Cambio en el portal

El nuevo vecino me volvió loco.

A principio del verano vino un nuevo vecino a nuestro portal, era un chico que había heredado el piso de su abuela, doña Consuelo, una mujer mayor bendecida por la fortuna de la lotería y que había decidido, con muy buen criterio, disfrutar de sus últimos años de vida conociendo los lugares que soñó desde sus libros de viajes.

La llegada de Oscar a la comunidad fue pasto de cuchicheos durante varios días entre los vecinos del portal, los cuales temían que el nuevo inquilino, debido a su juventud, alterara de alguna manera la normalidad en una comunidad demasiado tranquila, así que, en mi condición de presidente, me obligaron a comprometerme a mantener una charla con el joven con el fin de comunicarle las inquietudes de los vecinos.

Decidí dejar pasar un par de semanas para mi encuentro con el muchacho, pues supuse que tendría el trabajo propio de una mudanza y no tendría ganas de recibir visitas molestas. Mientras dejaba pasar el tiempo, coincidí con Oscar en un par de ocasiones. La primera vez él entraba en su casa y yo salía, olvide decir que éramos vecinos contiguos, y nada mas acertamos a presentarnos brevemente y le comuniqué mi intención de visitarle un día a lo que accedió encantado.

Pero fue la segunda vez que coincidí con él cuando mi visión hacia el cambio radicalmente y al tiempo, también mi vida. Lo que hasta el momento era la misma indiferencia que mostraba hacia todos mis vecinos se transformó en una curiosidad irrefrenable hacia la figura de Oscar que crecía día a día.

En aquélla segunda ocasión, coincidí con Oscar en las cercanías del vestíbulo de nuestro edificio, él avanzaba unos metros delante de mi y dedique le trayecto hasta el portal para observarle detenidamente. Oscar vestía unos shorts ajustadísimos, una camiseta de algodón y zapatillas de deporte, caminaba dulcemente, como si no pisara el suelo y fuera flotando a unos centímetros del firme, al fijarme en sus piernas, me di cuenta de que no tenía nada de vello y tampoco en sus brazos haciéndome dudar si se depilaba o era consecuencia de su insultante juventud y aun estaba padeciendo los cambios que en toda persona provoca la adolescencia. Tenía un cuerpo menudo y andrógino, cuya perfecta armonía terminaba de adornar una media melena castaña de brillo y belleza inusual. Toda esa visión se reflejo en una excitación que comenzaba a notarse en mi bragueta, aquel muchacho me atraía irresistiblemente. Acelere un poco la marcha para acercarme más a Oscar y fue cuando definitivamente comenzó mi perdición por llamarlo de alguna manera. Mis ojos no podían apartar la mirada del culito respingon del muchacho y mi pene logro su máxima erección cuando me pareció intuir que por debajo de sus shorts se marcaba el encaje de una tanguita que se intuía preciosa, lo cual me llevo a la sospecha de que tuviese algún conato con el mundo del travestismo, el cual siempre me había atraído.

Le alcancé al legar al soportal y cortésmente le saludé:

Hola Oscar!

Hola Jerónimo ¿cómo estas? – me contestó

Muy bien chico, gracias y tu?

Bueno... un poco cansado ya, ya sabes como son estas cosas de las mudanzas – me dijo- pero al fin he acabado de instalarme. Por cierto... ¿No dijiste que tenias que hablar conmigo?- me pregunto mientras me miraba con los ojos más verdes que nadie haya imaginado.

  • Si... – contesté mientras nos introducíamos en el ascensor- Lo que ocurre es que quería dejarte tiempo para que te instalaras.

Pues cuando tu quieras puedes venir.

Muy bien! ¿Qué te parece el sábado por la tarde?

Por la tarde... - dudó- seguramente salga a dar una vuelta.

Sería después de almorzar ¿Saldrás tan pronto? – pregunte con decepción – si no... no podría hasta dentro de dos semanas y los vecinos están inquietos.

El ascensor llego a nuestro piso y Oscar me dijo:

OK! A esa hora estará bien ¿Me permitirás invitarte a café?

Por supuesto! – contesté – será un placer, entonces... el sábado?

Perfecto.

Nada mas entrar en casa corrí a mi habitación y me desnude completamente, mi polla aun estaba dura como una barra de acero y me tumbe en la cama dispuesto a masturbarme. No podía olvidar la imagen del sublime culo de Oscar y mi mano derecha aferró mi polla suavemente mientras con la izquierda me pellizcaba los pezones. Cerraba los ojos para recordar los carnosos labios de mi deseado efebo cuando pronunciaban mi nombre.

¡Jerónimo! ¡Jerónimo! Jerónimo!

Mil imágenes venían a mi mente mientras mi mano había alcanzado un ritmo furioso en sus caricias sobre mi polla y mis pezones parecían pequeñas pollas brillantes por la saliba que mojaban los dedos con los que los pellizcaba. Pequeños grititos de placer salían de mi boca a cada pellizco mientras no paraba de susurrar el nombre de Oscar, deseando que fuera real, que en vez de mi mano fuera su mano o su boca las que aplacaran mi deseo.

Loco de placer, dirigí mi mano derecha a mis labios chupándola con deleite y no dejando ningún resto del liquido preseminal que poblaba mis dedos. No podía para de decir su nombre y mi mano izquierda había decidido golpear acompasadamente mis ya doloridos pezones, mi lengua seguía chupando mis dedos y el aroma a polla que emanaban me embriagaba.

Estaba fuera de mí, Oscar seguía en mi mente y de repente le imagine encima de mí, mi excitación me llevaba a creer que era real y así comencé a mover mi pelvis follandome al cielo como si fuera el culo de Oscar quien aprisionaba mi polla. Le imaginaba mirándome con ojos de pasión, sudoroso y mechones de su precioso pelo se le pegaban en sus sudados carrillos. MI lengua alumbraba al aire deseando juntarse con la suya en una danza lasciva y lujuriosa. Le veía gozando por mi ardor cuando empecé a correrme como nunca me había pasado, mi polla empezó a escupir leche como si fuera una fuente inagotable y levante mi cabeza para recoger mi semen con mis labios. Logre atrapar entre mis labios un poco de mi semen mientras el resto de mi gloriosa corrida caía sobre mi pecho desnudo. Mientras me bebía la leche, con mis manos recogía la que descansaba en mi torso y me las llevaba a la boca para seguir bebiendo el delicioso néctar que imaginaba era de mi soñado Oscar.

Una vez acabe de emborracharme con mi leche, me levante para ducharme. Mientras estaba en la ducha pensaba en lo que había hecho, nunca me había pasado nada parecido con ningún chico, y ahora, el chico que deseaba vivía en el piso pegado al mío, no sabia si eso seria algo bueno o malo, pues aunque creía estas seguro de haber visto debajo de los shorts de Oscar unas braguitas que podían delatar su inclinación sexual, bien es cierto que no estaba del todo seguro y mi sueño de estar con el podría convertirse en la mas terrible de las pesadillas sino tenia mucho cuidado, pero la visión de Oscar seguía martilleándome la mente incesantemente con lo que no pude evitar una nueva erección la cual dio paso a otra masturbación virulenta.

Los pocos días transcurridos entre mi delirio erótico con Oscar y mi encuentro con él los dediqué a pensar mi estrategia respecto al sábado y a espiar a mi vecino. La sospecha de que Oscar usase ropa interior femenina fue incrementándose con el hecho de que en el, tendedero que tenia instalado en el interior de su terraza pude ver alguna prenda femenina tendida y las masculinas las tendía en el tendedero exterior, como si quisiera que nadie las viese. Alentado por este hecho, no dejaba de pensar el momento de mi nuevo encuentro con él.

El sábado, al fin llegó, me levanté temprano bastante nervioso, me duche y salí a comprar, a la hora del almuerzo, llegue a casa y me cocine la comida con impaciencia y deseando que llegasen las tres, hora que había fijado para mi visita.

Después de comer, me vestí, he de decir que a pesar de mis treinta y tres años aun me conservo bien pues hago deporte y tengo un cuerpo bastante musculazo y fibroso, así que opte por ponerme unos jeans superajustados y una camisa blanca que desabotonada los dos primeros botones, lucia mi torso moreno de una forma muy sexy. Me perfumé y me percate de que, debido a mis nervios, mis manos temblaban de una manera bastante evidente, así que decidí tomarme una copa rápida para calmarme un poco.

Al fin estaba preparado, así que salí de mi casa y llame al timbre de la casa de Oscar, pero esa.... es otra historia.