Cambio de Personalidad - 3
Mi esposa no se tomó nada bien el verme follar con Abril por lo que decide darme un escarmiento con uno de sus amantes, además me enzarzo en problemas como mi cuñada y encima tengo mi primer encontronazo con mi nueva jefa todo un perfecto inicio de semana.
Cambio de Personalidad - 3
Al mañana siguiente cuando me levante me encontré con Ana dándole de desayunar a la niña, que nada más verme empezó a reírse. Por el contrario la madre puso una cara de lo más seria. No creo necesario decir que a estas alturas el "calambrazo" mental ya había pasado a mejor vida, sin embargo, sí creo conveniente puntualizar que por el contrario, los síntomas de mi cambio ya empezaban a dar sus primeras señales de vida. Por ejemplo en iguales circunstancias a estas, no hubiese ni osado mirar a Ana a la cara, mucho menos a apoderarme de la niña una vez que esta termino de desayunar y monopolizarla para jugar con ella cuando su madre estaba como claramente se veía que estaba de contenta conmigo.
Ese sábado por lo que vi, la opción de Ana de mostrar su enfado y posiblemente desagrado por lo que tuvo que ver por el teléfono, fue la de ignorarme en todos los sentidos. Por ejemplo, en el desayuno no me encontré nada que tomar, aunque bueno, lo achaque a que quizá solo hubiese el suficiente café para ella y como no sabía a la hora que me levantaría prefirió no poner otra cafetera para que al hacérmelo yo pudiese tomármelo caliente. Esto se vino abajo en la comida, cuando se puso comida para ella y para la niña, dejándome a mí a verlas venir y con cara de idiota al darme cuenta de lo que pasaba. Tampoco en esta ocasión dije nada, pero mis ojos se clavaron en los suyos, sin que fuese yo quien termino al final por retirarlos, cosa imposible para mí tan solo un mes antes. Me prepare la comida y me senté con ellas dos a la mesa sin decir ni media palabra.
Decir que Ana parecía cada vez más enfadada sería un eufemismo, cosa que para mi propia sorpresa, descubrí que en lugar de preocuparme me la traía al pairo. Su explosión final ocurrió tras acostar a la niña por la noche, cuando fue a nuestra habitación a prepararse para según me dijo en tono venenoso, "ir a que un hombre de verdad se la follase bien follada como ella necesitaba". Mientras se cambiaba no paraba de contarme lo que pensaba pedirle al cretino con el que iba a follar que le hiciese, además adornándomelo con todo tipo de detalles a cual más escabroso... Estuvo de lo más “agradable”, por lo menos hasta que se fue a poner el conjuntito que le había llevado... No veáis como salió al salón donde yo me había marchado para no tener que estrangularla, en su mano derecha traía el MiniTeddy que había seleccionado en la tienda de Abril tras follármela, y que era absolutamente brutal. Como digo era Mini, pues dejaba muy, muy, pero que muy poquito a la imaginación de quien la viese con el puesto. Sus ojos refulgían de ira... como única ropa, aparte del teddy de su mano, tan solo llevaba un diminuto tanga de color negro y semitransparente que marcaba perfectamente los labios de su coño...
- ¡¡Maldito idiota!!, ni para un encargo sencillo sirves... ¿Se puede saber qué coño es esto que me has traído?
- Lo que me pediste que recogiese, algo para que tu amante supiese quien eres...
- Esto no es lo que yo elegí... y él ya sabe perfectamente como soy en esa situación… ¡¡gilipollas!!-me chillo casi en mi oído, pegando después su cara a la mía con los ojos llameando por la furia, casi rozándose nuestras narices.
- Vaya, así que lo sabe… curioso, francamente curioso. Y no, desde luego, lo que escogiste era "engañoso", esto te va mejor, como anillo al dedo, es ideal para ti...
- ¡¡Ideal!!, ¿cómo que ideal? Pero tú tienes alguna idea de lo que a mí me va bien o no, ¡estúpido!, ¡jodido imbécil!... -me medio grito nuevamente
- Pues claro que si, querías que cuando él te viese supiese en el acto lo que tenía entre manos, ¿no?. Pues ya está, ahora no dudara de la clase de puta que va a follarse a placer... Como he dicho, es perfecto para una zorra como tú.
No creo poder describir el sonido del guantazo que me pegó, y no me refiero a una guantazo de esos de "chica" con la palma señalada en la mejilla, no, para nada. Este fue uno de esos que te parten el labio y empiezas a sangrar por la comisura de la boca como un cerdo. Me gustaría poder decir que se exactamente qué fue lo que ocurrió luego de ese tortazo monumental, pero desgraciadamente es como una neblina en la que lo veo todo gris, brumoso. Tan solo recuerdo como tenia cogida a Ana por el cuello y uno de su muslos, el modo en que estaba con mi polla dentro de su coño, empotrándola casi literalmente contra la pared debido a mis embestidas, como su labio también mostraba un corte, como sangraba y como parecíamos besarnos enloquecidos pese a esa misma sangre... Su tanga aparecía sobre el suelo completamente destrozado, y el teddy había volado para terminar en el suelo en una esquina.
También recuerdo como en la misma bruma el momento en que Ana literalmente se meo encima presa del placer de la brutal follada que estaba dándole contra la pared. Recuerdo también que cuando sentí el chorro de flujo y orín salir de su coño por sus piernas abajo no pude evitar reírme a carcajadas, llamándola puta zorra meona, y como de nuevo su mano fue a impactar contra mí ya maltrecho lado de la cara. Después de eso recuerdo también como la arrastre hasta la espalda del sofá, como la obligue a inclinarse sobre él, pero sobre todo como le clave mi polla en su culo sin encomendarme a dios o al diablo. Si yo me hice un daño considerable pese a estar chorreando mi polla de sus propios flujos, no os quiero decir lo que tuvo que dolerle a ella la brutal invasión de sus intestinos. Mi única precaución fue taparle la boca con mi mano cuando la penetraba, luego pude sentir humedad sobre ella debida a las lágrimas que tenían que estar rodando por sus mejillas por el dolor.
No penséis ni por un instante que me detuve o fui bueno reteniéndome de follarla hasta que se acostumbrase, que no, mi intención era literalmente reventarle el culo a placer. Mi polla no es muy grande, pero tampoco está mal, unos dieciséis centímetros o poco más, pero eso sí, es considerablemente gruesa, alguna incluso diría que excesivamente. Me medí tumbe sobre ella para evitar que pudiese soltarse, en medio de la excitación también recuerdo haberla mordido varas veces en sus hombros o cuello, dejándole claras impresiones de mis huellas dentales en su piel. Mis embestidas eran brutales, prácticamente con cada una de ellas el sofá avanzaba un par de centímetros hacia el centro de la habitación, y creedme que pesaba lo suyo dado lo grande que era.
Nuevamente fue ella la primera en correrse, gimiendo, gritando y moviendo el culo como una perrita. Cuando tras que sufriese un descomunal orgasmo que nuevamente me empapo de líquidos, me retire completamente agotado, vi que tenía el culo y el coño abiertos como sendos bebederos de patos, amén de estar con los ojos o la cara llena de lágrimas por la "agresión" sufrida. Pero no contento con ello, además la hice arrodillarse y terminar lo empezado con una mamada, no le dije ni media palabra , tan solo le obligue a abrir la boca metiéndole la polla en ella y follándomela también por ahí hasta casi provocarle arcadas, empujando hasta el fondo de su garganta. Cuando sentí como el semen subía por el tronco de mi polla hacia el exterior, profundice mi penetración todo lo que pude, corriéndome prácticamente en su garganta, forzándola de ese modo a tragárselo todo. Después de ello la deje allí, tirada como un trapo, para irme a dormir tranquilamente.
Como a la hora de haberme metido en la cama, sin conseguir dormirme, pensando en cómo iba a ser el día siguiente a lo que había hecho, apareció Ana en la habitación con el Teddy que había comprado puesto. Se metió en la cama a mi lado, pero se pegó a un ladito, procurando no tocarme para nada. Si bien no como al principio, el "ataque" aún me duraba, por lo que pasando mi mano por encima de su estómago la atraje hacia mí, poniendo su probablemente más que dolorido culito en pleno contacto como mi polla. Su cuerpo estaba completamente tenso y su respiración pareció haberse detenido al sentirme pegado a ella. Eso es en sí lo último que recuerdo de esa noche tan crucial en mi vida. A la mañana siguiente amanecí abrazado a Ana, ambos haciendo la cucharita, con su cabeza apoyada sobre mi brazo y con este bien sujeto contra su cuerpo por sus manos. Me logre levantar con cierta dificultad al hacerlo de modo que no se despertase, ella como única reacción emitió una especie de ronroneo.
Cuando salí de la habitación, tras entornarle la puerta lo primero fue ir a ver a la niña, después directo al baño, donde mientras me afeitaba como buenamente podía, no era capaz de quitarme de la cabeza la expresión en el rostro de Ana cuando me levanté, pues esta era de… felicidad, y luego el leve ronroneo cuando me moví para salir del abrazo. Sinceramente y tras lo de la noche anterior en que prácticamente, bueno y sin práctica que valiese, la había violado, esa cara no podía entenderla. Recién acababa de salir de la ducha y puesto la ropa cuando la peque empezó a armar barullo, por suerte había sacado conmigo al levantarme el comunicador, sino habría despertado a su madre y no estaba nada seguro de cómo enfrentarme a lo que había pasado por la noche. Estaba con la nena en la cocina, terminado de prepararnos los desayunos cuando sentí a Ana levantarse y meterse en el baño, al poco el ruido inconfundible de la ducha. Ya que estaba también le añadí su desayuno a lo que estaba haciendo. Cuando salió se encontró conmigo jugando con la peque mientras le daba su comida, y su desayuno sobre la mesa, todo caliente y recién hecho. Sin decir nada solo se sentó a tomárselo, mientras nos miraba fijamente jugar… al poco comenzó a hablar y a dejarme “metafóricamente” con la boca abierta, aunque trate de que no se me notase…
- ¿Sabes una cosa?, creo que tengo celos… -dijo Ana.
- ¿De Abril, la de la tienda?, pues no sé porque, la verdad, eso es como lo tuyo con tus amantes, solo un polvo, únicamente sexo… -replique sin atreverme del todo a mirarla a la cara pese al cambio que ya había experimentado.
- No, de esa no, me da igual, no es ninguna competencia para mí. No, es de la niña… -alce mi cara de inmediato mirándola sorprendido mientras trataba de controlar mis reacciones-. No sabes la de veces que he deseado que me mirases a mí del modo en que la miras a ella… -le dio un sorbo a su café mientras veía sus ojos ponerse húmedos.
- Hubo un tiempo en que lo hice… -me centre nuevamente en la peque-, pero según parece, lo que ahora deseas, en aquel momento te dio igual.
- ¿Cuándo fue eso? –me preguntó, al mirarla vi genuina sorpresa reflejada en su cara.
- Cuando estabas embarazada y durante tu periodo de lactancia, esos meses en que de verdad fuimos lo más parecido a un verdadero matrimonio únicamente de dos. Te adoraba por cómo me tratabas o lo que hacías por mi pese al modo en que nos casamos, pero luego de tener a la niña y de recuperar por fin tu figura, me viniste con tus famosas “reglas” de “apertura” marital para poderte ir a follar por ahí con quien te dio la gana.
- Yo no… -la corté.
- No te preocupes, no pasa nada, ya no me interesa. Aquello fue pasado y por fin lo superé. Tengo clarísima nuestra actual situación, de modo que tampoco sufras por ello, aquí somos los padres de Clara y poco más allá de unos compañeros de piso con derecho a roce cuando apetece, nada más. Tú sigue con tu vida, que yo por fin estoy empezando a disfrutar de la mía…
- ¿Con esa tal Abril, no? –me replicó, en un tono nada agradable.
- Con ella y con quien yo decida que puedo pasar un buen rato. Esas son tus famosísimas reglas, que por cierto yo aún no he roto, y tú no has parado de saltártelas desde el primero momento, así que por favor, ahórrame lo que vayas a decirme, no me interesa…
- ¿Qué no has roto?, y lo de enseñarme anoche lo que hacías que es, ¿eh? –me espeto furiosa, y supongo que por como lo dijo, de no estar la niña presente aquello se le hubiese ido de las manos.
- No es nada, simplemente lo que tú querías, ver por un agujerito lo que de verdad hacía con Abril, ¿o de eso tampoco te acuerdas ya?.
- Pero con eso yo no quise decir que… -la corté.
- Ya sé que tú conmigo nunca “quieres nada” y nunca “me crees nada”. Pues lo siento mucho, la próxima vez lo aclaras mejor o te tomas en serio lo que te diga, porque para mí tras lo que me dijiste estuvo muy evidente lo que deseabas ver o saber…
Tras eso y puesto que tanto la niña como yo ya habíamos terminado, me levante llevándomela a su habitación para vestirla e irme a la calle de paseo con ella. Mi metamorfosis se iba realizando poco a poco y de forma continuada, no creo que os hagáis una idea de lo mucho que en esos instantes ya había cambiado pese a no atreverme a mirarle a la cara al principio o de forma continuada. Tan solo un mes antes esta conversación, o todo lo de Abril mismo, hubiese sido impensable por mi parte lo que había sucedido en ese desayuno. Ni en mil años se me hubiese ocurrido la posibilidad de hacerle frente en algo semejante y luego restregárselo de aquella manera por los morros a Ana. Era como si poco a poco todas mis inseguridades y miedos potenciados por estas, estuviesen empezando a apartarse de mi camino y disolverse como por encanto.
Cuando regresé con la niña a casa, me encontré sentadas en el salón a Ana y a su hermana Azucena, estaban riéndose las dos no sé de qué, pero el caso es que cuando entre ambas se callaron, quedándose mirándome. Me limite a saludar y seguir con la niña hacia su habitación para cambiarla de ropa y ponerla cómoda. Salí con la niña al salón como a los quince minutos, con ella abrazada a mí y dormida. Las dos hermanas seguir hablando cuando aparecí por allí, esta vez sin embargo no callaron, continuaron con su perorata sobre una futura comida familiar en casa de sus padres que tendríamos en dos semanas. En lo que si me fije es en que Azucena me miraba de modo disimulado con cierta curiosidad, o eso me pareció a mí. Se quedó a comer con nosotros, y como venía siendo costumbre también desde que nos casamos, Ana decidió que yo debía de llevar a su hermana a casa pues como también era costumbre, había llegado en taxi. Sin embargo, creo que por primera vez, a su orden, le añadió la coletilla "si no te importa", aunque sí que note un cierto sarcasmo en ella. Lo cierto es que no me importo, pues como ya dije, Azucena me caía bien, y a mi modo la apreciaba…
Estábamos los dos en el coche camino de la casa de Azucena, y como también era habitual, no hablábamos nada serio, simples naderías. Sin embargo, para mi sorpresa, esta vez eso cambio, estábamos a medio camino cuando repentinamente debió de considerar que tenía algo serio que decir, que a mí me importaría lo que ella opinase o no sé qué es lo que se le pasaría por la cabeza...
- Mi hermana me ha contado lo que ocurrió anoche... -dijo sin dejar de mirar hacia la carretera.
- ¿Y?
- Pues eso, que me lo ha contado todo lo que la hiciste...
- Muy bien, repito, ¿y?
- Nada, sabes que te aprecio Aquiles. Solo es que me ha sorprendido saber que también de vez en cuando le hechas huevos y te comportas como un verdadero hombre, no como habitualmente, que no eres más que un... -de reojo vi cómo se mordía los labios-, perdona, no quería...
- ¿Cornudo, pichafloja quizá? -le apuntillé, consciente de que posiblemente se callase por su hermana que no por mí que sabía que no le diría nada. Azucena era consciente de que si Ana se llegase a enterar de que me llamaba eso tendrían bronca las dos, porque encima a mi amadísima esposa no le gustaba que me menospreciasen... que no digáis que no es de traca.
- Lo has dicho tú, no yo... pero si... más o menos eso mismo. No te entiendo, de hecho jamás lo he entendido… permitiendo que mi hermana vaya por ahí follando con quien le da la gana mientras tú te quedas cuidando a vuestra hija -su voz era tensa.
- Una pregunta Azucena y no te ofendas, ¿pero te parece a ti que me importa algo lo que tú opines o dejes de opinar sobre mi matrimonio con la puta de tu hermanita pequeña?, porque si es así, siento decirte y perdona la expresión, que me la suda.
Vi como Azucena volvía su cabeza un poco sobresaltada con mi contestación a su "bordaría" para luego soltar una carcajada. Reconozco que incluso yo mismo me sorprendí en cuanto recapacite un poco de mi forma de contestarla, como ya digo empezaba a cambiar de actitud lenta pero progresivamente, eso sí, siempre a base de calambrazos mentales repentinos como yo lo llamaba, y esta se podría considerar que también en cierta forma fue una de esas veces, pues no me hizo la menor gracia lo que había insinuado sobre mí. La verdad es que si ella, por lo que yo sabía, estaba más enterada de la cuenta sobre las intimidades de mi matrimonio, yo por mi parte también sabia unas cuantas cosas sobre el suyo, solo que en mi caso todo ello había sido buscado y de forma premeditada.
- Me pregunto una cosa -sonrió con divertida malicia antes de seguir-, ¿que diría mi hermanita si llegase a sus oídos lo que le acabas de llamar?
- Pues creo que algo del estilo a "me lo has vuelto a llamar otra vez"... –imite su voz caricaturizándola-, ¿o es que te crees que no sabe que es la misma clase de zorra que tú? -le ataqué, haciendo que se revolviese.
- ¿Pero quién coño te crees que eres para llamarme eso? ¡¡¡Imbécil!!! -me replicó enfadada.
- Yo seré imbécil, y me caes muy bien, pero no por eso deja de ser cierto que tú eres tan puta o más que tu hermana...
Estaba en esos instantes en pleno calambrazo mental, sino de verdad que no podría dar una explicación coherente de mis actos en ese momento. Acompañando a mi contestación moví mi mano de la palanca de cambios al muslo izquierdo de mi cuñada, avanzando luego rápidamente bajo su falda en dirección a su entrepierna. Como era de esperarse sus manos acudieron raudas a detenerme, encontrándose con una más que sorprendente reacción por mi parte. Saque la mano, golpeando sobre las suyas y soltándole un borde "estate quieta zorra", para de seguido regresar por donde lo había dejado. Para mi sorpresa Azucena se quedó estática mirándome con la boca abierta por la sorpresa. Para cuando quiso volver a reaccionar, fue muy tarde, pues ya tenía mis dedos sobre la tela de su braguita en estrecho contacto con su más que húmeda raja. Restregué mis dedos sobre la tela, moviéndolos en forma circular y haciéndolos girar sobre si, como embadurnándomelos, provocando con ello que de sus labios escapase un leve gemido que Azucena trato de ahogar como pudo. Tras eso saque la mano y me metí dos dedos en la boca, haciendo ostensible como los lamia detenidamente...
- ¡¡¡Uhmmm!!!, saben a zorra cachonda... Debería de darte vergüenza Azucena, excitarte de ese modo con tu cuñado, con el marido de tu hermanita pequeña... Ves cuñada cómo eres tan puta como ella -dije sarcástico.
- ¡¡Maldito cabrón!!, te aseguro que esta me la vas a pagar, te... ¡¡Ayyyyy!! -chillo de dolor cuando la tire del pelo violentamente hacia atrás, haciendo que su cabeza se echase sobre el reposacabezas.
- Escúchame bien porque no quiero repetirlo más, ten claro que el único motivo por el que no paro ahora mismo a un lado para follarte como anoche hice con tu hermana, es porque esta aun me merece un mínimo de respeto. Una tontería más de este estilo conmigo, y te pongo a chuparme la polla sin miramientos, porque ya estoy empalmado y te garantizo que no me costaría mucho olvidarme de quien eres... y tratarte como te mereces… cuñada.
- Pero que crees que... -la corté tajante.
- Azucena, no me toques más los huevos, porque sé que tú se los pones a tu marido cada vez que te da la gana, igual que sé que él es un putero de marca mayor que se folla también lo primero que ve mientras no deja de lamerle el culo a tu padre. Al igual que yo no me he metido nunca en vuestra vida pese a conocer estos detalles desde hace bastante, no te metas tú en la mía... o puede que termines por conocer una parte de mí que te aseguro que no te va a gustar nada... O quizá ese precisamente sea tu problema hoy, cuñadita, que sí que quieres conocerla, ¿qué me dices, quieres que te folle aquí mismo… putita?, te gustaría que te hiciese lo mismo que a tu hermanita, ¿es eso, no?
- No, está bien, no me meteré... déjame, por favor… -su voz fue un susurro, me miro con cara de perplejidad y deseo, algo que pese a intentarlo, fue incapaz de ocultarme del todo.
- Me alegro que nos hayamos entendido. Bueno, por fin llegamos... -dije parando ante su portal, cuando salió y antes de que cerrase...-. Recuerda lo que te he dicho cuñada, no te metas en mi vida... o tendremos esa conversación sobre la tuya que dejamos ahora pendiente…
Con sinceridad diré que cuando sentí lo mojada que estaba Azucena, sí que paso por mi cabeza la idea de follármela hasta reventarla, me pille un calentón con ese pensamiento que no os cuento. No es que no lo hiciese por mi esposa, no, el problema es que tras el follarme tan a lo bestia a Ana la noche anterior, tenía la polla dolorida, sino ya os dijo que no se habría escapado “intacta”. Cuando regresé confieso que esperaba con ganas que me dijese algo sobre mi viaje con su hermana, daba casi por sentado que esta la habría llamado para contarle lo mal que me había portado con ella, pero para mi sorpresa, de Azucena no había habido señales de vida desde que se marchó en mi compañía. Lo cierto, y lo confieso, es que entré en casa con ganas de bronca con Ana, quería una nueva pelea con ella, quería volver a enfrentarla… quería pese a dolerme poder volver a follármela como la noche anterior…
Aunque el "calambrazo" ya se me había pasado, no pude evitar sentir una cierta sensación de poder y dominio al recordar como de mojadas tenia las bragas la zorra de mi cuñadita, o como había gemido de gusto cuando la acaricie... La polla se me había puesto dura como una barra de acero, como ya digo, incluso por un momento, paso por mi cabeza la peregrina idea de volver a follarme a Ana tan salvajemente como la noche anterior, quisiese ella o no. Me encontraba desatado, por eso mis ganas de una nueva pelea con mi esposa, para poder someterla otra vez por la fuerza a mis caprichos, pudiese con el dolor de mi polla o no. El caso es que ese domingo fue de los más tranquilos que puedo recordar, incluso paradójicamente, parecíamos un matrimonio de lo más convencional haciendo cosas los tres juntos, de traca.
El lunes marco el regreso a la vida diaria, Ana a su trabajo y yo al mío, ella saliendo como siempre tarde y yo prontito, directo a casita con ganas de estar con mi niña. Todo esto se torció el miércoles a media mañana cuando fui llamado al despacho de uno de los directores de la empresa. Por lo visto cierto cliente había puesto el grito en el cielo con uno de “nuestros” trabajos, según parecía, esto era en gran parte culpa mía y me iba a costar la cabeza. No sabéis lo que agradecí en esos instantes el haber hecho aquel famoso memorándum dándole todo tipo de palos al trabajito mostrando mi desacuerdo con ello, al defenderme recurrí a él y cuando ese hombre lo tuvo ante sus ojos haciendo por mi parte hincapié en la fecha, su cara pasó por varias tonalidades de color.
Como toda medida a tomar contra mí por mi participación en dicho desastre, dada mi clarísima advertencia por escrito sobre ello y mojándome en mis opiniones, me dijo que sería transferido a otro equipo diferente, que no me preocupase por mi empleo porque de “mi grupo”, era el único que lo tenía asegurado. De hecho, tan solo otros dos y yo salvamos la cabeza, el resto fue directo a la cola del paro, sobretodo porque mi memorándum, el que a mí me salvo el culo, en cambio a ellos les dio la puntilla. Lo gracioso del caso, es que gracias a ellos mismos nadie me miro mal tras saber lo del memorándum que me salvo el culo y les condeno al paro, pues ellos mismos se habían encargado de hacer chufletas a mi costa sobre mi oposición a su “obra maestra” y luego trataron de que yo pagase los platos rotos por su incompetencia.
Al día siguiente me fue notificado que me incorporaría al grupo cuatro de desarrollo, cuya jefa era la señora Elena, la misma con la que tuve el encontronazo por culpa de uno de sus “chicos” listos, el tal González con el que supuse que desde ese momento iba a tener el “honor” de trabajar, si es que antes de llegar a ese extremo no me decidía a partirle la cara de verdad, claro. Cuando mi nueva jefa me recibió, me dejo claro lo que esperaba y no esperaba de mí, incluido el hecho de que iba como sustituto del inefable “González”, al que había conseguido largar a otro grupo tras ver cómo me intentaba cargar a mí con su trabajo. Esa parte, lo que si me dejo claro, es que la Sra. Elena con el tema del trabajo no se casaba ni con su padre, pues supuestamente, el tal González estaba considerado como uno de sus favoritos y no le tembló el pulso para nada al deshacerse de él.
Pues aunque no os lo podáis llegar a creer, tras leerme la cartilla bien leída, y explicarme lo que esperaba de mí, tuve de nuevo otro enganchón con ella a cuenta de mi horario, que ella encontraba excesivamente flexible. Tras terminar como digo la charla, me dijo que tendría que modificar mi horario de trabajo y que ella misma me diría cual sería este… Creo que mi reacción no se la esperaba para nada…
- De eso nada…
- ¿Cómo dice usted?
- Digo, que de eso nada, que de cambiar mi horario, nada.
- Perdone, pero va a tener que hacerlo para poder seguir el ritmo de sus compañeros de trabajo, aquí eso es obligatorio.
- Y me parece muy bien que lo sea, pero yo no pedí venir aquí, y por lo que he escuchado deduzco que ha sido usted quien me ha solicitado, por lo que ya tenía conocimiento de mi turno de trabajo.
- Sí, yo le reclamé, pues tras ver su trabajo me ha parecido alguien muy válido… Pero eso no obsta, para que usted vaya a tener el mismo horario de trabajo que el resto de sus compañeros, ¿está claro?
- Está clarísimo, yo seguiré teniendo el mismo horario con el que llevo desde que entre en esta empresa y que figura claramente especificado en mi contrato de trabajo. También está muy diáfano que si quiere usted contar con mis servicios, se va a tener que “adaptar” usted a mí, y no al revés. ¿Le ha quedado a usted ahora clara la situación? Yo salgo a las cuatro de la tarde, y punto final a la discusión.
- Creo que usted no me ha escuchado bien, Sr. Aquiles… -la interrumpí.
- Le escuche perfectamente la primera vez, también la segunda, y por supuesto, del mismo modo esta tercera, y en las tres le repito lo mismo, mi horario, del mismo modo que ocurre con mi sueldo pese a mi “gran trabajo”, no se toca. Y por cierto Sra., salgo a las cuatro por no irme antes de que todo quede debidamente ajustado, mi hora real de salida son las tres. Vuelva a tocarme las narices otra vez con el horario, y esa hora extra para ajustes de último minuto que me tomo, que la haga otro gilipollas… ¿Nos entendemos los dos Sra. Elena?
- Si, perfectamente, pero no crea que esto va a terminar aquí, que no será así, eso se lo garantizo –su voz parecía controlada al igual que su gesto, pero la tensión de su cuerpo me marcaba perfectamente lo enfadada que estaba.
- Sra., consulte a quien le dé la gana sobre mi horario, y si por ello no le valgo, no se preocupe, que ya me emplazaran en otro lugar, sin trabajo no creo que me vaya a quedar. Y ahora, si ya ha terminado me gustaría poder regresar a lo mío… y en mi horario –le sonreí beatíficamente al decírselo.
No dijo ni media palabra más, se limitó a mover su mano derecha en un gesto de despedirme y que me marchase ya. No dude ni por un solo instante en que el tiempo que yo tardase en dejarla sola en su despacho, sería el que emplearía en ponerse en contacto con personal y el gabinete jurídico para indagar sobre mi “estado” en la empresa. Me sonreí para mí mismo, pues iba dada, ya que cuando me contrataron, a cambio de una sensible reducción salarial, había en su lugar, especificado perfectamente en mi contrato mis condiciones laborales en el tema específico de mi horario, se iba a dar de morros con un muro infranqueable. Y no, no os penséis que pensaba que la Sra. Elena al final iba a pedir mi cambio a otro grupo, que no. Por las referencias que tenía, si había dicho que le servía y fue quien me reclamó, es que me quería con ella, por lo que supuse que trataría de sacarse alguna cosa de la manga para que entrase por el aro con mi horario, pero desde luego no iba a deshacerse de mi alegremente al primer problema.
CONTINUARA