Cambio de vida (3)

Cambio radical de vida. Para que luego digan que la vida no te depara sorpresas.Continuación, y giros que jamás habría esperado... Y la cosa continúa.

Durante esos primeros días después de mi "renuncia" al puesto de director, me dediqué a poner un poco en orden mis cosas; ¿mi vida?, poco a poco iría tomando forma su nuevo "orden"; eso no me preocupaba.

Según directrices de Juan en la reunión que tuvimos el día 2, preparé en cajas los enseres de Cristina, y los pasó a buscar una agencia de transportes, previa llamada. En pocos días, dos mudanzas desde mi casa: ¡Increíble!. Eliminé de mi casa cualquier rastro que me pudiera recordar a Johanna, pero no por nostalgia, tal vez por algo de rencor, pero sobretodo por asco. Pero bueno, yo, en cierto modo se la jugué, y ella me la jugó, estábamos empatados. Pinté las paredes de colores distintos, cambié los muebles de sitio, añadí algunos nuevos, me cambié el ordenador, el televisor y el equipo de música, y por supuesto nutrí bien el botellero de casa a base de buenos vinos, cavas y licores variados.

La benevolencia de Juan y Alicia, en cuanto a lo económico, me sorprendió de veras. Quise pensar, que la cuestión se trataba básicamente de recompensar mi fidelidad laboral hacia ellos, y del mismo modo, pagar mi alejamiento de su hija. ¿Qué pasaba con ella?. ¿Porqué esa forma de preservarla de cualquier compañía masculina a ultranza?. Eso, si que me resultaba extraño, pero, como dice el famoso dicho: "Ande yo caliente, y ríase la gente", y el dinero que me proporcionó mi súbito despido, iba a permitir que pudiera pegarme la vida padre durante unos cuantos meses, antes de mi reincorporación laboral.

Toda ruptura, implica también pequeños desajustes en la vida social. Claro, debido a los motivos por los cuales se rompió mi historia con la holandesa, la mayoría de amistades me dieron de lado. Divertidísimo; como si ninguno y ninguna de todos ellos tuviera historias fuera de su pareja, ¿no?. Pero bueno, ya que estaba dispuesto a cambiar radicalmente en todo, ¿porqué no cambiar también en este tema?; además, siempre me he considerado lo suficientemente sociable como para no tener problemas en conocer gente nueva, e ir creando lazos de amistad.

Anna, por su parte, poco a poco me iba descubriendo interesantes facetas de ella. Para empezar, fue ella quién me ayudo a pintar el piso, por ejemplo. También fue ella quién me aconsejó colores, e incluso formas de redecorar con lo mínimo la casa. Estaba ociosa ella también, y claro, debido al tiempo libre, pues no le importó echarme una mano. Yo, estaba convencido de que la recompensa económica que tuvo por el despido, había sido bastante menor que la mía; gran error: Anna, en vistas de los motivos de su despido, la falta de moral, etc, etc, etc, jugó sus cartas, y demostró ser mas avispada de lo que yo pensaba.

En nuestro primer trío, en la trastienda del local donde iba a trabajar ella, mientras Cristina y yo hacíamos de todo, ella nos estaba filmando con su teléfono móvil; muy bien, pues ella, dadas las circunstancias de su despido, jugó sus cartas con esa filmación, obteniendo también una fuerte suma de dinero por esas imágenes, de manos de Juan y de Alicia, en las cuales se veía a su hijita de sus amores siendo vilmente follada, con lo cual, ambos, habíamos sacado tajada de la situación, y lógicamente, ella, también había pensado pasar una larga temporada dedicada al ocio.

Pasábamos mucho tiempo juntos, la mayor parte de las veces, en mi casa, y si no estábamos follando y dando rienda suelta a todo nuestro repertorio de opciones sexuales, dedicábamos también el tiempo a ver películas, emborracharnos, sacarnos fotos desnudos, y un sin fin de cosas mas. También hablábamos mucho, y por ella, supe que su compañera de piso, Gabriela, era otra zorrita de mucho cuidado; ellas dos, se lo habían montado un montón de veces juntas, e incluso, habían compartido amantes, masculinos y femeninos, con lo cual, en mi interior, sabía que solo era cuestión de poco tiempo para que introdujéramos a su compañera dentro de nuestros juegos.

Era un jueves por la noche, ya hacia finales de Septiembre, cuando estábamos los dos echados en el sofá, desnudos, yo en un lado, y ella en otro, aproximando sus pies a mi cara para que con mi lengua, diera buena cuenta de sus deditos y de sus plantas. Me encantaba eso: lamer, chupar y saborear sus ricos y suaves pies. Mientras, con uno de los míos, le iba masajeando el coñito, el cual, para no variar, estaba humedo, como siempre vaya. Teníamos puesta una película de dvd, a la cual, yo no prestaba la mas mínima atención, claro, en esos momentos, tenía cosas mas importantes que hacer.

Sonó el teléfono móvil de Anna, y enseguida fue a cogerlo. Era Gabriela, la cual, le estaba contando que sus planes nocturnos se habían ido al traste, y le preguntaba al mismo tiempo si ella iba a hacer algo, ya que no le apetecía volver a casa. Anna, le comentó que estaba en mi casa, y que si quería, podía acercarse a tomar unas copas, la cual cosa, aceptó al momento. Le dio las señas, y en media hora, estaba llamando a la puerta.

Cuando colgó el teléfono, Anna, no me dejó ni hablar. Me dijo que esa noche, la íbamos a pasar de maravilla. Nos vestimos, y mientras yo preparaba una cubitera y metía dentro una botella de buen vino blanco, ella empezó a ambientar el comedor, esparciendo montones de cojines por el suelo, encendiendo velas y velones, y perfumando el ambiente con incienso.

Anna, abrió la puerta a Gabriela, la hizo pasar al salón, y esta, al ver el ambiente que se había creado en él, puso cara de sorpresa, de agradable sorpresa: la luz tenue de las velas, el aroma de vainilla del incienso, las copas de vino preparadas para ser llenadas y vaciadas cuantas veces hicieran falta, etc. Por mi parte, supongo que no pude dejar de poner cara de sorprendido ante la gran belleza de su amiga. Venía vestida con una faldita corta, una torera, y dentro de ella, una suave blusita de gasa que al ser casi, casi transparente, hacía que se vieran sus pechos casi por completo. También llevaba unos zapatos de tacón alto, los cuales, con la excusa de que le hacían daño, se los quitó casi de inmediato, dejando a la vista unos pequeños y preciosos pies.

Ante esta acción, y rompiendo el hielo a lo bestia, Anna, le comentó que fuera con cuidado, ya que yo, cuando veía unos pies bonitos, me abalanzaba a ellos para lamerlos y besarlos. Gabriela se rió, y dijo que después del suplicio del calzado que se había puesto, no le iría nada mal un masaje en los pies. Pues nada, que una vez estábamos ya los tres acomodados en los cojines y con las copas de vino llenas e íbamos charlando, ella, y con una sonrisa maliciosa, me acercó sus pies a mis manos para que se los fuera masajeando.

La verdad, no sé si lo estaba haciendo bien o mal, pero el caso es que Anna, en cierto momento, y notando la cara de éxtasis de su amiga y la tremenda erección que asomaba por mis pantalones, se acercó, me empezó a comer la boca y a susurrarme cosas e ideas guarras para poner en práctica entre los tres. En ese momento, aparté un poco la cabeza y cogiendo uno de los dos pies de Gabriela, los cuales estaban entre mis manos, me lo llevé a la boca, empezándolo a lamer y chupar como a mi me gustaba hacerlo. Eso, simplemente había sido el pistoletazo de salida de la gran maratón de sexo que nos íbamos a pegar en esa noche.

De chupar uno de sus pies, pasé al otro, y después, los dos a la vez. Con ello, estaba llegando al éxtasis, pero claro, quise mas, y arrastrándola levemente hacia mi, cogiéndola por las piernas, empecé a recorrer sus piernas con mi lengua, llegando minutos después a su ya chorreante coñito, el cual, estaba, al igual que el de Anna, perfectamente depilado. La ausencia de ropa interior, facilitó mi llegada a él, y después de hacer una leve prospección del terreno con mi lengua y con mis dedos, me incorporé un poco, me eché encima de los cojines boca arriba, e hice que la chica se medio levantara para que pudiera ponerse encima de mi boca con su rajita totalmente ofrecida.

Mi lengua y mis labios, parecían volverse locos, y a pesar del olor fuerte de su flujo, no podía hacer nada mas que chupar, lamer y chupar mas, cada vez mas. Anna, por su parte, y sin querer quedarse sin su parte del pastel, fue despojándome de mis pantalones, dejando a la vista mi polla, la cual, estaba coronada por el glande que estaba a punto de estallar. Rápidamente, acercó sus labios, y empezó a hacerme la chupada mas placentera que recordaba yo en mucho tiempo. Se estaba esmerando al máximo, y si bien, dentro del trío, en ese momento, ella estaba adoptando la posición mas pasiva, sabía positivamente de que en un momento u en otro iba a llegar su turno, ya fuera en modo de chupada de coño o de follada.

Gabriela, cambió ligeramente de posición, y sin quitar su coño de mi boca, bajó su cuerpo y su cabeza, hasta quedar los dos en la posición del 69. Ahora eran esas dos fantásticas hembras las que me estaban chupando la polla y los huevos. No paraban, y yo, no sabía cuanto tiempo podría aguantar hasta soltar mi leche sobre sus caras. Yo, al mismo tiempo, iba alternando las chupadas y los lametones en su coñito, con el agujerito de su culo, el cual, parecía calcado al de Anna: Dos preciosas nalguitas redonditas y duras, las cuales, apretaba con fuerza con mis dos manos. Mi lengua se llegó a meter dentro de sus agujeros, tanto el del coño como el del culo, arrancando en ella, sonidos de placer de todo tipo, distintos, pero con la misma intensidad que los que yo mascullaba, dado el placer que me estaban proporcionando esas dos putitas.

De pronto, Gabriela, volvió a su posición inicial, levantando su cabeza y tronco, quedando casi sentada sobre mi cara; en ese momento, Anna, aprovechó para ponerse a horcajadas, una pierna a cada lado, y meterse mi palpitante polla dentro de su coñito. Yo, y a pesar de la dificultad de la posición, y notando que ella se la estaba empezando a meter dentro, presioné, metiéndola toda de golpe, arrancándole un grito de placer, y empezando ella a botar encima mío.

Estando en esa posición, y pocos minutos después, nos corrimos casi al unísono los tres. Yo dentro del coño de Anna, y Gabriela dentro de mi boca, notando en ella sus espasmos de placer, que duraron bastante. Unos segundos para recobrar el aliento, y a la mulata, le aguardaba otra tarea: Anna, enseguida, le ordenó que se levantara, que fuera hacia ella, y que le comiera el coño, para así, pudiera tragarse todos los restos de flujo y semen que brotaban de él. Por su parte, ella, hacía lo mismo pero con mi polla. Al mismo tiempo que Gabriela le estaba comiendo todo el coño, Anna me estaba limpiando a conciencia mi polla con su boca.

Yo quedé roto después de ese orgasmo, y seguramente, el olor y el sabor que había quedado en mi cara y en mi boca, hicieron que pronto, pudiera estar a punto para otra sesión de folleteo: Había descubierto de que me encantaba el sabor y el olor del coño de Gabriela.

Los tres, nos reincorporamos, y esta vez, a diferencia de hacía solamente un rato, estábamos bastante mas juntos que por entonces, y dando buena cuenta del vino, el cual, iba a ser otro factor a tener en cuenta para nuestra total desinhibición.

Gabriela, a parte de ser una hembra excitante y exuberante, se me había descubierto como una gran folladora, al igual que Anna, pero a esta, ya la tenía sobradamente conocida en esos momentos. Ellas, al mismo tiempo, estaban encantadas de tener un compañero de cama experimentado y con aguante, ya que según me había confesado Anna en algunas ocasiones, era frustrante a veces el comprobar como a muchos se les iba la fuerza por la boca, y a la hora de la verdad, no daban la talla ya que aguantaban nada y menos.

Estuvimos un buen rato charlando, antes de proseguir; hablábamos de sexo y de posibles juegos que podíamos realizar. Sin duda, a parte de ser ambas tremendamente activas, eran también muy imaginativas, ya que de sus bocas no hacían mas que brotar experiencias, ideas y anhelos la mar de singulares. Pero esa noche, no íbamos a dar cabida a esas singularidades, y una vez y otra íbamos a ir al grano, a lo seguro, al sexo salvaje.

Sin darme cuenta, durante esa noche, estaba redescubriendo el verdadero significado de la palabra sexo, y del valor real de la desinhibición en él, ya que entre los tres, no hubo tabú alguno. Desde la actividad o la pasividad, cada cual, miraba por busca el máximo placer posible, en uno mismo, y para los demás: cuando yo me follaba el coño o el culo de una, esa le estaba lamiendo el coño a la otra y viceversa; si yo le lamía el coño a alguna de las dos, la otra me follaba o me comía la polla con fuerza y severidad. Fue una noche de placer absoluto. La primera de muchas, ya que entre los tres, se iban a producir muchísimos encuentros del mismo tipo y con variantes, en el futuro.

De estar en el suelo entre los cojines, pasamos a los sofás, y de los sofás, a la cama, donde en esta, y después de varias horas de intensa actividad sexual, quedamos los tres rendidos, durmiendo abrazados hasta el medio día del día siguiente.

Gabriela, trabajaba de relaciones públicas y camarera en un restaurante del puerto. Pero claro, ese día no llegó puntual. Eso si, no era el primero; antes de ese día, hubieron muchas impuntualidades mas, cosa que hizo que fuera despedida. Así, entre los tres, se cerraba el círculo de los desempleados, solo que, tanto a Anna como a mi, en esos momentos, no nos hacía falta trabajar, pero a ella si.

Cuando se lo comunicó telefónicamente a Anna, la cual se encontraba todavía en mi casa, ella, le intentó quitar hierro al asunto, ya que a parte de ser excelentes amantes, eran muy amigas, y Anna, estaba dispuesta a hacerla partícipe de su vida ociosa, mientras pudiera. Gabriela, volvió de nuevo a mi casa, y entre los tres, improvisamos una comida, que debía de servir, tanto para apaciguar sus ánimos, como para hacer planes para el futuro mas inmediato. Así que entre la comida, el vino, y los ánimos, la cara de Gabriela fue adquiriendo otro semblante. Al cabo de un rato, se la veía mas alegre y esperanzada.

Todavía hacía calor, y por las previsiones meteorológicas, se auguraba un octubre bastante cálido todavía, así que una de las propuestas que hubo en medio de la comida, que en este caso fue mía, era la de salir de Barcelona, e ir de viaje a algún sitio, o incluso, alquilar algún apartamento en la costa. La idea, les pareció estupenda a ambas, y dedicamos parte de la tarde a discutir cual iba a ser nuestro destino: ¿Un lugar con mucha fiesta o un lugar tranquilo?... ¿Un lugar en España, o fuera, en el extranjero?... Muchas fueron las opciones e ideas que fueron surgiendo, pero visto que no nos poníamos de acuerdo, y dado de que era viernes, y ya se acercaba la noche, decidimos salir por ahí de fiesta, a ver si con las copas y el cachondeo, se nos aclaraba un poco la imaginación y encontrábamos alguna posibilidad a la medida de los tres.

Ellas, se fueron para su casa, para cambiarse de ropa y arreglarse, mientras, yo, me ocupé de conseguir mesa en algún buen restaurante. Una vez cumplido mi objetivo, me di una ducha, me vestí, y cogí el coche rumbo a casa de ellas. A las 9 de la noche, estaba puntual en su casa, y ellas ya estaban esperándome. Nos dirigimos a la zona del Born, donde estaba el restaurante donde íbamos a cenar, y dado que la reserva la teníamos para las 10’30, dedicamos el tiempo a tomar unos vinos en una de estas tascas vascas que había en la misma calle.

Los ánimos de Gabriela ya eran otros. Gracias al apoyo de Anna y mío, estaba muchísimo mas animada y despreocupada que al medio día. La conversación de antes y durante la cena, fue muy distendida. Ellas, y dado de que realmente conocía poco de sus vidas, me fueron poniendo al tanto de ellas, yo, al mismo tiempo, también hice lo mismo. Con ellas dos, era como si hubiera empezado a construir una casa por el techo. Era algo raro, inusual, por lo menos para mi, pero parecía que a los tres, esa situación nos iba bien, así que, ¿de que debíamos preocuparnos?.

Las dos, poco a poco, me iban descubriendo como era su mundo. No entendían de lazos de fidelidad sexual, pero si de desenfreno, de libertad, e incluso de libertinaje. Parecía como si quisieran sentar unas normas con respecto a nuestra relación a tres bandas. Ellas, no se iban a enfadar si yo me acostaba con otras mujeres, y del mismo modo, yo no debía hacerlo si ellas se acostaban con otros hombres, pero, lo que si me dejaron claro, era que sabían que con ese triángulo, podían llegar a disfrutar mucho, así que, no estaban dispuestas a renunciar a ello. A mi, esas pequeñas directrices, me parecieron estupendas, si. Con ellas, disfrutaba al máximo, pero si podían surgir mas oportunidades, no tenía porqué desaprovecharlas. Además, yo, había finalizado recientemente una relación medianamente larga, así que, no quería oír ni hablar de ataduras, compromisos, ni nada que se le pareciera.

La cena, se alargó mas de esperado, ya que después de degustar varios platos y postres, dedicamos mas tiempo a la charla preocupándonos también de que nuestras copas nunca estuvieran vacías de whisky. Era ya la media noche pasada, cuando abandonamos el restaurante, bastante mas alegres que cuando entramos, lógicamente, por el efecto del alcohol. Era la hora de ir de bares, y mientras Anna, proponía lugares tranquilos, donde pudiéramos planificar nuestra escapada fuera de la ciudad, Gabriela y yo nos echamos encima de ella, negándonos a ello, ya que para eso ya tendríamos tiempo el resto del fin de semana; esa noche debíamos mirar de disfrutar y desfasar al máximo.

Fuimos de bar en bar, copas, risas, mas copas, mas risas. Ellas, eran el foco de atención de todos los tíos que habían en los lugares donde entrábamos, por mi parte, no me preocupaba de otra cosa que tener en una de mis manos un vaso bien lleno, y en la otra el culo de alguna de las dos. Definitivamente, cerca de las tres de la mañana, estábamos los tres borrachos y muy, muy cachondos. Nos dirigimos a una conocida discoteca del puerto olímpico, detrás del Hotel Arts; la cola de gente que había para entrar era interminable, pero gracias a que Anna era amiga de los porteros, no tardamos ni un santiamén en estar dentro, dirigiéndonos a la parte de arriba de la misma.

Una vez ahí, hubieron mas copas y mas risas, pero poco a poco, los tres, nos fuimos disgregando. Anna y Gabriela no paraban de hablar con tíos de todo tipo que se les iban presentando, yo, me puse a deambular por el local en busca de material, yendo a parar a una parte donde estaba una chica rubia, mas o menos de mi edad, que me era bastante familiar. La miré, y ella enseguida me sonrió y se dirigió hacia mí: Hola Jesús, ¿Te acuerdas de mí?... me dijo acercándose y dándome dos besos en las mejillas. La verdad, es que bien, bien, no recordaba de que la conocía, pero ella, enseguida me sacó de dudas. Era Marta, una de las responsables de tienda de la empresa de Juan y Alicia. Si es que el mundo es un pañuelo.

Empezamos a charlar. Me preguntó sobre el motivo de mi súbita marcha de la empresa, y sobre la desaparición de Cristina al mismo tiempo, pero yo, me hice el esquivo, no le di explicación alguna, o por lo menos, la veraz. La invité a tomar una copa, cosa que aceptó enseguida; además, si yo ya iba algo pasado, ella, no se me quedaba muy atrás. Me comentaba que había salido con unas amigas, dado que al día siguiente, a pesar de ser sábado, tenía fiesta debido a una especie de rotación que les había impuesto el nuevo director.

La conversación era fluida y divertida, pero a la segunda copa que tomamos juntos, empezó a ser insinuante. En un momento de la charla, y mirando hacia el otro lado de la barra, me di cuenta de que ahí estaba Anna, en medio de dos tíos, tal vez algo mayores que yo, con una pinta de "Yuppie" que tiraban para atrás; entre los tres, estaban bebiendo y charlando, pero no me pasó inadvertido de que el que estaba a su derecha, le estaba sobando el culo. Eso, me puso tremendamente cachondo, entrando mi polla en estado de erección de ipso facto. Marta, seguía hablándome, con sus labios casi pegados a mi oído, y en un momento que se tuvo que apartar para que otra persona dejara un vaso en la barra, se pegó a mi, notando mi erección. Por acto reflejo, yo, la cogí de la cintura y de inmediato, nuestros labios se encontraron, empezando a morrearnos como dos adolescentes. Ella, al mismo tiempo, bajó su mano y empezó a sobarme la polla por encima del pantalón. Al cabo de unos pocos minutos, separamos nuestras bocas, me miró, y me dijo: ¿Nos vamos?.

Dicho y hecho, la cogí de la mano, y ambos nos dirigimos hacia la salida de la discoteca.

Situación: Yo no estaba en condiciones de coger el coche, ella tampoco, no habían taxis. Yo, estaba cachondo perdido, Marta, también. Yo no me había preocupado de despedirme ni de Gabriela ni de Anna, ella, tampoco de sus amigas, lo cual, sinceramente, nos importaba un rábano. Pero, justo detrás de donde estábamos, había uno de los hoteles mas impresionantes, sino el que mas, de toda la ciudad, así que, siguiendo ambos cogidos de la mano, hice que me siguiera al interior del mismo.

Tuvimos suerte, y pudimos coger una habitación, la cual, pagué tanto para lo que quedaba de ese día, como para el día siguiente. Antes, lógicamente le había preguntado si tenía algún compromiso para el sábado, y ante su negativa, tomé esa iniciativa, la cual cosa, pareció encantarle a ella.

Subimos a la habitación. Esta, era bastante grande, con una cama kilométrica, un cuarto de baño provisto de bañera de hidromasaje y un bar y nevera llenitos de botellines de alcohol y refrescos. ¿Necesitábamos algo mas?, la respuesta es: No.

Ya debidamente situados, empezamos a morrearnos de nuevo, al mismo tiempo, que nos íbamos desnudando el uno al otro. A medida que iba viendo el cuerpo desnudo de Marta, me iba poniendo mas y mas caliente, tenía un cuerpazo: Unos pechos que debían estar sobre la talla 100, algo caídos, eso si, pero no por ello dejaban de ser excitantes, una cinturita pequeña, unas caderas mas que aceptables y un culo que sin duda, en poco rato iba a devorar mi polla por completo.

Sin haber deshecho la cama apenas, la empuje hacia ella, quedando boca arriba totalmente ofrecida a mi. Me agaché, y sin mas preámbulo le empecé a comer el coño: otro sabor nuevo en pocos días. A medida que iba haciendo la prospección con mi lengua, ella, no paraba de retorcerse de placer. Yo, jugaba con su clítoris, mientras ella entre gemido y gemido no paraba de pellizcarse los pezones. El rato iba pasando, y estando yo por la labor, ella, no paraba de soltar líquidos por su rajita. Me levanté, me puse encima de la cama, y sin que ella se moviera apenas de su posición, me situé encima de ella, penetrándola sin problemas, dada la gran lubricación de su vagina.

Ella, se corrió enseguida, teniendo fuertes espasmos, y soltándome un montón de palabras soeces. Yo, a causa del exceso de alcohol, tuve que bombear bastante rato ese coño antes de correrme dentro de él, cosa que hizo, que antes de llenarla de leche, ella se volviera a correr como una loca.

Acabamos los dos derrumbados, y al cabo de unos minutos, ambos, estábamos medio incorporados en la cama, apoyados en la cabecera, tomando un refresco. Ella, estaba medio abrazada a mi, y con uno de sus pies, iba acariciando una de mis piernas. Conversábamos sobre lo que habíamos acabado de hacer, y supongo que ambos, teníamos la misma cara de satisfacción. Habíamos pasado del sexo salvaje, a estar dándonos dulces besos y caricias.

Estaba ya amaneciendo, y decidimos dormir un rato, antes de proseguir con nuestra aventura sexual. Yo, estaba echado boca arriba, y ella, medio de lado abrazada a mi, con una pierna encima mío.

Me desperté, miré el reloj, y vi que ya eran mas de la 1 del medio día. Tenía dolor de cabeza, fruto del exceso de alcohol de la noche anterior, bastante dolor de cabeza. Me levanté, fui al baño, y al volver, vi que Marta estaba dormida y boca abajo. La verdad es que se la veía preciosa, y excitante, claro, tanto, que al imaginar la forma en la cual iba a despertarla, mi polla se puso en erección casi al instante. Me acerqué a ella por detrás, y separándole las nalgas con cuidado, para que a causa de ello no se despertara, apareció ante mi vista el agujerito de su culo. Flexioné mi cuerpo hacia abajo, sin mover las manos de esa posición y acercando mi lengua a su precioso agujero. Lo mojé un poco con mi saliva, y empecé a lamerlo suavemente con la punta de mi lengua, pasando a escarbar poco a poco el agujero con ella. También la movía de arriba abajo buscando el final de su rajita.

Ella, poco a poco y de forma medio inconsciente lo empezó a mover, como invitando a que se lo fuera penetrando. Movió la cabeza, y con los ojos entreabiertos y en medio de un gemido, solo alcanzó a decir: Sigue, por favor.

Sin duda, le estaba gustando, y por lo que me dijo un rato después, fue un despertar de lo mas dulce para ella.

Mi lengua, no paraba de moverse, y ella, poco a poco iba poniendo mas el culo en pompa. Mis manos, ya no necesitaban estar ahí para abrírselo, ya que en esos momentos, ella, estaba ya casi a cuatro patas, y me lo tenía todo ofrecido. Mi capullo ya palpitaba, y yo, tenía ganas de probar lo apretadito que estaba ese agujero. Me incorporé, y apoyando una de mis rodillas en la cama y la otra en el suelo, empecé a rozar mi polla contra su agujero. Ella, me pidió que fuera con cuidado, ya que no estaba muy acostumbrada a ser follada por ahí, pero sin duda, estaba tan caliente como yo, y tenía ganas de tener mi polla ahí dentro.

La fui penetrando poco a poco, notando como ella, fruto del dolor, iba contrayéndose, e iba apretando mas y mas. Una vez la tuve toda dentro, con una de mis manos, iba masturbándole el coño, y en unos segundos, empecé con el mete y saca, escuchando ese sonido que tanto me excitaba: el que era producido por los golpes de mis huevos en su coño.

Ella gritaba y gritaba, y a la misma vez, pedía mas, cada vez mas. Movía su culo con ansia, y en pocos minutos, estaba descargando toda mi leche dentro de ella. Esta vez, tardé mucho menos que en la noche anterior, y marta, me estaba demostrando que era una verdadera putita. Una vez se la saqué de dentro, ella, giró su cabeza, y vi en ella una cara de vicio impresionante, y es que quería mas, mucho mas. Entonces, recordé lo de la bañera, y diciéndole que esperara unos minutos, me fui al cuarto de baño, y la preparé para que nos pudiéramos dar un buen baño, y algo mas, por supuesto.

Volví a la habitación, y ella me dedicó una preciosa sonrisa. La cogí con mis brazos en volandas, y la llevé al cuarto de baño, donde, una vez ahí, nos metimos los dos en la bañera. Primero me senté yo dentro de ella, y luego Marta, pegada a mi, dándome la espalda. Nos acariciábamos, nos besábamos, jugábamos, hasta que mis manos, fueron en busca de su coñito. La tenía rodada con mis brazos, y mientras con una mano le acariciaba el clítoris, con la otra le separaba sus labios vaginales, y la iba penetrando con dos dedos. De nuevo, ella, era un mar de gemidos. No paraba de decirme el placer que estaba sintiendo, y como yo, hacía un rato cuando la estaba enculando, no tardó mas que unos minutos en correrse como una loca.

La sensación, era impresionante. Notaba como su cuerpo temblaba, como sus piernas se movían, y como la espuma que casi sobresalía de la bañera vibraba ligeramente a causa de sus rápidos movimientos.

Ella, giró su cabeza y uno de sus brazos, y medio rodeándome, me dio un morreo de antología. Me decía, que hacía tiempo que no sentía tanto placer, y que lejos de olvidar lo de la noche pasada, por lo del alcohol, lo recordaba y se excitaba mas y mas a causa de ello. En verdad, había dado con otra hembra caliente, caliente.

Seguimos en la bañera un rato, y después de sacarnos la espuma de encima y de secarnos, volvimos a la cama, llegando al punto de conclusión, que debíamos comer algo, ya que el hambre que teníamos ambos, estaba causando ya estragos. Escogimos algunos platos, y llamé al servicio de habitaciones para encargar la comida. Durante la espera, revisé el teléfono, y vi que había una llamada perdida de Anna, así que, como Marta, estaba también en los mismos menesteres, le devolví la llamada.

No le di demasiadas explicaciones, solo que estaría ilocalizable hasta el medio día del día siguiente, o sea, del domingo. Entonces, quedamos que me pasaría por casa de ellas para comer. También le pregunté que como había ido la noche, y me respondió que mal, pero bueno, que ya me comentarían cuando nos viéramos para comer. A su vez, ella, me dijo en medio de una especie de risita que no me preguntaba por que por lo que parecía a mi me había ido bien; la respuesta, naturalmente, fue: Si.

----- Continuará -----