Cambio de Personalidad - 4
Las cosas no mejoran para Aquiles, ni en su matrimonio, ni en el trabajo. Por un lado no deja de discutir con Ana, su esposa, y por otro no deja de tenérselas tiesas con Elena, su jefa, que no para de tratar de conseguir que entre por el aro.
Cambio de Personalidad - 4
Ese mismo jueves, tras el encontronazo con mi nueva jefa, llegué a casa cabreado. Despedí a la cuidadora de la niña y como era mi costumbre, me hice yo cargo de ella, faltándome tiempo para ponernos a jugar los dos, entre sus cada vez más intensas risas. Cuando Ana llegó a las nueve y media de la noche, la niña ya había cenado y estaba acostada. Como también es su costumbre, tras un seco “hola” pasó a nuestra habitación a cambiarse, para de seguido ir a ver y besar a su hija, después se puso directamente a cenar en el salón. Habitualmente y por costumbre, confieso que en buena medida impuesta por ella al principio de nuestro matrimonio, yo la esperaba para hacerlo juntos, igual que ese día.
El caso es que para ese momento mi personalidad ya había sufrido ciertos cambios, y el enfado por el choque en el trabajo no se me había pasado aun del todo. Un sencillo comentario de Ana, primero provocó por mi parte un malentendido y de seguido una contestación que reconozco también, que estuvo fuera de lugar. Ella, tras disculparse por llegar tan tarde, algo que hacía por primera vez que yo recuerde, simplemente me preguntó qué pensaba hacer ese fin de semana, y yo dados los antecedentes lo malinterprete. Pensé automáticamente que tras la pregunta estaba lo que ella había pretendido hacer el fin de semana anterior con su compañero y repliqué en función de ello…, aunque eso sí, con una cierta aparente frialdad.
- ¿Qué vas a hacer este fin de semana, alguna idea? –preguntó Ana. Me quede mirándola fijamente unos segundos, antes de seguir cenando.
- Por mí no te preocupes, me iré con la niña a ver a mis padres, de ese modo tendrás vía libre con la casa para traerte a quien te dé la gana a follar en nuestra cama. Así si salgo yo también el sábado por la noche por allí, de todos modos mis padres van a monopolizar a Clara en cuanto lleguemos –repliqué en tono seco.
- Aquiles –dejo la cena y me miró fijamente muy seria-, ¿se puede saber a qué coño viene ahora esto?, solo he preguntado si tenías algún plan, por si te apetecía que hiciésemos algo juntos.
- ¿De veras? –pregunté un poco descolocado.
- Si, de veras. No creo que tengas dudas de que no he estado con nadie más que contigo desde el problema que tuvimos cuando me pillaste en nuestra cama. Incluso te habrás dado cuenta de que no te he echado en cara lo de la otra noche cuando me “violaste”.
- ¿Te viole dices?
- Si, aquello fue una violación en toda regla, y lo sabes, no eres estúpido, estemos casados o no, fue lo que hiciste.
- No te preocupes, que no volverá a ocurrir, de hecho, si no quieres, no te tocare nunca más ni siquiera un pelo de la ropa –dije mientras volvía a tomar una pinchada de la cena y veía su rostro empezar a mostrar signos de enfado.
- Está bien, de acuerdo –vi como tomaba aire y luego trataba de tranquilizarse-, así no vamos a ninguna parte. Está claro que estas enfadado por algo y simplemente me está tocando a mí pagarlo. Te he hecho una observación sobre lo que ocurrió, nada más, algo además que tú sabes que es la verdad, no por ello quiero que dejemos los dos de follar, me encanta hacerlo contigo –la miré visiblemente sorprendido de nuevo.
- ¿Qué, te sorprende lo que te digo? –me preguntó irónica.
- Pues sí, la verdad, bastante…
- Pues no sé porque, admitirás que yo te he entrenado y enseñado lo que sabes, nadie como tú eres capaz de darme lo que me gusta, cuando me gusta o como me gusta en cada momento… Eres mi amante perfecto precisamente por eso… Y mi trabajo me costó que lo fueses, te lo aseguro… -dijo en un tono levemente sarcástico.
- Entiendo, además del permitirte escapar de tu casa, en lugar de un marido, lo que hiciste cuando nos casamos fue obtener tu propio y perfecto consolador de carne y hueso.
- Joder, ya vale de atacarme, ¿no?, solo quería saber si pensabas hacer algo el fin de semana, al final vamos a terminar discutiendo otra vez, en serio, y no quiero hacerlo –suspiró-. Muy bien, este fin de semana entonces, nos vamos los tres a ver a tus padres, que también es verdad que hacía mucho que no subíamos.
- ¿Si no te viene bien, no hace falta que te sacrifiques? –le repliqué a mala ostia, tratando de pelearme con ella debido a mi enfado.
- No voy a caer Aquiles. No sé porque estarás enfadado, pero no vas a pagarlo conmigo para quedarte más a gusto, hoy no –alzó una mano cuando fui a hablar nuevamente-. No, no te molestes, sé que yo llevo desde que nos casamos haciendo esto mismo contigo, no te culpo, no puedo hacerlo cuando la responsable principal de ello soy yo… Hay muchas cosas en nuestro matrimonio que me estoy dando cuenta de que hay que cambiar, y por parte de ambos… pero principalmente mía…
- Ya, pero quizá ya sea muy tarde para eso… -repliqué, levantándome y retirando todo lo de mi cena.
- Puede que sí, quizá, pero ten claro que lo voy a intentar… -dijo Ana a mi espalda según salía del salón.
No sabía exactamente a que se podía estar refiriendo con eso de “cambiar cosas” en nuestro matrimonio, pero también es cierto, que cuando al acostarme me pude detener un instante a pensar y a repasar detenidamente todo lo ocurrido en estos días que llevábamos de semana, si se podía apreciar un leve cambio en el comportamiento de Ana, tanto en casa como hacia mí. Había llegado tarde porque tenía una reunión, algo que era cierto y yo ya sabía de antemano. Su horario de salida normal era de siete y media a ocho de la tarde, pero muchas veces venia sobre la misma hora de ese jueves porque se iba con compañeros y compañeras a tomar algo antes de ir a casa… Bueno, a tomar algo o hacer lo que fuese, pues nunca me daba explicaciones más allá de que llegaría más tarde, la hora aproximada y punto. Toda esta semana estaba volviendo a su hora de salida, o explicando los motivos exactos de porque llegaría más tarde en el caso de este día concreto. De hecho, justo antes de acostarnos me pidió que le diese la hora a la que debería de escaparse del trabajo para poder irnos a donde mis padres y no tropezarnos con mucha caravana, pues le debían varias horas que pensaba tomarse para ello de ser necesario.
El Viernes que se prometía tranquilo, no resultó serlo en absoluto, mi nueve jefa pareció sacarse una reunión de la manga, y para más Inri, no tuvo otra ocurrencia que ponerla para las cuatro de la tarde, justo mi hora de salida. Cuando me llegó el comunicado me sorprendió, pues las reuniones rara vez se hacían tan tarde, lo habitual era por la mañana para de ese modo tener margen de tiempo de sobra por si existiese algún problema o duda, al estar todo el personal de oficinas allí, se podía conseguir la información necesaria en el momento. Cualquier otro se lo hubiese tomado como que le estaban echando un pulso sobre su horario, en mi caso lo cierto es que no, pensé que dada la hora la reunión fuese para darle la puntilla final a algún trabajo que hubiesen tenido ya listo, con lo que mi concurso no sería necesario, craso error.
Serian sobre las cuatro menos veinticinco, estaba ultimando mis últimos retoques a un informe que me habían solicitado esa misma mañana, cuando se presentó ante mi mesa mi nueva jefa, la Sra. Elena, diciéndome con una enorme sonrisa en la cara, que “recordase” que teníamos reunión en la sala principal de juntas a las cuatro. Por cierto, que la sonrisa le duro lo que tarde en contestarla…
- Pues lo siento mucho, pero creo que no voy a poder asistir, como ya le expliqué, mi hora de salida es las cuatro de la tarde.
- Pues lamento informarle, que sí que va a asistir a la reunión, pues como parte de este equipo, tiene la obligación de ello. Es un cliente que nos han pasado, con el que existieron ciertos problemas cuando estuvo en su anterior grupo, y del que usted hizo un cierto memorándum que seguramente recuerde… ¿a qué si?
- Mire Sra., me quedan tres minutos para terminar lo que estoy haciendo, recoger mis cosas e irme hasta que regrese el próximo lunes, de modo que voy a tratar de ponerle las cosas en perspectiva para que tenga todo claro con respecto a mí. No voy a ir a la reunión, primero porque no es necesaria mi presencia, para realizar mi trabajo deben antes ustedes saber que van a hacer exactamente, después de eso y una vez me pasen es información, yo les hare mi informe sobre mi opinión de costes más la viabilidad real de la idea, y únicamente entonces, es cuando mi presencia será necesaria en esa reunión para dar a conocer estar valoraciones del informe. De modo que mi presencia en esa reunión, no es necesaria para nada, ¿o es que he dicho algo incorrecto? –vi cómo se mordía los labios nerviosa.
- Perdone, no, no ha dicho nada que no sea cierto, pero es necesario que este con los demás, pues eso hace equipo.
- Mis disculpas nuevamente Sra., pero dado quien era la persona a la que sustituyo, perdóneme si mis “referencias” sobre ese hacer” equipo no son nada halagüeñas. De cualquier modo, como ya le dije anteriormente, mi hora de salida es sagrada, las cuatro de la tarde, y es así, porque ya hago una hora más por la cara para dejar mi trabajo bien terminado. De modo que si me disculpa, me gustaría poder acabar esto para poder irme sin dejarme nada a medias.
- Tiene que ir a esa reunión, igual que el resto del equipo. Entiendo perfectamente que su sueldo es bajo en comparación del puesto que ocupa o el trabajo que hace, pero eso tiene solución, se lo aumentaremos hasta la cantidad que normalmente debería de estar cobrando.
- Señora, ya le dije cuál era la situación si me quería en su equipo, y por lo que veo, sigue interesada en que continúe. Le aseguro que pese a esto del horario, mi trabajo estará hecho para cuando se necesite, pero eso no es negociable, lo siento, no me interesa un aumento, me interesa seguir con mi horario.
- Le quiero ver en esa reunión y se terminó, -se inclinó sobre mí, quedando su cara a escasos centímetros de la mía-, ¿está lo suficientemente claro para usted?
- Si, perfectamente claro… -repliqué sin añadir más.
- Bien, entonces nos vemos a las cuatro en la sala de juntas, no llegue tarde –dijo, marchándose después.
Una vez desapareció de mi vista, me quedé mirando la pantalla de mi ordenador, en lugar de terminar lo que me quedaba, lo que hice fue guardar el documento y apagar el ordenador. Después de que este se cerrase por completo recogí mis cosas y me marche hacia mi casa para ponerme en marcha hacia el norte, hacia donde Vivian mis padres. Ana llego a las cinco de la tarde de trabajar, preparo todo lo que se pensaba llevar en un momento y empezó a meterme prisa para que nos fuésemos de una vez. Para mi sorpresa el viaje fue agradable, Clara estuvo de lo más tranquila viendo videos de dibujos, y Ana mantuvo conmigo una conversación muy “normal” por primera vez en mucho tiempo. Incluso cuando llegamos donde mis padres, Ana me recordó a aquellos primeros momentos cuando nos casamos.
Esa noche, tras cenar un poco, nos acostamos en mi antigua habitación, igual que cada vez que íbamos, solo que Ana se abrazó a mi tras taparnos con las mantas, cuando anteriormente, tras su embarazo, tan solo de daba media vuelta y se quedaba dormida ignorándome. No dije nada de nada, tan solo me limite a pensar, me di perfecta cuenta cuando se quedó dormida. Lo cierto es que estaba completamente descolocado del todo, no entendía lo que ocurria con Ana, para nada. Con todo esto en la cabeza, me quede dormido a mi vez. A la mañana siguiente, tras levantarnos y desayunar, nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo con la niña. Yo quede con varios de mis antiguos amigos para tomar algo esa noche mientras que los abuelos se quedaban con Clara, pues Ana desde el principio dejo claro que ella también se venía.
Todo fue bien hasta el momento de encontrarnos con Lina, hacia como cinco años que no nos veíamos los dos, a quien podríamos definir como una antigua exnovia, ya que estuvimos saliendo la friolera de casi dos semanas cuando teníamos catorce años cada uno, tiempo en el que recuerdo con cariño la enorme cantidad de besos que nos dimos y la gran confianza que nos cogimos. El caso es que según nos encontramos con ella salió el comentario, no tardando ni cinco segundos cuando se enteró en apuntarse también a cenar y salir a divertirnos todos los de la antigua panda. Pese a que no dijo nada en absoluto, la cara de Ana tras despedirnos de ella, había cambiado por completo, no parecía nada “encantada” de que se nos hubiese incorporado a la cena, y francamente, no entendía para nada el porqué, pues no era la primera chica que se apuntaba o la que estaba más buena de ellas. Ni siquiera tenía sentido por ser una ex, pues también iría Menchu, con la que había estado saliendo durante año y medio, pero sin embargo con esta no pareció reaccionar.
La cosa se puso aun peor por la noche, durante la cena Lina fue a sentarse justo a mi lado, mientras que Ana se sentaba al otro. Junto a Ana se puso Julián, un guaperas de categoría y que se las solía llevar a todas de calle cuando la panda íbamos por ahí de marcha. Dado como era nuestro matrimonio, en la situación que estábamos, no creo que a nadie extrañe si confieso que me despreocupe por completo de Ana, aun habiéndome dado cuenta del modo en que Julián estaba tratando de ligársela en mis propios morros. Incluso me percate cuando uno de los amigos le llamó la atención de un modo discreto para que la dejase en paz. Yo por el contrario me centre en Lina, no paramos en todo el tiempo de cuchichear riéndonos los dos sin parar, contándonos nuestras vidas, o por lo menos la parte no comprometida de ellas. Yo me fui a estudiar a Madrid, donde conocí a Ana, mientras que ella lo hizo a Barcelona, perdimos el contacto más allá de los típicos WhatsApp de felicitaciones por determinadas fechas puntuales y poco más, o al encontrarnos algún día esporádico de coincidir en el pueblo.
El caso es que tras la cena, nos marchamos a la ciudad cercana a bailar y divertirnos, se vino con nosotros en el coche por invitación mía. Julián se trató de apuntar también, pero al venirse Lina, también significo que la amiga con la que había venido de Barcelona, se incorporase al coche, dejándole sin sitio, pues habiendo vehículos de sobra, la propia Lina dijo que no íbamos a ir incomodos porque a él le diese la gana. Reconozco que me pareció un tanto borde y fuera de lugar de su parte el que saliese con una de esas, cosa que además le comente mientras nos dirigíamos a la ciudad. Me comento riéndose, que lo sentía, pero es que lo de Julián era superior a sus fuerzas, que era un chulo al que cada vez aguantaba menos. Recuerdo haberla también recordado con malicia que eso no era lo que opinaba antes, pues era una de las que aparentemente estaban más loquitas por sus huesos… Su única respuesta, fue darme un golpe en el hombro, guiñarme un ojo señalando que había pillado la coña real, seguido de una carcajada, tras esta un “desgraciadamente era así de idiota”.
Durante el tiempo que estuvimos en el sitio a donde fuimos, baile con casi todas las chicas, Ana se divirtió también bailando con los chicos, con la excepción de Julián según creí observar, a quien no dio la menor bola. Yo estuve gran parte del tiempo, otra vez ocupado con Lina, de quien averigüe que en cosa de un par de semanas, asistiría a unos cursillos en Madrid con su pareja, que trabajaba con ella. Obviamente, me faltó tiempo para quedar con ella en vernos algún día cuando fuese, incluso la invite a ir a casa a cenar alguno de los dos fines de semana que según me dijo estarían en la ciudad. Cuando se lo comenté a Ana, esta se mostró sonriente y dio sus parabienes a mi idea, lo que no me engaño ni por un solo instante, en realidad no le había hecho la menor gracia. Durante el viaje de regreso, Lina, su amiga y yo hablamos como cotorras, riéndonos lo que no estaba en los escritos, mientras Ana iba fingiendo estar adormilada, poniendo una cara de palo que no os cuento. Cuando las dejamos a ambas y tras arrancar de nuevo camino de la casa de mis padres, se me ocurrió la ingenuidad de preguntarle si le pasaba algo, por toda respuesta solo obtuve un frio, gélido y glacial, “déjame en paz”.
Cuando nos acostamos, a diferencia de la anterior noche, esta, se preocupó especialmente de mantenerse apartada de mí, de que ni nos rozásemos. El domingo, por la mañana cuando nos levantamos, la tónica fue la misma, aunque cuando mis padres estaban delante Ana era poco menos que la esposa perfecta. De regreso a casa, fue todo el camino con el morro puesto, tan solo sonreía a la niña cuando parábamos para que descansase un poco o para darla de comer, etc. Fue casi llegando a casa cuando Ana repentinamente pareció tener ganas de aclararme la situación…
- ¿Por qué has invitado a esa tía a mi casa?
- ¿Tía, que tía? –le pregunté sorprendido y sin saber a qué se refería.
- A esa, a la tipa de Barcelona…
- ¿Te refieres a Lina?
- Si, a esa, dime, ¿por qué coño la has tenido que invitar a cenar? –volví la cabeza para mirarla fijamente.
- Es amiga mía, va a venir a Madrid con su pareja y me pareció buena idea invitarla. ¿Cuál es el problema?, no veo nada malo en ello, no son los primeros amigos a los que se invita a cenar o a comer.
- Pues para empezar pasa que no me gusta y no la quiero ver allí. No quiero a esa tía en mi casa, es así de simple…, la invitas a cenar en otro lado y por supuesto conmigo no cuentes… ¿te queda claro?
- Muy bien, me ha quedado todo aclarado… -tras eso me callé.
El problema con esto, es que si bien ya había cambiado notablemente mi personalidad, me pegó un nuevo calambrazo a costa de la salida de tiesto de Ana. Cuando llegamos a casa, introduje el coche en el garaje y subí las maletas mientras que Ana se encargaba de la niña. Cuando terminé, le dejé las llaves de su coche sobre la mesa y cogí las del mío, solté un “ahora mismo regreso” sin atender a las preguntas de Ana refiriéndose a donde se suponía que iba a esas horas. Baje directamente al garaje, arranqué mi coche y lo saque, aparcándolo en la calle un poco más abajo de nuestro portal. Cuando regresé a casa, me encontré con Ana esperándome en el salón con los brazos cruzados y cara de pocos amigos…
- ¿Se puede saber porque has aparcado tu coche ahí enfrente? –pregunto señalando hacia el balcón, en dirección a donde lo había dejado.
- Porque es mi coche y estaba ocupando una de las plazas de aparcamiento de “tu” casa, así que he preferido que te ahorres el pedirme que lo saqué de allí a la primera que algo que haga te moleste –dije mientras le dejaba sobre la mesa, junto a sus llaves, el mando de la puerta del garaje que yo tenía.
- ¿Se puede saber a qué viene ahora esta tontería? –preguntó muy enfadada.
- ¿Tontería dices?, claro, es una idiotez, todo lo que tenga que ver conmigo siempre es de ese modo, ¿verdad Ana?. No te preocupes, es mejor así, tu casa y tu garaje, si en algún momento la cama en la que dormimos decides que es también únicamente tuya, me lo dices y me iré a dormir a la habitación pequeña, que esa cama es mía, gracias a dios, conservo aun la factura de cuando la compramos los dos con mi tarjeta de crédito.
- Deja ya de hacer el idiota, sabes que no era eso lo que quería decir con lo de mi casa, no te hagas el mártir, que no cuela.
- Por cierto Ana, este viernes que viene no cuentes conmigo…
- ¿Qué no cuente contigo de qué?, no sé a qué te refieres…
- Me refiero a la cena con tu amiga Bárbara. Que te diviertas, yo me quedare con la niña…
- ¿Cómo dices?, de eso nada, vienes conmigo, es su cumpleaños y estamos invitados los dos.
- Perdona, pero es tu amiga, no la mía. Lo siento por ella porque me cae genial, ya veré como hacerle llegar mi regalo y felicitarla, pero desde ahora ten muy claro que tus amigos son tuyos, no míos. No voy a volver a aguantar a ninguno de ellos porque tú quieras. Por cierto, dado que esta es “tú” casa y puedes hacer en ella lo que te plazca, avísame cuando vuelvas a invitar a alguno para no venir ese día hasta que no se hayan marchado –pensé que en realidad, Bárbara era la única de sus amigas que de verdad me caía realmente bien y que lamentaría de verdad hacerle ese feo, pero por las y los demás, me la traía muy floja.
- Ya está bien joder, lo siento, vale, lamento lo que dije de tu amiga. Esta es nuestra casa, tienes tanto derecho a invitar a quien quieras como yo, si quieres que cenemos algún día con la tía esa lo haremos. Me tragare mi orgullo y cenare con vosotros… ¿satisfecho?
- No, no lo estoy, no entiendo qué coño te pasa con Lina, sé que algunas veces las personas no nos caen bien ya de primeras, pero esta tirria que pareces haberle cogido creo que ya es pasarse un poco.
- Venga ya Aquiles joder, no me tomes por idiota, ¿vale?, y dime, ¿cómo quieres que me caiga una tía que es tu ex y está deseando follarse a mi marido?
- Pero que tonterías dices, ¿se puede saber a qué viene eso?. Primero no creo que eso sea así de ninguna de las maneras, Lina es mi ex, sí, pero ya te dije que solo fueron dos semanas apenas cuando teníamos catorce años… Creo que te estás pasando un poco…, y segundo, tiene su pareja, a la que quiere… te aseguro que ella no piensa en mí del modo que dices…
- Mira, del novio no sé nada, pero te digo que esa tía está deseando follarte. Te lo creas o no, es lo que hay con ella, es lo que la tipa esa pretende, por mucho que te cueste creerme –replico visiblemente enfurecida.
- ¿Y cuál es el problema que tienes aun en caso de que eso sea verdad?, que no lo es –pregunte cruzando los brazos, obviando sacarla del error mayúsculo que sabía que estaba cometido en sus suposiciones sobre Lina.
- Como dices, ¿te has enterado de lo que he dicho? –me golpeo el pecho con el dedo índice mientras hacia la pregunta.
- Si, perfectamente, que Lina quiere follar conmigo. Repito la pregunta, ¿cuál sería el problema con ello de ser verdad?, y te reitero que no lo es. Somos un matrimonio liberal según tú misma decidiste, por lo que no veo que importancia puede tener eso, Lina, Abril o cualquier otra, solo sería sexo, ¿y de eso se trataba esto que tú te sacaste de la manga según recuerdo, o no?.
- Pero… -le interrumpí.
- Mira Ana, no te molestes, déjalo estar así, mi amiga no te gusta y punto. Me voy a acostar ya, mañana madrugo y tendré un día duro. Por cierto, por Lina no te preocupes, no la invitare a cenar en casa. Si el restaurante de su hotel no me parece lo bastante bueno me la llevare por ahí a otro lugar, y me asegurare que sea donde no tengas que verla.
No me quede a esperar su respuesta, tras eso me marché directo a la cama, dejándola con la boca abierta ante lo último que la dije. Lo cierto es que lo hice apropósito, pues lo de la cena en su mismo hotel podía interpretarse de muchas maneras diferentes. Para ser sincero, confieso que sí, que tras la “pataleta” de Ana con ella, la idea de quedar con Lina cuando viniese a Madrid para ver si terminábamos follando los dos, era algo que se me estaba pasando por la cabeza, aunque sabía positivamente que eso si que era “misión imposible”. La verdad es que Lina me gustaba desde siempre, no era tan atractiva como Ana o tan exuberante como Abril, pero reconozco que tenía su puntito de morbo. Pelo castaño por los hombros, ojos marrones, sobre metro sesenta y cinco, dos pechos que cabrían perfectamente en la mano, delgadita, con un culito que se apreciaba duro, simpática y alguien con quien a los catorce años no pase de darme unos tímidos besos que recordaba con muchísimo cariño y para quien, en esa época, me convertí en su hombro para llorar, para relajarse, en el confidente de su mayor secreto…
Para cuando Ana se acostó, tenía muy claro que quedaría con Lina pasase lo que pasase y se pusiese mi esposa como se pusiese… Pero tal y como sospechaba, Ana por su parte, aún no había terminado con el asunto, pues al poco de acostarse, se inclinó sobre mí y encendió mi lamparita, poniéndose de modo que no me quedase otra que mirarla.
- Es tía no me gusta, de hecho me gusta tan poco como a ti mi compañero de trabajo, y ya sabes a quien me refiero… -me soltó de sopetón.
- Si, lo sé, a ese que te tiraste, ¿no?
- Te importa no decir tonterías, sabes que desde ese maldito fin de semana en que me pillaste no he salido de casa más que para trabajar, a casa de mis padres o este fin de semana contigo para ir donde tus padres, y que con el único que he follado es contigo.
- No digo ahora, todo eso que dices lo sé. Pero fuiste muy clara cuando especificaste que él ya te conocía “muy bien en esa situación” como para necesitar verte con ese conjunto que te traje. Puede que te lo parezca, pero te aseguro que no soy idiota…
- ¿No dices nada? –pregunté tras esperar un poco a ver si respondía.
- Lo siento, ocurrió al principio de empezar con todo esto, fue un error, las circunstancias… Estaba con otra persona que me dejo caliente y cuando apareció él no supe negarme… Es atractivo y tiene labia, sabe lo que hace para aprovechar las debilidades de las mujeres… De verdad que lo lamento mucho, nunca pretendí que te enterases, y menos de este modo, por favor, créeme, no pretendía hacerte daño…
- Ese es siempre tu problema Ana, que nunca pretendes hacer nada de lo que al final terminas haciendo de un modo u otro, y crees que con pedir perdón las cosas se solucionan. Pues siento mucho decirte que no, que muchas veces, el mundo no funciona de ese modo y las disculpas sirven de francamente poco cuando el daño ya está hecho.
- ¿Te vas a acostar con ella entonces, no?, todo porque yo lo hice con aquel gilipollas…
- Te das cuenta de que me estas tratando de acusar de algo que no solo no ha ocurrido, sino que incluso que puede que jamás suceda por mucho que tú te creas, ¿verdad?. No lo sé Ana, supongo que es algo que averiguaremos cuando Lina venga a Madrid para su curso, quizá sí que terminemos juntos en la cama, quizá no… De todos modos, tranquila, que si ocurriese también tratare de que no te enteres de ello para no hacerte daño. Y si lo haces, pues bueno, te pediré perdón como haces tú y arreglado, nadie sufre por ello. ¿Así es como funciona esto, no? -dicho lo cual, me acomode para dormir.
El acomodarme para dormir me duro creo que apenas veinte segundos, pues pasado ese tiempo sentí como la cama se movía con brusquedad, pensé al principio que Ana se marchaba a otra habitación mosqueada, pero nada más lejos de la realidad. Tan solo treinta segundos después, la cama volvió a moverse, pero esta vez también acompañaron las ropas de la misma el movimiento, notando perfectamente como un cuerpo femenino se situaba sobre mí a horcajadas. Cuando se encendió la luz de la lamparita de mi mesilla, vi a Ana sobre mí, completamente desnuda, con sus pezones completamente erizados a la altura de mi cara, como desafiando a mi boca a que los tomase. No tuve ni que incorporar la cabeza, pues Ana se dejó caer hacia abajo, con sus manos busco el modo de bajarme el pantalón del pijama mientras hacía que sus ojos quedasen a la altura de los míos. Cuando por fin logro su objetivo, tardo menos que nada en empalarse lentamente en mi polla, luego de terminar, sus labios se posaron en mi oreja derecha, donde con un susurro me pidió… ¡¡¡Fóllame, venga fóllame, fóllame!!! ¡¡¡Cabrón de mierda!!! ¡¡¡Fóllame, venga!!!
CONTINUARA