Cambio de roles

Llegaba tarde, con una barba de dos días y oliendo a sudor, mi ama se iba a enfadar y me iba a castigar.

Llegaba tarde, con una barba de dos días y oliendo a sudor, mi ama se iba a enfadar y me iba a castigar.

Al entrar estaba látigo en mano y dispuesta a darme un escarmiento por mí retraso.

Llevaba un traje de cuero negro con cremallera en toda su parte frontal, dejando al descubierto sus piernas en las que llevaba unas medias de rejilla. En los pies lucía unos zapatos de tacón de aguja y en sus manos unos guantes de látex también en color negro, en los que sujetaba un látigo de nuevo puntas. Sus labios de un color rojo intenso destacaban con su piel blanca como la nieve, contrastando con su pelo negro recogido en dos graciosas coletas infantiles. Parecía buena con su chupa chups en la boca… la que me esperaba

Lanzó el látigo violentamente hacía mi, mi mente dio un giro. ¿Por qué quedarme quieto y recibir la descarga de latigazos?, hoy no, hoy me tocaba tomar las riendas de la situación. Paré el látigo con mis manos desnudas y atraje a mi Dama Nocturna hacia mí. Hoy sería yo el Señor de la Oscuridad y ella mi Dama, mi esclava. Me acerqué a su oído y con un susurro se lo hice saber. Le cambió la cara, parecía confundida, le arranqué el látigo de sus manos y lo hice sonar sobre su traje de cuero. Así sabría que no estaba bromeando. Su cara cambió, lo había comprendido, pasó de ser una fiera tigresa a una sumisa gatita que acataría mis órdenes.

Por si pretendía rebelarse la tumbé sobre la cama y con una cuerda gruesa la até de pies y manos quedando con sus extremidades formando una cruz. La vendé los ojos y la quité toda la ropa, ahora me tocaba jugar a mí.

Encendí unas velas de parafina y cuando la cera estuvo caliente comencé a derramarla gota a gota por su cuerpo, se empezó a estremecer y su piel se enrojeció ligeramente. Pretendía ser una sesión de dolor-placer por lo que me acerqué a su cuello y empecé a lamérselo y darle pequeños besos y mordiscos.

Con el látigo recorrí todo su cuerpo, centrándome en sus enrojecidos pezones y en su clítoris. Empezó ligeramente a jadear, pasé mi lengua por su sexo y estaba húmedo, disfrutaba.

Le coloqué dos pinzas en sus pezones, y fui a la cocina a buscar unos hielos que introduje en una bolsa de látex. Al contacto con su piel se estremeció, pero no paré y recorrí con ellos lentamente toda su piel. Saqué uno y se lo coloqué en la boca, ella lo chupo como si fuera mi propio pene. Estaba fuera de si, deseaba ser penetrada, pero iba a sufrir un poco, todavía no iba a conseguir su deseo.

Con una mano cogí una de las velas, con la otra seguía con la bolsa de hielo recorriendo su cuerpo. Derramé más cera sobre su vientre, sus senos, su monte de venos, sus piernas… Debía de sentir una excitante mezcla de frío-calor.

Ahora me tocaba disfrutar a mí. Le puse una ciruela en la boca y le tapé unos segundos la nariz para provocarle una ligera asfixia. Le saqué la ciruela y respiró con ansiedad, momento que aproveché para introducir mi pene en su boca y destaparle las fosas nasales. Durante unos segundos pareció atragantarse, pero luego empezó a realizarme una mamada sensacional. Pero era pronto para correrme y saqué el pene antes de terminar.

Le aflojé un poco las cuerdas, la di un beso en la boca y salí de la habitación cerrando la puerta y poniendo la música alta para que no me pudiera escuchar.

Me afeité, me di una duchar rápida y utilicé un perfume que nunca antes ella me había olido puesto. Mi intención era que pensara que no era yo ¿follada por un extraño?

Volví a los pocos minutos, bajé la música y me acerqué a ella sin decir nada, nuevamente se la veía confundida. La di un beso en la boca y fui bajando con caricias y besos por todo su cuerpo hasta llegar a su sexo donde jugueteé con su clítoris, su raja y su ano.

Cuando la vi nuevamente excitada la introduje mi pene y empecé a cabalgar sobre ella. Le desaté los brazos de la cama y se los volví a atar a sus muñecas. Me introduje entre las ataduras y su pecho, quería sentir el contacto de sus brazos abrazándome y sabía que a ella también le gustaría. Seguí con mi frenética cabalgadura.

Nuevamente esta a punto de eyacular, pero era pronto. Saqué mi pene y esperé unos segundos que se relajara. Liberé sus pezones de la presión que ejercían las pinzas sobre ellos y me recreé dandole ligeros chupetones y mordiscos.

Desaté sus piernas, y tras aplicarle un poco de aceite en su ano e introducir en él dos de mis dedos, la levanté las piernas, colocándolas sobre mi espalda. Al introducir mi miembro en su esfínter se arqueó, pero al poco seguía mis movimientos rítmicamente. Aceleré las envestidas y nuevamente me disponía a terminar. Saqué mi polla de su culo y haciéndome una paja eyaculé sobre su pecho.

Con la mano esparcí toda mi corrida sobre su piel y luego la acerqué a su boca para que la degustará. Desaté sus manos y quité la venda de sus ojos. Al verme se acercó gateando, me dio un beso en la boca y me dijo:

  • Te quiero, mi amo.