Cambio de Personalidad - 5
La situación en general continua complicándose para Aquiles
Cambio de Personalidad - 5
El Lunes por la mañana me levante hecho polvo, la noche con Ana había sido de lo más movidita, como hacia bastante que no recordaba. Me tuvo despierto hasta que cayo dormida de puro agotamiento físico, y eso que casi todo el esfuerzo lo puso ella, ya que yo en cierto modo me limite a dejarme follar, eso sí, reconozco que tratando de no correrme a las primeras de cambio. Llegué al trabajo con unas ganas de trabajar de lo más visibles, que se acrecentaron cuando apareció por mi puesto mi nueva jefa con cara de poquísimos amigos, poniendo un pendrive sobre mi mesa con un seco golpe y añadiendo que quería un informe sobre esos datos para el día siguiente. Delante de ella introduje el pendrive en el puerto USB del ordenador y les di un vistazo, sorprendiéndome con lo que me encontré, por ello la llamé antes de que se hubiese alejado más de cinco metros.
- Perdone, pero este trabajo ya está hecho, lo realizó mi antecesor y está a la espera de ser aprobado por el cliente... No comprendo... -me interrumpió.
- Pues es muy simple Sr. Aquiles, como usted bien ha dicho, su horario es inamovible, pero no por ello le pienso tener de brazos cruzados. Y ya que le gusta tanto esconderse tras su contrato, lo que le pido está claramente especificado en él, téngalo listo para mañana, y si le faltan horas, es su problema, no el mío. ¿Está claro?
- Clarísimo. Lo tendrá mañana por la mañana sin falta...
- Eso espero. Ahora le aconsejaría que se ponga a trabajar cuanto antes, si es que quiere terminar pronto.
Me quede mirándola fijamente cuando se marchaba, la verdad es que hice más que eso, ya que fantasee con partirle ese pedazo culo de hija de puta que se gastaba, reventárselo sin anestesia y sin preparar, hacerlo del modo que más le doliese en compensación por esta especie de guerra que por lo que parecía me acababa de declarar. La Sra. Elena era una madurita, casada, con dos hijos que yo supiese, pero que desde luego estaba pero que de muy buen ver, especialmente su culo. Tras soñar despierto durante unos minutos me puse de inmediato con lo que me había pedido, que por cierto, no me resulto tan complicado de hacer como pareció darme a entender la Sra. Elena cuando me "explicó" el trabajo. Todo estaba perfectamente detallado y estructurado, por lo que prácticamente solo se trataba de un simple problema de matemáticas el hallar y verificar los costes aproximados de la idea que habían tenido. La única diferencia con mi predecesor, es que yo desde que empecé con esto y me di varios tropezones, había aprendido por la vía dura a inflar los presupuestos con un sobrecoste de un 10% sobre el precio final estimado, de ese modo me cubría las espaldas ante posibles dificultades de última hora.
Termine con lo que me habían pedido sobre las doce y media o una de la tarde aproximadamente. Si alguno piensa que fui corriendo a entregar el trabajo a la Sra. Elena, que se vaya olvidando del todo. Lo que hice fue guardarme una copia en mi ordenador de todo ello, después puse en un sitio seguro el pendrive con el trabajo realizado y me dedique a jugar un rato con el ordenador al solitario, justo hasta mi hora de salida. Acababa de terminar de recoger todas mis cosas para marcharme, cuando la Sra. Elena cayó sobre mí como un halcón.
- ¿A dónde cree usted que va? -preguntó con cara muy seria.
- Pues obviamente fuera de la oficina a coger mi coche, ya que es mi hora.
- ¿Y del trabajo que le encargué, que?
- ¿Cómo que del trabajo que me encargo?, no la entiendo...
- No me lo ha entregado aun... -replico visiblemente furiosa.
- No, aun no, es cierto, pero no se preocupe, mañana por la mañana lo tendrá usted encima de su mesa, que es para cuando me pidió que estuviese, ¿o me equivoco quizá? -pregunte sonriendo levemente.
- No, no se equivoca, pero... -la interrumpí.
- Bien Sra., como ya lo hemos aclarado, lo siento, pero no puedo quedarme ni un segundo más, tengo muchísima prisa. Adiós -me despedí haciéndola a un lado mientras me miraba asombrada y con la boca abierta.
Me fue directo para casa partiéndome las tripas con la cara que se le había quedado, y por qué no decirlo también, recreándome en aquella imagen de su culo moviéndose cuando me dejo el trabajito. No pude evitar pensar para mí que sí, que efectivamente no me importaría para nada el follarme a mi jefa, algo que se bien sabía que Ana nunca aprobaría. Claro que a estas alturas de nuestro matrimonio, lo que ella pensase o dejase de pensar, ya me daba completamente igual. Reconozco que siempre he sido un poco ingenuo con las personas y pese a todo al final siempre he tratado de ir de frente o por lo legal, en gran parte creo que por eso es por lo que me he llevado palo tras palo, en su mayoría creo que sin merecérmelo. El caso es que empecé a percatarme de que estaba comenzando a ser un poco cabrón con todo el mundo y las cosas sin embargo parecían estar yéndome sobre ruedas.
Es mismo lunes, cuando llegué a casa, como de costumbre sustituí a la cuidadora haciéndome cargo yo de todo, en especial de mi queridísimo bomboncito, Clara, que no paraba de reírse con mis tonterías. Ana nuevamente llego sorprendentemente pronto para lo que en ella solía ser habitual, lo primero fue saludar a la niña, luego cambiarse para después, al final, saludarme a mí. En esta ocasión cuando termino de ponerse cómoda, se acercó a mí y me metió un beso con lengua que no me esperaba, mostrándose tremendamente cariñosa conmigo. Si yo estaba cambiando en mi carácter y esas modificaciones empezaban ya a dar unas señales extremadamente claras, también parecía estar ocurriéndole lo mismo a Ana conmigo, me daba la impresión de que repentinamente me tenía mucho más en cuenta. Lo que no sabía, ni tenía nada claro, es si esto era algo bueno, o malo. Esa noche cuando nos acostamos, Ana trato de que la hiciese el amor, y especifico, hacerle el amor, que no follar con ella. No me negué a ello, pero tampoco encontró en mí la colaboración que sin duda esperaba, siendo casi, casi una repetición de lo del día anterior en que prácticamente podríamos decir que me violó, pues desde luego no puse nada de mi parte y allí solo folló ella. El resultado fue que no llegamos a lo que ella creo que pretendía e hizo que Ana se durmiese con un cabreo conmigo de padre y muy señor mío por mi nulo interés.
Confieso que follar, lo que es follar con Ana, desde luego sí que me apetecía, incluso hacerle el amor, de hecho siempre me ha gustado hacerlo con mi esposa. Sin embargo, independientemente de nuestra situación matrimonial, me pasaba como supongo que a muchos otros, que únicamente había sexo como, cuando y en el momento en que a ella le apeteciese, por lo que en plan de joderle un poco la marrana, nuevamente me quede estático, sin moverme, ni intención de ello. El Martes cuando me levante, como siempre procure que ella no se despertase, y su cara, como cada vez que duerme, era un fiel espejo de su estado de ánimo, por lo que tenía una cara de palo que no os cuento. El otro problema para Ana de esta especial característica suya, es que por ello creo sinceramente que siempre supe cuando había estado con alguien. Su cara al dormirse era como una especie de libro abierto si se sabía que estabas mirando, y por mucho que diga que al final ya no me importaba el que estuviese con otros, debo de confesar, que pese a todo, no era nada agradable vérselo en el rostro.
El martes fue divertido, llegué incluso unos quince minutos antes de lo normal, tan solo para poder dejarle a la Sra. Elena el pendrive con mi trabajo encima de su mesa antes de que ella entrase. Os aseguro que me hubiese gustado ver por un agujerito el momento en que lo vio y se dio cuenta de lo que era, porque estoy convencido que venía con la escopeta cargada previendo que no hubiese terminado del todo el trabajo que me encargó. De todos modos como a media mañana me llamó a su despacho, cuando entre me invito a sentarme, me tuvo allí como cosa de cinco minutos esperando a que dejase de mirar la pantalla de su ordenador para hacerme caso y que me dijese que era lo que quería. En ese tiempo pude admirar su físico pese al obstáculo que estaba entre ambos, su escote, sus piernas que se veían a través del cristal de su mesa, me estaba poniendo cachondo, lo reconozco.
Resulto que mi trabajo no le gustó en absoluto, el de mi antecesor, según ella era bastante mejor y quería, obviamente, una explicación sobre la “chapuza” que había hecho con algo tan sencillo. Me paso un resumen de mi informe y otro del de mi antecesor en sendas hojas para que los comparase, tras ello me dijo que más me valía explicarme con un tono muy agresivo, al extremo de que nuevamente me volvió a dar un calambrazo mental de los míos…
- ¿Y qué quiere usted que le explique sobre esto?, porque yo lo veo muy claro todo, no hace falta ser ningún lince para entenderlo…
- Pues posiblemente sea usted el único “inteligente” que lo ve de ese modo, el trabajo de ambos no se parece prácticamente en nada… Digo yo que alguna razón existirá para ello, y en especial, para que sus costes sean mucho más altos que los de su antecesor…
- Pues mire, creo que es bien fácil de entender el motivo de esas diferencias, yo he hecho un informe completamente realista sobre los problemas y probables costes del proyecto. Puesto que no creo en los escenarios perfectos, he añadido un paraguas sobre el global del presupuesto para imprevistos de última hora que antes o despues siempre surgen. Esos imprevistos que menciono podrían ser notoriamente caros dada la magnitud de lo que se pretende hacer. Le he adjuntado en el informe los datos, costes, previsiones, etc., de las diferentes opciones barajadas por el equipo, tan solo tiene que molestarse en leerlas –replique depositando ambas hojas nuevamente sobre su escritorio.
- Sí, eso ya lo he visto, pero sigue sin explicarme cómo es posible esta diferencia tan abismal entre ambos… -golpeo con el dedo los folios obviando mi ataque.
- El principal motivo de eso es que usted no encontrara en mis informes algo por el mero hecho de que le gustase verlo. Mi labor es darle a usted estimaciones lo más fiables posibles, no ir haciéndole la pelota con información adulterada o cuanto mínimo poco creíble, para caerle en gracia.
- ¿Quiere decir que la información de su colega es errónea y que con este informe tan solo buscó congraciarse conmigo o como usted dice, hacerme la pelota? –me preguntó muy seria.
- Eso último no lo sé, yo tan solo puedo responderle por mi trabajo, sobre eso que me está preguntando, debería de hablar con la persona en cuestión y que le explique porque sus datos son incorrectos. Los míos, le gusten o no, están bien, independientemente de su opinión sobre mí o la mía sobre usted. ¿Quería algo más?
- No, puede marcharse, gracias… ya hablaremos… -su voz sonó rasposa y vi como apretaba los dientes con mi última observación.
- A usted señora, y cuando quiera...
No me engaño, ni siquiera trato de hacerlo por un solo instante, estaba muy enfadada cuando entré, y la acababa de dejar en su despacho, más cabreada aun, en gran parte además por mis comentarios. Supe que no le había gustado para nada el que le “explicase” que yo no haría nada para caerle bien, pero aún me quedo más claro, que ella ya sabía que mi informe era el correcto y gran parte de ese enfado venia por el trabajo de mi antecesor, al que yo me había negado a acusar ante ella, facilitándole de ese modo el tomar medidas contra el sujeto en cuestión. Lo imprevistos salían directamente de los beneficios de la empresa, pero el precio final dado al cliente se basaba enteramente en estos informes preliminares que nosotros nos encargábamos de hacer, y en vista a llevarse contratos, la contención de los gastos en los presupuestos era algo que a todos los jefes les encantaba. Eso sí, me marché de su despacho con su abundante escote fijo en mi mente, y con unas ganas locas de meterme entre sus piernas, sin olvidarme de su culo, ese culo que me traía mártir.
Ese día termino como otro cualquiera, conmigo en casa jugando con la niña hasta que llegaba Ana y la monopolizaba también ella un ratito. Seguía en su tónica de regresar rápidamente a casa nada más salir de trabajar, de mostrarse extrañamente cariñosa e incluso me atrevería a decir que en cierto modo, solicita conmigo. Eso cambio cuando a la hora de acostarnos decidí ponerme juguetón, únicamente por el mero hecho de que ella en cambio se acostó dispuesta a dormir. No tardo ni diez segundos una vez que empecé a acariciarla en darme un manotazo y soltarme un “no quiero” como un camión de grande. Claro que eso a mí me importo francamente poco, pues insistí con mis toqueteos, al punto que se medió incorporo, encendió la lamparita de su mesilla y se giró hacia mí con cara de mala leche exigiéndome que la dejase en paz, que un no, era un no…
Ana normalmente se acuesta siempre con braguita y un sucinto camisoncito, porque no le gusta llevar excesiva ropa para dormir, según ella se siente incómoda, pero tampoco le gusta dormir sin nada. Su problema esa noche fue que para incorporarse y mirarme como lo estaba haciendo, tuvo que flexionar sus piernas separándolas, lo que me dejo el camino completamente expedito hasta su coño. Ni lo dude, metí mi mano hasta alcanzar la tela de su braguita, empezando a acariciarle la raja y el clítoris por encima de la fina tela. Para impedirlo hizo lo peor que podía hacer en esos momentos, cerrar de golpe y bruscamente sus piernas, dejándome allí atrapada la mano, pero con total libertad de movimientos para mis dedos, con los que, obviamente, seguí acariciándole el coño. Muy enfadada me exigió que sacase mi mano y la dejase en paz, en el proceso cerdo fue lo más suave que me llamó, y si ya estaba enfadada, el escuchar mi respuesta, solo lo remato.
- ¿Y porque voy a dejarte en paz, cariño? –hice sonar el cariño a recochineo.
- Porque hoy no me apetece a mí, así que si tienes ganas te haces una paja –me espeto apretando los dientes.
- Pero que dices cacho puta, si tienes el coño chorreando y los pezones como escarpias, te estas muriendo de ganas de que te metan una buena polla…
- Quizá, pero desde luego no la tuya, yo necesito… ¡¡¡Argahhhhhhh!!! –gimió al sentir como repentinamente tres de mis dedos habían entrado a lo bestia en su coño, clavando sus uñas en mi brazo.
- ¿No decías que no te gustaba zorra? Pero si estas casi a punto de correrte…
- Hijo de puta… -gimió al sentir como mis dedos la follaban.
- Bueno se terminó, ya que no quieres, mejor nos dormimos –dije sacando los dedos y dejando toda caricia cuando note como estaba al borde del orgasmo.
- ¡¡¡Pero qué coño crees que haces cabrón de mierda!!!
- Pues obvio, ¿no?, dejar a la puta de mi esposa a tres velas, una por cada dedo que le he metido en el coño –repliqué riéndome a carcajadas.
- ¡¡¡Cabrón!!! –me grito dándome fuerte con el pie.
Lo cierto es que me sacudió una patada en la espalda que me hizo verdadero daño, al extremo que gire sobre mí por el dolor, ya que en su posición, su pie tenia recorrido más que suficiente como para impactar duro. Con el golpe, nuevo calambrazo mental, cuando me gire para mirarla vi en su cara verdadera preocupación, además se estaba incorporando a toda velocidad para atenderme, balbuceando un montón de excusas y disculpas al darse cuenta de lo que había hecho de verdad. No le dio ni tiempo, me tire sobre ella, haciéndola caer debajo de mí, con sus piernas abiertas a cada lado de mi cintura. Haciéndome hacia atrás un poco, le arranque violentamente la braguita y luego la penetré sin la menor piedad. Follándomela sin parar entre sus gritos y golpes como unos cinco minutos o cosa así hasta que revente por fin en su interior, corriéndome como un burro. Eso sí, pese a su resistencia, que no ceso ni un instante, ella también alcanzo poco antes que yo un arrollador orgasmo que la dejo casi sin resuello. Luego nos quedamos dormidos cada uno por nuestro lado y dándonos la espalda mutuamente.
Cuando me levante por la mañana, nuevamente su cara expresaba “contento”, como su lo de la noche anterior la hubiese gustado muchísimo, lo que me descuadraba por completo y provocaba que no la entendiese para nada. A diferencia de otros días, ese la desperté sin querer, pues estaba completamente agarrotado, me dolía el costado horrores. La cara de Ana cuando abrió los ojos, paso del enfado al verme a la preocupación en cuestión de segundos. Se reincorporo de un salto y se vino hacia donde estaba, fue ponerme su mano en mi costado y gemir de dolor. Lo cierto es que tenía un enorme moratón justo encima de las lumbares, y cada vez que me movía veía las estrellas y el firmamento. Pese a que Ana trato de hacer algo, no la deje, yo mismo me puse una pomada y me serví un analgésico para el dolor rechazando sus intentos de ser ella quien me la extendiese. Antes de irme, le pregunte si quería que le hiciese algún recado por el cumpleaños del Viernes de su amiga Bárbara. Os aseguro que lo hice con la mejor intención, puesto que yo salía antes y tenía tiempo de hacer la compra que quisiese, pues bien, le basto diez segundos para empezar a acusarme de preguntarla eso por querer volver a follarme a esa “puta” de Abril, la de la tienda de lencería. Obvio decir que me marche dando un portazo y dejándola allí, acusándome de todo lo que se la ocurrió, incluso juraría que sentí el impacto de algo contra la puerta cuando cerré.
El resto de la semana fue de lo más tranquilo, tanto en casa como en el trabajo. En este último mi jefa parecía haber perdido repentinamente todo interés en mí, y en casa, Ana, pese al alivio que demostraba al saber mis horas de llegada a casa, lo que suponía que no había hecho ninguna “escapada”, me hacia una especie de “Guerra Fría” que francamente, me la traía al fresco. Por mi parte, como detalle para Bárbara le había comprado un perfume que me pareció bonito y que su fragancia olía muy bien, lo que me llevó prácticamente diez minutos escasos. Digo esto, porque Ana no se digno como otras veces a decirme si había comprado algo para que yo la regalase o no, que resulto al final ser que sí, cosa que me echó en cara por pensarlo cuando el Viernes antes de irnos le dije que no se molestase, que ya había hecho yo mi compra y que su regalo se lo diese ella si quería.
Bárbara era quizá la mejor amiga de Ana y confidente desde pequeñas, su padre tenía una empresa de Transportes que era la encargada de distribuir los productos de la empresa del padre de Ana, por lo que ambas, pese a trabajar cada una en la empresa de sus respectivos, hablaban casi de continuo por razones de trabajo, lo que se traducían también en cenas o comidas constantes ya que ambas sedes estaban muy cercanas una a la otra. A mí, a diferencia de otras amigas o amigos de Ana, Bárbara me cayó bien desde la primera vez que la vi, tomándonos ambos bastante confianza, siendo en todo momento consciente, de que en cualquier problema con Ana, ella pasase lo que pasase siempre tomaría partido por ella, pues las dos se eran absolutamente leales. La noche de su cumpleaños, ocurrió una cosa que le volvió a dar un nuevo golpe a nuestro matrimonio…
Estábamos en el cumpleaños en casa de Bárbara y su marido, Román, cuando en un momento dado tras la cena, cuando todo el mundo estaba sentado más o menos en grupitos hablando, decidí salir a la terraza pese a que hacia frio. Dentro hacía mucho calor, creo recordar que salí con el vaso de refresco en la mano, y puesto que yo había ido conduciendo no bebía nada de alcohol, estaba mirando hacia la calle, pensando en que estaría mejor en casa con Clara en vez de allí, aburriéndome bastante pues los temas de conversación que había no me atraían en absoluto. En ese momento a mi lado se situó alguien, cuando mire resulto ser Bárbara, quien lo primero que me pregunto, fue si había salido porque me aburría…
- No, para nada, lo que pasa es que hace mucho calor dentro y quería respirar un poco…
- Sí, es cierto, dentro hace calor, ya baje un poco la calefacción, pero con todos los que somos no creo que sirva de mucho. Oye Aquiles, ¿va todo bien entre vosotros?
- Si claro, ¿por qué? –pregunté a mi vez.
- Veras, es que he notado rara a Ana estos días, le he preguntado pero me ha dicho que no pasaba nada… Y tengo claro que es mentira, la conozco muy bien como para no darme cuenta de que algo le ocurre.
- Pues no sé, si quieres le pregunto, aunque a mí no me ha dicho nada tampoco… -el di un trago al refresco y continué mirando hacia la calle respirando hondo.
- Tu regalo… -dijo simplemente.
- Que pasa con el regalo, ¿no hemos acertado con él?. Si no te gusta podemos cambiarlo por otro…
- Venga, sé de sobra que ese perfume me lo has comprado por tú cuenta sin su intervención, lo cual es muy raro en ella. Ana nunca me haría ese regalo, conoce perfectamente mis gustos y el perfume que siempre uso. Que conste que me ha encantado, no lo conocía y la verdad es que es una maravilla.
- Bueno, me alegro muchísimo de que te gustase.
- Sabes Aquiles, yo quiero muchísimo a Román, pese a todos sus defectos le amo… -me volví a mirarla y enarque una ceja, sin entender a qué venia ahora aquello.
- Le gustan mucho las mujeres, demasiado para mi gusto –me miró sonriendo-, pero no cualquiera, tiene un tipo de ellas muy definido, muy específico, esas son las peligrosas para mí. Con ello no digo que me fuese a engañar con una de ellas, pero prefiero evitarle tentaciones a lamentarme luego.
- ¿Y?, no sé dónde quieres ir a parar…
- De las de ahí adentro –hizo un gesto señalando la puerta del balcón-, pese a que hay algunas muy guapas y con buenos cuerpos, la única que entrañaría algún riesgo para mí, es precisamente Ana, tu mujer. Es justo del tipo de mujer que vuelve loco a Román.
- Vaya, muchas gracias por decírmelo, me tranquilizas enormemente… -repliqué con un leve sarcasmo, arrancándola una carcajada.
- Lo siento, eso no ha sonado como pretendía. Pero de todos modos, como veras, no le estoy prestando la menor atención pese a que lo sé, y eso es porque Ana sería incapaz de liarse con mi marido. La conozco y nunca me haría algo semejante, porque es una amiga leal.
- Mira, una percepción muy interesante la tuya –gire la cabeza mirando nuevamente a la calle-, no se acostaría con tu marido tan solo porque Ana te es leal, curioso, sí señor.
- Aquiles, no pretendía insinuar eso, no me he expresado bien…
- No, tranquila, se lo que pretendías decirme, no te preocupes…
- De modo que eso es lo que ocurre ¿no?, su perfecto castillo de naipes por fin se ha derrumbado –le escuché murmurar.
- ¿A qué te refieres con eso de su castillo? –la miré fijamente.
Vi como Bárbara respiraba profundo, luego se movió situándose entre la puerta del balcón y mi posición. A continuación hizo algo que me sorprendió, se pegó a mí, sujetándome del cinturón, atrayéndome hacia ella, justo en ese momento me pido que mirase a Ana. Si durante todo el rato que habíamos estado allí pareció no hacerme el menor caso, cuando levante la vista para mirarla como Bárbara me pidió, me fije en que sus ojos estaban total y absolutamente clavados en nosotros dos, con toda su atención centrada en lo que fuese que estábamos haciendo. Tras eso, Bárbara nuevamente se rio y se separó otra vez.
- ¿Se ha quedo mirándonos fijamente sin despegar los ojos de nosotros, verdad?
- ¿Y qué pasa con eso?
- Que nunca he visto que te tenga tan controlado como yo a Román según quien este delante, y ella lleva toda la noche vigilándote disimuladamente.
- ¿Y que tiene eso que ver con lo que te he preguntado?
- Nunca me has atraído como hombre, jamás desde que nos conocemos. Tú también has cambiado…, cuando me he acercado a ti hace unos segundos y me has mirado… bueno, te confieso que me han dado ganas de besarte.
- Ves, eso es mucho más interesante para hablarlo, y dime, ¿todavía tienes ganas de comerme a besos? –pregunté en tono de broma como si me estuviese insinuando, arrancándole a Bárbara unas risas.
- Pues sí, te lo confieso, pero nunca haría algo así, seria traicionar a Ana o a mi marido… -se puso seria repentinamente.
- Entiendo… -dije simplemente.
- Oye Aquiles, perdona, no quise… -suspiró-. Ya sabes que soy la mejor amiga de Ana, se cómo va vuestro matrimonio y créeme que cuando me contó su idea del matrimonio liberal trate de que entrase en razón. Sabía que más tarde o más temprano le explotaría en la cara, para mi estaba claro que tú en algún momento… -meneo la cabeza sin terminar la frase.
- Como te he dicho antes, no pasa nada entre nosotros, nuestro matrimonio continúa igual de abierto que siempre… Y puesto que sabes cómo va, por mucho que creas, quizá sí que debieses de vigilar a Román cuando ella este presente –dije con mala idea mientras trataba de entrar dentro de nuevo, pero alguien me lo impidió.
- Hola, ¿de qué habláis aquí los dos solitos? –pregunto una risueña Ana con voz tensa poniéndose ante mí e impidiéndome el paso.
- De nada cariño, Bárbara tan solo se interesaba por nosotros. Me ha preguntado si todo seguía bien entre los dos, pero tranquila que su preocupación era por ti, no por mis cuernos, al fin y al cabo ya sabe que esos vienen de largo. ¿Por cierto, hay ahí dentro alguien más a quien deba de tranquilizar?, es para ir directamente y evitar que se sienta violento si me acerco o alguien pregunta algo desafortunado…
- Aquiles… -fue lo único que le dio tiempo a decir, pues la aparte con delicadeza y me metí al salón, dejándolas a ambas allí afuera.
Estuvieron las dos hablando en la terraza como cerca de quince minutos, o quizá sería más preciso decir por lo que observe con el rabillo del ojo, que discutiendo. Entraron cada una por su lado y se posicionaron en sitios opuestos del salón, hablando con gente diferente, pero ambas sin dejar de mirarme a mí de modo disimulado, al extremo de hacerme sentir incomodo en un momento dado. Román nuevamente volvió a la carga al lado de Ana, haciendo gracias y tratando de divertirla, ojo que no digo ligársela, aunque se podría haber malinterpretado perfectamente en la presente situación. Como a los treinta minutos volví nuevamente a salir a la terraza, sin embargo mi soledad duro apenas un par de minutos o tres, pues Ana salió tras de mí.
- Tenemos que hablar, ¿puedes por favor escucharme un momento?
- Si claro, si es de lo de Bárbara déjalo, no me importa…
- No, sí que te importa, debí de decírtelo, pero pensé que te sentirías humillado…
- ¡¡Oh!!, muy curioso, y dime “cariño”, el que me pusieses los cuernos gracias a tu brillantísima idea de “libertad” sin embargo no te hizo pensarlo, ¿verdad? Supongo que creíste que me encantaría que mi esposa se follase a todo el que se cruzase en su camino, ¿a qué si?
- Aquiles, yo… -la interrumpí.
- Déjalo, ya no tiene importancia, ahora nuestro matrimonio es lo que tú querías que fuese y yo lo he aceptado plenamente. Lo de que Bárbara lo sepa no me importa, es tu mejor amiga y confidente, es comprensible. Pero contéstame, ¿alguien de ahí dentro…? –señalé con la cabeza.
- No, te juro que no, de ahí dentro no he estado con nadie… No pienses en eso por favor, no te hagas más daño… -me reí ante su respuesta, ya que había malinterpretado mi pregunta.
- Cariño, te preguntaba si alguien más de ahí dentro sabe de nuestro matrimonio, nada más…
- No, nadie, nadie… lo siento, como te he visto pensativo aquí fuera mirando hacia adentro pensé… Perdóname…
- No, tranquila, no pensaba en cuantos de los de dentro te has podido follar en este tiempo. Aunque te reconozco que en cambio sí que hacia cábalas sobre a cuantas de esas que se dicen amigas tuyas –señale con la cabeza- podía haberme tirado de no haber desperdiciado mi libertad en ti durante todos estos meses. Dime una cosa “cielo”, ¿crees que aun estaré a tiempo con algunas de ellas?, te confieso que la idea me da morbo…
Pase por su lado dejándola mi vaso en sus manos. Vi por el reflejo como tiro con rabia el vaso por el balcón contra la calle, me dije que era una inconsciente, pues podía haberle dado a alguien que pasase por allí. No pude evitar el preguntarme qué necesidad tenía de haber sido tan cabrón con Ana al decirle aquello, por mucho que ahora mismo, tras pensarlo y decírselo, de verdad me lo estuviese planteando. Sinceramente, si hacia recuento detenidamente de las mujeres allí presentes, quizá una o dos de esas “amigas” sí que hubiesen podido terminar en mis brazos, con esto no pretendo decir que realmente tuviese intenciones reales de hacer algo al respecto, o eso esperaba.
Creo que fue en ese mismo instante, al pensar detenidamente como había actuado, en cómo me había comportado, cuando empecé a ser consciente por primera vez de como había cambiado en los últimos tiempos en mi forma de ser…
CONTINUARA