Cambio de Personalidad - 8

Tras regresar a casa y aguantar la tormenta con mi mujer, Lina me avisa de su próxima llegada, lo que me falta tiempo de restregar por los morros a mi esposa.

Cambio de Personalidad - 8

Elena apenas llevaba treinta segundos chupándome la polla como si fuese un chupa-chup cuando trate de que me permitiese ocuparme a mi vez de ella, quise que se colocase sobre mi cabeza, obviamente sin dejar de dedicarse a lo que hacía, pero ella me dijo entre lamida y lamida que no, que era mi turno de disfrutar. Como pude alcé la cabeza para ver que hacía, mis ojos se encontraron con los de ella, entonces fue como si eso, el mero hecho de estar mirándola mientras me hacia la felación la hubiese calentado aún más, porque pareció coger repentinamente nuevos bríos. Confieso que no aguante mucho, eso de ver como mi implacable jefa me chupaba con semejante ansia la polla provoco que no fuese capaz de contenerme mucho más, explotando en su boca pese a que trate de advertirla. Cuando le pedí que se quitase porque iba a explotar, en lugar de ello, lo que hizo fue justo lo contrario, se enterró por completo mi polla, tragando ruidosamente todo mi semen cuando empezó a salir, golpeando los chorros directamente contra su garganta.

Después de recuperarme ni me lo pensé, empecé a recorrer todo su cuerpo con mi lengua, tratando en todo momento de mantenerla lo más inmovilizada posible y sin que pudiese llegar a una cota cercana al orgasmo, reservándome para cuando mi boca alcanzase por fin el premio gordo, su clítoris. Una vez que termine de martirizar sus pezones, su estómago, su ombligo, la parte interna de sus muslos con mis caricias y besos, me centre por fin en su raja, esquivando en los primeros momentos su inflamada y empapada perla. Estuve lamiéndola con gula su raja, bajando por el perineo hasta llegar a su culito, donde le pegue un par de masajes con mi lengua, usándola como una especie de barrenadora para introducírsela apenas un par de centímetros que la hicieron ascender las caderas y gimotear de placer pese a sus advertencias previas al follar de que por ahí nada de nada.

Cuando por fin me centré en su clítoris, conseguí mantenerla en un estrecho espacio alrededor de su orgasmo durante casi minuto y medio, haciéndola sufrir, provocando que me llamase de todo menos guapo entre gemidos y jadeos, rogándome continuamente que la hiciese llegar de una vez al orgasmo. Cuando comprendí que yo no iba a poder sostener la situación mucho más, justo en el instante en que note que estaba alcanzando su orgasmo introduje con suavidad en su culito la primera falange de mi dedo corazón moviéndola muy rápida en su interior, consiguiendo que su orgasmo se multiplicase en intensidad y que sus caderas se retorciesen como si fuese una víbora. Cuando por fin su orgasmo ceso ella estaba completamente desmadejada sobre la cama, se alzó lo justo para alcanzar mis labios, darme un beso introduciéndome la lengua con pasión, murmurar un gracias y luego quedarse dormida abrazada a mi mientras parecía ronronear como una gata satisfecha.

Si en un principio pensé que aquello sería un polvo y luego cada uno a su cama, la forma en que me abrazo para luego quedarse dormida me dejo clarísimo que aquello no iba a terminar de un modo tan... aséptico como yo había presupuesto. Por la mañana cuando abrí los ojos me encontré perdido, no sabía bien donde estaba, cuando mire hacia abajo al sentir el peso sobre mi pecho, me la encontré risueña, apoyada sobre sus manos, cruzadas estas sobre mi pecho, con sus ojos clavados en los míos, con una mirada chispeante...

  • Buenos días dormilón...
  • Buenos días... ¿qué hora es ya?
  • Las diez, ya es un poco tarde, tenemos que ducharnos, desayunar, recogerlo todo y hacer las maletas... todo antes de las doce que debemos dejar libres las habitaciones.
  • Vaya, que eficiencia y organización -le susurre socarrón provocando sus risas.
  • Por algo soy tu jefa machote, porque soy la leche organizando...
  • ¿Cómo es que no me has despertado antes? -inquirí.
  • Primero porque yo misma me he despertado hace poco, y segundo porque me he quedado mirando como una boba la carita de inocencia que tenías mientras estabas durmiendo. Pero no te hagas ilusiones, ha sido abrir los ojos y desaparecer...
  • ¿Y ahora qué cara tengo? -dije mientras empezaba a acariciarle la espalda.
  • De salido... de querer hacerme esas cosas que me encantaría poder hacer de nuevo contigo otra vez... Pero querido mío, venga que tenemos que ponernos en marcha. A la ducha campeón... -dijo riéndose mientras se levantaba.
  • Eso, eso... a la ducha, a la ducha... -repliqué levantándome corriendo tras ella.
  • De eso nada... tu a la tuya, que si nos metemos juntos no terminamos hoy -me saco la lengua, se rio y se metió dentro de su servicio, cerrándome la puerta en los morros.

La verdad es que solo había estado de broma con ella, era perfectamente consciente de que no podíamos hacer nada de nada pues teníamos el tiempo bastante justo, ya que el vuelo tenía su hora a las doce y media, lo que quería decir que estábamos muy pillados de tiempo. De hecho confieso que llegamos por los pelos. Estuvimos riéndonos durante todo el viaje comentando cosas de la oficina o contándonos batallitas, obviando en todo momento lo que había sucedido entre los dos esa noche. En Barajas con despedimos con un beso en las mejillas, cogiendo cada uno un taxi con destino a casa, donde yo llegué sobre las cinco de la tarde o cinco y media. Me sorprendí al entrar pues me encontré con mi peque y únicamente a Azucena, cosa extraña, pues desde que estaba con nosotros solían ir y venir juntas del trabajo. Obviamente lo primero fue saludar a Azucena para después concentrarme en comerme a besos a mi niña entre sus risas, me emocione pues parecía que hubiese echado mucho de menos a su papa. Una vez me puse cómodo al regresar al salón, me puse a jugar con Clara y evidentemente le pregunté a Azucena por su presencia a esas horas...

  • Me he venido antes en taxi con la excusa de que no me encontraba bien, quería hablar contigo a solas.
  • Tu dirás... -repliqué un poco sorprendido.
  • Es sobre Ana. Sé que me dijiste que no me metiese en tu matrimonio, pero he preferido verte yo antes, de hecho no sabe que regresabas antes, ayer escuche tu mensaje en el contestador y lo borre.
  • ¿Y eso porque? –pregunté, bastante sorprendido.
  • Porque está muy nerviosa, casi, casi diría que histérica, sinceramente, yo nunca había visto en este estado a mi hermana. Quería hablar contigo para que lo supieses, por si acaso cuando os veáis dice alguna tontería, que no se la tomes en cuenta, créeme cuando te digo que ella te quiere.
  • ¿Y?, porque por tu cara no parece que solo sea eso.
  • Aquiles, mira, sé que no he sido la mejor cuñada del mundo, pese a que nos hayamos llevado relativamente bien, pero créeme que Ana está muy, pero que muy alterada, es muy posible que de principio pueda decir cosas que luego lamente, por favor, no se las tomes mucho en cuenta. Ojala os podáis arreglar, de verdad.
  • Te agradezco la molestia que te has tomado, te honra Azucena. Pero estate tranquila con Ana, ya verás como no llega la sangre al rio... por muy “alterada” que este.
  • No te fíes, créeme que está muy mal, muy enfadada..., y ya la conoces cuando esta así...
  • Dirás celosa... –arquee una ceja sonriéndole-.
  • Como sea, puedes llamarlo como quieras. Aquiles, por favor... –la interrumpí
  • Estate tranquila, no pasara nada, ya lo veras.

La cosa es que ella, como ya supuse cuando me dijo aquello, fue quien tuvo razón. Me encontraba en el baño justo cuando Ana entró. Llegó contenta, saludo a su hermana, beso a nuestra hija haciéndole un montón de carantoñas, fue directa a la habitación a ponerse cómoda y vio mis cosas, cartera, etc., donde siempre las dejaba, entonces ardió Troya. Salió de la habitación hecha una furia para ir a encontrarse conmigo tranquilamente sentado en el salón, en uno de los sofás frente a su hermana. No me dio ni las buenas tardes, ni un simple "hola", directamente empezó a desbarrar y a acusarme nada veladamente de, en realidad, haber hecho una escapada con mi jefa disfrazándolo de viaje de trabajo. Creo que la suerte fue que al estar presente Clara y pese a su más que visible intensísimo ataque de celos, Ana logró mantener un mínimo de cordura. Me di cuenta de que pese a la situación, no gritó, procuro no gesticular mucho, intento evitar que Clara se asustase por la discusión e incluso diría, que el que se diese siquiera cuenta de ella.

En un momento dado le pidió a Azucena que por favor se llevase a su sobrina a la habitación para que pudiésemos hablar los dos "a gusto". Una vez su hermana desapareció con la niña, comenzó a explayarse ya casi sin el menor control, y el hecho de que yo apenas contestase con otra cosa que con monosílabos únicamente parecía sacarla aún más de sus casillas. Azucena regreso con el comunicador en la mano, lo dejo sobre la mesa y se metió entre ambos tratando de poner un poco de cordura, especialmente en su hermana, puesto que vio que yo me mantenía muy tranquilo. Cuando por fin Ana pareció estar un poco más calmada, gracias a su hermana sobretodo, saqué mi teléfono, busque la foto que Elena me pasó y se la puse en los morros...

  • Haz el favor de mirar esta foto, ¿quieres?
  • ¿Qué pasa con esa foto? -me gruño mientras que Azucena me miraba sin entender a qué venia aquello.
  • Es una foto de mi jefa con su marido, y quie... -me cortó de muy malos modos, dándome un golpe en la mano para apartar el telefono de su vista.
  • ¿Y a mí que coño me importa esa zorra? -me gritó.
  • Quieres fijarte en la foto de una puta vez y dejar de gritarme... -le replique en tono duro, poniéndole otra vez la pantalla ante la cara, a escasos centímetros de sus ojos.

Cuando sus ojos, y con una expresión en la cara de una mala leche que tiraba de espaldas se volvieron a posar sobre la imagen que mi teléfono mostraba, su rostro empezó a palidecer. Fue de lo más dolorosamente obvio que no le había costado en absoluto reconocer la cara de su amante. Esos ojos que segundos antes solo reflejaban celos, rabia y frustración, con solo ver esa foto, pasaron a mostrar miedo. Su rostro se tornó pálido, empezó a mirarme como un animal acorralado, supongo que en parte también ayudo mi frialdad al tratarla. Azucena al ver el cambio preguntó qué era lo que pasaba con esa foto de mi jefa, al ver que ninguno contestábamos, directamente le interpelo a su hermana sobre ello, pero Ana se mantuvo callada...

  • ¿Porque no le contestas a tu hermana? Es difícil hacerlo, ¿verdad?. Sabes Ana, hay una cosa de todas las que has dicho que te voy a admitir, y es que sí, sí que me he sentido muy identificado con mi jefa, con Elena, en ciertos aspectos. Si tienes preguntas que hacerme sobre lo que ha pasado o no ha pasado, que hemos hecho o no durante estos días, nos reunimos y lo hablamos... pero los cuatro, su marido, Elena, tú y yo. Así todos juntitos podemos hablar de "todo" -dije poniendo especial énfasis en ese "todo".
  • No... no hace falta... Te pido disculpas, es solo que he tenido algunos problemas y lo he pagado contigo...
  • De acuerdo, pero ten claro que no me ha gustado nada la forma en que me has acusado, y te recuerdo, que independientemente de esto -señale la foto-, no tienes el menor derecho a ponerte como te has puesto conmigo. Creyeses lo que creyeses y según lo que tú misma impusiste, puedo hacerlo cuando me de la real gana sin que signifique nada de nada -alzó la cara y me miro nuevamente furiosa, con los celos reflejados otra vez en sus ojos-.
  • Quizá ese sea el verdadero problema, que esto nuestro ya no significa nada y debamos de tomar caminos separados... -me espetó más rabiosa que furiosa.
  • ¡¡¡Ana!!!, ¿pero qué coño estas diciendo? -le gritó su hermana.
  • Te estás pasando, y esto ya no tiene gracia, la broma se te está yendo de las manos -le dije tratando de calmarme.
  • ¿Y quién está de broma? -me volvió a espetar aún más rabiosa.

No le respondí, lo único que hice fue ir a nuestro dormitorio y deteniéndome ante mi mesilla, saque una carpeta del último cajón de la misma, rebusque en su interior y de entre todos los papeles que tenía en la misma saque un sobre grande que se veía abultado. Me sonreí al verlo, porque sabía que en su interior y pese a lo que pareciese, contenía una trampa, algo que ni yo mismo me creía ahora que hubiese sido capaz de hacer en aquel tiempo. Regresé de nuevo al salón, lanzando el sobre en la mesa, yendo este a parar justo frente a Ana, que me volvió a mirar de malos modos, sujetándolo entre sus manos...

  • ¿Que se supone ahora que es esto? -me preguntó con el sobre entre las manos.
  • Una demanda de divorcio redactada según las condiciones de nuestro acuerdo prenupcial. Tanto los datos del demandante como del demandado están en blanco, solo tienes que rellenarlos y presentarlo en el juzgado para que empiecen a tramitarlo. Únicamente falta en ello las condiciones de visita que el juez decida para Clara -dije con total frialdad.
  • Com... como... como es que tienes esto... ¿desde cuándo...? -tartamudeo Ana lívida como un cadáver mirando las hojas que acababa de sacar del sobre al decirle yo aquello y en cuyo encabezado se leía perfectamente “Demanda de Divorcio”. Mientras Azucena me miraba como quien ve un fantasma.
  • Lo tengo desde que decidiste unilateralmente como seria nuestro matrimonio y estuviste con el primer tipo. Me destrozaste cuando me entere y comprendí que ibas en serio, si no lo hice, fue especialmente y sobre todo por Clara, porque para mí el no poder estar todos los días con ella hubiese sido mucho peor aún, también, por no poder romper con todo, la comodidad en que vivía, el perderte para siempre...
  • Pe… pero esto… -la atajé con un gesto de la mano.
  • En fin, eso ya da igual, ahora es tu turno, la pelota está en tu tejado y quizá tomes por los dos la decisión que yo no fui capaz de tomar hace un par de años. Al fin y al cabo siempre has sido mucho más valiente que yo. Estate tranquila que no te pondré el menor problema si decides seguir con eso adelante -señalé las hojas que tenía en sus manos con mi cabeza.

No dije nada más, simplemente me despedí de ambas, argumentando que tenía sueño y me marchaba a la cama que al día siguiente tenía que madrugar. El verdadero motivo para no haber presentado aquella demanda de divorcio en su día, fue que para poder tener un mínimo de garantías en conseguir quedarme yo con Clara, tuve que investigar a mi esposa y su familia. Con especial énfasis en tratar de ver como poder neutralizar su dinero y su prestigio, como poder atacarlos sin piedad de cara al juicio al que sin duda llegaríamos. Desgraciadamente, para cuando conseguí reunir todo lo que considere que me podría ser útil, y estaba listo para actuar, digamos que “me había aclimatado” a la situación y tras meditarlo cuidadosamente no me mereció correr el riesgo, véase por mi forma de ser, cobardía o lo que se quiera, el caso es que no lo hice y punto. Eso sí, todo lo que averigüé, todo lo que conseguí reunir contra ellos, lo mantuve en todo momento a cubierto y bajo llave, solo por si al final me viese obligado a usarlo.

Me acosté, aunque no tranquilo, no podía dejar de pensar que quizá me hubiese pasado y jugado demasiado fuerte con sacar esa carta a relucir, especialmente en el estado tan alterado e inestable en que Ana se mostraba en estos últimos días, no me quedaba otra que confiar en que Azucena templase el asunto. Creo que lo que ocurrió y el principal motivo por el que jugué tan duro con ella, fue porque al verla así, hasta qué punto habían llegado sus celos me asustó, eso era algo que ni en sueños habría imaginado de mi esposa, y en lo único que pensé fue en pararla los pies en seco obligándola a retroceder. Me costó conciliar el sueño, pero entre el trote de la noche anterior, el cansancio del viaje y la discusión con Ana al final caí tan profundamente dormido que o me entere ni siquiera de cuando ella se metió en la cama a mi lado.

Cuando sonó el despertador lo apague antes de que la despertase, como siempre. Yo estaba dándole la espalda a Ana, sentía el cuerpo de esta pegado a mi aunque sin abrazarme, su cara a mi espalda, donde sentí una cierta humedad. Al levantarme con cuidado y fijarme en su cara, entendí el motivo de la humedad que había notado, tenía huellas de haber estado llorando durante bastante rato, confieso que el verla y entender lo que le ocurria me enterneció, pero no por ello pensaba volver a hacer el imbécil de nuevo y bajar la guardia, ya lo había pasado bastante mal en estos años como para hacer una estupidez de ese estilo. Como siempre me marche camino del trabajo sin hacer el menor ruido.

En el trabajo todo fue rutina hasta media mañana en que tuvimos reunión del equipo para que Elena pusiese a los demás en antecedentes de lo que se trató con los clientes y como quedo el asunto. Tras más de una hora, nos levantamos para volver a nuestros respectivos puestos cuando Elena me pidió que por favor me quedase un instante que tenía que hablar conmigo. Según salió el último de los miembros del equipo, volvimos a sentarnos otra vez en la mesa...

  • ¿Qué tal ayer con tu mujer?
  • No me puedo quejar. Me recibió como me esperaba, de uñas y con los colmillos por delante, pero el verte con tu marido en la foto hizo que se controlase y pasase la tormenta. ¿Y a ti que tal, como te fue?
  • Por el estilo, con una bronca monumental según acostamos a los niños. El muy imbécil incluso me llegó a pedir que me desnudase ante el en nuestra habitación con la luz encendida para “revisarme” a ver si tenía marcas.
  • Vaya, lo siento, pensé que lo de la foto funcionaria...
  • Oh, no, eso sí, la foto funciono perfectamente. De hecho cuando se la enseñe tras pedirme esa majadería creí que le daba un sincope. Fue ver a tu mujer y ponerse pálido como un muerto, incluso salió medio corriendo de la habitación, le pillé en el salón tragándose casi un vaso completo de whisky de un solo trago –replico con tono irónico.
  • ¿Entonces? Pero chica, cuenta… -dije con una sonrisa sardónica en los labios casi al borde de la carcajada.
  • Nada, lo que pensábamos –se empezó a reir-. Me montó la bronca y me quiso verme desnuda para "comprobar", obviamente le dije que no y me enfade con él, por lo que empezamos a gritarnos a dúo. Tarde en sacar la foto lo que él tardo en amenazarme con hablar contigo, ahí fue cuando puse tu foto encima de la mesa, le dije señalando a tu mujer que tú me habías dicho que se conocían “muy bien” y le pregunte por ello, con énfasis en el “muy bien” y exigiendo saber cómo –al final soltó la carcajada-.
  • ¿Y qué ocurrió?
  • Si hubieses visto como le cambio el color de la cara y lo pálido que se puso cuando le señale a tu esposa... para luego pasar a ti. Después de eso reculo como nunca creí que podría hacer, me pidió incluso perdón por desconfiar de mí... fue cuando casi me atropello para salir de la habitación. Ahora, que no me extrañaría nada que hoy por la mañana llamase a tu esposa para asegurarse que no "descubramos" nada de nada. Ese capullo está más suave que un guante de seda…
  • Bueno, entonces todo ha salido bien...
  • Si, la verdad es que salió perfecto. Mira Aquiles, yo quería decirte que, bueno, lo que sucedió fue genial y me lo pase muy bien contigo, me hiciste sentir cosas que hacía mucho que no sentía, pero... -la interrumpí.
  • Pero no sería nada inteligente seguir con ello, lo mejor es que únicamente seamos compañeros de trabajo, amigos y por supuesto, un jefe y un subordinado con buen rollito en el trabajo, ¿no?
  • Yo no podría haberlo expresado mejor, y que te conste de que no me arrepiento en absoluto de lo que paso. Pero si, creo que como tu bien has dicho, lo inteligente es dejarlo aquí.
  • Opino igual, aunque quizá cuando seamos más amigos podamos quedar para cenar, ¿no te parece? -dije con tono de guasa maliciosa guiñándola a la vez un ojo.
  • Y los matamos del susto a los dos en una cena de parejitas –se rio maliciosa-, no me tientes, no me tientes con eso, que solo por ver las caras de ambos casi que me merecería la pena el riesgo de un divorcio...

Lo cierto es que nos estuvimos riendo un buen rato los dos a costa de todo esto, en especial de mi maliciosa idea de la cena entre los cuatro. Si os digo la verdad, tras lo sucedido, por como habló, por el modo de decir algunas cosas y a pesar de lo que dijo, pensé que su matrimonio, para Elena, ya tenía una fecha de caducidad marcada. Después inmediatamente pensé en el mío, el cual después de mi apuesta al sacar aquellos documentos, si salía mal, quizá estuviese incluso más finiquitado que el de ella. Puede resultar algo confuso por mi forma de actuar, pero lo cierto es que ahora mismo si que no tenía el menor interés en separarme o divorciarme de mi esposa, pero al mismo tiempo tampoco estaba por la labor de tomar una vía fácil con ella. Ciertamente era una caja de bombas, pero pensaba seguir disfrutando al máximo de la libertad que nuestro matrimonio "abierto" me podía ofrecer, le gustase a ella o no. Por cierto, y para que no queden dudas, pese a todo lo anterior y lo solidario que me mostré, tampoco tenía la menor intención de dejar de follarme a mi jefa… el morbo me podía aún más tras saber cómo funcionaron las fotos, sin olvidarnos de su espléndido culazo.

El resto de la semana paso sin pena ni gloria, aunque si tuve la sensación de que el marido de Elena se puso en contacto con Ana, más que nada porque el viernes cuando regresó de trabajar y estuvimos cenando, me anduvo preguntando por cómo me lo había pasado en Barcelona con Elena, etc., pero pareció tener un especial interés en lo que hablamos sobre nuestras respectivas parejas y no en lo que hicimos los dos juntos allí. Azucena miraba a su hermana extrañada por lo aparentemente bien que se estaba tomando todo aquello visto los antecedentes de celos de los que había dado muestra. Le conté más o menos como fue todo, incluido el cabezazo que ambos nos dimos con lo de los cargadores, evidentemente obvie el hecho de que terminamos follando y pasando la noche juntos. Pareció mucho más relajada tras recibir toda esa inocente información. Del tema de los papeles que le presente por si se quería divorciar de mí no habló en ningún momento, ni Azucena hizo tampoco mención alguna sobre ellos, algo de lo que fui muy consciente en todo momento, así como del hecho de que entre las dos tenían que haberlo estado hablando cuando me acosté o al día siguiente cuando fueron a trabajar.

Todo marchaba bien, el fin de semana prometía ser tranquilo con Ana, que parecía muy relajada y sosegada. Reconozco que pude haberlo dejado estar, pero supongo que el ser un poco cabrón tras todo lo mal que lo había pasado con ella por su “liberalidad” era algo a lo que me estaba aficionando, aunque en esta ocasión, fue quizá más por devolver el “favor” que por otra cosa. Tras recoger la mesa y sentarnos a ver una película, pues se me quitaron las ganas de salir a ningún sitio después de la que me soltaron a traición, según Ana teníamos cena en casa de sus padres el Sábado, lo que me hacia una gracia que no os cuento porque “no tocaba”. A mitad de la película, como ya he dicho, decidí devolver el favor…

  • Por cierto, Lina viene el miércoles de la semana que viene, y ya he quedado con ella para cenar el viernes, te lo digo para que lo sepas. Vendré, me cambiare, me pondré guapo y me iré a buscarla… Si vais a salir hay que llamar a una canguro para Clara.
  • Así que el viernes vais a ir a cenar…
  • Sí, eso es lo que he dicho.
  • ¿Quién es Lina? –preguntó rápidamente Azucena al ver el gesto de crispación de su hermana.
  • Es una amiga mía de la infancia…
  • Una ex novia –replicó Ana apretando los dientes.
  • No me gusta meterme, pero Aquiles, lo de quedar con una ex de ese modo… -repuso suavemente Azucena mientras meneaba la cabeza.
  • Es una ex de una relación de dos semanas cuando teníamos catorce años de edad… Mira Ana –me volví para mirar a mi esposa-, no tenía ni porque avisarte de ello tras lo que me dijiste y lo sabes. Y antes de que embales, te recuerdo que yo si quise que cenásemos aquí cuando viniese a la convención a Madrid, pero fuiste tú quien decidió unilateralmente que no sería así. Por si no lo recuerdas bien, me dejaste muy claro que no la querías en “tú” casa, así que hazme el favor de no poner esa cara y dejar de hacerte la mártir.

Mi siguiente paso fue levantarme y despedirme diciendo que me marchaba a la cama a dormir. No me pasó inadvertido como Ana le hizo un gesto a Azucena para que no dijese nada mientras me marchaba, tampoco el modo en como esta me miraba. Me fui a la cama pensando en mi cuñada, en esa mirada, y más concretamente en lo que ocurrió entre los dos cuando la lleve a su casa haciéndole aquella advertencia. No había hecho aún el menor movimiento hacia ella, pero no por eso había pasado por alto cómo de deseable era y el plus de morbo que le añadía su relación de parentesco con mi mujer, o ya que estamos, el estar casada con el putero de Amador, quien me caía como el culo desde siempre. Paradójicamente me frenaba precisamente lo que más me atraía de ella, el ser la hermana mayor de Ana. Bueno, eso más otras cosas que tenía en mente sobre ella y que quería averiguar antes de dar ningún paso.

Y no, tampoco era tan ingenuo como para pensar que Ana se fuese a estar cruzada de brazos respecto a lo de Lina dado lo mal que aparentemente lo estaba pasando ya con lo de mi jefa. Ana no era ninguna tierna, sumisa y dulce mujercita que se fuese a resignar a cruzarse de brazos, especialmente en vista de los celos que demostraba y que a mí me ponían como una moto.

CONTINUARA