Cambio

Una chica sumisa hace despertar en un chico nornal deseos de dominación que no sabía que tenía.

Mi nombre, por supuesto, no es abe21abe21. El por qué del nick no viene a cuento, y además es una bobería. Lo que les voy a contar a continuación es en parte verdad y en parte fantasía.

Hace años envié a todorelatos mi primera obra, en la sección de sexo oral. Nunca tuvo una continuación, y dejé de escribir, hasta que hace relativamente poco, he vuelto, con más fuerza. Ya he publicado bastantes relatos. Unos mejores, otro peores.

La gran mayoría en la sección de amor filial. Las razones tampoco vienen al caso, pero les aseguro que no es porque yo tenga inclinaciones incestuosas. No tengo, ni a estas alturas tendré, hijos. Tampoco quiero acostarme con mi madre, con mi hermana. Bueno, a alguna primita sí que le echaría un 'tiento', jajaja. Las razones de escribirlos son otras. Además de en amor filial, también tengo relatos en erotismo y amor, en hétero general, y hasta uno en lésbicos. En fin, un poco de todo, como en botica. Y ahora este que están leyendo en Dominación.

La mayoría de mis relatos son series, aunque algunos son también de un único capitulo. Es a raíz de una de esas series cuando surge lo que les voy a relatar.

En mi perfil no tengo puesto mi e-mail. Aún así, algunos lectores y lectoras en sus comentarios me dejan el suyo para ponerse en contacto conmigo. Así conocí a Diana. Nos empezamos a escribir. Me comentó que le gustaban mis relatos y que le gustaría que escribiera uno con ella como protagonista. Así nació la serie de 'la niña buena'. El estilo se aleja mucho de mis otros escritos, pues por expreso deseo de Diana quería sexo fuerte. Me lo tomé como un reto, a ver si era capaz de escribir así, describiendo el tipo sexo que Diana quería. Un tipo de sexo en el que el hombre ejercía su dominio sobre la mujer, llegando incluso a la humillación, pero siempre, siempre, de manera consentida. Soy de la opinión dos ( o más) personas pueden hacer en su intimidad lo que les dé la gana si ambas están de acuerdo.

Yo sabía que en este mundo hay de todo. Sabía que hay hombres y mujeres que se excitan tratando de manera dominante, posesiva,  a su pareja. Y que hay hombres y mujeres que se excitan siendo tratados así. Pero ese era un conociendo abstracto. Ahora lo sé de primera mano.

A varios de mis lectores de los anteriores relatos no les gusta la serie de 'la niña buena'. Lo entiendo. Pero a otros sí. Nunca llueve a gusto de todos. Así que he continuado escribiendo la serie, sin dejar de escribir también relatos, digamos, normales, con un sexo más tranquilo y con más erotismo.

Pero esta historia no tiene que ver con Diana. Tiene que ver con otra persona, que por casualidades de la vida, también es de México, como Diana. Ésa es la persona que ha abierto un nuevo mundo para mí.

En un comentario, un lector me decía que le enviaba mis relatos a una amiga suya y que ella dijo que le gustaría conocerme. Como hombre, siempre es un halago que una mujer quiera conocerte. Así que le dije a este lector que sin problemas, que le diera mi e-mail a la chica.

Ella, Felicia, me escribió. Y aquí empieza la verdadera historia, lo que les quiero contar. Lo que ha cambiado mis esquemas.

Nos empezamos a escribir y a chatear. Le pregunté que qué relatos míos le había mandado su amigo y me dijo que los de 'la niña buena'. Me comentó que le gustan mucho. Eso ya me empezó a dar pistas sobre sus gustos sexuales.

En nuestras conversaciones nos fuimos conociendo. Nos contamos cosas de nuestras vidas. Es muy agradable hablar con ella. Aunque sabía que relatos míos leía, al principio no la conocía. Nuestras conversaciones eran agradables, pero sin contenido sexual. Éramos simplemente dos amigos que chateaban.

Un día me comentó que un amigo la enseñó a jugar a rol y me preguntó si yo jugaba. Le dije que no. Para mí, eso de juegos de rol tenía dos significados. Juegos de ordenador tipo WOW, o lo que había oído en la tele que algunos hacían, disfrazarse y cosas así. Se lo dije y se rió. No se refería a eso. Me explicó a qué se refería.

Jugar a rol era cybersexo. Mi viejo y querido cybersexo. Yo no soy ya un jovenzuelo. En mis tiempos, allá por finales de los 90 y principios del 2000, sí que practiqué bastante. Y se me daba bastante bien, la verdad. El que se me daba mal era el sexo real. Pero dejé de 'rolear' hace ya bastante. Las razones, bueno, son mías.

Ahora, con Felicia, he vuelto a hacerlo. Es como montar en bici. Además,  también es como escribir relatos, sólo que el relato lo escriben dos en vez de uno.

Y así, roleando, la empecé la conocer mejor. Empecé a conocer que cosas la excitaban. Me dijo que ella también escribía y me mandó un relato. Comprendí por qué le gustaban mis relatos sobre Diana. A Felicia le gustaba ser dominada. Le gustaba que el hombre que la poseía hiciera valer su fuerza, su autoridad sobre ella. Quizás no de la manera tan explícita de los relatos sobre Diana. Pero sin duda, Felicia tenía inclinaciones de sumisión.

Yo nunca, en mis relaciones reales he sido así. Ni sumiso ni mucho menos dominante. Soy de la generación a la que se ha inculcado que el hombre tiene que ser tierno. Además,  mi carácter tímido me hace ser.. retraído. Quizás sea esa una de las razones por la que escribo relatos eróticos. Para fantasear en mi mente con las cosas que no tengo en la vida real. Que no tengo el valor de buscar.

Pero hablando con Felicia, roleando con ella, empecé a explorar esa faceta, nueva en mí. En nuestras conversaciones el hombre, yo, era dominante, y ella, la sumisa. Y me gustaba. Me excitaba la idea de someterla a mis deseos. Siendo algo nuevo para mí, seguía sus pasos. Siempre temiendo no llegar a lo que ella buscaba, o pasarme. Pero sin duda, disfrutando. Inventábamos historias y las seguíamos.

Ella estaba en su oficina, y yo en mi casa, así que en eso yo tenía ventaja. Yo podía 'jugar' conmigo mismo, y ella no. Muchas, muchísimas veces me quedaba al borde del orgasmo, que siempre reprimía, pues quería seguir hablando con ella. Después, cuando nos despedíamos, o luego, por la noche, ya no me reprimía y gozaba recordando nuestros juegos. Y ella, según me contaba, también los recordaba, y la ayudaban a 'relajarse'.

Como dije, ella es de México. Le pedí un día que me mandara una foto, y lo hizo. En el estereotipo de la mujer mexicana de mi cabeza, imaginaba que Felicia sería de origen maya, azteca, aborigen americana. La imaginaba muy hermosa. O de origen español. Morenaza, todo fuerza. En verdad es hermosa. Pero su ascendencia era centro europea, aunque mezclada con sangre local. A mí me da igual su ascendencia, su origen étnico. Aunque la imaginaba guapa, tampoco me importaba su aspecto. Hubiese sido como hubiese sido, todo habría seguido igual. Bueno, excepto si se hubiese llamado Manolo, con bigote y un pollón entre las piernas, claro! jajaja.

Las mujeres guapas siempre me han cohibido. Siempre pienso que aspiran a hombres distintos a mí. Yogurines, tipos con una tableta de chocolate en la barriga. Y Felicia es muy guapa. Se lo comenté y me dijo que no fuera bobo. Que ella no se fijaba en el físico.

Jeje, todas dicen lo mismo, pero al final se van con los yogurines. Todas dicen que les gustan los hombres buenos y se van con los malos.

Le mandé una foto mía y seguimos hablando, seguimos roleando. Eso me hizo sentir bien. Estaba roleando con una hermosa mujer, que se excitaba con mis palabras, que me excitaba a mí con las suyas.

Le conté cosas que jamás le había contado a nadie. Me mandó un relato el que describía como se dio cuenta de sus inclinaciones sumisas, como empezó todo para ella. Un relato que me comentó que era real. Que realmente le pasó así.

Seguíamos jugando. A veces no roleábamos, simplemente hablábamos como dos amigos. Empecé a apreciarla como persona.

Yo siempre me había reído de la 'crisis de los 40'....hasta que me tocó. Por dentro sigo siendo un chaval, pero por fuera... Me di cuenta de repente que en vez de subir, ya empezaba a bajar, cuesta abajo. Y sin frenos. Mi cuerpo ya no es el que era. Las cosas que no había conseguido hasta ahora, dentro de poco ya serían imposibles. Si no me atrevía a buscar lo que deseaba, a vivir mis fantasías, en poco tiempo ya no podría hacerlo.

En mi cabeza se empezó a formar una loca idea. Yo vivo en España. Felicia en México. Nos separa un pequeño charquito de agua. Si viviésemos más cerca a lo mejor las cosas serían distintas. A lo mejor yo..intentaría conocerla. La idea de estar con una mujer como ella, en la vida real, me subyugaba. Me asustaba al mismo tiempo, por temor a no dar la talla, por temor al rechazo.

Me preguntaba si, siendo yo tan tímido ...¿Sería capaz de actuar como en nuestras conversaciones? ¿Podría ser el tipo de hombre que la dominara? ¿Y si iba yo a México a verla? ¿Surgiría algo? ¿Me querría ver?. Todas esas ideas bullían en mi cabeza. Deseo, miedo. Voluntad. Vergüenza.

Me dije que sólo se vive una vez. Que si no lo intentaba nunca lo sabría. Que me había ya perdido muchas cosas en mi vida, y que si no ponía remedio me iba a perder muchas más. Así que fui a una agencia de viajes y saqué un pasaje. Me costó uno y parte de otro. Si la cosa no salía bien, al menos haría turismo. Del caro.

Por supuesto, no se lo dije a ella. No sabía donde vivía, en donde trabajaba. Sólo sabía la ciudad. Así que poco a poco, con sutileza, le fui sonsacando hasta descubrir el nombre de la empresa en donde trabajaba y la dirección.

En cuanto se cerró la puerta del avión me arrepentí. ¿Qué coño hacía yo en ese avión? Iba a cruzar un océano para ver a una mujer a la que en verdad no conocía. Sólo tenía la idea de ella, no a ella. A lo mejor ni se llamaba Felicia. A lo mejor la foto no era suya. O aún siendo todo eso cierto, podría ser que lo que las fantasías que nos escribíamos, que yo ansiaba hacer reales, ella no. Incluso peor aún, no conmigo.

Pero ya era tarde. El avión despegó y ya no me podía echar atrás. Bueno, siempre podría no buscarla, ir a ver las pirámides esas, hacer turismo y volver a casa con el rabo entre las piernas. Tenía unas cuantas horas de vuelo para pensar.

Cuando llegué me fui al hotel. Estaba hecho un manojo de nervios. Había cruzado medio mundo por una fantasía, por una ilusión. Pero allí estaba. Me dije "Tienes que echarle un par de cojones. Lo peor que te puede pasar es que no pase nada."

Me duché, me arregle y salí. Cogí un taxi. Le di la dirección de la empresa de Felicia. Era un gran edificio en el centro de la ciudad. Ella estaría allí dentro, en alguna planta, en alguna oficina.

Ya casi eran las 6 de la tarde, la hora de su salida. Cogí mi teléfono y me conecté a internet. Le mandé un mensaje que decía:

-Hola guapa. Te invito a cenar.

A los pocos minutos me respondió. Por supuesto ella se pensaba que yo estaba allá, en España. Se creyó que sería algún juego. Me respondió.

-Encantada. ¿Donde quedamos?

Escribí mi respuesta:

-En la cafetería Arcoíris. En 10 minutos.

Esa cafetería estaba delante de mí, así que ella la conocería. Nunca me habló de ella, así que se sorprendería de que yo la conociese. Mi corazón latía a mil por hora. Tenía el dedo sobre el botón de enviar, pero no me atrevía. Cerré los ojos, y pulsé.

Esperé como con ansias su respuesta, que no llegaba. Pasaron los minutos. Cada vez estaba más nervioso. Me derrumbé. Creí que no me contestaría. Pensé mil cosas. Que todo había sido una broma. Que Felicia no existía. Que sería un gordo bigotudo que se había estado riendo de mí todo este tiempo.

Ya me iba al hotel, cuando una voz, una preciosa voz de mujer me llamó.

-Abe! ¿ Eres tú ?

Ella no conocía mi nombre. Nunca me lo preguntó. Levanté la mirara. Era ella. La preciosa chica de la foto.

-Hola Felicia. Sí, soy yo

Su cara era de sorpresa. Pero no supe si de agrado, de miedo, de qué. Nos quedamos un rato los dos mirándonos, pero no pude aguantar su mirada. Como ya dije, soy algo tímido y las mujeres me ponen nervioso. Sin son guapas, más. Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Y es cierto. Pero una imagen no vale nada en comparación con la realidad. La foto que me mandó no le hacía justicia.

Se acercó a mí. Sonreía. Eso me calmó un poco.

-Estás loco.

-Lo sé. Fue un impulso. Tenía que verte. Ahora me parece una...locura. Estoy temblando como un flan. Casi me bajo del avión en marcha.

-Jajaja

Su risa me encantó. Cuando chateábamos sólo eran letras, la jota y la a seguidas varias veces. Ahora era su voz.

-Dijiste antes que estarías encantada de cenar conmigo. ¿Sigues pensando lo mismo?

Sólo me miró. No dijo nada en unos segundos, que me parecieron una eternidad. Al final habló.

-¿Qué mujer no estaría encantada de cenar con el hombre que ha cruzado medio mundo para verla?

Casi me la como a besos. Pero no lo hice. Sólo sonreí como un tonto. En el hotel había preguntado que cual era el mejor restaurante de la ciudad. Quería que la noche fuese perfecta.

-¿A qué hora sueles cenar?

-Sobre las nueve.

Era las 6:30. A ver qué diablos hacía yo ahora hasta las nueve.

-¿Tomamos un café? - le pregunté.

-Vale

Nos sentamos, uno frente al otro. Su mirada fija en mí me seguía intimidando. No la podía sostener mucho tiempo. Ella se dio cuenta.

-Cuando me decías que eras tímido no me lo podía creer. Por el chat eres muy...directo.

-El anonimato hace que mi yo interno salga. Puedo ser como me gustaría ser en realidad. Como no puedo ser en la vida real. Pero no creas, he mejorado mucho. Antes era mucho más cerrado.

-Bueno, aún no te has puesto rojo.

Fue decirlo y subírseme los colores. Ella se rio.

-Jajaja, lo siento Abe.

-Paco

-¿Qué?

-Que me llamo Paco.

-Encantada Paco.

Cerré los ojos. Apreté los puños. Me dije : "Imagínate que no estás delante de ella sino de un teclado. Imagina que estás chateando con ella. Sé como abe21".

Me costó, pero lo conseguí. Me empecé a soltar. Hablamos largo rato. Nos reímos mucho. Su risa era contagiosa.

-Y....bueno. ¿Cómo hacemos? ¿Vamos directamente al restaurante? - le pregunté.

-Me gustaría cambiarme de ropa. ¿Dónde me vas a llevar?

-Le dije el nombre del restaurante.

-Ese sitio es muy caro, Paco.

-No importa. Quiero que esta noche sea especial.

-Bueno, pues me tendré que poner un buen vestido.

-¿Quedamos allí?

-No. Ven a mi casa.

A su casa. Me invitaba a su casa.

Yo no tenía coche, carro, como dicen allí. Así que fuimos en el de ella. No me podía creer que estaba en México, en el coche de Felicia que me llevaba a su casa. Mientras ella conducía, yo la miraba de reojo.

-¿Por qué me miras?

-No me puedo creer que esté aquí, contigo.

-Pues lo estás.

Me encantaba su sonrisa.

Su casa era un dúplex. Entramos y me llevó al salón.

-Ponte cómodo. Si quieres, tómate algo. En el bar tengo algunas bebidas. Yo me doy una ducha y me visto.

Me senté. No bebí nada. El alcohol se me sube rápido a la cabeza. Y no me desinhibe.

Oí la ducha. La imaginé desnuda bajo el agua. En algunas de nuestras fantasías había una ducha. En las películas, cuando una mujer invita a un hombre a su casa siempre significa lo mismo. Pero esto no era un película ni yo un actor de cine. Quizás, un hombre más lanzado se abría metido en el baño a ver qué pasaba. Yo, por supuesto, no me moví del sofá.

Cuando sí me moví fue cuando al rato apareció ella. Estaba impresionante. Con un precioso vestido azul marino, unos zapatos de tacón, ligeramente maquillada. Se quedó en la puerta, sonriendo.

-¿Estoy presentable?

-¿Presentable? Estás...radiante.

-Gracias. ¿Nos vamos?

¿Qué hacía yo con una mujer como aquella? Pero se había vestido así para mí. Iba a cenar conmigo. Puse el brazo y ella se cogió a mi codo. Salimos a la calle. En ese momento, no había hombre más feliz en el mundo que yo. Mi autoestima subió muchos enteros.

Me dio las llaves de su 'carro' para que yo condujera. Lo hice encantado. Siguiendo sus indicaciones, recorrimos la gran ciudad hacia el restaurante. Íbamos hablando de todo, riendo. Cuando me di cuenta, su mano estaba en mi rodilla. Me puse tenso. La miré. Ella me sonrió. Otro hombre, quizás, hubiese hecho algo. Yo sólo le devolví la sonrisa. Ahora que lo pienso, que tonto fui. Pero tantos años de ser de una forma no se pueden cambiar de un plumazo. ¿O Sí?

El restaurante en verdad era de los caritos. Tenía hasta aparca-coches. La cena me iba a salir un ojo de la cara. Pero no me importaba. Pasara lo que pasara luego, si algo pasaba, iba a cenar con una mujer, no sólo preciosa, sino simpática y muy agradable.

No me extenderé sobre lo que pasó en la cena. Sólo les diré que me atreví a cogerle la mano sobre la mesa y ella no la retiró. Mi corazón palpitaba como loco. La tenía delante de mí. Recordé todo lo que chateábamos, las cosas que nos decíamos. Recordé como me excitaba con ella. Y me excité.

Después de la estupenda cena, lo normal hubiese sido ir a tomar unas copas, a bailar ( yo no sé bailar muy bien) y luego, tal vez, si sonaba la flauta, quizás, algo pasaría. Todo contento, le dije.

-¿Te apetece tomar una copa en algún sitio?

-No. Estoy cansada. Llévame a casa, Paco.

Lo dijo sonriendo, pero me llevé un gran chasco. Mi linda mexicana estaba cansada. Todas mis ilusiones rotas. Pero al menos por unas horas había presumido de estar con una mujer de bandera.

Cogimos el coche y nuevamente, siguiendo sus indicaciones, la conduje a su casa. La acompañé hasta la puerta. Le diría adiós y me iría al hotel, como un cobarde.

Abrió la puerta y entró. No me dijo nada, pero dejó la puerta abierta. Así que entré. Se sentó en el sofá del salón. Me miró, con esos ojos penetrantes.

Toda mi inseguridad volvió de repente. No me veía capaz de intentar hacer aquello por lo que había cruzado un océano. Quería huir, salir corriendo.

-Felicia...yo...me alegro mucho de haberte conocido.

Me acerqué a ella para despedirme. Ella me miró, seria.

-Paco...Eres simpático, y me lo he pasado muy bien...pero...esperaba que fueras el hombre con el que me encantaba chatear, con el que me excitaba fantaseando. Parece que para ti no fue más que un juego, un papel al que jugabas. Sabes cómo soy. Todo lo que te conté es verdad. Esperaba que fueras tú también como yo me imaginaba, pero a pesar de todas mis señales, no te has atrevido. Lo siento, de verdad que lo siento. Adiós, Paco

Se levantó y se dio la vuelta. Todo estaba dicho. Ya me podía marchar, como un tonto cobarde. Mis ilusiones, mis más secretos deseos, quedarían donde siempre, en mi cabeza. Como siempre en mi vida me escondería en vez de afrontar la situación, en vez de arriesgarme.

Pero apreté los puños. Cerré los ojos. No tenía nada que perder. Sólo que ganar. Me acerqué a ella y me pegué a su espalda. Ella se quedó quieta.

-Espera, Felicia

Puse mis manos en sus hombros, y las fui bajando por sus brazos, acariciando su cálida y suave piel con las yemas de mis dedos. Su culito se apretaba contra mí. Mis manos llegaron a las suyas. Besé su hombro desnudo.

-Siempre he sido un cobarde. Siempre me ha costado pedir lo que deseaba, coger lo que quería. Al hablar contigo era libre, era como me gustaría ser. Abe21 es quien yo quiero ser. Está dentro de mí. Tú lo hiciste salir.

Me empecé a excitar. Mi polla empezó a tomar forma. Ella la tendría que notar contra la tela del fino vestido. Si cuando roleábamos yo era otro, ahora rolearía con ella. Así que empecé desde el principio.

-Toc toc. - dije yo, como la saludaba siempre que entrábamos al chat.

-Adelante.

-Hola linda mexicana.

-Hola Abe. Al fin estás aquí.

-Imagina que vengo a verte. Imagina que te abrazo y pego mi cuerpo al tuyo. Sientes como mi polla se pone dura al sentir tu duro culito contra ella.

-Ummmm, si..la siento - dijo, empezando a moverlo, a restregarse suavemente contra mí.

Le cogí las manos y se las llevé hacia atrás. Ella ladeó el cuello y yo, sin dudarlo, se lo besé. Su suave perfume me cautivó. Su cálida y aterciopelada piel me hizo estremecer.

-Imagina que saco de mi chaqueta una cinta - le dije metiendo mi mano en el bolsillo y sacando la cinta - Imagina que te ato las manos con ella.

No dijo nada. Sólo juntó las manos y yo se las até. Me volví a pegar a ella. Ahora sus atadas manos tocaban mi dura polla sobre el pantalón.

-Cuando te decía que hablando contigo me ponía como una moto no te mentía. Notas en tus manos mi polla dura, ¿verdad?

-Ummm... Sí...la noto, Abe.

Le di la vuelta. Nos miramos a los ojos. Esta vez aguanté su mirada. Ya no sentía temor. Ya no sentía miedo. Abe21 no tenía miedo. Ella sonrió.

La besé. Primero con ternura, sintiendo sus cálidos labios en los míos. Cuando nuestras lenguas se encontraron, el beso se hizo más apasionado. Jamás había deseado a nadie como en ese momento deseaba a aquella mujer. Llevé mis manos a su culo y la apreté contra mí, restregándole mi polla por su pubis. Ella gemía en mi boca. Besé su cuello, una y otra vez. Sus pechos se clavaban en el mío.

La miré a los ojos. Mi mirada era fuerte. La sentía fuerte.

-Ahora ya no imagines más. Ahora arrodíllate.

Lo hizo. Me obedeció sin decir nada. Me sentí lleno de poder.

-Eres preciosa, Felicia. ¿Sabes cuál es mi deseo, verdad? ¿Sabes lo que tienes que hacer?

-Lo sé.

Su mirada fue de mis ojos a mi polla, que formaba un gran bulto en el pantalón. En sus ojos vi deseo. Pero sus manos estaban atadas. No podía tocarme. Sólo podía hacer lo que hizo. Acercar su cara. Empezar a acariciársela con la dureza que escondían mis pantalones. Ese momento, en el que Felicia empezó a restregar su carita contra mi polla fue sin duda uno de los mejores de mi vida.

Acerqué mis manos a su cabeza. Acaricié su sedoso cabello. Con firmeza y delicadeza al mismo tiempo, dirigí sus movimientos. El tiempo pasaba. Ella estaba cada vez más ansiosa. Yo sabía lo que ella deseaba. Pero me lo tendría que pedir.

Lo intentó con la mirada, pero sólo consiguió que me restregara más fuerte contra ella. Al final lo hizo.

-Abe...por favor...desátame.

-¿Por qué?

-Por que...tengo que...

¿Sí?

-Sacarte la polla. Deseo ...tocarla, sentirla en mis manos.

-Te desataré cuando llegue el momento.

-Sácatela tú...por favor.

Bajé mi cremallera y metí la mano. Me hice un poco de daño al sacármela, pues la tenía dura como nunca. Mi palpitante polla quedó frente a su cara. Ella la miró. Me gustó como la miraba. Estaba sorprendida.

-Nunca me dijiste que la tenías así.

-¿Cómo?

-Tan...grande.

-No lo preguntaste. En nuestros juegos tú siempre escribías que el hombre la tenía grande. Sabía que te excitaba eso. Que tu amante tuviese una buena polla. Decirte como era la mía no importaba.

-Estoy mojada. Mojada como cuando hablaba contigo.

-Lo sé. ¿A qué esperas?

Mi mirada fija en ella. La suya en la mía. Acercó su boca y besó la punta de mi polla. Luego sacó la lengua y la pasó alrededor. Era lo más sensual que había visto en mi vida. Llevé mi mano a su cabeza y le indiqué que se la metiera en la boca. Fue maravilloso ver como mi polla entraba, despacito, en aquella cálida y húmeda boquita. Sentí cómo movía su lengua alrededor, abrazándola.

Lo hacía despacito, muy despacito, mientras yo le acariciaba el cabello. Primero con una mano. Luego con las dos. Cerré los ojos, disfrutando de la suave mamada de Felicia.

Mis manos en su cabeza pasaron de acariciar a agarrar. Mantuve la cabeza quieta, y empecé yo a moverme. Empecé a follarle la boca, cada vez más rápido. Cuando estaba a punto de correrme, se la saqué de la boca. Mi polla quedó palpitando frente a su preciosa cara, y ella la miraba, con la respiración agitada.

Cuando el peligro pasó, se la volví a meter, y volví a follarle la boca hasta que nuevamente estuve al borde del orgasmo. La saqué. Felicia me miró, anhelante.

-¿Qué?

-¿No...no te corres?

-Ummm. ¿Quieres leche?

-Sí...por favor..dame tu lechita, Abe.

-Creí que era a las gatitas a las que les gustaba la leche, y no a las perritas.

-A mí..me gusta...

-Pues tómatela.

Me empezó a mamar la polla con ansias. Esta vez no lo reprimí. Esta vez deje que la tensión de mi cuerpo siguiera subiendo hasta que el orgasmo me atravesó, lanzando mi caliente descarga dentro de la boca de Felicia. El sonido que hacía su garganta al tragar mi semen jamás lo olvidaré. Y sus ojos. Los entornaba cada vez que tragaba.

Cuando terminé de correrme, ella siguió chupando, asegurándose de que no quedaba nada de mi leche. Se sacó mi polla de la boca, relamiéndose los labios.

La cogí por los hombros y la hice levantar. La besé. Su boca sabía a mi semen. Llevé mis manos a su culito y le remangué el vestido, hasta poder meter mis manos por debajo y acariciar su culito. Llevaba una braguitas tanga, así que sus nalgas estaban desnudas. Me encantó acariciarlas. Eran duritas, calientes, suaves.

-Vamos a tu cuarto.

-¿No me desatas ya?

-No. Llévame.

La seguí al piso de arriba y entramos a su dormitorio. La cama era grande. Había un aparador con un gran espejo. Hacia allí la llevé.

La apoyé contra el mueble, mirando al espejo, y yo me puse detrás. Sus manos atadas tocaron mi dura polla. Mirándola a través del espejo llevé mis manos a sus tetas. Las sentí bajo la fina tela del vestido. Las rodeó con mis manos, las acaricié, las apreté con delicadeza. Felicia gemía, cerrado los ojos.

-No cierres los ojos. Mírame.

Lo abrió y con los ojos entrecerrados me miró. Miró como besaba su cuello, mordiéndola con suavidad. Su boca entreabierta. Se pasaba la lengua por los resecos labios.

Me arrodillé detrás de ella y metí las manos por debajo del vestido. Le quité las tanguitas y me volví a levantar.

Felicia vio como me las llevé a la nariz y las olí.

-Ummmm que rico huele tu coñito...Seguro que sabe aún mejor.

Sus manos acariciaban como podían mi polla.

-Abe..por favor..desátame

-¿Eres una buena perrita?

-Sí...soy tu perrita.

-Pues se una buena perrita y cállate. Te desataré cuando yo quiera, ¿Entendido?

-Sí...

La sentí estremecerse. Y yo me sentí muy bien. La tenía bajo mi control.

Quité el tirante de su hombro derecho. Besé el hombro. Luego el tirante del hombro izquierdo. También lo besé. Ahora el vestido sólo se sostenía por la presión de sus atados brazos. Sólo tuve que tirar un poco y cayó a sus pies. Su cuerpo, adivinado bajo su vestido, quedó ante mis ojos. Sólo le quedaba su pequeño sujetador, pero en seguida desapareció.

-Eres preciosa, Felicia  - le dije acariciando sus caderas.

De sus caderas pasé a su barriguita, a su ombliguito y despacito, fui bajando. Enredé mis dedos en el suave vello de su pubis, y después, mis dedos exploraron la rajita de su coño.

-Ummmm mi perrita está toda mojada.

-Aggg si...Abe...estoy muy ...caliente..

La empecé a masturbar, pasando mis dedos a lo largo de su rajita. Estaba caliente y babosita. Me encantaba acariciarla. Le besaba el cuello. Como le había dicho, no cerraba los ojos, así que vio como llevaba los dedos de mi otra mano a su boca.

-Chúpalos y mójalos con tu saliva.

Lo hizo, sin dejar de sentir mis dedos frotando su clítoris.

Llevé los mojados dedos a su culito, y acaricie con ellos su ano, lubricándolo. Apreté y dos dedos empezaron a introducirse en el apretado lugar.

-Agggggggggg Abe....Ummmmmm

-¿Te gusta?

-Me...encanta...me..vas...a hacer correr...

-Ni se te ocurra correrte.

-Aggg Abe...no puedo ..más..por favor...

-No.

Pero no paré, sino que aumenté el ritmo. Le froté el coñito con más fuerza y le clavé mis dedos en su culito hasta el fondo.

Primero lo sentí en su ano. Empezó a tener espasmos. Luego en todo su cuerpo. Sus ojos se cerraron con fuerza al tiempo que su cuerpo fue atravesado por un fortísimo orgasmo, que llenó mi mano de sus jugos. No respiraba, y tenía una expresión de puro placer en la cara..

El orgasmo fue largo, y agotador. Cuando terminó tuve que sujetarla para que no se cayera. Su respiración era agitada. Abrió los ojos y me miró.

-Te has corrido. Te dije que no lo hicieras.

-Lo siento..no he podido..evitarlo.

-Debería castigarte.

En vez de eso, le solté las manos y le di la vuelta. La abracé y la besé. Ella me rodeó con sus brazos.

-Me alegro de que al fin hayas liberado a Abe, Paco.

-Ha sido gracias a ti, Felicia. Ven.

La cogí de la mano y la llevé a la cama. Le dije que se tumbara sobre ella. Se quitó los zapatos y se acostó. Yo seguía completamente vestido, con la bragueta bajada y mi polla, dura, asomando.

En su relato, Felicia contaba que se había comprado un dildo.

-¿Aún tienes el dildo que compraste?

-Sí.

-¿Dónde está?

-En la mesilla de noche.

-Jajaja, para tenerlo a mano, no?

-Jajajaja sí.

Lo busqué. Pensar que ese objeto había estado dentro de ella me daba mucho morbo. Lo encontré debajo de unas cuantas braguitas.

Me acosté a su lado. Le cogí una mano se la llevé a mi polla. Ella la agarró y empezó a mover su mano, con delicadeza, arriba y abajo.

-Abre las piernas

Su coñito era preciso, muy arregladito. Mientras su mano me masturbaba despacito, empecé a acariciar sus rodillas con el dildo, subiendo por sus muslos. hasta llegar a sus ingles. Le pasé la punta por el pubis, alrededor del chochito. Su mano me apretó más.

-Me perece que mi perrita está caliente.

-Uf...sí..¿No ves como tengo el chochito de mojado?

-Sí...lo veo.

Al pasar la el consolador por la raja de su coñito, Felicia arqueó su espalda sobre la cama, apretando mi polla. Sus gemidos aumentaron cuando lo apreté sobre su inflamado clítoris.

-Agggggg Abe..que rico...

Era tan hermosa. No pude resistirlo y me agaché a besarla. Nuestras lenguas se entrelazaron en un maravilloso beso. Bajé la punta del dildo y cuando noté la entrada de su vagina, lo introduje, lentamente. Tan mojada estaba que resbaló como si fuera un hierro candente clavándose en mantequilla.

-Ummmm Dios mío...que ..placer....

La empecé a follar con el consolador. Su mano apretaba mi polla, la agarraba como para impedir que se le escapara. Sin previo aviso, le saqué el dildo.

-Ahhh no...mételo..mételo...por favor.

-Mira como está el pobre dildito. Todo manchado de tus jugos.

Lo acerqué a mi boca, haciendo como que iba a chuparlo. Ella me miró con ojos brillantes. Aquella zorrita quería ver como chupaba su dildo. No le di ese gusto. Abrí la boca, lo acerqué y luego la cerré.

-Aquí la chupa pollas eres tú.

Le acerqué el aparato a la boca, pero ella la cerró, como enfadada por no haberlo hecho yo. Se lo pasé por los labios. Ella los apretó.

-¿Así que mi perrita se pone rebelde, eh?

-HMMMM

-Pues tendré que irme. Me gustan las perras obedientes.

Abrió la boca y lamió el dildo.

-Eso es...eso es.... Te has ganado un beso.

Le quité el dildo de la boca y acaricié sus duros pezones con él, y como le prometí, la besé. Su boca estaba ligeramente salada. Eran sus jugos.

-Ummm, Felicia..que bien sabes. Me parece que voy a probar la fuente de ese delicioso sabor.

La sentí estremecerse. Antes, me desnudé. Ya era hora. No soy un yogurín. Sí que tengo una tableta de chocolate en la barriga...pero debajo de una capita de grasa, jeje. Ella me miraba. Cuando me quité los calzoncillos, los hice dar vueltas en mi dedo antes de lanzarlos volando.

-CHAS!!! -dije al salir disparados los gayumbos.

-Jajajaja

Esa risa era maravillosa. Felicia, riendo, con las piernas bien abiertas, totalmente ofrecida. Me acosté entre esas piernas, acercando mi cara a escasos centímetros de aquel chochito precioso.

-Este es el perfume más embriagador del mundo. El olor de una perrita en celo - le dije antes de empezar a lamerla.

En cuando mi lengua se empezó a pasear por su chochito, Felicia empezó nuevamente a gemir, a retorcerse sobre la cama.

-Ahhhh Abe..que...rico...sí...cómeme...cómele el coñito a tu perrita...

Vaya si se lo comí. Puse todos mis sentidos en proporcionarle el máximo placer. Utilicé mis labios, mi lengua, mis dedos, mi nariz. Todo lo que le diera Felicia el placer que se merecía. No sé si por su excitación o por mi maestría, pero el caso es que al poco tiempo la sentí estallar en mi boca. Apretó mi cabeza contra su coño, tensó el cuerpo y me llenó la cara con sus jugos. Yo sentí casi tanto placer como ella. Me hizo sentir tan hombre el sentirla gozar, el oírla gozar.

Cuando su corrida pasó, intentó quitarme la cabeza de su coño, pero le quité las manos.

-Déjame..descansar ... un poco...

-¿Descansar?

-Uf..Paco..me lo has dejado muy sensible..

Besé sus ingles, todo alrededor, evitando la zona sensible. Eran besitos cariñosos, con mimo. Felicia se fue calmando, se relajó, y entonces le di un lametón a lo largo de todo el chochito.

-Aggggg Para...

Por supuesto, no paré. La mantuve contra la cama. Luchó un poco por zafarse, pero yo era más fuerte. La seguí lamiendo, muy muy suave, muy muy despacito, apenas rozándola. Al poco tiempo dejó de tratar de liberarse, y empezó a gemir. Yo entonces aumenté las lamidas, las chupadas. Atrapé su clítoris con mis labios.

-Ahhh ummmm que...rico...

Nuevamente sus manos acariciaron mi cabello, apretándome contra ella. Nuevamente, con mi lengua y mis dedos la llevé al borde de orgasmo. Cuando noté que se iba a correr en pocos segundos, rápidamente me subí sobre ella y le metí la polla en el coño, te un sólo golpe, hasta el fondo.

Felicia, la preciosa Felicia, se corrió. Sentí en toda mi polla como su coñito palpitaba con los espasmos de su fuerte orgasmo. Sus uñas se clavaron en mi espalda. Me hizo daño, pero nada comparable con el orgullo de estar haciendo gozar a Felicia. No me moví, no hizo falta. La mera penetración bastó.

Quedó con los ojos cerrados. Yo miraba su rostro. Abrió los ojos lentamente. Me miró y sonrió.

-Me vas a matar de placer.

-No creo que te mueras de esta.

Nos besamos, sintiendo ella mi dura polla clavada en su chochito. Me rodeó con sus piernas y sus brazos. Ladeé su cabeza con mi cara, para poder acceder a su cuello, el cual besé con fuerza al tiempo que empecé a entrar y salir de ella.

-Agggggg no..puedo ..más...

-Claro que puedes más. Mientras yo pueda, tú puedes.

-Eres...malo....

-Y tú una perrita. MI perrita ¿Verdad?

-Ummmm sí.

-Pues dímelo. Dime que eres y lo que quieres.

-Soy....Aggg una perra..Tu perra..Y quiero que me....folles como a una buena perrita..

Me apoyé sobre la cama como las palmas de mis manos, levantando el cuerpo. Así la pude follar con fuerza, metiéndole y sacándole la polla a fondo. Así puede ver el bamboleo de sus tetas al recibir mis embestidas. Y así pude ver su cara descompuesta de placer.

-Fóllame...aggg así... fuerte...soy....tu perrita...follameeeeee.

Yo ya no podía más. Me iba a correr. Pero deseaba que ella se corriera conmigo. Me concentré en mi orgasmo, tratando de retrasarlo, de dominarlo. Pero era demasiado placer. No lo iba a conseguir. De repente, el cuerpo de Felicia se tensó, dejó de respirar..y me dejé ir.

Como un torrente salían de mi polla chorros y más chorros de semen que le lanzaba en lo más profundo de su coño, cuyos espasmos parecían querer ordeñarme. Apenas me moví. No podía. Sólo daba pequeños empujones, uno por cada descarga de caliente semen.

Estaba destrozado, agotado. Caía sobre ella, y luego, quedé boca arriba, a su lado. Cerré los ojos.

Lo había conseguido. Mi sueño se había cumplido. Había ido a por algo que deseaba y lo había cogido.

La sentí moverse. Miré. Se había dado la vuelta, dándome la espalda. Estaba acurrucada, casi en posición fetal. Me incorporé un poco y besé sus mejillas. Ella, con los ojos cerrados, sonrió.

Me fijé en la hora. Ya era tarde, y ella trabajaba al día siguiente. Ya era momento de dejarla descansar.

-Linda mexicana..me voy ya...

Ella abrió los ojos y me miró.

-¿Cuánto tiempo vas a estar en México?

-Una semana.

-Quédate esta noche conmigo.

-Será....un honor.

Sonrió nuevamente, cerró los ojos y a los pocos segundos, dormía.

A mí me costó un poco dormirme. En mi cabeza bullían muchas cosas. Además, por la diferencia horaria, a esas horas es cuando yo me despertaba en España. Pero el cansancio al fin pudo conmigo y abrazado a ella, me dormí.

El despertador sonó y me despertó. Ella lo apagó rápidamente, para evitar que yo me despertara, Se levantó, pero antes de que se fuera, la cogí por la muñeca.

-Buenos días.

-Hola Abe..

Nos dimos un buen morreo. Ella encima de mí y yo acariciando su lindo culito. Cuando las yemas de mis dedos empezaron a acariciar su ojete y ella a gemir, se levantó.

-Uf, me estás calentando y no puedo, que llego tarde a la oficina.

Tiré de la sábana que me cubría, mostrándole mi dura polla. Ella la miró.

-Pues no te vas a ir hasta que te tomes el desayuno.

-Abe!! que no hay tiempo.

-Mientras antes empieces, antes te podrás ir.

Dudó un segundo, pero enseguida se lanzó sobre mí, empezando una mamada de antología. Tenía que hacerme correr rápido. Yo me apoyé en los codos para poder gozar mejor de la vista. De la vista de mi polla entrando y saliendo de su boca. De la vista de sus bellos ojos clavados en los míos.

-Ummm que boquita tienes, Felicia...Y qué bien la sabes utilizar.

Intenté aguantar todo lo posible, pero a medida que pasaba el tiempo, más empeño ponía ella. En menos de cinco minutos empecé a gemir y a llenarle la boca con una buena ración de semen que no dudó en tragarse. Intentó irse corriendo.

-Hey, hey...límpiame bien la polla, perrita.

-Cabrón.

Pero lo hizo. Me la dejó bien limpia.

-No tengo tiempo ni de ducharme.

-No hueles mal. Hueles muy bien.

Me besó y se vistió a toda prisa. Antes de irse le dije que me diera su número de teléfono. Mientras se pintaba, hablábamos.

-¿Que harás hoy?

-No sé. Haré un poco de turismo.

-¿Quedamos a las 7, no?

-Por supuesto.

La fui a despedir a la puerta. Me abrazó y me dio un besazo.

-Oye..Paco...deja el hotel. Quédate aquí conmigo...si quieres.

-Ummmmm. ¿Tú qué crees?

-Que sí.

-Por supuesto

Se marchó corriendo. Yo estaba hambriento, así que busqué en su cocina. Lechugas, verduras..nada de 'comida'.  Así que decidí dar una vuelta, desayunar, para luego ir al hotel a por mis cosas. Antes, me di una reparadora duchita.

En cuanto cerré la puerta de su casa, me dije "Coño. Si no tengo llaves". Con las prisas nos olvidamos de las llaves.

Desayuné en una cafetería cercana. Cogí el teléfono y la llamé. Ella no conocía mi número.

-¿Sí? Dígame

-¿Llegó bien mi perrita al trabajo?

-Por los pelos. - luego, susurrando. me dijo - y con el chochito chorreando.

-No haber salido corriendo.

-Es que era tarde. Espero que me compenses esta tarde.

-Dalo por hecho. Ah, me he quedado en la calle.

-¿Cómo?

-Que no me diste las llaves de tu casa.

-Jajajaja. Pobrecito.

-Cabronceta. Te ríes.

-Sip.

-No importa. Ya tengo el hotel. Cuando salgas hacemos el cambio.

-Vale...Oye..

-¿Sí?

-Me ha gustado mucho que Abe21 haya cruzado un océano para verme.

-Y a mí.

-Hasta luego

-Chao.

Dediqué la mañana a ver la gran ciudad. Verla solo era un poco aburrido. Pero era lo que había.

Cuando chateábamos, ella se iba a comer a mis 7, o sea, a la una de la tarde en México. Miré el reloj. Eran las 12:30. Recordé uno de nuestros juegos de rol. Decidí darle vida. Cogí un taxi y le di la dirección de su oficina. Llegué a tiempo. Entré en la cafetería Arcoíris e inspeccioné los baños. No muy limpios pero sí discretos. Salí a la sala y la llamé. Ahora reconoció mi teléfono.

-Hola Paco

-Te espero en la cafetería de ayer. Ya!

Colgué. Sabía que vendría. Estaba tomando conciencia de que era mi perrita obediente. Si no hubiese aparecido, me hubiese llevado un gran chasco, pero lo hizo.

En cuanto entró, yo me dirigí al baño. Le hice una señal para que me siguiera. Vigilé que nadie nos viera y la hice entrar en el baño de caballeros, cerrando la puerta tras de mí.

Ella me miraba.

-¿Recuerdas?

-Sí

Le di la vuelta, pegando su espalda a mi cuerpo. Mi dura polla se restregó contra sus nalgas. La empujé y la hice apoyar contra la pared, al tiempo que subía su falda, hasta desnudar sus nalgas, las cuales acaricié con fuerza. Le dije al oído.

-Te follé la boca. Te follé el coñito. Ahora te voy a follar el culito.

-No...aquí no..está..sucio.

Decía que no, pero restregaba su culo contra mi polla. Escupí en dos de mis dedos y los llevé a su ojete, apartando el tanga. Lo lubriqué y lo penetre con los dedos.

-Si digo que te voy a follar el culito es que te lo voy a follar. - le dije metiendo y sacando los dedos

-Agggg...ummm

Su culito no dejada de menearse, de girar. Cuando los dedos entraban y salían culo facilidad, me baje la bragueta, me saqué la polla, la apoyé contra su ojete, y se le fue metiendo, despacito pero sin parar hasta clavársela toda.

Con la cara apoyada en la pared, el culito hacia atrás, empecé a follarla.

-Aggggg Como siento...tu polla....ahhhh

-Que culito más apretadito tienes...perrita.

La cogí por las caderas y aumenté el ritmo de la enculada.

-¿No te hace sentir un poco zorra el estar siendo follada por el culito en el baño de caballeros de una cafetería?

-Agggggggg me hace..sentir....muy....zorraaaaaa

-¿Te gusta, verdad? Te gusta sentirte así de zorrita.

-Mucho...aggg no pares de follarme.

No sólo no paré sino que la follé más fuerte. Incluso le di unas cuantas nalgadas que la hacían gemir aún más fuerte, pero sin pasarme. Sólo era un juego.

-Agggg ¿He sido....mala?

-No..ummmm eres una buena perita.

-¿Y por qué...ummmmm me pegas?

Le di otra más. Sonora. PLAS!

-Para que sepas quien manda.

Entre fuertes empujones y alguna nalgada más, llegamos los dos a la cumbre del place. El primero en correrse fui yo, que apretando sus caderas empecé a llenarle el culito con mi caliente lava. Ella al sentir la cálida invasión también se corrió, gimiendo de placer.

Le saqué la polla despacito de su culito. Le subí las bragas y le bajé el vestido. Me guardé la polla y me subí la cremallera. Le besé el cuello.

-Cuando oigas un golpe, puedes salir.

Comprobé que nadie miraba y golpeé la puerta, ella salió y se marchó. Al poco mi móvil recibió un mensaje suyo:

"Me encanta sentir mi culito lleno de tu leche". Le contesté un simple: "zorra :)"

Por la tarde me llevó al hotel en donde recogimos mis cosas y luego nos fuimos a su casa.

Nos duchamos juntos, y en la regadera, como ella la llamaba, le volví a follar el culito, acariciando sus tetas, pellizcando sus pezones., masturbándola con la otra mano. Tuvo varios orgasmos. Me sentía un superhombre.

Cuando yo estaba a punto de correrme, ella se sacó mi polla de su culito.

-¿Qué haces?

-Abe...¿Recuerdas los videos que me mandaste? Los primeros.

-Sí.

-Dijiste que eso era lo que más te excitaba, pero que nunca habías encontrado a la mujer que te lo hiciera como tú querías. Dime como y yo seré esa mujer.

Me la comí a besos mientras ella, con su cálida mano me hacía una lenta paja.

-Arrodíllate.

Obedeció. Mi polla quedó a la altura de su boca.

-Agáchate un poco más. Que tengas que levantar la cabeza para chupármela. Así podré ver tu preciosa cara.

Quedó sentada sobre sus talones. Le dije lo que tenía que hacer. Tenía que poner sus manos en sus muslos, no dejar de mirarme a los ojos y chuparme lentamente la polla, usando sólo su boca, moviendo su cabeza arriba y abajo. Tenía que sacársela y lamer todo el tronco, haciendo que mi polla acariciara su cara. Tenía que chupar mis huevos, uno a uno. Y tenía que hablarme. Tenía que decirme cómo le gustaba mi polla. Tenía que pedirme mi leche. Tenía que pedirme que me corriera en su cara. Hubo una cosa que no le dije, pero estaba seguro que ella lo haría.

Hizo todo tal y como le pedí. Mejor aún. En su mirada había deseo. Lo hacía para complacerme, pero también porque le gustaba. Fue una larga y lenta mamada, llena de morbo, llena de placer. No se quejó de la postura, de que le dolieran las piernas. Simplemente me chupó, me mamó, hasta que mi orgasmo fue imparable.

Cogí mi polla con la mano derecha. Con la izquierda presioné su frente para que su cara quedara levantada. Y tal como presupuse, hizo lo que yo quería sin habérselo pedido. Cerró los ojos y sonrió. Su sonrisa no se borró de su rostro mientas yo, gimiendo de placer, empecé a correrme sobre su cara. Su sonrisa siguió cuando me quedé mirando mi obra. Y su sonrisa siguió cuando recogí el semen de su cara y lo llevé a su boca. Sacó la lengua tomándose todo lo que le di.

Caí de rodillas junto a ella. Abrió los ojos. Esa sonrisa seguía en sus labios.

-¿Lo ha hecho bien tu perrita?

-Lo ha hecho perfecto.

Nos besamos, y luego nos terminamos de duchar entre besos y caricias. Después tomamos una ligera cena. Era jueves y no salimos. Nos quedamos en su casa. Fue una noche llena de placer para los dos.

Más tarde, ya en la cama, hablamos.

-Paco. ¿Te acuerdas del club que te comenté?

-¿Es liberal? ¿El de intercambio?

-Sí. ¿Quieres ir mañana conmigo?

-¿Me dejarán entrar?

-Si vas conmigo, sí.

-Bueno...No sé si encajaré.

-Claro que lo harás. Allí no pasa nada que uno no desee. Además, si no encuentras nada que te agrade tampoco pasa nada. Podemos simplemente tomar unas copas y charlar. Si al final nos decidimos, tienen reservados en donde estar tranquilos.

-Vale. Espero que no me cambies por una ninfómana.

-Jajajajaja. No tonto. Además, eres tú el que llevas las riendas. Literalmente. Yo tengo que hacer lo que tú me mandes, pero no estoy obligada si no me gusta.

-¿Qué quieres decir con 'literalmente'?

-¿Te acuerdas del collar negro que me compré?

-Sí, con el que te ató el tipo de la disco.

-Ése. Al local van personas con muchos gustos diferentes. Van parejas normales, amos, amas, esclavos, esclavas. En fin, de todo. Gente dominante y gente sumisa. Las sumisas llevamos un collar como ese, y los dominantes una cadena. Nos llevan atadas y así todos saben que buscamos. Si lo deseas, me puedes cambiar por otra sumisa. Hablas con su amo y si os ponéis de acuerdo, os intercambias las...perritas.

-Pero yo no quiero cambiarte por nadie.

-Tienes que hacer lo que desees.

-¿Tú quieres que te cambie?

-Sólo deseo lo que mi amo desee.

Yo había cruzado medio mundo para estar con ella. No la iba a cambiar por ninguna otra.

-Vele. Vayamos a ese localcito. A ver que se cuece.

-Jajajaja.

La noche del viernes, en su casa, nos preparamos para la velada. Ella se puso un precioso vestido negro, ajustado. Yo pantalón y camisa blanca. Y en su cuello, el collar de cuero negro. Me fijé que tenía una argolla de metal, en donde enganchar la cadena.

-Estás preciosa.

-Gracias. Tú también vas muy guapo.

-Esto...yo no tengo cadena.

-Coño! Es verdad. Pues me temo que tendré que irme sola.

-¿Queeeeeeeeeee?

-Jajajaja. No tonto. Creo que tengo una por aquí.

Me dio una cadena con mango de cuero negro que guardé.

Yo conduje. Ella me fue indicando.

El local por fuera no daba pistas de lo que me encontraría dentro. Un portero que parecía un armario nos dejó entrar. Había  una especie de antesala.

-Ya me tienes que atar.

Me pareció raro, la verdad, pero lo hice. Luego entramos. Esperaba..no sé, encontrar una especie de orgía multitudinaria. Gente desnuda, follando como locos. Pero no. Era un sitio muy agradable, una especie de pub, con música suave. Gente hablando, tomando copas, algunas bailando. Eso sí, muy acaramelados, acariciándose más de lo habitual que en otros sitios.

Me imagino que los clientes del local serían habituales. Yo era el nuevo, así que noté muchas miradas fijas en mí. Sobre todo, lo que más me llamó la atención fue las miradas de las mujeres. Me miraban a mí. Y algunas miradas, en otras circunstancias, me habrían puesto rojo como un tomate.

-Todas te miran, Abe - de mijo Felicia, sonriendo.

Comprendí porque me miraban. Veían a un hombre llevando a una espectacular mujer. Se preguntaban que tendría yo de especial. Los hombres me miraban, llenos de envidia, pensaba yo. Deseaban lo que yo tenía. Las mujeres, queriendo descubrir eso especial que había en mi.

Como me había dicho Felicia, allí había de todo. Vi varios hombres llevando a sus perritas. También mujeres llevando a sus perritos. También había gente sin collares, que sólo buscaban, quizás, un intercambio de parejas, un trío, o todos revueltos. Había gente joven, de mediana edad, y hasta maduritos.

El ambiente era tranquilo, agradable. Le gente iba a lo suyo. Nos sentamos y pedimos una copa.

Varias mujeres, atadas por el cuello, me miraban. Quizás deseando que yo las cambiase por la mía. Algunas eran realmente guapas. Muy guapas. Si lo hubiese deseado, podría hacer cumplido mi sueño de acercarme a una bella mujer, hablarle y llevármela para echarle un buen polvo. Pero yo ya tenía a la mujer que quería.

-¿Compartes a tu perra?

Me giré. Era un tipo sobre los 35. No mal parecido. Una mierda iba yo a compartir a Felicia con el primero que se presentara. Además, ella me miró y sin palabras me dijo que no.

-Lo siento amigo, esta noche no.

-Lástima. Es la más hermosa perrita que he visto.

-Lo sé. Pero es mía.

Él se fue. Felicia me miró, sonriendo. Yo tiré de la cadena, la acerqué a mí, y la besé.

-Eres mía.

Estuvimos hablando, riendo. Mientras, yo me fijaba en la gente. Vi varias 'transacciones'. Amos que intercambiaban a sus perritas. Algunos pasaban directamente a un reservado, otros simplemente se paseaban con ellas. También vi que varias parejas quedaban de acuerdo y se iban juntas. Todo en un ambiente tranquilo. Hablando se entiendo la gente, coño!

De vez en cuando hacía acercar a mi perrita y la besaba. Sentía las miradas de los demás clavadas en mí. Una de las veces en que nos estábamos besando, vi entrar a una pareja. Él dominante. Ella atada por el cuello. Y de color. De color negro, digo. El tipo era fuerte, y la chica bastante guapa. Felicia no los vio. Ellos se dirigieron a la barra y desde nuestro sitio no los veíamos.

Una de las fantasías que Felicia me había contado era hacerlo con un negro. Pero no un negro cualquiera, claro. Uno bien dotado. Una fantasía que aún no había realizado. Esa mujer había cumplido todas las mías, así que decidí que cumpliría la suya. Tenía que hablar con el hombre. Y a ver cómo coño le entra uno a un desconocido para esas cosas.

Tenía que dejarla a ella allí en lo que iba a hablar con él. Miré la correa que tenía en la mano. Fíjense si era tonto que no sabía qué hacer. ¿La ataba la pata de la mesa? Ni que fuera un caballo!!! Al final, le di la correa y le dije que esperara un momento.

Me acerqué a la barra. El hombre tomaba una copa con su mujer. Bueno, no sabía en ese momento si era su mujer o no. Su perrita, seguro.

-Hola - saludé

-Hola.

-Linda perrita - No se me ocurrió otra cosa que decir.

-Gracias. La tuya también lo es.

-¿La viste?

-Sí. La he visto varias veces por aquí, pero no contigo.

-Es mi primera vez.

-Se nota.

-Jajaja. Todo esto es nuevo para mí. No sé como plantearlo.

-Es fácil. Quieres que me folle a tu perrita.

-Sí. Pero no ...tú sólo. Quiero estar presente.

-No hay problema.

-Pero sin mariconadas, eh?

-Jajajajaja sin mariconadas.

-Jajajajaja.

Su mujer sólo sonreía. No decía nada.

-¿Cómo te llamas?

-Carlos. Mi mujer, Eloísa.

-Encantado. Yo soy Paco. Oye, Carlos...esto...mi chica tiene una fantasía, y quiero que se cumpla toda. No sólo quiere estar con un chico de color.

-Puedes decir negro. Es mi color.

-Pues no sólo quiere estar con un negro. Quiero uno bien..

-Dotado.

-'Sastamente.

Eloísa habló por primera vez.

-Pues tu chica quedará encantada con mi hombre.

-Perfecto. Sólo una cosa más. Ella decide. Si no está a gusto, si no quiere, lo dejamos.

-Así debe ser.

-Esto...joder, parezco bobo.. ¿Cómo se hace?

-jajaja. No te preocupes. Nos sentamos, nos tomamos unas copas y hablamos. Ya veremos si la cosa sale a no.

-Ah, perfecto.

Felicia me esperaba en la mesa. Estaba intentando espantar a un moscón, que en cuanto me vio, se fue. Yo espantando moscones!! En ese momento, si me hubiese tendido que liar a tortas, lo hubiese hecho. Seguro que antes de caer al suelo sin sentido hubiese dado algún golpe! jajajaa.

-Carlos, te presento a Felicia.

-Hola Felicia.

Ella lo miró. Luego a mí.

-Felicia, me he encontrado con Carlos y su mujer, Eloísa. Les he invitado a tomar una copa.

-Encantada, Carlos. Eloísa.

Nos sentamos y empezamos a hablar. Felicia me miraba. Se notaba que el más fuera de lugar era yo, pero enseguida me puse a su nivel. Con las copas nos animamos. Él tenía a su perrita bien cogida por la correa. Yo a Felicia no la soltaba.

De vez en cuando la miraba, para ver si ella me hacía algún gesto de desagrado, indicándome que no deseaba continuar. Pero no lo vi. La vi a gusto.

Tiré de la cadena, la atraje hacia mí. Me acerqué a su oído. Le susurré:

-Eloísa me ha dicho que Carlos tiene una polla enorme.

La besé en el cuello. La sentí estremecer. No sé si por el beso o por lo de polla.

-¿Deseas cumplir tu fantasía?

Con la cabeza me dijo que sí. Sus ojos brillaban. Apreté su muslo con mi mano y la besé en la boca.

Carlos se dio cuenta de que ella había aceptado.

-¿Me permites? - me dijo, tendiéndome la mamo. Le dejé la cadena de Felicia.

Tiró de ella, acercando a Felicia a él. Y la besó. Felicia, mi chica, cerró los ojos y juntó sus labios con los de él.

No les voy a mentir. Sentí una punzada de celos. Qué digo una punzada. Un punzando. Pero seguí adelante. Él me devolvió la cadena. La cogí con mucha fuerza.

-¿Vamos a un sitio más tranquilo? - me preguntó Calos.

-Vamos.

Nos levantamos los 4. Cada uno llevando a su perrita. Debía de habar algún tipo de señal en los reservados, porque entramos en uno vacío. Cerró la puerta.

El reservado era muy acogedor. Tenía una gran cama redonda, varios sofás, espejos en las paredes. Un pequeño lavabo. Hasta un armarito para dejar la ropa. Todo bien pensado.

Carlos soltó a Eloísa, que se sentó en uno de los sofás. Felicia se quedó de pie. Me acerqué a ella por detrás, abrazándola. haciéndole sentir contra su culito mi polla, que estaba ya dura como una piedra. Besé su cuello. Ella se estremeció otra vez.

-Aún podemos dejarlo si no quieres.

-Ummm...yo...lo deseo...

-Recorrí con mis manos sus brazos, acariciándolos con mis dedos. Entonces, Carlos se acercó por delante de ella, pegándose a su cuerpo. La besó en la boca. Felicia era como una lonchita de queso. Carlos y yo, el pan. Él le comía la boca y yo le besaba el cuello.

De reojillo miré a Eloísa. Ella sólo miraba.

Felicia gemía. Seguramente sentía en su pubis la dureza de la polla de Carlos.

-Sácanos las pollas, perrita - le dije.

Primero sacó la mía. Sin dejar de besarlo, llevó sus manos hacia atrás, me bajó la cremallera y me sacó la polla. La acarició un poco.

-Ahora la del negro.

El cuerpo de Felicia temblaba. Aquella situación le tenía muy excitada. No lo vi, pero supe que tenía la polla de Carlos en la mano cuando dio un fuerte gemido. La otra mano la llevó a la mía.

Tiré de ella, haciéndola arrodillar delante de nosotros. En su mano izquierda, mi pollita. Digo pollita en comparación con la polla de Carlos. Vaya pedazo de tranca que tenía el tipo. La mía no es pequeña, pero aquello era enorme. Felicia la miraba, como hipnotizada.

Los dos nos acercamos más a ella, dejando nuestras pollas al alcance de su boca.

-Enséñale a Carlos lo buena perrita que eres.

Empezó a lamerle la polla, a chupársela. Cerró los ojos y se la metió en la boca, hasta donde pudo. La mía la movía.

-Tenías razón, Paco. Tu perrita saber chupar bien. Chúpasela también a tu amo.

Durante varios minutos, Felicia fue cambiando de polla. Mientras mamaba una, pajeaba la otra. Eloísa se estaba tocando el coñito, mirándonos.

Tiré de la cadena, haciendo levantar a Felicia. Los alrededores de sus labios estaban brillantes. La besé, con fuerza. Después la besó Carlos. Gemía entre nuestros brazos.

-Carlos, mira que cosa más hermosa.

La desnudé, haciendo caer su vestido. Su cuerpo parecía pálido al lado de la negra piel de Carlos.

-Sí que es hermosa, Paco. ¿Me permites?

-Toda tuya.

La empezó a acariciar. Pasó sus manos por sus tetas, juntándolas,  Levantó el sujetador y luego se lo quitó. Sus pezones se notaban duros. Vi como los atrapaba entre sus carnosos labios. Felicia cerraba sus ojos. Se mordía el labio. Gemía de placer.

Los largo y finos de dedos de Carlos bajaron por su barriga hasta introducirse por debajo de las braguitas tanga que llevaba. Felicia abrió un poco las piernas para permitirle el paso.

-Esta perra tiene el coño chorreando. Eloísa, desnuda a mi amigo.

Eloísa en seguida se levantó y empezó a desnudarme. Primero me quitó la camisa, y luego se arrodilló delante de mí. Me abrió el cinturón, desabrochó el botón y me bajó los pantalones, y después los calzoncillos.

-¿Puedo? - pregunté a Carlos.

-Es tuya.

Cogí la cabeza de Eloísa y la llevé a mi polla. Abrió la boca y empezó una buena mamada. Seguía agarrando la correa de Felicia. No sé, temía que Carlos me la robara, o algo así.

-Felicia, desnuda a Carlos.

Como hiciera Eloísa conmigo, lo desnudó, quedando arrodillada delante de la palpitante polla.

-¿Puedo? - me preguntó Carlos.

-Sírvete

Dejamos a las dos mujeres en medio, cada una con una polla en la boca. Eloísa casi podía tragarse toda la mía. Felicia la de Carlos no. Yo sabía que Felicia no tenía inclinaciones lésbicas, pero tiré de ella, sacándole la polla de Carlos de la boca.

-Dale un besito a Eloísa, que me está chupando la polla muy bien.

Felicia me miró, pero di un tironcito a la cadena. Le dio un besito a Eloísa, pero..sin ganas. Pero Eloísa sí que la besó. Le agarró la cabeza y le dio un buen beso, con lengua. Por lo vista, las perritas entre ellas podían dominarse la una a la otra. No pude resistirme a acariciar sus caritas con mi polla. Cuando las dos empezaron a chupármela, estuve a punto de dejarlas continuar hasta correrme. Era mi primera mamada a dos bocas. Pero no las dejé. Cuando me tenían a punto tiré de la cadenita ( cada vez me gustaba más esa cadenita) y las chicas empezaron a chupársela a Carlos. Había polla para una más.

-Siéntate - le ordenó Carlos a Eloísa, que sin rechistar volvió a su sofá. - Paco, ahora vamos a follarnos a tu zorrita.

La hice levantar y la llevé a la cama.

-Amigo Carlos, antes vamos a calentarla un poco.

-Por como tiene el chochito, no creo que pueda calentarse más.

-Sí que puede.

Tirando de la cadena, la hice tumbar en medio de la cama. Le puse un amplio almohadón bajo la cabeza y me arrodillé junto a ella. Carlos lo hizo el otro lado. Acercamos nuestras pollas y se la pasamos por la cara. Ella como loca las lamía, las chupaba. De vez en cuando nuestras pollas se tocaban.

-Sin maricondas, eh? jajajaja -dije

-Jajajaja

Mientras Felicia nos la chupaba por turnos, empezamos a acariciarla. Cada uno una de sus tetas. Pellizcamos sus pezones. Ella gemía de placer. Seguimos bajando..su barriguita, su pubis..

-Abre bien las piernas, preciosa - ordené.

Al pasar mis dedos por su coñito, comprobé lo mojada que estaba. Chorreaba de verdad.

-Tenías razón, Carlos. Esta perrita está chorreando.

Él unió su mano a la mía. Luchábamos por tocarla, por acariciarla. Cuando yo frotaba su clítoris, Carlos la penetraba con sus largos dedos. Luego cambiábamos. Felicia cada vez gemía más fuerte, cada vez nos chupaba la polla con más ganas, hasta que no pudo más y gritó. Gritó al tiempo que era atravesada por un impresionante orgasmo que nos llenó a los dos los dedos se su flujo. Después acariciamos cada uno uno de sus muslos, mientras Felicia se recuperaba.

Ella me miró. Me encantó la expresión de sus ojos. Abrió su boca y se metió mi polla todo lo que pudo, mientras Carlos le pasaba la suya por la cara.

-¿Quieres hacer los honores, Carlos? Mi perrita necesita una buena polla

-Encantado.

Carlos se arrodilló entre las abiertas piernas de Felicia. Ella no lo miraba a él. Me miraba a mí, agarrada a mi polla. Vi como él cogía su enorme polla y la pasaba arriba y abajo de la rajita del chochito de Felicia. Cuando la empezó a penetrar, Felicia cerró los ojos y estiró su cuello.

-Ummm tu perrita está bien apretadita.

-Aggggggggg Pacooooooooo que...ricooooooooo

Me encantaba verla gozar. Miré y vi como la polla negra desaparecía dentro de su coñito, separando los labios. Cuando se la enterró toda, se quedó quieto.

-¿Te gusta, perrita? - Le pregunté

Ella no dejaba de mirarme, mientras Carlos empezó a follarla despacito, metiéndole la polla a fondo, sacándola hasta la mitad y volviendo a metérsela.

-Nunca...me había sentido tan...llena...gracias...a ti....Aggggg

Miré a Carlos.

-Coño, Carlos. Esa no es manera de follarse a mi perrita. Dale duro.

-Como tú digas.

Ahora sí que empezó a darle caña. Se la folló fuerte, haciéndola gemir, bambolearse en la cama. Tuvo que abrir la boca, pues el aire no le llegaba a los pulmones.

-Fóllame  aggggggg así...asíiiiiii

Estaba desatada. Se olvidó de mi polla. Se olvidó de mí.  La dejé. Era su fantasía. Tenía que disfrutarla. Y la disfrutó a tope. Se movía, pegando su pubis al de Carlos, como queriendo que se la metiera más.

Observé cómo le clavaba los dedos en los brazos, apretando los dientes. Mi preciosa perrita se estaba corriendo al ser follada por aquel negro de enorme polla.

-Eso es, perra. Córrete con esa polla negra dentro de ti - le dije. Ella sólo gritó.

Su grito lo ahogó Carlos con su boca. Cuando dejó de correrse, le sacó la polla. Aquella piel negra estaba totalmente brillante. Carlos me hizo un gesto. Lo entendí.

Tiré del collar. Felicia, con los ojos entreabiertos, me miró.

-Ponte como una perrita. Esto aún no ha acabado.

Abrió los ojos. Iba a decir algo. No la dejé.

-Shhhhhhh calla. Haz lo que te digo - le dije tirando con más fuerza de la cadena.

Felicia, como la buena perrita que era. obedeció. Se puso a cuatro patas sobre la cama, apoyándose en los codos, con el culito levantado, ofrecido. Carlos se arrodilló detrás de ella. Yo me acerqué a mirar. El coñito de Felicia estaba entreabierto. La tremenda polla de Carlos lo había dejado distendido.

-Fóllatela un poco más.

-Será un placer.

Cogió su polla con una mano, la acercó a su abierto chochito y se la fue encajando. Era espectacular ver aquel negro pollón desaparecer dentro de de su estrecho coñito. Se la metió toda. Mi propia polla daba saltitos. Necesitaba mimitos. Miré a Eloísa, que miraba como su hombre se follaba a aquella blanquita acariciándose su negro coño. No quise molestarla. Además,  Yo deseaba a Felicia, así que me arrodillé delante de ella, tiré de la cadena y le di a chupar mi polla.

Ahora mi perrita tenía dos pollas dentro. Una en su chochito y otra en su boca. Agarré la cadena cerca del collar. Las embestidas que Carlos le daba hacían que su cabeza se tragara mi polla.

PLAS!!

Miré. Carlos le dio una sonora nalgada que la hizo gemir. Él me miró, y con un gesto le dije que adelante.

PLAS!

-Cómo me gusta follarme a estas zorritas blancas. Les encanta que le meta duro mi polla negra en sus coños! PLAS!

-Agggggggggggggg

Vi que Carlos, sin dejar de follarla, le metió en el culito uno de sus pulgares. Felicia dio un respingo y siguió gimiendo.

-Uf, que culito más apretadito tiene esta putita.

Eso no. Me la iba a romper. Además quería algo que fuera sólo mío. Miré a Carlos y con la cabeza le dije que no. El se encogió de hombros, pero siguió follándola con el dedo.

Felicia se sacó mi polla de la boca. No podía más. Se estaba corriendo otra vez.

-Aggggggggggggg

Me agaché y la besé, para que sus gritos se apagaran. Carlos arreció en sus embestidas.

-Joder Paco...el coñito de tu zorra está temblando...Que gusto...Me va a vaciar los huevos..

-Espera. No te corras aún. - le dije

Le sacó la polla. Aquel monstruo daba saltitos en el aire. Felicia cayó sobre la cama, destrozada de tanto placer. Con los ojos cerrados, la boca abierta, necesitada de aire.

-¿Cómo está mi perrita?

-Paco..no..puedo más..Necesito..descansar.

-No puedes descansar mientras haya pollas duras para ti.

Me acerque a su orejita. Le susurré.

-Ahora te vamos a meter los dos la polla. Vas a saber lo es estar llena de verdad. Esta noche no la vas a olvidar nunca.

Le besé la mejilla. Ella sólo gimió.

-Carlos, ahora vamos a enseñar a mi zorrita lo que es darle polla de verdad. Túmbate boca arriba.

El me obedeció. Jeje, parecía yo su amo también, aunque de un sopapo podría mandarme de vuelta a España. Pero era un buen tipo, ese Carlos.

-Perrita, ahora tú monta el caballito.

Con movimientos lentos, Felicia se subió sobre Carlos. El tenía su polla agarrada con una mano, dejándola vertical. Ella sabía lo que tenía que hacer. Se sentó sobre ella, lentamente, haciéndola desaparecer dentro de ella. Cuando estuvo bien empalada, la empuje por su espalda para que se echara sobre Carlos. Así su culito, mi objetivo, quedó a la vista.

Se lo iba a lamer y chupar un poquito, pero la presencia a escasos centímetros de la polla de Carlos, me dio cosa.

-Eloísa, lubrícale bien el culito a mi perrita.

Vino enseguida. Metió su cara y empezó a lamerle el ojete a Felicia, que con el coño lleno de polla y la caricia de aquella experta lengua, comenzó a gemir de nuevo. Y decía que no podía más. Eloísa de vez en cuando también me chupaba la polla.

La dejé chupar como dos minutos y luego la mandé otra vez a sentar. Hizo un buen trabajo. Apoyé la punta de mi polla en su esfínter y se la metí toda. Seguí empujando hasta que toda mi polla quedó enterrada en el culito de Felicia.

Con ayuda de la cadena, la atraje hacia mí. Llevé mis manos a sus tetas y le mordí el cuello.

-Ahora sí estás llena de polla.

-Me...vas a ...matar.

-De placer..sólo de placer.

Empecé a moverme, a clavar y desclavar mi polla de su cálido y apretado culito. Cuando Carlos también empezó a moverse, pude sentir su enorme polla a través de la fina capa de piel que separaba las dos cavidades.

La volví a empujar hacia abajo. En poco tiempo, Carlos y yo nos acompasábamos bien. Cuando yo se la sacaba, el se la enterraba. Y cuando yo se la metía, el salía. Felicia no tenía fuerzas ya para gritar, pero se corría. Una y otra vez. Cada pocos segundos su cuerpo temblaba y tenía espasmos, que transmitía a mi polla a través de los músculos de su culito, y a la de Carlos con los de su vagina. Yo le daba nalgadas mientras la follaba.

Ella tenía su cara apoyada contra la cara de Carlos, que la besaba, la lamía. Yo me eché sobre su espalda y la besó también. Felicia dobló su cuello todo lo que pudo hacia mí y pude besar su boca, lamer su lengua.

-Paco....ummmm...le voy a llenar el coño a tu putita. Ya no puedo más.

-Y yo su culito.

Creo que no he soltado tanto semen en mi vida. Empecé a bombear chorro tras chorro a presión dentro de Felicia. Sentí claramente como la polla de Carlos también temblaba, sin duda vaciándose dentro del chochito de mi chica.. Y Felicia, durante todo ese tiempo, tenía el cuerpo tenso. Parecía un orgasmo sin fin. La habitación se llenó de los gemidos de Carlos y míos. Ella no emitía sonidos.

Nos quedamos un rato quietos. Se la saqué del culito. Felicia cayó hacia un lado de la cama. La polla de Carlos estaba encogiendo. La mía, no.

Carlos se levantó de la cama y fue hasta donde estaba su mujer. Le puso la polla llena de jugos delante de la cara.

-Déjala limpia, putita.

Eloísa sabía bien cómo hacerlo. Se la dejó reluciente

-Buena perrita, eh? - me dijo Carlos, sonriente

-Desde luego.

-La tuya también es muy buena.

-La mejor.

La miré. Seguía con los ojos cerrados. Acaricié su cabello. Ella sonrió. Eloísa le decía algo al oído a Carlos.

-Oye, Paco. A mi perrita le gustaría tomarse mi leche del coño de la tuya.

Felicia estaba agotada, lo sabía. Pero la pobre Eloísa no había casi participado. Di un tironcito a la cadena y Felicia se puso boca arriba. Yo le abrí las piernas.

Eloísa vino gateando. Le comió el coñito a Felicia muy despacito, lamiendo y tragando todo el semen que iba expulsado. Y a pesar del agotamiento, Felicia volvió a gemir. Entreabrió los ojos y me miró. Era tan guapa. No pude resistirme a besarla, mientras que Eloísa no paró de lamerla hasta que no quedó rastro del semen de Carlos. Pero siguió comiéndola hasta hacerla gemir en mi boca. Su último orgasmo fue suave. Su cuerpo ya no podía más.

Me acosté junto a ella y la abracé. Ella me rodeó con sus brazos.

Oí gemidos. Miré y vi que arrodillada, Eloísa le chupaba la polla a Carlos, ya recuperada. Era impresionante ver aquella enorme polla en la boca de Eloísa. Pero más impresionante fue cuando la hizo poner a 4 patas en el suelo, se subió el vestido, le apartó las bragas y le enterró la polla en el culito.

-Mi perrita no puede dormir si no le follo el culo todas las noches.

Felicia y yo miramos la larga follada anal, que terminó con Carlos bufando de placer. Felicia se abrazaba a mí.

-Gracias por no dejarle hacerme eso - me susurró

-Nunca te haré daño.

Carlos se levantó y Eloísa, obediente, volvió a limpiarle la polla. Luego él se vistió.

-Bueno, Paco. Ha sido un placer conocerte. Espero volver a verte.

-Igualmente Carlos. Y Eloísa.

-Adiós, Felicia - se despidió él.

Ella le sonrió, sin decir nada. Carlos y Eloísa se fueron, dejándonos solos.

Estuvimos largo tiempo abrazados, sin hablar. Besándonos de vez en cuando.

-¿Lo has pasado bien? - le pregunté.

-Paco..en mi vida había gozado tanto. Creí que me iba a desmallar.

-A mí también me ha gustado......perrita

Ella sonrió.

-¿Nos vamos?

-Vale - dijo.

Nos vestimos y salimos del reservado. Aún había mucha gente. Carlos y Eloísa ya no estaban. Cuando salimos por la puerta y entramos en la antesala, le solté la cadena. Abrazados, nos dirigimos al coche.

Cuando entramos, ella me pidió la cadena. Se la di. Se ató y me la dio.

-Soy tu perra.

-La mejor del mundo.

No hizo falta que tirara. Se aceró y nos besamos. Llevó su mano a mi polla.

-Aún la tienes dura.

-Nadie me excita como tú.

Me bajó la bragueta y me sacó la polla. La cogió con una mano y la acarició. Ahora tampoco hizo falta que tirara de cadena. Agachó la cabeza y empezó una suave y lenta mamada. Recliné un poco el asiento para estás más cómodos.

Con mis manos en su cabeza dirigí la mamada. Fue lenta, pero intensa. Me dio mucho placer con su boca. Consiguió su recompensa, la cual se tragó toda. Ese sonido jamás lo olvidaré. Como no olvidaré su cara cuando subió la cabeza y me miró, sonriente. Se pasó la lengua por los labios.

-Ummm que rica.

Ahora sí que tiré de la cadena, para atraerla hacia mí y besarla con pasión.

Esa noche ya no hubo más sexo. Ella estaba agotada, y yo también. Dormimos abrazados.

El resto de los días que estuve con ella fueron los mejores días de mi vida. Felicia era una mujer maravillosa en todos los sentidos.

Pero todo lo bueno acaba, y mi semana terminó. Ella quiso llevarme al aeropuerto, pero le dije que no. No quería irme, pero tenía que hacerlo.

Me despedí en la puerta de su casa.

-Hasta siempre, linda mexicana

-Hasta siempre, Abe21. ¿Volverás?

-Quien sabe.

Sus ojos estaban llorosos. Los míos también. Si me quedo más, no podría evitar que cayeran las lágrimas. Me di la vuelta y me fui.

Como dije al principio de este relato, parte es verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, y parte pura fantasía. Incluso en esa parte, hay mucho de mí. He leído y releído varias veces el relato,  siempre deseando que la fantasía se cumpliera. Deseando que Paco, como en el relato, se convirtiera en Abe21. Se me acaba el tiempo. Lo que no viva ahora ya no lo podré vivir jamás.

Para cumplir mis sueños, sólo hay una manera, así que esta mañana he ido a la agencia de viajes y he comprado un pasaje para México. Cuando Felicia lea esto, yo ya estaré volando. El tiempo dirá quién gana, si Abe21 o Paco.