Cambio de Personalidad - 17

Mi suegra me da una sorpresa nada agradable al dejarme muy claro que es plenamente consciente de mis intenciones para con sus dos hijas, dejándome después con la boca abierta, como si fuese un buzón de correos.

Cambio de Personalidad - 17

Para que engañarnos, el fin de semana se me hizo largo, considerablemente largo tras tratar de volver a ser alguien que en realidad ya no era. Ana pese a todo no parecía estar nada contenta, y eso que cada noche terminamos en la cama haciendo…, la verdad es que no sé ni cómo llamar a eso que hacíamos. Azucena no parecía estar de mucho mejor humor con mi aparente cambio, pero Carolina, mi suegra, era harina de otro costal. Ella si parecía estar divirtiéndose bastante, por separado marchándose a dios sabe dónde, pues nunca daba explicaciones, o jugando con su nieta. Lo peor con ella era el modo irónico y socarrón con el que nos miraba a los otros tres adultos cuando coincidíamos juntos. Creo que en cierto modo influía el que yo también estuviese bastante nervioso, por causa de mi suegra obviamente, quien parecía haberse salido y salirse constantemente de todas mis previsiones sobre ella. A estas alturas ya tenía claro sin duda, que era mucho más inteligente y observadora de lo que yo presumía.

Durante todas y cada una de las noches de ese primer fin de semana, mas todas las de la semana siguiente, Ana y yo cumplimos con nuestros deberes maritales, pues como ya he dicho, a aquello incluso yo mismo reconozco que no se le puede llamar follar. No me trajo recuerdos excesivamente agradables, la situación entre Ana y yo empezaba a recordarme a la que teníamos justo antes de que empezase a acostarse con otros hombres. Me tocaba la polla, me excitaba, y cuando por fin lo conseguía, se tumbaba bien abierta de piernas, con los brazos extendidos llamándome, para después simplemente dejarse hacer. Aguanté la situación otros nueve días mas o menos antes de decidirme a hablar muy seriamente con ella... no pensaba cometer los mismos errores del pasado. La vez anterior que ocurrió algo como esto me callé, aguanté la situación con la vana esperanza de que mejorase por sí misma y me fue como me fue, ahora desde luego no pensaba cometer semejante ello, ni yo era tampoco el de entonces...

Creo que fue el miércoles por la noche. Recuerdo que tanto el lunes como el martes de esa semana tuvimos un día de locos en la oficina, ya que cerramos un trato para el que me reunía junto con Elena todas las mañanas y que por fin nos habían firmado. No quise hablarlo con Ana antes, puesto que debido a algunos problemas con lo que habíamos acordado por culpa de un par de ineptos, estaba bastante alterado y no consideraba ese estado como el más indicado para hablar con mi esposa. Sin embargo el miércoles después del "polvo" de rigor, me decidí... estaba tumbado bocarriba junto a ella después de corrernos ambos...

  • ¿Qué es lo que ocurre Ana? Estamos follando sin ganas... me buscas, pero... –menee la cabeza-. Dime, ¿qué pasa?
  • No sé a qué te refieres.
  • Venga Ana, no te hagas la tonta por favor, sabes de sobra a que me refiero. Esta situación me trae recuerdos, y ninguno de ellos bueno…
  • Quizá mi falta de “entusiasmo” sea porque tú estas tirándote todo lo que se te pone por delante, y entre las que no me encuentro yo precisamente… No creo que hago mucho por excitar mi libido -replicó enojada.
  • Te lo creas o no, podríamos contar con los dedos de una mano las mujeres con las que he estado en este tiempo que llevamos casados y te sobrarían…
  • Entiendo, y a mí no, ¿verdad?, a mí me faltarían dedos –contesto levantándose enfadada de la cama y caminando en dirección al servicio.
  • Eso lo has dicho tú, no yo, pero no por ello deja de ser una realidad. No te entiendo Ana, de verdad –repliqué marchando tras de ella al servicio, donde la encontré sentada en el bidet lavándose.
  • ¿Qué es lo que no entiendes?, porque creo que he sido muy clara…
  • No entiendo lo que te ocurre. Estoy tratando de ser sociable, de comportarme de modo cariñoso, de que no tengas quejas o darte problemas, de ser como era al principio… y me encuentro que volvemos a esto otra vez –mentí con toda la cara.

Lo cual como digo, sabia más que de sobra que no era completamente cierto, si no había sodomizado aun a mi jefa, era porque esta seguía estando de lo más arisca gracias al cabrón de su aun marido, que no hacia otra cosa que ponerle trabas, y gracias a que pese a todo su coño si lo tenía disponible para mí. Pero eso era algo que desde luego no pensaba decirle a nadie, por otro lado, estaba mi querida cuñadita, de la que de momento me mantenía apartado por culpa de la presencia de su madre, Carolina, de quien no me fiaba ni un solo pelo tras todo lo sucedido. Ana no me contestó, pero sí que sorprendí en ella una mirada de culpabilidad, lo que unido al modo en que se mordisqueo el labio durante apenas unos segundos, de dijo con claridad que me ocultaba algo, o más bien, que quizá se sintiese avergonzada por alguna cosa. Teniendo en cuenta los que fueron nuestros últimos escarceos “pasionales”, supuse que podría ser eso que la “mortificaba”. Decidí hacer una pequeña prueba cuando la vi salir del baño completamente desnuda en dirección a la cama con la intención de dormir…

Antes de que pudiese tumbarse, la abrace por la espalda, con una mano bajo su barbilla le hice girar la cabeza para poder besarla, mientras que con la otra trazaba suaves círculos sobre su estómago al a vez que la retenía contra mi cuerpo. Si bien Ana no se opuso a ninguna de mis caricias, tampoco colaboro en lo más mínimo más allá del beso. Mi mano se desplazó de su vientre a su sexo, que se encontraba seco, comenzando a tratar de excitarla sin obtener un buen resultado. En lugar de fustigarme con ello, cambie de táctica, deje libre su boca y comencé a probar con mis sospechas, mientras la besaba el cuello o le mordisqueaba el lóbulo y sus orejas, empecé a susurrarle que si no cambiaba de actitud me vería obligado a acudir a Azucena, a la zorrita de su hermana mayor que tras todas estas semanas sin un macho que le metiese la polla estaría de lo más receptiva a mis avances. En escasamente cuatro minutos mis dedos chapoteaban en el interior del sexo de Ana mientras por sus labios no cesaban de escapar gemidos mientras no cesaba de explicarle todas las cosas que le haría a Azucena…

Estaba centrándome en procurar discernir hasta donde y como le podía apretar las tuercas a Ana con su hermana, cuando se podría decir que la fortuna acudió en mi ayuda. Tenía dos dedos dentro del coño de Ana follándomela, mientras mi otra mano le acariciaba en esos instantes uno de sus pezones y mi boca no cesaba de verter obscenidades en su oído cuando Azucena entro en el dormitorio sin llamar, sin duda pensando que aún no nos habríamos acostado. En lugar de cerrar de golpe la puerta al ver la situación entre su hermana y yo, se quedó completamente paralizada con la boca abierta, momento que no se ni como fui capaz de aprovechar. Primero le susurre a Ana al oído que abriese los ojos, por su estremecimiento supe exactamente el momento en que vio a su hermana parada en la puerta, a la muy puta pareció que el coño se le licuaba.

No dude ni un segundo en meterle la lengua en su oído para luego señalarle como se le marcaban a su hermana lo pezones a través de su blusa, y poco parecía estar completamente salida como una perra mirando como la estaba acariciando. Metí en esos instantes otro dedo dentro de su coño empezando a moverlos con toda la rapidez que fui capaz a la vez que, abandonando su pecho, use mi mano sobre su barbilla para, primero evitar que pudiese fijarse detenidamente en su hermana, y segundo para poder acceder a su boca, donde introduje mi lengua enzarzándonos en un beso salvaje. El ruido de la puerta de la habitación cerrándose de golpe marco el inicio del violento orgasmo de Ana, de tal modo que me obligo a sostenerla al doblársele las rodillas, depositándola sobre la cama segundos después.

Cuando se recuperó se lanzó sobre mi como una loba, tumbándome de espaldas, montándose sobre mí a horcajadas para luego, sujetándome la polla, enterrársela en lo más profundo de sus entrañas de una sola sentada. Empezó a cabalgarme de forma salvaje, con una mezcla de furia y celos que la hacían estar la mar de deseable, mientras no paraba de acusarme de ser un cerdo que codiciaba a su hermana. No paro ni un instante en contarme su superioridad en todos los aspectos del sexo sobre su hermana, refiriéndome todos los campos en los que se manejaba muchísimo mejor que ella y como todos los supuestos amantes que ambas compartieron en la universidad así se lo habían confesado.  Tras su nuevo orgasmo, del que yo me salve de alcanzar por tablas dada la forma en que su coño me estaba triturando la polla, me aproveche de su devastación sobre ella para poder rotarla y dejarla tumbada contra el colchón…

Hice que alzase sus caderas, aproveche su medio desmayo para colocarle la almohada doblada bajo su pelvis y que de ese modo no pudiese zafarse de mí. Me situé sobre ella, sujetando sus manos con las mías, entrelazando nuestros dedos, con mi palma sobre el dorso de su mano, obligándola a permanecer quieta mientras con mi polla buscaba su puerta trasera. Bien lubricada con sus propios jugos, empecé a metérsela por el culo despacio, sin detenerme mientras inicialmente ella trataba de zafarse debido al dolor que estaba sintiendo. Una vez estuve completamente enterrado en su interior comencé a moverme, primero despacio, aumentando progresivamente el ritmo hasta convertirlo en una especie de galope desenfrenado que tenía que estar barrenándole por dentro, pero que sin embargo, contra más violento se volvía mas parecía estar disfrutándolo ella. Ni por un solo instante deje de recordarle a su hermana al oído, como debía de estar pelándose el coño al otro lado de la pared, escuchándonos desde su cuarto, deseando sin duda que yo me la follase, y remarcándole a Ana, que antes o después, eso era exactamente lo que pensaba hacer, follarme al a puta de su hermana mayor, a la guarra de Azucena. Mentalmente ya estaba buscando como poder hacerlo, pero de modo que mi querida esposita fuese del todo consciente de que estaba pasando de verdad… y en sus morros a ser posible. La cuestión problemática en mis planes con ambas hermanas era salirme con la mía “después de”.

A la mañana siguiente nos levantamos como si nada hubiese ocurrido, salvo por el cansancio que teníamos encima los dos. Coincidí con Azucena en la cocina mientras Ana se ocupaba de la niña que ya se había despertado y la llevaba junto con los demás para que desayunase. Trato de disculparse por su inoportuna interrupción, desafortunadamente para ella, lo intento demasiado cerca de mí. Tomándola por la cintura la atraje hacia mí, aprovechando su sorpresa para situarla contra la encimera de modo que no tuviese escapatoria. Mis labios se cerraron sobre los suyos en un más que exigente beso, introduciendo mi lengua en tu boca, abierta por la sorpresa de mi reacción. Aproveche también para restregarla mi erección sobre su pelvis de forma que la sintiese perfectamente. Si bien en un primer momento trató de separarme, mi frotamiento contra ella hizo que eso cesase y sus manos simplemente quedasen apoyadas sobre mi pecho mientras colaboraba plenamente en el beso, restregándose a su vez contra mi… Me retire de ella poniendo distancia al escuchar los pasos de Ana con Clara, no sin antes susurrarle al oído que antes de lo que se pudiese creer pensaba follármela por todos los sitios que se imaginase ante los morros de la zorra de su hermanita pequeña…

Al entrar en la cocina y vernos, Ana frunció el ceño, durante todo el desayuno no ceso de mirarnos fijamente a ambos. Azucena estaba obviamente nerviosa evitando mirarme, mientras que yo no hacia otra cosa que clavar mis ojos en los de Ana y sonreírle de modo provocador, haciendo todo lo posible por tratar de recordarle lo que le había dicho la noche anterior sobre su hermana. Todo esto ceso cuando entró mi suegra a la cocina para desayunar también. Ana alego que tenía que hacer unas gestiones en el centro, por lo que se iría esa mañana conmigo, diciéndoles a su hermana y su madre que luego tomaría un taxi para marchar a la empresa. Azucena y Carolina se marcharían como siempre hacían, una vez que la cuidadora de Clara llegase.

Ana empezó a interrogarme con gesto muy serio y los dientes apretados en cuanto puse el coche en marcha alejándonos del edificio donde vivíamos. Quería saber que pasaba entre su hermana y yo… mintiéndole al a cara pues la verdad es que ya lo había hecho, le conteste que aun nada, pero que no dudase ni por un instante en que pensaba follármela bien follada… y de verdad. Le hice ver que tras su defensa de esa noche pensaba probar personalmente si era verdad todo lo que me había dicho sobre ella. Rabiosa me soltó que su hermana jamás se atrevería a hacer nada conmigo porque yo no era ni su tipo, ni lo suficientemente “macho” como para atraerla… Riéndome a carcajadas le dije mirándola de reojo con malicia que no me había parecido eso cuando en la cocina, antes de que ella entrase le había metido mi lengua hasta casi tocarle las amígdalas… Si bien creo que por un lado no me creyó del todo lo que le dije, por otro pienso que Ana posiblemente no supiese el significado de más de la mitad de todas las cosas que me llamó durante los cinco siguientes minutos, medio a gritos, rabiosa y completamente celosa.

Esa mañana me estaba relamiendo, pensando en cómo dar mi siguiente paso y de paso tratar de encontrar el modo de esquivar a mi suegra, cuando todo el castillo de naipes se me vino al suelo en tan solo veinte segundos. Me llamo mi suegra al trabajo con la intención de comer conmigo y, lo que me puso los pelos de punta, hablar sobre que mis intenciones de “estar” con sus dos hijas a la vez. No hace falta ni decir el modo en que me puse a sudar tras escucharla, apenas si tuve voz suficiente como para aceptar su invitación. Después de eso y hasta el momento de salir de trabajar, os aseguro que no fui capaz de dar pie con bola, pero lo peor del caso es que por mucho que me esforzase, no le veía ninguna salida viable a todo esto. Era obvio que Carolina me había pillado con el carrito del helado como se suele decir, y no tenía ni explicación, ni justificación plausible, o siquiera mínimamente aceptable para lo que se avecinaba.

Acudí a la comida tenso, creo que como no podía recordad haberlo estado nunca, ni siquiera cuando deje embarazada a Ana y tuve que hacer frente a un padre como León, quien en un inicio de haber tenido una escopeta puede que me hubiese disparado. En ese instante pensé que por haber dejado a su niña embarazada siendo tan joven, ahora ya desde luego no pienso igual. Muy posiblemente tenía ya en mente con que calzonazos del estilo de Arturo casarla y yo vine a podérselo, y de paso a solucionar a su querida esposa, mi suegra Carolina el evitar darle la patada en el culo antes de tiempo. Dios que familia, que familia… y yo que me la quería perder… pero sigamos. Como digo entre tenso en el restaurante, y el encontrarme ya esperándome en la mesa a mi suegra no hizo sino aumentar ese estado. El hecho de que mi querida Carolina no entrase en materia hasta el ínterin de traernos el segundo plato, no sirvió más que para colocar mis nervios aún más en tensión…

  • Bueno Aquiles, ahora hablemos de cosas serias… ¿Qué intenciones tienes para con mis dos hijas?
  • Mire Carolina, no sé qué estarás pensando, pero te aseguro que… -me corto haciendo un gesto de no darle importancia con la mano.
  • No, obviamente no lo sabes, y creo necesario aclarártelo antes de que puedas meter la pata diciendo algo que no me guste viéndome obligada a encargarme de ti. Y créeme, me gustas mucho como yerno… No, no me interrumpas… -alzo nuevamente la mano al verme intención de hablar.
  • Bien, continua, por favor… -accedí medio a regañadientes.
  • Sé que estas acostándote con mis dos hijas, obviamente lo de Ana es de lo más normal, ya que es tu esposa. Debo de aclararte no obstante, que no me importa que continúes con ambas siempre y cuando vayas en serio con las dos, sin distinciones, pero sobre todo, manteniendo la armonía entre ellas. Hoy me ha tocado separarlas en la sala de juntas y casi evitar que las dos llegasen a las manos…
  • ¿Por qué? –pregunté un poco sorprendido.
  • Pues por los celos de Ana que tan bien has sabido sacar a la superficie de mi prepotente hija en lo que a hombres se refiere, supongo que tendrías algún “roce” con Azucena en la cocina esta mañana y ella os debió de ver, o tú se lo contaste. Se han dicho cosas muy feas y lo que es peor, se han desafiado a quedarse contigo… ambas… No las veo tan combativas entre ellas por alguien desde el instituto, parece haber retornado su furia, su pasión, y eso me alegra… ¿Sorprendido hasta aquí? –me miró sonriendo mientras que el camarero servía nuestro segundo plato.
  • Sorprendido no, lo siguiente… Confieso que no me podía esperar nada de esto que me estás diciendo… No lo entiendo Carolina, por más que trato de hacerlo, en pocas palabras, ¿me estás diciendo que no te importa que este a la vez con tus dos hijas? ¿Qué tenga familia con ambas? –incluso escuchándolo en mi propia voz me sonaba como algo surrealista y un auténtico disparate desde su posición de madre.
  • Sí, eso es lo que te estoy diciendo, pero bajo una única condición no negociables, y que más te vale que tengas clara. Nada de amantes fuera de mis dos hijas si decides estar con ellas, o me lo pagaras muy caro…
  • Ya, una opción sumamente interesante la que planteas, y no es algo que piense aceptar. Si quiero amantes las tendré, no olvides que conozco a tus hijas tan bien como tú y se cómo son. Si me veo forzado tragare, pero desde luego no seré el único que cumpla con esa condición “no negociable” que indicas.
  • Jajajajajajajaja –se rio alto y claro, nuevamente me dejo estupefacto, esta vez por su risa franca-. Tengo muy claro que las conoces a las dos, pero también, que no entiendes a ninguna de ellas. Pero lo más asombroso de todo es el modo en que te has colocado como su hombre, perfecto, deseable, malote, un padrazo, y todo sin ni siquiera ser consciente de ello.
  • Carolina, ¿todo esto por qué? ¿Es que de repente te ha llegado una inspiración o algo?
  • Jajajajajaja, no, no es de ahora –se rio-. Cuando te casaste con Ana, durante la etapa final de su embarazo, atisbé a ese hombre en el fondo de tu forma de ser durante esas pocas semanas, pareció que fuese a surgir con ímpetu, sin embargo luego se fue diluyendo tan rápido como llegó. Y ahora aquí estas de nuevo, convertido en la horma del zapato de ambas… y mientras continúes siéndolo, nadie las podría apartar de ti ni siquiera para unos míseros minutos de placer prohibido. Contrariamente a lo que cualquiera podría pensar por lo que digo, mis hijas no necesitan a su lado a un hombre dominante, eso sería como un choque de trenes y terminaría por destrozar a la pareja, pero tampoco a un pelele manejable, necesitan a alguien como tú.
  • Explíquese… -repliqué con las mandíbulas apretadas.
  • Tú no eres exactamente un hombre de carácter dominante, sino más se te podría definir como alguien razonable, ingobernable e incontrolable y que al final termina haciendo lo que le da la gana. Con alguien normal, con un carácter tan fuerte como el de ellas, el enfrentamiento estaría asegurado y los destrozos también, sin embargo, contigo es diferente, tú les obligas a ambas a esmerarse para mantenerte sujeto.
  • Continúe…
  • Hasta ahora Azucena, por estúpido que pueda parecer, se ha engañado a si misma pensando que el acostarse contigo era única y exclusivamente un medio para un fin, el de tratar de ayudar a su hermana a que no la engañases más. Te aseguro que desde esta mañana eso ya no es así, desde su discusión con su hermana, te quiere para ella, con o sin su hermana… obviamente Ana no es tan “caritativa” en esto como Azucena, al fin y al cabo, ya eres suyo… -sonrió maliciosa observándome mientras bebía de su copa de vino.
  • ¿Y que se supone que quieres que haga?
  • Yo nada, eso es cuestión tuya, yo te estoy poniendo las cartas sobre la mesa para que sepas que no te voy a entorpecer con mis hijas…
  • Y para aclararme los límites que tengo con ellas, ¿no?
  • Sí, pero no creo que tengas ninguna queja sobre la limitación que te he impuesto, ¿verdad?
  • Y si ya que hemos decidido los dos que voy a estar con ambas hermanas, ahora también se me antojase el pleno al completo y tener a todas más mujeres de la familia para mi… -dije, bebiendo después con calma un sorbo de vino mientras veía como los ojos de Carolina brillaban de astucia.
  • Vaya, que ambicioso, no tienes aun a las dos, y ya estás pensando en tener a tres… ¿No te parece algo excesivo el tener semejantes tres mujeres para un solo hombre…?
  • Yo no lo veo así, lo veo como… un suculento incentivo… -sonreí malicioso, deseando ver como salía de esta, sin esperarme lo que me contestó.
  • Está bien, acepto tu “propuesta”… pero con ciertas condiciones… fáciles…
  • ¿Cuáles? –no pude evitar preguntarle pese a saber que eso tenía que ser una trampa en toda regla, me sentía como la mariposa marchando a toda velocidad directa hacia la llama.
  • Conquístalas a ambas, mantenlas juntas, unidas y felices, sin amantes, y si en un plazo de tres años desde el momento en que los tres empecéis, consigues que ambas te compartan juntas sobre la misma cama interactuando entre ellas… Tendrás a la familia al completo para ti, sin condición ninguna por mi parte… ¿te parece bien, yerno? –sus ojos brillaban, mezcla de astucia y diversión, lo que me ponía a la defensiva automáticamente.
  • Por supuesto que me parece bien, de hecho me parece perfecto… ¿y si no lo consiguiese que pagaría yo?
  • Prácticamente nada, y además te garantizo que nadie se enteraría de este “pacto”…
  • ¿Prácticamente nada? –repliqué burlón-, eso no es muy específico…
  • Bueno, quizá quisiese que trabajaras con nosotras en las empresas de la familia, evidentemente lo harías en un puesto adecuado a tus habilidades, que no son nada desdeñables y nos serian extraordinariamente útiles, o quizá no, puede que desease otra cosa de ti. Pero para eso, acepta el trato, y lo sabrás.

Alce la copa para brindar con ella, aclarándole no aceptar el trato de momento, al ver sus ojos mientras chocaba su copa conmigo, sentí como si con esa apuesta de aceptar, hubiese metido los dos pies a la vez en un cepo con dientes de acero. De no haber estado en esos instantes firmemente convencido de mis habilidades para manejar para esto tanto a mi esposa como a mi cuñada, no hubiese dudado ni por un momento de que mi suegra me acababa de manipular como a un niño de diez años con un caramelo. Tenía una extraña sensación como de desasosiego en el estómago al mirar a mi suegra… Estuve todo el resto de la comida tentado, muy tentado de aceptar su apuesta, y lo peor, es que ella fue en todo momento consciente de ello, de mi lucha interna por negarme a darle el sí.

Tras terminar de comer, ambos nos marchamos a casa en nuestros respectivos coches, durante el trayecto no podía dejar de ir pensando en cómo me las arreglaría para conseguir en primer lugar que ambas hermanas aceptasen “tranquilamente” el que me estuviese follando a la otra de forma permanente, formando una pareja de tres. No tenía ninguna duda de que en caso de aceptar, ambas querrían ponernos unas normas, o más bien quizá, ponérmelas a mí. Entendía también que tendría que sacrificar el follarme a mi dependienta de ropa íntima favorita, pero sin embargo, si estaba muy seguro de no tener problemas para seguir adelante con mi jefa, ya que nuestra particular situación nos daría de multitud de oportunidades “accidentales” para ello.

Repentinamente cruzó por mi cabeza como un rayo una idea que me hizo estremecer por completo, devastándolo todo a su paso. Si conseguía mis propósitos y convertía a ambas en mis “mujeres” a todos los efectos, muy probablemente ambas querrían hijos “míos”. En el caso de Ana eso no era ninguna suposición, ya que sabía de cierto que por su parte deseaba la parejita desde siempre, y Azucena muy posiblemente, también, en parte por ella misma y en parte, por igualarse con su hermana… No es que la idea me disgustase, pero no dejaba de ser un error tan estúpido como garrafal el no haberlo pensando antes de empezar a hacer mis movimientos. Había pensado en todo, menos en la posible descendencia que ambas querrían. Lo peor fue dar casi por sentado que mi suegra “SI” que lo debía de haber tenido también en mente en todo momento cuando habló conmigo, y estando además muy posiblemente, mucho mejor informada al respecto que yo, que podría decirse que andaba a ciegas en ese sentido.

CONTINUARA