencio era de dimensiones muy parecidas, solo que no tan gruesa como la de Mario.

Entonces sus lindos ojos volvían hacia Martin, este ya con un paso más cerca que antes. Ella aún conservaba su estado atónito y de parálisis emocional por la adusta impresión de lo que con prendimiento inconsciente (no necesariamente del todo) estaba viendo. Esa verga parecía inexplicable para su labrada lógica, permitiéndose exagerar, era como la de un animal o una bestia, como la de un singular asno. Seguía recalando en lo descomunal de aquel miembro fertilizador masculino. Tal vez las luces artificiales no ayudaban mucho, también su descompuesto sentido analítico; aquello con su larga longitud, el inmenso grueso de su talle, el desapacible matiz oscuro y su complejo estado de absoluta se erección (según su perspectiva) y en la punta se podía apreciar una cabeza grande cubierta por el prepucio por donde veía una especie de líquido, como si estuviese orinando, la tenían de cabeza. Esos instantes le facturaban una estancia en la eternidad, mientras pensaba como era dable que ese pueril personaje conseguía tener un instrumento de colosal envergadura. En este lapso de crisis analítica, bastaría una palabra que sentenciara o una acción brusca para desubicarla o, en su defecto, situarla en verdadero trance y con esto manipularla para que ella hiciera todo lo que estaba bien por determinado posible conllevado por innumerable cantidad de deseos.

Martin, ajeno al dilema palidecente de Sandra o a un futuro suplicio que la misma tendrá a bien de clamar y el a disfrutar la desdicha, se acercaba lentamente o al menos esa era la asquerosa impresión, con esa cosa espantosa, densa, inalterable, que estaba lista para violentarla, de por sí ya lo hacía, a ella le bastaba imaginar el tormento de lo que podría padecer. Para el todo era un simple divertimento, antes de pensar en sentimientos dados por sentados por Sandra por ejemplo, su apasionado oficio partía a contestarse como austero, indulgente, que calladamente ataca, sin miramientos, si es necesario vejar bien lo hará. Con Fidencio ha aprendido, o resignado, a dejar de lado su indolencia y a habilitar su cautela, que muy pronto ha producido resultados tan tangibles como los años que se expresan ferozmente en su gastadísima piel.

No sea gacho compadre… Ande, orita se la paso.

Oh pues… ¡Orita cabrón! exclama Fidencio con fiereza, levantando el sudado rostro dirigiéndose a su impertinente compañero e imponiendo sus condiciones tan solo con ese rudo gesto. Ya le dije, espérese. Así como quedamos.

Ora pinche ‘Dencho', no sea gandalla expreso con aire bobalicón. Yo también quiero agasajarme. Acuérdese que yo puse…

¡Que sí! interrumpió insofacto. Si cabron. Pero no estés chingando, ahorita te va tocar. Que nos interrumpes a mí y acá a la mamasota, ¿verdad mi vida? replico dirigiendo un hedor bucal bastante hediondo, resulta mezcla de adusta edad y barato licor.

Fidencio ha vuelto a las osadas acciones, de las que está siendo estimulado de forma involuntaria por la que ya considera su mujer, su hembra. Sandra apenas reconvino cuando el hombre que soportaba encima suyo grito a Martin, asustándola ciertamente un poco. No exclamaba exponiendo sus quejas, que a través de su hermosa voz apenas serian quejidos breves, pero que bien le darían un grandioso complemento al pernicioso acto. Son solo leves murmullos, gestos ligeramente audibles, suspiros que rozan la constitución que bien tendrían un hermoso gemido, propios de una mujer excitada, captados ya por un muy oportunista Fidencio, que aúpa sus conveniencias, sus presentes y futuras acciones y que se ha prometido perpetuar y no defraudar a la multideseada mujer que tiene bajo suyo, bajo su poder.

Mi vida, que rica sabes murmuraba cerca de la mujer procurando que ella escuchara y, sobretodo, entendiera sus absolutos deseos, su apasionado sentir. No sabes cuánto la soñé así conmigo… Hueles pero bien rico ahhh… y vas a ser mía mamasita… miaaaaa…

El augura que esta será la primera de muchas veces, besándola, acaparar de todo tipo de caricias su escultural cuerpo, haciéndola eternamente suya, beber de la deliciosa leche que muy seguramente producen esos pechos tan tersos, cogérsela día a día, hacerle entender que esa verga, que se apachurra en el vientre de su fémina, será suya, que siempre ha sido suya y que este es el preámbulo de tanto que podrán vivir. Desde antes ha visualizado el momento, la quiere para él solo, la quiere como su mujer e incluso ha pensado en hacerla la madre de sus futuros hijos, de muchos hijos, tantos como le sean posible, depositarle su semilla tantas veces sea necesario, atiborrarla de su sucia y única esencia, dejar esa marca registrada, hacer que todos le envidien, que aquellos que le han mirado con fastidiosos desdén, con desprecio sufrible, se mueran de violenta amargura al ver como esa mujer yace a su lado y que sin ningún remordimiento acepta y se anuncia como la mujer de Fidencio Pereda. Mas al estar tan atiborrado de inciertas emociones, pensamientos lujuriosos, tan tempranos como oníricos, no sabe dónde atacar, es como fracasar después del ensayo (aunque haya sido solo mental) y que solo se trata de fuerza, espíritu y mucho corazón lo que llevara a concluir su plan. No necesita más que llevarla a los límites de su propio cuerpo, pero claro, todo lo anterior y muy recomendado análisis de riesgo es un centavo demasiado conceptual para un hombre de su categoría cultural.

Mientras el emocionado Fidencio yace perdido en una vida tan lejana, la concentración de la casada no era precisamente en él. Por orden de prioridades suyas, entendidas así dado que nunca había descubierto ni previsto antiestética imagen, tan inquietantemente compleja, aun pretende visualizar aquello que le ha impactado. Dado que sabe que no tiene una pronta salida. En algún momento ha pensado en lo conveniente que seria que estos dos llegaran pelearse, no solo con bravuconas palabras, si no a ‘puño limpio', así entonces aprovecharía ese instante para escapar. Pero, antes de pensar en cómo provocarlo, creía en lo fatal en que todo se pudiera llegar a convertir, algo que lamentaría provocar.

Los bruscos movimientos con que de repente arremete Fidencio la llevan a hallarse perdida, mantiene la boca abierta y los ojos a la par, ni siquiera capta cuando Fidencio le ha querido desnudar, en su distracción viendo a Mario, el viejo logro zafar el broche de su sostén, y de un santiamén logro sacar uno de sus brazos de uno de los tirantes, por el otro no habría problema, así que de esta manera la mujer ya estaba totalmente desnuda, Sandra siente rabia por esto y dice una grosería, viejo necio, ya quédese tranquilo, Fidencio ni caso le hace, solo tomo uno de sus pechos y lo comienza a  chupetear. El por supuesto que no pierde el tiempo en ‘caballerosas' consideraciones.

Sandra ahora ha sentido que unos de sus pezones es tentado por la dureza de unos dientes, y entonces a exclamando una vibrante pujanza placentera; evidentemente las sensaciones corporales viven apartadas a sus desconcentrados pensamientos, y han acudido a la cita inevitable. Sabiéndose desnuda sabe que sus posibilidades de escapar ya son completamente nulas, solo le queda que aparezca su marido o que por lo menos repique el teléfono, avisándole que está en camino. Sabe que esta excitada, sus jugos vaginales, el olor de los mismos y todos sus sentidos se lo dan a entender y un simple error podía hacer que se entregara a esos viejos. Aun así, se trata de mantener fuerte, con cierto nivel de decencia, un poco de lo que ha perdido esta noche, por eso no ha virado o movido su posición, pero si saborea esa chispa de delectación, muy aparte de lo que ha decidido ver, por alguna razón desconocida, pero que acompaña adecuadamente para beneficio de sus ladinos prójimos. Martin se le va acercando con esa estoicidad carnal, directamente hacia su cara: ella no escucha más, por ahora su vista es el único sentido activo y atento.

Mamacita. Hhhmmm… estas riquísima. SSSS… Te voy a coger bien rico, hhhmmm… vas a ver ricura expresaba Fidencio completamente perdido en sus desequilibrados magreos, aprendiendo poco a poco, cada espacio, cada centímetro de preciosa piel clara y perfumada. Te va gustar. Yo te voy a gozar mi vida. Vas a ver, hmm. Mientras Sandra con sus manos trataba de detener sus avances.

El pervertido hombre ha repetido sus sucias intenciones, que las agrupa bien con esos manoseos grabables, rumiantes, caricias agresivas y que someten severamente. Sandra calla, pareciéndole no importarle el irrevocable destino de su ‘virginal' cuerpo, decreto incierto, que predestinado, no es del todo sentenciaste. Ella es propiamente fuerte, en otro sentido, claro, sabe defenderse, es atlética y esta proporcionalmente  mejor  constituida  que  el  par  que  la  tienen cazada, mas eso es irrelevante cuando no conoce la justa astucia para poder vencer a un par de hombres salvajes, rudos y necios, nunca han sido dispuestos contra una mujer y su machismo cuenta mucho en ese sentido, que hasta cierto límite y por largo tiempo la han respetado, pero que indudablemente harán todo por poseerla, acrecentándose ahora que ella misma les ha indicado el camino.

Con razón propia mueve su cuerpo, agitándose, en un momento de efímera claridad, como si pidiera ser desatada, liberada de su martirio, que lejos de eso, promete ser aun peor.

Para Fidencio es muy natural que ella se niegue, aunque de ningún modo aceptable para sus conveniencias y menos en tan avanzados progresos. Claro, comprende que para una mujer de esas condiciones, superiores a él, a todos ellos sus compañeros, en sentido estrictamente estético, que evidentemente  puede  resultar  condicionante para la búsqueda de esos confines placenteros.  Es por eso que Fidencio sabe muy bien lo que tiene que hacer y ha hecho desde prácticamente el comienzo de la relación con tan sublime dama. Teniendo al alcance la botella de plástico, que prácticamente recuerda donde la ha dejado, como buen sustituto primordial, le hace beber un poco más de ese curioso, efectivo y muy confiable jarabe que ayudara de manera muy importante, como ya lo ha hecho desde antes, a desbaratar los sentidos, necesariamente la cordura a esa mujer y lograr que ella se deshaga de esas reticencias.

Tómele, tómele. A ver, abra esa boquita. Fidencio lleva ese envase a los labios de la mujer que acepta la maniobra.

Ella dimite un instante, pero le han puesto el envase directamente a la boca. Bebe sin detenerse a pensar, sin oponerse, ni siquiera aprecia el sabor de ese líquido, parecido a un buen gin-tonic, que resbala cálido y suavemente por su garganta, pero ella lo soporto ya que tanto esfuerzo hace que esta sedienta de cualquier líquido.

Eeeso es… eeehhh, ta rico, ¿verdad? el viejo exhala como si el mismo bebiera de la botella, más quizás se satisface al ver como la mujer consume esa maliciosa bebida. Tómele más, a ver mamacita, empinándole otra vez la botella, obligándole a beber.

Toda resonancia sexual, la satura de maliciosas caricias que le brinda Fidencio, las palabras obscenas e incomprensibles de enaltecimiento banal que ambos confieren hacia ella, el agradecimiento propio y ajeno de Fidencio, las suplicas déspotas de Martin, las luces que de repente se vuelven destellantes, verdaderamente luminosas, que caen por todas partes como destellos como si fueran acusadores e intentaran defender superfluos el honor del recinto nupcial. La música parece tan lejana y cercana en vaivenes incorregibles, aún se reproduce ya muy lejana de cualquier apreciación simbólica,  su atención hacia la puerta o hacia el teléfono, son omitidas todas y cada una por la observación absoluta al manoseo que Martin se viene haciendo así mismo, sobre aquella su erección.

El otro tipo parece orgulloso de su enormidad, se ha detenido a poco menos de un metro de la pareja. Sus regordetas y gruesas manos apenas le dan rodeo a esa verga, meneándosela de arriba hacia abajo, de un lado a otro, sin des engullir lo que bien podría hacer. Ve sonreír maliciosamente al viejo amigo de Fidencio, aunque de repente ve como trueca su grotesca expresión a una de ansias, tal  vez  de  entendible  coraje  por  no  ser aun participe del asunto que mañosamente Fidencio lleva poco rato beneficiándose. Agradece que sea así, es decir, dentro de lo benévolo de una situación como esta, no sería necesario crear más agravantes y si se sopesa que es mejor, pues bien atendería la elección obvia.

Mencionar todo esto, en derivada alusión a Martin, no atribuye a Fidencio ningún mérito, como participe actual de las actividades libidinosas en esta casa, el solo ha sido ciertamente oportunista y Sandra no tuvo a bien de valorar cualidades, a escoger básicamente. Además, está claro que él tiene absoluto control de sus propias reacciones, así deja de lado cualquier simulación, cualquier arranque o, en su defecto, alguna persuasión lastimera o desconfiable.

Aquel inquisitivo licor está empezando a hacer efecto en ella de nueva cuenta, eso la asusta y vuelve a nublarla, atosigarla de puntos reaccionantes a cualquier contacto y si todo se desarrolla de manera orgánica, tal como se ha desarrollado desde que su cuerpo ingirió por primera vez esa bebida, terminara por aceptar con gusto cada caricia, cada ademan incluso, por qué no, cada insulsa y conveniente orden.

Lamenta ser una mujer tan débil y dada, se culpa a si misma por eso, pero es porque desconoce que aquel liquido realmente es infalible, resulta entonces muy viciado creer en que ella misma aporta para que aquello tenga éxito. Claro, infringe en el hecho de ser el único objetivo de los turbados planes, pero eso no constituye del todo al real efecto sodomizaste, por así decirlo. Lo que hace es debilitarse, hacer caso omiso a su cordura, que aunque turbada, tendrá que estar presente y pensando así, se vuelve una víctima mucho más asequible.

Chiquita, hmmm… que buenota mmm… tan ricas tus… aaahhh… que rico, ya estas mojadita mamasita…

Y en efecto, Fidencio podía apreciar el área húmeda que con sus dedos volvía a hurgar, cuanto disfrutaba tocar esa dulce expresión de máxima suavidad y el grandioso efecto que se presumía haber conseguido.

Te gusta mi vida, eh… verdad? que se siente rico?…

La mujer parece inquieta, se retuerce evadiendo los incipientes espasmos que acarrean los tientes de los dedos regordetes, aprieta sus piernas para que este saque su mano pero en realidad es acto contrario a lo que debería de hacer, ya que más bien atrapa la mano del viejo, que lo toma con un gesto de gusto de la mujer. Pero su reacción también fue porque el calor que sentía en su entre piernas era anormal, asumía que era, efecto de la bebida de Fidencio. Ha logrado evitar algunas de las sucias caricias, pero no rectifica su posición para lograr una mejor indisposición.

Sandra finalmente ha musitado con voz quejumbrosa pero tan sexy que cualquiera de esas erecciones ahí presentes se fortalecen. Yo…

Si mi vida, dime. Te gusta verdad? Anda, dime que quieres más?, hmmm… no tengas miedo mi vida.

Ha de desconcentrar sus objetivas prioridades. Ni siquiera tiene la fortaleza para decir algo imperioso o calificativo para que esto se detenga de una vez por todas, sus sensaciones se han puesto en pie y poco a poco sin mucho afán, toman terreno en su despampanante cuerpo que moja sus ganas en reticencias y suspiros ahogados. He ahí el desbalance que provoca su sumisión, al final de cuentas es el cuerpo al que utilizaran, se servirán de él y vaciarían ahí el de sus satisfacciones.

Yo… repite, Sandra, luego Ha callado, tragando saliva que baja por su garganta, detalle muy bien percibido por Fidencio que ha rozado con sus curtidos dedos esa zona erógena muy delatante, el clítoris de la mujer casada que esta hinchado deseando ser chupado, acariciado y gozado como manda la ley del cuerpo, que eran contrarios a la moral de Sandra que seguía luchando para contener su excitación. Solo logro balbucear por Por favor ya ya no siga…

Ya deme chance compadre, que ya me anda. Uste nomas se la anda saboreando y yo pa cuando insiste Martín, que aun que tiene bien claro que el mando es de Fidencio, puede turbarse su mente y no soportaría más, entonces atacaría con tal de salirse con la suya.

Y como hace rato, la atención de la bellísima mujer ha sido distraída, para centrase en dirección  al  grotesco  Martin.

Como chingas hijo de la chingada replico Fidencio en un tono que era sarcástico al mostrar una sonrisa y también apabullante porque de verdad apreciaba cada milésima de segundo, incluso porque creyó que la misma Sandra estaba a punto de delatarse ante él, de admitir lo que el tanto ansiaba escuchar. Ya te dije que orita.

Sandra deposito apenas un poco de su atención en Fidencio, esa voz zarrapastrosa digna de un buen fumador o que este escupiera al hablar torpemente con un acento carente de buena dicción, inminentemente robaba su miradita tierna, inocente, entregada a las expresiones abruptas de ese hombre en el que observaba que se generaba una curiosa expresión al hablar con esa fuerza, como enarcaba las cejas, las gruesa venas que sobresalían por sus sienes y la forma que se movía ese bigote entrecano que le producía cosquillas cuando acercaba su boca a su cuello, especialmente. Estaba despeinada, algunos de sus cabellos se pegaban en su frente y sienes a causa del sudor, sus ojos estaban dilatados y su respiración era cansada, constantemente exhalaba e inhalaba buscando conseguir un aire menos viciado que el presente, pero ¿de dónde? También sentía como de su vagina salían tantos jugos que tenían toda su entrepiernas y hasta sus nalgas mojadas, desearía que fuera solo sudor, ya que con su marido jamás había soltado tantos líquidos antes de que el la poseyera.

En cuanto Fidencio reanudo sus magreos, Sandra giro hacia un lado la cabeza, había encontrado en principio una manera de evadir de lo mejor posible un daño más extenso y también como esa postura rígida que esperaba fuera el mensaje que cabalmente desaprueba su manipulación, al menos de esta manera. Involuntariamente apretaba los labios, suspiraba constantemente, ha sentido un recorrido eléctrico tan fugaz como intenso. Ha cerrado los ojos para perpetuar la sensación, no es que fuera cabal lo que hacía, mas nada la detenía o se lo prohibía como tal. Al abrir sus ojos color de miel ha encontrado aún más cercana esa figura viril de Martin. ¿Ha crecido más? O tan solo este se ha acercado peligrosamente. Es aún más nítida como horrenda, palpita, es como si tuviera vida autónoma y quisiera despegarse del otrora horrenda figura de Martín y atacarla así sin más, hacerle daño por cuenta propia.

Sandra no salía de su asombro ya que ahora Martin se había bajado el pantalón junto a su interior y Sandra se la vio esta vez ahora por completo, era el pene más grande de su vida, desafiando la gravedad.

Lo que Sandra no se esperaba era que Fidencio al no haber, dejado su empeño en querer cogérsela y al verla asombrada por el miembro de su compadre, aprovecho que casi había suspendido, todo tipo de forcejeo, rápidamente se desabrocho y bajo su pantalón, hasta las rodillas con todo y su interior. Sandra un poco distraída seguía con las piernas abierta, con su vagina rebosante, empapada por sus jugos, Fidencio sin pensarlo 2 veces acomodo la punta de su miembro, a los labios vaginales de la mujer, empujo sus caderas y comenzó a entrar, lenta y decididamente, en la caliente y carnosa caverna de la casada.

La distracción le costó muy caro a la indefensa mujer , aun incrédula de lo que estaba haciendo el viejo, abrió los ojos como plato, ya que nunca supo en que momento este se había desnudado, se sentía un poco segura al saberlo con sus pantalones, tardo unos segundos en aceptar que algo gigantesco estaba entrando en su vagina. Tan segura se sentía que jamás habría planeado, algo de tal magnitud también en su acosador, fugazmente penso que podía ser toda su mano. Pero era un miembro, el segundo que sentía en su vida sexual, y por cómo se habría paso dentro de ella evidentemente era mucho más grande y grueso que la de su esposo.

Cuando ya el hombre había coronado con la cabezota de su macana en la estrecha caverna de Sandra, fue cuando por fin ella se movió, con sus ojos abiertos todo lo que podía, tratando de ver entre los dos cuerpos no alcanzaba comprender como un viejo de esa edad, pudiera tener un miembro con la magnitud que estaba sintiendo, quiso apartarlo y quitárselo de encima gritándole.

QUE QUEEEEE HACEEEEEEE???  NOOOOOOOOOO NOOOOOOOOOO??? FIIIIIIIIDEEEEEENCIOOOOOOOO NOOOOO EEEEEESTAAAAA LOOOOOOCOOOO NOOOOOO LOOOOO HAAAAAAGAAAAAAA UUUUUUUUMMMMMMGGGGG.

Hasta el mismo Mario abrió los ojos como plato al suponer lo que estaba pasando entre aquellos dos cuerpos.

Para Sandra ya era tarde, nada detendría el avance de aquella culebra entrando a su vagina con la suerte para ella, que la tenía bastante lubricada y que por su propia excitación sus paredes ya se habían preparado para el acto del coito, algo normal en todas las mujeres antes de tener una cúpula.

Fidencio agarro con una de sus manos, las finas muñecas de la chica, llevándolas por encima de la cabeza de ella ya que como acto reflejo la mujer le estaba clavando las uñas, mientras que con el otro brazo lo paso por su espalda, para terminar de inmovilizarla.

Fidencio prácticamente estaba desvirgando a la mujer, ya que nunca la chica había sentido una tan gruesa, apretaba sus dientes empujando sus caderas hacia adelante, Sandra sentía como su vagina era forzada a recibir la gigante macana del viejo, su cueva se expandía para darle paso al miembro del hombre, ya que su marido ni con su mayor erección, había logrado abrirla tanto, ella con sus dientes apretados recibía, sin querer al invasor que profanaba sus carnes, que hasta hace unos minutos eran pertenecientes al único hombre de su vida, su esposo que brillaba por su ausencia.

Mientras la gigante y gruesa verga del viejo la atravesaba ella continuo gritando como podía

noooooooooooo noooooo pooooor faaaaaaaaavoooooooor nooooo siiiiiigaaaaa meeeee vaaaaa aaaa paaaaartiiiiir eeeen dooooos. Inútilmente trataba de soltarse del abrazo del hombre

Mario a todas estas decidió sentarse en el mueble de enfrente para ser espectador de la fornicada de su compadre..

La casada sentía como aquella gigantesca virilidad seguía abriéndose paso en su chocho, que parecía no tener fin, cuando la cabeza paso la mitad del conducto vaginal la mujer sintió un poco de alivio, aunque igual este seguía su avance y no se detendría hasta tocar fondo, Sandra sin querer la comparo con la de su marido, sentía que está, la estaba llenando como jamás, la de su marido lo había hecho

Para la pobre mujer esta penetración casi fue eterna, y aceptando su triste realidad solo se le ocurría tratar de salir del abrazo de aquel viejo, parecido al de una culebra con su presa. Cuando Fidencio sintió que ya le tenía gran parte de su miembro adentro, la soltó de sus brazos y ella comenzó a forcejear con el viejo tratando de quitárselo de encima, pero esta vez sin clavarle las uñas   quiiiiteeeeeceeee vieeejo asquerosoooooo, saaaqueemeee su cosaaaa, sin darse cuenta que con eso, movía todo su cuerpo, caderas, vientre y hasta restregándole sus sudorosos y turgentes senos contra el pecho del viejo, además que sus pezones estaban más duros he hinchados que de costumbre, con su forcejeo estaba haciendo que el hombre se excitara mucho más. Hasta sin querer lo ayudo a que la inmensa macana del viejo le entrara en su totalidad, ya que este seguía empujando sus caderas hacia adelante, una que otra vez se echaba para atrás, pero solo para coger impulso.

La pobre mujer sintió como ese miembro tocaba fondo en lo más profundo de su vagina, ya no podía abrir más sus ojos hasta se sintió ahogada, por toda la carne que estaba entrando dentro de ella. Aaaaaaaaaaaummmmm poooooorrfaaaaavooooor yaaaaaa, y El viejo alegre por su triunfo le dijo.

uuuuyyyy uuuuuuuuyyyyyy patronciiiitaaaa que riiiiicooo se mueveeee, su panocha se siente muy apretada y deliciosa.

Sandra ya rendida cerrando los ojos, se dio cuenta que era contra producente seguir moviendo su cuerpo, forcejeando con el viejo, ya que este la tenía fuertemente agarrada, y ya había comenzado un suave, mete y saca con su dura estaca, dentro de su cálida y húmeda vagina, ella sentía como el viejo se la dejaba toda adentro, disfrutando de su calidez,  que cada vez le parecía que le entraba más y más o se amoldaba a las paredes de su vagina. La mujer que a pesar de sentírsela tan grande, el dolor ya no era tan fuerte ya que los movimientos del hombre eran muy pausados, entraba y salía de ella con una pasividad asombrosa, que no se esperaba, creyó que se la comenzaria a coger como un salvaje, no le hacía daño, más bien muy a su pesar, se la comenzó a sentir agradable, claro le molestaba un poco ya que sentía que el hombre se la debía tener hasta el útero, y la sensación de morbo era inevitable a pesar que la estaba violando.

Sandra, se sentía llena como jamás lo había estado, casi dejo de luchar, tal vez por lo que estaba sintiendo, con la excusa de que estaba cansada, o reconociendo que uno de ellos le había metido su miembro sin su consentimiento y subestimando a Fidencio, ya que hasta pensó que él la podía tener más pequeña y morsillosa, ósea que nunca iba a poder penetrarla, según ella y por lo que no sería tan riesgoso, por eso se confió y no le presto tanta importancia, pero por lo que estaba sintiendo sin habérsela visto se supone que debería ser tan grande, comparándola con la de Mario, y lo cierto que ahora estaba siendo empalada por un miembro que se salía de los estándares que jamás se había imaginado.

De pronto se asustó, pensando en el riesgo de que apareciera su marido y la encontrara tal cual como estaba, abierta de piernas cogiendo con uno de los obreros que él había contratado, el hombre seguía machacándole la cuca, con una lentitud que la estaban haciendo ver estrellas.

Fidencio le aplicaba una técnica que nunca les fallaba, con las mujeres que no lo querían aceptar por sus defectos, pero sabiendo que todas las mujeres una vez con un miembro adentro solo querían sentir placer, así que él se lo metía todo lo que podía hasta el fondo, luego presionaba su vientre contra el de la fémina, haciendo movimientos circulares para rosar y estimular el clítoris y el punto G dentro de ellas, esto las volvía locas, a esto le sumaba los mordiscos en los pezones y besos en el cuello, todo esto las encendía, y al rato ellas mismas contribuían a seguirle sus movimientos, ni la más inocente y recatada mujer sin importar su edad podía resistir esta tortura, él sabía perfectamente que una vez encendida esta pasión él ya podría actuar con todos los salvajismos del caso.

Y Sandra a pesar de su cultura y posición social, era de carne y esta situación totalmente nueva para ella la llenaban de un morbo, que le estaba costando poder disimular.

La mujer fiel a su marido, pensamientos y costumbres sexuales, con sus ojos cerrados, Sentía como aquella estaca caliente que profanaba, su más íntima, cavidad, hasta hace rato reservada solo para su adorado esposito, cada vez la estaba sintiendo más y más rica, dentro de ella, esto le daba mucha vergüenza tener que reconocerlo.

Además que el macho de turno estaba embobado, por el divino olor que expedía Sandra, un perfume casi innato en su piel. Ya que desde joven, se untaba cremas con fragancias, exquisitas que a pesar de haber sudado, con lo del baile y hasta la violación este seguía en su cuerpo, la única diferencia era el olor de su sexo, el que Expedían sus jugos vaginales, que sin ser fuertes, bien pudieran despertar el instinto animal de un caballo, y ella sabía el efecto que su aroma vaginal le provocaba al único hombre con el que ella se había acostado hasta hace unos momentos, su esposo podía estar horas oliendo su panocha, como muchas veces el entre bromas se lo había dicho y ella juguetona lo dejaba disfrutar de sus olores vaginales, que ni con su periodo, eran fuertes..

Y estos olores a chucha, era otra de las causas que tenían embobado a los dos viejos, que por nada del mundo iban a soltar a su presa sin probar el más preciado tesoro de la mujer. Hasta que por fin uno de ellos lo logro.

El hombre seguía disfrutando de la vagina más codiciada del pueblo, con movimientos propios de un artista o de un comensal disfrutando del mejor manjar jamás degustado.

La inocente Sandra que cada vez estaba más excitada, se lamentó que por estar jugando al coqueteo con 2 obreros en la sala de su propia casa, se consolaba, que estaba siendo violada, pero con el atenuante, que ella desde hace rato, no se defendía, involuntariamente su cuerpo la traicionaba, siendo cada vez más participativa en la infiel cúpula y lo peor que sentía, mucho morbo, pensando y hasta deseando que su marido entrara de repente por la puerta, pillándola desnuda como estaba abierta, sudada y despeinada, haciendo el amor con un hombre, mayor pero muy potente sexualmente y otro esperando con una macana apuntando al techo, además de saberse deseada sexualmente por estos hombres, y quien sabe por cuantos más, en el pueblo y sabiendo que ella dejo que se quedaran, recibiéndolos con unos shores que muchas veces, usaba para dormir, que ella misma dio pie, aprovechando su ausencia y hasta de bailar medio desnuda, todo este morbo por estar siéndole infiel por primera vez, le daba mucha vergüenza, pero a la vez la excitaba, sin saber por qué, y su cuerpo seguía reaccionando contrario a lo que una mujer decente, debería estar sintiendo, también tenía claro que después de Fidencio, le tocaría el turno a Mario, de reojo lo miro sentado en un mueble, y le daba terror, verle el miembro, viéndose insertada por tremendo animal, no sabía cómo esa cosa iba a entrar dentro de su cuquita y al mismo tiempo sentía como su vagina segregaba más y más jugos y a pesar de todo ese panorama,  inocentemente pensó, que después que se la cogieran los hombres la dejarían en paz, o que posiblemente Mario se conformaría en hacerse una paja, ya que no se lo imaginaba queriendo tener algo con ella si Fidencio, se correría en sus tetas, cosa que ella sabía por sus amigas, que los viejos morbosos hacen eso con algunas mujeres, todo esto le daba cierta tranquilidad pensando que pronto todo, terminaría el suplicio por esta noche, por ella no había problemas ya que, su marido muchas veces la había dejado caliente y ella con un baño lograba controlarse.

Sus pensamientos fueron interrumpidos, porque sintió como Fidencio la hamaqueaba con fuerza su cuerpo con sus fuertes envestidas, insistentemente despertando en ella facetas que jamás había sentido, en su vida como mujer, el viejo se la cogía tan rico que de momento perdía la noción de que era una mujer casada y con principios que serían desaprobados por todo su círculo social, si se enteraban de esto. Pero era inevitable sentir o negar lo que su vagina y cuerpo estaban sintiendo en esos momentos, trataba de tener en mente la figura o sexo con su esposo, pero estas imágenes se borraban al sentir las penetradas del viejo que cada vez se hacían más intensas y profundas.

Fidencio quería arremeterla con violencia, como cuando se coge alguna puta nueva a los lugares donde van con sus amigotes, pero prefería, hacerlo con calma y pausado, para no acabar tan rápido y para hacer que la mujer disfrutara, ya que sabía que si la mujer se enamoraba de su polla, ella misma le pediría que se la cogiera o por lo menos no le diría que no cuando apenas tuviesen alguna otra oportunidad. Su experiencia con las mujeres le habían enseñado que a las mujeres recatadas o tímidas hay que domarlas, esto lo había aprendido de las princesas que se le atravesaban por el camino, a las mujeres de mucho de sus amigos y otras patronas que ya había tenido. Además que muchas lo rechazaban por lo ordinario, descuidado con su presentación, aseo personal y otros defectos, así que sabía al igual que su compadre, que su mejor arma eran sus miembros, por eso tenía que utilizarlo muy bien, cuando quería repetir con alguna dama, como era el caso de Sandra, no podía darse el lujo de no sembrar en ella el gusto por su paloma y forma en metérsela, que es bien sabido lo mucho que disfrutan las mujeres de la penetración, ya que de caballeros o buenos

Modales no eran nada común en ellos.

De repente sintió como aquel miembro salía casi toda de ella, sintiendo un vacío en su totona, lo que la hiso dejar de pensar Creyendo inocentemente que algo había pasado, o que el hombre iba a derramar su leche en sus tetas, como una vez le conto una amiga, hasta respiro hondo.

Pero estaba equivocada, el hombre se la saco casi por completo, pero solo para metérsela otra vez y esta vez con más fuerza y todo lo profundo que pudo... y al parecer su vagina ya se había acoplado por completo, al tamaño del miembro, ya que esta nueva arremetida lejos de dolerle, más bien le hiso sentir un placer, muy rico, el que jamás pensó se podía sentir... Cuando sintió que aquel trozo de carne toco con tanta potencia el fondo de su vagina, grito tal vez de un placer imposible de ocultar, ya que el instinto de mujer ardiente la traiciono.

AAAAAAAAAAAAAGGGGGUUUUUUUUUUMMMMMM.... FIIIIIDEEEEEENCIIIIIIIOOOOOOO QUEEEEEE RIIIIIIIICOOOOO…. PERO DISIMULANDO RAPIDAMENTE TRATANDO DE SALVAR SU HONRA DE MUJER CASADA CAMBIO SU GRITO POR… NOOOOOOOOOOO NOOOOOO... YAAAAAAAAA SAAAA QUEEEEEMEEEEELAAAAA, QUEEEEEE MEEEEEE HAAAAACEEEEEE DAAAAAAAAAÑOOOOO BRUUUUUTOOOOOOOOOOO. EEEEEESS EEEEEEES MUYYYYY GRAAAAAAANDEEEEEEEEEE AAAAAAAAANIIIIIIMAAAAAAAAAL, POOOOOR FAAAAAVOOOOOR YAAAA YAAAAA NOOOOO SIIIIIGAAAAAA.

Si había alguien afuera de su casa la tuvo que oír, por lo fuerte que grito, ella misma supo que su grito, fue para disimular su placer, o porque hubiera preferido que el dueño de aquel miembro no fuera de aquel detestable viejo, tan fuertes eran las arremetidas de Fidencio, que la mujer sentía con claridad, como sus testículos pegaban contra sus labios vaginales, cosa que nunca le sintió a su esposo, para disimular el gusto que sentía en su vagina y para tratar de controlarse cada vez que este la ensartaba con fuerza UUUUUMMMMM. AAAAAGGGGGG, UUUUUMMMMM. AAAAAGGGGGG, NOOOOOOO, NOOOOOO, SIIIIIIIIGAAAAAAA NOOOOOOO,  UUUUUMMMMM. AAAAAGGGGGG,

Cada VEZ SE LA METIA MAS FUERTE y ella seguí quejándose

YAAAAA YAAAAA UUUUUMMMMM. AAAAAGGGGGG,

Ella se quejaba tratando de defender la poca honra que le quedaba. A pesar de su calentura, no quería darles a entender lo mucho que estaba disfrutando.

La inocente mujer casada No le había visto la macana a Fidencio, pero con solo imaginársela la llenaban de un morbo, casi incontrolable que no podía entender en ella misma

Fidencio variaba constantemente, su ritmo, fuertemente y luego con suavidad y lo más hondo que podía, con mucha paciencia, ya que sabía a la perfección la reacción de las mujeres cuando se sentían complacidas por su macana, y si quería tener sexo otra vez con la bella mujer, tendría que complacerla, utilizando su única arma que tenía, por su edad, si fuera 30 años más joven otro gallo cantaría, y por tantos años cogiendo con mujeres de todas las edades y clases sociales, sabia de sobra como caían encantadas por su miembro, al igual que Mario y sus otros compinches, juntos habían vividos desde jóvenes infinidad de aventuras con putas, mujeres casadas, jóvenes y jovencitas, los cuatros eran famosos por lo mujeriegos que fueron de jóvenes, ahora de viejos, la mejor arma eran sus miembros que aun daban guerra, y con esta Fidencio, tenía que darle placer a la mujer que estaba debajo de él, para poder asegurarse otros momentos de placer con su patrona, sin maltratarla. Aplicando su técnica especial, se la sacaba, con suavidad y rítmicamente, combinando con movimientos fuertes y profundos. Su misión era llevarla a la cúspide del placer, él ya tendría tiempo, para poder cogérsela como a él le gustaba.

Y Sandra que no era de piedra, sentía muy a su pesar, un rico placer, dentro de su vagina, sensaciones que no debía estar sintiendo, siendo ella una mujer casada y que amaba a su marido, su único hombre hasta hace unos minutos, pero el gustazo con el viejo la estaban volviendo loca, aun así seguía luchando contra los impulsos de su vagina y su cuerpo.

Tratando de defenderse o buscando de detener al hombre como pudo le dijo YAAA YAAA POOOOR POOOR FAA  FAAAVOOOR MIII MIIII MAAA MAAA RIII RIII DOOO PUUU PUUUEEEDEEE LLEEEE LLEEEEGAAAR EEEN EEEN CUUU CUUUUALQUIIIEEEER MOOO MOOOO MEEEEN TOOOOO, YAAAA YAAAAA DEEEE DEEEE TEEEE TEEEENGAAAA SEEEE NOOO NOOOOO SIIIII SIIIIIGAAAAA.

Las arremetidas del viejo no la dejaban hablar con claridad.

Este le dijo, patrona no mienta, está gozando tanto como yo, reconózcalo, siento como su cucota aprieta miiiii macanaaaaa uuuuummmmm siiiiiiiii queeeee ricaaaa se la sientoooo

Sandra peleando contra sus deseos de hembra, debía de reconocer, que una cosa era lo que ella pensaba y otra la que su cuerpo y su vagina querían, sentía como de su vagina brotaban sus jugos y su olor que ya se lo conocía, sentía toda su entre piernas caliente como un volcán, cosa que nunca había sucedido en ella, por lo menos no de esta manera, ella misma ya  quería que siguiera metiéndosela, se mordía los labios, conteniendo como podía su deseo de gozar plenamente, con un inaguantables deseos de querer mover sus caderas,  aunque sin querer ya hacía movimientos muy sutilmente, la mujer tenía una fuerte lucha interna con ella misma y también deseando que todo acabara.

Mientras el hombre, gozando del cálido placer de la vagina de Sandra, se movía bufando como un toro, diciendo mientras entraba y salía, entraba y salía de la caliente vagina de la mujer, maaamaaasitaaaa que cucaaaa, tan apretadaaaaadaaaa y caaaalienteeee tieneees.

Mario a todas estas veía como la mujer ya estaba entregada a los placeres de la carne, su pasividad era más que evidente, veía como la casada rodeaba con sus piernas las caderas de su compadre, disimulando las soltaba pensando que nadie, la veia, hasta se dejaba besar correspondiéndole, ya no lo rechazaba cuando Fidencio le comía las tetas. Así que pacientemente sabía que pronto le llegaría su turno, gozarla y vaciar toda su leche dentro de ella.

Sandra sentía, como el miembro palpitaba dentro de ella, y muy a su pesar su vagina, seguía actuando por cuenta propia, teniendo que reconocer como inevitablemente si estaba comprimiendo con su vagina, al miembro masculino, que seguía entrando y saliendo con mucha suavidad y otras con mucha fuerza.

Fidencio besaba y chupaba el cuello y senos, que eran los motivos por los que la mujer antes de casarse, estuvo a punto de hacer locuras, la casada sin conocer la técnica de su violador, este estaba atacando, sus puntos más débiles, de ahí que sus gemidos y movimientos de caderas cada vez era más fuerte y acompasados al macho de turno.

Su lucha interna era colosal, ya que no quería consumar moralmente la infidelidad, que sin querer estaba cometiendo, se negaba aceptar que un viejo le estuviera dando más placer que él que  jamás le había dado su esposo. El viejo la tenía viendo estrellitas, casi a punto de sucumbir. Tanto así que sin fijarse ya comenzaba a abrir la boca por el placer que estaba sintiendo y hasta sacaba la lengua de gusto.

El hombre lleno de una lujuria desmedida, pero aun controlando sus mete y saca, le dijo... Prepárese patroncita que esta vagina no la dejo tranquila, hasta que usted tenga el mejor orgasmo de su vida y la llene de leche, por lo menos 3 veces esta noche, estas palabras hicieron que a Sandra se le erizaran todos los bellos del cuerpo, sus pezones casi se clavan en el pecho del hombre, el los sintió, él estaba muy seguro de sus palabras ya que también iba a descansar un buen rato mientras su compadre completara su turno y en  su bolso tenía más pastillas azules, con lo que tenía segura toda la noche de sexo con la mujer de su patrón.

Mario aprovecho para preguntar, viendo que Sandra estaba casi totalmente entregada.

Que tal compae es un cuero la jefa?  A lo que Fidencio respondió. Nooooooo mi compaaaai, es la panocha más sabrosa que me estoy gozando, en toda mi puta vida, ya vera cuando llegué su turno. Sandra sintió rabia al saberse el objeto sexual de los dos viejos, pero tampoco pudo dejar de sentir más morbo cuando el hombre se la seguía metiendo con más fuerza cada vez que tocaba el fondo de su vagina y su útero, aplicando la misma técnica, que Mario también se conocía, ya que esto formaba parte de sus conversaciones cuando se caían a tragos. Que más  prueba que la técnica era infalible cuando los dos hombres escucharon, como la mujer sin querer o por placer dejaba soltar uno o varios gemidos de placer uuuuuummmmggggg uuuuummmmgggg cada vez que Fidencio se lo metía hasta el fondo, esto era música para los oídos de los hombres.

A estas alturas la casada, a pesar de su lucha interna, involuntariamente deseó que su marido no se fuera aparecer justo ahora. Y sin saber porque, seguía sintiendo ese extraño morbo de querer ser pillada por él.

Y lo que ella nunca le iba a pasar por la mente, era que su adorado esposo, estaba lejos de llamarla, ya que, justamente en ese momento estaba disfrutando de una noche de pasión con su tímida secretaria, no planeada por ellos, ya que no había paso en la carretera, cerrada por manifestaciones, les toco irse a un pueblito, donde encontraron un hotel de segunda, con solo una cama individual, ellos tenían que haber regresado en la tarde, por eso solo llevaban, la ropa del día, y les toco acostarse en ropa interior y fue imposible que no se les despertara el deseo sexual, ellos muchas veces, habían viajado juntos, por cuestiones de trabajo, y cuando les tocaba quedarse, hacían las reservaciones del caso, y esta era la primera vez que tenían este percance, y como dicen, la carne es débil, como era el caso de su esposa, que era agasajada por uno de sus obreros, un señor que bien pudiera ser su abuelo pero con la macana de un joven de 20 años. Sandra seguía con los ojos cerrados mientras Fidencio gozaba del sexo de la mujer y ella disimuladamente de su miembro, el hombre no dejaba de acariciar con una mano todo lo que podía tocar y amasar, mamaba sus tetas mordiendo sus pezones y con cada mordisco desatando, en ella una fiera de mujer, desconocidas hasta por ella, tan excitada estaba, que ya le acariciaba los brazo, al afortunado hombre, también lo rodeaba por las caderas, con sus piernas, pero algunas veces, entraba en razón y hacía para querer escaparse, como una presa que agoniza,  por eso Fidencio no la soltaba de la cintura. Aunque ella se sabía perdida, y Fidencio aprovechaba esto besando con más intensidad, su cuello y su boca metiendo su lengua en la de ella, a la mujer le daba asco y volteaba la cara como podía. Pero su propia excitación, hacía que le correspondiese a sus besos con la misma pasión.

Una cosa era lo que dictaban sus reglas de mujer fiel y de sociedad y otras las que dictaban su cuerpo, sin darse cuenta, sus piernas sin querer abrazaban las caderas del hombre, ya que su vagina se había adaptado al miembro del hombre y hasta colocaba sus brazos alrededor de su cuello, de momento volvía a luchar pero por la pasión con la que el hombre le hacia el amor, ella sin poder contenerse correspondía a las caricias, casi entregada al viejo.

en uno de esos momentos de razón, sintió odio por ella misma, ya que nunca había planeado nada de esto, pero fueron varios los factores que se le escaparon de las manos, el brebaje tal vez fue lo primero, pero tenía que reconocer, que ella misma, les dio cancha, con la coquetería en su baile, su curiosidad de ver aquellos miembros, que desde temprano se los noto y se los imagino enormes, más cuando los sintió mientras bailaban, Fidencio que tuvo la osadía, de lanzarla al mueble, su impresión al ver el miembro descomunal de Mario.

Por todo eso ahora estaba siendo violada, ella no lograba escapar del viejo y lo peor que no podía controlar las reacciones de su cuerpo. Y le seguía llegando la idea de que pasaría si su marido entrara en estos momentos y la encontrara tal como estaba, abierta de piernas con uno de sus obreros penetrando su vagina, que ella juro, serle fiel para toda la vida, entregándole su virginidad, pero que en este momento, tenía dentro de ella un enorme miembro que nunca pensó podía ser real, con qué cara volvería hacer el amor con él.

De nuevo sus pensamientos fueron interrumpidos, ya que Fidencio volvía a taladrarla con más violencia, dentro de su chorreante cueva del amor, el hombre con sus arremetidas, movía todo su cuerpo, ella seguía sin saber qué hacer con sus manos, algunas veces trataba de empujarlo por los hombros, otras se las pasaba por su cuello y hasta le acariciaba los brazos, aguantando a mas no poder todas las reacciones de su vagina y de su cuerpo, conteniendo el gusto que sentía cuando el viejo mordía sus pezones, de verdad que la pobre mujer casada nunca pensó en vivir esta violación en la que ella ya estaba siendo participe. De reojo vio a Mario que parecía un león enjaulado.  Voltio su mirada, viéndose sus piernas abiertas, las tenía así desde que el hombre se la metió, por instinto, para que este no la fuese a desgarrar, vio como sus rodillas brincaban de lado a lado, cada vez que el viejo se le afincaba, panorama que nunca vio con su marido, hasta sus gemidos eran más fuertes, no los podía contener, se le escapaban, cada vez que Fidencio chocaba su cuerpo con el de ella…aaagggmmm aaagggmm aaaagggmmm.  Sus gemidos, los de Fidencio, el olor a sexo y el chapoteo, de los cuerpos inundaban toda la habitación, estos ruidos eran superior a la música que aun sonaba en el fondo.

La mujer no podía ser indiferente ante, todo este cuadro, los besos del viejo en sus pezones, la lengua en su boca, que ella misma ya correspondía con la misma intensidad, tragándose las salivas que el viejo le daba, más la técnica de penetración profunda, con todos sus movimientos, cosa que su esposo nunca le hizo, ella con su vagina comprimía, aquel mástil de carne y sin querer movía sus caderas, tratando según ella, que el viejo no se diera cuenta.

El shooos, shooos, shooos, shooos, shooos, sonido típico de los sexos cuando chocan, y los quejidos de ambos amantes, eran muy excitante para cualquiera que los escuchara, los quejidos de la mujer, eran más de placer que de otra cosa, el calor de los roces dentro de su vagina, la seguían traicionando, y ya estaban rompiendo todos sus libros de moralidad y esto lo sabía el hombre, su táctica era infalible, él tenía que hacer que ella quedara satisfecha, que sintiera su primer orgasmo, para que pidiera más polla, y lo estaba logrando, sentía como ella comprimía su miembro, los jugos de su panocha, los sentía en sus testículos, el calor de su vagina, la boca abierta, con la lengua afuera, los movimientos de sus caderas, eran la evidencia que la mujer de su patrón, ya estaba a punto de caramelo, estaba conteniendo un orgasmo que sabía iba a ser explosivo, Mario también veía como la casada ya movía con suavidad sus caderas, hacia arriba signo de que estaba disfrutando de la cogida y veía como Fidencio aplicaba la técnica que nunca fallaba.

Desde hace rato la pobre mujer respiraba fuerte mente por la nariz, apretando los dientes, aguantando sus deseos de mujer, sentía mucha rabia ya que el viejo no terminaba, a estas alturas solo quería que se terminara de descargar y que acabara su sufrimiento, su excitación cada vez era mayor, se negaba a darle a demostrar que estaba disfrutando, se odiaba a ella misma, por no poder controlar su cuerpo.

Pero tantos roces de carnes, besos y toda clase de sensaciones y el sudor de los dos cuerpos, estaban llevando a Sandra a un placer y gusto jamás conocidos por ella. Sentía un fuego muy dentro de ella. Abría su boca, como buscando aire, sacaba la lengua como una gatica, por el placer que le estaba dando la experta cogida de Fidencio.

Hasta que por fin la pobre mujer no pudo más. Y se rindió. Por primera vez Sandra se rendía,  ante algo que era, más fuerte que ella, colmada del placer más intenso que cualquier mujer puede sentir así que no le quedó más remedio y decidió disfrutar del sexo que le estaba dando ese hombre sin ya importarle su edad, pero quiso gozar por lo menos con la mayor discreción posible, pensando equivocadamente, que ella podía dominar su cuerpo. Pensó también que al finalizar ella controlaría la situación, y con algunas escusas, todo volvería a su cauce. Que Mario se conformaría con una mamada… todos estos pensamientos eran para tratar de distraer su mente por si tenía un orgasmo.

Mientras Fidencio seguía con un mete y saca, tan rico que a Sandra se le seguían saliendo,  gemidos de placer sin poder contenerlos aaaahhhggg aaaahhhmmm uuuummm ummmm úuummmm ahora  más seguidos y sonoros, cada vez que el miembro tocaba el fondo de su encharcada ruta del placer.

Él sabía que la mujer estaba a punto de su primer orgasmo, sentía como ella movía sus caderas más fuertemente, contrario a sus movimientos de mete y saca, también sabía que después que ella orgasmara, él tendría, cancha libre para poder gozársela a sus anchas, y que los siguientes orgasmos, su alegría era mayúscula porque había logrado su cometido con su recatada patrona, que después de tanto tiempo deseando cogérsela, estaba milagrosamente dentro de ella. Su felicidad era enorme, ya que había logrado por fin, meterle su tranca, en su vagina hambrienta de polla, sentía los brazos de la fémina rodeando su cuello y sus piernas abrazaban su cintura, la mujer subía sus caderas cada vez que él se la metía con fuerza.

Sandra estaba muy excitada, sabiendo que estaba llegando al punto de no retorno, no quería dar su brazo a torcer, tratando de contener lo que ya casi era inevitable grito.

Yaaaaaa yaaaaaaa viiiiieeeejooooo veeeerdeeeeee de de depra praaavaaadoooo. Nooo noooo siiiiiigaaaaaaa no siiiiiiiiigaaaaaaaa.

Pero igual de su garganta salian quejidos de placer por el gusto que estaba sintiendo. aaaahhhggg aaaauuuummmggg, aaauuumm uuuummm aaaaangggguuuuum úuummmm. Se quejaba ya que el hombre no detenía, sus movimientos copulares. Sandra movía su cuerpo, como nunca lo había hecho con su amado esposo, tal vez para que no la viera como una puta, incluso rozando casi descaradamente sus pezones contra el pecho del hombre, besándolo con mucha pasión, hasta mordisqueaba los labios del hombre, su calentura ya era incontrolable ni por ella misma, suerte para el afortunado viejo. Los dos movían sus caderas, la infiel mujer, ya estaba acompasada al mismo ritmo de su amante, siguiendo el mete y saca de Fidencio,  provocando ya su propio placer.

Mientras el viejo Mario en silencio, para no romper el encanto de los amantes, no perdía detalles de la tremenda cogida de los amantes, ya parecida a la mejor película porno, que nunca espero ver en vivo, así que con paciencia esperaba su turno.

Mientras Sandra, contraía con más fuerza los músculos de su hambrienta vagina. Echando a la papelera el ultimo desquició de su vergüenza siendo mayor el placer que estaba sintiendo. Y morbosamente por su mente paso que muchos hombres desearían estar en el lugar de aquel, afortunado viejo...

Sandra en un momento desbordado de pasión comenzó a mover sus caderas frenéticamente contra el miembro del hombre, besándolo solo como lo hacía con su esposo, ella nunca supo si fue por lo caliente que estaba o porque deseaba que el hombre acabara, solo supo que esos movimientos salvajes nunca los haría con su esposo, hasta beso al viejo con una pasión que falto poco para que se desatara su orgasmos, solo por eso se contuvo un poco y dejo que el hombre le siguiera dando placer, ya que ella misma desconocía todo lo que era capaz de hacer, si saber que esa misma noche ella misma descubriría cual caliente podía ser en la cama, facetas que nunca pudo aflorar con su esposo.

Mientras el hombre seguía gozando de la mujer, sin saber que pensamientos tenía la chica. El solo no dejaba de besar, chupar y mordisquear el cuerpo de la mujer por más de 35 o 40 minutos, de vigorosos movimientos.

Tanto tiempo de pasión contenida, hicieron que su vagina y todo su vientre comenzaran a sentir la sensación de un orgasmo, esto a pesar de su goce la lleno de terror ya que no sabía cómo iba a reaccionar todo su cuerpo, si esto sucedía, pero su mente se le comenzó a nublar...  y recordando por última vez que era una mujer casada, quiso evitar el placer del orgasmo, sentimiento solo reservado para su esposo. Hiso todo lo que su fuerza femenina pudo para quitarse aquel hombre de encima, pero este viendo que se quería escapar, paso sus brazos por detrás de su espalda, empujándola hacia el por sus hombros, para asegurar más las penetraciones y aprovechando que ella abrió su boca para gritar o que se yo, la comenzó a besar con toda la pasión que pudo. Aumentando sus envestidas, una y otra vez,  adentro y afuera, contra la cuca caliente de Sandra, ella a pesar de su lucha mental, su cuerpo estaba ganando la batalla, también no pudo contener sus movimientos, el goce superaba todas sus barreras, ya ni su marido la iban a detener en esos momentos

Esto fue lo más que pudo soportar la pobre mujer . Su vagina, su ano y todo su cuerpo comenzaron a vibrar de una manera incontrolable, Así que Sandra le comenzó a dar a su amante la caricia más divina que una mujer le puede dar a un hombre.

Su ardiente y jugosa vagina, comenzó a contraerse ya de forma natural, como un gigantesco tic nervioso, alrededor de aquel miembro, arqueando su cuerpo con la cabeza hacia atrás, del fondo de su ser salió un inaguantable. Grito.

AAAAAAAAAAAAUUUUUUUMMMMMMMM UUUUUUUUUMMMMuuuuuuFFFFFFFFFF.. DIOOOOOOOOOOOSSSSS AAAAAAAAAUuuuuuuUGGGGG AAAAaaaauuuuummm AAAAAAAAAuuuuUUMMMM queeeeeeeeeeeee RIIIIIIIIIIICOOOOOOOOOOOO OOOOOOOOOOO aaaaaauuuuuuu AAAAAAAAAGGGGGGMMMMM, DIOOOOOOOOOOOSSSSS AAAAAAAAAUUGGGGG AAAAAAAA.

Su orgasmo fue genuino, natural e inaguantable, imposible de ocultar, su grito se debió escuchar a kilómetros, el orgasmo más placentero en toda su vida sexual, sin saber que era el primero de muchos que tendría esa misma noche... Fue tan intenso que aún tenía sus caderas arriba, para hacer más profunda la penetración, abrazando con sus piernas al afortunado viejo, correspondiéndole el beso que este le estaba dando, su vagina seguía convulsionando y soltando líquidos como si se estuviera orinando, aguantados por el trozo de carne que seguía machacándole hasta el fondo de su útero, por suerte para ella que tomaba pastillas, ya que de tener aparato este se hubiera destrozado por aquella monumental verga, que seguía con su mete y saca zarandeando todo su cuerpo.

La bella mujer, de hasta hace unos minutos de gestos, palabras, y movimientos recatados, de pronto, se sintió rara al darse cuenta, de cómo gritaba, solo como lo deberían de hacer las mujeres de pocas vergüenzas,  ya que con su marido nunca fue capaz de comportarse de esa manera, con el siempre fueron gemidos, unos más altos que otros, cuando la pasión, la sobre cogía, tal vez,  para que él no la fuera a mal interpretar.

Fidencio trato de continuar un rato más pero no se pudo contener, al ver y sentir tanta pasión en su patrona, además que aún sentía, que su vagina le quemaba, y sus contracciones no cesaban. Fidencio ahora si se comenzó a mover más rápido y potente, sobre el cuerpo de la casada que se movía como podía ya que el hombre lo hacía más rápido y salvaje que ella.

Sandra solo se quejaba ahora si de placer, perdió el pudor que le quedaba, casi gritando por el placer que sentía. Ya que su orgasmo se hizo extrañamente interminable para ella.

Aaaaaauuuuuummmmffffff , Aaaaaauuuuuummmmffffff,  daaaaameeeee duuuroooooo meeeeeeteeeeelaaaaaa riiiiiiiiicoooooooo, Aaaaaauuuuuummmmffffff siiiii siiiii siiiii queeeeeee queeeeee riiiiiiiiiicoooooooo siiiiiiiiiiiiiiiiii aaaaaasiiiiiiii maaaaaaaaaaaas

Fidencio también bramaba como un toro, gozando del rico chocho de su patrona que seguía rodeándolo fuertemente con sus piernas. Moviendo sus caderas buscando las arremetidas de su verga

El tiempo para los dos fue eterno o breve, Sandra sentía que un orgasmo venia después del otro, o no sabía si era el mismo,  sin poder contener su cuerpo gritando de placer

AAAAAAAAAAUUUUUUUMMMMMMMM UUUUUUUUUMMMMFFFFFFFFFFF.. DIOOOOOOOOOOOSSSSS AAAAAAAAAUUGGGGG AAAAAAAA QUEEEEEEEEEE RIIIIIIIIIIIIICOOOOOOOOOOOOOO MEEEEEEEEEEE MEEEEEE COOOOOOOOOOOJEEEEEEEEEEEEEEEESSS SIIIIIIIGUEEEEEE SIIIIIIGUEEEEEE VIIIIIIIIEEEEEEEJOOOOOOO RIIIIIIIIIIIIIIICOOOOOOOOOOOOOOOO NOOOOOOO MEEEEEE LAAAAAA SAAAAAAAQUEEEEEEEEESSS AAAAAAAAAGGGGGGMMMMM, siiiiiiiiiiiiii DIOOOOOOOOOOOSSSSS AAAAAAAAAUUGGGGG AAAAAAAA, UUUUUUFFFFFF UUUUUUUMGGGGGGG uuuuuuuuummmmm

Las intensas contracciones de la vagina, de la infiel mujer hicieron que el hombre, no pudiera seguir aguantando su eyaculación por las compresiones de la cucasa que se estaba gozando.

Y comenzó a descargar toda su leche en lo más profundo de la mujer...  gritando como un animal herido

AAAAAAAAAAGGGGGGUUMMMMMMM QUUUUEEEEE CUUUUUUUCAAAAAA MAAAAAMAAAAAASITAAAÁA COOOOMOOOOO Meeee saaaacaaass laaaa leeeecheeee  UUUUUUFFFFFFFFFFF QUUUEEEEEEEE CUUUUUUUUCASAAAAAAAABROOOOO

El hombre expulso tanta leche que el mismo se asombró como sus testículo bombeaban sus mocos al interior de la vagina, Chorretones y Chorretones de leche caliente llegaron hasta al útero de la casada, prolongando su orgasmo, al sentir el calor del semen, haciéndola gritar otra vez, de placer

Siiiiiiiiiiiii fiiiideeeeennciiiiiiiooooooo daaaaaameeeeee tuuuu leeeeecheeeee caaaaaaliiiieeenteeeee

QUUUEEEEE MIIIEEEEMBROOOOO TAAAAAN RIIIIIICOOOOOOO LLEEEEEEENAAAAAAAMEEEEEE DEEEEE LEEEEEEEECHEEEEEEE SIIIIIIIIII

Junto a los quejidos del experto amante, que continuaba con su mete y saca en la vagina de la mujer, sintiendo aun las fuertes contracciones vaginales, succionando el miembro del afortunado viejo.

Nadie sabía, que esta noche, acababa de nacer una nueva Sandra, ese orgasmo marco en la mujer casada un antes y un después, que desde ahora, no sabía que comenzaría a disfrutar de los placeres ocultos del amor con estos viejos.

Los dos quedaron cansados respirando profundamente,  el hombre permaneció un rato dentro de la mujer, hasta que el miembro se fue poniendo más suave y comenzó a salir de la funda que seguía palpitando, se dejó caer al piso mientras Sandra se voltio de lado en el sofá, que habría que mandar a lavar, comenzó a  sentir como de su vagina salían, borbojones de semen, que corrían por su pierna, comprobó en vivo que si era posible tener varios orgasmos seguidos y de largos minutos de duración, como una vez se lo conto una amiga, ella nunca creyó que eso fuese posible, ya que con su marido tenía uno a la vez, el segundo tal vez, solo si él se recuperaba.

Después de un tiempo que nadie midió la chica se sentía desfallecer, por los orgasmos más intenso de su vida, sentía aun como su vagina y su ano, seguían con espasmos muy suaves, momentáneamente se olvidó de su marido y lo peor, se olvidaba de Mario. Que ya se estaba levantando del asiento, con su anormal macana, dispuesto a disfrutar de las carnes de su patrona. Él era el tipo de hombres que tiene mucha resistencia sexual sin contar que también se había tomado la dichosa pastilla azul. Y Sandra inocente no veía que un toro se le acercaba por detrás.

Mientras su marido dormía plácidamente después de haber disfrutado con su secretaria.

Continuara… solo si ustedes lo piden, aunque ya tengo la segunda parte casi lista.