Cambio de Personalidad - 9
La cena del fin de semana en casa de mis suegros termina como el rosario de la Aurora, solo a falta de los palos aunque todo parece ir encajando perfectamente en mis planes.
Cambio de Personalidad - 9
Ana de un modo u otro siempre terminaba por sorprenderme, y no todas las veces precisamente por el lado positivo. En esta ocasión, cuando me acosté me quede dormido prácticamente al instante, no llevaría ni dos horas de sueño cuando me desperté. Me costó enfocar mi atención, mi cuerpo estaba disfrutando demasiado como para que mí embotada mente se pudiese centrar de modo conveniente. Tarde unos segundos de más en poder procesar lo que ocurria, y no era otra cosa que mi esposa haciéndome una felación, además esmerándose en ella, mentiría si dijese que me intente resistir. Lo cierto es que no lo intente siquiera por dos motivos, primero porque estaba disfrutándola como un cabrón, y la segunda, porque me era imposible reunir un ápice de la fuerza o determinación necesaria como para poder parar aquello. Cuando estaba a punto de explotar mientras miraba como mi miembro desaparecía en la boca de Ana, esta clavo sus ojos en mí, ni en ellos ni en su rostro había rastro alguno de estar disfrutando con aquello, lo que me puso en guardia... por fortuna. A los pocos segundos, mientras se dedicaba a lamer el tronco de mi polla...
- Dime Aquiles, ¿quién te la chupa mejor, tú jefa o yo?
- Uhmmmm... sigue Ana, por favor... no te pares... ahhhh...
- Venga cielo, dímelo, ¿quién te la come mejor? -susurró con voz suave y melosa.
- Venga Ana... por favor... no te detengas...
- Es lo que haré si no me dices quien la chupa mejor... venga... dímelo cariño... -volvió a susurrarme entre lamida y lamida.
- Y tu dime "amor", ¿quién te ha follado mejor sobre nuestra cama, el marido de mi jefa o yo?
- Eres un puto cerdo cabrón -se retiró enfadada.
Se tumbó a mi lado y me dio la espalda. Con la misma voz que ella puso, igual de melosa y suave, le pedí que terminase lo que había empezado. Su contestación fue directa y radical, textualmente me dijo que me fuese a que me la terminase de chupar mi madre, algo que me enfado. Pero sabiendo que lo hacía para hacer daño, reaccione haciendo justo lo contrario a lo que me pedía el cuerpo, simplemente solté una carcajada, lo que le sentó aun peor. Lo siguiente que hizo fue llamarme hijo de puta, cabrón y alguna otra lindeza más, rebulléndose en la ropa, moviéndose nerviosa... lo que hizo que tomase otra decisión, en la que Ana una vez más, me sorprendería. Me pegue a ella, restregándole mi erecto miembro entre los cachetes de su culito mientras pasaba mi brazo sobre su cintura buscando el modo de alcanzar su sexo. No hace falta ni decir que se trató de revolver contra mí para que la dejase.
Mi sorpresa y casi absoluto asombro definitivo llegó cuando tras un pequeño forcejeo mi mano logró alcanzar su coño, parecía que Ana se estuviese licuando viva de cómo lo tenía de mojado. El colmo de mi estupor llegó cuando con únicamente pasarle el dedo por su raja se corrió como una burra abrazándose a mi brazo con gran fuerza, atrayéndome contra ella mientras sus caderas se movían descontroladas. No le di ni tiempo a recuperarse siquiera, engarfiándolos le introduje los dedos índice y corazón en el coño, moviéndoles todo lo rápido que pude mientras usaba el pulgar para "atacar" su clítoris directamente. No pude evitar el apretarme con fuerza contra su culito, clavando mi polla, ya fuera del pantalón sobre la tela de su braguita, Ana como toda resistencia se limitó a susurrar un tenue "no, déjame", para después no volver a abrir la boca más que para gemir, jadear o gritar al correrse de nuevo. Alcanzo un segundo, y escasamente un par de minutos después, el que pareció ser su tercero en la noche, quedándose luego completamente dormida, sujetándome el brazo contra ella de modo que me obligaba a tener mi cuerpo completamente pegado al suyo.
Me costó poder volver a conciliar el sueño, incluso las ganas de follar con ella se me pasaron tras que se durmiese y viese en su cara cuando trate de acomodarme mejor, la expresión de tranquilidad, sosiego y aparente felicidad que mostraba. Si dijese que en esos instantes entendía algo con relación a mi esposa mentiría como un bellaco. Sabía que Ana era una mujer muy caliente y extremadamente pasional a la que le gustaba el sexo más que un caramelo a un niño. Pero precisamente por su fuerte carácter y esa misma pasión, con lo celosa que se mostraba, con lo enfadada que sabía que estaba y con el interés que tenía por averiguar lo que hubiese pasado con mi jefa, no me entraba en la cabeza el estado de excitación en que se encontraba cuando la acaricié. No entendía cómo podía haber llegado a tal extremo como para correrse simplemente con tocarle su sexo. Sabia y tenía muy claro que Ana me quería, eso no lo ponía en duda ni por un solo instante, aunque pensase que lo hacía a su manera, pero también era consciente que yo no despertaba en ella el tipo de deseo necesario como para haberle podido llegar a ese estado de excitación. Reconozco también, que el recapacitar sobre todo esto, me hizo más mal que bien... me cabree.
El sábado por la mañana me levante pronto, a los pocos minutos mi peque se me unió, prepare el desayuno para todos, dejando el de Ana y Azucena listo para que se lo calentaran, después me fui con mi niña a dar una vuelta por el parque. Tras comer, nos preparamos para ir donde los padres de Ana y Azucena, quienes por cierto estaban muy tensas de camino hacia allí, especialmente esta última. Supuse que sería por la más que probable presencia allí de su marido y por lo que pudiesen opinar sus padres sobre lo que este les hubiese contado. Yo por mi parte estaba de lo más tranquilo, esperaba lo de siempre, ser el gran ignorado de la cena, cosa que creedme no me importaba en lo más mínimo.
Todo fue más o menos como ya había supuesto, una "agradable" cena en familia, aun con más muestras de cariño de lo habitual. Las puñaladas, el veneno, las discusiones, etc., estuvieron por todo lo alto, reconozco que fue genial. Según lo que vi en apenas la primera hora de mi estancia allí, Arturo había acudido al padre de Azucena para que esta regresase al redil y fuese una buena chica, con el consiguiente cabreo por parte de esta, acompañado por el de Ana, a la que además se sumó lo que ya traía de casa. Por mi parte para ese momento mi carácter ya había cambiado sustancialmente y a lo grande, pero aun tenia algún que otro "calambrazo" esporádico que radicalizaba temporalmente dicho cambio de personalidad.
Si durante toda la tarde todo en la familia estuvo más o menos bajo control, fue sobre mitad de esta cuando todo empezó a desbordarse. Don León, el hijo de puta del padre de mi esposa y cuñada, empezó a darle el sermón a su hija sobre su "huida" del domicilio conyugal y el abandono del pobre Arturito. Azucena replicó instando a su padre a no meterse donde nadie le llamaba, y que de lo que hablaba era precisamente eso, su matrimonio, algo privado. Tras esta intentona que Arturo aprovecho para meter baza y cizaña, viendo que su padre no cedía en su perorata sobre su hermana apoyando en todo momento al marido de esta, Ana entró a cuchillo contra su cuñado, llamándole putero y varias cosas más que no gustaron a nadie, excepto a Azucena que la miro agradecida. Carolina, la esposa de León y madre de ambas mujeres, se posiciono del lado de sus dos hijas, y por primera vez que yo viese, enfrentándose a su marido, incluso dijo en un momento dado que Azucena se había mudado con Ana por consejo suyo. A todo esto yo estaba sentado en la mesa dándole de cenar a Clara, disfrutando de la velada y entreteniéndola mientras todos discutían, lo cual no me parecía un bonito espectáculo para la niña, máxime cuando estaba empezando a faltarle el canto de una pestaña para echarse a llorar con los gritos.
En un momento dado, y cuando esta hubo terminado, me la llevé de allí, haciendo que se tumbase en la cama de la antigua habitación de su madre a ver los dibujos en la tele, como siempre hacíamos a esas horas. Me quede con ella allí tumbado haciéndole compañía hasta que finalmente se quedó profundamente dormida. Cuando regrese al salón mi suegro estaba levantado, apoyándose sobre la mesa, estaba amagando el inicio de un tortazo sobre la cara de mi esposa o de su hermana, no tuve muy claro a cual de ambas tenia pensando cruzársela, mientras las acusaba de ser “malas mujeres”, que en su boca era prácticamente como llamarlas directamente “zorras hijas de puta”. Tanto Ana como Azucena, como dos enajenadas, estaban medio gritándole a su padre, que lo hiciese si se atrevía, que a ver si tenía cojones a golpear a alguna de las dos. Por lo visto el "papá" había decidido que Ana echase de su casa a su hermana, y mi esposa se había negado en redondo a ello, agravándose con eso la discusión.
En la cara de mi suegro vi las ganas de golpear y la nada sana intención de hacerlo, incluso estaba también insultando a su esposa por ponerse de parte de sus dos hijas, por ello decidí intervenir para prevenir mayores males...
- Ya vale, haya paz, vais a terminar por despertar y asustar entre todos a la niña... vaya espectáculo más lamentable...
- No te metas donde nadie te llama, imbécil, so maricona... como vuelvas a interrumpirme otra vez te rompo la cara, diga luego lo que quiera mi hija...
Tras este estallido y darse nuevamente la vuelta hacia sus hijas, ignorándome por completo, cuando le puse la mano sobre el hombro, León se inclinó hacia abajo soltando un grito de dolor. Simplemente había puesto mi mano sobre su hombro, justo en el lugar preciso para poder atacar su articulación junto con las terminaciones nerviosas de esta, apretando con saña y haciendo fuerza hacia abajo para obligarle a sentarse mientras todos los presentes me miraban como si estuviesen viendo un fantasma. Creo que incluso en un momento dado mientras le forzaba a sentarse, me pareció escuchar como crujía su articulación bajo la presión de mi mano. Una vez estuvo sentadito y todos callados mirándome...
- Muy bien, ahora todo el mundo se va a comportar como gente civilizada, hablareis de uno en uno, sin gritos y sin faltaros al respeto.
- ¡¡Pero tú quien coño te has...!!! -Interrumpí a mi suegro volviendo a apretarle del hombro con saña.
- He dicho, sin gritos. ¿Azucena?
- Si -replicó está mirándome sorprendida.
- Te puedes quedar en casa todo el tiempo que quieras, no tengas la menor prisa.
- ¡¡Pero qué coño te...!! -nuevamente apreté el hombro de mi suegro haciéndole doblar nuevamente de dolor.
- He dicho, sin gritos, como mi niña se despierte, se asuste y lloré, me lo voy a tomar muy mal, y alguien va a tener que pagar por ello ¿entendido? -asintió con la cabeza ante mi nuevo apretón a la articulación-. Bien, me alegro que comprenda.
- Cariño, por favor, suelta a mi padre... -me pidió Ana.
- Enseguida, no te preocupes. Veras suegro –le hable al oído-, has estado a punto de golpear a mi esposa, a mi cuñada, incluso quizá a las dos. Si ese pelota cobarde –señale con la cabeza a Amador- no es capaz de defender a su mujer para no enfadarte, yo no tengo ese problema. Te advierto, pero solo voy a hacerlo esta vez, así que toma buena nota de ello. Si tocas en algún momento a mi mujer o a mi cuñada, y por mucho que seas su padre, entonces yo te tocare a ti hasta que tengas que ser ingresado en la UCI del hospital más cercano. Y te recuerdo todas las veces que te has reído de mi durante estos años por cómo me machacaba en el gimnasio con las artes marciales y los pocos huevos que tenía. Pues bien, creo que ya ha llegado el momento de poner esos conocimientos en marcha, ¿y sabes porque?, pues porque los huevos ya me han crecido… ¿Te ha quedado claro lo que he dicho León?
- Si… si…
- Bien. Ahora voy a irme a tomar el aire un poquito y calmarme, porque estoy muy, pero que muy cerca de tomar medidas drásticas con tu hombro y no me gustaría dejarte manco de por vida. De modo que cuando entre de nuevo ya más tranquilo, espero poder veros hablar como personas sin tener que escuchar los gritos histéricos de nadie… o esto va a terminar muy mal para alguien –tras aquello me salí fuera de la casa.
Apenas unos pocos minutos después sentí como alguien se situaba a mi lado. No me volví pues por su perfume sabía de quien se trataba, espere a que ella fuese quien iniciara la conversación si quería.
- Tu numerito de ahí dentro parece haber dado resultado, es la primera vez que parecemos ser capaces de hablar sin gritarnos cuando no estamos de acuerdo en algo.
- ¿Qué quieres Azucena?
- Está bien, al grano. Lo que me dijiste de mi marido, me gustaría conseguir pruebas, de eso y de todo aquello a lo que le pueda echar el guante.
- ¿Divorcio?
- Si, hoy mi paciencia con él ha llegado a su límite, en principio esto solo era solo un pequeño tiempo de separación como advertencia, pero eso ya no me vale. Si tanto quiere a mi padre que se haga su amante, si no va a estar a todas conmigo mejor estoy sola. Pero necesito conseguir algunas pruebas contra él para poder meterle por el culo nuestro acuerdo prematrimonial al completo y sin que tenga opciones de rascar nada.
- Entiendo… Oye Azucena, una pregunta… -me cortó.
- No me preguntes por lo que hará o no mi hermana con aquellos papeles que le diste porque no lo sé, y de saberlo tampoco te lo diría, lo siento.
- Tranquila, no era eso lo que te iba a preguntar –me di la vuelta poniéndole una mano en su hombro, sentí perfectamente cómo se estremecía por mi contacto-. Cuando llegue el lunes a la oficina te mandare a tu correo electrónico personal los pasos que tienes que dar para conseguir lo que quieres y poder hundirle llegado el caso.
- Gracias Aquiles…
- No pasa nada…
- ¿Qué me ibas a preguntar? –se giró cuando empecé a andar hacia la casa.
- ¡Uhmmm…!, es curioso, pero ya no me acuerdo… o quizá es que ya obtuve de ti la respuesta que quería –seguí mi camino dejándola allí parada mientras sentía sus ojos clavados en mi espalda.
Mi relación con Azucena aunque era buena, lo cierto es que también siempre había sido un tanto tensa desde el principio de estar con Ana. La verdad es que nunca supe porque motivo era tan ambivalente, siempre en guardia conmigo, si no habíamos coincidido jamás en ningún lugar o con amigos comunes. Había pensado que era por haber dejado a su hermana pequeña embarazada y casarme con ella de penalti, creí que posiblemente supusiese que le había jodido la vida a Ana o que trataría de sacar partido del “braguetazo”, y pese a todo, paradójicamente aun manteniendo unas ciertas distancias no es que nos llevásemos para nada mal. Sin embargo ahora mismo mi opinión al respecto era totalmente diferente, o mucho me equivocaba, o por fin ya sabía exactamente cuál era el problema que Azucena tenía conmigo y el porqué de esa dicotomía. Lo malo es que el saberlo tampoco arreglaba nada de nada, pero sí que en cambio ayudaba y de paso me servía para poder afilar aún más mis planes e intenciones iniciales.
Por otro lado estaba mi suegro, el gran León, de quien sabía mucho más de lo que él se imaginaba y por su propio bien, le convenía que conociese. Como ya dije anteriormente, pese a mi forma de ser antes de este cambio de personalidad, yo podía haber sido muchas cosas y ninguna de ellas buena, pero lo que desde luego jamás fui, es idiota. Cuando mi suegro se enteró del embarazo de su niña puso el grito en el cielo, cuando me conoció no es que le cayese nada bien pero me di cuenta de que por algún motivo se frotó la manos con su impresión inicial sobre mi. También más delante me empezó a odiar a muerte en cuanto pese a ser como era, no solo no entré por el aro con él, no hice lo que quería, y encima para colmo decidí trabajar fuera de las garras de la familia de Ana. A ello contribuyó el que las “infidelidades” de esta no parecían afectarme pese a que el mismo me puso varias de ellas servidas en bandeja de plata para mi conocimiento, continuando con mi matrimonio como si tal cosa.
Obvio decir que eso despertó mi curiosidad… e investigué aún más profundamente a mi suegro, más allá de lo que considere necesario por si había divorcio con Ana. Todo esto pasó cuando averigüé en su momento que un par de esas casualidades de haber “tropezado” por error donde y con quien estuvo mi esposa follando, en realidad, no fueron tales, sino una gentileza de mi queridísimo suegro. Después de tropezarme con ello e investigarlo muy en serio, comencé a… digamos que acaparar determinada información que creí que en un futuro pudiese serme útil, y que obviamente también, no tenía ni en casa, ni en un lugar donde mi esposa o su familia pudieran tener un fácil acceso a ella. Como ya dije, podía haber sido un calzonazos cobarde que tragara con todo, pero desde luego, nunca he sido estúpido, y contra más conocía de León más me decidía a cubrirme las espaldas con pruebas sólidas y contundentes.
Pese a conocer muchas cosas, primero la única persona que realmente era capaz de mover mi piso para hacerme reaccionar en estos años era Clara, la cual estaba muy protegida por su madre contra su familia, y segundo mi personalidad no ayudaba en absoluto a tomar “decisiones” drásticas o ciertos riesgos. Ahora mismo la situación había variado “un poco”, pues ese problema de personalidad había desaparecido, aunque mi niña seguía siendo mi prioridad absoluta. La cena termino, nosotros nos marchamos, pero Amador, el marido de Azucena se quedó allí con mis suegros, supuse que tramando algún plan con el bueno de León para salirse con la suya… Supuse que eso sería, la vuelta del matrimonio perfecto de Azucena, que las dos hermanas recuperasen su respeto, temor y obediencia hacia su padre, mas muy posiblemente, el cómo deshacerse de mi persona, pues molestaba, y mucho a León, sobre todo ahora que le había dejado claro que pese a lo que hubiese podido parecer, no le tenía el menor miedo.
Durante el camino de regreso a casa, mientras que la niña iba dormida y yo completamente callado, las dos hermanas no pararon de hablar, a cual de ambas más enfadada por todo lo sucedido, en un momento dado incluso Ana le dijo a su hermana que lo que debía de hacer era divorciarse de ese imbécil de Arturo, contestándole Azucena con absoluta frialdad, que eso mismo era lo que pensaba hacer en cuanto echarse el guante a algunas cosas que iba a necesitar. Sentí perfectamente los ojos de mi cuñada clavados en mi nuca cuando dijo aquello. Algo que me resulto curioso de esa noche fue el comportamiento de mi esposa en cuanto nos quedamos solos en el dormitorio. Confieso que desde que empezó todo esto con Abril habíamos tenido muy poco sexo los dos, y me pareció que por su parte eso era como una especie de castigo, pero esa noche casi, casi me intento violar con una desesperación que no creo haberle visto nunca, pese a lo de la noche anterior.
Entramos en la habitación, cerramos la puerta, siempre con el comunicador con la niña encendido. Cuando me había quitado los pantalones, doblado y dejado sobre el respaldo de la silla, me encontré con un empujón que me derribo sobre la cama. En cuestión de veinte segundos tenia a mi “dulce” esposa sobre mí, con mi polla dentro de su cuerpo, cabalgándome como una enajenada mientras con mis manos la sujetaba por las caderas para evitar que se diese el ostión padre, haciéndome a mi daño de paso. Se había quitado la falda y las braguitas, me había arrancado literalmente el bóxer y se había empalado sin que hubiese sido por mi parte capaz de reaccionar. El colmo fue cuando menos de tres minutos después de empezar se corrió como una fuente, y sacudiéndome un guantazo que me dejo el oído pitando en medio de su orgasmo, me soltó un “venga cabrón de mierda, impotente, fóllame hijo de puta… trátame como a tu perra… demuéstrame otra vez que soy tu perra…”. No creo necesario decir que me quede casi con la boca abierta ante esto, pero eso sí, me hizo reaccionar…
La voltee por la fuerza, la "obligue" a ponerse a cuatro patas y de un solo empujón le metí la polla en el coño hasta que mi cadera golpeo sus nalgas con fuerza. Hasta ese preciso instante todo fue bien, su parodia de resistencia fue bastante "realista", esta empezó a volverse verdad cuando le retire el apoyo de sus brazos obligándola a hundir su cabeza contra la almohada, instante en el que intento liberarse, pero esta vez enserio. En dicha posición, con una de mis manos puestas sobre el centro de sus omoplatos, forzándola a mantener la posición, introduje dos dedos de la otra en su recto, metiéndolos lo más profundo que pude en su interior, sin lubricar su culo ni por un solo instante. Fue ahí cuando su forcejeo se volvió muy agresivo, obligándome a cargar parte de mi peso contra ella para poder controlarla, momento en que un tercer dedo se unió a los dos anteriores, abriéndole el culo de forma muy dolorosa, sus gritos por suerte estaban siendo amortiguados por la almohada contra la que le tenía incrustada la cabeza.
Justo cuando estaba ya casi listo para mi siguiente movimiento, sentí un suave clic a mis espaldas, concretamente reconocí el ruido que hacia el picaporte de la puerta de nuestra habitación al abrirse. Dado que Clara no podía ser pues el intercomunicador seguía ofreciéndonos el leve ruido de su respiración, tan solo quedaba Azucena, no os digo el morbo que me dio pensar en que quizá, y solo quizá, mi cuñada pudiese estar viendo como me follaba a mi esposa en el plan en que estaba. Saque mi polla del coño de Ana, me hice para atrás lo justo como para poder sacar también los tres dedos y sustituirlos dentro de su culo por mi rabo. Situé el glande en la entrada y empuje con fuerza, metiéndola hasta el fondo... echándome sobre su espalda nada más terminar de metérsela a lo bestia. Los dedos solo me habían servido para dilatarla lo suficiente como para no hacerme daño yo al clavársela, pero no como para no hacérselo a ella. Alce su cabeza y le tape la boca con la mano que le sujetaba la espalda, embistiéndole con todas mi fuerzas el culo, como buenamente pude mire la puerta de la habitación por debajo de mi brazo... Vi perfectamente que estaba entreabierta y que había alguien mirándonos, creí distinguir dos ojos clavados en nosotros y escuchar un leve jadeo procedente de allí... Eso puede que fuese o no mi imaginación, pero lo que era seguro, es que Azucena estaba espiándonos… y masturbándose.
Puede parecer lo que sea, pero Ana estaba disfrutándolo, más aun cuando mi otra mano, ahora libre, se cerró sobre uno de sus pezones retorciéndoselo con saña mientras una de sus propias manos se ocupaba de su clítoris, friccionándoselo con fuerza. Cuando note la proximidad de su orgasmo, me tendí ya por completo sobre ella, haciendo que su cuerpo aumentase su tensión para poder soportarme, y mientras le mordisqueaba una de sus orejas, le dije muy bajito, en un susurro, que hiciese por mirar a la puerta de la habitación y vería a su "hermanita" mirando cachonda perdida como la estaba sodomizando, tratándola como la puta perra que en verdad era. Sé que miró, no sé lo que vería o no, pero su orgasmo fue brutal, y las contracciones de su culo sobre mi polla me arrastro con ella. Creo que berreo de placer durante casi cuarenta segundos o más, por fortuna ahogado por mi mano, sino posiblemente hubiese despertado a medio edificio.
Cuando termine de recuperarme no tuve piedad de ella, tal y como estaba, tumbada bocarriba, me situé sobre su pecho de rodillas, le sujete la cabeza por el pelo, cogiéndoselo por su nuca, obligándola a alzar la cabeza para meterle la polla en la boca. Estuve follándosela como cosa de tres minutos hasta el mismo instante en que considere que ya estaba limpia. Luego fui yo quien se tumbó bocarriba y la "forcé" a seguir chupándomela hasta correrme nuevamente, esta vez en su boca, obligándola de paso a tragarse toda mi corrida. No penséis ninguno que ella realmente no quería eso y ser tratada de ese modo, os garantizo que de no quererlo así Ana, nadie hubiese podido llegar realmente a forzarla en solitario. Sé que la presencia de su hermana mirando había disparado su libido muchísimo, así como su orgasmo, sin embargo no comento nada, ni hizo nada que diese a entender que la había visto de verdad "mirándonos". Esa noche dormimos abrazados haciendo la cucharita, y por la mañana, confieso que también por iniciativa suya, hicimos el amor, esta vez de lo más dulcemente en la típica posición del misionero. El resto de ese fin de semana, lo que quiere decir, el domingo, paso sin pena ni gloria, nadie hizo o dijo nada sobre lo sucedido por la noche.
CONTINUARA