Cambio de Personalidad - 7
Por fin me follo a mi jefa bien follada, e irónicamente, es todo gracias a mi propia esposa
Cambio de Personalidad - 7
El Domingo ni nos lo pensamos, Elena y yo nos marchamos a visitar la Ciudad Condal mezclándonos en su centro urbano con el montón de turistas que por allí pululaban. El caso es que estaba descubriendo que me jefe era una persona muy agradable y simpática, que le gustaba divertirse, que no se cortaba a la hora de reírse o que se le iluminaban los ojos cuando algo de lo que veíamos le gustaba. Y por favor, que nadie piense que me estaba enamorado de ella, que no, para nada. Decidimos hacer algunas visitas a museos, como el museo Miró, el de ciencias, etc., vamos los típicos y a los que nos diese tiempo yendo con calma. Creo que fue en el de la ciencia cuando recibí un WhatsApp y de inmediato, sin darme más tiempo que a ver que era de Ana, una llamada de su teléfono móvil.
El alegrón que me lleve al contestar con el típico diga no os podéis hacer una idea, pues escuchar la voz de mi pequeña Clara me produjo un auténtico subidón. Le hice señas a Elena de que fuese sacando las entradas, ella al ver mi cara de alegría y al escucharme decir todo tipo de tonterías debió de suponer quien era la que estaba al teléfono, sonriendo me hizo señas de que ella se encargaba. Fueron cuatro o cinco minutos que me parecieron segundos nada más, me dijo que me había mandado una foto que le había hecho mama para que no me olvidase de ella, como no podía ser menos, le repliqué que yo le mandaría una enseguida para que tampoco se olvidase de mí. Sin colgar ni nada, en unos segundos me hice una foto con la cámara frontal del teléfono y la envié por Whatssap. Después de eso se puso Ana.
La conversación fue tranquila, normal y civilizada hasta el mismo instante en que llego Elena y me dijo que ya tenía las dos entradas para el museo. En ese mismo instante todo cambio de repente, el tono de Ana se volvió seco y su primera pregunta sonó casi como un disparo, “¿quién es esa mujer que está contigo?”. Pese a todo le conteste con toda educación y poniendo mi mejor voz, le explique que como no teníamos nada que hacer habíamos salido a dar un paseo e íbamos a aprovechar para ver algunos museos y lo típico de Barcelona. En menos de un minuto, todo se desmadro por completo con Ana, no tardo ni veinte segundos desde mi explicación en acusarme de estarme follando a mi jefa y que por eso había tenido que ir yo a Barcelona con ella cuando nunca antes había ocurrido algo así. Tarde escasamente dos minutos en colgarle el teléfono tras decirla antes que no quería volver a hablar con ella hasta que no se calmase y fuese capaz de razonar como las personas. Por la cara de Elena cuando me di la vuelta y la mire, supuse que probablemente había escuchado algunas cosas de la conversación, dados los gritos que me pego Ana y que me forzaron a separar un poco el auricular antes de bajarle al teléfono el sonido para no quedarme sordo.
- Lo siento Elena, no sé si has escuchado algo pero… en fin… -hizo un gesto.
- Tranquilo, si leyó lo de las puertas, es normal que esté mosqueada. Te confieso que yo también lo estaría si fuese ella, posiblemente incluso más… aunque bueno, estando con una vieja como yo tampoco es mucho el problema…
- Mira, primero tú de vieja nada, y no te ofendas por lo que te voy a decir, pero si te ve ahora mismo, te aseguro que todavía sería peor. Más de una de veinte años querría estar como estas tú, puede que le saques diez o doce años, pero te garantizo que de eso ni se daría cuenta.
- Vaya gracias, está claro que sí que sabes cómo levantarle el ánimo a una mujer –se rio, contagiándome a mí en el proceso.
- Ya, perdona, quizá me pasé… pero ten claro que no te he mentido, es algo que no tengo por costumbre hacer.
- No, de perdona nada mocetón, perdóname tu a mí. Y por cierto, cositas de esas me puedes decir las que quieras, me encanta que mi subordinado más gruñón me adule el oído –termino guiñándome el ojo y haciéndome reír con ello de nuevo.
Recordé entonces que Ana me había enviado una foto de mi niña por el WhatsApp, por lo que de inmediato la abrí, cayéndoseme la baba en el acto al ver su sonriente carita junto a la de su madre. Al ver la cara que puse me pregunto si era la foto de mi hija, tan solo asentí sonriendo como un idiota, entonces Elena se pegó a mí para también verla ella, me dijo que era muy guapa y se calló de forma brusca en mitad de la frase. Cuando la mire vi que estaba pálida mirando la foto, volví mi cabeza al teléfono y entonces me di cuenta de lo que posiblemente había provocado esa reacción, Ana. Sumé entonces de inmediato dos y dos, viendo allí mismo mi oportunidad con Elena. Cerré el teléfono y me puse frente a ella…
- Sera mejor que dejemos la vista para más tarde, vamos a sentarnos y a tomar algo, venga…
- No, estoy bien, es solo que he sentido un pequeño mareo… -trato de poner buena cara y disimular.
- Has reconocido a mi esposa, a quien ya habías visto antes, ¿verdad Elena? –le pregunté mientras la hacía entrar en una cafería cercana.
- No, no, que tontería, ¿de qué iba yo a conocer a tu mujer?
No dije nada más, simplemente hice que nos sentásemos en una mesa apartada en un rincón donde podríamos hablar los dos con calma. Pedí sendos cafés, los pagué y me los lleve a la mesa. Me senté justo frente a ella, saque el teléfono y buscando en los álbumes de fotos, saqué a pantalla una de Ana de cuerpo entero, luego lo situé ante ella, que no pude evitar como miraba de reojo la foto con verdadero odio.
- Entiendo, así que sabes que tu esposo se estuvo acostando con mi mujer, ¿no?
- ¿Cómo…? -respingó mirándome.
- No te lo voy a repetir porque me has oído perfectamente. Yo también reconocí a tu marido en la foto que tienes en su número cuando te llamó la otra noche mientras cenábamos. ¿Quieres hablar de ello?
- ¿Cómo lo averiguaste, sospechabas de ellos? –me preguntó.
- No lo averigüé, si lo sé es porque los pille a los dos follando en mi cama, pero mi caso creo que es diferente al tuyo. Nosotros, Ana y yo somos lo que podríamos definir como un matrimonio abierto –dije sin poder evitar cierto sarcasmo en mi voz-, pero por tu expresión de odio al ver a mi esposa, supongo que el vuestro no es nada de eso…
- No, no lo es, ese cabrón me ha estado poniendo los cuernos casi desde que nos casamos, le perdone un par de veces, pero de esta no se va a librar… Sospechaba de que estaba liado con ella, aunque no sabía que era tu mujer. Bueno, para ser sincera, en realidad estaba completamente segura de que estaba con ella, pero no había podido confirmar nada hasta ahora, no he sido capaz de pillarles… -ambos permanecimos callados unos minutos. Ella fue de nuevo quien rompió el incómodo silencio que se creó, y me sorprendió lo que dijo.
- Te envidio, sabes. Ojala yo pudiese ser como tú y no importarme que mi marido estuviese por ahí con otras mientras yo estoy con otros… Pero ni yo soy así, ni mi marido me lo permitiría tampoco –terminó soltando una dolorosa carcajada.
- Pues no deberías de envidiarme para nada, esto del matrimonio fue cosa de Ana, no mía. Nos casamos de penalti, y durante el embarazo todo fue normal, fuimos como un matrimonio más. Fue luego, una vez que recupero su figura cuando me salió con esto del matrimonio abierto y empezó a verse con otros hombres sin tenerme a mí en cuenta… -dije sin saber bien porque le contaba esto.
- ¿Y no hiciste nada?
- No, no lo hice. Su familia tiene muchísimo dinero, yo no, se quedaría con la custodia de la niña y yo me hubiese ido a la calle con una mano delante y otra detrás. El no ver a mi hija seria aun peor que morirme de hambre, además también influyo el perder mi comodidad y mi forma de ser… Aún tengo guardados los documentos que encargue para pedirle a Ana el divorcio cuando empezó con todo esto, pero fui un cobarde… -me guarde para mí el hecho de que también fue en parte por todo lo que tarde en amasar información sobre la familia de Ana para poder enfrentarles con posibilidades realistas de ganar, para entonces, mis prioridades ya habían cambiado-.
- No creo que seas ninguno cobarde, un gallina no me habría hecho frente como tú lo hiciste, o a González ya que estamos. Muchas veces son las circunstancias las que nos obligan –dijo mientras me miraba fijamente.
- Supongo que eso te pasó a ti, ¿no? –pregunté.
- Si, la primera vez que le pillé con las manos en la masa, los niños eran pequeños y yo no trabajaba. Me suplico y tragué, en gran medida por mis hijos, aunque créeme que de no haber estado ellos por medio, hubiese tomado una decisión muy diferente. La siguiente, además de los niños me pillo en pleno ascenso en mi carrera, justo en medio de las promociones para jefes de grupo, el separarme era inviable en aquel momento…
- ¿Y ahora?
- ¿Ahora?. Pues mira, ahora no tengo ningún tipo de presión externa, gano dinero más que suficiente como para poder pagar los colegios yo sola y mantenernos viviendo bien sin necesidad de su sueldo… -luego apretó las mandíbulas mascullando entre dientes-.
- Menudo hijo de puta, está tirándose a tu mujer y todavía me viene el muy cabrón con escenitas de celos por si me acuesto contigo o no –dijo entre dientes Elena con cara de cabreo.
- Cálmate, enfadándote no vas a lograr nada de nada salvo que te salga una ulcera y que te descentres. Te recuerdo que tenemos aún tres días de traca por delante con los clientes –obviando el hecho de saber positivamente que su marido desde el mismo momento en que les pillé en mi cama, ya no tenía nada que hacer con Ana-.
- Lo sé, lo sé. Por cierto, perdona por la pregunta y por escuchar lo que no debía, pero hay algo que no entiendo. ¿Por qué te monta tu mujer una bronca semejante por estar conmigo o lo que me dijiste de las habitaciones, si tenéis un matrimonio abierto?.
- No pasa nada, es normal que te extrañe. Veras, esto desde el principio ha sido un matrimonio abierto de un solo lado, el de ella… -me detuve fingiendo quedar pensativo para darle tiempo a asimilarlo.
- Comprendo, ahora tú estas “abriéndolo” del todo y eso ya no le gusta, ¿o me equivoco? –replicó solo un par de minutos después con un tono irónico.
- No, para nada. Me lie con alguien haciendo uso de mi “libertad”, se enteró y no le ha gustado nada de nada. Pese a lo que te pueda parecer a primera vista, nunca he atraído a las mujeres, siempre he sido en ese aspecto un cero a la izquierda, así que supongo que no pensó en que esto pasaría y ahora parece que no sabe bien cómo afrontarlo…
- ¿Qué tu nunca has atraído a las mujeres?, estas de broma, ¿no? -me preguntó sorprendida.
- No, para nada, nunca he tenido éxito con ellas, siempre me han dado calabaza tras calabaza. Tengo una buena primera impresión, pero luego no se sacarle partido.
- Pues no lo entiendo la verdad. Mira, guapo, guapo no es que seas, eso te lo reconozco, pero tienes un cuerpazo y un culo de escándalo, estas como para hacerte un par de favores o tres pero sin el menor esfuerzo que diría alguna de mis amigas. Y perdona que te lo diga, pero en distancias cortas eres aún peor, pues a tu físico se une una buena conversación más una personalidad fuerte, dulce, con un punto dominante que te hace muy atractivo y deseable para cualquier mujer, máxime si únicamente es para un rato de sexo sin compromiso.
- ¿Lo dices en serio, a ti también te ha pasado eso conmigo…? –al ver la cara me di cuenta de lo que acababa de decir-. Perdona, no quería…
- No, tranquilo, en este enredo me he metido yo solita. Pues sí, reconozco que sí, me ha pasado, lo que no te digo es cuando o en que “momentos” te me antojaste –terminó riéndose para luego fruncir el ceño-. Pero es extraño ahora que lo pienso…
- ¿El que es extraño?
- He coincidido contigo en la empresa muchas veces en este tiempo, en los pasillos, en el ascensor… y nunca, jamás me había fijado en ti hasta hace unas semanas. No me habías llamado la atención como ahora…
- ¿Cuándo lo de González?
- Si, ese día por supuesto, pero me refiero a antes, la primera vez fue anterior a lo de González… Creo recordar que nos cruzamos en el ascensor a la hora de salir, fue como siempre que habíamos coincidido, excepto cuando me miraste para soltarme el típico hasta mañana… Clavaste tus ojos en los míos, te juro que hiciste que me temblasen las rodillas y se me secase la boca, te juro que creí que me caería al suelo, nunca me había pasado eso con un hombre, y desde luego jamás hasta ese instante contigo.
Me quede pensativo haciendo memoria, creí saber a qué día se refería, posiblemente fuese el mismo en que le rompí el dedo a mi antiguo jefe para hacerle entender las virtudes que para su salud tendría el promocionarme, además que cuando me fui aún seguía cabreado, y si, ciertamente recordaba vagamente el haber coincidido con ella en el ascensor cuando me marchaba para casa. Nuevamente volvía a darme cuenta de cuanto había cambiado mi personalidad de un tiempo a esta parte, pero la cosa es que no sabía el motivo de ello y no lo entendía. Dejamos el tema aparcada y nos levantamos, continuando con nuestra visita a la Ciudad Condal, excepto que esta conversación parecía haber derribado la totalidad de las barreras que aún se levantaban entre nosotros. Claro, que la última y definitiva entre ambos, no cayó hasta nuestro último día por la noche en Barcelona… junto con nuestras ropas. Además y pese a mis pequeñas intentonas, ocurrió de la manera más tonta.
El lunes fue una reunión de locos, fuimos de tropezón en tropezón, que por fortuna Elena se encargó de sortear con alguna pequeña ayuda puntual de mi parte. Terminamos en el hotel, completamente baldados, a las diez y media de la noche tras cenar donde primero encontramos. El Martes la reunión duró muy poco, únicamente salió un escollo con un dato concreto del presupuesto final que en este caso fui yo quien se encargó de solucionar, tras eso lo que se prometían aun dos días de duras reuniones, se transformó en poco más de dos horas de cuento de hadas. Todo quedo listo para sentencia a las dos de la tarde, suspendiéndose el resto del tiempo de reunión que teníamos y quedando libres para poder volver a Madrid cuando quisiésemos. No obstante, a Elena y a mi aun nos quedaban un par de horas de trabajo antes de darlo finalmente por concluido. Después de comer y antes de entrar en nuestras habitaciones…
- ¿Te parece bien si terminamos esta misma tarde con todo esto y así podemos adelantar la vuelta a mañana? –preguntó Elena.
- Me parece absolutamente perfecto. Pero si no te importar, antes de empezar voy a tomarme una ducha y a ponerme algo más cómodo…
- Me parece bien, creo que voy a aprovechar para hacer lo mismo que tu…
- ¿En media hora? ¿Tu habitación o la mía?
- En la mía, y creo que casi mejor en una horita, tú te ducharas, pero yo me pienso tomar un pequeño baño relajante… Creo que lo necesito tras todo el agobio de estos días… -me sonrió.
- De acuerdo, entonces en una hora en tu habitación…
Tras esto cada uno entramos en nuestra habitación. Lo primero que hice fue desnudarme, dejar la ropa doblada sobre una silla y meterme bajo la ducha. Me sentí en la gloria cuando empecé a notar el agua caliente caer sobre mis entumecidos músculos, al punto de soltar un suspiro de satisfacción. Cuando termine salí del baño con una toalla enrollada en la cintura directo hacia mi maleta. Me pensé seriamente si no vestirme otra vez de modo formal, pero al final decidí usar lo que había llevado para estar cómodo en mi habitación y que aún no había usado, un pantalón de chándal con una camiseta de manga corta un tanto ajustada. Sobre el tiempo llame a la puerta entre ambas habitaciones, entrando cuando Elena me invito a hacerlo… Cuando la vi me quede parado durante casi un segundo, llevaba un fino vestido blanco de tirantes que le llegaba hasta un poco más debajo de medio muslo sujeto por un cinturón, calzaba unas zapatillas abiertas atrás y el pelo húmedo le caía suelto sobre los hombros, también era obvio que no llevaba sostén, aunque reconozco que pese a ello no se le notaban los pechos en absoluto. Quizá este mal decirlo, pero os aseguro que me empalme en el acto al verla, lo que hizo que me entrasen prisas por empezar a trabajar y que se sentase frente a mí, creí que de ese modo se me pasaría… craso error.
Todo empezó entre los dos de la forma más tonta, acabábamos de terminar con el trabajo cuando Elena dijo que tenía que poner sus ordenador portátil a cargar, yo por mi parte pensé que bueno, aunque aún tenía casi media cargar, un 48%, el que estuviese al completo tampoco me vendría mal. Fui a por mí cargador, el problema nos surgió al ir a enchufarlos en el único enchufe disponible a la vista sin tener que hacer malabarismos con los muebles, justo a los pies de su cama, junto a la cómoda. Como en la mejor de las películas de los hermanos Marx, los dos fuimos de cabeza contra el otro. Nos dimos un coscorrón que no os cuento, el problema es que nos entró la risa y terminamos los dos sobre su cama partiéndonos las tripas. ¿El problema?, que terminamos besándonos los dos como desesperados…
Tras el ataque mutuo de risa, con los dos tumbados uno junto al otro, Elena puso su mano en mi hombro a la vez que decía que mejor nos levantábamos. Por mi parte puse mi mano en su cintura, lo que conseguimos al tratar de ayudarnos fue acercarnos el uno al otro, y de ahí a que nuestros labios fuesen mutuamente devorados, solo fue cuestión de mirarnos fijamente a los ojos con deseo durante un segundo. Después nuestras manos a la par empezaron a recorrer nuestros cuerpos, si yo por mi parte me centre en liberar el cinturón que mantenía preso su vestido, ella directamente metió su mano en busca de mi polla mientras que la otra se cerraba sobre mi nuca, enredando mi pelo con sus dedos. Fue cuestión de menos de tres minutos el estar ambos desnudos sobre la cama y mi miembro empezar a hundirse lentamente en su interior. En ese escaso tiempo Elena me había dejado muy claro que deseaba besos, caricias y sobre todo, que la penetrase de una vez.
Mis labios permanentemente sobre los suyos, devorándoselos, ahogando de ese modo sus jadeos y gemidos mientras que mis caderas imprimían a mis penetraciones un ligero movimiento de rotación, haciendo moverse en su interior mi polla casi como si de una peonza se tratase. Entraba y salía de su interior con fuerza y rapidez hasta el instante en que notaba por su tensión que estaba llegando al orgasmo, en ese momento relajaba mi ritmo, lo volvía suave y delicado, haciendo retroceder ese pico de placer entre sus ruegos y suplicas por hacerla terminar. Le hice sufrir de ese modo hasta un total de tres veces antes de que entendiese que ya no daba más de mí y también estaba al borde de mi propio placer, su orgasmo fue algo brutal, duro, todo su cuerpo en tensión, sus manos aferradas a mi como si fuesen cepos de acero, sus piernas rodeando mi cintura y mi polla en lo más profundo de sus entrañas, descargando a mi vez toda mi simiente en su interior, pues ni cuenta nos dimos de cuidarnos al empezar a follar. Por suerte según dijo ella, tomaba la píldora como un método para regular sus ciclos.
Mientras descasábamos acariciándonos mutuamente, volviendo nuevamente a calentarnos, a desear continuar por donde lo dejamos, aproveche la ocasión para lentamente ir comenzando a devorar su cuerpo. Su rostro, su garganta, sus hombros, sus pechos, sorbiendo ambos de forma delicada. Seguidamente bajando hasta su tripita, con especial dedicación a su ombligo para continuar bajando hasta sus muslos, esquivando meticulosamente su sexo, concentrándome en su cara interna y los gemelos... Cuando volvía a subir, una de mis manos se cerró sobre su culito, uno de mis dedos empezó a acariciar su orificio de entrada suavemente, siendo sustituido poco después por mi lengua cuando llegue a ese punto, poco después mi boca estaba totalmente sobre su sexo, martilleando su clítoris con mi lengua, arrancándola sonrisa tras sonrisa, lamiendo, degustando su íntimo sabor. Confieso que me moría de ganas por poder perforarle el culito, ese durísimo trasero que traía mártir a todo varón de la oficina cuando andaba entre las mesas o por los pasillos, pero entendí que aún no estaba lista para ello.
Tan solo un par de horas después quedamos derrengados sobre su cama, abrazados, obsequiándonos aun con algún que otro piquito, decidiendo ambos con la boca pequeña que aquello no había sido ninguna buena idea, pero que ninguno estaba realmente arrepentido de haber estado follando. Otro asunto fue cuando recordamos a nuestras parejas, entonces Elena se soltó de mí, quedando tendida boca arriba sobre la cama, llevándose las manos a la cara, pasándoselas por ella...
- Joder que lio... ¡¡Dios!!, veras cuando llegue a casa y mi marido pregunte... -se quejó.
- No se lo cuentes -dije simplemente.
- Eso ya lo sé, el problema es que preguntara y yo no sé mentir, se me pilla siempre cuando se me conoce bien... ¡¡Leches la que me espera cuando llegue!! Y posiblemente por lo que me contaste tu mujer también te pregunte -me dijo al darse cuenta de que posiblemente yo estaría en su misma tesitura-, solo espero que tu si sepas mentirla, aunque bueno, tenéis un matrimonio abierto no deberías de tener muchos problemas...
- Reconozco que yo tampoco es que haga muy bien eso de mentir –replique cínicamente-, pero digo yo que algo se nos ocurrirá antes de tener que enfrentarnos con ellos...
- ¡Mierda, mierda, mierda! Joder, en qué hora...
- ¿Te arrepientes? -pregunté.
- ¿Arrepentirme?, no, para nada. Pero no por ello esto deja de ser una pésima idea, tanto a nivel personal como profesional, porque esa es otra, soy tu jefa directa.
- Por esa última parte no te preocupes, para mí esto no cambia nada en absoluto. Te aseguro que seguiré siendo tan cabrón y pelmazo con lo de mi hora de salir como si no hubiese pasado nada entre nosotros -repliqué haciéndola reír.
- Sí, eso ya lo daba por sentado... La verdad es que me preocupa más mi marido cuando me pregunte y se dé cuenta de lo que ha pasado. Porque ten por seguro que se va a enterar... miento fatal. ¡Joder, joder!, y encima el muy cabrón de esta todavía va a salir como el puto bueno de la película...
- No te calientes tanto la cabeza, veras como se nos ocurre algo que podamos hacer... -trate de calmarla.
- En mi caso como no sea atacarle con sus anteriores infidelidades cuando me pregunte, no veo otra que tratar de desviar su atención a otra cosa, y lo malo es que no tengo pruebas... -murmuro riéndose con cierta tristeza, con las manos sujetándose la cabeza- si no ya veríamos como le sentaría la discusión a ese cabrón de mierda cuando se las pusiese en los morros....
Al escuchar cómo se reía la mire con los ojos muy abiertos y no pude evitar reírme a mi vez, pero en mi caso a carcajada limpia, soltándole un... "no sabes tú que “razón” tienes con eso". Luego me puse rápidamente en pie tal y como estaba, desnudo, otra vez con el rabo completamente tieso y preguntándole donde estaba su teléfono móvil mientras corría también a coger el mío. Mirándome con cara de pensar que estaba loco me indico que en su bolso, diciéndome donde estaba este exactamente. Me volví a la cama con ambos teléfonos en las manos, ella se medió incorporo para ver qué era lo que pretendía hacer con los dos móviles. La mire con una sonrisita irónica en la boca...
- ¿Tienes por casualidad alguna foto en el teléfono en la que estés con tu marido?, pero tiene que ser una en que se os vea bien la cara a los dos... –le pregunté con un gesto malicioso mientras me relamía por dentro.
- Si claro, -tomo su teléfono de mis manos y buscándomela me la enseño-. Mírala, creo que esta vale, ¿pero para que la quieres?
- Muy simple. Yo te voy a enviar por bluetooth una en la que estoy con mi esposa y en la que se nos ve perfectamente las caras, luego me voy a enviar del mismo modo la tuya. Si cuando volvemos tu marido te pregunta por lo que hemos estado haciendo, se la enseñas y le dices que comparar notas, las cuales por cierto, han resultado ser de lo más interesantes -sonreí con un gesto de maldad-, ¿qué crees que hará cuando vea la cara de mi mujer en la foto?
Elena empezó a reírse a carcajadas al entender la jugada que le proponía, me dijo que estaba convencida que con tan solo con ver la cara de mi esposa su marido se le pasarían las ganas de acusar a nadie. En su caso lo supuse, pero en el mío estaba completamente seguro de que cuando empezase con sus acusaciones, porque de eso era algo de lo que no tenía la menor duda, al enseñarle la foto de Elena con su marido y se fijase en él, el mismo hombre con el que la sorprendí en nuestra cama, recularía a toda velocidad para esquivar el tema. Y eso era algo que ya veríamos llegado el momento si estaba dispuesto o no a permitirle. Tuve que dejar de lado todos estos pensamientos, ya que según me dijo Elena, una vez que teníamos claro como darle en los dientes a nuestros respectivos, no veía ningún motivo por no aprovechar todo lo que quedaba de noche para seguir “disfrutándonos” mutuamente… según termino de decirlo, se inclinó sobre mí y engullo mi polla por completo, enterrándosela hasta la garganta.
CONTINUARA