Cambio de parejas con mamá

Llevé a mamá a una sala de fiestas de moda en Madrid, pero el local hacía a todo, inclusive a cambio de parejas. Al principio me dio morbo ver como le metían mano a mamá, pero me sentí celoso y fui yo quien la trajinó.

Cambio de parejas con mamá.

Llevé a mamá a una sala de fiestas de moda en Madrid, pero el local hacía a todo, inclusive a cambio de parejas. Al principio me dio morbo ver como le metían mano a mamá, pero me sentí celoso y fui yo quien la trajinó.

Mi madre es una mujer de cincuenta y pocos años que está cañón así que no es de extrañar que al salir a la pista de baile más de uno quisiera trajinarla. Al principio me dio mucho morbo ver a mi madre triunfando y disputada por admiradores que pugnaban por meterla mano, pero cuando vi que uno de ellos se sacaba la polla y se la intentaba meter y que mi madre, lejos de protegerse colaboraba para que se la metieran, me sentí muy celoso, aunque finalmente fui yo mismo quien se la metió a mamá.

Hola, soy Santiago, tengo veinticinco años, vivo en Madrid en casa de mis padres y trabajo en la empresa de la que mi padre es propietario. Mi padre tiene cincuenta y cinco años y una de sus aficiones es el fútbol, siendo presidente de un equipo que milita en las divisiones modestas, lo que le implica que algunos fines de semana, dependiendo de con quien le toque jugar al equipo, se desplace fuera de Madrid y pase el fin de semana fuera.

Mi madre tiene unos años menos que mi padre, es una mujer muy casera, se relaciona poco, tiene pocas amigas y las pocas veces que sale, lo hace por compromiso o sale conmigo con quien mantiene una relación más allá de la clásica relación madre hijo. Más allá sólo en el aspecto de amistad, es decir, a menudo nos intercambiamos confidencias, pero intrascendentes.

A pesar de su carácter casero, a mi siempre me ha parecido que mi madre oculta una doble vida o una doble personalidad. Es una mujer culta que dejó su profesión de bellas artes porque en casa el dinero no hacía falta. También es una mujer que domina Internet, que lee mucho, que se cuida esmeradamente y que viste a la última. Todo ello para qué, me he preguntado más de una vez, aunque en ese aspecto mi madre es impenetrable, no hay quien llegué a su intimidad.

Cierto día me preguntó si conocía una sala de fiestas determinada de Madrid. Le dije que no, que nunca había estado en ese local, pero que si quería que podíamos ir cuando ella quisiera.

-¿Éste sábado te vendría bien? Tu padre no esta y podíamos ir allí después de cenar.

Y en esas quedamos. Mi padre tenía que ir con su equipo de fútbol y pasaría la noche fuera. Llegamos a la sala de fiestas como a eso de las once y media de la noche y nos recibió una relaciones públicas que nos propuso acomodarnos en la sala que ellos llamaban con un nombre que no entendí, de modo que asentimos y nos dejamos llevar. El local se veía que era enorme y tenía varios apartados o salitas. En la que a nosotros nos acomodaron era recoleta, con una pequeña pista de baile y con una capacidad de no más de una docena de mesas, las cuales estaban casi todas ocupadas. Antes de dejarnos la chica, nos dijo que en media hora cerraban la puerta y comenzaba la función.

Un camarero nos sirvió unas copas y nos acomodamos en la mesa. La salita estaba casi ocupada en su totalidad, quedaban tan sólo un par de mesas libres, las cuales no tardaron en ser ocupadas. Se ve que habíamos llegado justo a tiempo, pues al cabo del rato cerraron la puerta, el camarero nos dijo que teníamos la barra libre, una pequeña barra al lado de la puerta de entrada de la sala con algunas botellas de licores, bebidas refrescantes y taburetes para sentarse en torno a ella.

Nada más cerrar la puerta y salir el camarero la luz se atenuó hasta casi quedarnos a oscuras y la música se lentifico. Aún dio tiempo a que algunas parejas más entrasen y se acomodasen en torno a la barra, el aforo estaba al completo y las primeras parejas salían a la pista a bailar.

Bueno, lo de bailar es un decir, porque a lo que salían a la pista de baile era a abrazarse y a sobarse, aunque eso si, cada mochuelo en su olivo, es decir, cada pareja con su cónyuge. Mamá y yo estábamos de lo más tranquilos, aunque no perdíamos detalle de cuanto sucedía en la sala, y lo que comenzaba a suceder es que los magreos entre las parejas iban poco a poco a más.

Primero algunas tetas se salían de las cazuelas de los sujetadores y quedaban a la vista, luego alguna falda se subía hasta dejar ver las bragas, pero lo que más nos llamó a atención fue una pareja mayor, quizás de los mayores de la sala y que estaban sentados a nuestro lado. En medio de la pista el caballero le subió la falda a su esposa, la sujetó a la cintura y le bajó las bragas hasta casi la rodilla. El culo de la señora centró las miradas de la sala, pero se ve que su marido aún quería más, y lo que hizo a continuación nos dejó fascinados a mamá y a mí.

El hombre abrazó a su esposa por la espalda y se acopló entre sus nalgas. Como pueden suponer lo que ahora exhibía su esposa era todo su chumino al aire, aunque ellos ni se inmutaron, seguían una especie de baile ritual erótico para deleite de toda la sala. El hombre descaradamente estaba exhibiendo a su esposa y ofreciéndola a la concurrencia.

A mamá no le pasó desapercibida la intención del esposo y me dijo que aprovechase la situación. Yo estaba de lo más cortado y no me atrevía, pero al ver que el marido, en un alarde de exhibición erótica pasaba sus manos por el chocho de su esposa para animar a los espectadores, me levanté y me fui directamente hacia ellos.

La esposa enseguida me abrazó y así nos quedamos bailando: su chocho contra mi polla y el esposo empujándola a ella por el culo para que se pegara al máximo contra mí. Joder que pasada, tenia entre mis brazos a una señora mayor, pero de muy buen ver, su chocho sin bragas se restregaba contra mi entrepierna, sus tetas en un momento que no puedo precisar se salieron de su cazuela y estaban desnudas entre mi pecho y el marido susurrándole al oído a su esposa: Te la van a meter querida, te la van a meter.

La ocasión la pintan calva y dudo mucho que se me presentase mejor ocasión de metérsela a una señora de buen ver, pero la situación me rebasaba, porque además de todo esto, la pista se había llenado de parejas bailando, sobándose, metiéndose mano, restregándose, follándose en fin, aunque lo que mas me llamó la atención fue ver a mamá en un rincón de la pista abrazada por un tío. Eso hizo que toda mi atención se volcase en ver qué hacía mamá y tomé la determinación de dejar a la señora con su chumino al aire y regresar a mi mesa para no perder detalle de cuanto sucedía en torno a mamá.

A todo esto decirles que nada más dejar a la señora con su chocho al aire, inmediatamente fue cubierta, en el más amplio sentido de la palabra, por un señor que tenía muy claro lo que quería hacer y que no era otra cosa que dar satisfacción a los deseos del marido, es decir: follársela.

El hombre, nada más darse cuenta que su santa esposa había sido penetrada, se marchó de la pista y se sentó en su mesa, que como les dije anteriormente estaba al lado de la nuestra, y así estábamos los dos, yo mirando a su esposa y a mi madre y él mirando a su esposa y a mi madre.

-¿Es una amiga? Me preguntó el señor al darse cuenta de la diferencia de edad entre ambos.

-No, es mi madre- le dije al hombre.

-Joder que bueno, vienes a ver como se follan a tu madre-

-Lo mismo que usted que viene a ver como se follan a su esposa- le dije molesto, porque estaba viendo que lo que decía iba a ser cierto, se iban a follar a mamá.

O mejor dicho, se estaban follando a mamá, porque enseguida vi que el tío que bailaba con mamá la puso contra la pared de la pista de baile, le bajó las bragas y se la metió. Yo estaba alucinado, a mamá se la estaba tirando un desconocido y ella no ponía ni la más mínima resistencia, es más, diría que lo que hacía era facilitar su follada.

Al inicio el morbo era de antología pero pronto el morbo se convirtió en una especie de celos y excitación y me entraron unas ganas locas de ocupar yo el puesto de aquel desconocido. Y se ve que la suerte ese día estaba de mi lado, porque el buen señor al ratito se estaba corriendo y mamá al darse cuenta se lo quitó de encima al instante.

Yo no perdí ni un segundo en levantarme como un resorte de la silla y correr a ocupar el sitio que había quedado libre entre las piernas de mamá. Ella al darse cuenta de quien era su nuevo galán, se relajó y se dejó medio desplomar sobre mis brazos, aunque ni se subió las bragas ni apartó su espalda de aquella pared sobre la que se apoyaba cuando se la estaban metiendo.

Si quieren que les sea franco, yo no daba crédito a cuanto sucedía esa noche en aquella sala donde el trasiego de intercambios de parejas era incesante. A la señora de mi vecino de mesa ya se la estaban metiendo un par de tíos, uno por el chocho y otro por el culo.

Las demás parejas hacían lo que podían, unos sobaban, otros metían mano y los más follaban descaradamente, aunque eso si, todo muy civilizado: señor me presta su señora, señor podría ocuparse por un rato de mi señora, señora le importaría que mi marido se la metiese, señor le importaría bajar las bragas a su esposa para palpar su chochito, señor háganos usted el favor y siéntese a ver como nos follamos a su esposa, aunque la frase que más me excitó fue cuando un tío se acercó a nosotros y me dijo al oído:

¿Te vas a tirar a tu madre o quieres que me la tire yo? Joder ya éramos conocidos entre la sala, pero mi respuesta fue contundente:

-No, muchas gracias, quiero tirármela yo antes-

Y a eso me dediqué los minutos siguientes, a tirarme a mamá. Lo primero explorar y toquetear todo su cuerpo, sus nalgas apretadas, sus tetas firmes, su chumino bien mojadito, sus labios sensuales y carnosos. La besé, le metí la lengua en la boca y nos intercambiamos fluidos, después sus tetas, las besé, las lamí, las mamé con apasionamiento, con delicadeza, casi con reverencia... y después al chocho.

No podía ni creérmelo, tenía entre mis manos la raja del chumino de mamá y ella se dejaba tocárselo con excitación. Mamá estaba salida como una burra y ahí comenzaron las confidencias que nunca antes me había confiado.

-Estoy hambrienta de sexo, tu padre me tiene abandonada y me cuesta mucho encontrar quien me la meta- me dijo casi suplicándome que se la metiera.

-¿Papá no te la mete? Le pregunté intrigado.

-Tu padre prefiere chuparle la polla al entrenador. Un día le pillé con la polla del entrenador en la boca mamándosela y desde esa hemos perdido la confianza- me confesó a la vez que me meneaba la polla y la depositaba en la rajita de su chumino.

Yo no hice más que empujar un poquito y se la colé toda dentro. Mamá se retorcía, yo me arqueaba para metérsela más y más dentro. Le agarré la cara, le miré a los ojos y se la metía y se la sacaba, se la metía y se la sacaba, se la metía y se la sacaba, pero sin dejar de mirarle sus ojos, su cara, no dejó ni un momento de sonreír, de relamerse, de apretar sus nalgas cada vez que empujaba.

Imposible poder precisar cuanto tiempo estuve metiéndosela, pero lo que si que puedo precisar es que cuando se corrió, un orgasmo seguía al otro. Se estuvo corriendo durante un buen rato, pero cuando yo eyaculé dentro del chumino de mamá ella casi se vuelve loca. No, a ella ya no le quedaban más orgasmos para correrse, pero la satisfacción de sentir dentro de su chumino la leche que le entraba a borbotones casi se desploma de satisfacción.

Poco a poco nos fuimos calmando. Ella consiguió erguirse y aún apoyada sobre la pared me miró sin decir nada pero con cara de suma satisfacción. A nuestro alrededor la pasión aún no decaía y quien más quien menos buscaba un chumino donde meterla. No tardó en acercarse un señor a nuestro lado para pedirme permiso para metérsela a mamá. Yo la miré y la encontré totalmente satisfecha, pero me dio a mí que aún se tomaría un postrecito más. Me aparté y el señor ocupó mi lugar y se la metió a mamá.

Yo me fui a nuestra mesa donde nuestro vecino ya había recuperado a su esposa. Me miró y yo les miré, los vi relajados aunque la señora aún mostraba cierta tensión.

-No querrá usted terminar la faena- me preguntó inquieto por la respuesta.

-Si que me gustaría, pero temo que no daría la talla- le dije insinuándole que tenía la polla flácida.

-Por eso no hay problema- me dijo, a la vez que le hacía una señal a su esposa, ella se agachaba, me sacaba la polla y me hacía una mamada.

Joder que pasada, en medio minuto volvía a estar empalmado. La esposa no estaba para perder más tiempo, se sentó encima de mí y se clavó mi refortalecida polla para a continuación comenzar un sube baja, inclusive ayudada por su marido, que temía que su esposa se cansase antes de correrse nuevamente.

Yo sentía como su esposo la ayudaba por detrás de mí a subirse y bajarse sobre mi polla, pero si quieren que les diga la verdad, estaba más atento mirando como el señor que se había quedado metiéndosela a mamá se la tiraba a conciencia. Se ve que mamá flotaba por todo lo que la estaba sucediendo y no tenía ninguna gana de perderse nada de nada, porque la verdad es que al rato vi que se hacían el relevo. Otro señor que estaba con su pareja codo con codo con mamá compartiendo pared, se la sacaba a su esposa y la metía en el chocho de mamá a la vez que el que estaba con mamá se la metía a su esposa.

Disfrutaba de ambas cosas a tope, de ver como se la metían a mamá y de sentir como la esposa de mis vecinos se corría con mi polla metida hasta la garganta. Ahí, en ese momento pude disfrutar de algo muy tierno y delicioso: mientras la esposa estaba presa de los estertores de la corrida, su marido la besaba con mimo y le decía cosas que sólo una pareja muy compenetrada se podrían decir en tales circunstancias.

Al cabo de las dos horas ya, quien más quien menos, se había metido su par de polvos y el ambiente cambió radicalmente, Todos se volcaban sobre la barra buscando su Cuba Libre, las luces se hicieron más intensas y la concurrencia disfrutaba de ver a sus parejas y amantes ocasionales departiendo y tomándose un refresco.

Mamá y yo salimos al poco y nos fuimos a casa. Me invitó a que me acostara con ella esa noche. Yo acepté porque me apetecía mucho abrazarme a mamá y dormirme entre sus brazos. Ya de mañana quise levantarme, pero mamá aún me retuvo entre sus sabanas y pude disfrutar de un postrer encuentro con su chumino, nada que ver con los de la noche, pero queridos lectores, un encuentro con el chumino de mamá es un encuentro con la tierra del paraíso.

Pancho Alabardero alabardero3@hotmail.com