Cambio de vida (1)
Cambio radical de vida. Para que luego digan que la vida no te depara sorpresas.
Hola. Me llamo Jesús, y soy de Barcelona.
Todo era normal en mi vida: Un trabajo normal, una relación de pareja normal, aficiones normales, etc. A mis treinta y tantos años, la verdad, es que estaba bastante acomodado a un estilo de vida, digámosle, convencional.
Pero la vida, nunca sabes el porque, siempre, tarde o temprano, te depara grandes sorpresas. Un día, te levantas por la mañana, y resulta que sin saberlo, tu vida va a dar un giro de 180 grados. Pues eso me pasó a mi hace unos meses.
Cierto día de la primavera pasada, y después de unos cuantos años sin saber nada de una pareja de amigos míos de Madrid, supe de ellos.
Eran cerca de las 9 de la noche del día 4 de Abril, y el teléfono sonó. Era Juan. Él y Alicia, eran una pareja, con los cuales, había hecho amistad hacía muchísimos años. Ellos, se casaron muy jóvenes, debido a un inesperado embarazo. Digamos de que el dicho ese de que "Los niños vienen con un pan debajo del brazo", fue mas que cierto en esa ocasión, ya que a las dos semanas de haber nacido Cristina, en 1988, la suerte les sonrió en forma de Lotería. Sí, les tocó una fuerte suma de dinero. Lógicamente, su ritmo de vida cambió; fue un vuelco importante, tanto en lo social, como en lo laboral, ya que ambos, dejaron sus respectivos trabajos y abrieron un par de negocios: Una zapatería y una perfumería. Como personas serias y de fiar que son, no hubo excesivos cambios con respecto a mi relación con ellos, solo que, debido a mas y mas compromisos que les iban surgiendo, y lógicamente a la distancia, nuestros encuentros para cenas, comidas, fiestas, etc, se fueron espaciando cada vez mas, pero eso si, nunca perdimos el contacto telefónico.
Me alegré de la llamada de Juan, y después de unos breves minutos de ponernos al tanto de nuestras últimas andanzas, me comentó que en 4 días estarían Alicia y él en Barcelona, y que a parte de vernos aprovechando la visita a la ciudad, tenían algo que proponerme.
¿Cuál iba a ser la propuesta?... La verdad, es que esos 4 días hasta que llegara nuestro encuentro, estuvieron llenos de incertidumbres al respecto. Barajé varias posibilidades, pero desde luego, la opción que tenía mas peso era la cuestión laboral, ya que desde que ellos abrieron sus dos primeros negocios, habían tenido una expansión vertiginosa: Varios negocios mas en Madrid, luego vino Sevilla, Córdoba, Málaga, Zaragoza, Gijón, Palma de Mallorca y Benidorm, y a saber si me dejo algún lugar en el tintero.
En esos momentos de mi vida, y como ya he dicho antes, todo parecía estar en su sitio, todo normal. Mi pareja, Johanna, era una chica holandesa que había conocido hacía unos 6 años. A las pocas semanas de conocernos, ya estábamos viviendo juntos, y a los pocos meses, en vez de pareja, parecíamos hermanitos, cosa que siempre había odiado yo al ver a parejas de este tipo. Nos acomodamos demasiado, pero, todo parecía que nos iba bien a los dos, aunque en realidad no fuera así.
Hasta que la conocía a ella, nunca había tenido una pareja fija, fija; sino que siempre, y gracias a un físico respetable y a una "labia" todavía mejor, nunca me habían faltado mujeres para compartir momentos de cama. Y supongo que, como "la cabra siempre tira al monte", a pesar de mi hibernación en ese aspecto, solo faltaba una pequeña mecha que hiciera estallar mis deseos de volver a la vida anterior; romper con el convencionalismo al cual parecía que me había acostumbrado desde que empecé a convivir con Johanna.
Y llegó el 8 de Abril. Era Sábado, y gracias a la información que me dio Juan sobre su vuelo, a las 10 de la mañana, estaba ya esperándolos en el Aeropuerto del Prat. Su vuelo, llegó puntual. Tenía muchísimas ganas de verlos, para charlar, contarnos cosas, echarnos unas risas, y sobretodo, salir de dudas sobre lo de la propuesta que querían hacerme.
Juan y Alicia, apenas habían cambiado a pesar del paso de los años. Como yo, se iban acercando a los 40, y la verdad es que parecían poco mas que adolescentes. Se cuidaban mucho, podían permitírselo, y lo cierto, es que siempre, siempre me alegré de su éxito en la vida. Omitiendo muchos pequeños detalles del encuentro, de nuestro desplazamiento a mi domicilio barcelonés y del rato que tardaron en acomodarse en la habitación que les había preparado en casa, llegó la hora de comer.
Fuimos los cuatro a un conocido restaurante del Puerto Olímpico de la ciudad. Comimos, bebimos y hablamos los 4 hasta por los codos, en especial Juan, que a medida que iba avanzando la conversación, nos iba poniendo al tanto a Johanna y a mi de sus últimos movimientos con los negocios.
Con el café, llegó el punto de la conversación al cual tenía yo tantas ganas de llegar. Saber el motivo de su viaje a Barcelona y, por supuesto, averiguar cual era su propuesta.
A grandes rasgos, el motivo era que en el menor tiempo posible, querían inaugurar en Barcelona varias tiendas mas. ¿La propuesta?: Ellos querían alguien de confianza para llevar la dirección de las mismas, y lógicamente, me lo estaban proponiendo a mi.
Juan, siempre ha sido un hombre de ideas claras, y en un momento, casi, casi me había convencido de dejar mi trabajo, el cual tenía desde hacía mas de 15 años, e irme a trabajar con ellos. La propuesta económica que me hizo, era mas que generosa, la verdad, un sueldazo, y a parte de eso, tenía la segura convicción de que si daba ese salto, iría sobre seguro, ya que ellos, no eran personas de dar pasos en falso. Me fiaba.
Durante un buen rato, la conversación giró en torno al tema en cuestión. Nos comentaron de que gracias a un contrato de distribución en España de varias marcas de calzado, podían seguir con la expansión de sus negocios, y que después de pasar por varias ciudades, ahora le tocaba el turno a Barcelona. Casi, casi, lo tenían todo dispuesto: Habían comprado ya 4 locales (muy bien situados, dicho sea de paso), una pequeña nave también en la ciudad para que sirviera de almacén central, punto de distribución y oficinas, etc.
Como he dicho antes, las condiciones que me ofrecieron, eran inmejorables, pero, como en todo, siempre hay algo de letra pequeña, y este caso, no iba a ser menos.
Al margen de todo, y debido a que su hija, Cristina, no quería estudiar, pero si quedarse a trabajar dentro del negocio familiar, querían que ella viniera a Barcelona, para estar también al frente de las tiendas, siempre bajo mi tutela, claro está. Digamos que la intención que tenían es que ella estuviera una larga temporada al frente de los negocios, al lado de una persona experimentada, para poder aprender, y de cara al futuro, poder estar al frente de toda la organización.
La idea no me seducía demasiado, ya que siempre, en mi trabajo, me ha gustado campar a mis anchas, y la idea de tener a una persona de 18 años a mi lado, y hacerla partícipe de mis decisiones, logros, etc, era algo con lo cual no estuve demasiado de acuerdo al principio.
Lógicamente, y después de unas cuantas horas de charla al respecto, les dije de que me dejaran pensar unos días sobre cual iba a ser mi decisión, a pesar de tener clarísimo casi desde el primer momento que iba aceptar. Ellos, lo entendieron, incluso, se ofrecieron a negociar cualquier punto de lo ofrecido: económico, etc, eso sí, excepto uno: Lo de Cristina, era innegociable, eso, estaba mas que decidido.
Exprimieron al máximo el fin de semana en Barcelona: Salimos de fiesta, al día siguiente visitamos varios lugares que querían conocer, fuimos a restaurantes, etc, y con el firme convencimiento de tener una respuesta mía en pocos días, partieron el Domingo a primera hora de la noche en dirección a Madrid.
Durante el viaje de vuelta a casa, Johanna y yo no paramos de hablar sobre lo de la propuesta que me habían hecho: Los pros, los contras, y sobretodo, algo que a mi no me acabó de gustar, y esto era el tema de la tutela de Cristina. Y el caso, es que resultó que Alicia le hizo una confidencia a Johanna: El tema, a parte de la cuestión de la formación dentro de la empresa de la chica, era que la querían alejar de ciertas compañías, masculinas, todas ellas. Digamos, que la niña, desde hacía un par de años, no hacía mas que tener relaciones con hombres maduros, algunos de ellos, los típicos "caza fortunas" que rondan por las discotecas de alto standing, y claro, habían buscado una fórmula de alejarla de ese ambiente. La coyuntura era favorable para ello: Ciudad distinta, trabajo en exceso, nueva casa; en definitiva, un radical cambio de vida.
Esa noche no pegué ojo. Le di vueltas a todo: Al proyecto, a las condiciones, a lo de dejar mi trabajo; en definitiva, a todo. Solamente faltaba algo, y era saber como era realmente Cristina. No sabía si era tonta o era lista, si era una vaga o era trabajadora, si era inteligente o dispersa. Y es que ese era un punto importantísimo para mi, ya que como he comentado antes, y a pesar de mi acomodamiento en la vida, me gustaba ser dueño de todas mis decisiones, y el tener que tutelar a una persona tan joven para que las tomara también, hacía que la cosa me echara algo para atrás.
Así que, ni corto ni perezoso, al día siguiente por la mañana, llamé al trabajo para decir que ese día no iba a ir, con la excusa de una indisposición, llamé también a Juan, comentándole que esa misma tarde estaría en Madrid para terminar de atar unos flecos de la propuesta, y al medio día, estaba cogiendo el puente aéreo en dirección a la capital.
Juan me esperaba en sus oficinas, que estaban en un entresuelo de la Gran Vía. Era la hora de comer, y nos dirigimos a un restaurante próximo, en el cual, se nos unieron enseguida Alicia y Cristina.
Hacía unos cuantos años que no la veía. A pesar de su corta edad, ya no era una niña, sino toda una mujer; una bella mujer, bastante alta y delgada, una cara preciosa, una sonrisa reluciente, un negrísimo pelo largo y rizado, y por qué no decirlo, se le vislumbraban unos fantásticos pechos detrás de la blusa entreabierta que llevaba.
La conversación que tuvimos en la comida, giró en torno a la propuesta que me habían hecho hacía dos días. Cristina, estaba al corriente de todo, y se mostró muy participativa dentro de ella, tal vez, la que mas dentro de los cuatro comensales que éramos.
Para no extenderme mucho mas con todo esto, os diré que en dos semanas justas, yo, ya había dejado mi trabajo, Cristina se había trasladado a Barcelona, quedándose a vivir, en un principio, en nuestra casa, y estábamos que no parábamos con el tema de las obras de los locales, almacén y oficinas.
Yo, cada día que pasaba, estaba mas encantado con mi nuevo trabajo. ¿Qué de momento disponía de menos tiempo libre?, pues si, la verdad es que si; pero lo cierto es que a medida que se iban cumpliendo los plazos establecidos de las obras, decoración, etc, mas ansias tenía de que llegara el día de la inauguración de las tiendas. Cristina, por su parte, se mostró como una persona mas que eficaz y válida para ejercer una tarea de dirección, no en vano, desde bien pequeñita había ido viendo como sus padres iban subiendo de nivel, gracias a su astucia empresarial. Todo el día la tenía a mi lado, y lo que son las cosas, la hacía partícipe de todo, la cual cosa, era algo a lo cual me negaba al principio de conocer la idea.
Por el contrario, mi relación con Johanna, parecía que se empezaba a deteriorar. Pasadas las 3 primeras semanas con mi nuevo trabajo, llegó el primer reproche: Claro, había pasado de estar 8 horas fuera de casa, a estar 14 o 15. Había mucho cansancio, ya que no era poco el trabajo que había, y en ese tiempo, las relaciones sexuales entre nosotros brillaron por su ausencia. Además, a todo esto, había que sumarle a que en casa, teníamos a una nueva inquilina (por llamarla de algún modo), y eso hacía que quedara bastante mermada nuestra intimidad; antes, al estar solos los dos, hacíamos lo que queríamos dentro de casa, íbamos como nos apetecía, y nuestra vida sexual, sin ser el colmo de la abundancia, la verdad es que no estaba nada mal.
Los primeros días después de su queja, intenté sacar algo mas de tiempo para ella, mostrarme algo mas cariñoso, la llamaba mas veces durante el día, pero había algo dentro de mi, que me decía de que eso lo estaba haciendo por pura obligación, no por deseo, y ni mucho menos por espontaneidad. Yo, estaba cada vez mas pendiente de Cristina, y a la misma vez, ella lo estaba de mi.
Casi a finales de Junio, estábamos en plena vorágine de selección de personal: Dependientas, encargadas de tienda, mozos, secretarias, etc, y nuestras oficinas, ya terminadas, eran un ir y venir de gente de todo tipo. Cristina y yo, elaboramos un tipo de perfil para cada puesto de la empresa, y este tema, sabiendo además de que los meses de Julio y Agosto no son propicios para todo ello, quisimos acelerar lo mas rápido posible todo ese proceso.
La fecha marcada para la inauguración de las tiendas, era el Viernes, 1 de Septiembre, y el tiempo se nos echaba encima, tanto, que debido a ello, decidí quedarme sin vacaciones. Cuando Johanna se enteró de ello, vi en sus ojos algo que jamás había visto antes: Una especie de odio o desprecio, no sabría definirlo realmente, pero la discusión fue bastante fuerte. Hacía ya meses que habíamos planeado pasar todo el mes de Agosto en su ciudad natal, Rotterdam, junto a su familia, amigos de toda la vida, etc, pero claro, el que esos planes se fueran a freir espárragos, no le sentó nada bien. En tres meses, casi, casi, habíamos perdido todo lo ganado en los 6 años de relación. ¿Culpa mía?, tal vez, pero lo que está claro es que mi nuevo rol laboral, y por que no, tener todo el día a mi lado a Cristina, encajaba mucho mas dentro de mí que el tipo de vida que había llevado en los últimos tiempos. Johanna nunca hizo nada por intentar entender mi nueva situación, pero, a parte de lo laboral, lo demás, tampoco era culpa suya, ya que de ningún modo estaba dispuesto a contarle la fuerte atracción que sentía ya en esos momentos hacia Cristina.
Poco a poco, Cristina y yo habíamos ido cogiendo mas y mas confianza, hasta el punto, de que, mas que compañeros de trabajo, éramos ya grandes amigos. Trabajábamos mucho, desde luego, pero siempre habían momentos para conversaciones de todo tipo e incluso confidencias, ¿cuáles?, por ejemplo, que ella era bisexual, cosa que sus padres desconocían del todo, por supuesto.
El verano, como ya he dicho antes, lo iba a pasar entero en Barcelona. Cristina no; ella, tenía pensado pasar en Formentera e Ibiza todo el mes de Agosto; podía permitírselo, por algo era la hija de los dueños. Por otro lado, a mediados de Julio, Johanna me sorprendió, contándome que ella si que iba a seguir con los planes de pasar el mes de Agosto en Holanda. Por supuesto, yo seguí en mis trece, no iba a acompañarla, y no solamente por el exceso de trabajo, sino porque consideré de que ese tiempo estando solo, me iba a ir bien para reflexionar sobre lo que estaba sucediendo: Me estaba colgando totalmente de Cristina.
Era ya final de Julio. Mi pareja estaba ya con los preparativos para pasar fuera todo el mes siguiente, Cristina, estaba con los últimos detalles de las contrataciones. Me quedaba todo un mes por delante para ir recibiendo a todo el personal, asignar sus funciones, procurar que esta porción de la empresa estuviera en marcha totalmente, solo a expensas de la apertura de las tiendas.
Disfrutaba de mi soledad de mi casa una noche de la segunda semana de Agosto. En mi mente solo estaba Cristina; me estaba empezando a plantear el cortar mi relación con Johanna. Había comprendido de que mi relación con ella solo había ido para adelante gracias a la inercia, pero claro, Cristina me estaba haciendo ver, de forma inconsciente (¿o no?) de que era otro el tipo de mujer que encajaba conmigo. Muchos eran los interrogantes que se me presentaban, y todos alrededor de mi joven compañera; de la misma forma, también todos mis deseos eran hacia ella. Solo pensaba en su forma de hablar, en su frescura, en su decisión, en su confianza, y sobretodo, en su cuerpo.
De pronto, y cuando estaba inmerso en mis pensamientos, con una cerveza fría en la mano y la televisión encendida, me pareció oír la puerta del piso. En efecto, alguien la estaba abriendo. Me levanté de inmediato dirigiéndome al pasillo, encendí la luz y yendo hacia la entrada, oí un suspiro y ruido de una maleta.
Era Cristina.
No tenía suficiente con los interrogantes que tenía rondando en mi cabeza, y en ese momento y en breves segundos, se me abrieron muchos mas. ¿el principal?: ¿Qué estaba haciendo ella ahí?, se suponía que no debía de llegar hasta final de mes.
La recibí lo mejor que pude, dadas las circunstancias: Mi pareja en el extranjero, y yo a solas con otra mujer que deseaba mucho mas que a ella.
La historia, se resume con bastante facilidad. Ella, parece ser que antes de irse, tuvo un breve escarceo con una de las dependientas contratada para una de las tiendas. Durante esos días se estuvieron llamando, y ella, decidió volver mucho antes de tiempo a Barcelona con el fin de disfrutar entre ambas.
Claro está, que la historia estuvo llena de detalles, incluso, de los mas íntimos.
Estaba excitado, muy excitado. La historia sexual entre Cristina y Anna me había calentado mucho, y ella, al contármelo, se concentraba cada vez mas y mas en los detalles.
Anna, era una chica independiente. Compartía piso con una amiga, una tal Gabriela, una mulata a la cual conocí unas semanas después, en la inauguración de las tiendas. Era una chica bastante atractiva. No muy alta, poquito pecho, rubia, muy blanca de piel y con unos labios y un culo soberbios.
Cristina, me estaba hablando sobre las excelencias de los labios de Anna, y sobre su dominio de la lengua. Mi erección ya era total, y solo era cuestión de tiempo que tuviera que aliviarme de algún modo. No con ella. No me vi capaz. Tampoco podía casi ni articular una frase entera. Su historia estaba causando estragos en mi mente y en mi entrepierna, y si de algo estaba seguro, es que estaba despertando de un largo letargo sexual. ¿Qué mi relación con Johanna había funcionado?, si, pero no como yo realmente quería. Me había estado engañando a mi mismo durante mucho tiempo.
Pasaron unos pocos días, y permití que ella, durante lo que quedaba de mes, se desentendiera del trabajo. Por otro lado, ya habían muchos días en los cuales Johanna y yo no nos llamábamos, además, cualquier llamada telefónica, era una conversación llena de monosílabos. Lo nuestro ya estaba roto. Con Cristina apenas coincidía, solamente alguna mañana, a la hora del desayuno, pero a pesar de ello, su forma de actuar hacia mi no cambió para nada, todo lo contrario, cada vez era mas atenta y cariñosa conmigo, cuando de cuestiones personales se trataba, y si comentábamos algo del tema profesional, cada vez estábamos en mejor sintonía.
Con las oficinas y el almacén ya en pleno y perfecto funcionamiento, yo había fijado el día 21 de Agosto como día inicial para distribuir a todo el personal de las tiendas: las responsables y las dependientas. Con cortos intervalos de tiempo, fui quedando con todas las componentes de la plantilla para abrirles los locales y que "tomaran posesión" de ellos, ya que previamente a las inauguraciones, había que implantar la mercancía correctamente, se tenían que familiarizar con la tienda, con las cuestiones administrativas, etc, en definitiva, con todo lo que concernía al negocio.
La última tienda a la que acudí, fue la que iba a trabajar Anna, la amiga de Cristina. Ahí en la puerta estaba ella, otra dependienta y la responsable. Las hice entrar, y después de darles las indicaciones pertinentes, me fui de ahí a las 1130 de la mañana aproximadamente. Por supuesto, estando ahí, reparé en ella todo lo que pude: me fijé en su ropa, en su perfume, incluso, quise imaginarla estando en la cama con Cristina. Una vez fuera de la tienda, me acerqué a la gestoría donde nos llevaban los trámites de licencias de apertura, etc, y una vez ahí, me di cuenta de que me había dejado en la tienda unos portafolios con documentos que nos hacían falta. Bueno, pues no quedaba mas remedio que volver allí para recogerlos, pero, me demoré mas de la cuenta debido a que con el gestor, estuvimos terminando de atar cabos sobre unos temas de inspecciones, etc.
Total, que sin darme cuenta, se me hicieron las 2 de la tarde. Pues nada, como dicen que el que no tiene cabeza tiene piernas, me dirigí de nuevo hacia la tienda, la cual, lógicamente, estaba cerrada, ya que a pesar de no estar todavía abierta al público, durante esos días de preparación, las empleadas iban a respetar lo que a a iba a ser su horario laboral normal.
Abrí la persiana metálica que cerraba el local, y me llamó la atención que la alarma del local no estaba activada: tomé nota para comentarlo después con la responsable, y di unos pasos hacia una puerta que daba a un pequeño almacén y despacho que tenía la tienda, donde a buen seguro, habría dejado ahí los portafolios.
La imagen que vi nada mas cruzar la puerta que daba a la trastienda, creo, que la mantendré siempre en mi memoria: Anna, estaba totalmente desnuda, sentada encima de la mesa, con las piernas abiertas y ligeramente apoyadas encima de los hombros de Cristina, mientras, esta, le estaba pasando suavemente la lengua por toda su rajita. Ambas gemían. Ambas disfrutaban. El silencio solamente quedaba roto a causa de las leves expresiones de las dos chicas a causa del placer que estaban teniendo.
Anna levantó ligeramente la mirada hacia mi, y con una sensual voz, me preguntó si me gustaba lo que estaba viendo. Cristina ni se inmutó, ella, seguía saboreando el sonrosado coñito de su amiga. Por supuesto, le contesté que si, que me encantaba lo que estaba viendo. Ella, me volvió a preguntar, pero esta vez, lo que mas me gustaba de todo ello: ¿Pero que es lo que mas te gusta?... ¿lo que me está haciendo ella?... ¿lo que estoy recibiendo yo?... ¿mis piernas?... ¿mis tetas?... ¿mis pies?... ¿sus tetas?... ¿su culo?... Y yo, sin saber que decir. Me gustaba todo, me excitaba todo. Cristina, a su vez, estaba acelerando el ritmo de la comida de coño que le estaba realizando a Anna. Su lengua iba de arriba abajo, de un lado hacia otro, sus dedos jugaban con los labios y con el agujero de su culo, y mientras, mi polla, estaba ya a punto de estallar.
Sin saber ni el como ni el porqué, me aproximé al lado de ellas, y teniendo casi a la altura de mi cara uno de los pies de Anna, lo empecé a lamer, a chupar, a saborear, aumentando en ella los gemidos de placer. Con una mano le sujetaba el pie a Anna, mientras lo lamía, y con la otra mano aprisionaba la cabeza de Cristina contra el rico coño que estaba lamiendo. Todo era excitante, y lo mas impresionante que me pasaba desde hacía muchos años. De algún modo, tenía que liberarme de mis pantalones y de mi ropa interior; la presión que ejercía mi polla era inmensa.
De pronto, Anna, bajó las piernas, y dirigiéndose a Cristina, le dijo que era hora de cambiar de boca, que ahora le tocaba notar la mía en su coño. Ella, obediente se levantó, me ayudó a desnudarme, y de la forma mas condescendiente me dejó paso para que yo pudiera dar cuenta de ese maravilloso coño humedo que tenía ahí, de frente. Me agaché, hasta tenerlo delante de mi boca. Lo olí, lo saboreé todo lo que pude, lo estiraba con mis labios, mi lengua jugaba con su clítoris, y mientras, ella, retorciéndose de placer, estaba fundida en un gran morreo que le estaba dando Cristina. Sus manos estaban en mi cabeza, presionándola contra su coño. La cantidad de flujo que soltaba se mezclaba con mi saliva, dejando cada vez mas mojada mi cara. El ritmo de sus jadeos era cada vez mas rápido, y Cristina, mientras, había abandonado su posición, agachándose junto a mi. Con sus dedos, empezó a jugar con el agujero del culo de Anna, iniciando con dos de ellos un mete saca, al mismo tiempo que, mientras yo le lamía el clítoris, le metía también tres dedos dentro de su vagina.
En esta situación, Anna, no aguantó mas de uno o dos minutos. Se corrió como una cerda, gimiendo, chillando, y soltando una cantidad impresionante de flujo. Levanté la mirada hacia arriba, y su mirada era de lujuria. No estaba satisfecha, quería mas, mucho mas. Y yo, lo quería todo. Todo lo de Anna y todo lo de Cristina.
Le di la vuelta con brusquedad, dejando su culo totalmente en pompa ofrecido a mi, y apoyando y presionando el resto de su cuerpo contra la mesa. Cristina, antes, me había facilitado el camino. Le iba a follar el culo, y al haber jugado antes ella con sus dedos dentro de él, me había facilitado el camino. Yo, tenía la polla que creía que me iba a explotar. Apoyé el capullo en su agujero, y se la metí de golpe, bombeando su culo sin piedad, con toda la fuerza que podía, ensañándome, recibiendo placer y dándole a ella lo que quería.
Cristina, ni mucho menos estaba en segundo plano. Ella ayudaba a que el cuerpo de Anna estuviera bien presionado sobre la mesa para mantener bien su rico culo en pompa, y yo, entre jadeo y jadeo, le iba susurrando que luego le llegaría su turno. El sonido de mis huevos golpeando su coño en cada envite que le daba, era el perfecto complemento para los jadeos y para los susurros. De esta manera, no tardaría mucho en correrme y llenarle el culo de leche. Y de nuevo Anna se estaba corriendo; sus gritos, sus contracciones, el olor, el sudor, todo en general, hicieron que a los pocos segundos yo estallara en su interior, vaciando mis cojones dentro de ella.
----- Continuará -----