Cambio de Personalidad - 6
Mi cuñada Azucena tiene la intención de separarse de su marido y mi esposa la invita a quedarse en casa, mientras, mi jefa me mete una encerrona en el trabajo que me obligara a viajar con ella una semana a Barcelona En la misma semana y en los morros de mi esposa, se me abre un nuevo mundo de tentaciones al alcance de la mano mi cuñada y mi jefa.
Cambio de Personalidad - 6
El viernes regresamos a casa no excesivamente tarde, y por vez primera fue Ana quien insistió en irnos, argumentándome que al día siguiente debíamos de ir a comer donde sus padres, cosa que anteriormente, nunca resulto un impedimento para volver a las tantas. Como siempre, cuando llegamos pagué a la canguro y le pedí un taxi para que pudiese ir con seguridad a su casa. Cuando regresé tras acompañarla a la calle para asegurarme que no le ocurriese nada, me encontré con que Ana ya estaba acostada, dando la espalda a mi lado y enfurruñada, esto último porque al acostarme sin querer la roce, y no veáis que gruñido me soltó. Antes de dormirme estuve incluso pensando durante unos minutos, si no sería mejor que yo no fuese donde sus padres y que se marchase si quería ella sola o con la niña. Al final desistí de la idea, pero que conste que por Clara, que no por ella.
Como también solía ocurrir cuando íbamos, mi suegra de inmediato reclamó para sí misma a su nieta, y el capullo del padre de Ana como siempre, saludo a esta, le dio un besito en la mejilla a Clara, ignorándome olímpicamente a mí. Al entrar en el salón vimos que ya estaban allí Azucena con Amador, su flamante marido, el hombre importante, el putero y lameculos de mi suegro. La comida transcurrió como tantas otras veces, con León reafirmando su autoridad sobre su descendencia y esposa, con Carolina asintiendo sumisamente a todo lo que su marido decía, Ana con algún encontronazo con su padre por Clara, yo ignorado por completo por todos los presentes, y cosa extraña de verdad, con una enorme tensión a duras penas reprimida entre Azucena y Amador. Si normalmente me mantenía al margen de todo, en este caso con más motivo, no fuese a ser yo con mi comentario el día que la deje en casa, el causante de esa situación tan tirante entre el matrimonio.
La jornada familiar termino como siempre, Ana discutiendo con su padre hasta que esté la chistaba y ella bajaba la cabeza al instante, con Azucena tratando de esquivar tema tortuosos con su padre para no terminar también como su hermana, casi a gritos con su padre, su marido Amador haciendo la pelota a mi suegro mientras le quitaba la razón en casi todo a su mujer, mi suegra con la peque como si nada de todo lo demás fuese con ella y yo... como no, ignorado, aunque eso sí, muy tranquilo. Sin embargo ese día me resulto extraño, había observado sucesivas charlas en voz baja entre ambas hermanas con gestos serios las dos o de alguna de ellas con su madre, incluso una vez sorprendí a Ana y a Azucena hablando con doña Carolina en la cocina a solas, cambiando de tema y actitud en el mismo momento en que yo entré. Si me preguntáis os diré que sí, que evidentemente me di cuenta de que algo ocurria y lo extraño para mí era que me daba la impresión de que mi suegra era parte activa en ello, pero para ser sinceros, la curiosidad se me paso pronto, ya que me daba absolutamente igual todo aquel remolino de cosas mientras a mí no me salpicase, y si, no hace falta que nadie me lo diga, realmente fui muy cortito de miras, sí. Digamos que me consideraba a salvo de esa familia, pues como ya he dicho, puede que hubiese sido un cagón cobarde, calzonazos y todo lo que os podáis imaginar, pero desde luego, no idiota, e incluso en esa época creía firmemente haberme cubierto las espaldas lo bastante como para poder presentar batalla llegado el caso.
El lunes mi jefa volvió a la carga con el nuevo proyecto, me pidió mis estimaciones para el día anterior, eso sí, no me dijo ni media sobre cómo le fue con mi anterior trabajo, tan solo que me pusiese con lo que tenía que hacer. Esa misma noche avise de que llegaría mas tarde y me pase por la tienda de Abril, donde le compre a mi "señora" unas cuantas tanguitas de lo más exhibicionistas en compensación por las que le había roto en nuestras folladas. Por pura casualidad y mala, o buena suerte, según se mire, no coincidí con ella, pues según me dijo la dependienta, llevaba unos días en casa con gripe. Al llegar a casa esa noche me encontré con dos panoramas bien diferentes, por un lado Ana con Azucena que tenían que hablar ambas conmigo por lo que me dijeron, y por otro, una Ana echa una especie de Hidra de diez cabezas al ver lo que le había comprado y donde. Al menos tuvo la delicadeza de no acusarme de haberme follado otra vez a esa "puta" de abril delante de su hermana en cuanto vio donde había comprado esa ropa interior, pero su cara desde luego presagiaba tormenta en cuanto nos quedásemos solos.
Lo que me tenían que decir ambas hermanas, era algo sumamente sencillo, que Azucena se quedaría unos días con nosotros en casa porque había discutido con su marido, y por señas me dio a entender que había sido serio. El caso es que a mi querida esposa, tampoco le gustó en absoluto como me lo tomé, y por lo que vi, a su hermanita del alma, lo mismo. Lo gracioso del caso es que ambas debían de haber estado esperando alguna oposición por mi parte, y yo simplemente, les conteste con un "vale" más un encogimiento de hombros para pasar junto a ellas e ir a la habitación, donde tras quitarme la ropa y prepararme una muda me metí en la ducha. Eso fue el acabose con Ana, pues si con la lencería pensó mal, con lo de que mi primera prioridad fuese meterme bajo el agua nada más llegar imagináoslo. Una cosa que me hizo realmente gracia, es que estaba que mordía pero ante Azucena ponía su mejor cara, aunque la de esta última tampoco es que fuese la alegría de la huerta al mirarme.
Ana me pilló en la cama por banda, donde nada más taparnos lo primero que hizo fue echarme en cara el haberme follado a Abril cuando fui a por su ropa interior, que por cierto, según ella y pese a ser "clavada" a otras que ya tenía, no le gusto en absoluto, le parecieron "horribles". Estuvo como diez minutos despotricando de lo de Abril sin dejarme hablar, luego continúo cinco más con mi nula delicadeza por lo de su hermana, hasta que por fin se quedó sin fuelle y fui capaz de meter baza...
- Bien Ana, como veo que ya terminaste con tus estupideces, ahora me toca a mí. Primero, Abril no estaba, según la dependienta cuyo novio, por cierto y antes de que puedas decir nada, estaba presente, llevaba toda la semana en casa con gripe, por lo que difícilmente podría habérmela follado. Con respecto a la dependienta, por si se te ocurre pensar mal de ambos, como te digo, tenía con ella a su pareja, por lo que exceptuando que hubiésemos hecho un trio, no ha pasado nada de nada.
- Ya, pero...
- No, déjame terminar. Segundo, Azucena es tu hermana y esta, como bien me dijiste, es “tú” casa, con lo que “tú” sabrás lo que haces al tenerla aquí, eso es problema tuyo, no mío.
- Sigues con eso de la casa todavía...
- No Ana, no. No sigo con nada, solo he dicho la verdad, esta es tu casa, tuya única y exclusivamente. Es algo que sabes de sobra desde el primer momento y de lo que siempre has sido muy consciente, independientemente de que el otro día me lo echases en cara por primera vez. Ahora no lo decía por aquello, solo hacia una constatación.
- Está bien, como tú digas -replicó en tono seco.
- No, como yo diga no, es lo que hay, así de claro. Y siguiendo con lo de tu hermana, no sé porque te quejas, pues no he abierto la boca para nada, simplemente dije que hicieses lo que te diese la gana.
- ¿Que solo dijiste eso?, mira Aquiles, has sido despectivo, grosero y borde con ella al contestar de ese modo en sus morros, más cuando te hice señas de que no lo estaba pasando nada bien. ¿Y qué coño es eso de que "yo vería lo que hacía al meterla en casa"?, explícate...
- Sabes que para tu hermanita siempre he sido como una especie de cero a la izquierda pese a no llevarnos mal, y que al igual que tu padre, opina que existo en tu vida únicamente porque te deje embarazada. Lo cual sinceramente y visto lo visto entre nosotros, no creo que seas capaz de rebatírselo nunca. Sobre lo de meterla en esta casa, como te he dicho, tú sabrás que haces... Es tu hermana y tú la deberías de conocer mejor que nadie, pero ten claro, que ella es tu problema, no el mío.
- Te pregunto otra vez, ¿qué coño es lo que pretendes decir con esto?, te conozco y seguro que hay más que te callas...
- Buenas noches, "cariño", la conversación se terminó aquí -repliqué en tono zumbón, dándome la vuelta de seguido para tratar de quedarme dormido, dejándola con la palabra en la boca.
Lo cierto es que recordaba perfectamente lo ocurrido en el coche cuando la llevé a su casa, tanto lo que la dije como lo que pasó o más bien, estuvo a punto de pasar entre ambos de haber seguido presionándola. Era consciente de que el tener bajo mi mismo techo a mi cuñada iba a ser bastante duro, era la primera noche, y ya estaba empezando a excitarme con la mera idea de poder follármela. A la mañana siguiente me levanté como de costumbre, una hora antes que Ana, y para mi sorpresa, al poco de estar en la cocina, apareció Azucena, a quien cortésmente le pregunté si le preparaba algo aprovechando que estaba con mi propio desayuno, aceptando mi oferta de inmediato. Desayunamos ambos en completo silencio, ni yo pregunte nada, ni ella dijo nada de nada, cuando termine metí mis cosas en el lavavajillas y me puse en movimiento para marcharme. Durante todo este proceso hubiese podido jurar casi que los ojos de mi cuñada no se apartaron de mi ni por un solo instante.
En la oficina me volví a llevar una sorpresa la mar de agradable y por partida doble, mi queridísima jefa había preparado una reunión sorpresa para discutir en grupo mi informe sobre nuestro cliente. El grupo lo formaban tres mujeres más la jefa, y tres hombres sin contarme a mí, total, ocho personas, cuatro y cuatro. Durante la reunión, me sorprendí a mí mismo analizando a cada una de las mujeres e imaginando como podría ser cada una de ellas en la cama, para luego pasar a mis posibilidades de conseguir hacer esa fantasía realidad. A parte de la jefa que como ya dije tenía un señor polvazos, había una de las mujeres, Silvia, de unos treinta y dos, o treinta y tres años, con un físico envidiable y tras la que más de uno de por allí andaba, que era quien más me atraía, aunque la consideraba lejos de mi alcance. Lo gracioso, es que debo de reconocer, que Ana estaba mucho mejor que cualquiera de ellas...
Volví a la realidad cuando me pareció escuchar algo que era del todo imposible, la Sra. Elena acababa de decir, que ella y yo, los dos, ambos, nos iríamos el Jueves a Barcelona durante toda una semana. En la reunión me calle la boca, pero cuando salimos fui directo a su despacho para pedirle aclaraciones, y me las dio, ya lo creo que me las dio. Primero me explicó que mi contrato de trabajo estaba muy bien delimitado y era muy específico, luego me reconoció que con mi horario no había nada que hacer, pero no así con mi trabajo, pues en mi actual puesto era algo que podía solicitárseme. Lo peor fue constatar que esa maldita bruja tenia razón, al cambiar de puesto y único motivo por el que lo acepte pese a mi amenaza a mi anterior jefe, mi sueldo y condiciones de trabajo se mantenían, únicamente variaban los pluses, extras, incentivos, etc., que eran muchísimo más jugosos. Mi contrato establecía el horario, pero dejaba una brecha en relación a los viajes por la que esta hija de su madre acababa de joderme vivo, y encima para terminar de rematarlo, me toco a mi hacerme cargo de las reservas de los billetes y hotel que nos habían facilitado vía internet el departamento de recursos de la empresa, por eso me tocó imprimirlas yo mismo.
Os garantizo que volví a casa más amargado que la hostia, y lo último que me faltó para rematar el día fue mi esposa con el zorro de su hermanita. Como siempre llegué temprano y sustituí a la cuidadora de Clara, disfrutando de mi hija unas horas hasta que llegaron las dos. Durante la cena, en una pausa que hicieron en su conversación, le comente a Ana mi próximo viaje por imposición de la empresa y la cosa quedo ahí, vamos, que no me hizo ni puto caso, estaba concentrada en la charla con su hermana. Todo fue miel sobre hojuelas hasta el fatídico momento en que mientras estaba preparando todo lo que tendría que llevarme incluidos los justificantes que me habían mandado a mi correo y que me había tocado imprimirme. Ana como quien no quiere la cosa se acercó a la impresora, donde puso sus manitas sobre las hojas de las reservas de nuestras habitaciones y su hermana que lo ojeo por encima de su hombro, la hizo hincapié en una cosa muy concreta que provocó que le cambiase la cara de inmediato.
- ¿Se puede saber qué coño es esto Aquiles? -me preguntó furiosa con las hojas en sus manos, agitándolas ante mi cara.
- Pues no lo sé, pero supongo que o bien la reserva de los billetes del avión o la de las habitaciones, una de las dos. ¿Cogiste las primeras o las segundas que han salido de la impresora? -repliqué mirándola.
- Son las habitaciones, ¿qué significa esto de "con puerta de comunicación interna entre ambas" que pone en observaciones?
Me acerqué a ella tomando las hojas de su mano pues en la oficina en la pantalla del ordenador únicamente las había visto por encima y luego me las envié a mi propio correo para imprimirlas en casa. Les eche un vistazo mientras ella me señalaba con un dedo en que sitio exacto especificaba la petición de la puerta entre ambas habitaciones. Me limite a encogerme de hombros antes de contestarle...
- Pues no sé, me las han mandado al correo para que me hiciese cargo de los billetes del avión según llegue al aeropuerto y supongo que por eso mismo añadieron también las del hotel. La verdad es que no las había visto detenidamente hasta ahora. Supongo que es por si tenemos que trabajar o hacer arreglos en el proyecto después de las reuniones no tener que estar andando a deshoras por los pasillos llamando la atención... aunque no se… -me encogí de hombros.
- Claro, segurísimo que sí. ¿Quieres hacer el favor de no tomarme por gilipollas?, he ido a unas cuantas reuniones, se dé sobre que se pide con las reservas y que no. Nadie exige una puerta entre habitaciones salvo para una sola cosa... -me grito furiosa, al extremo que su hermana incluso trato de calmarla para que la niña no se despertase.
- La reunión fue ayer sobre las doce del mediodía, y tardaron como unos veinte minutos en soltarme lo del viajecito de marras. ¿Te importa por favor fijarte en la fecha y hora en que se hicieron las reservas, así como en el nombre de quien lo hizo? -se calló de pronto, mirándome fijamente a los ojos...
- ¿Por qué?
- Quieres mirarlo, por favor... -recalqué señalándole las hojas.
- Una tal Alicia fue quien hizo la reserva. Según esto se hicieron una hora y media antes de que según dices empezase esa reunión -respondió Azucena leyendo el correo por encima del hombro de una enojadísima Ana.
- Muy bien -mire fijamente a Ana-, lo cual deja muy claro que eso no es cosa mía, supongo que eso lo habrá pedido mi jefa, que era quien sabía quienes éramos los que íbamos.
- Ya, solo dos, que oportuno, ¿verdad?. Tu primer viaje, “obligado,” y resulta que es vital para tu jefa que tengáis puertas internas entre las habitaciones. ¿Es que piensas que me chupo el dedo o qué? Ahora que me dirás, que tu jefa es un adefesio, ¿a qué si?
- Pues no, mira, para nada, lo cierto es que tiene un señor polvo... o aún mejor, dos muy completitos… -repliqué con toda la cara.
- A reírte de tu madre, te enteras... A mí esto no me parece nada divertido y me vas a tener que... -la corté.
- Es mejor dejarlo, porque esto no nos va a llevar a ninguna parte, y desde luego, lo que sí que no estoy dispuesto es a seguir discutiendo de nada delante de tu hermana. Esto es lo que hay, es lo que han decidido preparar para el viaje, si te gusta bien, y si no, es tu problema. Por mi parte ya trate por todos los medios de escaquearme y me ha tocado tragármelo con patatas, de modo que olvídame.
Me marché a la cama únicamente por no discutir, especialmente viendo como Azucena parecía estar pinchando a Ana por lo bajo según hablábamos. Sentí perfectamente cuando Ana se acostó sobre una hora u hora y media después de mí, estaba cabreada como una mona, hecho que pude verificar enseguida. Según se acostó, estiro las piernas y se tropezó con uno de mis pies, que me quito de allí directamente de una patada, lo que me describió perfectamente su estado de ánimo. Por la mañana me levante sin hacer el menor ruido, marchándome a la oficina sin tener que verlas la cara a ninguna de las dos hermanas. Cuando ese mismo día salí del trabajo, ya con una idea muy clara de que íbamos a hacer en Barcelona, me lleve la sorpresa de que me estaban esperando Azucena y Ana en el hall del edificio para que les acompañase de compras.
Como estúpido no soy, por la forma de mirar a todas las mujeres que salían, supuse que intentaban averiguar quién era mi jefa. Me faltó tiempo para decírselo en cuanto apareció por la puerta, y para más inri coincidió que era uno de esos pocos días que venía con ropa que le hacía resaltar perfectamente sus curvas, algo que desde luego no agrado a Ana fueron mis “comentarios” sobre ella. Eso sí, dado que no nos vio, no hice la estupidez de llamarla para presentarlas, lo cual jodío aún más a Ana y a mi cuñada por lo que vi. Esa noche volvió a resultar tensa entre ambos, pues mi esposita tenía la oscura impresión de que todo esto era una especie de maniobra mía para poder meterme entre las piernas de mi jefa. El caso es que fuera de eso, el resto, el mismo jueves todo fue sobre ruedas y sin el menor contratiempo, tanto al despegué, como al aterrizar o mismamente, al ir al hotel y reclamar las habitaciones.
Esa noche mi jefa se empeñó en que cenásemos juntos para hablar de cómo iría teóricamente la reunión con el fin de no interferirnos entre nosotros. El caso es que difícilmente se puede decir que fue tranquila, pues primero fue Ana, medio que sometiéndome a interrogatorio, decidiéndome a colgarle en cuanto empezó a alzar el tono de voz. Entendía que estuviese celosa aunque no veía los motivos, pues según ella misma dispuso, éramos un matrimonio "liberal", aunque empezaba a vérsele el plumero al respecto. Después de mi pequeño conflicto le llegó el turno a la Sra. Elena, a quien si bien hablaba casi en susurros, se le notaba también un incipiente enfado con su interlocutor. Tras colgar, bastante cabreada me pidió disculpas y se fue un momento al baño, dejándose por un despiste su teléfono encima de la mesa casi oculto ir su servilleta.
El caso es que tras estos hechos no pude evitar ponerme a fantasear un poco sobre lo que podría o no hacer llegado el caso con mi jefa si se dejase, aunque consciente por sus antecedentes de que eso, lograr algo así sería casi un milagro. A los pocos segundos de desaparecer por el fondo del restaurante en dirección al baño y mientras yo me metía en mi mundo de fantasías eróticas con ella, el teléfono volvió a sonar, iluminándose la pantalla con la imagen de un hombre, que supuse seria la foto de quien llamaba, y a quien yo ya había visto anteriormente en una ocasión. Tras eso, empecé a pensar en que quizá, y solo quizá, se acabase de producir el milagro si era capaz de explotarlo.
Según regresó de nuevo a la mesa su teléfono volvió a sonar otra vez, en la pantalla volvió a aparecer la misma foto de la vez anterior. En lugar de contestar la llamada, vi como directamente colgaba con un gesto de mala leche, al a vez que murmuraba algo así como "maldito gilipollas" o algo de ese estilo. Procurando dar un tono neutro a mi voz...
- ¿Su marido?, supongo que a él tampoco le ha gustado este viaje, ¿no?
- Perdone, pero eso no creo que sea asunto suyo... -me replicó educadamente pero en tono seco.
- Perdone tiene razón, ha sido una indiscreción por mi parte…
- No, discúlpeme usted, esa contestación ha estado fuera de lugar. Es que algunas veces mi marido me saca de mis casillas con sus tonterías y sus estúpidos celos. No, no le ha gustado que viniese sola con un hombre y de hecho ya hemos tenido algún que otro problema antes de salir.
- Lo comprendo perfectamente, me ha pasado igual como mi esposa, y créame, de gracias, que suerte ha tenido que como me lo han mandado todo a mí, su esposo no ha visto las reservas y la especificación de que nuestras habitaciones debían de tener puerta interna de comunicación entre ambas. Mi esposa lo vio cuando le enseñe mi hoja para que tomase nota de donde me alojaba –mentí-. Creo que se pude usted imaginar la bronca que hemos tenido los dos por ello, evidentemente ella tampoco quería que viniese a este viaje después de verlo...
- ¿Cómo que ponía en las reservas que las habitaciones tenían que tener una puerta privada entre ambas? -me preguntó con voz tensa mirándome fijamente...
- Sí, eso mismo. Si quiere cuando terminemos de cenar se viene a mi habitación y lo vemos por... -me callé cuando vi la cara que ponía mi jefa, y al pensarlo me di cuenta de lo que posiblemente le pareciese en realidad el ofrecimiento, me maldije por mi estúpido patinazo. Impedí que dijese nada adelantándome a ella apresuradamente.
- Perdóneme, sé que ha sonado fatal... pero espere... -saqué mi teléfono móvil del bolsillo-. Creo que sigo teniéndolo todo en el correo... Uhmmm... si, aquí esta, mire... -dije pasándole el móvil con el texto de la petición ampliada justo en la zona que quería que viese.
Lo cierto es que si la Sra. Elena al principio cogió el teléfono un poco reticente, cuando leyó por fin lo que habían solicitado con la reserva se enfadó de lo lindo. Creo que sin darse cuenta y más para sí que para mí, soltó con un bufido un "menos mal que no lo ha visto mi marido, esto podría haberme traído muchos problemas, y muy serios". Después de eso, devolviéndome el teléfono no dudo en absoluto en pedirme disculpas por ello, esto en cierto modo alivio mucho la tensión entre los dos. Tras cenar estuvimos tomando café y una copa, durante el tiempo de la cena charlamos los dos mucho, marchándonos después cada uno a nuestra habitación...
El día siguiente, viernes, la reunión fue especialmente larga, desde las ocho de la mañana que salimos del hotel, no regresamos hasta pasadas las diez de la noche, y luego, nos tocó trabajar aun una hora más en los problemas que nos presentaron los clientes. El sábado tuvimos más suerte, ya que dimos el encuentro por finalizado sobre las cinco de la tarde, eso sí, con un marronazo impresionante que nos acababan de colocar. Eran cerca de las diez de la noche, y ambos seguíamos trabajando en la habitación de Elena tratando de minimizar lo más posible los daños que le proyecto había sufrido en la reunión… En un momento dado…
- Aquiles, ¿le puedo hacer una pregunta quizá un tanto personal?, por supuesto lo que me digas no saldrá de esta habitación…
- Está bien, pregunte. Pero por favor, podría tutearme... es que no creo necesario que sigamos con el usted, por lo menos como cuando estamos trabajando como ahora…
- De acuerdo, sí, creo que tiene… perdón, que tienes razón, no veo motivos para no hacerlo. Sobre mi pregunta, veras, durante todo lo que hemos hablado o trabajado en estos días me has parecido un hombre la mar de coherente, trabajador, eficiente y centrado. No eres de los que te amilanas o te asustan los problemas, de hecho reaccionas francamente bien ante ellos, por lo que no entiendo esa obsesión tuya con tu hora de salida.
- Entiendo, mira -saqué mi cartera, mostrándole una foto de mi bomboncito-, este es el amor de mi vida, mi pequeña Clara. Cuando salgo de trabajar me voy directamente con ella, quiero disfrutarla antes de que se haga más mayor y en lugar de ser su papi, al que nada más llegar abraza con adoración, pase a ser solo su "viejo". Por eso soy tan intransigente con el tema de mi horario. ¿Sorprendida? -pregunté al ver su cara.
- Pues la verdad es que sí, eso era lo que menos me podía haber imaginado, que fuese para pasar tiempo con tu hija... -murmuró.
- Pues no veo porque, supongo que a ti te pasaría igual con sus hijos, ¿no? Salvo claro que pensases que eso es solo una reacción femenina y que los hombres no somos capaces de algo semejante -dije en tono irónico.
- Está bien –sonrió alzando sus manos como en tono de disculpa-, sí, eso es lo que pensé, no me esperaba algo de este estilo, y créeme que lo respeto, ojala más padres se comportasen igual.
Tras esto nos volvimos a callar y seguimos trabajando aun un par de horas más en silencio, solo interrumpiéndolo por motivos del trabajo que estábamos realizando. Justo cuando terminamos, dejándolo todo listo para la reunión del Lunes, al cruzar la puerta de mi habitación e ir a cerrarla…
- Aquiles, ¿qué vas a hacer mañana? –preguntó, haciendo que me volviese a mirarla.
- Pues pensaba levantarme relativamente pronto, las nueve o nueve y media para salir a dar una vuelta por la ciudad a conocerla un poco. Ya había estado antes, pero solo de pasada, de modo que tratare de ver lo más posible y comeré por ahí. ¿Y tú?
- Pues nada, por eso pregunte que harías, para ver si me dabas alguna idea… -se encogió de hombros.
- ¿Te apetece venirte conmigo? –le sonreí-. Eso sí, yo invito a la comida, y luego tu a la cena, ¿te hace?
- Por supuesto que si –se rio-, ¿a las nueve o a las nueve y media?
- ¿Te va bien a las nueve y así desayunamos también juntos?
- Hecho, a las nueve, cuando esté lista tocare a esa puerta –señalo en la que yo estaba, la interhabitaciones- y nos vamos, ¿te parece?
- Perfecto, entonces hacemos eso.
Justo después entre en mi dormitorio cerrando detrás de mí la puerta entre las dos habitaciones. Si dijese que al acostarme no pensé en el pedazo de culo que tenía Elena, mentiría como un bellaco, aunque lo cierto es que hubo otra cosa que lo desterró casi por completo de mi mente, el hecho de no haber visto a mi niña en esos dos días. El viernes durante la reunión yo no pude llamar, y este sábado lo hice un par de veces pero nadie respondió en casa, supiese que quizá Ana se hubiese ido con su hermana y la niña al centro de compras o algo de ese estilo, puesto que si sus planes hubiesen sido de otro tipo la niñera habría estado con Clara… La verdad es que echaba de menos a mi Clara y su risa cada vez que me veía llegar a casa.
CONTINUARA