Cambio de carpas

bebitaBuena se aventura en un intercambio de carpas entre dos parejas muy diferentes, en una noche en la playa, que traerá consecuencias con las que ninguno contaba

Cambio de carpas.

Cuando entramos en mi carpa, Massiel temblaba, pero sabía que no había marcha atrás, ya la había besado y tocado al punto en el que una mujer no puede resistirse. Suavemente la conduje de la mano al colchón de aire que tendido en la arena nos esperaba. De rodillas ante ella comencé a quitarle el vestidito playero mientras con palabras tiernas la tranquilizaba.

-Tranquila mi niña, no te forzaré a nada, sólo haremos lo que tú quieras.

Acariciando su cabello con mis manos llegué a su cuello y comencé a desatar el lazo de su traje de baño, lo sostuve por un momento para lentamente dejarlo caer hasta descubrir sus preciosos senos pequeñitos, blancos, de pezones rosados. Llevé mis manos hasta ellos y con la palma comencé a hacer circulitos, con lo que los pezones se irguieron más de lo que estaban. Acerqué mi boca y los lamí despacio, succionándolos, para luego darle pequeños mordisquitos.

Mis manos estaban ya en su cintura, paseaban de su vientre a sus caderas preparándola para el contacto que se avecinaba. Fui sacando el bikini poco a poco mientras mi boca volvía a la suya.

Terminé de quitarle el bikini y me encontré un pubis delicioso, con poquito vello, lo palpé y estaba chorreando flujos mezclados con arena, y mientras la acariciaba en su intimidad continué besándola sin dejar que se enfriara o se arrepintiera. Fui descendiendo hasta su vagina, tomé una toalla, la sequé un poco y retiré los restos de arena, acerqué mi boca y comencé a lamerla degustando esa cuquita que aún estaba salada por el agua del mar mientras mis manos estaban en sus pezones, frotándolos. Cuando sentí que estaba a punto de tener un orgasmo subí mi cara a la altura de la suya, y mientras la besaba la penetré.

Comencé a bombearla despacio, haciendo círculos con mis caderas, tomé sus muñecas con mis manos como para que no se me escapara, cosa que de todos modos sabía que ella no haría.

Estaba como loco cojiéndome a esa jovencita, hacía mucho tiempo que no estaba con una mujer que me hiciera sentir lo que sentía con ella. A los pocos minutos noté por sus movimientos y su respiración que estaba teniendo un orgasmo y no pude más o no quise seguir conteniéndome.

Cuando estaba por acabar le dije al oído: "voy a acabar, reina, te voy a llenar tu cuquita". Y descargué toda mi leche en su interior.


Mi esposa y yo siempre fuimos una pareja muy abierta, desde que la conocí por unos amigos en común supe que había encontrado a la mujer con la que quería pasar el resto de mi vida, que me permitiría disfrutar de otras mujeres y que ella a su vez también tendría otras parejas sexuales. Rosaly, para ese entonces tenía 29 años y yo, Mauricio, 34. Al año de conocernos nos casamos y hemos sido muy felices, éxito profesional y económico, viajes, juegos de azar, y lo que más nos gusta a ambos: intercambio de parejas. Lo único que nos ha sido imposible es tener un hijo, mi amada esposa es infértil o estéril, aún no lo sabemos. Hemos estado tan entretenidos en nuestra divertida vida que no nos hemos propuesto lo que ambos sabemos que nos falta. Hoy contamos con 41 y 36 años, y yo cada vez veo la posibilidad más lejana.

Cansados ya de tantos excesos decidimos irnos un fin de semana a aventurar a la playa. Emprendimos nuestro paseo a Tucacas, en el hermoso estado Falcón, aquí en Venezuela. Pasando de largo por los hoteles y Casinos lujosos, seguimos hasta el Parque Nacional Morrocoy, a pasarnos un sencillo fin de semana, tomándonos nuestro güisquicito y durmiendo en carpa.

Allí los conocimos, era una joven pareja que andaba al igual que nosotros, intentando reavivar su matrimonio. Su carpa estaba al lado de la nuestra, y pidiéndonos favores y nosotros a ellos, comenzamos a entablar una conversación cargada de sinceridad y espontaneidad.

Pedro, joven apuesto y con muy buen cuerpo, nos contó que tenía 25 años, y su esposa Massiel tenía 20. Apenas la vi me fascinó aquella tímida y menuda chica, blanca, delgadita, con su cabello castaño muy largo, y sus preciosos ojos verdes. Pude ver como también los ojos de Pedro se posaron sobre el cuerpazo moreno y macizo de mi mujer, con sus esculturales piernas, su enorme culo y sus tetas operadas.

Ya entrada la noche, cuando se han ido la mayoría de carros y solo quedan los turistas que van a dormir allí, estábamos sentados los cuatro conversando animadamente afuera de nuestra carpa. Ellos tomaban sus cervezas Solera verde, nosotros Whisky. No muy lejos un grupo de jóvenes cantaba mientras uno de ellos tocaba la guitarra a la luz de una fogata. Todo esto era infinitamente mejor que cualquiera de nuestras mejores noches en el hotel SunWay.

Desnudaron sus almas, nos contaron los problemas que tenían con apenas un año de matrimonio, y que éste era un viaje de reconciliación, luego de haber estado dos meses separados. Ambos eran muy celosos, y no por causa de infidelidad de ninguno de ellos, sino debido a sus propias inseguridades. Nosotros también nos sinceramos con ellos, les hicimos ver cuan importante era la confianza en una pareja, y que el amor era lo que realmente imperaba sobre el sexo, contándoles cuanto disfrutábamos en nuestras experiencias con los intercambios de parejas. Mientras mi esposa hablaba, los ojos de Pedro brillaban, y yo que conozco tan bien a Rosaly, sabía que esa era su intención: seducir y tirarse al jovencito que también le había gustado desde que lo vio, mientras yo sonreía a Massiel, quien me devolvía una sonrisita tímida.

Varias horas después, cuando ya el guitarrista y sus amigos muy borrachos no cantaban, la fogata estaba por extinguirse, y en mi camioneta sonaba Alpha Blondie -había yo colocado para seguir teniendo fondo musical- que les propusimos jugar un rato para que sintieran en carne propia el placer de disfrutar con otra persona que no fuera tu pareja, y ver disfrutarla en brazos de otra persona.

El alcohol ayudaba mucho, y la calentura que se le notaba al joven Pedro en la propia "carpa" que se formaba en su entrepierna, me llevó a tomar la iniciativa.

Tomé a Pedro de la mano, llevándolo hasta mi mujer. Le dije que si le apetecía tocarla lo hiciera. El nervioso volteó a mirar a su esposa que ya borracha y no queriendo ser menos asintió con la cabeza dando a su esposo la aprobación que este requería. Pedro comenzó a tocar las enormes tetas de Rosaly por encima de su traje de baño rojo, mientras yo me arrimaba a Massiel para comenzar a acariciar su cabello con un gesto de dulzura. Sus ojos brillaban con la luz de nuestra lámpara de propano, sabía que estaba muy excitada por la conversación, y que aunque estaba muy nerviosa, el temor no la detendría. Me dijo que no le molestaba ver a su esposo disfrutando con Rosaly, que ella también me deseaba, pero que no le gustaría mirar a su esposo ni que él la viera conmigo, no ahora, no la primera vez que vivían esta experiencia.

Se lo hice saber a Rosaly y a Pedro, tomé de la mano a Massiel, y comencé a caminar por la playa cogido de la mano de ella.

Por boca de mi mujer supe como se desarrollaron las cosas entre ellos: entraron a la carpa de la joven pareja, ambos estaban como locos del deseo.

Mi mujer fue directo al grano, sacando el miembro del muchacho de la prisión de su traje de baño, llevándolo de inmediato a su boca. Comenzó a lamerle el glande, a ensalivarlo por completo y luego a llevarlo hasta su garganta proporcionándole la más sabia de sus mamadas. Ella reía al ver la cara del muchacho, parecía que no aguantaría y acabaría enseguida, pero se equivocó. El joven, quien por cierto estaba muy bien dotado, tomó a mi mujer por los hombros, la arrojó al "sleeping", le arrancó la parte de arriba del traje de baño para comenzar a chupar sus pezones con desenfreno, mientras con sus dedos hurgaba ya en su cuca húmeda. Cuando sintió la vulva depilada de Rosaly, le dijo:

-Sssss… como me gusta, depiladita por completo.

Bajó con su boca hecha agua a mamarle la cuca a mi mujer. Dice ella que estaba como loco, como poseído. Comenzó aspirando su olor, y enseguida metió la lengua en su vulva. Ascendío al clítoris con movimientos de sube y baja con la lengua, luego bajaba a la entrada vaginal a recoger su fluidos y degustarlos. Luego bajaba a lamerle el culo y a intentar introducir su lengua allí. Cuando la tuvo bien lubricada, comenzó a introducir dos dedos en su vagina, mientras continuaba con el lengüeteo en su clítoris. Luego sumó un tercer dedo y lo metió en su culo. Fue ella quien sí tuvo un orgasmo con apenas el chico trabajarla un rato.

Cuando la sintió venirse no quiso aguantarse más, subió, y de un solo golpe la penetró. Aunque Rosaly está acostumbrada a recibir penes de diferentes tamaños, le dolía muchísimo.

Encima de ella la embestía sin compasión, es más, mi mujer le animaba a que le diera más duro. De pronto ella le hizo saber que quería cabalgarlo, con lo que Pedro, sin sacarlo, la volteó para que fuera ella quien se castigara meneándose sobre él. Allí mi esposita acabó de nuevo. Cuando escuchó sus gemidos y sintió sus fluidos saliendo, volvió a colocarla en la posición del misionero, unas cuantas embestidas más, y le descargó toda su leche en la vagina de mi esposita.

Bajó de encima de ella, se recostó a su lado. Ambos descansaban de la sesión de sexo salvaje que acababan de tirarse.

Mientras tanto, Massiel y yo apenas nos besábamos en la orilla de la playa, sentados en la arena sentíamos las olas mojando nuestros pies. Alternábamos las caricias y besos con una conversación muy íntima.

-Mauricio, cómo crees que será mi relación con mi esposo luego de haber hecho esta locura?

-Seguirá igual princesa, continuarán amándose como hasta ahora, solo que habrá más confianza y complicidad.

Continué besándola hasta el cansancio, y así fue como la conduje a mi carpa y se desarrolló toda la escena que relato al inicio.


Al levantarnos por la mañana, la cara de Massiel era todo un poema: se notaba a distancia que estaba avergonzada, aunque intentaba disimularlo. Como si nada, compartimos todo ese día sin siquiera hablar de lo acontecido la noche anterior.

Ya en la tarde partimos al mismo tiempo, intercambiando números de teléfono, prometiendo volver a vernos aunque fuera para saludarnos y contarnos como iban las cosas en nuestras parejas.

Ya de regreso en la carretera, conversaba con Rosaly sobre todo lo que experimentamos ese fin de semana, en esa noche en la playa tan excitante. Me dijo "creo que no nos contactarán".


Un día, después de un par de meses, me llamó Pedro para citarnos con él y su esposa. Quedamos en vernos esa tarde. Cuando lo dije a mi mujer, emocionada se puso bellísima con la intención de gustarle al chico.

Llegamos al lugar donde ellos nos esperaban en una mesa apartada. Cuando les vimos nos sorprendió sus caras de tragedia. Les saludamos amigablemente, Pedro nos dio la mano a ambos y Massiel apenas levantó su cara para mirarnos.

Mientras tomábamos asiento junto a ellos, dije a manera de iniciar la conversación:

-Y bien? Cómo han estado? Qué han hecho en todo este tiempo?

Pedro fue quien tomó la palabra, dirigiéndose a mí.

-Nada bien, se ha presentado un problema.

-Qué les pasa, Pedro? -Dijo mi mujer.

Mientras su esposa cabizbaja parecía divagar, Pedro habló:

-Esto… no sé ni por donde empezar. Bueno, como les dijimos esa noche, mi esposa y yo tuvimos problemas y ese viaje que hicimos a la playa era un paseo de reconciliación. Nunca antes habíamos hecho esto de intercambiar parejas, éramos nuevos en esto, no pensamos en cómo nos sentiríamos luego ni en las consecuencias. El caso es que después de esa noche nos sentíamos incómodos, continuamos juntos pero sin tener relaciones. Fue luego de un mes que volvimos a hacer el amor y hemos estado mejor que nunca.

Pero Massiel esperaba la menstruación hace ya bastantes días, creímos que solo era un retraso. Aún así decidimos hacerle el examen... y resulta que está embarazada, y es imposible que sea mío, así que es tuyo Mauricio.

Lo que sentí en ese momento no puedo describirlo. Ha sido la mayor sorpresa de mi vida, mi rostro no pudo ocultarlo, me sentí feliz! El más feliz de los hombres!

Miré a Massiel, quien lloraba profusamente. Y lo que más me asombró fue la cara que puso mi mujer, nunca había visto a mi esposa celosa, y por primera vez vi en sus ojos que estaba muriéndose de los celos.

-QUÉEE? Dijo mi mujer. Y POR QUÉ HA DE SER DE MI ESPOSO?

Pedro continuó:

-Claro que es de tu esposo Rosaly, cuando volví a estar con ella claro que ya debía estar preñada!

Vamos a ser claros, ellos no se protegieron al igual que no lo hicimos nosotros. Acaso nunca habían pensado en ello?

Proseguí yo:

-La verdad es que hemos estado con muchas parejas, casi siempre con condón. Por supuesto que también tenemos algunas parejas amigas, de mucha confianza con quienes no usamos, pero se trata de mujeres que usan DIU al igual que Rosaly lo usaba, aunque ella hace bastante tiempo que se lo retiró y nunca pudo quedar embarazada.

Mi mujer volteó a verme con cara de odio, mientras me decía:

-Y tú? Por qué no te pusiste un puto condón esa noche, eh?

A lo que contesté:

-Creí que ella se cuidaba, y tú tampoco lo hiciste Rosaly. Tú misma me contaste como Pedro te acabó adentro!

-Coño, pero tú sabes que yo no tengo problemas con eso. Y ahora que haremos?

-Pues qué vamos a hacer? -Dije yo- A esperar que nazca el niño! Qué han pensado hacer, Pedro?

Fue Massiel quien contestó:

-Si Pedro decide dejarme lo entenderé, tendré a mi hijo y lo criaré sola.

Su marido dijo que no, que nunca la dejaría, que él permitió todo lo que pasó y que ahora asumiría las consecuencias. Yo por mi parte, mientras intentaba tranquilizar a mi mujer, les decía que siempre contarían con mi apoyo económico, que asumiría todos los gastos durante el embarazo, y que luego me haría cargo en todo lo posible de lo que el niño necesitara. Solo les pedía que me permitieran estar cerca de él y verlo crecer, que me eligieran como padrino. Y que de ser posible me gustaría estar junto a Massiel durante el crecimiento de mi hijo en su vientre, ver crecer su barriga, tocarla, que nada me haría más ilusión que estar durante el alumbramiento y recibir a mi hijo. Por supuesto que allí también estaría Pedro.

Nos despedimos de ellos, Pedro me estrechó la mano, a Massiel pude darle un abrazo fugaz para consolarla, tomé de la mano a Rosaly y salimos de aquella cafetería. En mi mente solo estaba aquella deliciosa noche en la playa donde estuve con la chiquilla que más me ha emocionado en mi vida, y la feliz consecuencia de haberla tenido en mis brazos.