Camaleón (capítulo 9)
Es un viaje para no volver.
Camaleón: Es un viaje para no volver
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Javier:
No entendía el rumbo que tomaba todo esto, ni mucho menos entendía qué era lo que me pasaba. Veía la cara de asombro de los amigos de Felipe y me sentía ¿bien? Era agradable sentir que Felipe me daba el lugar que me correspondía como su novio y ¡delante de todos!
- Felipe: (poniendo ambas manos en las mejillas de Javier) Cada día estoy más feliz de verte convertido en una fiera
- Javier: Pues también debiera darte dos cachetadas a ti por besar otros labios que no son los míos (fingiendo enojo)
- Felipe: ¿Cómo confundir tus labios, cariño mío? Al principio pensé que eras tú pero… después me di cuenta que no y me alejé.
- Javier: Bueno pero la próxima vez que te vea besando a alguien que no sea yo, te juro que te mueres
- Felipe: Ya, mejor no hablemos de eso. Mejor dame un besito para quitarme este mal sabor.
- Javier: Por supuesto (besándolo)
Aunque podría parecer que no estaba hablando en serio, en realidad sí. Me había desestabilizado el ver a Felipe besando a Fabián, sentí ¿celos? Cada vez era menos lúcido, sus besos y sus caricias hacían desaparecer mi cordura, hasta llegar a niveles exagerados, como hoy había pasado.
Era gracioso ver a Felipe jugar fútbol, se notaba que ya hacía tiempo no jugaba pero también notaba lo feliz que estaba, era como si hubiese vuelto a ser un niño, un niño tratando de impresionar a la chica que le gusta y yo, yo me sentía feliz, ilusionado y realmente impresionado. Nunca había visto a Felipe con otros ojos, o sea siempre lo encontré un chico tierno y guapo pero jamás lo imaginé como mi novio y cada vez que repetía en mi cabeza la palabra “novio” se erizaba mi piel y una corriente eléctrica me recorría. Felipe cada día me enamoraba más…
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Robert:
- Robert: Ya no neguemos nuestros sentimientos, nosotros nos amamos. Dejemos lo demás en el pasado
- Javier: No, yo ya no te amo.
- Robert: No te creo (besándolo)
Mis manos comenzaban a descender desde su espalda hacia sus nalgas, quería agarrarlas y manosearlas, con mi dedo índice comenzaba a masturbar su ano mientras sus gemidos derretían mi oreja, tomaba su mano y la posicionaba en mi pene, y Javier comenzaba a Masturbarlo.
Mientras devoraba su boca, me acomodaba sobre la silla para sentarlo sobre mí, y una corriente eléctrica se apoderaba de mí…
- Robert: (Gemido fuerte)
- Mauro: Robert ¿qué rayos te pasa? (hablándole bajo)
- Robert: (despertando) ¡Dios, no otra vez!
- Profesor: Sr. Vásquez ¿Me puede explicar qué le ocurre? ¿Además de no ponerme atención se atreve a interrumpir de esa manera mi clase?
Había sido otro maldito sueño y esta vez en el peor escenario: la universidad. Javier me estaba volviendo loco, tanto que no paraba de soñar que le hacía el amor. No lograba entender la situación ¿qué era lo que me pasaba, estaba enamorándome de Javier o sólo eran deseos de tenerlo en mi cama? Fuera lo que fuera ya me estaba desesperando. No podía hacer nada bien, ni dormía bien, ni podía estudiar ni dejar de llorar, ni tampoco tocar a Tamara. ¿Será que Javier me hechizó para que esto me pasara?
Miraba las caras de todos en el salón, algunos me miraban con cara de freak, otros asustados y otros, como Mauro, con preocupación. Mauro era el único amigo que me quedaba, ya que ni Constanza ni Lucía querían verme después de todo lo que le hice a Javier, y aunque Mauro también me lo reprochaba, seguía siendo mi amigo, quizás porque sabía que yo no tenía a nadie más.
- Mauro: ¿Quieres tomar un café o algo? Tienes cara de no haber dormido en días.
- Robert: No, no tiene caso. Esto no se me va a pasar nunca, ni con café, ni jugando, ni con Tamara ni con nada, Mauro.
- Mauro: ¿Te puedo preguntar algo?
- Robert: Sí, dime
- Mauro: ¿Qué rayos soñabas? Primero estabas gimiendo bajo pero luego ya lanzaste un gemido que TODOS oímos.
- Robert: Ay Mauro, si te contara.
- Mauro: Pues cuéntame, hombre. Estás que no puedes más.
- Robert: Estaba soñando con Javier y no es la primera vez. Javier se está apoderando de mis sueños, no hay momento en el día en que no piense o sueñe con él. Y lo peor de todo, es que en todos los sueños hacemos el amor.
- Mauro: ¿Javi? ¿El mismo Javi que estoy pensando?
- Robert: Sí
- Mauro: Pues tiene mucho mérito el soñar con él, digo, después de hacerle todo lo que le hiciste.
- Robert: ¡Mauro, por favor!
- Mauro: Lo siento, soy tu amigo y debo decirte lo que pienso. Es obvio que estás enamorado de Javier, aunque claro, no quieres asumirlo.
- Robert: No se trata de no querer asumirlo, sino que simplemente no sé qué rayos me pasa con él. No sé si es amor o pasión o ambas cosas.
- Mauro: Bueno, sea lo que sea no puedes estar soñando que haces el amor con él todo el día. No es sano para ti, te estás haciendo daño tú mismo. Ya sabes que las cosas entre tú y Javier jamás volverán a ser como antes.
Mauro tenía razón, las cosas entre nosotros ya nunca volverían a ser iguales, extrañaba sus mensajes y sus abrazos. Javier… con Javier siempre sentí algo especial, Javier me conoce desde que yo era un niño, me vio nacer, me vio crecer, sabe lo que me gusta y lo que no, ha sido mi tutor, mi amigo, lo ha sido todo en mi vida. Javier siempre fue cariñoso conmigo y yo, yo me dejaba querer, sus caricias, sus besos, sus abrazos, sus consejos.
Javier era el único que me escuchaba, aún cuando yo con él era un pésimo amigo, era el único que se detenía a ver mis trucos de magia, el que acudía cuando yo no sabía algo y debía estudiar, a él le tocaba escucharme cuando yo sufría por alguna chica, aconsejarme para conquistarla. Mis más profundos temores a cerca de la soledad y el vacío, sólo los conocía él.
Javier lo era todo en mi vida, pero de verdad todo y yo lo había desperdiciado por un polvo con Tamara.
- Tamara: Hola Mauro, hola amor (intentando besar a Robert)
- Robert: Quita, quita que no estoy de humor
- Mauro: Discúlpalo Tamara, no ha tenido un buen día.
- Tamara: Ya me imagino el porqué. Lo más probable es que sea por ese imbécil de…
- Mauro: Robert, vámonos. Ya no tarda en llegar el profesor
- Robert: Vamos
- Tamara: Espera Mauro (tomándolo del brazo) ¿por qué te lo llevas?
- Mauro: Porque sé perfectamente a dónde quieres llegar con esto. Ya deja tranquilo a Robert por favor. Ni te imaginas el mar de dudas que es.
- Tamara: Debieras apoyarme y decirle que se olvide del maricón ese
- Mauro: ¡No! Robert está enamorado de él, entiéndelo. La que debiera hacerse a un lado eres tú. Ten un poquito de dignidad y aléjate.
Caminaba hacia el salón, sin esperar a Mauro, quería pensar un momento en todo lo que había pasado desde que Javi se me declaró.
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Felipe:
¡Dios! Vaya partidazo, aunque haya hecho el ridículo. Estaba muy cansado, por suerte mi jefe nos había dado a todos el día libre, así que aprovechaba de llevar a Javier a todos lados. Cada vez nos consolidábamos más como pareja, y lo notaba a él feliz, ya no veía tristeza o melancolía en su rostro, ahora todo era felicidad y me alegraba pensar que era por mí.
Nuestra vida estaba dando un gran giro y todo lo malo, poco a poco, iba quedando atrás. Ya ni Robert ni Carlos ni Fabián aparecían en nuestras conversaciones, ni tampoco en nuestras peleas.
Me alegraba verlo más enamorado que nunca de mí.
- Javier: Mi amor, necesito que vayas a dejarme al trabajo. Ya que sólo pedí permiso por la mañana
- Felipe: Como usted ordene pero antes tengo que vestirme.
- Javier: Por supuesto, no tengo ningún interés en enseñar aquello que es mío.
- Felipe: Exacto vida mía, solo suyo.
Le abría la puerta del copiloto (sabía que le encantaba que yo le abriese la puerta) y luego me subía yo, lo sorprendía mirándome picaronamente, algo me decía que esta noche no podría dormir.
- Felipe: ¿Qué pasa? Estás que me devoras con la mirada.
- Javier: Tú lo has dicho
- Felipe: ¿Te parece si nos devolvemos a casa y… hacemos los deberes?
- Javier: Me encantaría pero… ya falté en la mañana y si encima no voy ahora, pues… te imaginarás que son capaces de colgarme del techo.
- Felipe: Bueno, pero tenga en cuenta que lo estaré esperando más ansioso de lo normal.
- Javier: Eso espero (besándolo) nos vemos en casa.
Se bajaba del coche y ya mi expresión de felicidad se desaparecía, principalmente porque no me gustaba que trabajase ahí. Sí, una cosa es estar feliz con él y otra es que haya dejado de ser celoso cosa que no ha pasado. Por alguna extraña razón no quise marcharme y me quedé afuera un momento.
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Javier:
Llegaba a mi área de trabajo y veía a mi secretaria con una cara extraña, como si verme no le alegrase tanto.
Entraba a mi oficina y veía a Carlos dentro, su cara era de furia.
- Carlos: Buenas tardes señor Castro, ¿o debo decir señor Sandoval?
- Javier: (siendo irónico) Castro, todavía no me caso con Felipe.
- Carlos: Vaya, llego usted más bromista que de costumbre. ¿Es que anoche sí que estuvieron buenos los deberes?
- Javier: ¿Carlos, a qué viene todo esto?
- Carlos: No, nada. Es que simplemente no me avisaste que no vendrías, con lo cual asumo que amaneciste tan complacido y follado que no podías ni levantarte.
- Javier: ¿Qué rayos te pasa? No te permito que me hables así
- Carlos: ¡Ah Claro! Ya entiendo, tú sí puedes faltarme al respeto, humillándome delante de todos con tu amorcito pero yo no puedo decirte tus verdades. Eres el colmo
- Javier: Carlos, no voy a echar a perder mi buen día hablando contigo, si no te importa, tomaré mi asiento.
- Carlos: No, así como tú decidiste que no me quieres en tu vida, yo tampoco te quiero en la mía. Y como comprenderás, ya no puedes seguir trabajando aquí.
- Javier: ¿Me estás despidiendo?
- Carlos: Exacto, pero tranquilo que Felipe puede mantenerte. Y bueno, si te falta dinero yo te lo puedo dar, a cambio de… bueno, ya sabes a lo que me refiero.
- Javier: (cachetada) Yo jamás me rebajaría a acostarme con alguien por dinero, y si ese alguien eres tú pues menos. Y sí, tienes razón, Felipe puede mantenerme así que no necesito trabajar aquí. Eres patético, ahora veo que no me equivoqué al terminar contigo.
Salía de la oficina e inmediatamente comenzaba a llorar, Helena me miraba y se acercaba a consolarme pero ya no servía de nada.
- Helena: Calma Javier, después de todo Carlos te hizo un favor. Tú aquí no estabas siendo aprovechado.
- Javier: Me duele, Helena. Yo jamás le he hecho daño, y no puedo creer que por despecho haya hecho esto.
- Helena: Javier, tú sabes que Carlos ya es mayor y… bueno, la gente mayor reacciona así. Lo bueno es que ya no tendrás que verlo ni aguantar sus berrinches
- Javier: Bueno, supongo. Helena, ya no saco nada con seguir aquí. Le pediré a Felipe que venga a buscar mis cosas, por favor te encargo que Carlos no revise ninguna de mis pertenencias.
- Helena: No te preocupes Javier, yo me haré cargo de sacar las cosas de tu oficina para que Carlos no toque nada.
Salía de la empresa y me quedaba un rato mirándola, cuando llegué aquí me propuse ascender por mi trabajo, por mis propios méritos pero debo reconocer que si llegué hasta donde llegué no era por lo que hacía, sino que era por Carlos.
No comprendía su actitud, yo entendía que estuviese dolido pero siempre dejamos claro que nuestra relación personal no debía influir en la profesional pero… ¿qué más da? Carlos estaba feliz de quitarme una de las cosas que más quería: mi trabajo.
Tendría que comenzar de nuevo todo.
- Felipe: Mi amor ¿qué te pasa, por qué saliste tan pronto?
- Javier: Carlos me despidió (abrazándolo)
- Felipe: Ya tranquilo vida mía.
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* Avance ***
En el próximo capítulo de “Camaleón”
- Carlos: Helena, ya te dije que no quiero ver a nadie.
- Felipe: Tranquilo que mi visita será muy corta (puñetazo) si quieres desquitarte con alguien hazlo conmigo pero a Javier lo dejas en paz.