Cambiando Roles
Otro fin de semana en la playa al lado de mi insaciable madre me trajo otra nueva experiencia: cambié de rol con ella y en lugar de dar, recibi mucho placer (amor filial madre-hijo y sexo bisexual).
Cambiando Roles
Hola, de nuevo soy Ricardo y vuelvo con una nueva historia de mi vida. Quiero darles las gracias a todos por el apoyo que me han dado, por sus lecturas y por sus críticas, las buenas y las malas.
Voy al grano, no perderé tiempo con grandes resúmenes. Empezaré diciendo que, desde hace años, mi madre, una preciosa y sumisa señora divorciada, y yo mantenemos una relación incestuosa. Esa historia la pueden leer en mis relatos viejos (sobre todo “Consolando a mi Madre” ). También diré que actualmente soy totalmente bisexual, aunque predominantemente hetero. Di mis primeros pasos como bisexual con ella ( “Un nuevo tipo de placer” ) para graduarme posteriormente, pero esa será otra historia. Finalizaré diciendo que a mi madre no le guardo secretos, nunca, así que se enteró de mis aventuras con mi mejor amigo, el Ko ( "Mi Amigo el Ko" ). Y ahí es dónde inicia este relato, en nuestro chalet del puerto un fin de semana que nos fuimos a tomar el sol.
Al principio ella puso el grito en el cielo cuando le conté del caliente juego voyerista en el que me metí al lado de mi amigo, pero luego, para mi total sorpresa, se calentó y me pidió que se lo contara detalladamente mientras me la cogía. Así es mi amada progenitora, una perra en toda la extensión de la palabra. Al tiempo tuvimos una aventura los 2, al lado de un mirón ( "Mamá, el Mirón y Yo" ). Pues bien, como a las 2 semanas fue que hicimos esa escapada a la playa al lado de mi hermanita menor y de 3 de sus amiguitas. Fue un fin de semana perfecto, caluroso y con el sol alumbrando fuerte. Era domingo y llegamos el sábado, y nos la pasamos muy bien, lamentablemente debíamos volver el lunes siguiente. Mamá y yo caminábamos de regreso a nuestro chalet tomados de la mano como una pareja verdadera, aprovechando que la tarde estaba cayendo y que había poca gente en la calle ese día. Claro que al llegar a un sitio más público nos separamos y continuamos platicando como si nada, como madre e hijo. Pero yo, que la conozco muy bien, sabía que su mente no estaba en la vana e intrascendente conversación que estábamos teniendo, estaba caliente y con ganas de guerra.
Si no fuera tan peligroso, me la habría cogido allí mismo, a María José le encanta que la tome como un salvaje en lugares arriesgados, esa dosis extra de adrenalina la calienta aun más. Y al llegar a la casa, yo sabía que querría coger como una condenada. Obviamente yo también iba muy caliente, me costaba mucho controlar la erección que llevaba debajo de la calzoneta, la cual era muy notoria y visible realmente. A mi también me estimula mucho la emoción de la aventura y coger sobre la arena no encanta. Claro que no siempre se puede, sobre todo cuando mi hermanita estaba cerca.
Por lo tanto a mi también me urgía volver rápido a la casa, quería pasármela por la piedra, aunque cabía la posibilidad de que mi hermanita ya estuviese de regreso y eso, por supuesto, nos “trocearía” los planes. Pero no, Majito no estaba. Claro, eso no implicaba que no fuera a regresar en cualquier momento, sobre todo en un momento muy “inapropiado”, así que mi madre la llamó.
– Nena, amor… ¿dónde andan?… mmmm… ya… vaya, pero con cuidado… si mi vida, si… vaya, regresan temprano, te me cuidás amor… (clic) – no fue una plática muy larga.
– ¿Entonces, qué va a hacer nuestro “pequeño saltamontes”? – así le decía yo como broma, aunque a ella no le hacía mucho gracia que digamos.
– El papá de una de sus amiguitas anda por aquí y las invitó a cenar…
– ¿El papá de una de sus amiguitas… de cuál? – pregunté desconfiado.
– De Adita… parece que el señor también tiene un chalet por aquí.
– Mmmm… – gruñí.
– Je, je, je, me encanta verte en tu modo de “hermano mayor celoso y sobreprotector”, ja, ja, ja. – no le respondí, solo me puse rojo como un tomate.
Al fin de cuentas tenía que admitirlo, si era (y sigo siendo) un hermano mayor celoso y sobreprotector, pero era lo mismo con mi madre. Y es que luego que ella me convirtiera en el hombre de la casa y dejara su vida en mis manos me volví así, desarrollé una personalidad algo paternalista y muy protectora. Lo malo era que mi hermana era ya una adolescente en toda su plenitud. No era rebelde, pero si muy independiente y hermosa y eso me preocupaba un poco. Sus amigas eran iguales.
Creo que lo mejor será hacer una pausa para describirnos. Mi madre se llama María José, tenía 36 años, medía 1.70 y era una mujer bellísima con gran parecido a la preciosísima y buenísima modelo checa, Verónica Zemanova. Claro, ella es algo más bajita y llenita y con la piel morena. Tenía cabello castaño, liso, que llevaba siempre a media espalda, ojos cafés y una suave y cuidada piel morena. Sus rasgos eran finos, con grandes y expresivos ojos, una nariz fina y labios gruesos que invitaban a besar. Sus senos eran grandes y firmes, colgaban con gracia sobre un tórax algo estrecho y se engalanaban con un par de aureolas oscuras, con 2 pezones pequeños en el centro. Sus nalgas eran redondas, paraditas y duras, y ocupaban la retaguardia de unas caderas anchas que sostenían una cinturita de avispa.
Por mi parte era su hijo mayor y ya estaba en mi primer años de universidad, tenía 19 y, considero, era normal, tirándole guapo. Era delgado y con cuerpo atlético y marcado por los deportes. Mi cabello era negro rizado, lo usaba corto, mis ojos cafés y mi piel morena, con un rostro varonil, que heredé de mi padre, y de rasgos finos. Pero creo que lo mejor de mi anatomía era mi pene, que, como recordarán (y sin ganas de resultar presumido), la vida fue muy generosa conmigo en el área genital. Me armó con un falo circuncidado de 23 cm, con forma de torpedo y bastante grueso. Cuando lo tengo en pié toma un color intensamente rojo y se ve surcado de innumerables venas. Es ligeramente más ancho en la base y en el glande. Y por debajo de eso poseo unos testículos redondos y grandes, repletos de semen
Pues bien, con la seguridad de que mi hermana y sus amigas no volverían sino hasta la noche, mamá y yo teníamos el camino allanado para entregarnos a los placeres de la carne. No perdimos tiempo y nos desnudamos y nos metimos a la piscina, tan calientes que a apenas me bastó con rozar su vulva con la punta de mi pene para metérsela sin problemas y hasta el fondo.
– ¡¡AAAAHHHH, amor, por Dios!! – exclamó ella, mientras me rodeaba las caderas con sus larguísimas piernas y comenzaba a cabalgarme.
– ¡¡¡SOS LO MÁXIMO, AAAAHHHHH!!! – le contesté, iniciando la cogida.
María José quedó montada sobre mi, apretándome con las piernas para que no se le metiera el agua, pues esta diluye sus jugos y llena su vagina, y como sabrán eso no se siente igual que los sus calientitos jugos lubricantes. Cogíamos duro, ella subía y bajaba como una verdadera amazonas, cabalgándome como loca y gimiendo fuerte. Nos besábamos con lengua y todo, acelerando el ritmo poco a poco. Cada vez me apretaba con más fuerza y yo la embestía con más dureza, era delicioso.
– ¡¡¡¡aaahhh, aaahhh, mijo, amor, me matás, me mataaasssggghhh!!!
– ¡¡Dale Majo, no parés, seguite empalando, perra!! – cuando cogemos le gusta que la llame por su nombre, Maria José… y por otras lindezas también, je, je.
– ¡¡¡aaahhh, aaahhh, oooohhh… dios mío, dios mío!!!
Ella estaba mal, la calentura la tenía loca. Por su mente pronto pasaron muy buenas ideas, hasta que finalmente se decidió por una. Se soltó de mi y nadó a la orilla, salió del agua y corrió al interior de la casa, a las gradas. Fui detrás de ella, obviamente, y la encontré en los escalones, con las piernas abiertas totalmente y mirándome con una cara de perra en celo que casi me derrite, lista para seguir con la fiesta.
Al instante llegué a su lado y comencé a acariciarle las tetas, muy grandes y con los pezones oscuros y duritos. Se las chupaba y mordisqueaba despacio al mismo tiempo que, con una mano, le frotaba su hinchado clítoris. También le lamí la cara y el cuello y le di mordiditas en la piel, bajando lentamente. Pronto llegué a su sexo y empecé a comérselo, inicié lamiéndole la vulva por todo lo largo, despacio, intensamente. Luego comencé a meterle la legua dentro, separando sus labios y bebiéndome el mar de jugos que tenía adentro. Y cuando capturé su clítoris entre mis dientes casi empieza a convulsionar.
– ¡¡¡AAAAAYYYY, OOOOHHHH, ricky… SOS LO MÁXIMOOOOOHHHHH!!! – gimió, mientras mi lengua y boca chupaban su clítoris como si fuera una verga en miniatura y le metía los dedos adentro. María José no pudo aguantar más y acabó en mi boca entre gritos y gemidos – ¡¡¡¡AAAAMOOOOORRRRRGGGGHHHHH, UUUUUGGGGHHHHHH!!!!
Se revolvió como un gusano y temblando como epiléptica, tanto que se deslizó hasta el suelo. María José tiene orgasmos largos, muy intensos y violentos. Y una vez que termina, las revoluciones se le bajan y necesita tiempo para recuperarse. Pero esa vez no fue así, Majo apenas estuvo un minuto tirada en el suelo y se levantó con la misma calentura del inicio, con una mirada muy elocuente y una sonrisa algo cínica, mi mamá estaba maquinando algo nuevo y la expectativa me ponía peor.
Me tomó de los hombros y me hizo tomar la misma posición que ella tenía minutos antes, boca arriba y con las piernas abiertas, mostrando mi gran y dura erección. No me tocó ni me hizo nada, me susurró que no me moviera y subió corriendo hacia el segundo nivel. Bajó con un maletín deportivo, de color azul pavo y pequeño, que yo conocía muy bien… automáticamente el ano se me “frunció”.
Lo dejó a un lado y comenzó a masajearme el pecho, iniciado por mis pectorales, no muy amplios ni grandes, pero si marcados por el ejercicio. Puso especial atención en mis pezones, puntiagudos y de aureolas estrechas y oscuras. Me los acarició y besó, me los lamió y succionó, y cuando les dio suaves mordisquitos me hizo gemir, me encanta esa caricia. Siguió bajando y lamiendo poco a poco, se detuvo un momento en mi ombligo y luego, finalmente, alcanzó mi pene, erecto y duro como un mástil.
– Buenas tardes Don David… ¿qué tal le va? – dijo María José, saludando jocosamente a mi “fiel compañero” con el nombre que ella misma le puso – “Muy bien Doña Majo, ¿y usted qué tal?” – se contestó ella sola fingiendo una voz gruesa y grave, los 2 rompimos a reír. Me encanta el humor de mi mamá, es infantil y algo inocentón, a la vez que pícaro y morboso.
Se puso manos a la obra y atrapó mi glande con sus labios y me lo comenzó a lamer y a chupar como un bombón, succionándolo y lamiéndolo con mucha intensidad. Poco a poco se lo fue metiendo más adentro, hasta que logró alojarlo completo dentro de su cavidad oral. Esa habilidad que tiene ella de poder tragársela entera nunca dejará de impresionarme, de hecho, el sexo oral es una de sus mejores habilidades amatorias, es una artista utilizando la boca, la lengua y los labios.
Pero esa tarde no hizo gala de ello, se tragó entero mi pene una sola vez y luego se lo sacó, se limitó a lamerme y chuparme la puntita del glande, suave y lentamente. Sin embargo empezó a acariciarme la parte interna de los muslos con las yemas de los dedos y con la uñas, acercándose poco a poco a mis testículos. Pronto comenzó a acariciármelos con cuidado, masajeándolos suavemente al mismo tiempo que con sus labios y lengua bajaba por el tronco, besándomelo y lamiéndomelo, quería volverme loco.
– ¡¡¡AAAAHHHHHH, MAJOOOHHHH… QUÉ RICO MUJER, AAAHHH!!! – sus boca alcanzó mis huevos al mismo tiempo que sus dedos llegaban a mi ano, lo que me arrancó un profundo suspiro de placer – ¡¡¡¡MMMMMHHHHHH… AAAAHHHHH!!!!
Me lamía y me chupaba los huevos con suavidad y, simultáneamente, me masajeaba vigorosamente el anillo anal. Yo gemía y resoplaba roncamente con los ojos cerrados, me volvía loco, era una de las cosas que más me gustaba. Gracias a sus juegos llenos de morbo descubrí que poseo un culo muy sensible y bien tragón… ¡casi tanto como el de ella, je, je, je! Es más, mientras ella seguía con su esmerado trabajo, me fui abriendo de piernas y las fui levantando en el aire, para dejarle el paso totalmente libre. Creo que esa era la señal que estaba esperando, pues dejó mis testículos bien ensalivados y sus manos se fueron hacia mis nalgas, redondas, duras y muy carnosas. Las separó hasta dejar mi oscuro y palpitante agujerito totalmente expuesto, bajó y me dio el primer lengüetazo.
– ¡¡¡AAAAAAHHHHH, MAAAAJJOOOOUUUUGGGGHHHH… AAAHH, AAAHH!!! – gemí.
María José inició un suave y largo masaje lingual sobre esa delicada y cerradita parte de mi cuerpo, despacio y masajeándola mucho, y yo automáticamente quedé totalmente entregado. Comenzó por echarle mucha saliva, escupirlo un poco y luego pasarle la lengua lentamente, pero con mucho ardor. Eso me excita sobremanera, tanto que hasta siento que mi ano se abre solo a su paso. Sabía cuál era el siguiente paso, pero ella quería hacerme desesperar y suplicar. Así que se detuvo y me dijo:
– Ricky, amor… ¿querés que te meta mis deditos adentro?
– Si Majo… porfa… dale, metémelos…
– Pero no están ensalivados… ¿qué hago entonces? – me preguntó pícaramente, aun sabiendo de antemano la respuesta. En ese momento fue que caí en la cuenta de qué pretendía.
– Dámelos… yo los ensalivo Majo…
– ¿Cómo un perrito amor?
– Si… como un perrito… – y me dio sus dedos para que se los chupara.
Se los chupé como pequeños falos, los lamía dentro de mi boca agitando la lengua con muchas ansias. Hacer eso me excita mucho, no sé porqué, y a ella también, aunque no sé si más que a mi, pues pronto se lo hacía de una forma enardecida, casi desesperada, tragándomelos por completo y lamiendo el espacio entre ellos. Ella no se quiso quedar quieta y volvió a zambullir la cara en medio de mis carnosas nalgas y me volví a lamer y a chupar el ano. Poseo un culo redondo y bien formado, firme y con las nalgas bien paraditas y separadas. De nuevo me puse a gemir como una puta, pero sin sacarme sus falanges de la boca, casi estaba mugiendo. Y también me empecé a mover al ritmo de su lamida, empujando mis caderas hacia delante, como pidiéndole que me metiera le lengua más adentro. Lo único que quería en ese momento era tener una gran pija que me cogiera.
Me quitó los dedos de la boca y comenzó a masajearme el culo otra vez, metiéndome un dedo que entró como cuchillo caliente entre mantequilla. Me llegó a meter hasta dos deditos en ese instante, pero no muy adentro ni muy fuerte, ya que eso me excita demasiado y me da muchísimo placer y soy capaz de acabar en un santiamén a pesar de que usualmente poseo una resistencia más que aceptable. Lo que ella quería era que se lo suplicara como una puta.
– ¡¡¡¡AAAAHHHHH, MAJOOOOHHHH!!!!
– ¿Qué mi amor, qué querés que tu perrita te haga?
– ¡¡¡Seguí, seguí por favor… SEGUÍIIIIIHHHHH!!!
– ¿Haciendo qué mi amor?
– ¡¡¡AAAHHHH… quiero que me sigas cogiendo con los dedos!!!
– ¿Qué cosa vida?
– ¡¡¡El culo… EL CUUULOOOUUUGGGHHH!!!
– ¿Y solo con mis deditos… o querés algo más?
– ¡¡¡¡quiero que me cojás como a una peeeerrrrraaaaaggggghhhhh!!!! – en ese momento me metió 3 dedos hasta el fondo sin dejar que dijera nada más y de sorpresa.
Je, je, definitivamente me gusta esa situación, estar totalmente rendido con sus dedos metidos entre el culo. Cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás, me sujeté los muslos y elevé las piernas más todavía, dándole vía libre para seguir sodomizándome. Empecé a mover las caderas, tratando de ensartarme sus yo solo, al mismo tiempo que gemía más fuerte. Sentía el orgasmo próximo, a punto de estallar en cualquier momento y no quería eso todavía, la conocía bien y sabía que tenía más cosas planeadas.
Le saqué los dedos de mi ano y me di la vuelta, me puse en 4 y con el culo bien parado, mirándola con desesperación, deseando que continuara, estaba ardiendo y quería más. Ella me sonreía con lujuria y con algo de mala intención. Entonces sacó del maletín un imponente pene de goma, rojo pasión, duro pero flexible, de 22 cm de largo y lleno de estriaciones… ¡ me iba a coger como a una perra!
Je, je, el culo se me hizo agua cuando lo vi. No era la primera vez que me cogería con un dildo, pero si la primera que utilizaba ese. Era nuevo y yo mismo se lo compré, pero no para usarlo en mi, claro, temía que me fuera a desgarrar. Pero ella me hizo ver que si yo le podía meter a Don David, yo también podría (y tendría) que asimilar esa monstruosidad. Pero bueno, “hoy por ti, mañana por mi” dice el refrán… además estaba tan caliente que, incluso, la hubiera dejado cogerme con la verga de un caballo.
Lo enganchó en su tanga/arnés especial, que tenía un pequeño pene de goma, corto pero grueso, en la parte interna, por lo que al cogerme se cogía a si misma al mismo tiempo. Y si a eso le sumamos que ese pene tenía adentro una serie de piedras magnéticas que vibraban por medio del movimiento, pues se convertía en su juguete favorito. Me quedé totalmente inmóvil cuado se me acercó y se paró frente a mi, apuntándome amenazadoramente con ese consolador. Me agarró del pelo y me dijo:
– Perra… quiero que me chupés la verga hasta tragártela, ¿oíste? – y me la clavó hasta la garganta sin dejarme reaccionar siquiera.
A mi mamá le excita sobremanera que le hablen sucio y que la insulten y humillen cuando se la cogen y, por lo visto, el mismo efecto surte en mi cuando soy yo al que se lo cogen. Comencé a succionar ese consolador con glotonería, tragándomelo tanto como podía. Solito me empecé a coger la boca, metiéndomelo y sacándomelo cada vez más adentro. Al mismo tiempo empujaba el pene que estaba dentro de ella, me la estaba cogiendo al mismo tiempo que se la mamada. ¡Por Dios, eso y el ver como lo chupaba la hizo acabar en un poderoso e intenso orgasmo!
– ¡¡¡¡RiCKY, RiiiiiCKYYYYYggggghhhh, ooooaaaagggghhhhh!!!! – me tomó del pelo y me hundió el consolador hasta el fondo de mi garganta, al mismo tiempo que movía las caderas en círculos y de atrás para adelante, alargando y aumentado su gozo – ¡¡¡¡OOOHHH, aaaauuuuggghhhh… amor, me maaataaassssgggghhhh, aahh, aahh!!!!
La intensidad de su orgasmo la hizo perder el equilibrio y caer sentada. Yo comencé a toser al verme liberado del viril aparato, estaba rojo y con los ojos llorosos. Je, je, yo también, a base de práctica, se volví un experto mamador y lo único que me faltaba era graduarme con una verga de verdad… algo que, realmente, no me horrorizaba mucho. Ella levantó sus ojos para verme y supe que, a pesar de haber acabado por segunda vez, seguía conservando energías para seguir.
– Amor… nene… – me dijo, poniéndose de pié y caminando hasta colocarse detrás de mi – te quiero coger por el culo amor… como si fueras una perrita de verdad. – y me dio una fuerte nalgada casi al mismo tiempo que yo, con mis manos, me abría el culo para ella.
Me metió 2 dedos, con los que volvió a abrir y a ensalivar hasta dejarlo. ¡Por Dios, qué delicia y qué desesperación por ser empalado de una puta vez! Debajo de mi, mi garrote al rojo vivo, duro y erecto, se bamboleaba y palpitaba emocionado. Entonces, despacio, colocó la puntita de la pija de goma sobre mi agujerito, que se abrió de gusto. Apenas tuvo que presionar para meterme la punta y yo hizo el resto, empujé con fuerza hacia atrás y me terminé de ensartar.
– ¡¡¡¡aaaaaggggghhhhh, PEEERRRaaaggghhh, me estás pertieeenndooo en dooosssggghhh!!!! – grité, presa de una mezcla de placer y de dolor.
– ¡Eso es lo que querías, amor, porque sos un maricón de mierda! ¡Ahora gozala, perra!
– ¡¡¡¡aaauuuugggghhhh… por dioooossssgggghhhh!!!! – y comenzó a cogerme.
Casi simultáneamente comenzamos a movernos, de atrás para adelante pero cada uno en sentido inverso, ensartándome y sacándome esa deformidad. Gozaba y quería más, a pesar que me dolía, ella podía verlo en mi rostro enrojecido y sudoroso, con los ojos cerrados con fuerza y mi boca abierta como en medio de un alarido. Pero no me daba con todo, Majo quería que mi ano se terminara de acostumbrar al gran monstruo que se estaba tragando, pero pasados varios minutos me agarró de las caderas y empezó a cogerme como yo lo hacía con ella, como a una puta.
– ¡¡¡aaahhh, aaaggghh!!! ¡¡¡MMMaaAjOOOOOggghhh… me MATAS… me vas a mataaarrrggghhh, aahhh, aahhh!!! – seguí gritando como un desesperado, pero al mismo tiempo meneaba las caderas como loco, pidiéndole más, que me la metiera más duro – ¡¡¡maaaasssgghh, quiero maaaasssgghh, reventame tooodooohhh!!! ¡¡¡aaahh, aaahh, oooouuuhhh!!!
Me dio gusto, obvio, y empezó a metérmela hasta el fondo con brusquedad y fiereza, clavándomela tan adentro como podía y asegurándose que mi próstata recibiera mucha estimulación. Yo gemía y gritaba, me sentía más abierto y más sometido que nunca y me estaba gustando. Y ella, con solo ver como estaba de abierto mi culo, más las intensas y repetidas penetraciones que el dildo del arnés le daba, se estaba acercando precipitadamente a otro orgasmo que estaba deseando con toda el alma.
– ¡¡¡yaaaggghhh, ya casi MAJO, ya casi acabo!!! ¡¡¡aahhh, ahhh, aaggghhh!!!
– ¡Pues te voy a hacer acabar como nunca amor!
Me sacó el gran consolador y se quitó el arnés, que dejó tirado a un lado. De solo verme el ano todo dilatado y enrojecido (y hasta inflamado, creo yo) casi acaba, así sin tocarse ni nada. Me jaló con fuerza y me puso boca arriba con las piernas abiertas y ella se me monté encima, pero en pose de 69 que terminó de enloquecernos. Comencé a chuparle la vulva y el clítoris con ímpetu desbocado y ella se tragó mi pene entero al mismo tiempo que me metía 3 dedos entre el culo. ¡Dios mío, en mi ano había espacio para, por lo menos, una mano completa!
– ¡¡¡¡mmmggghh, mmmggghh… (chump, chump) mamá, mammaaaggghhh!!!! – estallé en un orgasmo violento y muy intenso como jamás había tenido y ella tragaba y tragaba el semen, caliente y espeso que salía a chorros e iba a parar directamente a su garganta – ¡¡¡¡¡aaaaggghhh, aaahhh, aaahhh, ooooouuuggghhh!!!!!
– ¡¡¡¡¡mmmggghhh, mmmggghhh, mmmmmggggffffhhhhhh (slurp, slurp)!!!!! – por su parte acabó también, se orgasmeó con igual ímpetu, con la garganta totalmente invadida por la virilidad de su propio hijo y casi a punto de desfallecer.
Me quedé sobre las gradas empapado de sudor, respirando aceleradamente con los ojos cerrados, Don David se veía brilloso de semen y de sus babas y aun permanecía de pié, palpitando y como pidiendo más guerra. Pero después de eso no tardaría en caer en un profundo sopor. Seguía con mis piernas abiertas y debajo de sus pesados huevos se podía ver mi ano recién perforado, muy distendido y obscenamente abierto, pero muy, muy satisfecho.
Ella rodó a mi lado, boca abajo, tosiendo y tratando de tomar aire y normalizar su enloquecido corazón. Escupió y vomitó semen, pues la descarga fue exagerada y se atraganté con ella, le salía hasta por la nariz. Ella tampoco había sentido nada como eso antes, y es que muy pocas veces había estado tan caliente y había sentido tanto morbo. El orgasmo se negaba a abandonarla tan fácilmente, pues mientras tosía y vomitaba lo seguía sintiendo recorrer todo su cuerpo tembloroso, agotado, enrojecido y empapado de sudor. Era una visión tremendamente erótica y patética al mismo tiempo.
Tras un par de minutos de merecido y necesario descanso, me enderecé y la besé y acaricié apasionadamente, había sido algo extraordinario y habíamos gozado como nunca. Ninguno decía nada, no había necesidad. Yo la tomé en brazos y la llevé a su habitación, en donde tomamos un baño relajante antes de que mi hermana y sus amigas volvieran. Aquel viaje estaba resultando ser de lo mejor, no era la primera vez que ella y yo cambiábamos de rol, pero si fue la más intensa y morbosa. Pensé que, en el futuro, le permitiría a mi mamá seguir explorando mi lado femenino, je, je.
Garganta de Cuero
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