Cambiando de aires

- Bien, esclava, ahora que eres oficialmente mía vamos a limpiarte adecuadamente para empezar – Y tras propinarme un azote que casi me tira totalmente al suelo me quitó el buttplug sin miramientos y me hizo seguirla.

Había tenido un viaje a Madrid placido; al fin conseguí probar el Ave, un tren rápido y seguro que en menos de dos horas me dejaba en la estación de Atocha.

Durante unas horas me dedique a pasear por mis rincones favoritos de la gran ciudad, pero al fin me decidí a parar en una pequeña cafetería, Ribes se llamaba.

Días antes y a través de una de las múltiples redes sociales había quedado con una persona especial para ese día. En pleno centro de Madrid, puerta de sol estaría abarrotada.

Me tome un café descafeinado con leche y me relaje un rato en la cafetería, pero no dio tiempo a más, un mensaje en el móvil me indicaba que debía acudir a la cita. Un YA con sendas exclamaciones fue todo lo necesario.

Los nervios afloraron en mí.

Acudí al restaurante en el que había quedado con Miss Sora, los nervios no habían desaparecido; al fin podría conocerla tras muchos años hablando por la red social.

Un hermoso recibidor fue lo primero que me llamó la atención del restaurante, vi al metre y le indique que Miss Sora me esperaba; él amablemente me indico la mesa donde ella estaba sentada.

Mi saludo hacía ella fue sumamente respetuoso, besando la mano derecha que ella me ofrecía.

Ella sonrió y me indico que me sentara en la silla que tenía a su izquierda, mis nervios casi hacen que me sentase mal sobre la silla, pero reaccione a tiempo.

Tras un rato comenzamos a charlar de cosas sin importancia, nos tuteamos y bebíamos de nuestras copas, parecía que no fuésemos a comer pues no habíamos pedido nada, tan solo las bebidas.

De pronto ella me dijo que necesitaba comprobar algo, y con su mano desabrocho hábilmente los botones de mi pantalón y bajó un poco el bóxer que yo llevaba como ropa interior; ella sonrió complacida.

-          Pon el bóxer sobre la mesa- Me dijo sin contemplaciones.

Fui al baño me quite los pantalones, después me quite el bóxer y volví a ponerme los pantalones. Cuando salí del baño el color de mis mejillas era rojizo, al llegar a la mesa y antes de sentarme ella me hizo el ademan de que dejara el bóxer sobre la mesa, y así hice. El negro bóxer quedo doblado sobre la mesa a la vista de todos; algunas personas curiosas miraban a ver que sucedía en nuestra mesa. Ella sonreía altamente complacida, y al sentarme yo de nuevo en la silla volvió a comprobar que efectivamente me había quitado la ropa interior; complacida por mi obediencia se levantó, pagó los refrescos y me hizo un ademan para que la siguiera; mi intención de recoger el bóxer y guardármelo fue castigada con una fuerte palmada en mi mano y un gesto severo y de reproche, indicando que los dejara donde estaban. Lamente perder aquel bóxer.

Fuimos caminando un rato, hablábamos por el camino de cosas triviales y de pronto ella paró un taxi. Subimos y le indicó una dirección, el nombre de la calle yo lo desconocía.

La travesía duro unos diez minutos. Al bajar del taxi mi vista se fijó en el “escaparate” que tenía delante, no parecía una tienda convencional (yo no sabía entonces cuan poco convencional era aquella tienda).

Ella me indicó que esperase fuera. Entró pisando fuerte con sus hermosas botas de tacón fino, su suave melena negra casi ondeando y sin volver la vista atrás.

Espere un buen rato, entre media y tres cuartos de hora. Al fin ella regreso junto a otra mujer de rubia cabellera, que al verme asintió y nos hizo pasar tras ella.

-          El sumiso- me señaló- debe ir desnudo y en castidad dentro de este recinto- señaló mi entrepierna y Miss Sora asintió sonriente y perversa.

Me hicieron entrar en un cuarto y allí me tuve que desnudar completamente, dejar mis ropas en un casillero; una vez desnudo y todo guardado debía tocar un timbre. Ellas entraron tras oír el timbre; la chica rubia llevaba entre sus manos un maletín semi-abierto.

Comprobé con sorpresa que encerraban mi falo en un pequeño “cinturón” de castidad que finalmente iba cerrado con un pequeño candado; si yo lo hubiese intentado no hubiera podido quitármelo y por supuesto evitaba mi erección.

Tras la colocación del cinturón de castidad, asieron de mi cuello un rígido collar, que cerraron con dos sendos candados. Miss Sora prendió una cadena de la arandela que tenía el collar y me indico que me arrodillara.

Me hicieron seguirlas arrodillado por toda la tienda, la “dependienta” le enseñaba a Miss Sora los diversos artículos BDSM que allí se ofertaban. Ella estaba especialmente curiosa con un catsuit de látex que llevaba una bolsita para evacuación urinaria, curiosamente la bolsita iba junto a un pequeño tubito que se introducía por la uretra.

Al fin se decidió por el conjunto de color negro. Me hicieron levantar, me pusieron aceite lubricante por todo el cuerpo y me fueron poniendo poco a poco el traje.

Era un catsuit completo, que llevaba incluida una capucha bastante restrictiva. Y antes de cerrar el catsuit noté como me lubricaban el ano y un buttplug era insertado por el orificio. El catsuit fue cerrado totalmente con la cremallera y ajustado a ella un nuevo candado.

Tras esto escuche que Miss Sora pedía que me pusieran un corsé bien ajustado, un armbinder igualmente ajustado y que sustituyeran el collar por otro de postura.

Sin comerlo ni beberlo me encontré en una postura bastante incomoda y sin poder evitarlo me di cuenta que me estaba orinando; aquella posición y los nervios consiguieron que me orinara encima, por suerte todo ese orín fue a parar a la bolsita que para ese neceser llevaba incorporado el catsuit.

La dependienta me sacó de mi ensimismamiento, al decir “quiere la Señora el paquete completo”; yo simplemente no entendí a qué se refería aquella mujer pero por la cara de satisfacción de Miss Sora vi que era algo muy de su agrado.

-          El esclavo quedara completamente inmovilizado, aislado del mundo exterior por completo- al oir aquellas palabras me sobresalté, hasta ese momento me habían nombrado simplemente como sumiso, ¿era yo un esclavo desde ese momento?

No tuve tiempo de pensar más, pues me estaban poniendo unas cuffs en mis tobillos y a su vez las estaban uniendo entre sí, no sé bien con que pues no llegaba a verlo del todo.

Casí igual de rápido me taparon los oídos con unos tapones especiales y volvieron a cubrirme la cara esta vez completamente tapando a su vez mis ojos. Me forzaron a abrir la boca e insertaron en ella una mordaza que casi tocaba mi campanilla. Estoy seguro que la mordaza fue cerrada a su vez con otro candado.

Finalmente comenzaron a enrollarme completamente con algún tipo de vendaje, supuse que de algún material similar al látex y altamente resistente. Sé bien que me alzaron del suelo porque deje de notarlo y también sé que me metieron en una especie de baúl. He de reconocer que lo tenían todo planeado, incluido la máscara de gas que me daba oxígeno.

Perdí la noción del tiempo pues debieron de pasar muchas horas hasta que al fin desenvolvieron el paquete, es decir a mí.

Me dejaron arrodillado frente a un trono desierto, no por mucho tiempo. Me habían destapado los ojos tan solo, el resto seguía tal cual me lo pusieron en la tienda, salvo el vendaje corporal.

Tras un largo rato de desconcierto apareció Miss Sora que engalanaba un vestido ajustado negro, un hermoso corsé que realzaba sus senos, unos guantes largos de látex, una blusa de algún material plástico, tal vez látex, tal vez rubber, o incluso vinilo y una gorra militar que realzaba las facciones de la Señora.

Me miro a los ojos y sonrió con mucha malicia.

-Hola Alicia, mi nueva propiedad y esclava. A partir de ahora este será tu vivienda, esa será tu postura como la esclava que eres (de rodillas ante mi) y este “me mostro un documento” es tu contrato vitalicio como mi esclava- Yo estaba sorprendido, avergonzado, extrañado y ante todo perplejo porque había dejado de llamarme como a un varón y me estaba tratando como a una chica, mejor dicho, una esclava.

Tras decir eso se levantó del trono, me quito el armbinder liberando así mis manos y me puso delante el contrato.

-          Fírmalo - me dijo – Si es que realmente estas preparada para ser mía absolutamente, sin ningún derecho, y tan solo para mi absoluta felicidad y disfrute. Podrás ser alquilada, prostituida, cedida, serás adiestrada en diversas modalidades dentro del BDSM; como ponygirl; spanking; caning; fisting; juegos clínicos; entre otras múltiples disciplinas. Serás usada tanto por mujeres como por hombres, sin consideración alguna por mi parte o de ellos. Tu sexo solo valdrá para orinar, salvo que en algún momento te premie yo con un uso más apropiado, de todos modos olvídate querida Alicia de tu parte varonil de por vida.

Yo observe aquel documento muy atónito, y lo leí con cuidado y bastante esmero; he de decir que por mi cabeza pasó no firmarlo y ser liberado de todo aquello pero de pronto recordé nuestras conversaciones antes de dar el paso para conocernos en persona…

Siempre me ha apasionado el BDSM, le confesé por fin un día, he tenido mis pequeñas oportunidades bastante satisfactorias pero… jamás he tenido una Mistress que me doblegara y me llevara a ser algo más que un simple sumiso de “paseo”

Ella comprendía mi situación, me contaba que el BDSM era todo consentido, que cualquier deseo se podía llevar a cabo con paciencia, dedicación y mucha, mucha, disciplina. He de reconocer que ella siempre fue una mujer que me apreciaba más como persona que incluso como sumiso; incluso durante años tan solo hablábamos de cosas que no tenían relación con el BDSM e incluso siempre la tuteaba sin miramientos,  a veces dejaba de lado nuestro punto amistoso y la trataba como lo que realmente es, Mistress Sora.

Pero un buen día ella me sorprendió con algo que para mí era ciertamente inesperado:

“Hola querido, hace ya mucho que nos conocemos, sabes bien que a mí no me gusta nada tener sesiones ciber, ni BDSM ciber, e incluso huyo de los sumisos que no conozco en persona, pero, y es algo que me gusta reconocer, contigo voy a hacer una excepción que espero merezca mucho la pena.

Voy a proponerte algo que espero aceptes de buen grado.

Vas a crearte una cuenta nueva en esta misma red social, llamaras a tu cuenta alicialatex, me enviaras una invitación de amistad y en cuanto yo te la acepte te presentaras ante mí en el muro como el sumiso que eres, con una foto tuya arrodillado, desnudo y con los brazos tras la espalda.

De hacer esto que te pido, pasaras  a ser mi sumiso y comenzaras a realizar una serie de tareas de adiestramiento hasta que algún día lleguemos a conocernos en persona.

Espero seas mío con orgullo y disciplina. Mistress Sora.”

Tras leer aquel mensaje y con el corazón latiendo a mil, cerré sesión con mi cuenta habitual y cree la cuenta con el nombre que ella me había indicado. Busque la manera de hacer la foto que ella me había pedido, hasta veinte fotos me hice hasta que di con una medianamente buena. Envie la amistad a Misstres Sora  y espere a que ella aceptara. Fue increíblemente rápida aceptando mi amistad. Y así fue como me presente ante ella a la vista de todas sus amistades.

“Me presento humildemente y a sus pies ante usted Miss Sora, espero que acepte mis humildes respetos hacia usted; espero poder ser para usted de su agrado, darle todo el placer que usted merece, toda mi servidumbre y todo cuanto pueda ser este sumiso para usted. Beso sus pies y me rindo ante su magnificencia a la espera de que me acepte a su servicio.”

La foto mía, arrodillado y totalmente desnudo, acompañaba esta pequeña presentación.

He de decir que ella contesto aquella presentación con un “no sirves ni como perro para lamer mis heces”

Tras aquel acto ella me fue dando indicaciones, me hizo comprarme dildos, cuffs, collar, aprender a suportar cierta clase de dolor, teníamos sesiones vía cam, algunas veces me hacía poner una venda y esperar a que ella me enviara un sonido para ver cuánto resistía a ciegas. Me enseñó a usar mi cuerpo y mis necesidades al antojo de ella; incluso me prohibió usar el cuarto de baño, ella quería ver todo, absolutamente todo. También tenía prohibido tocarme, tener relaciones sexuales, e incluso llevar ropa interior sin su consentimiento. Me hizo ir a una estheticien a que me depilaran totalmente el cuerpo con láser, varias sesiones de depilación hasta que al fin aquel día nos conocimos.

Recordando todo lo que ella me había enseñado, hasta donde yo había llegado como sumiso, cuanto estaba aprendiendo del BDSM (incluso cosas desconocidas para mi) firme aquel papel que irreversiblemente me convertía en su absoluta propiedad; de esta forma deje de ser una persona para pasar a ser una propiedad, una esclava sin derechos, un mero objeto de los caprichos y deseos de Mistress Sora.

Ella sonrió complacida y guardo el documento en su caja fuerte, sellado por ella en cera y lacrado igualmente.

Me hizo levantar, me quito el catsuit, las cuffs de mis tobillos, la mordaza, los tapones de los oídos y el collar de postura. Me abrazo, beso mis mejillas, me acaricio para tranquilizarme y me mando arrodillar de nuevo.

-          Bien, esclava, ahora que eres oficialmente mía vamos a limpiarte adecuadamente para empezar – Y tras propinarme un azote que casi me tira totalmente al suelo me quitó el buttplug sin miramientos y me hizo seguirla.

La seguí hasta un hermoso cuarto de baño de color negro, hermoso y especialmente diseñado. Me puso una lavativa y comenzó a llenar mi estómago con agua y sal. Tras meter algo más de dos litros taponó mi ano y comenzó a restregarme con una esponja áspera y que me producía escalofríos cada vez que me tocaba. Muchos minutos pasaron hasta que ella retiro el tapón del culo y me hizo evacuar. Cuando comprobó que toda la suciedad había salido totalmente, lubricó el ano y para mi sorpresa introdujo un buttplug realmente ancho y largo, sellándolo con un cinturón que se ajustaba a mi cinturón de castidad; aquel buttplug era totalmente imposible expulsarlo.

Sin salir del cuarto de baño me puso el collar de postura, unas cuffs en las muñecas que las unió entre sí, y otras cuffs iguales en mis tobillos que también unió entre sí; de esa manera me obligo a andar como una perra.

Comprobé para mi asombro al moverme que el buttplug terminaba en forma de cola de caballo… y también comprobé que ella iba a ponerme un muy restrictivo corsé.

Una vez me puso el corsé me hizo seguirla a otra estancia, bajamos por unas escaleras a lo que yo supuse era el sótano y tras un rato me llevo a la sala de sesiones.

Hasta aquel momento jamás había estado en una mazmorra, y hasta ese mismo instante no había comenzado a sudar realmente.

Ella estiro mi pelo fuertemente para que a siguiera.

Y ante mí un potro de tortura enorme se mostró. Y la sonrisa que ella mostro era igual de enorme que el potro. Pero esa no era su idea en ese momento, siguió paseando por la mazmorra hasta que encontró lo que buscaba.

Era un sillón muy especial; para empezar no tenía donde apoyar el culo dejando de esa manera todo el culo al aire; tampoco tenía un respaldo al uso dejando la espalda totalmente libre también; por desgracia si tenía reposabrazos que permitían atar al sumiso a ellos al igual que las patas. Quede fuertemente anclado al sillón y cuál fue mi sorpresa al ver que liberaba mi falo del cinturón de castidad. Las gotas caían al suelo, dóciles y espesas.

Acaricio mi miembro con tal dulzura, tal amor, tal pasión que no pude evitar la hermosa erección; justo lo que ella esperaba; me cogió tan desprevenido al atarme los testículos fuertemente y con aquellas varillas dejar mi erecto falo sin posibilidad de dejar de estar erecto, la erección se me torno dolorosa, más aun cuando comenzó a penetrar por la uretra la granulosa varilla metálica y helada. Comenzaron a brotar lágrimas de mis ojos.

Ella comprobó satisfecha su obra de arte. Había desprendido de mi ano el buttplug e insertado otro igual pero totalmente metálico. Mantenía mi boca abierta por un aro enorme metálico. Había puesto unos ganchos de mis fosas nasales. Y tapado mis ojos contundentemente.

Y… la primera descarga eléctrica apareció por todo mi cuerpo. Me estremecí, me orine encima, y por suerte el buttplug evitó que evacuara también. Su carcajada resonó en toda la mazmorra.