Cambio de Personalidad - 1

El cerebro es el órgano más desconocido del ser humano, por ello el jugar con la mente, hurgar en su interior, puede resultar de lo más peligroso e incluso quizá, provocar cambios inesperados.

Cambio de Personalidad - 1

Por fortuna todo ocurrió durante el último semestre del último curso de carrera. Y digo por fortuna, porque nada más terminarla me casé en el juzgado, de penalti y con una de las Matahari de la universidad, un niña de familia rica, preciosa, con cara de ángel, con un cuerpazo de escándalo y por lo general con pintas de putón verbenero. Yo por mi parte en ese momento era alto, moreno, ojos verdes, cuerpo entrenado por las artes marciales, autoestima cero con las chicas y un sosainas empollón de cuidado. Si alguien se pregunta como un tipo como yo, que salvo por mi físico en realidad era todo un nerd, se consiguió ligar a una tía como ella… Pues cuando lo averigüe que por favor me lo cuente, porque no recuerdo nada de nada sobre la fatídica nochecita en cuestión, solo que despertamos ambos juntos, desnudos sobre la cama de mi apartamento y cubiertos por todos los tipos de fluidos corporales que os podáis imaginar, vamos un asco.

La despedida fue un tanto chusca, ella porque se marchó enfadada por “haber caído tan bajo” al acostarse conmigo, mientras que yo quedé jodido y amargado por no poder recordar nada de nada de la noche de juerga, visto lo visto, que debía de haber pasado con semejante put… digo bombón. Lo más “gracioso” si es que ha por donde verle la diversión, es que en realidad, ninguno de los dos sabíamos nada de lo que paso esa dichosa noche. Ambos habíamos ido a un fiesta de unos conocidos, yo porque no pude escaquearme gracias a cierto amigo gilipollas, y ella porque era de las “indispensables” en todo sarao que se preciase. El resultado es que nos volvimos a ver, pese a que yo pensaba que después de esa noche, nunca más, pero claro, a las pocas semanas se encontró con Bombo y platillo tras la noche pasional conmigo, de modo que me localizo para hablar del “problemilla” que había surgido. Lo más “gracioso” de todo, es que la niña además de zorra, me salió religiosa, por increíble que me pudiese parecer, era de las de abortar nada de nada, cosa que me dejo claro incluso antes de que se me pudiese siquiera ocurrir dicha opción.

Por otro lado, mis problemas con las mujeres se debían a que pese al físico era un auténtico desastre sexual sobre dos patas. Eso llegaba al extremo de que mis fatídicas experiencias fueron las que me hicieron retraerme y convertirme en lo que era, pues fui de gatillazo en gatillazo. Mi primer polvo, el que me hizo perder la virginidad fue un desastre, catastrófico del todo, y eso que fue el “mejor” pese a que la chica incluso termino vomitando encima mío, ya que estábamos bastante tocados por la bebida. Los cinco siguientes intentos…, bueno, el último si es que se le puede llamar intento fue por cierto con una puta, y como digo terminaron todos en unos gatillazos del tamaño de un camión. Ahora sé que el problema real era que a cada uno que pasaba y en la forma en que eso me presionaba, la situación se agravaba y era muchísimo peor que la anterior. El problema que tenia se fue intensificando cada vez más con cada gatillazo, con cara fracaso solo conseguía que al final me frustrase hasta el punto en que decidí que mi mejor opción, mi única opción eran las revistas porno junto con mi mano y olvidarme de las mujeres.

Seguro que alguno me diría que como tragué con el “paquete” cuando por los antecedentes que doy posiblemente la cría, pues fue una niña, no era mía… ¿a qué si? Pues no, de tragar nada de nada, pero ni por asomo, como es lógico pedí pruebas de paternidad cuando fue el momento, y no una, sino tres porque desconfiaba hasta de mi sombra, todas ellas resultaron condenatorias para mí. Resultó que entre pitos y flautas, antes de estar conmigo la “niña” llevaba más de dos meses en el dique seco por no sé qué problema que necesito de tratamiento. Según parece tuvo relación con algún tipo de infección vaginal, y como por ello le resultaba doloroso, de sexo nada y por afectarle al periodo, de píldora menos. Supongo que por eso fue que se metió en la cama conmigo, debía de estar francamente desesperada por follar de una vez para hacer algo así, claro que con el colocón que debíamos de llevar los dos, se ve a ninguno se nos presentó la virgen con la sanísima idea de ponerle el chubasquero a mi polla.

En realidad creo que no tenía muy claro que era lo que más me jodía de todo esto, si el haberme follado a una chica por fin sin gatillazo de por medio e ir a tener la puta suerte de dejarla embarazada, o que para una puta vez que según parece se me pone tiesa follándome a un pedazo de tía como era Ana, yo no me acordaba absolutamente de nada, pero de nada de nada de lo que ocurrió. Esas horas y ese polvo eran un espacio en blanco en mi memoria, todo un expediente X, y por lo que luego supe, para ella no eran mucho más “claras” que para mí.

Bueno, como digo nos casamos por la vía rápida, sus padres… bueno, su madre al casarnos no lo tenía yo muy claro, pues hablaba poco aunque observaba mucho, pero eso sí, su padre juraría que me odia a muerte, lo que tampoco tenía nada claro es si era por joderle la vida a su princesita cargándola con un crio, o por alguna otra misteriosa razón que se me escapaba. Llevábamos ya tres años casados cuando empieza lo que quiero contaros, aunque antes os pondré en antecedentes de nuestra vida en “pareja” como matrimonio “liberal” por voluntad de Ana, o sea, que ella folla con quien quiere y yo no me como ni rosca por mi puta personalidad de nerd acomplejado. Con ella el sexo me iba bien, pero seguía con miedo escénico ante otras mujeres…

Si bien reconozco que nos casamos con una serie de condiciones entre nosotros de ser poco más que una fachada de matrimonio ante los demás, lo cierto es que al principio, durante el embarazo, todo fue más o menos “normal”, éramos casi, casi como una pareja cualquiera que se casa hipermegaenarmorada. Incluso follar, follábamos los dos como conejos, y en este caso, reconozco que todo fue gracias a ella, que se tomó la molestia de sacarme de mi caparazón solucionando de paso mi “problema” de gatillo, que no de personalidad atravesada. Desgraciadamente, esto solo duro lo que ella tardo en recuperar su figura tras el parto, después de eso, quizá incluso reconozco que por el sexo rutinario que llevábamos, todo cambio. Por “fortuna” para mí, ella en estos años de matrimonio “liberal” únicamente se habrá acostado con unas quizá o puede que menos, una “decena” larga de hombres diferentes “que yo supiese”. El caso es que de un modo u otro y pese a que Ana procuraba ser muy discreta, yo me terminaba enterando de forma aparentemente accidental de estas “aventuras”.

Con al menos la mitad o quizá alguno más de ellos, el tema se prolongó uno e incluso en un caso concreto, casi por tres meses, aunque por lo que sé, no fue más allá de simple sexo. Yo como ya dije de cuerpo soy aparente debido a las artes marciales, de ojos los tengo de un precioso verde esmeralda, pero ya de cara no va tan bien, no soy feo o no mucho al menos. Pero vamos, que de guapo segurísimo que para nada, soy uno más entre los millones de seres anodinos del mundo tirando por lo bajo. Como dije, en realidad y pese al esfuerzo que reconozco que hizo Ana, mi esposa, seguía siendo un nerd, cero autoestima, cero confianza en mí y cero en muchísimas otras cosas más. De modo que con eso del matrimonio liberal, podéis suponeros que parte es la que de verdad lo disfruta, a mí se me podría empaquetar entre los “calzonazos” a nivel industrial.

Por otro lado soy extraordinariamente inteligente, y en este tiempo he estudiado desde casa todos los cursos online que he podio, ya fueran de mi ámbito de estudios o no, incluidos un par de masters presenciales. Debo de añadir, que estos estudios han sido con gran aprovechamiento por mi parte. Luego esta mi niña, mi preciosísima Clara, nombre de la abuela de mi parienta, que por cierto como ya dije se llama Ana y no como su madre, que se llama Carolina. Yo por mi parte, me llamo Aquiles, y no, tampoco el capullo de mi padre se llamaba así, y si, también me acorde del cabrón de mi progenitor en cuanto tuve ocasión de ser consciente de la jugarreta que me había hecho con el nombrecito de los cojones, pues fue enteramente cosa suya. Como expliqué anteriormente de forma delicada, mi suegro me odiaba…, aparte de esto está mi suegra, quien en algunos momentos creo que sienten por mi más pena que otra cosa.

Ana trabaja con su padre y hermana en la empresa familiar, por cierto que de la familia de mi esposa ya os iré contando cosas más adelante, porque desde luego que no tienen desperdicio. Yo por mi parte…, bueno, a mí su padre en realidad no me quería cerca, pues solo era el parche del desliz de la princesita, aunque también he de señalar que vi un par de cosas raras que no me gustaron en él y preferí mantener las distancias, por lo que me vino bien su nulo interés porque trabajase con ellos. Me busque las habichuelas como cualquier otro recién licenciado, encontrando un típico trabajo en el que estaría mal pagado y bien explotado, en el que lo único bueno era el horario, de hecho en mi contrato sacrifique algo de sueldo por tiempo libre. Nuestra casa está en un edificio de lujo que evidentemente paga mi esposa, con mi sueldo no creo que nos diese ni para la plaza de garaje. Por otro lado, si algo si puedo afirmar, es que mi esposa conmigo no es como otras que se leen por ahí, que niegan al marido lo que al amante si le dan, de hecho, reconozco que a mí no es que me niegue nada, es que más bien desde el principio de casarnos, me obliga a hacérselo, y de todo lo que os podáis imaginar. Si al principio de mi matrimonio era un completo inútil, un desastre de la peor especie, tras el primer año de pasar por entre sus piernas y enseñarme a jugar con su cuerpo, ya era todo un consumado amante que podía tenerla casi toda la noche despierta berreando de placer, y creedme que lo hacía… Aunque tras el parto, todo cambio, volviéndose totalmente rutinario entre los dos…

¿Por qué no me divorcio y sigo viviendo así, siendo un cornudo? ¡¡Joder!!, pues por el contrato prenupcial de marras. Primero porque hicimos separación de bienes, por lo que salvo mi sueldo, no tengo nada de nada con que mantenerme en condiciones y de pagar a un buen abogado que me gestionase un divorcio bien llevado. Segundo porque reconozco que soy un pusilánime calzonazos cobarde, o lo era en esos momentos y tenía miedo de perder a mi hija pues ella era quien disponía de los medios económicos… Otro motivo poco prosaico, es que al menos estando con ella follaba, ya que por mí mismo no me comía un colín como ya también dije. Quizá os preguntéis si estamos enamorados los dos, pues sinceramente, hasta el mismo instante en que empezó esta historia, si me hubieseis preguntado, hubiese dicho que no, que gracias al desgaste que sus amantes provocaron en mi ya únicamente éramos una especie de matrimonio de conveniencia. Tampoco penséis que sabiendo mi vulnerabilidad no trate de cubrirme las espaldas lo más posible, cuando empezó la “libertad” de Ana, viendo lo que podía ocurrir en un momento dado, empecé a planificar un posible divorcio incluso jugando de lo más sucio que podáis imaginaros con el objetivo final puesto en mi hija. Podía ser cobarde y pusilánime, pero desde luego lo que nunca he sido, es idiota.

Ana y yo nos llevábamos mal, nos “respetábamos”, aunque pueda sonar a coña, y sobre todo, a los dos nos convenía seguir juntos por diversas razones propias, aunque de las de Ana no tuviese ni repajolera idea. Todo esto empezó un fin de semana que mi querida esposa tuvo a bien dedicarme por completo, decidió que lo ideal para pasar una velada en pareja seria hacerme feliz yendo a un espectáculo de magia. Dejamos a la nena con los abuelos maternos, y nos fuimos a ver la función. A mí es al que le gusta la magia y todas esas cosas de “críos”, no a ella que siempre lo menosprecia. Esa noche fue a modo de disculpa por el que fue su último amante, lo había llevado a casa y les sorprendí follando en nuestra cama. Ella me vio, aunque él no, sin embargo yo sí que les vi a ambos perfectamente, incluso tuve a bien tomarles un par de fotos con el teléfono antes de que Ana fuese consciente de mi presencia. Estaba con un hombre de unos cuarenta años, delgado y fibroso entre sus piernas, follándosela como un desesperado, aunque como siempre sucedía cuando me enteraba de sus líos, tampoco en esta ocasión di la menor señal del daño que eso me hacía. En realidad el verlos allí fue como una puñalada de lo más dolorosa. Ese día con mi “valor” acostumbrado, lo único que hice fotos aparte fue volver a marcharme de casa dejando a ambos amantes seguir disfrutando de su polvo.

Llevar a su amante a nuestra casa, a nuestra cama, fue una completa cagada por su parte, una de las peores que podía haber cometido y no solo porque los pillase. Como se suele decir, el mundo es un pañuelo y nunca se sabe cuándo la casualidad te va a morder en el culo. Cuando nos casamos y establecimos nuestro matrimonio según “sus” reglas, esa era una, no llevar a ninguno de nuestros amantes jamás a casa, no es que el saber que podía estar con otro tío en cualquier sitio fuese plato de buen gusto, pero como en todo, había cosas que hacían mucho daño. No creo que cuando me vio en la puerta de la habitación mirándolos, imaginase siquiera lo que su terrible error iba a desencadenar, aunque fuese de un modo totalmente fortuito.

Parecerá hipócrita, pero Ana para eso de sus amantes era muy cuidadosa, siempre procuraba que no supiese nunca nada, y que no fuese capaz de discernir si tenía o no. Aunque la pobre parecía la ley de Murphy con patas, puesto que antes o después terminaba por enterarme de un modo u otro aun sin pretenderlo por mi parte. Quiero aclarar que ella jamás lo usaba como arma aunque discutiésemos o me daba explicaciones sobre sus movimientos, tan solo me decía si iba a llegar más tarde a casa de lo normal o no. Jamás me daba explicaciones de si era por una reunión, o el porqué de esos retrasos por otro lado relativamente frecuentes y lógicos con motivo de su puesto, supongo que ese era un buen método de enmascararlo a mis ojos.

El caso es que esa tarde además de un mago o ilusionista francamente bueno, también tenía su parte en el espectáculo uno de esos llamados “mentalistas”, que fue donde todo se “lio”. Hizo varios trucos con gente, pidió voluntarios que salieron encantados, y de repente, dijo que el foco señalaría de entre todo el público a su última “victima”, y si, así fue como lo denominó. Y entonces el puñetero foco se fue a parar sobre mí, o mejor dicho, por lo que más tarde averiguamos, la que ocurrió es que se fue a averiar en el momento en que su luz me apuntaba a mí, quedándose allí fijo, y una vez ocurrió eso, no le quedó más remedio que seguir con el espectáculo, sacándome al escenario. Como todo hombre que se precie le asegure en voz baja cuando dijo de hipnotizarme, que no podría, pues en mi eso era del todo imposible…

Lo siguiente que recuerdo es despertarme en su camerino, con un doctor comprobando mis signos vitales y la cara de mi esposa mirándome a mi lado expresando lo que me pareció una honda preocupación por mí, lo que francamente me sorprendió un tanto. Como supongo que os preguntareis que paso, os contare lo que a mí me dijeron cuando hice esa misma pregunta. El mentalista me hipnotizo al tercer chasquido de sus dedos, me hizo hacer el ridículo un ratito sobre el escenario, incluso cantar, que a mí se me da de pena y me genera una vergüenza tal que hasta sarpullido me sale. El problema vino a la hora de despertarme, que no hubo forma, y según mi esposa lo intento un buen número de veces. Dio por terminada la función como si aquello fuese parte del espectáculo sin conseguir que volviese en mí, mientras que sus colaboradores me llevaban a su camerino.

Una vez allí estuvo según parece empleando todo lo que sabía para sacarme de ese estado, pero sin mucho éxito, incluso una de las veces que lo intento me caí a plomo sobre el suelo golpeándome la cabeza con fuerza, el chichón fue de cuidado. Intento influenciarme con mil cosas para tratar de que mi mente reaccionase, que si sería un hombre seguro, que si me vería más guapo, que si sería más duro, que si más delicado, que si sería un pusilánime, que si no aguantaría ofensas, que si… En fin, que trato por todos los medios de que aceptase cualquier cosa, cualquier orden con tal de poder llegar a mi mente y despertarme, por lo que luego me diría Ana. Al final terminaron llamando a urgencias por si es que me hubiese dado algo, un ictus o el mismo golpe me hubiese afectado y ya no fuese únicamente por la hipnosis. Según Ana, cuando desperté de repente y por las buenas, ya habían pasado casi tres horas desde el fin del espectáculo, y los médicos de la Uvi estaban preparándome para llevarme a toda prisa al hospital más cercano.

Cuando repentinamente abrí los ojos y acto seguido para sorpresa general me reincorpore como si nada, todos pensamos que ya estaba arreglado. Como dijo el médico del a ambulancia, cada uno a su casita y a seguir con la misma vida que llevábamos antes aunque yo debería de ir a ver a mi medio de cabecera cuanto antes para que me viese, y en caso de notar algo raro directamente al hospital, a urgencias. Como digo el doctor presente me mando que me hiciese pruebas en mi médico, aunque también dijo que aparentemente todo estaba en orden… Pues no, aunque aún no lo sabía y no era consciente de ello en esos instantes, yo había cambiado, y mucho más de lo que nadie se hubiese podido imaginar. No sé qué haría ese hombre, ese mentalista, que manipularía en mi mente, que el viejo Aquiles desapareció, y en su lugar quede yo, quien soy ahora, digamos que en muchos aspectos el polo opuesto del anterior.

No penséis que tras algo como esto cambie de repente, que no, creo que más bien mis cambios se fueron produciendo a base de “calambrazos mentales”. He llegado a la conclusión personal, que a lo largo de un espacio de tiempo, se fueron produciendo hechos en mi vida, que de algún modo “tocaron” en mi mente lo que fuese que aquel mentalista me hiciese, provocando con esos “cortocircuitos” que lentamente me fueron cambiando como persona. Por fortuna estos no siempre fueron de un modo tan “brusco” o “salvaje” como el día que me ocurrio con mi jefe. Cambio que por cierto ya os contare, y fijaos bien que digo, no siempre. De regreso a casa en el coche, en el de mi esposa por supuesto, ya que era muchísimo mejor que el mío, el suyo acorde a su sueldo y el mío a lo que yo cobraba, con eso ya lo digo todo. Bueno pues como decía, de regreso a casa, lo más dulce que mi mujercita me llamo fue “imbécil” o “débil mental”, yo por mi parte solo pude, como siempre por otra parte, balbucear disculpas y tratar de pasar desapercibido cuanto antes.

Como dije, el viejo Aquiles desapareció y nací yo, pero eso no fue algo de un día para otro, no, ni mucho menos, fue algo paulatino, lento, aunque en muchas ocasiones, también sorpresivo, un ejemplo fue con mi jefe directo en el trabajo. Yo empecé allí tres años antes a prueba, a los cinco meses deberían de haberme removido de mi puesto a otro más importante que quedo libre, acorde con mi trabajo y mi modo de funcionar, en ello también se hubiesen visto reflejados mis emolumentos, cosa que no pasó, pues ese puesto fue ocupado por un amiguete de mi jefecillo directo. La empresa en la que trabajo se dedica a la publicidad, y soy una especie de oficinista grabador de datos o algo semejante, digo esto porque la realidad es que casi, casi se puede decir que hago de todo, por lo que no tengo nada claro que es lo que realmente soy.

Estudie la carrera de informática con unas notas espectaculares, pero desde que me case, y confieso por no estar tanto tiempo aburrido en casa, hice varios cursos de todo tipo incluso de tres en tres, de económicas, de contabilidad, gestión de recursos, hasta electricidad o fontanería… Pero principalmente me dedique a todo lo relacionado con la dirección y organización de empresas, que era lo que más me interesaba. Mi mente pese a mi forma de ser, siempre fue privilegiada, mis notas eran deslumbrantes, pues lo único que me hacía falta si algo me interesaba, era verlo una única vez para que no se me olvidase más, en esos cursillos me pasaba igual, iba a clase o leía libros al respecto y era como una esponja absorbiendo agua, por ello directamente empalmaba los diferentes cursos. Bueno, por eso y porque me permitía también escaparme de casa y de mi mujer, ya que lo único que me atraía de allí era mi hija y prácticamente entre comer, y dormir de la pequeña o los horarios en su primer año apenas podía verla salvo los fines de semana, en que disfrutaba de ella todo lo que podía y más.

Ahora volvamos a mi jefecillo y a mi “cambio” con él. Veréis, ocurrió a los tres o quizá al cuarto día después de lo del teatro, la verdad es que eso sí que curiosamente no lo recuerdo bien. Estaba esperando al ascensor con una carpeta que tenia de devolver a archivo en la planta de arriba, cuando mi jefe paso por mi lado, y dándome una fuerte colleja que casi me desnuca, me dijo que quería verme en cuanto dejase lo que llevaba en las manos porque según él, era un inepto que no sabía hacer la o con un canuto y donde mejor estaría era en la cola del paro…

Si, como habéis leído, me dio una colleja, y no he dicho lo más fuerte que me llamó, porque prefiero omitirlo por vergüenza ajena. El caso es que en mi cerebro en ese momento algo debió de hacer cortocircuito, porque recuerdo como en una nebulosa haber subido, entregado la carpeta, firmado la entrega, bajado de nuevo, haberme hecho con ciertas imágenes de una cámara de seguridad y dirigirme directamente al despacho de mi jefecillo. También recuerdo haber entrado sin llamar, haber cerrado tras de mí, para después dirigirme a los ventanales de su despacho y cerrar las láminas de las persianas. Todo esto mientras el tipo se ponía de pie dándome gritos e imprecándome, con insultos, etc… Una vez todo cerrado, rodee su mesa y alce mi mano izquierda, el revés restallo en la oficina como si fuese el sonido de un látigo golpeando la carne, mi jefecillo fue a caer directamente sobre su sofá de “grandísimo jefe” con el labio partido y empezando a echar sangre por el mismo.

Lo siguiente que veo es mi mano derecha sujetándolo por el cuello, cerrándose mis dedos sobre su tráquea y apretársela, dejándole sin poder respirar durante unos buenos segundos, mientras con sus manos trataba desesperado de soltarme de allí. Luego escuche mi voz como procedente de muy lejos…

  • Me has golpeado en el descansillo y ante las cámaras de seguridad, imágenes con las que me he hecho. Si no quieres verte en la calle por ello me vas a escuchar atentamente y harás exactamente lo que te voy a decir. Tienes una semana para promocionarme por encima de tu amiguete Mario en cualquiera de los tres puestos que ahora mismo hay vacantes y en cuya decisión tienes voz –tras ello solté su cuello.
  • Estás loco, pagaras esto… -jadeo buscando oxígeno, y plas, dos nuevos guantazos alcanzaron su cara haciéndole callar en el acto.
  • Habla solo cuando yo te pregunte o te diga que hables. Recuérdalo, tienes una semana. Hazlo como quieras, pero si no tengo una promoción adecuada en ese plazo te voy a buscar, y tras “hablar” contigo, me quedare con tu puesto, pues no creo que después de esas imágenes vuelvas a poder trabajar nuevamente en lo que te quede de vida, ¿lo tienes claro?

A la vez que hice aquella pregunta, vi como mi mano se cerraba sobre su dedo índice, y se lo giraba rompiéndoselo, sonó un desagradable Crack y luego un chillido de su parte, parecía un cerdo al que estuviesen matando. Salí del despacho pidiendo a un compañero que avisase solicitando a botiquín del edificio que subiese alguien pues el jefe se había caído y creía que se había roto algo, luego me senté en mi mesa para seguir trabajando mientras tras de mí, mi palidísimo jefe salía del despacho con un lado de la barbilla lleno de sangre del labio y sujetándose la mano con su dedo roto.

Y no, pese a lo que podáis presuponer, ni me denuncio, ni se volvió a cruzar más en mi camino, y a la semana tal como amablemente le había solicitado, me habían encajonado a presión dentro de uno de los grupos creativos de la empresa. No es que estuviese exactamente por encima del tío que ocupo mi merecido ascenso o que fuese uno de los tres puestos que quería, pero sí que en un plano económico, desde luego pase a ganar bastante más que él. Y posiblemente más importante, no tendría que volver a tratar directamente nunca más con mi antiguo jefecillo, de modo que sospeche el porqué de ofrecerme ese preciso puesto, que por cierto, también me servía. Además, tuve la gran suerte de que al no necesitar modificaciones de contrato, sino que con un cambio en la nómina bastase, mi horario de trabajo, no sufriese cambios.

No penséis que tras algo como esto cambie de repente en ese aspecto, que no, mis cambios como ya dije se fueron produciendo del mismo modo que lo sucedido con mi jefe, si bien es cierto que fue progresivo a medida que los “calambrazos mentales” se iban produciendo, lo cierto es que llevo su tiempo en hacerlo en el conjunto y contexto general de mi persona. Digo esto, porque he llegado a la conclusión personal, que a lo largo de un espacio de tiempo, se fueron produciendo hechos en mi vida, que de algún modo “tocaron” lo que fuese que aquel mentalista me hiciese, provocando con esos “cortocircuitos” que lentamente me fueron moldeando la personalidad nuevamente, cambiándome, aunque no siempre de un modo tan “brusco” como con mi jefe, y fijaos bien nuevamente en que digo, no siempre, porque lo de mi jefe no fue de los peores precisamente, aunque si especialmente violento.

Mi siguiente “tropezón” con mi personalidad, fue por una de las cosas que mi putísima esposa encontraba más divertidas, aunque a mí como creo que ya habréis supuesto, ni repajolera gracia me hacía. Como regla general, cualquier cosa que a ella le pareciese divertida relacionada conmigo, a mí del mismo modo, no me lo hacía ni por casualidad, pero como dije al principio, en nuestro matrimonio, mandaba ella, llevaba media docena de pantalones puestos, si me permitís la pequeña broma con el dicho. La siguiente cruzada de cables ocurrió con los conjuntitos de ropa interior de mi esposa, la cual encontraba de lo más ocurrente que fuese yo quien se los comprase, y luego llevase a casa. Y no, no penséis raro, ella me decía el modelo, tipo, color y talla que tenía que comprar para que le llevase exactamente lo que deseaba, incluso algunas veces tenía la desfachatez de mandarme una foto del mismo al móvil para evitar que el “estúpido de su marido” llevase el que no era o lo que era aún peor, dejarlo encargado para que yo pasase simplemente a recogerlo y por supuesto, pagar, eso sí, vistos los precios, con su dinero claro.

Veréis, al principio de nuestro matrimonio, tras el parto y recuperar por completo la figura, me llevo por primera vez de compras a aquella tienda exclusivamente dedicada a lencería femenina. Las tres primeras veces creo que me puse de todos los colores, una de las dependientas, que luego me enteraría que era la dueña, una morena de unos 34 o 35 años, tonteo conmigo ante Ana en plan de broma, yo me lo tome en serio y pase el mayor apuro de mi vida. Como un mes después, por circunstancias me envió a mí solo a por un conjuntito por primera vez, llegue casi a la hora de cerrar, en esta ocasión a la mujer esta que digo, solo le faltó restregarme los pechos por la cara. No penséis que no se lo conté a mi esposa, que sí, y lo que conseguí es que se pusiese como una burra en celo, pero por aquel entonces, yo era bastante pazguato en todo lo referente al sexo, tenía una polla de buen tamaño y grosor, pero no tenía ni puta idea de usarla o de sacar partido a una mujer, fue mi querida y muy putísima esposa quien me enseño como hacerlo.

Desde ese día, la muy hija de su madre, cada vez que me mandaba a comprarle algún conjuntito, procuraba que fuese al límite del cierre del negocio, para que la tipa en cuestión me acorralase, me medio violase casi y me hiciese salir casi corriendo de allí acojonado de ella. Luego en casa, la que sí que me violaba según me veía llegar si ya tenía acostada a la niña, era Ana, quien “me follaba” mientras me hacía repetirle de vivía voz todo lo que esa zorra de la tienda había tratado de hacerme. Como sería la cosa con la dichosa tienda y el corte que todo esto de andar con ropa interior femenina me daba, que aunque yo saliese pronto de trabajar si había gente terminaba por quedarme hasta última hora de su cierre si era necesario con tal de estar "solo" cuando pidiese el "conjuntito" de mi esposa. Bien, un par de días después de lo de mi jefe, mi querida esposa me envió una foto al teléfono y me pidió que pasase a recogerle el conjuntito que previamente había encargado en la tienda. Como podréis suponer, me lo dijo de tal modo que cuando me diese tiempo a llegar, sería prácticamente la hora del cierre, por lo que procure irme a la carrera tratando de ver si por suerte, no hubiese nadie y al no poder cerrar conmigo dentro evitar así el acoso. Porque una cosa si quiero aclarar, el hacérmelo pasar mal, el acosarme, o el restregarse prácticamente contra mí, casi como una gata en celo, solo ocurria si estábamos solos, pero a lo que le tenía verdadero pánico era a cuando cerraba la puerta del comercio dejándome allí dentro aislado con ella… Las pasaba de todos los colores y formas, aunque también tengo que confesar, que alguna que otra paja a su salud, había caído en todo este tiempo para desahogarme, porque tenía un auténtico cuerpazo la muy golfa. Pero siendo así la cosa, prefería no arriesgarme.

Ese día fue como los demás, pero por suerte cuando entré me fui a encontrar que había un cliente masculino al que estaba atendiendo, por lo que simplemente me acerque saludando, y le pedí por favor que me hiciese entrega del paquete que mi esposa había dejado encargado para llevarme. Ni cinco segundos tarde en darme cuenta en que ni de coña me iba a dejar escapar la muy puta tan fácilmente como yo me las prometía, me dijo que tendría que esperar, pues le había llegado hacia poco y tenía que preparármelo para que me lo llevase. Sabía que era mentira, pues la foto de Ana era del conjunto en cuestión y por otra parte, la sonrisita que me dirigió, me hizo temerme un nuevo acoso y derribo por parte de esa loba con piel de corderito feliz que estaba amablemente atendiendo al cliente como si nunca hubiese roto un plato en su vida.

Llevaba su falda justo por encima de las rodillas delineándole perfectamente su figura, cerrada con una fila de botones sobre su pierna derecha, y una blusa azul abrochada casi hasta el último botón, con un suave pañuelo de lo que me pareció seda en el cuello, toda ella muy elegante y discreta. Enseguida entenderéis el porqué de esta somera descripción. El pobre chaval por lo que escuche trataba de conseguir algo para su chica, pero no se concentraba, no podía apartar los ojos de ella…

Cuando termino con el cliente, amablemente le acompaño hasta la puerta, cerrándola y cambiando el rotulo de la misma de Abierto, a Cerrado. Para cuando llegó hasta donde yo estaba, su pañuelo del cuello había desaparecido, su blusa estaba abierta hasta por debajo del canal de sus pechos, que por cierto, según se movían mientras avanzaba, estaba muy claro que el sostén que debía de haber llevado bajo la blusa, también se había esfumado. Y qué decir de la falda, la línea de botones estaba abierta hasta casi medio palmo de su cintura, cada paso que deba mostraba su muslo, ciñendo hasta la mitad del mismo una media de color blanco con la parte superior de la misma de encaje, media que quedaba de aullar sobre su piel tostada por el moreno que lucía, sin duda de rayos Uva.

Cuando se detuvo ante mí, hizo lo que muchas otras veces, pasar su mano sobre mi pecho, y con voz cargada de sugerentes promesas, me invito a que le echase una mano en el almacenillo, ya que tenía el conjunto de mi esposa en una de las estanterías, justo en la parte de arriba, y quería que le sujetase la escalera. La muy zorra sabía que al mirarla y ser más baja que yo, con ese escotazo de vértigo me sería imposible no ver sus pechos, lo que por supuesto provoco mi erección inmediata. La diferencia en esta ocasión, es que al igual que con mi jefe la colleja, en este caso, creo que fue su actitud insinuante tan descarada la que provoco el nuevo cortocircuito en mi cerebro, alterando mi pauta habitual de comportamiento con ella… Normalmente hubiese llevado conmigo a modo de escudo mi maletín con mi portátil, o lo que llevase en las manos en esos instantes, incluso mi abrigo interpuesto sobre mi brazo, sin embargo, en esta ocasión, todo lo que pudiese molestar, quedo sobre el mostrador, marchándome de inmediato tras el espléndido y apreciablemente durísimo culazo de la morena.

Como ya anteriormente me había ocurrido, la morena me hizo entrar ante ella en el almacenillo, donde había un par de sillones acolchados largos, en cualquiera de ambos si podía uno echar tranquilamente un sueñecito llegado el caso. Las paredes, e incluso encima de la puerta, pues los techos son altos, estaba lleno completamente de estanterías repletas de cajas con conjuntos de las mejores marcas y diseñadores de complementos íntimos femeninos. La muy zorra de Abril, pues así es como se llamaba, como el mes, me pidió ayuda para subirse a la escalera sin peligro, en cuanto me acerque a sujetársela, ella empezó a ascender peldaños lentamente, como si tuviese miedo de caerse, si miraba para arriba tenía una privilegiada vista de su más recóndita intimidad, apenas tapada por un diminuto tanga blanco, sin duda, a juego con las medias y el sostén desaparecido. Cuando recogió la caja con el encargo de mi esposa, me recalco que por favor, tuviese cuidado no fuese a caerse, que vigilase que no se le quedase alguno de sus tacones enganchado con un peldaño, lo que me obligaba a mirar hacia ella. Cuando casi llego a mi lado, situándose lentamente ante mí, se llevó la primera de las sorpresas de la noche ya que no me quité como si mordiese… algo que ya había hecho anteriormente en esta misma situación.

Normalmente la hubiese dejado descender al suelo, sin embargo no me moví, haciendo que se quedase bloqueada en la escalera de espaldas a mí, en eso aproveche para soltar una mano de la escalera y sacar del bolsillo del pantalón el teléfono móvil. Usando el pulgar acudí a la agenda, marcando el número de casa, contestando mi esposa al cuarto tono con su habitual “dígame”.

  • Cariño, soy yo, cena tú y acuéstate, no me esperes porque llegare tarde… Por cierto, no te preocupes, que te llevare tu conjuntito… -tras eso sin esperar contestación colgué.
  • ¡¡¡Com…!!! –fue lo único que llegue a escuchar de mi esposa mientras colgaba.

Para que nadie se extrañe, os diré que lo que hable con mi esposa era palabra por palabra lo que ella solía decirme a mi cuando se retrasaría, ni más, ni menos. Yo normalmente le contesto con un escueto “vale” y un “cuídate”, que algunas veces digo al vacío pues como en este caso yo, me corta sin dejarme hablar. En mi caso, lo hice porque tenía prisa por follarme a esa calienta pollas que tenía bloqueada en la escalera, y no os creáis que pese a solo estar jugando conmigo es que no estuviese excitada. La muy perra tenia los pezones como escarpias y desde abajo pude distinguir como de mojadita tenía la tela de la tanga que protegía su coñito. Tenía muy claro que mi aparente falta de respuesta ante ella, mi forma de huir, de salir corriendo empalmado, de huirla como si fuese el diablo, la ponía a tono según me veía llegar por la puerta, y en esta ocasión, debido a lo sucedido en aquel teatro, se iba a quemar viva.

Le quite el paquete de las manos, dejándolo caer con cuidado al suelo a mi lado, después la ayude a bajarse de la escalera peldaño a peldaño, justo hasta que su culo quedo ante mi polla, que ya mas tiesa no podía estar. Mis manos abandonaron la escalera para ir a por sus pechos, le desabroche los tres únicos botones que aun cerraban su blusa, intento impedirlo y se llevó sendos manotazos que provocaron que se quedase quieta, estática, mientras mis dedos se centraban en sus pezones, para cuando quiso reaccionar a mis caricias, ya estuvo perdida. Con sus pezones entre mis dedos índice y pulgar, acariciándolos, apretándolos o frotándolos entre los tres como si fuese girando la rueda de un dial, empezaron a provocarla que gimiese, que su cuerpo temblase y que sus pechos cada vez estuviesen más duros, su culo empezó a restregarse levemente contra mi polla, yo a mi vez también inicie a tallarla del mismo modo.

Aprovechando esa posición, de espaldas a mí, use mi mano derecha para introducirla por entre el corte de su falda y tirar de su tanguita hacia abajo, no lo impidió, no dijo nada, ni siquiera cuando mi mano, una vez libre de obstáculos se centró en acariciar su raja. Use su flujo para lubricar mis dedos, cuando considere que ya estaban listos, el índice y el corazón fueron directos dentro de su coño, mientras mi pulgar con mucho cuidado se centraba sobre su clítoris, empezando una suave caricia que lo iba excitando rápidamente. Tan solo cuatro minutos después, su falda estaba enrollada en su cintura, ella con las piernas abiertas al pie de la escalera, sujetándose con sus manos con fuerza a las barras laterales de sujeción de la misma, mientras mi polla con su correspondiente preservativo puesto, se introducía de una sola vez hasta lo más profundo de su coño, arrancándola un grito de placer al sentir como la abría en canal de una sola vez.

Empecé a follármela con fuerza sin darle tiempo siquiera para que se acostumbrase al tamaño y grosor, pero no solo eso, sino que mis tres manos estaban completamente centradas en torturar su pezones, tironeándolos y apretándoselos con fuerza, arrancándole de vez en cuando algún que otro gemido de dolor entre todos los de placer que estaban escapando por su garganta. Seguí dándole como si me fuese la vida en ello, la realidad es que quería que se corriese cuanto antes, necesitaba que alcanzase un orgasmo cuanto más arrollador mejor, todo para lo que en realidad estaba deseando hacer con ella, que era romperle ese culo tan duro que tenía, un culo cuyo movimiento siempre me había puesto a mil, y que nunca hasta ese momento, soñé siquiera que podría llegar a ser mío.

Me llevo muy pocos minutos que se corriese literalmente por las patas abajo, estaba la cabrona salida como una perra. En cuanto le alcanzo el orgasmo y vi como empezaba a temblar me acople mejor, solté sus pechos para sujetarme con fuerza al pasamanos de la escalera contra la que Abril estaba. Cuando estuve listo, saque mi polla de su coño, alzándome un pelín, metiendo mis pies contra los suyos, obligándola a abrirse un poco más de piernas, de ese modo la forcé a bajar su altura y sacar algo más su trasero, cuando se dio cuenta de lo que pretendía ya era demasiado tarde. La cabeza de mi pene se situó en su entrada trasera, justo sobre su agujerito y empecé a apretar, a empujar, fue entonces cuando se dio cuenta de lo que ocurria y trato de escaparse, de revolverse. Como respuesta por mi parte, lo que hice fue, una vez mi glande empezó a forzar su entrada fue apretar con fuerza, dando un seco y duro caderazo que llevo mi polla hasta la mitad a su interior, provocando que Abril soltase un grito de dolor.

Justo en medio de ese grito di un segundo caderazo, introduciéndosela hasta los huevos, que fueron a chocar contra los cachetes de su culo. Empecé de inmediato a follarme ese precioso y duro culo mientras besaba el cuello de una sollozante Abril, cuyas mejillas estaban surcadas de lágrimas, lo cual duro casi diez minutos de castigo para mis piernas, transformándose lentamente su dolor en placer, especialmente cuando mi mano derecha se fue a centrar sobre su coño, follándoselo con tres dedos mientras el pulgar se encargaba de su cada vez más inflamado clítoris. Cuando vi que estaba a un paso de correrme en su culo, acelere el ritmo del pulgar mientras centraba mis dedos dentro de su coño en su punto G, arrancándole un orgasmo bestial tan solo unos segundos después del mío…

Tras levantarla en brazos pues no podía ni con su alma, la deje sobre uno de los sofás tumbada jadeante y muy dolorida. Me quite el preservativo haciendo un nudo con él y guardándomelo con cuidado envuelto en un pañuelo de papel. Recogí la caja de mi esposa, me acerque a Abril dándole un beso en los labios, diciéndole al oído, que la próxima vez que fuese a por algo de mi esposa, esperaba que tuviese su coñito completamente depilado y con la piel suave como la de un niño para que volviese a follármela otra vez. Después de ello me marché, tirando el condón usado en una papelera de la calle, preferí hacer eso como precaución, no fuese a querer armarme alguna la zorrita de Abril, pensé que hombre precavido, vale por tres. Tras montarme en el coche y arrancar, puse de inmediato rumbo hacia mi casa… donde estaba más que seguro que me esperaba aun despierta la puta de mi esposa, pues no había tardado con Abril tanto como pensaba.

CONTINUARA