Cambio de rumbo (1)

Mientras cenábamos en un restaurante de playa, comenté que me gustaría visitar la zona nudista que había cerca de allí ya que ninguno de los cuatro habíamos estado nunca en una playa nudista.

Cambio de rumbo (I).

Les contaré algo que pasó el verano pasado y que seguramente cambió el rumbo de nuestras vidas.

Somos un matrimonio de mediana edad, aunque mi mujer Esther parece más joven y es muy mona de cara: piel clara, pelo castaño corto, tetas bien proporcionadas, cintura estrecha, unas piernas preciosas rematadas por un maravilloso y redondeado culito.

Aunque tenemos dos hijos pequeños solemos salir también solos con amigos, y entre ellos hay una pareja con la que nos llevamos bastante bien desde hace años, Jorge y Marisa. Este verano pasamos un fin de semana juntos en un apartamento en la playa, todo fue bastante convencional y no era la primera vez que estábamos unos días juntos. Sin embargo hubo algo que quizás encendió una chispa entre nosotros y que luego se convirtió en algo muy especial.

El viernes en la playa, mientras Jorge y yo estábamos cerca de la orilla hablando, nuestras mujeres estaban tumbadas boca abajo en la arena tomando el sol. Mi amigo buscó su cámara y les sacó a las dos varias fotos en esa postura, la verdad es que las dos lucían un culito precioso. Para mi fue como una señal, él estaba haciendo fotos al culo de mi mujer y yo miraba el de Marisa con deseo.

No puedo negar que desde que nos conocimos me llamó la atención el cuerpo y el estilo de Marisa, muy femenino. La escena de la playa despertó en mí un cierto morbo y pensé un plan para seguir el juego. Mientras cenábamos en un restaurante de playa, comenté que me gustaría visitar la zona nudista que había cerca de allí ya que ninguno de los cuatro habíamos estado nunca en una playa nudista.

A Jorge le gustó la idea, pero a las mujeres no les hizo mucha gracia. Con eso ya contaba, ya que las conocía bien y ambas son un poco tímidas. Mas tarde Jorge y yo hablamos a solas del tema y quedamos en intentar convencerlas para ir al día siguiente aunque sin intención de quitarnos el bañador.

Hubo suerte, y al día siguiente las convencimos y nos fuimos en el coche hasta el complejo nudista. Pudimos dejar el coche cerca de la playa ya que al no ser temporada alta no había demasiada gente. Pensé que eso también ayudaría. Sin quitarnos el bañador, llegamos hasta el lugar que mas nos gustó para colocar las toallas. Teníamos bastante intimidad, había otras sombrillas pero estaban un poco lejos así que dije que me iba a quitar el bañador a no ser que alguien tuviera algún inconveniente, Jorge dijo que no había problema y Marisa y Esther callaron, seguramente estaban un poco confusas.

Jorge se quitó también el bañador y nos fuimos los dos al agua. Cuando salimos pasado un rato nos sorprendió ver a nuestras esposas también desnudas tendidas boca abajo mostrándonos sus maravillosos culos bañados por el sol. Jorge comentó "!qué buenas están las dos¡", yo le miré asintiendo con cara de complicidad.

Al llegar a las toallas, a ellas se les escapó una risa picarona y se notaba en el ambiente algo especial, todo parecía sensual, erótico. Esther me dijo que le untara crema solar en la espalda, yo cogí la crema y miré a Jorge, él miraba el culito de Esther con ganas de comérselo, Esther y Marisa no podían vernos porque tenían sus cabezas apoyadas sobre sus brazos boca abajo. Entones tomé una decisión que ni yo mismo esperaba y que a la postre traería unas consecuencias que no imaginé nunca. Le ofrecí el bote de crema de Esther a Jorge, él comprendió la jugada pero aun así esperó a que yo insistiera. Aceptó y comenzó a darle crema a mi mujer en la espalda, me estaba poniendo bastante caliente, mi pulso se aceleró, tenía curiosidad de hasta donde podía llegar y qué ocurriría si ellas se daban cuenta. Comenzó por los hombros, la espalda y cuando llegó cerca del culo comenzó con las piernas desde abajo hacia arriba.

Marisa sin levantar la cabeza también pidió que Jorge le diera crema, y él me miró sin decir nada pero comprendí que quería seguir con Esther, me dio la crema de Marisa y comencé a frotarle igual que hacía él con mi esposa. Los dos teníamos ya una erección considerable cuando Jorge comenzó a frotar el culito de Esther, mientras yo me concentré en hacer lo mismo con Marisa. Como era de esperar, más que frotar crema, Jorge le realizaba un suave y sensual masaje a los glúteos de Esther y eso hizo que ella se diera cuenta de que algo extraño ocurría. Giró la cabeza, abrió los ojos y vio a Jorge en el lugar en que debería estar yo. Ella quizás debió pensar que ya era demasiado tarde para esquivar la situación o enfadarse y se limitó a decir "estáis locos", entonces Marisa me miró un poco sobresaltada volvió la cabeza hacia Esther y ésta le miró con media sonrisa en su boca, creo que le tubo que pasar por su cabeza levantarse y acabar con aquello, pero ver que mi mujer se dejaba en el juego debió coartarla, volvió a bajar la cabeza y la recostó sobre sus brazos.

Respiré aliviado y me propuse que no se arrepentiría, comencé a darle un masaje suave por toda la espalda, sus piernas, sus nalgas … la excitación era insoportable, el pene de Jorge goteaba líquido seminal mientras mi mujer cerraba los ojos y se mordía el labio, yo comenzaba a jugar con la rajita del culo de Marisa y ella apretó sus nalgas haciendo que se endurecieran y se arrugaran un poquito (eso me pone malo), entonces comencé a acariciarlas hasta que volvió a relajarlas y dirigí otra vez mis dedos hacia la rajita. Bajaban despacio buscando sus agujeros y ella elevó un poco sus caderas, lo suficiente para poder legar con facilidad a su vagina y su ano. Ella comenzó a mover el culo arriba y abajo acompañando mis caricias mientras se mordía la mano. Ya no había juegos ni engaños, los cuatro sabíamos lo que estaba sucediendo.

A un metro de distancia, en la otra toalla Jorge tenía metido ya algún dedo en el chochito de Esther que había levantado un poco el culo para que éste le comenzara a acariciar su ano con otro dedo. Yo no podía más y les dije "vamos al agua a terminar lo que hemos empezado", entonces los cuatro nos levantamos sin decir nada. Mientras nos dirigíamos hacia la orilla nos volvimos a juntar cada uno con su pareja, nuestras poyas estaban erectas como sables. Los primeros en tirarnos de cabeza fuimos Jorge y yo, miré atrás y vi cómo ellas hablaban de algo y luego se lanzaron al agua. Esther llegó hasta mi y nos besamos con pasión mientras nuestros amigos hacían lo mismo, después las dos mujeres se sumergieron en el agua que nos llegaba a la altura del pecho, al momento vi la cara de Jorge con signos de placer, aunque no se veía nada debajo del agua era evidente que le estaban haciendo una mamada, al tiempo que sentí cómo me chupaban la poya, parecía que las dos se habían puesto de acuerdo, para mi sorpresa quien salió del agua frente a mí era Marisa y Esther salió del agua frente a Jorge que comenzó a comerle las tetas con devoción. Mientras, Marisa me acariciaba la poya y yo le besé pensando en que iba a ser mía.

Oí a Esther gemir y me di cuenta de que Jorge la había penetrado, los dos se movían despacio y rítmicamente y en sus rostros se reflejaba el placer. Marisa tenía la piel de gallina cuando comencé a cavársela poco a poco y su boca entreabierta era un síntoma claro del inmenso placer. Mi poya estaba más hinchada y dura que nunca, oí a mi mujer llegar al clímax con unos gemidos profundos que casi parecían gritos de dolor, ella y Jorge llegaron casi a la vez a un orgasmo tremendo. Marisa estaba a punto de llegar y me dijo al oído como pudo que me corriera fuera. No comprendo cómo fui capaz de esperarla sin descargar toda la energía sexual que sentía en ese momento, sentí como si mi corazón se expandiera. Marisa se corrió mientras mi dedo corazón jugaba en la entrada de su ano, fueron unas convulsiones extrañas, parecía un pelele sin fuerza y su respiración era irregular, nunca había visto nada igual. Aquello me volvió completamente loco saqué mi poya y en contacto con el culito de aquella diosa del placer expulsé mi semen al mar en mil descargas que hicieron que mis piernas flaquearan.

Cuando volví a recuperar la conciencia, Esther y Jorge nos estaban mirando boquiabiertos y Marisa estaba todavía como en estado hipnótico. Poco a poco nos recuperamos, Marisa me sonrió y me dijo que había sido maravilloso (no hacía falta que me lo jurara), yo le dije que también sentí lo mismo. Mi mujer y Jorge comentaron que la experiencia fue increíble y llegamos a la orilla entre risas. Era hora de marcharnos, de camino en el coche abracé fuerte a Esther y pensé que aquello había cambiado nuestras vidas.

Fanuma01