Cambio de Personalidad - 18 (Final)

Por fin llega la culminación de mis planes con mi esposa y mi cuñada… o quizá no… eso juzgarlo vosotros.

Cambio de Personalidad – 18

Tras la conversación con mi suegra, al llegar el primer lunes, esta decidió repentinamente que se volvía para su casa esa misma semana. León ya se había marchado de allí, y desde la semana anterior se había contratado seguridad privada, por lo que según explicó, que a estas alturas ya se consideraba a salvo de “represalias” en su casa pese a estar sola. Lo que si me sorprendió, es ver de qué forma maniobraba ante Ana para que esta no solo le permitiese llevarse el fin de semana a su nieta, sino para que pareciese encima, que todo ello ere idea de mi esposa, aunque eso sí, yo fui el encargado del traslado de la peque para que estuviese allí cuando Carolina llegase de trabajar. Incluso por una décima de segundo por mi cabeza paso la idea de que esa mujer que a sus años se conservaba tan espléndidamente nos pudiese haber estado manipulando a todos en nuestros propios morros, sin embargo, la deseche tan pronto como apareció, a la misma velocidad.

En el trabajo a nivel laboral todo marchaba sobre ruedas, con Elena no tanto, aunque obviamente estaba muy enfadada y estresada por todo lo que estaba haciendo su marido, procuraba, y he de confesar que casi siempre lo conseguía, no pagarlo con quienes trabajaban con ella. Yo me convertí en otra cosa diferente, pase de amante a incorporarme también como amigo con el que desahogarse y con el que desestresarse con algún que otro polvo en su oficina. Eso lo descubrí tras una primera intentona como “amigo” de relajarla con sexo en la que casi me arranca la cabeza al cogerse a mi tan solo por besarla suavemente en el cuello, decidí recular lo más posible y poner una sana distancia “física” entre ambos según su estado de ánimo, e incluso al final, no mover ficha si no era ella misma quien me daba alguna pista. Como desgraciadamente para mí, pocos días estaba como para follármela, quien se beneficiaba era mi esposa, que era con quien yo me desahogaba. Aunque esto fuese con el estilo cuasi mecánico que os comente anteriormente en la posición del misionero y que al final me obligo a hablar con ella.

Azucena mantenía las distancias conmigo, aunque sabía más que de sobra porque no se molestaba en lo más mínimo en ocultármelo, que por las noches se masturbaba furiosamente escuchándonos a Ana y a mi hacer eso que hacíamos y que me niego a llamar follar, hacer el amor, o cualquier cosa con sustancia de esas o parecidas. El estar con Ana en ese plan no me satisfacía en lo absoluto, y el tener cerca a Azucena no cortándose ni un pelo conmigo excepto en no dejarme ponerla un dedo encima, con el acudir del recuerdo de sus pechos, de su coño, de su culo y de sus tersos muslos en la cabeza cada vez que la veía, no es que mejorase en mucho mi situación. De una forma u otra, en algún momento que ni podría, ni seria capaz precisar, la idea de convertir a ambas hermanas en mis mujeres a todos los efectos, se había instalado con firmeza en mi mente, y llevaba ya un tiempo de forma inconsciente incluso buscando el mejor modo posible de hacerlo realidad. Mis mejores polvos con ambas habían sido siempre cuando de un modo u otro la hermana se había metido por medio, en ese instante se volvía volcánicas, al extremo de parecer arder en llamas.

Con la marcha de mi suegra a su casa y el que se empeñase en llevarse a la niña todo un fin de semana completo, creí que ese sería el momento perfecto para ponerme en marcha con la parte final de mi plan. Creía haber dado con la solución para ello, si bien no era perfecta, si la considere lo suficientemente buena como para poder arriesgarme a trazar un último movimiento en base a ello con ambas. Tuve toda una semana para poder hacer mis preparativos y conseguir las cosas que pensaba iba a necesitar. Algo que si me dejo un pelín mosca fue el tono de coña que empleo mi suegra cuando le llevé a Clara en viernes por la tarde y me despedía de ambas, que me soltó un sarcástico y malicioso “si yo fuese tú, me pondría casco”, seguido de un “suerte, que la vas a necesitar”. No pude evitar empezar a darle vueltas a si ella no sabría de sus hijas algo que yo desconocía. Empecé a pensar por culpa de la observación del Casco, si no estaría alguna de las dos preparándome alguna trastada del estilo de quedarse embarazada de mí y no era yo el único que estaba haciendo planes, ¿no?. Como ya dije, mi suegra me tenía muy descentrado sobre ella, no terminaba de verla con claridad.

En el camino hacia casa pare para hacerme con ciertas pastillitas azules, según mis cálculos necesitaría una para lo que tenía en mente, pero para asegurarme, pensé que sería mejor si contase con dos de ellas con el fin de ayudarme a finalizar mis propósitos con buen fin. La siguiente parada fue a un Sexshop, donde me hice con varios artilugios en los que había pensado para la noche en cuestión, que por cierto, no sería la de ese mismo viernes, si no la del día siguiente, la del sábado. La tercera y última fue para hacerme con cierto producto que había encargado y que me habían asegurado que desinhibía conductas. El viernes tenía previsto salir con ambas por ahí de copas para calentar, y el sábado lo mismo, pero cargando un poco las tintas con ambas. El viernes fue todo según lo previsto, llegamos tarde y con ganas únicamente de dormir, pero el sábado… eso fue otra historia.

Nos marchamos a cenar los tres juntitos, donde nos fue de maravilla, incluso Ana estuvo de lo más encantadora conmigo, también Azucena fue increíblemente “cooperativa” en todo lo que pudo. Luego llegó la discoteca donde decidieron las dos que querían mover el esqueleto, justo donde las cosas comenzaron a complicarse. Primero nos fuimos casi a dar de bruces con Abril, la de la tienda de lencería, quien si bien en un principio miro a Ana con cierto recochineo por haber estado follando conmigo mientras nos veía por el teléfono, después la situación cambio a la inversa al acercarse su pareja para ser presentado. Fue Azucena quien en verdad logró que la sangre no llegase al rio con Ana… pero costó, y bastante. Después de conseguir alejarlas a ambas y en un instante en que observe que Abril se quedaba sola por ir su pareja a pedir unas copas, me acerque a ella, con quien cambie unas cuantas palabritas que la dejaron con cara de pocos amigos… Al regresar me esperaba una Ana con cara larga…

  • ¿Qué coño pasa contigo, eh? –pregunto en clara referencia a haber ido a hablar con Abril.
  • Conmigo no pasa nada, si lo dices por ella, tan solo he ido a advertirla que la próxima vez que te vea y te falte al respeto como ahora, seré yo quien hable con él para aclararle con quien esta y lo puta que puede llegar a ser.
  • ¿De… de verdad le has dicho eso? –pregunto Ana sorprendida.
  • Por supuesto, pese a nuestra situación, no por eso dejas de ser mi mujer…

Obviamente, buena parte de mi desparpajo al tratar a Abril, residía en que me había hecho a la idea tras hablar con mi suegra, que debía de evitar volver a liarme con ella, por lo que sumaba puntos con Ana y Azucena por algo que ya había decidido sacrificar. Creo que fue la única vez que me despiste de ambas y les permití que fueran ellas quien pidiesen la bebida, por lo que me vi obligado a moverme rápido con el fin de deshacerme de ella y cambiársela por otra “tocada”. Contra lo que algunos pensareis, no se trataba de que bebiesen más, sino de todo lo contrario, que bebiesen la menor cantidad de alcohol posible era parte fundamental de mis planes.

Después de este “problemilla” doble, como a los veinte minutos, estaba yo bailando con Azucena cuando mire hacia a Ana y vi tras ella al marido de mi jefa, a su antiguo amante. Por la forma de moverse de Ana perdida completamente en su mundo, me di cuenta de que no se había percatado de su presencia, ni su amante de la suya… aun. Este estaba con una morena de unos treinta años o poco menos que la verdad, le podría hacer muy poquita competencia a Ana como mujer, y mucho menos, como una mujer de cuerpo explosivo. Una vez se dio cuenta de la presencia de Ana, tardo menos de un minuto en estar tras ella y poner sus manos sobre su cintura, para de seguido comenzar a tallarla entre las nalgas con su miembro, que seguro que debía de tenerlo como una piedra viendo cómo se movía mi mujer.

Ana no hico la menor intención de apartarse al sentirlo, es más, incluso metió hacia atrás el culo comenzando a frotarse lentamente contra la entrepierna de su antiguo amante. Si bien yo no dije nada en absoluto, mi cara debió de mostrar a las claras que no me gustaba lo que estaba viendo, porque Azucena tardo menos de diez segundos en girarse en dirección a donde yo tenía mis ojos clavados, y tardo menos aun en salir disparada en dirección a su hermana. Cuando llego a ella sin mediar palabra la sujeto de un brazo y pego de ella un fuerte tirón, separándola de inmediato del imbécil que estaba frotándose contra su culo. Por cierto que la cara de la morena que le acompañaba cuando se dio cuenta no tuvo desperdicio, ni la patada en las espinillas y posterior guantazo que le metió antes de largarse de allí como alma que lleva el diablo, dejándole más solo que la una.

Fue pegar el tirón Azucena y abrir los ojos Ana, en ellos pude ver que parecía desorientada ante lo que fuese que su hermana le estaba diciendo. Por otro lado su reacción cuando levanto la cabeza y me miró, abriendo los ojos como platos al verme lejos ante ella, para luego volverse como si la hubiesen pinchado hacia quien estaba detrás. El modo de palidecer como una muerta cuando vio quien era, me dejo meridianamente claro que de algún modo, Ana había creído en todo momento que era yo quien estaba rozándose con ella. Justo tras el guantazo que la morena le pego al imbécil al ver lo que hacía con Ana, llego esta y le metió otro igual de fuerte por haberse restregado contra ella, dejándole allí mientras venía a por mí a toda velocidad. Al llegar a mi altura se lanzó a mis brazos, abrazándose a mi cuello, suplicándome que la perdonase, que no sabía quién era, que pensaba que era yo quien se había pegado de ese modo. Como contestación, simplemente le replique que no se preocupase, que no era la primera vez que la veía comportarse con esa persona como una “zorra”.

Se separó de mí al instante, y su mano salió lanzada como si fuese un misil en dirección a mi cara tras salir de mi boca la palabra “zorra” dirigida a ella. Sin inmutarme en lo más mínimo bloquee su mano sujetándosela por la muñeca a medio camino de mi cara mientras tranquilamente terminaba la frase. Después de ello la obligue a bajarla y poniéndosela en la espalda la forcé a pegarse a mi como si fuese una lapa… Baje mi cabeza hasta que mi boca quedo pegada a su oreja derecha, de modo que pese a hablarle en voz relativamente alta, Azucena no pudiese escucharme ni por casualidad.

  • Pese a lo mal que te siente Ana, eres una zorra y lo sabes, llevas dos años comportándote como tal. La cuestión es si me valdrá en un futuro con el hecho de que tan solo seas mi puta en exclusiva o por el contrario, preferiré que eso lo sea la otra igual que tú que hay en tu familia y a la que me muero de ganas de follarme en tus morros…
  • Nunca te atreverías a algo así… -apretó los dientes
  • Si Anita querida, después de esto, te aseguro que me pienso follar a tu hermanita por todos sus agujeros, y ya veré como hacer para que puedas ser testigo de cómo esa zorra va a chillar de placer con mi polla dentro de su coño… Incluso puede que decida dejarla preñada… siempre a tu salud claro…
  • Soy capaz de matarte si tan solo la miras de ese modo… tú eres mío, y siempre lo serás, le pese a quien le pese… incluido tú… -replicó rabiosa.
  • Jajajajajaja, eso ya lo veremos Ana, lo veremos, ahora quiero sexo, mucho sexo, se terminó para mí el quedarme a dos velas porque a ti no te apetezca, follare como, cuando y con quien quiera porque no creo que seas lo bastante mujer como para dejarme lo suficientemente satisfecho a diario…
  • En eso nunca he tenido problemas, no me aguantaras ni medio asalto –respondió con tono altivo y mirándome de forma despectiva.
  • Eso quizá cuando eras mi mujer, no quería hacerte daño y te tenía un respeto. Ahora para mí, no eres más que otra puta como tu hermanita… y ella me pone muy cachondo, muchísimo más que tú… ya sabes, lo desconocido, la novedad más el morbo de ser mi cuñada… -acerque mi boca a su oído lamiéndole el lóbulo de la oreja-. Me la pienso follar en tus morros y de modo que sepas que lo estoy haciendo…

Tomamos los tres una última copa antes de marcharnos para casa, en las suyas, con el alcohol justo para darle el saborcillo del mismo, introduje cierta sustancia que me agencie y que las haría ponerse como una moto. Por mi parte aproveche para tomarme una pastillita azul con el fin de que cuando llegásemos a casa ya estuviese haciéndome efecto y poder hacerles frente con garantías de resistirlas a ambas. Cuando entrabamos con el coche en el aparcamiento me fui fijando en como ambas frotaban sus muslos, o como sus pezones se marcaban en sus blusas como si no llevasen nada debajo. En el ascensor Ana se lanzó a mis brazos pegándome un morreo de mucho cuidado sin preocuparse de la presencia de su hermana a nuestro lado. Mientras mi lengua jugaba con la de Ana y sujetaba a esta con una mano por la cintura apretándola fuerte contra mí, restregándole mi polla por su pelvis, la otra mano la tenía acariciando los pechos de Azucena con el dorso. Pasándosela suavemente mientras esta sudaba la gota gorda tratando de quitármela de allí y evitar al mismo tiempo que su hermana pudiese darse cuenta, todo ello sin que dejase de mirarme con cara de zorra salida.

Entre en casa con las piernas de Ana enroscadas a mi cintura, con su sexo frotándose contra mí, pase de todo y me dirigí con mi carga a nuestro dormitorio, dejando que fuese Azucena quien cerrase la puerta de la calle tras entrar. En nuestra habitación en poco menos de un minuto tenía a Ana completamente desnuda excepto por sus medias y los zapatos de taco, su blusa, minifalda, sostén y braguitas yacían hechos trizas en el suelo, víctimas de mis prisas por hundirme en su interior. Mi ropa no es que corriese mucha mejor suerte, pues ella fue tan drástica como yo a la hora de ayudarme a desnudarme. Coloque a Ana sobre una de las mesillas, inclinándome un poco mientras le metía la polla lo más profundo que era capaz, moviéndome todo lo rápido y duro que fui capaz, alcanzo el orgasmo en poco menos de tres minutos, seguido del mío. Tras ello la alce nuevamente en vilo para tirarla sobre la cama, tomándome pocos segundos el atarla por sorpresa a los laterales de la misma. Gracias a la viagra que me había tomado, la polla no se me bajo ni por un solo instante, una vez atada a la cama al alce lo suficiente como para tener vía franca a su culo, reventándoselo literalmente en cuanto lo tuve en posición.

Con sus pierna sujetas por mis antebrazos, sus caderas alzadas hacia arriba y sus manos extendidas en forma de cruz prácticamente, comencé a sodomizarla con fuerza, centrándome sobre todo en hacerle gritar, ya fuese de dolor o placer, eso me daba igual, la cuestión era que gritase para atraer a su hermana como observadora nuevamente. Azucena tardo un poco más de lo que yo esperaba en asomar discretamente por la puerta. Una vez la localice espiándonos, con mi cuerpo intentaba en todo momento taparla para que Ana no la viese y me jodiese el plan. Logre que mi esposita alcanzase el orgasmo, y que en ese pequeño tramo de tiempo en que se quedó como en babia, me fuese posible colocarla un bozal de bola que había comprado en el sexshop. Con el fin de agotarla antes de pasar a por su hermana, y de no reventarme yo con ella, lo siguiente que hice fue centrarme en sus pechos con mi boca mientras me la follaba el coño usando casi media mano, introduciéndosela y sacándosela rápidamente. No llego a ser Fisting, pero casi, casi, lo cierto es que quedamos muy cerca de ello.

Cuando termine y me levante, dejando a Ana atada, en un estado casi completamente ido, Azucena ya no estaba, debía de haberse ido a su habitación en cuanto se corrió masturbándose mientras nos espiaba. Pase por la habitación de Clara, llevándome el comunicador para luego dirigirme a la cocina a por agua para tomarme la otra pastillita azul. Una vez tomada me dirigí al cuarto de Azucena con el comunicador de mi hija en la mano, poniéndolo en marcha en la misma puerta de la habitación de mi cuñadita, entrando inmediatamente después. Lo cierto es que si bien se sobresaltó un poco al verme entrar, no se molestó en cubrir su cuerpo desnudo mientras me interpelaba. Hubo muy poca conversación entre los dos antes de empezar a follar, si no recuerdo mal fui algo brusco con ella en todos los sentidos…

  • ¿Qué quieres Aquiles? ¿Qué haces aquí?
  • Creo que está claro lo que hago aquí, vengo a follarte… te tengo cada vez más ganas zorra…
  • Pero Ana… uhmmmmmmm…

Corte la conversación con Azucena del mejor modo posible, es decir, metiéndole mi lengua en su boca, introduciéndosela hasta casi rozarle las amígdalas. Una de mis manos fue a su pecho tras dejar caer el comunicador al suelo a mi espalda, empezando a masajearla el pezón con fuerza, mientras que con la otra le abría las piernas con la sana intención de meterle la polla directamente y sin más prolegómenos. Azucena estaba como yo suponía, completamente empapada, tenía el coño chorreando, no tardo ni dos segundos en abrazarse a mí y empezar a pedirme que la diese más fuerte en cuanto le metí la polla, empezando a entras y salir de su interior. Como en el caso anterior con Ana, estuve fallándome a Azucena de forma que gritase, gimiese, jadease y metiese todo el ruido posible para que lo recogiese el comunicador. El receptor estaba en su lugar habitual, en mi habitación, sobre la cómoda, y Ana atada a la cama, con la mordaza impidiéndole gritar en voz alta, debía de estar escuchándolo todo.

Tras follarla el coño y correrse con un grito de “si, ¡¡oh, dios!! ¡¡siiii!!, no dude en hacerle darse la vuelta, poniendo mi polla a la entrada de su culo pero sin empujar, solo punteándole. Estuve así un par de minutos, preguntándole a Azucena si quería que se la metiese, si ella sería mejor puta que la zorra de mi esposa, que si… Bueno, podéis imaginaros todo lo que salió por mi boquita, y lo que pudo llegar a decir en esas circunstancias la buena de Azucena, no digamos ya cuando con todo mi rabo dentro de su culo y justo apunto ya de correrse como una burra le pregunte si estaría dispuesta a irse conmigo si dejaba a su hermana por ella… El “si” le salió como su fuese un berrido. Después de esto estuve también un rato comiéndole el coño, de inicio me encontré con restos de mis propia corrida anterior, que ni mi inmute, recogí la mezcla y subí hasta depositarla en su boca para luego mirar como se lo tragaba todo.

Lo cierto es que tras terminar con Azucena regrese a por Ana, encontrándomela con los ojos llenos de lágrimas, y al acercarme con clarísimas ganas de patearme los huevos por el modo de estirar las piernas cada vez que me acercaba. Estaba muy claro que me había escuchado perfectamente mientras me follaba a su hermana, y también claro, todo lo que esta había dicho. Una vez que por fin pude esquivar sus piernas y volver a situarme entre ellas, puse mi polla en la entrada de su coño, introduciéndome en su interior lentamente, saboreando el odio de sus ojos mientras que su cuerpo la traicionaba, empitonándose su pezones en menos de medio minuto de tenerme enterrado en ella. Estuve follándomela durante un buen rato mientras le comentaba la jugada de lo escuchado mientras estaba con su hermana.

La parte peliaguda de eso llego con la parte de dejarla por Azucena, le asegure que solo era la excitación del momento, que ella era mi esposa y puesto que ahora únicamente era mi puta, no estaba tan idiota como para permitirme dejarla escapar, claro que también le aclare, que su hermanita era tan zorra como ella y del mismo modo, sabia como moverse para enloquecer a un hombre. Tras un orgasmo por parte de ambos y cuando ya nos dirigíamos directos al segundo, con cuidado y algo temeroso, he de confesar, procedí a quitarle la mordaza, llevándome un mordisco bestial en el hombro tras correrse vivía y pegar el grito más fuerte que nunca le había escuchado follando, obviamente con la sana intención de que Azucena tomase nota de lo que estábamos haciendo los dos. Fue luego, una vez que se calmó un poco cuando me engancho el hombro con los dientes, haciéndome gritar a mi vez de dolor, me dejo marcada toda la dentadura, haciéndome incluso sangre en algunas partes, como en los colmillos.

La solté las manos, y contra todo pronóstico, esperaba que se liase a golpes conmigo por lo que había hecho, se limitó a abrazarse a mí, ronronear, apoyar su cabeza sobre mi pecho y quedarse dormida. Confieso que me descoloco, esperaba terminar la noche discutiendo y al llegar la mañana haber ya alcanzado su aceptación a compartirme con su hermana, y después concentrarme en esta por la mañana para venderle la situación de una relación a tres. Escuche ruido en la puerta, alce la cabeza y vi apoyada en ella a Azucena, que se limitó a soltarme un “mañana por la mañana tenemos que aclarar las cosas”, para luego cerrarnos la puerta y supongo, marcharse también ella a dormir. Trate de aguantar hasta poder analizar y tratar de ver mis posibilidades, pero me ocurrió lo que suele pasar cuando no te quieres dormir, que caí en brazos de Morfeo a las primeras de cambio. Por la mañana me levante el último, para más inri, y cuando asome por el salón me las encontré a ambas hablando en voz baja con unas caras de cabreo que no auguraba nada bueno. Trate de imponerme a ambas y empezar yo la conversación con la intención de manejarla a mi beneficio. Reconozco que muy sutil no fui, y que viendo las caras que ambas tenían, debía de haber contenido un poquito la lengua conociéndolas a las dos…

  • Bueno, ya habéis decidido las dos como nos vamos a organizar desde hoy… porque lo de anoche se va a volver a repetir de nuevo, tenedlo claro las dos…
  • Eres un puto cerdo, y te garantizo que no te vas a salir con la tuya… -me grito Ana.
  • Eso ya lo hice anoche tesorito, y es algo irreversible, sois mis putas, y os pienso seguir follando a las dos tantas veces como me dé la gana.
  • Eso te gustaría, pero no va a ser así… a mí no me va ser segundo plato -mascullo una Azucena muy enfadada.
  • Pues es lo que eres, tan solo la “otra”, la puta a la que se tira cuando yo no le dejo hacerlo conmigo… -le echó en cara Ana a su hermana.
  • ¡¡¡JA!!! Tú eres pasado, este imbécil va a ser mío y solo mío… perra…
  • ¡¡Ey nenas!! –avance hacia ella para evitar que pudiesen llegar a las manos-, no discutáis entre vosotras, esta noche quiero algo especial con ambas. Pienso follaros a las dos el coño mientras le coméis el coño a la otra en un sesenta y nueve… veréis como… -y hasta aquí recuerdo, luego todo se hico dolor y oscuridad.

Resulto que a Ana no le sentó muy bien mi idea, y tomando en su mano uno de los ceniceros del juego de mármol que teníamos como decoración sobre la mesa, me lo tiro con todas sus fuerzas. Fue un impacto directo contra mi frente, por lo que me contaron me golpeo y caí redondo hacia atrás, por fortuna con los hombros contra el sofá, por lo que no llegué a golpear con la nuca contra el suelo. Si no me mato fue porque al avanzar hacia ellas recorte la distancia y el cenicero no llego a coger la suficiente velocidad, pero vamos, que doce puntos de sutura en la frente no me los quito ni Dios, eso y un día y medio entero durmiendo en el hospital por decisión médica. Por lo visto me hicieron un scanner del cráneo y apareció una especie de pequeño coagulo, decidieron mantenerme dormido 24h para ver que ocurria, el resultado fue que se reabsorbió por sí mismo y al día siguiente había desaparecido.

Lo que quizá no hubiese podido conseguir aquella mañana con la discusión con ambas, lo logró el cenicero de Ana en mi cabeza. Quise preguntar qué había pasado, refiriéndome al cenicero, pero Ana y Azucena debieron de malinterpretar la pregunta, pues entre ambas me dijeron que de momento solo debía de preocuparme de ponerme bien de nuevo, que de lo que paso esa noche ya tendríamos tiempo para hablarlo. Una cosa buena que observe en ambas, es que aunque parecía que no se hablaban, por lo menos si que se soportaban estando allí juntas a mi lado. Esa misma tarde apareció Carolina con Clara, mi ojito derecho, de la mano, quien se soltó de inmediato de su abuela en cuanto me vio, saltando sobre la cama con cuidado para darme un abrazo y comerme a besos. Durante todo el tiempo de la visita, me fije también en que ni Ana ni Azucena dejaron ni un instante a solas conmigo a su madre, tampoco me pasó desapercibida la sonrisita sesgada de esta cuando miraba a sus hijas de reojo.

Me dieron de alta a los dos días, cuando llegamos a casa y una vez que Clara consintió en separarse de mí, ambas hermanas se sentaron frente a mí, soltándome el tan temido “tenemos que hablar”. Lo cierto es que pese a lo que me temía no fue para nada malo, por lo menos para mis planes, ya que ambas habían entrado al final por el aro. En estos días habían estado hablando ambas, y aceptaban que la situación tenía ya poca solución, las dos me querían y no consentían en perderme, mucho menos por la hermana, tanto si ya era mi esposa o solo mi cuñada. No obstante para aceptar ser una pareja de tres, yo por mi parte debía de respetar unas normas no negociables que pretendían imponerme…, nada que no me esperase por cierto.

  • Está bien Aquiles, ambas aceptamos ser tus respetables esposas en todo y tus putas en la cama, pero solo nosotras dos, nada de amantes. Lo de matrimonio abierto se terminó –me explicó muy calma y seria Azucena.
  • Acepto, pero siempre que vosotras dos seáis capaces de mantenerme satisfecho, de otro modo, me buscare fuera lo que vosotras no me deis –les sonreí a mi vez con malicia, cabreándolas.
  • Te aseguro que no vas a tener ni las mas mínimas ganas de estar con nadie más, pero más te vale a ti tenernos a las dos satisfechas –me espetó Ana.
  • ¿Solas o por separado? –dije irónico.
  • Te lo advierto Aquiles, si vuelves siquiera a insinuar el tenernos a mi hermana y a mí en la misma cama, te corto los huevos, y no hablo en broma –siseo entre dientes Ana, añadiéndose un disgustado bufido de Azucena a mi pregunta.
  • Está bien, no digo nada, pero tenedlo claro, si no me dejáis satisfecho, me buscare a otra que si lo haga.

El resultado es que aceptamos que mientras que las dos me mantuviesen sexualmente satisfecho no me buscaría a nadie fuera, advirtiéndome ambas de que si lo hacía y me pillaban se las iba a pagar a ambas todas juntas. Por mi parte también les garantice a las dos, que si sorprendía a alguna de las dos en un renuncio, me marchaba directamente con la otra tras la correspondiente patadita en el culo por zorra. Algo que me vi obligado a aceptar, fue que en caso de embarazo de alguna, aceptaría el estar en ese periodo algo “insatisfecho”, asegurándome ambas que cada una de ellas era más que capaz de suplir a su hermana, pero que preferían cubrirse las espaldas, solo por si acaso. Obviamente me garantice que en ese periodo la otra no pudiese negarse a nada…

La verdad es que lo planearon perfectamente, cada noche la pasaba con una de ellas, follando antes de dormirnos y echándome un polvo por la mañana antes de marchar a trabajar. Decidieron que el sábado noche a domingo por la mañana era día de descanso, salíamos los tres si dejábamos a Clara con su abuela, o dos de nosotros quedándose el otro con la niña. No hace falta decir que me tenían muy controlado, por lo que tuve que remitirme a lo que negociamos, nada de otras mujeres, excepto claro, Elena, mi jefa, con la que follaba en su despacho de la oficina al menos una vez cada quince días o cada diez, según nos picase. En los viajes que teníamos que hacer por motivos de trabajo, se las apañaban mis “esposas” para siempre acompañarme una de ellas para según decían “aprovechar la luna de miel”, siendo la verdad, que no se fiaban de dejarme solo varas noches durmiendo al lado de mi “antigua” amante. Confieso también, que alguna de esas noches, le di una pastillita para dormir a mi acompañante, generalmente a Ana y luego me había follado a mi jefa en la misma cama en que mi esposa dormía, dándole esto a Elena un morbo de la hostia. Lo cierto es que a Elena el hacerlo con Ana allí dormida le daba mucho morbo, sin embargo, no resulto así la vez que lo hicimos con Azucena, con quien no repetimos, pues a Elena le ponía nerviosa y no le gustaba, decía que una cosa era la puta de Ana, quien se folló a su marido, y otra muy diferente con mi cuñada, que no le había hecho nada.

Por fortuna tenia a Elena para follar, porque al año de estar viviendo así, en plena gloria, ambas hermanas se embarazaron a la vez, jodiéndome el follar tanto en los últimos meses y teniéndome que atener a lo que negociamos los tres al empezar. En ese tiempo pase a follarme a mi jefa al menos una o dos veces por semana en su despacho, y con mis “esposas” otras dos o tres veces a la semana, en esto no cuento las mamadas diarias mañaneras que me hacían para que fuese a trabajar bien descargado, según palabras propias. Fue en ese periodo del último mes de embarazo de las dos cuando ocurrió lo que me ha movido a contaros esta historia. Entramos con unos clientes, mi jefa y yo, a comer en uno de los mejores restaurantes de la ciudad, como a media comida me fije en que entraba en el mismo local mi suegra acompañada de un hombre elegantemente vestido y cuya cara me sonaba mucho, pero no conseguía ubicar.

Estuve el resto de la comida, mientras mi jefa hablaba y daba coba a los clientes, pensando en ese hombre, en donde o de que le conocía. El camarero les había llevado a ambos hacia el otro extremo de local, por lo que mi suegra no parecía haberse fijado en mi presencia y fue a sentarse de espaldas a mí, desde donde estábamos pese a la distancia o la cantidad de mesas entre ambos, se podía ver perfectamente. Cuando nos marchábamos, no dude en acercarme a saludar a Carolina, quien me presento a su acompañante como un amigo, este se definió aún más, como un antiguo compañero de la universidad, y al que gracias a su voz, por fin fui capaz de saber dónde le había visto antes. El agradable amigo de Carolina, resulto ser el mentalista, ilusionista e hipnotizador, que dio comienzo a todo este cambio en mi vida aquella dichosa noche en que fui con Ana a ver su espectáculo.

No sé muy bien de qué modo miraría a Carolina, supongo que mis ojos debieron de mostrar muy a las claras la repentina sospecha que acudió a mi mente, ya que sin dejarme decir nada y aprovechando que me daba su beso de despedida en mi mejilla, me susurro al oído. Me dijo que lo dejase esta, que no indagase, que ahora era feliz con mis dos mujeres, con mi hija, con mis nuevos hijos y con mi jefa, mi amante de la oficina. Para terminar me pregunto…

  • ¿De verdad que quieres arriesgarte a perderlo todo por saber algo que ya no tiene mayor importancia?

No conteste, me despedí de ambos, cuando mire a mi suegra a los ojos, si bien su expresión era la de siempre, la de la bondadosa Carolina, sus ojos eran fríos y duros como el acero, confieso que me acojone un poco bastante al verlos. Confieso que me marche de allí impresionado y con el rabo entre las piernas, no volví a sacar el tema en voz alta ni se lo conté a nadie, aunque obviamente o pude el dejar de pensar en todo esto que había ocurrido sin ser capaz de llegar a ninguna conclusión. Mis esposas, Ana y Azucena tuvieron dos preciosas hermanitas para Clara, quien se mostró entusiasmada de ser por fin la hermana mayor de alguien. Carolina también estuvo encantada con sus dos nuevas nietas, y no, su trato no vario en lo absoluto pese a nuestra conversación en susurros de aquella comida, parecía la misma e inofensiva Carolina de siempre, ningún gesto, ninguna observación, ninguna insinuación o algo por su parte hacia mí que me pudiese hacer saber que aquello no fuera un sueño que había tenido despierto.

Lo cierto es que no se si he sido yo el que en realidad ha orquestado todo esto para terminar follando con las dos, teniéndolas como mis esposas y putas personales, junto con una amante en el trabajo, o por el contrario, todos nosotros hemos sido en realidad unas marionetas a quienes mi suegra ha manejado con la destreza del mejor de los titiriteros.

¿Vosotros que creéis ahora que sabéis todo lo que yo sé?

FIN