Caluroso octubre

Salí del trabajo. Aún hacia calor en la calle, pese a ser Octubre. Bajé a la calle con mi maleta a punto, pendiente de los coches que pasaban. Por fin había llegado el viernes, ese esperado viernes, y todo estaba a punto para irnos. Hacía semanas que planeábamos este puente, y ya tan solo falta

//Al exquisito placer de LaDonzellaAudaz//

Salí del trabajo. Aún hacia calor en la calle, pese a ser Octubre. Bajé a la calle con mi maleta a punto, pendiente de los coches que pasaban. Por fin había llegado el viernes, ese esperado viernes, y todo estaba a punto para irnos. Hacía semanas que planeábamos este puente, y ya tan solo faltaba que Mario pasara a buscarme con su coche, y nos fuéramos hacia el apartamento. Nos habían hecho un muy buen precio por ser temporada baja, así que decidimos pasar 3 noches en él. En mi cabeza, lo tenia todo planeado. Con ese buen tiempo podríamos pasar tiempo en la playa, pero también tenia algunas excursiones preparadas, así como visitas a puntos que pensé que a Mario le interesarían.

También había comprado una cosita para él. Delante de casa habia una tienda de productos eróticos, y alguna vez le había visto por la ventana pararse delante y mirar algún vestido provocativo... Jamás habíamos hablado de ello, pero aún y así quise darle una sorpresa con un vestido negro, bastante ajustado y escotado. I mientras estaba en mis pensamientos, un hombre se acercó a mi.

  • Elena?

Mi dió un sobresalto, que traté inútilmente de disimular. Era un chico de unos 35 años, de pelo negro ya con alguna cana, y con un físico que se aguantaba gracias al traje que llevaba puesto. Su expresión era relajada, pero sus ojos parecían decir que sabía más de lo que daba a entender. Traté de sobreponerme al susto inicial, y reaccioné con indiferencia.

  • Qué desea?  - el hombre desconocido hizo una pausa, casi rutinaria, y me dijo:

  • Soy Alberto. Mario me ha pedido que la lleve al apartamento. - y en habiendo dicho esas palabras, se giró y empezó a caminar hacia un coche aparcado en zona de carga y descarga a poco de allí.

En ese momento, tuve el impulso de preguntarle qué estaba pasando. Mario no me había hecho nunca nada así, y me parecía todo bastante extraño. Y aún y así, Alberto había abierto ya una puerta trasera del coche, talmente como un taxista, y me estaba esperando, sin prisa. Y... por alguna razón que desconozco, me tragué mi orgullo y subí a ese coche.

La primera media hora sucedió sin más. Recibí un par de llamadas, las dos de faena, y hice un par más. Por alguna razón, eso de tener mi propio taxista me hizo sentirme superior, y así lo quise mostrar a Alberto, aparentando ser una importante mujer de negocios.

Él, por su parte, seguía sin intenciones de hablar. Empecé a sentirme incómoda, así que traté de abrir el hielo.

  • Así pues, eres taxista, o algo?

  • No - dijo fríamente, sin más. - Mario es amigo mio, y me lo pidió.

  • Sabes porqué no vino él? Me está esperando en el apartamento?

  • Mario me dijo que llegará tarde - poco a poco, sus palabras se iban desenfriando - Me pidió que te ayudara en acomodarte al apartamento, hasta que él llegara.

Eso último me resultó extraño. Mario era bastante normal, pero un poco celoso, y aunque fuera una tontería, no le gustaba dejarme sola con otros hombres. Mario sabía que yo no acostumbraba a pasar desapercibida por los hombres, pues pese mis 31 años tenia un físico envidiable, todo hay que reconocerlo, y él sabia que yo podía estar con cualquier hombre que me propusiera. Pero precisamente él era el hombre con el que yo quería estar. Mario tenia un muy bien físico, pese a tener 3 años más que yo, aunque a veces era un poco paradito en temas de cama.

Y seguía con mis pensamientos, hasta que el coche paró. Hice un vistazo rápido a mi alrededor, y me dí cuenta de que estábamos en el apartamento, y que aquello me tranquilizó. Alberto sacó mi maleta del maletero, y fué hacia la puerta del apartamento. Tal y como me había pasado al entrar al coche, le seguí hipnotizada.

Entré en el apartamento, y comprobé que todo estaba bien. Alberto permaneció en la puerta, impasible, mirándome. No sabía que estaba pasando, me sentí incómoda, cuando él dijo...

  • Yo ya me voy. Ha sido un placer, Elena. - Y sin darme tiempo a darle una propina, se fué.

La tarde siguió sin más. Puse mi ropa en los armarios, dejándole espacio a Mario, dí una vuelta por la zona, y preparé algo para cenar. Pasaban las horas y ni rastro de Mario. Traté de llamarme al móvil, pero no tuve respuesta por su parte. Mi enfado aumentó... hasta el punto de que cené sola, y tiré a la basura su cena. Mi ira aumentaba por momentos, y decidí servirme una copa, y relajarme. Pasaron un par de horas, y también de botellas, hasta que frustrada me dormí en el sofá.

Me levanté de repente. Estaba en la cama, aún sin deshacer, atada de pies y manos con unos finos pañuelos. Traté de ver a mi alrededor, pero la luz estaba apagada. Traté de pensar en que eso era cosa de Mario pero... por mi cabeza tan solo pasaban pensamientos que temían lo peor. Y entonces oí una puerta, y del miedo me estremecí, así como lo hicieron mis pezones por el aire frío que los acarició. Fue entonces cuando me dí cuenta de que estaba totalmente desnuda, y que aquello no me gustaba. Oí pasos. Demasiados pasos.

Y se abrió la luz, y por un momento me deslumbré. Un simple parpadeo, y aún cegada noté que entraba alguien en la habitación. Pero pero fué cuando me di cuenta que no era una persona... que eran más. Conté 5 personas a mi alrededor, y aún así no chillé, me mantuve a la espera, tratando disimuladamente de desatarme.

Se hizo el silencio. Miré a aquellas personas. Pese a que mi corazón latía como jamás, no me extrañó ver que iban todos tapados con un pasamontañas, vistiendo largas prendas de color oscuro. Eran corpulentos, pero se mantenían tranquilos a mi alrededor. Hasta que uno de ellos dijo:

  • Qué quieres?

Esa pregunta me dejó atónita. Esperaba lo peor, y sin duda no era aquello. Sin dudarlo, respondí:

  • Que me soltéis y os vayáis, hijos de puta! - y instantáneamente después de decir aquello uno de ellos me dió una bofetada, que sinceramente no me esperaba.

  • Creo que no nos has entendido, puta. Dinos que quieres que te hagamos. Para ello hemos venido.

Esta ultima frase me dejó de piedra. Lo que parecía sexual, se había convertido en sexual, pero de un modo que jamás hubiera acertado a pronosticar. Mi corazón seguía latiendo sin parar, y sin pensarlo respondí:

  • No quiero nada de vosotros, cerdos! - y sin creérmelo demasiado, pero como posible defensa, dije - Mi novio va a llegar en cualquier momento, y os va a destrozar! Iros, joder!

  • No lo creo. Tu novio es el que nos ha enviado aquí.

Y a eso si que no supe contestar. No me lo podía creer. Era inimaginable que Mario hubiera hecho algo así. Pensé en hacerles cambiar de opinión pero, antes de poder reaccionar, el hombre con el  que había estado hablando todo ese rato dijo:

  • Empezad.

Y de repente, sentí manos, muchas manos, en mi cuerpo. Algunas suaves, en mis pechos, otras nerviosas, en mis piernas y otras, sorprendentemente suaves, en mi sexo. Mi reacción natural fue defenderme, tratando de liberarme de mis ataduras y moviendo mi cuerpo con brutalidad, tratando de deshacerme de esas manos.

Pero a más me movían, esas manos mas me apretaban, arañaban, retenían.... Mi resistencia duró poco, puede que un par de minutos. A más me resistía más dolor me hacían, y en cambio se portaron bien en cuanto me solté. Decidí que mi única escapatoria era aguantar el chaparrón. Era lo menos doloroso que me podía pasar. Y mi integridad se empezó a caer, poco a poco.... Cerré los ojos, y dejé que todo pasara.... dejé tocarme... dejé lamerme.... dejé que muchos dedos jugaran con mi sexo... a cada barrera que atravesaban, mi primer pensamiento era resistirme, pero aún y así les dejaba hacer, tratando de desvincular mi cabeza de mi cuerpo...

Poco a poco noté como escurridizos dedos se adentraban por mi sexo, mojado, supuse con su saliva, y incluso jugueteaban con mi ano, con asombrosa suavidad.... también recibí algún que otro beso en la boca, con lengua y sin tacto... Y pese a tener los ojos cerrados, alguien me puso una venda en los ojos, impidiéndome definitivamente poder ver.

De repente me dí cuenta de que en el silencio y la oscuridad, mi cuerpo empezaba a acompasarse con las caricias que recibía. En ese momento me dí cuenta de que me estaban dando placer. Y fue en ese instante en el que noté como me mojaba entera, y que mi cuerpo se activaba como objeto de placer sexual, pese a que no tenia manos ni piernas con que hacerlo.

Debieron intuir mis gemidos, que ya no me esforzaba a disimular, y sorpresivamente me desataron las manos. Me agarraron de las muñecas, y me movieron las manos hacia un par de pollas que ya estaban bien duras, para que les masturbara. Mis manos no opusieron resistencia alguna. Y no me sentí mal, al contrario. Eran dos pollas normales, no muy grandes, al menos no tanto como la de Mario, que era bastante grande...

Y de repente, en medio de la oscuridad y los gemidos, alguien dijo.

  • Venga, ahora vosotros dos. Tú, abre la boca!

Y en poco más de 2 segundos, noté contacto en mis labios, y sin pensármelo abrí la boca dejando que una polla me la llenara entera, y me la follara. Francamente, ya me daba igual. Estaba fuera de mi juicio, ahora me comportaba según sus reglas, y mi cuerpo también. Y entonces el otro actuó. Noté como subía a la cama, me desataba las pienas, y me las subia hacia arriba. Noté que estaba desnudo, y me supuse que me iba a penetrar. Tampoco me importó. Mi cuerpo era objeto de caricias, mi boca estaba siendo follada. Levantó mi pelvis.... más arriba de lo normal... noté que humedecía su polla en mi mojado coño y.... cuando pensaba que me iba a follar.... bajó su polla, y apuntó a mi culo, que ya había sido manoseado anteriormente, pero sin entrar nada...

Más allá de intentos en la juventud, jamás había probado el sexo anal. Con Mario lo habíamos intentado, pero siempre me incomodaba, así que le había pedido dejarlo.

Y entró un poquito la punta, y no me dolió. Pero entonces empezó a entrarla más y más, y noté como me estaba destrozando, pero tenia una polla en la boca y no me la quería sacar de allí, así que seguí igual, cerrando fuerte los ojos, y notando como esa enorme polla me estaba perforando más y mas....

  • Te gusta, puta?

No respondí, y él siguió. No sé si me la metió entera, pero empezó a bomberarme. Los flujos que chorreaban de mi sexo por las constantes caricias lo hacían todo más fácil, peró aun y así aquella polla me parecía enorme para mi culo. Y entonces me dí cuenta.

  • Te gusta que te follen desconocidos por el culo, Elena? Eres una puta!

Me quedé atónita. Mi cuerpo de detuvo. Mis manos también, i aparté mi boca en cuanto pude. Alguien me sacó la venda. No me hizo falta recuperarme del deslumbramiento inicial para darme cuenta de que la polla que tenia en mi culo era... de Mario. Recuperé mi visión. Miré a mi alrededor. Marió estaba casi encima de mí, y a su alrededor pude distinguí algun amigo suyo, al que había estado pajeando. Y como podía esperarme... Alberto era el que se estaba follando mi boca. No supe reaccionar. Mario sí. Mario me sonrió y siguió follándome, ahora su plan estaba al descubierto, y eso le debió excitar porque prácticamente en ese momento se corrió dentro de mí...

Se hizo el silencio.

Y la orgía siguió.

(continuará)