Cambiando El Destino 11

Norma estaba cada vez mas destrozada de los nervios por no saber aún exactamente que era lo que le esperaba en manos de esas perversas chicas, mas bien, ¿Qué pensaba hacer Sarahi con ella?;

CAMBIANDO EL DESTINO 11

CAMINO A CASA DE RUBÍ.

Rubí charlaba algunos detalles alegremente con Sarahi fumándose unos cigarros a punto de partir hacia la casa de la señorita Panty; de pronto Sarahi soltó una alegre carcajada tapándose incluso la boca con una mano y señalando con la otra hacia detrás de Rubí; ésta se volteó curiosa y tan solo sonrió con una mezcla de pena, diversión y lástima.

¡Se trataba de Julio que patéticamente avanzaba hacia Rubí gateando llevando colgando en su boca una bella flor!; Julio llegó justo a los pies de Rubí, ahí se detuvo y pegó la frente en sus zapatos, enseguida se arrodilló y comenzó a dar cómicos brincos sobre sus rodillas y con los brazos semidoblados como a modo de imitar a un perrito, incluso simulando algunos gruñidos, ¡triste y ridículo en verdad!, todo con tal de sacarle una sonrisa siquiera de pena a la hermosa Rubí.

Julio estaba más que metido en su papel y ¡vaya!, que Rubí también.

¡Oh!; ¿para mí?— preguntó Rubí fingiendo asombro, tocándose chistosamente con las manos sobre su pecho. Julio continuaba con el espectáculo hasta que Rubí tomó la flor con su mano; el joven de nueva cuenta se arrojó a los pies de Rubí para comenzar a cubrirlos de besos; Rubí lo contempló humillarse por unos instantes.

Rubí sencillamente se veía preciosa con el uniforme de colegiala, falda a cuadros azules y amarillos, blusa blanca, corbata negra y zapatos negros de mediando tacón y calcetas blancas; ¡preciosa y divina con Julio postrado a sus pies!;

¿Qué pasa amor?, ¿Qué te aflige?— se dirigió a él, permitiéndole hablar pues de ésa manera, restregando el rostro sobre sus pies era como Julio debía pedirle permiso para hablarle a lo que apenas lo obtuvo comenzó a hablarle desesperadamente.

¡Ama Rubí, ama Rubí llévame contigo a tu casa, te lo imploro, por piedad ama llévame contigo!;

Rubí se puso un tanto colorada tras la risita burlona de Sarahi que observaba mas que divertida la escena pero a Rubí no le importaba lo que opinara Sarahi, ella vivía su mundo, su vida como se le pegara la puta gana a lo que se dirigió melosa a Julio hablándole con un tono de lástima.

¡Julio, amor, ya sabes los tratos que hago con tu hermana o sea, sabes que aún te falta pasar unas semanas aquí para regresar de nueva cuenta conmigo!; además, vamos, vengo a verte casi a diario.

¡No ama!— insistió Julio— esto es un infierno, mi hermana me odia y mi madre también; ¡por piedad llévame contigo!;

¡NO JULIO, TE QUEDAS Y PUNTO!;

Rubí se dio la vuelta para dirigirse a su auto pero Julio lo evitó arrojándose de nueva cuenta a sus pies; Rubí se encontraba de excelente humor, de no ser así, a esas alturas ya lo hubiese mínimo pateado por todo su cuerpo, pero Rubí de nuevo lo miró tiernamente a sus pies, en un descuido dejó caer la flor al piso, Julio la levantó con los dientes y quedando de rodillas se la volvió a ofrecer. Rubí se sonrojó.

¡Ah la flor, claro, diablos, ahora también te tengo que hacer un cumplido!— le dijo risueña al momento que tomaba de nuevo la flor y se la acomodaba sobre su oreja, haciendo a un lado su hermoso cabello.

¡Uy!— siguió bromeando— pero no tengo nada, ni un caramelo siquiera— decía riendo mientras se revisaba sus ropas— ¡no Julio, nada!, tan solo ésta pastilla de menta que justo estoy saboreando, ¿la quieres?;

Julio, para sorpresa de Sarahi respondió afirmativamente dando un fuerte ladrido. Al instante Rubí se hizo de nuevo a un lado su largo y hermoso cabello y avanzando unos pasos abrió la boca y dejó caer la pastilla, lo que quedaba de ella llena de sus babas, la escupió directamente a la boca de Julio que la mantenía abierta todo lo que podía esperando tan preciado manjar; enseguida la disfrutaba ahora él en su paladar.

¡Jajaja!— se rió Rubí— ¿rica?; venga Julio, puedes hablar y tutearme, ¿está rica?;

¡Sí Rubí!— respondió cabizbajo.

¡Claro!— comentó Rubí con la intención de burlarse de el— sobretodo por que mis babas la dejaron mucho más rica jajajajaja bueno, en fin, bye amor, hasta mañana.

De nueva cuenta, Rubí hizo por marcharse y de nueva cuenta Julio lo evitó ésta vez tomándola de la mano pero permaneciendo de rodillas.

¡Rubí, amor, te lo ruego, no me dejes aquí, si tú quieres puedes llevarme contigo ahorita mismo!;

¡Mmmmmm!— se hizo Rubí la interesante— a ver Julio, ¿no estás engañándome verdad?, no me estás tomando por burra para que te lleve, no se, a lo mejor para librarte de un castigo, ¿verdad?;

¡No Rubí, no!— le dijo besándole la mano— ¡por piedad!, tú conoces a Rebeca, me desprecia y me hace sufrir sin motivo alguno y mi madre la apoya, además te lo imploro por que me duele mucho ver sufrir a mi padre, además soy tuyo, no de mi hermana.

¡Mmmmm!; ¿eso te enorgullece Julio?, ¿ser mío?— le preguntó interesada Rubí.

¡SÍ AMA, SOY TUYO!;

Rubí se la seguía pensando— pero Julio, bien sabes que en mi casa no tienes vida de rey, ¿Por qué el afán de seguirme?;

¡Por que al menos estoy a tu lado todo el tiempo que tú quieres!;

¡Jeje!— se sonrojó Rubí— ¡sí, es cierto, también a mí me gusta que estés a mi lado!; Rubí estaba a punto de ceder en cuanto Rebeca apareció.

¡Aquí estás maldito infeliz!;

¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!— se quejó Julio. Rebeca le había propinado un certero cintarazo con la hebilla en su desnuda espalda.

Por deseos de Rubí, solo ella podía castigarlo con el látigo, después de ella, tan solo podían usar con Julio el cinturón y eso incluía hasta Rebeca quien con el cinturón se bastaba para lastimar a su hermanito.

¿Qué pasa Rebe?, ¿Julio te la debe?;

¡Claro!, el imbécil no terminó de limpiar las botas de mamá, ¿recuerdas?, por lo tanto está castigado.

¡Claro!— exclamó Rubí tronándose los dedos y mirando peligrosamente a Julio que estaba aún lamentándose del correazo.

¡Maldito tramposo!— le dijo Rubí acompañando sus palabras con una bofetada. Julio la toleró y se quedó de rodillas resignado a lo que viniera de Rubí.

¡Sí quieres llevártelo no hay problema Rubí!— comentó Rebeca— por que a decir verdad no me importa, tan solo castígalo en tu casa y listo.

¡Ok!— respondió Rubí. Le dio una calada mas a su cigarro y sin previo aviso lo apagó en la espalda de Julio justo donde se había comenzado a dibujar una línea roja producto del golpe con el cinturón; el pobre chico ahogó el grito pues sabía que eso enojaba aún mas a su linda novia.

Rebeca se marchó de nuevo entrando a su casa complacida al ver que Rubí no hacía excepciones con Julio. Rubí le propinó otra bofetada al joven ordenándole— ¡ve a vestirte un tanto decente, corre y ten en cuenta que me haz mentido lo cual sabes que odio, así que no te andes quejando después!;

Julio salió disparado para regresar con unos jeans azules, playera económica pero limpia, blanca; feliz por el hecho de que pasaría unos días con Rubí que no lo trataba mejor que Rebeca pero había que reconocer que sí mostraba algunos momentos de dulzura, los cuales a Julio le sabían a Gloria y justo en ese momento se dio la primera sorpresa, pequeña pero agradable.

¡Maneja!— le ordenó en seco Rubí arrojándole las llaves al piso.

Julio no contestó, no hacía falta y sabía interpretar muy bien a rubí, todos tomaron asiento y se dispusieron en marcha; Rubí delante a lado de Julio, Peque y Sari atrás ah y Norma desnuda en la cajuela. Julio miró ligeramente a Rubí y por el gesto de ésta interpretó que no debía articular palabra tan solo conducir, lo cual a Julio le encantaba.

Peque rompió el silencio con su voz tierna, un tanto distorsionada por el alcohol— Rubí, ¿yo también puedo pasar la noche en tu casa?;

¿Por qué, no tienes casa?— se burló Rubí de ella.

¿Y como Sari?;

¡Pues por que Sari no tiene casa, es una miserable!;

¡Ooooooooooooooye!— se quejó Sarahi.

¡Por fa Rubí!— insistió Peque— es que me siento ebria, además no te daré lata y además recuerda que…..,

¡Bueeeeeeno!— le contestó Rubí de mala gana haciendo feliz a Peque.

Y así llegaron y nada mas hacerlo, Julio sin preguntar se marchó a una bodega a acondicionarla pues le servía de morada siempre que estaba con Rubí y ésta no deseaba dejarlo dormir en su habitación. Rubí fue presurosa a buscar entre sus cosas para regresar con un collar y una cadena para perros que le acomodaron al cuello a Norma que temblaba de miedo, desnuda, a cuatro patas vigilada por Sari y Peque.

Fue Rubí quien le acomodó el collar y le tendió la cadena a Sarahi quien gustosa la tomó y solo para ponerla mucho mas nerviosa, solo para alargar aún mas su agonía, no le dijo absolutamente nada, ni una sola palabra, la entregó a su vez a Peque y ésta la llevó obligándola desde ese momento a desplazarse como un animal, a cuatro patas y la dejó encerrada en un cuartito a oscuras un poco apartada de la casa, casi en el patio.

Norma estaba cada vez mas destrozada de los nervios por no saber aún exactamente que era lo que le esperaba en manos de esas perversas chicas, mas bien, ¿Qué pensaba hacer Sarahi con ella?;

En instantes anocheció y Rubí se disponía a cenar tan solo galletas de nuez con leche en compañía de Peque y Sarahi. A los pies de Rubí se encontraba echado como un perro el joven Julio; su fiel y eterna Camelia se limitó a servirles en la mesa y ante un gesto despectivo de Rubí, se marchó.

Enseguida Rubí cambió el semblante despectivo por uno divertido al momento que se llevaba a la boca una galleta y con la boca llena le habló a Julio— ¡mira mi amor mmmm son de nuez, como a ti te gustan mmmmmm!— Rubí miraba burlonamente al joven que en verdad babeaba ante la idea de disfrutar de alguna galleta.

¡Mmmmmm, sí, a el le encantan las galletas de nuez!— le explicó Rubí a Sarahi que tan solo observaba divertida.

Rubí continuó divirtiéndose tomando una galleta, partiéndola en dos y arrojándola al piso; a su señal, Julio humildemente le besó los pies y devoró la galleta. Rubí de nuevo tomó otra pero ésta vez la hizo pedacitos sobre la mesa con sus manos, tomó los restos y los esparció sobre sus pies, lo mismo, Julio le lamió los pies hasta entre los dedos, hasta llevarse a su boca el último pedacito de galleta.

Rubí se sintió complacida y a la vez conmovida ante la sumisión de Julio y como fruto de su compasión le obsequió a Julio su tazón de leche repleto de galletas permitiéndole usar sus manos y cenar como una persona normal y decente, eso sí, en el piso, a sus pies, pero Julio brincó y el pobre hasta ladró de alegría ante las carcajadas de Rubí y compañía; Julio lo devoró todo, en verdad le encantaban las galletas de nuez pero sobretodo se moría de hambre.

Tan solo quedaba una galleta sobre la mesa y pertenecía a Peque; Rubí se la arrebató.

¡Ten Julio!; ¿te entra una mas?;

¡Nooooooooo!— replicó Peque que era otra glotona de galletas— ¡es mía Rubí, solo queda una y es mía!— insistió berrinchuda.

¡Uy!— expresó burlona Rubí— ¡era!; y al momento la hermosa Rubí ante el rostro de molestia de Peque lamió la galleta, la recorrió toda por su lengua y añadió risueña— ahora es de mi lindo novio, ten Julio— y se la arrojó al piso; éste intentó sumisamente como siempre comérsela pero tembló ante el sorprendente grito amenazador de Peque.

¡Juuuuuuuuulio tráeme esa galleta inmediatamente aquí a mis pies o te juro que te pateo las bolas hasta reventártelas!;

Julio a pesar de la amenaza se limitó a mirar a su ama Rubí, esperando de ella que debía hacer; ésta más bien por morbo en averiguar hasta donde llegaría Peque le indicó que obedeciera. El joven gateó con la galleta sobre su mano hasta llegar a los pies de Peque y justo ahí depositó la galleta; ésta sonrió retadora y ante la mirada de todos los presentes levantó el pie y con una mirada un tanto cruel, muy extraña en ella, ¡plaf!, aplastó hasta machacar la galleta haciéndola trizas, entonces añadió al momento de apoyar la suela de su sandalia de andar por casa ligeramente en el piso permitiendo ver parte de restos de galleta que se habían adherido a ella— ¡ahora puedes comértela completita Julio!;

Rubí sonrió burlona; en realidad no le hizo mucha gracia la acción de Peque que al no poder enfrentarse a su amiga, era más que claro que se la estaba cobrando con el joven, pero por otra parte, Rubí no pensaba intervenir por Julio pues Peque era su consentida.

¿A que esperas perro?— gritó Peque visiblemente molesta.

Julio miró a Rubí; ésta lo ignoró. Julio obedeció tragándose directamente con su boca del piso todos los pedacitos de galleta para terminar lamiendo la suela de la sandalia de Peque pues ahí también habían restos.

¡Buenas noches!— exclamó ofendida Peque no sin antes propinarle una fuerte patada a Julio en su estómago tomándolo por sorpresa— ¡por no obedecerme al instante!;

¡Auuuuuuuuuuuuuu!— se quejó Julio.

Peque pasó por el lado de Rubí sacándole la lengua y retirándose a dormir.

¡Que delicadita!— se burló Rubí que tan solo por demostrarle a Sarahi quien era la que mandaba, decidió humillar a Peque.

¡Peque!— la llamó; ésta la ignoró.

¡Peeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeque!— gritó Rubí, entonces ésta vez Mayra se volteó quieta y un tanto incómoda.

¡Quiero que te largues ahora mismo de mi casa!;

¿Queeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee?— gritaron tanto Peque como Sarahi. Rubí ignoró a Sarahi y se enfocó en Peque.

¡Dale!— le dijo tronándole los dedos— sabes que odio que me retes y mucho mas que me saques la lengua.

¡Pepepepepero Rubí no, por fa, no quiero irme!— se expresó la tierna Mayra muy angustiada.

¡Ay ya Mayra, no comiences y ándale, llégale, vete!;

¡Noooooooooo!— Mayra rompió a llorar y ante la perversa sonrisa de Rubí, Mayra se arrodilló pegando su rostro sobre las piernas de Rubí suplicándole perdón— ¡por fa Rubí perdóname amiga perdóname!;

¡Oh no Peque!— Rubí se expresaba con malicia, jugando con su pobre amiga— ya sabes que una simple disculpa no va conmigo ni aunque estés de rodillas.

¡Haré lo que quieras amiga, lo que quieras!;

¡Uy bueno así ya cambia!— le dijo risueña Rubí— ¿lo que quiera a cambio de contentarme?;

¡Sí amiga, lo que quieras!— afirmó Mayra sorbiendo sus mocos— pero no te molestes conmigo.

¡Bueeeeeeeno!— se expresó Rubí quisquillosa— veamos, quédate ahí, así, de rodillas junto a mí y ya que te gusta sacar mucho la lengua, a ver, enséñamela, anda, sácala.

Mayra la miró extrañada pero obedeció.

¡Bien!— se burló Rubí de ella— ¡así quédate y no metas la lengua hasta que yo no te lo diga, vamos a ver si te van a dar ganas de volverme a sacar la lengua después de un buen rato que te haga tenerla de fuera!;

Sarahi meneó la cabeza sorprendida con lo cruel que llegaba a ser Rubí con Mayra que la adoraba y que no tenía por que aguantar los bochornosos momentos que Rubí le hacía pasar, pero Peque adoraba a Rubí con una devoción única y por ello se sometía siempre sin rechistar. Y ahí se quedó humillada ridículamente de rodillas con la boca abierta y la lengua de fuera, tan solo por divertir a su amiga, para ganarse el perdón de la señorita Rubí que no contenta aún comenzó a tirarle a la cara pedacitos de pan y servilleta y luego asquerosamente le escupió dejando caer su saliva sobre la lengua de Mayra que ni se inmutó pero su cara reflejaba que pronto comenzaría a chillar por tan incómoda posición en la que se encontraba.

¡Toma Peque, por si se te reseca la lengüita!— se burló rubí de ella al momento que le escupía; enseguida miró a Sarahi— ¿y tú que me ves sirvientita?, ¿Cuál es tú problema?;

Sarahi bostezó y tranquilamente le respondió— ¿me vas a contar la historia de Julio o me retiro a dormir?; por que la verdad, ¡que flojera observar tan solo a Mayra!;

Rubí subió los hombros graciosamente y contestó— ¡no es gran cosa lo que tengo que contarte sobre Julio!, pero igual, ya que quieres te lo platico mientras Peque cumple su castigo.

¡Camelia!— gritó Rubí un tanto irritada.

¿Me llamó la señorita?; aparecía Camelia casi al instante.

¡Ay no y a quien mas, eres una puta mula, dale coño, tráenos mas galletas y leche!;

¡Sí señorita!— respondió en voz baja la servicial señora.

A continuación Rubí tan solo se tronó los dedos y sin mirar a Julio, éste interpretó los deseos de su dueña a lo que se apresuró a echarse al piso junto a sus pies; Rubí levantó las piernas tan solo para dejarlas caer de nuevo y descansar los pies sobre la cara de Julio. Sarahi miraba asombrada como un amaestrado Julio, sin perder tiempo le acariciaba los delicados pies a Rubí con sus manos y a lo que se podía apreciar, al mismo tiempo le besaba sus plantas al tenerlas sobre sus labios.

¡Bien!— exclamó Rubí haciendo a un lado la leche y galletas que Camelia les había servido y optando por fumarse mejor un cigarrillo— verás Sari, ¡éste es Julio el terrible!, bueno, ya ni tanto jijijiji— se rió Rubí mirando en dirección al joven.

¡Siempre me ha gustado y yo a el!— comentó orgullosa— pero bueno, el caso es que era igual o aún mas arrogante que Rebeca, su hermana, a lo que nuestros egos chocaban de vez en cuando produciendo entre nosotros muchas discusiones y a pesar de que nos queríamos como hasta ahora pues nos hacía distanciarnos; él era mujeriego, altanero y bueno, fíjate que una vez que me le fui a bofetadas, el muy canalla me empujó— comentó Rubí un tanto resentida.

Para no aburrirte, lo del problema del papá de Rebeca me vino como anillo al dedo a lo que decidí sacar ganancia al ayudarla, así que le propuse mi ayuda a cambio de su hermanito y déjame decirte que Rebeca aceptó encantada y como en esos días, su madre, Yadira, andaba muy sensible pues no se nos hizo nada difícil convencerla, el resto de la historia ya mas o menos la conoces.

Hemos educado a Julio entre Rebeca y yo— continuaba Rubí aclarándole detalles a Sarahi— y créeme que queda muy poco de lo que era, ahora es lo que yo quiero que sea, lo que me acomode según mi humor, mi novio, mi mascota, mi juguete o incluso mi esclavo; ahora sabe que su felicidad depende de mi humor, pero como bien lo ha comprendido, con su hermana no obtiene ni una pizca de tranquilidad a lo que en verdad reconozco que se ha esmerado en cambiar y aceptar su realidad a mi lado— ¿verdad amor?— le habló burlona dándole un ligero pisotón en la cara.

¡Wow!— ladró humillado Julio haciendo sonreír a Rubí y a Sarahi que comentó— sí, algo de eso me imaginaba, bien, buenas noches— y se levantó disponiéndose a descansar pues mas que deseosa de irse a descansar, Sarahi se sintió incómoda por la relación que llevaba Rubí con Mayra y por los lloriqueos que ya llevaba rato Mayra a causa de continuar con la lengua de fuera.

¡Ay ya ni que fuera para tanto!— se burlaba Rubí.

Mayra continuaba llorando desconsoladamente; Rubí con una enorme sonrisa decidió ponerle fin a su tormento— ¡bien, cierra el hocico!;

La pobre Peque tardó unos momentos en poder cerrar la boca y justo cuando lo hizo, la malvada Rubí le propinó una cachetada— ¡a ver Mayrita vuelve a sacarme la lengua, ándale!;

¡Ayyyyyyy!— se quejó tristemente Mayra que no terminó en el piso por el impacto del golpe por que cruelmente Rubí la sostuvo por su cabello y jalándoselo continuó retándola.

¡Venga Mayrita, sácame la lengua, vamos!;

¡Yaaaaaaa Rubí yaaaaaa perdóname yaaaaaaaaaa!;

La caprichosa Rubí se sonrió orgullosa— ¿segura que no quieres sacarme la lengua?;

¡Nooooooo Rubí noooooo ya no mas Rubí yaaaa amiga!— se deshacía Peque en súplicas y llantos con la firme intención de lograr ablandar y conmover a la altanera Rubí.

¡Bien, mas te vale por que a la otra no voy a ser tan compasiva!— se justificó una testaruda y frívola Rubí, caprichosa y terca como ella sola.

Mayra tan solo se abrazó a Rubí que se puso de pie y contemplaba con una mezcla de pena, risa y desprecio a su amiga arrodillada ante ella; luego miró a Sarahi que aún no se había marchado a descansar— ¿te preguntarás ahora por la relación entre nosotras no?— le habló una sonriente Rubí.

¡Ajá!— contestó Sarahi.

¡Uy Sari pues créeme, no lo entenderías así que bye!; Rubí se marchaba a su cuarto, para sorpresa de Sarahi, Peque en un dos por tres se levantó y abrazando a su amiga le propuso emocionada— ¡Rubí Rubí amiga!, ¿puedo dormir contigo, puedo?;

¡Claro Peque, puedes dormir conmigo!;

¡Ehhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!— se expresó feliz, en verdad feliz Peque brincando de alegría por haberse congraciado con su amiga aunque no pudo evitar humillar la mirada ante Sarahi al pasar junto a ella y sentir una intimidante inspección que Sarahi le hacía en silencio con un semblante un tanto despectivo, pues Sarahi tan solo le sonrió a Rubí, sonrisa que le fue correspondida y de nueva cuenta miró con dureza a Peque.

Por esa noche, las señoritas se dispusieron por fin a descansar sin importarles en lo absoluto que en un cuartucho oscuro, Norma lloraba desnuda, muerta de miedo y de hambre; ya al otro día se ocuparían sin duda de ella pues en especial Sarahi no tenía prisa alguna en hacerla ver su suerte.

Continuará