Cambio de Personalidad - 16

Mi suegra cada vez me preocupa y asombra más, lentamente empiezo a replantearme algunas de las cosas que había dado por supuestas con respecto a ella

Cambio de Personalidad – 16

El resto de la semana, incluido el sábado pese por algunas cosas referidas con sus intentos de que trabajase para ellas, fue de una tónica tranquila, excesivamente tranquila y relajada diría yo, sin embargo la última noche de la semana, se rompió la racha. Pese a mi constante negativa a trabajar en la empresa familiar, en la que seguro que ambas hermanas se veían así mismas como mi jefa directa, no pareció ser un problema real para ellas. El miércoles, jueves, sábado y el propio domingo, follé con Ana por iniciativa exclusivamente de ella, pero de un modo digamos que “normal”. Caricias, besos, el misionero y poco más, ni yo trate de ampliar el repertorio, ni ella pareció por la labor de más que eso.

El domingo, pese a que al igual que las noches anteriores fue Ana quien empezó con las caricias, en esta ocasión dio un cambio de casi 180º, en lugar de empezar por besarme, directamente comenzó por una mamada que casi, casi me dejo completamente exprimido y escurrido. Cuando tras volver a recuperarme trate con un poco de recelo de hacerle por mi parte sexo oral, el cual los días anteriores no me permitió, en esta ocasión incluso guio mi cabeza sobre su coño para que se lo trabajase hasta que se corrió como una perra, incluso eyaculo un chorro de flujo directamente en mi boca.  Lo más asombroso de esa noche fue cuando trate de follarle el coño a lo perrito, me lo impidió, e inclinándose para dejarme el culo en pompa, me pidió que la sodomizara, pero que lo hiciese sin relajárselo. Quería que me la lubricase a conciencia y después se la clavase hasta el fondo de un solo empujón.

Me la folle por el culo, os aseguro que sí que lo hice, es más, incluso me pude dar cuenta casi enseguida mientras la sodomizaba de que iba en realidad todo aquello, motivo por el cual no me recree en la follada, tratando de terminar con aquello lo antes posible. Ana alcanzo su orgasmo, pero en realidad, no quedo para nada satisfecha con el resultado de su intento. Durante nuestra follada, dejo deslizar algunas cosas que no tenía claro si lo hacía aposta o es que era superior a ella y a sus celos. Por ejemplo repitió tres o cuatro veces que ella era mucho más mujer que Elena, mi jefa, y que la “guarra” de Abril no la llegaba ni a la altura de los tacones de sus botas, pero lo más chocante de esto, fue cuando por una única vez habló de su hermana Azucena. Simplemente comento que su hermana era una mojigata incapaz, y luego añadió que yo era su macho…

Cuando di el polvo por terminado, Ana me puso mala cara y me trato aun peor. Irónico le pregunte si le había gustado, ella con gesto de evidente enfado mascullo por lo bajo que solo era un estúpido blandengue incompetente, que no sabría qué hacer ni con un mapa. Cuando se dio la vuelta para marcharse al baño, la sujete con fuerza por la coleta que se había hecho, tirando de ella hacia atrás, obligándola a dar la vuelta para ir a terminar entre mis brazos. Con su cara levantada hacia la mía, masticando las palabras…

  • Ahora es mi turno, y quiero que me escuches hasta que termine. No eres más que una puta, y además estúpida. ¿Pero tú que te crees?, ¿Qué no me he dado cuenta desde el principio que lo que querías era sexo duro? Pues lamento decirte que sí, si me di cuenta de ello… y no te lo he dado apropósito.

Antes de que pudiese decir nada de nada subí una de mis manos hacia sus pechos, sujetándole el pezón entre el dedo índice y el pulgar, para después retorcérselo como si se tratase de la rueda del dial de una radio. Mientras lo hacia la tire sobre la cama quedando yo sobre ella, situado justo entre sus piernas, con mi polla nuevamente erecta directamente en la entrada de su aun desatendido coño. De un solo empujón se la clave hasta el fondo, haciéndola boquear. Aprovechando la postura en la que quedó, con las caderas alzadas y el culo al aire, solté su pelo para dirigir mi mano a su entrada trasera. Mientras movía mi pelvis lentamente sacándola casi del todo y metiéndola de nuevo de golpe, introduje dos dedos de golpe por su recién dilatada entrada trasera seguido rápidamente de un tercero. A la vez que le mordía los pezones con ganas, succionándolos inmediatamente después como si quisiese arrancárselos de ese modo de sus pechos. Estuve castigándole de esa forma durante aproximadamente unos veinte minutos, llevándola varias veces al borde del orgasmo pero sin permitirle alcanzarlo.

Únicamente permití que se corriese tras llenarla el coño de leche caliente, mientras lo hacía, cuando su placer estaba en su punto álgido, fue cuando aproveche para hablarle al oído, consciente de que en ese estado no podría contestarme al instante…

  • Eres mi esposa Ana, pero también mi zorra particular, mía y de nadie más. Cuando quieras más de esto, tan solo pídemelo y te lo daré… igual que lo tendrás cuando sea a mí al que le apetezca. Y otra cosa “cielo”, seguiré follándome a mi jefa tanto como me dé la gana, pero te lo advierto, si vuelves tan siquiera a mirar a otro que no sea yo, a quien me follare entonces, será a tu hermana… Y además me encargare de que lo sepas de primera mano cuando eso ocurra…
  • No te atreverías a ello… -jadeo-, no con mi hermana… nunca…
  • ¿Me estas desafiando a que me la folle en tu cara quizá? –pregunte divertido mientras con mi mano le retorcía un pezón.
  • ¡¡Nooo!!, pero no podrías, ella no se dejaría… -gimió.
  • Que equivocada estas, sabes de sobra que tu hermanita mayor es tan puta como tu e incluso quizá puede que más… y por si no te has dado cuenta aún, me tiene ganas… -volví a clavarle de nuevo la polla en el coño hasta el fondo, pues la conversación me había excitado otra vez poniéndomela dura de nuevo.
  • Creo que me la voy a follar a ella también, incluso quizá decida dejaros preñadas a ambas a la vez… os llenare a ambas el coño con mi leche -Ana gimió de gusto-. Pero que puta que eres, te estas excitando escuchándome hablar de la puta de tu hermanita –le lamí la cara arrancándole un nuevo gemido-. Siento perfectamente cómo se te esta licuando el coño solo con pensar e imaginarte lo que te estoy diciendo, ¿verdad zorrita mía?
  • Siiiii…. me pone burra… Arghhhhhhh… me matas hijo puta… mi hermana… y tu… y yo… entonces… uhmmmmmmm… -selle sus labios con un beso para evitar que dijese ninguna cosa más.
  • Eres mi puta, mi zorra, mi guarrilla… dime, ¿Qué es lo que eres?...
  • Tu puta… ahrrrrrr… tu zorra… uhmmmm… tu hembra… tu guarra… soy lo que quieras… soy lo que tu mandes… ahhhhhhh… -debido a sus jadeos y gemidos constantes le costaba hablar.

Como última ocurrencia, mientras ambos nos corríamos casi a la vez, no se me ocurrió otra cosa que explicarla que quizá me decidiese por atarla y amordazarla a nuestra cama, para después follarme a la puta de su hermana sobre ella. Y como puede que también dejarlas a las dos preñadas a la vez en la siguiente sesión tras sodomizarlas y romperles el culo a ambas… Literalmente pareció como si en el coño de Ana se rompiese algún tipo de presa por la cantidad de jugos que expulso en varios chorros. De todos modos, no os creáis, que el hecho de que se comportase como una puta, y el morbo evidente que le dio, o el que se emocionase de ese modo con lo que le dije, no fue obstáculo para que una vez calmada tratase de partirme la cara por “cerdo hijo de puta”, además de que tratase de que me marchase a dormir al sofá.

Por fortuna de esto último me libre pues no quería que ni su madre, ni su hermana se enterasen de los motivos, algo con que le amenace con contar cuando por la mañana cualquiera de ambas me preguntara sobre los motivos de dormir allí fuera. Ana me conocía lo suficiente en esta nueva faceta mía como para saber que era más que capaz de hacerlo de verdad, y que aunque quizá me diese algo de corte decirlo, al menos ante su madre, también estaba convencida de que lo haría. La semana siguiente fue de traca, en el trabajo Elena estaba intratable y de mal humor casi de forma constante, a finales de semana logre averiguar el motivo. Por lo que supe, su marido había decidido presentarle batalla durante el divorcio, sacando a la luz todos los trapos sucios que pudo, metiendo incluso a los hijos de ambos por medio. El resultado al ataque de semejante idiota, fue la presentación a las familias de ambos por parte de Elena, de todas las pruebas conseguidas sobre las infidelidades de su marido durante su matrimonio, incluido lo ocurrido con mi esposa. Siendo cosa del anormal que también se enterasen de que yo trabajaba para ella y quien era, motivo este por el cual con Elena, no estaba el horno para bollos.

En casa Ana me sacaba las uñas cada dos por tres sin por ello dejar de controlar a su hermana cada vez que nos acercábamos al otro, estaba visto que para ella mi “numerito” en la cama no había sido tan inocuo como yo pensé. Por su parte Azucena me miraba como si fuese un gusano y no paraba de tirarme pedradas sobre mi jefa asociándola a mi falta de interés por trabajar con ellas. Las únicas que parecían una excepción en todo esto eran mi adorable Clara, para la que seguía siendo su alucinante papa, y Carolina, mi suegra, que me trataba a cuerpo de rey, aunque mantenía en sus labios una especie de sonrisita a todas horas que me resultaba un tanto sospechosa dada su situación familiar. Y encima, para terminar de rematarme esa semana, el jueves al salir de trabajar me fui a dar de bruces, en el centro de la ciudad al salir de una tienda, con mi ex cuñado Arturo que seguía tan gilipollas como siempre, llevando de la cintura a una rubia siliconada, y pese a que pueda parecer un tópico, con cara de tener muy poquitas luces. Cuando me vio me paró para saludar a su modo, lo que implicaba faltarme al respeto.

Atrajo contra si a la rubia en un claro gesto de posesión, como tratando de mostrarme lo bien parado que había salido con que le dejase su esposa y además provocando que la Rubia soltara una risita de los más tonta. Luego me dio recuerdos para su futura ex esposa y la mía, empleando en ello una serie de temimos y palabras que provocaron en mi unas ciertas ansias por reaccionar contra él de modo violento, teniendo que controlarme para no partirle la cara con enorme placer. Pero conociéndole, sabía que había un par de cosas que aún le dolerían más que eso... Sin encomendarme ni a dios ni al diablo, según Arturo me la presento, cuando esta fue a darme el típico beso en la mejilla, sujete por el antebrazo a esa rubia de escándalo, que se sorprendió por mi acción. Claro que eso no fue nada con la forma en que me miro a los ojos mientras la besaba con energía e introducía mi lengua dentro de su boca ante la desencajada cara de Arturo, que parecían o creerse lo que veía.

  • ¡¡Ohhh!!, y sobre Azucena, tu por ella no te preocupes Arturito, porque ya me tiene a mí para “cuidarla” en mi casa, cuando no está su hermana, claro... -le susurré sonriente tras separar mis labios de los de la Rubia-.
  • Pero que... -le interrumpí para dirigirme a la Rubia mientras extraía una tarjeta de mi cartera.
  • Ha sido un placer conocerte, eres una chica realmente preciosa.
  • Gra... gracias...
  • Cuando quieras comprobar lo que te estás perdiendo, llámame… -le susurre al oído de modo que Arturo no pudiese escucharme- te follaré como nunca te han follado...

Lo cierto es que tras decirle eso ante los mismísimos morros de Arturo, con mi mano izquierda con deliberada lentitud le introduje a la Rubia mi tarjeta en el escote, mientras que mi mano derecha la acercaba a mí sobándola un cachete del culo para darle un casto beso de despedida en la mejilla mientras la miraba ruborizarse de un modo encantador, mientras mi futuro excuñado parecía tener serios problemas con alguna ulcera por la cara que ponía. Di la vuelta en la primera esquina para poder por fin perderles de vista, pero reconozco que la curiosidad me pudo y me pegue a la pared, sacando la cabeza con cuidado para mirar a ver que hacían. Vi con satisfacción como Arturo tenía mi tarjeta en la mano y casi, casi le estaba gritando a todo pulmón a la Rubia en medio del a calle, mientras esta por su cara, se estaba cabreando cada vez más. Me marche de allí riéndome cuando vi como la Rubia casi le volaba la cara del guantazo, y como trataba de llevarse la tarjeta que la deje, cosa que no logro pues Arturo se apresuró a romperla en pedazos… Cuando llegué a casa y aparqué, estuve dentro del coche decidiendo si me convenía explicar o no lo que había ocurrido con Arturo…

Al final me decidí a hacerlo tras cenar, lo hice con cuidado de las palabras que usaba al estar Clara despierta todavía. Si bien tanto Ana como Azucena no pusieron muy buena cara y peores gestos, Carolina, mi suegra, estuvo riéndose a mandíbula batiente durante un rato considerable cuando escuchó mi historia, acompañada de hija a la que le debió de parecer graciosa su abuela. De lo ocurrido, únicamente omití un pequeño dato, concretamente lo que le susurre a la Rubia al oído, esa parte preferí no referírsela para evitarme problemas. Pese a todo y lo bien que Carolina se lo tomo, no tuve la más mínima duda de que tanto a mi esposa como a mi cuñada no les había hecho la menor gracia, cada una supuse que por sus propios motivos. El tema quedó aparcado sin más comentarios, mientras que las tres mujeres se enfrascaban en una especie de reunión de trabajo improvisada.

Cuando llegó la hora, me retiré con Clara para acostarla, la cual en contra de su costumbre de aguantar despierta escuchándome contarle un cuento entero, esta vez se durmió nada más tocar su cabeza la almohada. Al volver al salón oí a las mujeres hablar. Me acerqué con cuidado a la puerta del salón y me peque a ella para averiguar de qué hablaban. Estaban comentando lo que les había contado, pensé que dado que supuestamente Clara tardaría en conciliar el sueño y yo no tendría por qué aparecer en un rato, podría escuchar lo que hablasen, si bien quizá no todo lo que me gustase, al menos si durante un tiempo prudencial. La verdad es que el oír lo que dijeron me confirmó algunas cosas que por mi parte ya sospechaba... y otras que me hicieron ponerme en guardia al alarmarme por no esperármelo...

  • No me gusta que le haya insinuado algo así a Arturo, Mama. Ese gilipollas puede tratar de ponerme el divorcio mucho más complicado solo por joder, cuando lo único que quiero es perderle de vista lo antes posible... -sentencio Azucena, dándole explicación de ese modo a su enfado.
  • Tampoco creo que sea para tanto. Arturo es y ha sido siempre un imbécil, además de un pelota del prepotente de vuestro padre, ese no sabe ni atarse los cordones sin sus instrucciones... Repito, lo que ha contado no ha sido para que os pongáis de ese modo las dos..., incluso lo de esa rubia da risa.
  • Pues por mucho que tú digas de esa tipa, ahora te lo repito yo. No me hace la menor gracia lo que ha dicho de besar a la pareja de ese impresentable, es un puto cerdo, como todos... –la voz de Ana sonó áspera y dura.
  • Bueno ya está bien con las dos. Mi opinión es esa, si no os gusta os aguantáis, que ponéis las dos el grito en el cielo por nimiedades que no llevan a nada...
  • ¿Nimiedades?, de modo que opinas que el que mi marido bese a otra en plena calle es una nimiedad, ¿no mama? -escuche decir a Ana, cada vez parecía más enfadada.
  • Bueno, la verdad es que no sé porque te quejas ya que tiene tu permiso para follarse a otras, no veo que problema existe con ese beso...
  • ¿Cómo sabes...? –su voz se perdió en un susurro.
  • ¿Qué cómo es eso?... Pues del mismo modo que sé que tu hermana moja las bragas de envidia cada vez que ve como tu marido te hace una carantoña, te trata como a una mujer sexualmente apetecible, como su puta... incluido el modo que tú lo sabes. Es más ya que estamos siendo sinceras, también sé que te gusta que tu hermana se excite de ese modo con tu marido. Se muy bien que te pone a tono cariño...
  • ¡¡¡MAMA!!! -oí medio chillar a unas sorprendidas Azucena y Ana, interprete que si no habían gritado a pleno pulmón era por no atraer mi atención o porque no podía ni hablar de la sorpresa.
  • ¡¡¡Ni mama ni leches!!!.
  • Pero... -por su forma brusca de callarse Ana supuse que su madre la habría hecho callar de algún modo.
  • Pensabais que estaba en babia, ¿no?. Pues siento decepcionaros a ambas, soy muy consciente de lo que ocurre a mi alrededor, incluso se cuándo en la universidad os "prestabais" vuestros ligues ente vosotras si pensabais que follaban bien...
  • Pero porque... -tartamudeo Ana.
  • ¿Porque nunca dije nada sobre eso? Porque os consideraba inteligentes y prefería que usaseis vosotras a los hombres, que no al revés, pese a la fama de fáciles que os creasteis las dos. Y si no le pegue antes la patada en el culo a vuestro padre es porque viendo lo que veía con las dos era el único que parecía poder controlaros mínimamente a ambas…
  • Hablábamos de mi marido, aquello ya es pasado y no viene a cuento -atajó Ana, tratando de cerrar ese tema.
  • Bien, sigamos entonces hablando de tu marido. La verdad Ana, es que de tu hermana dado el cretino con el que se casó, no me extrañó en absoluto que se buscase otros hombres casi enseguida. Pero de verdad, que en tu caso me sorprendiste bastante con tu estupidez. Tenías el sueño de cualquier mujer en tus garras, un marido que vale su peso en oro, al que podías educar en la cama a tu gusto para que te hiciese lo que te diese la gana, como o cuando quisieses sin objeciones y que de verdad estaba coladito por ti... Pero no, tuviste que hacer esa estupidez de irte con otros en vez de tratar de “educarlo” en tus gustos particulares... Supongo que a estas alturas ya sabes lo cerca que estuviste del desastre en tu matrimonio, se de buena tinta que estuvo incluso buscando opciones de divorcio... –Carolina me estaba dejando entre estupefacto y bastante alarmado por todo lo que estaba demostrando saber.
  • Yo... -sonó un gallo en su voz- si lo sé... me entrego hace poco una demanda de divorcio redactada a falta de firma por si quería hacerlo... Es de cuando yo… bueno, ahora ya no importa. Por mi parte he decid...
  • No, vale, ya está bien, no quiero seguir escuchando tonterías. Ana, tu marido te quiere, eso te lo aseguro, pero has hecho mucho daño y ahora lo hace, pero a su modo. Ten siempre en cuenta, que para el al igual que para ti, únicamente existe una cosa no negociable en ningún termino o situación, mi nieta. Ten eso siempre en tú mente, porque  me temo por lo que he visto en estos días que he estado tan cerca de él, que en tu estupidez de querer más de lo que ya tenías, has abierto una puerta que ahora no vas a poder cerrar sin romper tu matrimonio...
  • Y que quieres que haga, que siga toda mi vida aguantando ver como se tira a otras... ¿eso es lo que me estás diciendo?
  • No, lo que te digo es que ya no vas a poder cerrar esa puerta, esa guerra esta perdida, pero sí que puedes tratar aun de delimitar los daños que tú misma creaste.
  • ¿Y cómo hago eso? Yo no quiero que este con otras, me muero cada vez que lo sé, y él no tiene intención de dejarlo... Explícame... –se calló de repente, siendo sustituida por la voz de su madre.
  • Cariño, tu marido no es más que un hombre, que piensa, actúa y se comporta como tal. Por muy listo que sea, al final, si tú eres inteligente, caerá de tu lado... Recuerda bien lo que te he dicho, pese a lo que puedas creer, lo único realmente innegociable con tu marido, es Clara...
  • Mama, yo no sé si lograría que no...
  • Shhhhh.... vale, dije negociar Ana, no salirte con la tuya, no lo confundas... y dejémoslo, no tardará mucho en regresar.

Tras esto la conversación cambio de tema a uno menos espinoso, por lo que después de un tiempo prudencial regrese al salón con el monitor de la habitación de la niña en la mano. Al entrar las tres mujeres me miraron, vi como Carolina me sonreía con cierto halo de curiosidad, sarcasmo, malicia y diversión. Por su parte Ana me miraba fijamente con el ceño levemente fruncido, y Azucena parecía querer ser lo menos visible posible, supuse que debía de llevar así desde lo que dijo su madre de mojar sus bragas conmigo. Me senté junto a Ana, a la que empecé a acariciar suavemente la espalda, provocando que se pusiese algo rígida pero sin llegar a decirme lo más mínimo. La mirada de su madre no cambio, sin embargo sí ocurrió en el caso de Azucena, a quien por lo que nos dijo al anunciarnos que se marchaba a la cama, de repente pareció entrarle un sueño imposible de aguantar.

Azucena para irse a la cama tenía que pasar delante del sofá en que Ana y yo estábamos sentados, cuando estuvo a mi altura decidí tensar la cuerda. Tomándola por las caderas la atraje sobre mí, sentándola encima mientras trataba de hacerle cosquillas, mientras le pedía que se quedase un ratito más hablando con nosotros. Una de las veces su culo fue directamente a caer sobre mi polla, que estaba completamente erecta, momento que aproveche para arrimarla con fuerza y que sintiese mi estado de excitación por el jueguecito que nos llevamos de cosquillas. Me grito que la dejase, que estaba cansada y que ya valía, aproveche su aparente enfado para arrastrarla sobre mi mientras me pegaba al respaldo del sofá intentando seguir con sus cosquillas. Me centré en respirar sobre su cuello y soplarle mientras con mis dedos le daba pequeños apretones en los costados. Aprovechando la situación de mi cabeza en la parte contraria a la que estaban Ana y mi suegra, le susurre al oído que me encantaría follármela en ese mismo momento ante su madre y hermana… Sentí plenamente su escalofrió y como ahogo un pequeño gemido…

Ana se había levantado y con cara de cabreo ayudo a su hermana a salir de mi juego, aclaro que enfadada conmigo, no con ella. Mientras Azucena azorada se marchaba a toda velocidad a su habitación, estaba más que seguro que a hacerse una paja, yo tenía que aguantar un broncazo de mi esposa que no os cuento por portarme de ese modo con su hermana. Carolina intervino tratando de apaciguar a su hija, pero por la cara y la sonrisita que me lanzaba mientras hablaba con Ana, tuve de lo más claro que ella sabía perfectamente lo que había pasado durante el juego, y es más, también que posiblemente estuviese al tanto de la situación entre Azucena y yo.

Durante el “golpe de estado” de las tres mujeres contra León, si bien había sido inicialmente mi idea la que se puso en práctica, una vez superada la junta y tomado las tres sus puestos al día siguiente, la limpia la hicieron dejando mi planificación al margen y únicamente bajo las instrucciones de Carolina. La actuación que esta orquesto fue mucho más allá de la que yo había previsto, en cuestión de ocho horas se las apaño para desmontar todo el entramado de posibles contactos y futuras ayudas para León en caso de decidir este tratar de recuperar su antiguo puesto o tan solo perjudicarlas… Por lo que mi esposa y Azucena me contaron, más lo que logre sacarle a Carolina, conseguí hacerme una idea muy aproximada de todo lo que habían hecho las tres, y ciertamente, no había sido algo de un día para otro. Saque en claro que Carolina disponía de una información interna sobre su marido de la que yo no dispuse cuando prepare mi estrategia, y que su movimiento lo debía de llevar preparando desde hacía mucho además de estar muy bien calculado.

Por todo esto, aunque desde mi punto de vista era casi materialmente imposible que Carolina pudiese haberse enterado de mi “relación” con Azucena, visto lo visto y para curarme en salud, decidí considerarlo como algo muy probable. Pensé que con mi suegra desde ese mismo instante, más me valía pecar de precavido que de ingenuo. Nunca me había parecido alguien peligrosa, pero me había demostrado serlo, y mucho. Decidí que por el momento me comportaría como el marido perfecto de nuevo, dejaría de lado y trataría de evitar cualquier tipo de enfrentamiento con Ana…

CONTINUARA