Cambio de vida (2)
Cambio radical de vida. Para que luego digan que la vida no te depara sorpresas.Continuación, y giros que jamás habría esperado.
Yo no dejaba de apretar sus duras y redondas nalgas, con mis manos, mientras me corría dentro de ella. Anna, con las suyas, se aferraba cada vez mas fuerte a la mesa como para no derrumbarse, y nuestros gritos y jadeos fueron mas intensos cada segundo que pasaba. Rato después, al recordar ese orgasmo, tuve que hacer muchos esfuerzos para recordar otro que se le pareciera, y es que durante todos mis años con Johanna, no había tenido ninguno parecido a este ni por asomo; a decir verdad, quedé muy satisfecho de haber follado como dios manda después de tantos años llenos de convencionalismos y tabúes.
Después de eso, quise comprobar lo guarra que podía llegar a ser Cristina, y cuando saqué la polla del culo de Anna, le di la vuelta, y ambos nos fundimos en un cálido morreo; nos comíamos la boca con desesperación, y es que en verdad, tenía muchas ganas de hacerlo, de probar su lengua, de sorberla con mis labios como si fuera a tragármela. Mientras, cogiendo a Cristina por la nuca, hice que se agachara, amorrándola a mi polla para que me la limpiara de todo resto existente de la follada.
Me la estaba comiendo como si la vida le fuera en ello, me masajeaba los huevos, y su lengua y labios no paraban de chupar y lamer mi glande. Sin lugar a dudas, estaba demostrando ser toda una maestra en estos menesteres, y con el trabajo que me estaba haciendo, estaba prolongando el enorme placer que me había proporcionado la enculada que le había hecho a su amiga.
No se cuanto tiempo estuvimos enredados de esa forma, pero, al cabo de lo que supongo que fueron unos minutos, Cristina se levanto de su posición, y nos llamó enseguida la atención: Ella también quería su parte; estaba extremadamente caliente. Me volteé hacia ella, y mientras nos dábamos un morreo, con una de sus manos me agarró los huevos, estirándome de ellos con fuerza, como si fuera a arrancarlos. Quería que la follara; que la follara con fuerza, con mucha fuerza.
Aparté a Anna, cogí a Cristina con mis dos manos, y la senté de golpe en la mesa, recordándole en todo momento lo muy zorra que era. Ella, a su misma vez, de algún modo asentía, y en un momento determinado, dijo no ser una zorra, sino mi zorra, mi puta, mi guarra, y a saber cuantos "dulces" calificativos mas se atribuyó en pocos segundos. Eso, hizo que yo quedara totalmente encendido, pegándome a ella, y empezando a follarla con toda la violencia posible. A pesar de su juventud, tenía un coño bastante experimentado, y engullía de forma golosa todos los envites que le propinaba.
Anna, lejos de participar activamente en la acción que estábamos ocupados su amiga y yo, estaba ocupada en otros menesteres: con una mano, se estaba masajeando el coño con fuerza, y con la otra, sostenía su teléfono móvil, con el cual, estaba filmando la follada que le estaba propinando a Cristina, mientras esta, a su vez, no paraba de gemir, jadear y gritar como una perra, clavándome las uñas en mis hombros y espalda.
De nuevo, y al cabo de unos minutos de fuerte mete y saca, llegaron los orgasmos. Nos corrimos casi a la vez, produciéndome de nuevo una gran e intensa sensación, que a partir de esos momentos, tan familiar se me iba a hacer. Yo, no pensaba en nada, simplemente, en la suerte que había tenido de encontrar a dos zorras de tal calibre.
En medio de un olor a sudor, flujo vaginal, semen y no se cuantas cosas mas, que llenaban la atmósfera del cuarto, saqué la polla del coño de Cristina, obligando esta vez a Anna a limpiármela, lo cual, acepto hacer de muy buen grado.
Pasamos todavía juntos unos cuantos minutos, entre caricias, besos, y deseos y promesas de placer y sexo para el futuro, por lo menos, mas próximo. En cualquier caso, los tres debíamos recomponernos, ya que dos de nosotros, Anna y yo, teníamos obligaciones: Anna en la tienda junto a sus dos compañeras y yo que debía volver a la gestoría con los papeles olvidados.
Salí de ahí con las piernas medio temblorosas, pero con la sensación de haberme quitado unos cuantos años de encima. Realmente, estaba recapitulando rápidamente sobre lo sucedido hacía solo unos minutos, mientras andaba por la calle en dirección a la gestoría, y creo que me pellizqué mas de una vez para cerciorarme de que no lo había soñado; y es que no era para menos, me había acabado de follar a dos maravillosas hembras, de las cuales, una, por cuestión de edad, podía ser perfectamente mi hija. ¿Si tuve remordimientos por haber sido infiel a mi pareja?... ¿Si tuve remordimientos por haber traicionado la confianza de mis amigos?... Para ambas cuestiones, un "No" rotundo.
Como ya he dicho antes, mi relación con Johanna, aunque ninguno de los dos lo supiéramos, estaba mas que rota, ¿Porqué?, pues por lo mismo que he comentado antes, de que solo faltaba alguna pequeña chispa que encendiera la mecha de la ruptura, y esta había sido Cristina, la misma que, conocidas sus andanzas nocturnas por sus padres, se atrevieron a confiarme su tutela en Barcelona.
Antes de salir de la tienda, Cristina me comentó de que iba a pasar por casa para cambiarse, y que luego por la noche no volvería muy tarde. No creo que con ello me quisiera dar un aviso de lo que podría llegar a suceder, ya que a esas alturas, ambos, ya sabíamos como las gastábamos cada cual, en cuanto al sexo se refiere. Había bastado un solo rato de actividad, para saber que ambos estábamos a la altura de las circunstancias.
Los días siguientes pasaron rápidamente. El sexo con Cristina era diario, y con Anna, en algunas ocasiones. En lo laboral, todo iba sobre ruedas, y tanto las tiendas como la demás infraestructura de la delegación de Barcelona, ya estaba en funcionamiento. Solo quedaba inaugurar las tiendas, las cuales, dos días antes de la apertura, el 30 de Agosto, ya estaban en perfecto estado de revista. Ese mismo día, volvió Johanna a Barcelona. Fui a buscarla al aeropuerto, y como era de esperar, las sonrisas brillaron por su ausencia. Ella, me dijo que quería que habláramos.
Que cada cual tomara su camino era lo mejor, sin duda. Ella, lo había estado pensando durante su estancia en Holanda, y yo... Bueno, yo, desde luego, tenía unos planes, y desde luego, estos, no pasaban por que ella estuviera mas tiempo en mi vida.
Me comentó, que hacía unos días, al llamar a casa, se había puesto Cristina al teléfono. Evidentemente se sorprendió, ya que la hacía de tour vacacional por las Baleares, pero, a pesar de su insistencia de que si quería dejarme un recado, le contestó que no, que no hacía falta que me dijera de que ella había llamado, y así lo hizo, en ningún momento, Cristina, me comentó nada sobre la llamada de mi, todavía en aquellos momentos, pareja.
Digamos que me fue clara, me dijo que sabía que entre la chica y yo había ya algo. Intuición, cierta, pero simplemente una intuición, ya que a pesar de intuir que entre Cristina y yo ya habría pasado algo, creo, que nunca pudo llegar a pensar hasta donde había llegado la situación: las veladas de sexo junto con Anna y Cristina.
Nunca la había visto tan fría. Ni se inmutaba. Estaba rompiendo con su pareja, la cual le había sido infiel, y no mostraba ni el mas mínimo ápice de alteración. Así era ella, fría para todo, para lo bueno y para lo malo. En unas pocas frases, lo finiquitó todo, quitándome casi de la misma forma, el peso de tener que hacerlo yo. El piso en el cual vivíamos, en el Barrio Gótico, era mío, así que solo se trataba de que ella empaquetara sus cosas, y dejáramos atrás esos 6 años de aparente felicidad.
Quedamos en que al cabo de dos días, el día de la inauguración, sin estar yo en casa, ella vendría a llevarse sus enseres, con la ayuda de algunos amigos y compañeros de trabajo. Era lo mejor: no vernos mas, a no ser que fuera estrictamente necesario.
El día siguiente, por la mañana, lo dediqué a dar un rápido repaso por todos los locales, a hacer un montón de llamadas telefónicas y a preparar la llegada de Juan y de Alicia, los cuales, esta vez, iban a hospedarse en un céntrico hotel de la ciudad. Por la tarde, quise dedicarme a empaquetar ya unas cuantas cosas de Johanna, no sé si por facilitarle la tarea, o simplemente por el deseo que tenía de que desapareciera de mi vida, y así dar paso totalmente a una vida totalmente distinta y renovada.
Cristina, esa noche durmió conmigo, como ya cada noche, desde el día 21. Dentro de casa, ejercíamos de pareja; de fogosa pareja, ya que a parte de ir siempre desnudos, si no estábamos follando como dos conejos, aprovechábamos la mas mínima oportunidad para rozarnos, acariciarnos, besarnos, etc. Anna, esa noche, no estuvo con nosotros, pero si algunas de las noches anteriores, dando rienda suelta entre los tres, a tórridas sesiones de sexo. Ninguno de los tres se quedaba nunca al margen de nada: entre nosotros, siempre había alguna boca, culo, coño o polla que chupar, incluso, algo que me encantó y que pusimos en práctica varias veces, y era que mientras ellas dos se dedicaban a comer el coño, la una a la otra, en un "69", yo las iba follando por el culo, primero a una, y luego a la otra, algo, junto a muchas otras cosas, impensable en mi vida hacía unos pocos meses.
Y llegó el gran día. Todo estaba listo. Bien temprano, por la mañana, Cristina y yo nos dirigimos rumbo al Prat, para recoger a sus padres. Después de desayunar y pasar por el hotel, nos acercamos a las oficinas, para que pudieran dar un visto bueno a todo y por supuesto, que pudieran observar los progresos que había hecho su hija en el mundo empresarial. Todo, hasta el mas mínimo detalle, les pareció perfecto, y lógicamente, se mostraron muy conformes tanto con mi labor, como con la de su hija.
Hacia el medio día, cogimos el coche y nos dirigimos a ver las tiendas, una por una, dentro de las cuales, y habiendo seguido una línea de decoración similar a los otros puntos de venta dentro del país, prefirieron conocer al personal de ellas, mas que irse fijando en los detalles y en la implantación de la mercancía.
Comimos junto a las 4 responsables de tienda, para, además de terminar de conocerlas, atar pequeños cabos con respecto a la inauguración, ya que en la tienda principal, iban a asistir un grupo de personas conocidas, vinculadas al mundo de la cultura y del espectáculo. La hora escogida para ello, eran las 6 de la tarde, así que, después de comer, Juan y Alicia, decidieron acercarse al hotel, para descansar un poco y arreglarse para el evento. Yo, por mi parte, y junto a Cristina y las otras chicas, me dirigí al local donde iba a haber el ágape, para distribuir bien el catering, cava, vinos, copas, etc.
Entre trabajadores, personas invitadas por ellos, personas invitadas por parte de la empresa, etc, íbamos a ser unas 200 personas. Gente de lo mas variopinto: personas jóvenes, personas mayores, gente conocida, gente anónima, pero, entre todas ellas, mi vista, estuvo casi todo el tiempo fijada en Cristina y en Anna, las cuales, estaban impresionantes. Ambas, eran la sensualidad hecha mujer, y por qué no decirlo, eran blancos de las miradas, y a buen seguro de los deseos, de todos los hombres ahí presentes. De todos, menos de uno: Juan.
Juan y Alicia tuvieron un semblante serio durante todo el rato. Debido a mis obligaciones, apenas pude estar por ellos, pero no creía que esa seriedad fuera debido a ello. Se les notaba corteses con todo el mundo, pero tirantes; realmente, no sabría explicarlo, pero en realidad, eso, me estaba preocupando. En un momento determinado, vi a Juan que debido a una llamada que tuvo en su teléfono móvil, salió del local, manteniendo una conversación que denotaba cierto acaloramiento en la misma. No podía dejar de observarlo a él, y a Alicia unos metros detrás, con fuertes signos de nerviosismo. Solo pudo desviarme de eso Anna. En esos momentos, se puso delante de mí, con la excusa de presentarme a su compañera de piso, Gabriela, una chica mulata, de mas o menos su edad, unos 24 o 25 años.
Sin duda, era todo un bellezón; no muy alta, igual que ella, pero con unos labios, un escote, una cintura y un culo, que hicieron que mi mente empezara a trabajar imaginándolos entre mis manos y mi boca. Mientras Anna se fue a su lugar a llenar copas de vino y cava, ella, se quedó charlando conmigo. Era una persona de fácil diálogo, y muy resuelta, ya que a las mínimas de cambio, me comentó que estaba totalmente al tanto de la relación que estábamos manteniendo a tres bandas su compañera, Cristina y yo. Incluso, juraría que en cierto modo, me estaba buscando las "cosquillas", ya que dejó entrever de que ella, era también muy abierta respecto al tema del sexo.
Como pude, me hizo el esquivo, ya que a pesar de que estar charlando con tal belleza de mujer, era de lo mejor que se podía hacer dentro de esa velada, debido al montón de gente que había que no me importaban lo mas mínimo, me interesaba mas el poder llegar a saber lo que les ocurría a mis amigos y jefes a la misma vez.
La conversación telefónica de Juan se demoró bastante rato, tanto, que casi, casi, la terminó cuando el local estaba ya casi vacío.
Yo, tenía la intención de que al terminar la velada, nos fuéramos los 4, Alicia, Juan, Cristina y yo, a cenar a algún buen restaurante para celebrar la inauguración entre nosotros, y de algún modo, con mi invitación, corresponderlos dándoles mi gratitud por la oportunidad profesional que me habían brindado. Bueno, la profesional, y la "no profesional", pero esta última, por el momento, debía permanecer entre Cristina y yo.
Al comentarlo, rehusaron la propuesta, excusándose detrás de un aparente cansancio, eso si, quisieron que su hija les acompañara al hotel para cenar y charlar. Lo entendí perfectamente, no en vano, hacía ya unos meses que no se veían, justo desde que ella se trasladó a Barcelona.
Una vez cerramos la puerta, yo me dirigí a casa, con la esperanza de que Johanna ya no estuviera ahí, que hubiera retirado ya todos sus enseres, y que definitivamente ya no formara parte de mi vida. Quería tener una noche relajada.
En efecto, al llegar a casa, ya no había rastro de mi ya ex pareja. Se había llevado todas sus cosas, y me había dejado una nota en la cual me daba unas pocas indicaciones de lo que se había llevado y lo que se había dejado de llevar. La nota, muy concreta y muy concisa, con un breve "Hasta siempre" al final de la misma. A decir verdad, no sabía a donde se había trasladado, pero, como cada día, uno mismo, se va conociendo un poquito mas, en ese momento, me di cuenta de que era lo suficientemente superficial como para que el paradero de ella me importara un comino.
Me di una ducha; una larga y tonificante ducha. Al salir del baño, me senté en el sofá, con una botella de whisky y un vaso lleno de hielo, encendí el televisor, con la intención de quedarme ahí, apoltronado, hasta que quedara dormido, ya fuera por efecto del cansancio, o por el del alcohol, pero, no habían pasado 10 o 15 minutos, cuando sonó el portero automático. Me levanté me dirigí a él, y descolgué. Era Anna.
Subió los dos pisos en un momento, llegando enseguida ante mi, esbozando esa sonrisa maliciosa suya que le aparece siempre que tiene ganas de guerra. Me comentó que había hablado con Cristina, y que le dijo de que iba a pasar la noche con sus padres, que tenían mucho que charlar, bla, bla, bla, pero, que le extrañó que todo ello se lo dijo con una seriedad con la cual nunca la había visto. Le quité importancia al tema, diciéndole que eso tal vez sería cuestión de las apariencias delante de sus padres, etc.
Entró dentro de casa, y lo primero que me dijo, es que estaba tremendamente cachonda, y que tenía muchas ganas de una buena sesión de folleteo. Pues dicho y hecho, pensé yo, ya que a pesar de que esa noche quería estar tranquilo, el solo hecho de tener delante a Anna y notar su sensual olor, hacía que me pusiera como las motos.
Yo, llevaba puesto simplemente un albornoz, debido al poco rato que hacía que había salido de la ducha, y al llegar al comedor, Anna me empujó para que quedara sentado de golpe en el sofá, se quitó de un plumazo la blusa dejando al aire sus preciosas tetitas, y se puso encima mío a horcajadas, diciéndome mientras nos morreábamos, que tenía muchas ganas de sentir mi polla en su coño. Era una verdadera guarra. Se volvió a poner de pié, se quitó los pantalones, el tanguita, y poniéndose de pié encima del sofá, quedando mi cabeza entre sus dos piernas, me puso en la boca su rasurado coñito, el cual, estaba ya chorreando.
No podía parar de lamer y chupar esa maravilla. El sabor y el olor de ese coño me volvían loco, y casi desde el mimo momento de notarlo en mi cara, mi polla ya estaba totalmente tiesa y palpitante. Mientras sorbía su flujo, la agarraba con las dos manos del culo, follandoselo con dos dedos de mi mano derecha, la izquierda, la tenía pellizcándole sus dos pezones por turnos.
Yo me estaba volviendo loco de lujuria, y ella, de placer, tanto, que noté como se corría de golpe en toda mi cara. Sus piernas le temblaban como nunca la había visto, y su orgasmo, fue mas que sonoro, ya que sus gritos, me imagino que se debieron oír hasta mas allá del Mediterráneo. La aguanté en esa posición como pude, me escabullí de entre sus piernas, y una vez estuve de pié, me acerque a su oído para susurrarle de que aquello, no había hecho mas que empezar, que esa noche, se iba a enterar de lo que es bueno.
La cogí entre mis brazos, y me la llevé hasta mi habitación. Una vez ahí, la puse encima de la cama, la hice ponerse a cuatro patas, ofreciéndome el culo, y sin previo aviso, se la metí de golpe, empezando a sodomizarla con todas mis fuerzas. Al principio, se quejó, pero Anna, es una zorra de las buenas, y nunca hace ascos a una buena enculada. Estaba yo en ello ya hacía unos minutos, cuando la cogí, le di la vuelta, y dejándole el culo ofrecido gracias a unos almohadones que le puse debajo, seguí enculándola, estando ahora ella boca arriba. Eso me gustaba mas, la situación, ofrecía muchas mas posibilidades: Le veía la cara de cómo gozaba la muy cerda, le podía pellizcar los pezones, incluso, entre los insultos que le dedicaba, le escupía en la cara, cosa, que hacía que se pusiera mas y mas cachonda.
Sus pies, estaban en alto, casi a la altura de mi boca, cosa que hacía, que casi sin esfuerzo, pudiera írselos chupando también a medida que la iba enculando. Eso, me encantaba hacerlo, ya que siempre me había excitado el chupar, lamer y oler las plantas de la mujer a la cual me estaba follando, y por lo que parecía, a Anna también le gustaba que se los chupara, ya que en el modo que podía, dada su extraña postura, me los iba ofreciendo para que se los comiera.
Volví a ponerla a cuatro patas, debido a que esa posición nos estaba cansando a ambos. Siempre he sido hombre de mucho aguante, y con esta guarra, no iba a ser menos, así que podía estar todavía un rato con el mete y saca, aguantando el orgasmo. A medida que la iba envistiendo, mis huevos iban golpeando su coño, y realmente, estaban quedando empapados, debido a la gran cantidad de flujo que la cerda estaba soltando.
Y llegó el momento en el cual ya no podía aguantar, se la saqué de dentro del culo, le di la vuelta, la senté al borde de la cama, y empecé a correrme, lanzando varios chorros de espesa leche contra su cara. Ella quería mi leche, y después de lanzársela toda en su cara y pelo, con sus manos, la fue recogiendo y metiendosela en la boca y saboreándola como si de un gran manjar se tratara. Acto seguido, y estando yo todavía con la polla en plena erección, me la cogió, limpiando todos los restos habidos y por haber en ella, con su boca.
Este, no fue el único orgasmo que tuve esa noche, ya que estuvimos todavía mas de dos horas follando como dos cerdos, en todas las posturas posibles, por la boca, por el coño, por el culo, yo me comí su sexo, ella se comió el mío, y así, hasta que quedamos extenuados, en medio de un mar de sudor y pringosos de flujo y semen. Nos quedamos dormidos, abrazados, desnudos y casi, casi, con nuestros labios unidos. Estábamos rendidos, tanto por la dureza de la jornada, como por la intensidad de la sesión de folleteo con la que nos habíamos premiado el uno al otro.
Digamos que serían las 730 de la mañana, mas o menos, cuando sonó mi teléfono móvil. Me desperté, pero no tenía ninguna intención de ir a contestar. Insistían e insistían, y al final, y pasados unos minutos del primer timbrazo, accedí a irlo a coger.
¿Juan?... ¿Qué querría Juan a esas horas?... La verdad, me extrañó y contesté. Con una voz extremadamente seria, me dijo que teníamos que vernos de inmediato, que me emplazaba en las oficinas de la empresa para al cabo de una hora y media, o sea, a las 9 de la mañana. Quise decirle que si quería que lo pasara a buscar por el hotel, pero no pudo ser, ya había cortado.
Desperté a Anna, y le comenté el tema. Se levantó, nos dimos ambos una ducha, juntos, como no podía ser menos, tomamos un café, y cada cual por su lado. Intenté mostrarme lo mas normal posible con ella, pero no sé si había dado resultado, ya que la llamada de Juan me había alarmado bastante. Sabía y no sabía a que venía esa seriedad. ¿Qué podía tratarse sobre algo de mi relación con su hija?, pues si, la verdad es que si, pero, ¿no era ella ya mayor de edad?. En fin, pronto iba a saber lo que pasaba, aunque dentro de mi, me decía que no iba a ser nada bueno.
A eso de las 845, yo ya estaba abriendo la puerta de mi despacho, el cual, a la misma vez, servía de sala de reuniones. Encendí las luces de las oficinas, el aire acondicionado, ya que el personal no entraba hasta las 930, y cuando me disponía a hacer un café, apareció Juan, todo serio, como el día anterior, y con fuertes signos de no haber dormido en toda la noche, dadas sus ojeras.
Le ofrecí un café, lo aceptó, y acto seguido me invitó a que nos sentáramos en una mesa redonda que tenía en mi despacho para reuniones, etc.
Fue claro y conciso, aunque con cierto nerviosismo, y me comentó de que estaba al tanto de las andanzas de su hija y mías, las cuales, ni él ni su mujer aprobaban, ni como amigos, ni como propietarios del negocio que eran. No se todavía el porqué, pero mi primera reacción, fue intentar excusarme, aunque realmente, no tenía excusa posible, ya que lo que había pasado, fue algo que no intenté evitar en ningún momento, todo lo contrario, quise mas, y mas, y mas.
No tuvo el menor inconveniente en contarme como se habían enterado, y es que mi ex, Johanna, les había dejado una carta en el hotel, contándoles lo sucedido entre nosotros, y con su hija. Alicia y él, después de leer la carta, la llamaron, y ella les dio todo lujo de detalles, bien, los justos, ya que realmente, ella conocía de la misa la mitad, pero si los suficientes como para que ellos, lejos de aprobar esa situación, buscaran un remedio rápido al tema.
Juan, sacó de la americana un sobre. Al principio, pensé que se trataba de la carta que les había hecho llegar Johanna, pero al abrirlo, vi que se trataba de otra cosa. Era una carta de renuncia a mi puesto, la cual, solo debía de firmar para desvincularme de la empresa. También había un cheque con una mas que generosa cifra. Al principio, me negué a firmar dicha renuncia, ya que quise que entrara en razones: la mayoría de edad de su hija, el proyecto barcelonés de su empresa iba viento en popa, las perspectivas de futuro, etc, pero, la decisión de ellos, ya estaba tomada, querían quitarme de delante ya que ni por activa ni por pasiva aprobaban esa situación.
¿Qué iba a ser de Cristina?... Pues para ella, tenían también otros planes, y lógicamente, estos, no pasaban porque ella se quedara en Barcelona. Todo lo contrario. Ella, volvería a Madrid, si es que quería seguir junto a ellos, claro; también, según me dijo, le ofrecieron la posibilidad de que siguiera conmigo, pero, sin contar ni con el apoyo, ni ayuda económica, ni laboral de ellos, a lo cual y sin apenas discutir ella rechazó. La verdad, es que sin ese trabajo venido del cielo, yo no podía brindarle el tipo de vida al cual ella estaba acostumbrada desde siempre.
Total, que en pocos días, mi vida, volvía a dar un vuelco. Yo, abandoné la empresa a cambio de 150.000 euros, los cuales, me iban a venir de perlas para pasar una temporada sin hacer nada. Cristina, volvió con sus padres a Madrid, también a hacer algo que le gustaba mucho: vivir a todo trapo. Las tiendas y las oficinas, quedaron bajo la dirección de otra persona, la cual, ni se quién es y poco me importa.
Pero claro, esto no termina aquí: Anna, también fue despedida, aunque esta fue con una excusa un tanto singular para los tiempos que corren; el motivo que esgrimieron para despedirla, fue de comportamiento poco ético. Desde luego, que esa noche en el hotel, Cristina, debió cantar todo, de la A a la Z, y a causa de esto, Anna, se vió salpicada también.
¿Situación?... Era el día 6 de Septiembre, y yo estaba sin trabajo, sin pareja, sin una de mis amantes, pero con una fuerte suma de dinero en mi cuenta, un piso bastante grande para mi solo, y con una amante, Anna, que es el sueño de cualquier hombre, así que, no salí mal parado del todo de la situación.
Tenía intención de estar sin trabajar hasta el mes de Abril, ya que en ese mes, podía volver a mi antigua empresa. En su día, antes de cambiar a la empresa de Juan y Alicia, en vez de despedirme del todo, pedí una excedencia, para cubrirme las espaldas, claro; y bien que hice. Ahora, solo se trataba de pasar lo mejor posible esos 6 meses que tenía por delante. Anna, desde luego que entraba dentro de esos planes, y a buen seguro, alguien mas.
----- Continuará -----